Rolando Astarita [Blog]

Marxismo & Economía

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«La acumulación del capital» de R. Luxemburgo. Análisis crítico (3)

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La segunda parte de la nota, aquí

Circulación de la plusvalía vs atesoramiento

Por lo planteado hasta aquí, es central diferenciar circulación y atesoramiento de plusvalía. Si la plusvalía circula – esto es, si los capitalistas gastan regularmente la plusvalía en adquirir bienes de consumo, o en adquirir más medios de producción y fuerza de trabajo – no habrá, en principio, deficiencias de demanda. Sí puede haber sobreproducción, o sobreacumulación. Pero en este caso la crisis no ocurre por alguna deficiencia de demanda que sea inherente al capitalismo, sino por la tendencia del sistema a ampliar la producción por encima de cualquier limitación del mercado (véase aquí, aquí). Por eso Marx y Engels hablaron de crisis de sobreproducción, que no es sinónimo de falta de demanda. Lee el resto de esta entrada »

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25/01/2021 at 07:48

La teoría marxista de la acumulación y crisis (1)

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En la nota anterior (aquí) sostuve que la explicación, desde un enfoque marxista, del ciclo de negocios y de las crisis tiene como punto de partida la contradicción entre el impulso del capital a acumular, a expandir sin límites la producción de plusvalía, por un lado; y la venta de esa masa creciente de mercancías –esto es, para la realización de la plusvalía-, por el otro. “Las condiciones de la explotación directa y las de su realización no son idénticas. (…) Unas solo están limitadas por la fuerza productiva de la sociedad, mientras que las otras solo lo están por la proporcionalidad entre los diversos ramos de la producción y la capacidad de consumo de la sociedad” (Marx, 1999, p. 313, t. 3). Por eso la expansión de los mercados no puede producirse al ritmo al que se incrementa la producción. Un conflicto inherente al modo de producción capitalista, que se alivia periódicamente mediante las crisis, con sus secuelas de desvalorización de los capitales, caída de la producción, aumento del desempleo y empeoramiento de las condiciones de vida de las masas trabajadoras.

El objetivo de esta nota es ampliar este enfoque. Dada su extensión, la he dividido en varias partes, que iré publicando en las próximas semanas. A fin de contextualizar este escrito, señalo que el mismo es resultado de las dificultades que enfrenté para explicar la crisis y recesión de 2007-9. Es que la teoría de la crisis que manejaba hasta ese momento -centrada en la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia- no encajó en los datos empíricos. Empiezo, por lo tanto, con ese encuadre teórico. Lee el resto de esta entrada »

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20/10/2019 at 17:06

Trotsky, el giro de 1928-9 y la naturaleza social de la URSS (1)

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Dada la extensión de la nota, la he dividido en varias partes.

En una nota publicada a comienzos de 2011 (aquí y aquí, también aquí) polemicé con las tesis que dicen que la URSS fue un régimen socialista, un capitalismo de Estado o un Estado obrero burocrático, y sostuve que se trató de un régimen burocrático, no proletario y no capitalista, que bloqueó la transición a la socialización. Por socialización entiendo la toma del control y administración efectiva de los medios de producción por los productores. En particular, y en oposición a la caracterización trotskista de la URSS como Estado obrero, planteé que hacia fines de los 1930 había cristalizado un aparato estatal colocado por encima de los trabajadores, y hostil a estos. Decía: “… entre el período de la colectivización forzosa y la terminación del llamado Tercer Proceso de Moscú, en 1938, ocurrieron cambios tan profundos, que generaron un abismo social entre los productores directos y la burocracia. Se trató de una catástrofe humana, de proporciones colosales, que acarreó la ruptura de la alianza de los campesinos con el régimen; la muerte de millones de personas; la eliminación de la vanguardia revolucionaria y crítica; la extensión del terror entre la clase trabajadora (por cualquier falta menor en el trabajo, o discrepancia, se podía terminar en un campo de trabajo forzado); y el consiguiente reforzamiento de la burocracia como un grupo explotador”.

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“Marxismo nacional-populista” y el trabajo potenciado

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Desde hace varios años he mantenido una polémica con todo un abanico de marxistas que niega la noción de trabajo potenciado (alternativamente, trabajo despontenciado), asociado a los diferenciales de productividad al interior de una rama. Se trata de un concepto clave en la teoría de Marx, ya que da cuenta de cómo se originan las plusvalías extraordinarias. Pero también echa luz acerca de cómo se forma la renta diferencial de la tierra; cuando Marx explica su origen y naturaleza, parte de la noción de plusvalía extraordinaria. En sustancia, se trata de la misma cuestión.

