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“Marxismo nacional-populista” y el trabajo potenciado
Desde hace varios años he mantenido una polémica con todo un abanico de marxistas que niega la noción de trabajo potenciado (alternativamente, trabajo despontenciado), asociado a los diferenciales de productividad al interior de una rama. Se trata de un concepto clave en la teoría de Marx, ya que da cuenta de cómo se originan las plusvalías extraordinarias. Pero también echa luz acerca de cómo se forma la renta diferencial de la tierra; cuando Marx explica su origen y naturaleza, parte de la noción de plusvalía extraordinaria. En sustancia, se trata de la misma cuestión.
El problema a través de dos casos sencillos
Lo básico del concepto de trabajo potenciado se puede explicar a partir de un ejemplo teórico muy sencillo. Ya lo he presentado en otras oportunidades, bajo diversas formas, y vuelvo a hacerlo ahora.
Supongamos una sociedad de productores simples de mercancías en la que hay 20 ramas. En cada una de esas ramas hay 10 productores que producen las mercancías A, B,… T, empleando en todas ellas las mismas 10 horas de trabajo simple. Supongamos también que cada hora de trabajo social objetivado (o sea, de valor) se expresa en $10; de manera que cada mercancía vale $100. Las relaciones de intercambio entre todas las mercancías son entonces 1:1 (bajo el supuesto de que la producción es proporcional a la demanda socialmente establecida). Por lo tanto, no hay manera de que haya transferencia de valor de un productor a otro; lo que cada uno realiza en el mercado es igual a lo que ha generado con su trabajo.
Supongamos ahora que el productor Juan, de la rama A, por mejora en el método de producción, logra hacer la mercancía A en 8 horas de trabajo, y el resto de los productores de A no accede a esa nueva tecnología. Dado que no se altera la demanda, Juan puede vender A en $100. Por lo tanto, con 8 horas de trabajo obtiene $100 (encarnación de 10 horas de trabajo socialmente necesario). La pregunta que se plantea entonces es cómo Juan puede mutar 8 horas de trabajo individual en 10 horas de trabajo social objetivado. La respuesta de Marx es precisa: dado que el valor es tiempo de trabajo socialmente necesario, el trabajo de Juan, que utiliza una tecnología superior a la que rige el tiempo de trabajo social, genera más valor por unidad de tiempo que los otros productores de A. En otros términos, su trabajo se ha potenciado.
Plusvalía extraordinaria y renta agraria (1)
En otras notas (aquí y aquí) analicé el rol del cambio tecnológico en la aparición de plusvalías extraordinarias, y la naturaleza de ese tipo de plusvalía. Según Marx, la plusvalía extraordinaria es posible porque el trabajo que aplica una tecnología avanzada con respecto al promedio de la rama, crea más valor por unidad de tiempo que el trabajo que aplica la tecnología promedio. Esta explicación, a su vez, juega un rol central en el análisis marxista del cambio tecnológico y la competencia entre capitales, en la explicación de la plusvalía relativa y en la teoría de la renta diferencial de la tierra (y en general, la renta proveniente del uso de recursos naturales). Sin embargo, la idea de que la plusvalía extraordinaria es generada por el trabajo relativamente más productivo, encuentra mucha resistencia entre los marxistas, y por una razón muy sencilla: pone en cuestión la tesis del intercambio desigual entre países adelantados y atrasados, de Mandel, Shaikh y Carchedi. Hay que tener presente que la tesis de la explotación de los países atrasados está muy establecida en el marxismo “nacional y popular”.
