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Plusvalía extraordinaria y renta agraria (1)
En otras notas (aquí y aquí) analicé el rol del cambio tecnológico en la aparición de plusvalías extraordinarias, y la naturaleza de ese tipo de plusvalía. Según Marx, la plusvalía extraordinaria es posible porque el trabajo que aplica una tecnología avanzada con respecto al promedio de la rama, crea más valor por unidad de tiempo que el trabajo que aplica la tecnología promedio. Esta explicación, a su vez, juega un rol central en el análisis marxista del cambio tecnológico y la competencia entre capitales, en la explicación de la plusvalía relativa y en la teoría de la renta diferencial de la tierra (y en general, la renta proveniente del uso de recursos naturales). Sin embargo, la idea de que la plusvalía extraordinaria es generada por el trabajo relativamente más productivo, encuentra mucha resistencia entre los marxistas, y por una razón muy sencilla: pone en cuestión la tesis del intercambio desigual entre países adelantados y atrasados, de Mandel, Shaikh y Carchedi. Hay que tener presente que la tesis de la explotación de los países atrasados está muy establecida en el marxismo “nacional y popular”.
Sin embargo, el asunto no se limita al intercambio desigual, porque en Argentina muchos marxistas comparten el punto de vista del profesor Juan Iñigo Carrera, quien niega que el origen de la renta agraria sea el trabajo aplicado a las tierras de mayor productividad relativa. Según Iñigo Carrera, y en un enfoque afín a la explicación de la renta por precio de monopolio, la misma se origina por fuera del sector agrícola (Iñigo Carrera, 2008 y 2009). Es una tesis opuesta a la explicación de El Capital sobre la renta, que es presentada, sin embargo, como si fuera una reformulación de la explicación de Marx. Para ello, sus defensores afirman que Marx no dice que la plusvalía extraordinaria se genera en el trabajo relativamente más productivo; que si lo hubiera sostenido sería contradictorio con su teoría del valor; y que no explica la renta diferencial a partir del principio de la plusvalía extraordinaria. Como era esperable, esta tesis también cae muy bien en el pensamiento “nacional y popular” izquierdista, siempre proclive a disimular el carácter objetivo de la ley del valor trabajo (para esta gente, el problema social se reduce a los monopolios). Pero también ha sido adoptada por trotskistas, guevaristas, izquierdistas independientes y otros.
En esta nota repaso la noción de la plusvalía extraordinaria de Marx, y demuestro que los críticos de mi interpretación no tienen manera de fundar su posición en una teoría coherente del valor trabajo. En una segunda parte, explico la relación que existe, en la teoría de Marx, entre la noción de plusvalía extraordinaria y la renta. Por último, demuestro que no es necesario apelar a una tesis de precio de monopolio para cuestionar la propiedad privada de la tierras. Dada su extensión, he dividido la nota en dos partes.
Teorías del valor: austriacos vs marxistas (2)
El nudo del debate está en los conceptos elementales
Por lo que hemos explicado en la primera parte (aquí), las cuestiones decisivas ya están planteadas en el capítulo 1 de El Capital. Marx afirma que en una sociedad de productores simples de mercancías, el trabajo es la fuente del valor y descarta que pueda serlo la utilidad. Rothbard en su Historia del pensamiento económico. sostiene que la explicación del intercambio y del valor del capítulo 1 de El Capital es lógicamente absurda; los economistas austriacos saben que éste es el punto nodal. Me centro entonces en esta cuestión, que comprende las cuestiones básicas y elementales. Debido a varias confusiones y cuestiones que se han suscitado en el debate, he decidido darle a estas notas toda la extensión necesaria; esto es, por encima de lo que había concebido originariamente como un apunte para una intervención oral.
Conceptos elementales
Valor de uso
Empecemos señalando que el valor de uso, en Marx, es una condición necesaria para que haya valores de cambio y valores. Si una mercancía no tiene valor de uso para alguien, o para algunos, no se la demanda, y por lo tanto no tiene valor (su precio es cero). De manera que no es cierto, como sostienen los economistas austriacos, que según Marx el valor de uso no tiene importancia. El concepto incluso es clave para entender la noción de trabajo productivo de Marx: si un trabajo no afecta al valor de uso, no genera valor, y por lo tanto es improductivo. Por ejemplo, el trabajo implicado en los actos de compra y venta -que afectan sólo al cambio de forma social, de dinero a mercancía o viceversa- es improductivo, aunque necesario para la sociedad productora de mercancías.
En segundo término, el valor de uso se relaciona con la utilidad que obtiene el consumidor del bien, y desde este punto de vista afecta al ámbito de lo subjetivo. Sin embargo, también tiene anclaje en las propiedades físicas de la mercancía. Este aspecto es cuestionado por muchos austriacos porque buscan desconectar la valoración de la utilidad de todo aquello que tenga que ver con propiedades objetivas (esto es, del objeto y objetivamente medibles). Pero la realidad es que las propiedades físicas de los objetos afectan al valor de uso y a la utilidad; cualquier ingeniero, por ejemplo, tendrá muy en cuenta la resistencia de los materiales a la hora de elegir las piezas que componen una máquina o una estructura, o la conductividad de un metal, si se trata de transporte de electricidad, etcétera. Son propiedades físicas, objetivamente medibles, que existen por fuera de la valoración de los sujetos, y son determinantes en la utilidad que los seres humanos obtienen de los bienes.