El problema a través de dos casos sencillos

Lo básico del concepto de trabajo potenciado se puede explicar a partir de un ejemplo teórico muy sencillo. Ya lo he presentado en otras oportunidades, bajo diversas formas, y vuelvo a hacerlo ahora.

Supongamos una sociedad de productores simples de mercancías en la que hay 20 ramas. En cada una de esas ramas hay 10 productores que producen las mercancías A, B,… T, empleando en todas ellas las mismas 10 horas de trabajo simple. Supongamos también que cada hora de trabajo social objetivado (o sea, de valor) se expresa en $10; de manera que cada mercancía vale $100. Las relaciones de intercambio entre todas las mercancías son entonces 1:1 (bajo el supuesto de que la producción es proporcional a la demanda socialmente establecida). Por lo tanto, no hay manera de que haya transferencia de valor de un productor a otro; lo que cada uno realiza en el mercado es igual a lo que ha generado con su trabajo.

Supongamos ahora que el productor Juan, de la rama A, por mejora en el método de producción, logra hacer la mercancía A en 8 horas de trabajo, y el resto de los productores de A no accede a esa nueva tecnología. Dado que no se altera la demanda, Juan puede vender A en $100. Por lo tanto, con 8 horas de trabajo obtiene $100 (encarnación de 10 horas de trabajo socialmente necesario). La pregunta que se plantea entonces es cómo Juan puede mutar 8 horas de trabajo individual en 10 horas de trabajo social objetivado. La respuesta de Marx es precisa: dado que el valor es tiempo de trabajo socialmente necesario, el trabajo de Juan, que utiliza una tecnología superior a la que rige el tiempo de trabajo social, genera más valor por unidad de tiempo que los otros productores de A. En otros términos, su trabajo se ha potenciado.

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05/09/2015 at 09:37

Trabajo potenciado y una crítica desde México

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En la Revista de Economía Crítica Nº 18, segundo semestre de 2014, México, Sebastián Hernández Solorza y Alan Deytha Mon (en adelante HyD) publicaron “Crítica a la interpretación que hace Rolando Astarita de la plusvalía extraordinaria. Exposición de la teoría marxista del valor”. HyD cuestionan mi planteo (que es de Marx, como demostré en varios escritos, por ejemplo aquí y aquí) de que el trabajo que emplea tecnología superior al promedio de una rama es trabajo potenciado, y como tal genera más valor por unidad de tiempo que el trabajo que emplea tecnología promedio; y lo inverso sucede con el trabajo que aplica tecnología inferior.

Pues bien, varias personas me preguntaron si iba a responder; incluso desde la Revista de Economía Crítica me invitaron a escribir. Hasta el momento no lo hice. ¿La razón? Como no me sobra el tiempo, trato de emplearlo en lo que veo más útil para avanzar en la comprensión de las cuestiones económicas, políticas y sociales que me interesa estudiar. En este respecto, el texto de HyD exige clarificar nociones básicas, empezando por qué es trabajo abstracto y concreto, o desde qué teoría monetaria –coherente con la teoría del valor de Marx- partimos. Temas que he tratado en varios escritos, incluso en alguno de mis libros. Por ejemplo, los conceptos de trabajo abstracto y concreto los he analizado en Valor, mercado mundial y acumulación, y no veo razones para modificar lo que escribí allí. La concepción monetaria que presentan HyD también ya la he criticado; incluso hace poco volví sobre el tema en un artículo (“Papel moneda, oro y teoría monetaria de Marx”) que publicó la revista del Partido Obrero, En defensa del marxismo Nº 43. Es posible que más adelante trate de nuevo estas cuestiones en el blog; en cualquier caso, el lector interesado puede comparar las posiciones y sacar sus conclusiones.

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26/05/2015 at 15:28

Sobre salario, desempleo e inflación (4)

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Las partes anteriores de esta nota aquí, aquí y aquí.

La posición de Marx sobre el salario, y el rol de la desocupación es, naturalmente, opuesta a los enfoques burgueses, pertenezcan estos a la vertiente ortodoxa monetarista, reformista keynesiana, o a cualquier variante intermedia.