Sin embargo, el asunto no se limita al intercambio desigual, porque en Argentina muchos marxistas comparten el punto de vista del profesor Juan Iñigo Carrera, quien niega que el origen de la renta agraria sea el trabajo aplicado a las tierras de mayor productividad relativa. Según Iñigo Carrera, y en un enfoque afín a la explicación de la renta por precio de monopolio, la misma se origina por fuera del sector agrícola (Iñigo Carrera, 2008 y 2009). Es una tesis opuesta a la explicación de El Capital sobre la renta, que es presentada, sin embargo, como si fuera una reformulación de la explicación de Marx. Para ello, sus defensores afirman que Marx no dice que la plusvalía extraordinaria se genera en el trabajo relativamente más productivo; que si lo hubiera sostenido sería contradictorio con su teoría del valor; y que no explica la renta diferencial a partir del principio de la plusvalía extraordinaria. Como era esperable, esta tesis también cae muy bien en el pensamiento “nacional y popular” izquierdista, siempre proclive a disimular el carácter objetivo de la ley del valor trabajo (para esta gente, el problema social se reduce a los monopolios). Pero también ha sido adoptada por trotskistas, guevaristas, izquierdistas independientes y otros.
En esta nota repaso la noción de la plusvalía extraordinaria de Marx, y demuestro que los críticos de mi interpretación no tienen manera de fundar su posición en una teoría coherente del valor trabajo. En una segunda parte, explico la relación que existe, en la teoría de Marx, entre la noción de plusvalía extraordinaria y la renta. Por último, demuestro que no es necesario apelar a una tesis de precio de monopolio para cuestionar la propiedad privada de la tierras. Dada su extensión, he dividido la nota en dos partes.
Renta agraria y salarios rurales

SUB - cooperativa de fotógrafos
Durante el conflicto de 2008 entre el Gobierno y las patronales agrarias, uno de los argumentos más repetidos por el K-progresismo fue que con las retenciones se buscaba mejorar la distribución del ingreso en favor de los sectores populares y la clase trabajadora. En oposición a esta postura, en varios artículos (recogidos en Economía política de la dependencia y el subdesarrollo, UNQ, 2010) sostuve que el Gobierno procuraba sostener el tipo de cambio real alto mediante la transferencia de parte de la renta agraria a otros sectores del capital. Planteé también que si se hubiera querido mejorar la distribución del ingreso disminuyendo la renta agraria, la primera medida debería haber sido alentar el aumento de los salarios rurales, y combatir seriamente la precarización del trabajo en el sector. Señalaba que cuando los salarios agrarios ni siquiera reponen el valor de la fuerza de trabajo, puede considerarse que una parte de los mismos está ingresando en la renta (véase El Capital, tomo 3, p. 808,, edición Siglo XXI). Según el INDEC, en 2008 el salario promedio en el campo era $1100, lo que representaba el 57% del promedio salarial en el resto de la economía; en los cultivos industriales, que empleaban unos 50.000 trabajadores, los salarios eran aún más bajos, apenas $868 en promedio. A esto se unía el trabajo en negro generalizado, y la explotación del trabajo infantil. Por eso planteaba que “la primera manera práctica y sencilla de bajar la renta agraria y comenzar a mejorar la distribución del ingreso es aumentando los salarios de los trabajadores rurales” (p. 215, Economía política….). Sin embargo, durante el conflicto el Gobierno -siempre aplaudido por el progresismo izquierdista-, se cuidó mucho de poner en primer plano el tema. Esto aún cuando la propia presidenta CK reconoció que los trabajadores rurales eran los peor pagados de los asalariados. Después del conflicto, las condiciones de vida de los trabajadores rurales tampoco mejoraron mucho, a pesar de las altísimas ganancias en el agro. Por ejemplo, en 2009, la Secretaría de Trabajo calculaba que aproximadamente el 72% estaba en negro. La súper explotación del trabajo infantil continuó sin grandes problemas (como tantas veces denunciaron La Alameda y otras organizaciones). Y en agosto de 2011 el salario mínimo del trabajador rural era de $2210. Si bien representa una mejora con respecto a 2008 (pero hay que contar la inflación), cualquiera sabe que se trata de un ingreso de hambre. Algunos incluso han señalado que con un salario tan bajo hoy es difícil conseguir mano de obra, ya que no repone el costo mínimo de una canasta de subsistencia.