 El punto de partida

 Tal vez el punto de partida para una correcta comprensión de la crítica desde el marxismo a la tesis de la curva Phillips es cuestionar la idea de que los salarios rigen los precios, y que por lo tanto un aumento de los primeros debe traducirse en el incremento de los segundos. La misma tiene por sustento la concepción –presente en Adam Smith- de que el precio se forma por suma de partes, esto es, por suma del salario, la ganancia del capital y la renta de la tierra. De acuerdo a este enfoque, los contribuyentes a la formación del precio son relativamente independientes uno del otro, y el aumento de salarios debe traducirse en aumento de los precios. Este resultado ocurre tanto en el enfoque neoclásico, que considera que el salario, la ganancia y la renta se determinan por las escaseces relativas y las productividades marginales del trabajo, el capital (identificado con la máquina) y la tierra; como en la teoría poskeynesiana que sostiene que la ganancia y la renta son el resultado de un plus agregado al costo salarial, al momento de la venta.

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08/10/2014 at 10:04

Respuesta al profesor Manzanera Salavert

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Rolando Astarita [Blog]  Marxismo & Economía El paro general del juevesEl profesor español Miguel Manzanera Salavert ha publicado una crítica a “Mandel sobre plusvalía extraordinaria”, que puede consultarse en http://nangaramarx.blogspot.com.ar/2013/09/sobre-plusvalia-relativa-y-ganancias.html. En esta nota respondo a Manzanera Salavert. Aprovecho para agradecer a Omar Montilla, quien en su portal  Ñángara Marxha publicado mi nota sobre Mandel y la plusvalía extraordinaria, y la crítica de Manzanera Salavert.

 La crítica de Manzanera Salavert

Manzanera Salavert plantea que he confundido la plusvalía relativa con las ganancias extraordinarias. Sostiene que hay que distinguir entre plusvalía absoluta y relativa, que la primera “se origina en el trabajo impago”, el exceso de trabajo que el empleador exige al obrero, y la segunda se debe al incremento de la productividad. Explica que si se duplica la productividad y el trabajador sigue necesitando la misma cantidad de bienes para reproducir su fuerza de trabajo, suponiendo que los precios se han mantenido invariables, “la plusvalía absoluta se ha triplicado”. Luego afirma que en la medida en que la innovación tecnológica se ha extendido a otras industrias, “esa multiplicación es la plusvalía relativa”; de manera que ésta sería “el efecto multiplicador de la innovación tecnológica”. Explica que la plusvalía absoluta da origen al beneficio capitalista, y las ganancias extraordinarias, en cambio, “se producen al transformar la plusvalía relativa en beneficio”. En definitiva, la plusvalía relativa daría origen a las ganancias extraordinarias.

En seguida afirma que el capital constante no puede permanecer igual cuando hay aumento de productividad, porque toda revolución tecnológica implica inversiones de capital. Acuerda en que no hay transferencia de plusvalía desde las empresas atrasadas a las adelantadas, “pero siempre que tengamos en claro que estamos hablando de la plusvalía producida por el trabajo y no del beneficio obtenido por el capitalista”. Aunque luego afirma que sí hay transferencia de valor hacia la empresa avanzada tecnológicamente, “entendiendo ahora por valor el valor de cambio, beneficios monetarios”.

Manzanera Salavert sigue luego con las diferencias entre valor de uso y valor de cambio; identifica el valor de uso con la “sustancia del valor” y el valor de cambio con la magnitud del valor. Y afirma que el plusvalor “consiste en el incremento del valor de uso producido por la creatividad del obrero”. Finalmente, sostiene que la innovación tecnológica “puede ahorrar trabajo en el proceso de producción, disminuyendo la cantidad de trabajo incorporado a la mercancía”, pero solo “puede” porque el trabajo ahorrado en la producción de bienes de consumo “se gasta en la producción de bienes de capital” (maquinaria, tecnología, etc.). Luego afirma que la transferencias de beneficios desde las empresas atrasadas a las avanzadas no depende exclusivamente de mecanismos mercantiles, “sino de factores políticos que priorizan el valor del capital (trabajo muerto) sobre el valor de la fuerza de trabajo (trabajo vivo)”. Y concluye que éste sería el verdadero sentido del análisis de Mandel “del mecanismo capitalista de innovación tecnológica”.

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18/09/2013 at 11:30

Mandel sobre la plusvalía extraordinaria

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Mandel sobre la plusvalia extraordinaria

En esta nota discuto la tesis que dice que las plusvalías extraordinarias que obtienen las empresas de mayor productividad relativa se origina en el trabajo realizado en las empresas de menor productividad relativa. Recordemos que la plusvalía extraordinaria se refiere a la plusvalía que obtienen las empresas que tienen una ventaja tecnológica, y disminuyen el tiempo de trabajo invertido en la producción, con respecto al tiempo de trabajo social promedio imperante en la rama. En esas circunstancias, las empresas avanzadas podrán vender sus mercancías al precio promedio (establecido por el tiempo de trabajo promedio en la rama), de manera de embolsar una plusvalía extra. Dado que esas empresas estarían empleando menos trabajo por unidad de producto, se plantea la cuestión de cuál es el origen de la plusvalía extraordinaria que obtienen. La tesis que discuto en esta nota afirma que proviene de las empresas que, debido a su atraso tecnológico, utilizan más mano de obra que el promedio de la industria. Esta explicación fue presentada por Ernest Mandel en El Capitalismo tardío (en francés se ha publicado con el título de Le Troisième Âge du Capitalisme), y ha sido aceptada por muchos marxistas destacados. La tesis tiene consecuencias importantes, ya que la plusvalía extraordinaria sustenta la explicación de Marx de la renta diferencial de la tierra, y también es la base de la explicación de Mandel (asimismo de Shaikh, Carchedi y otros) de las transferencias de plusvalía desde los países atrasados hacia los adelantados.

Naturalmente, la crítica que formulo en esta nota no afecta mi valoración global acerca de la contribución de Mandel en El capitalismo tardío. Entre otras cuestiones, con este libro Mandel lideró el movimiento de los marxistas que volvieron a poner la atención en la ley de la tasa de decreciente de la ganancia y su relación con las grandes crisis del capitalismo. Sin embargo, esto no debería disimular la necesidad de revisar algunas de las formulaciones de Mandel. Su interpretación sobre el origen y naturaleza de la plusvalía extraordinaria es una de ellas. Empiezo presentando el planteo de Mandel.

La tesis de Mandel

Mandel sostiene que la plusvalía extraordinaria proviene de valor generado por las empresas de baja tecnología; esto es, empresas que emplean más trabajo vivo, por unidad de producto, que el promedio de la rama. Escribe:

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09/09/2013 at 09:43

El monopolio en el marxismo del siglo XX

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Rolando Astarita [Blog]  Marxismo & Economía El paro general del juevesLas notas sobre monopolio y competencia “a lo Marx” (aquí y aquí) polemizan con la idea de que en el siglo XIX, y hasta 1880, aproximadamente, la competencia constituyó el mecanismo regulador de los mercados capitalistas (nacionales y mercado mundial), y que a partir de 1880 ese mecanismo pasó a ser de tipo monopólico (o, más precisamente, oligopólico). Éste es el eje de las diferencias que mantengo con la tesis del monopolio. Por supuesto, los defensores de la tesis del monopolio siempre explicaron que la competencia no había desaparecido en el siglo XX. Sin embargo, enfatizaron que la competencia había pasado a tener un rol subordinado desde fines del siglo XIX, y que esto encerraba un cambio cualitativo en la forma de regulación del capitalismo. Fue la posición de Paul Baran, Paul Sweezy, Maurice Dobb y Ernest Mandel, quienes influyeron decididamente en la formación del pensamiento de la izquierda sobre el monopolio y la competencia. A fin de contribuir al estudio de esta importante cuestión, en esta nota presento lo esencial de sus posiciones sobre el monopolio, una reflexión sobre el contexto que reflejan esos escritos, y su diferencia con el presente.

El monopolio en Baran y Sweezy

La idea que domina en los escritos de Baran y Sweezy es que en el capitalismo maduro la competencia se ha atenuado, y que la regulación monopolista ocupa el primer plano. En El capital monopolista, de amplia difusión en los años 1960 y 1970, Baran y Sweezy escribían: “Debemos reconocer que la competencia, que fue la forma predominante de las relaciones de mercados en el siglo XIX, ha cesado de ocupar tal posición, no solamente en Inglaterra, sino en todas partes del mundo capitalista. Hoy la unidad económica típica en el mundo capitalista no es la pequeña firma que produce una fracción insignificante de una producción homogénea para un mercado anónimo, sino la empresa en gran escala que produce una parte importante del producto de una industria, o de varias industrias, y que es capaz de controlar el precio, el volumen de la producción y los tipos y cantidades de inversiones” (Baran y Sweezy, 1982, p. 10).

La misma idea la encontramos en Baran (1969), una obra que fue clave para la posterior teoría de la dependencia: “La concentración y centralización del capital hizo avances gigantescos, y las grandes empresas se adueñaron de la vida económica… Al destrozar el mecanismo competitivo que regulaba, para bien o para mal, el funcionamiento del sistema económico, las grandes empresas se convirtieron en la base del monopolio y del oligopolio, que son los rasgos característicos del capitalismo moderno” (p. 22). En este contexto, tiende a desaparecer la guerra de precios: “… los gigantes monopolistas … protegidos por sus posiciones de monopolio, no necesitan molestarse por reducir al mínimo sus costos ni aumentar al máximo su eficacia» (p. 55). También escribe: “la competencia de precios en condiciones de oligopolio tiene la tendencia a hacerse cada vez más odiosa para los empresarios involucrados. Cualquier reducción moderada de los precios, por parte de un oligopolista que pretenda aumentar su parte del mercado, será inmediatamente neutralizada mediante reducciones correspondientes de los precios de los otros oligopolistas…. . Por otra parte, una guerra de precios a muerte entre los gigantes oligopolistas requerirá cantidades de capital tan grandes e involucrará riesgos tan enormes, que se prefiere el arreglo a la lucha ruinosa. Se concluyen acuerdos más o menos explícitos o se establece una “colusión de precios”, que tiene como consecuencias la eliminación de la competencia aniquiladora y la aceptación, por las partes contratantes, del principio de vivir y dejar vivir, más que el intentar destruirse una a otra” (pp. 101-2). Obsérvese que no se trata de si existe una tarifa aduanera aquí, o una devaluación competitiva allá, sino de una perspectiva global del mercado y de la forma en que se regula la distribución de los tiempos de trabajo, o avanza el cambio tecnológico. “Vivir y dejar vivir”, en lugar de guerra entre los capitales. Como resultado del freno de la competencia, el dominio del monopolio generaba la tendencia al estancamiento de las fuerzas productivas en los países adelantado, y el bloqueo del desarrollo industrial en los países atrasados.

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07/11/2012 at 11:04

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Competencia «a lo Marx» y monopolio (II)

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Rolando Astarita [Blog]  Marxismo & Economía El paro general del jueves(Continúo aquí la nota anterior).

Tendencia a la concentración y contratendencia

Uno de los errores más difundidos es la idea de que la tendencia a la concentración y centralización del capital debía llevar al sistema capitalista a un punto de cambio cualitativo, a partir del cual el monopolio comenzara a prevalecer por sobre la competencia; ese punto, se dice, habría sido alcanzado a fines del siglo XIX. A partir de entonces la competencia habría pasado a un segundo plano. Sería el desenlace natural del impulso a la concentración y centralización del capital (tendencias analizadas por Marx en el capítulo 23 del tomo 1).

El problema con esta visión es que peca de unilateral y mecánica. Lógicamente, no se puede negar que en algún momento el sistema capitalista desemboque en el dominio de los monopolios, pero lo cierto es que hasta el presente la centralización del capital avanzó desplegando tendencias contradictorias. Es que a la par que avanzan la concentración y centralización, también aumenta el número de capitales que entran en competencia. “El incremento del capital social se lleva a cabo a través del incremento de muchos capitales individuales. Presuponiendo que no varíen todas las demás circunstancias, los capitales individuales -y con ellos la concentración de los medios de producción- crecen en la proporción en que constituyen partes alícuotas del capital global social. Al propio tiempo, de los capitales originarios se desgajan ramificaciones que funcionan como nuevos capitales autónomos. (…) con la acumulación del capital crece en mayor o menor medida el número de capitalistas” (Marx, 1999, t. 1, p. 777).

La realidad es que constantemente surgen nuevas ramas de producción donde se generan nuevos capitales. También se incorporan países en los que se desarrolla el capitalismo, dando lugar a la formación de nuevos capitales que compiten en los mercados mundiales. Pero además, en las ramas ya instaladas, el cambio tecnológico con frecuencia favorece la aparición de capitales que presentan batalla exitosamente a los antiguos, especialmente si éstos deben soportar altos costos para mandar a desguace equipos y máquinas obsoletas. Por eso, se trata de dos tendencias, a la centralización y concentración, por un lado, pero también al surgimiento de nuevas unidades del capital. Como resultado, la ley del valor opera a escala cada vez mayor. En la medida en que los capitales crecen por la concentración y centralización, tienen más poder para incursionar en nuevos mercados. Y constantemente aparecen nuevos competidores, adquiriendo la lucha competitiva dimensiones mundiales.

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