Marx sobre trabajo potenciado
La nota sobre Mandel y la plusvalía extraordinaria ha provocado muchas críticas, en particular a la noción de trabajo potenciado. Algunas ya las he respondido (véase aquí) y otras las iré tratando en los próximos días. En esta nota intento aportar elementos para el estudio del concepto en la obra de Marx. Empiezo recordando la noción tal como se presenta en El Capital, para luego ampliarla con textos que permanecieron en borrador.
Trabajo potenciado en El Capital
El capítulo X del tomo 1 de El Capital constituye el texto clave en que Marx explica cómo se generan las plusvalías extraordinarias, de las que deriva la plusvalía relativa. En el mismo Marx define al trabajo potenciado como aquel trabajo que se aplica con una tecnología superior a la imperante en la rama. Escribe:
“El trabajo cuya fuerza productiva es excepcional opera como trabajo potenciado, esto es, en lapsos iguales genera valores superiores a los que produce el trabajo social medio del mismo tipo” (1999, pp. 386-7). De manera que lo que permite generar más valor por unidad de tiempo es su carácter “excepcional”, la diferencia que media entre la tecnología avanzada y la promedio. Por eso, mientras dura la diferencia, el “valor individual” del producto es menor que el valor social. Pero dado que “el valor real de la mercancía… no es su valor individual, sino su valor social”, el capitalista puede vender por encima de su valor individual, y realiza así una plusvalía extra. Por eso, dice Marx, la expresión dineraria del valor del producto de la jornada laboral en la empresa avanzada tecnológicamente “es más elevada que la del trabajo social medio de la misma índole” (p. 386). Por eso también, más abajo agrega: “… aquel plusvalor extraordinario desaparece no bien se generaliza el nuevo modo de producción y se extingue con ello la diferencia entre el valor individual de la mercancía producida a más bajo costo y su valor social” (p. 387).
Aclaremos que esta plusvalía extraordinaria (y ganancia extraordinaria), derivada del cambio tecnológico, debe distinguirse de la que surge cuando, por coyunturas extraordinarias las mercancías producidas bajo las peores condiciones regulan el mercado en una rama; por ejemplo, cuando la demanda supera a la oferta en esa rama. En esos casos, las empresas con tecnología media obtendrán una tasa de ganancia por encima del promedio (véase el capítulo X t. 3 de El Capital). Pero no es éste el mecanismo contemplado en el análisis del cambio tecnológico y la plusvalía extraordinaria, que están en la base de la plusvalía relativa, discutida por Marx en el capítulo X del tomo 1.
Mandel sobre la plusvalía extraordinaria

En esta nota discuto la tesis que dice que las plusvalías extraordinarias que obtienen las empresas de mayor productividad relativa se origina en el trabajo realizado en las empresas de menor productividad relativa. Recordemos que la plusvalía extraordinaria se refiere a la plusvalía que obtienen las empresas que tienen una ventaja tecnológica, y disminuyen el tiempo de trabajo invertido en la producción, con respecto al tiempo de trabajo social promedio imperante en la rama. En esas circunstancias, las empresas avanzadas podrán vender sus mercancías al precio promedio (establecido por el tiempo de trabajo promedio en la rama), de manera de embolsar una plusvalía extra. Dado que esas empresas estarían empleando menos trabajo por unidad de producto, se plantea la cuestión de cuál es el origen de la plusvalía extraordinaria que obtienen. La tesis que discuto en esta nota afirma que proviene de las empresas que, debido a su atraso tecnológico, utilizan más mano de obra que el promedio de la industria. Esta explicación fue presentada por Ernest Mandel en El Capitalismo tardío (en francés se ha publicado con el título de Le Troisième Âge du Capitalisme), y ha sido aceptada por muchos marxistas destacados. La tesis tiene consecuencias importantes, ya que la plusvalía extraordinaria sustenta la explicación de Marx de la renta diferencial de la tierra, y también es la base de la explicación de Mandel (asimismo de Shaikh, Carchedi y otros) de las transferencias de plusvalía desde los países atrasados hacia los adelantados.
Naturalmente, la crítica que formulo en esta nota no afecta mi valoración global acerca de la contribución de Mandel en El capitalismo tardío. Entre otras cuestiones, con este libro Mandel lideró el movimiento de los marxistas que volvieron a poner la atención en la ley de la tasa de decreciente de la ganancia y su relación con las grandes crisis del capitalismo. Sin embargo, esto no debería disimular la necesidad de revisar algunas de las formulaciones de Mandel. Su interpretación sobre el origen y naturaleza de la plusvalía extraordinaria es una de ellas. Empiezo presentando el planteo de Mandel.
La tesis de Mandel
Mandel sostiene que la plusvalía extraordinaria proviene de valor generado por las empresas de baja tecnología; esto es, empresas que emplean más trabajo vivo, por unidad de producto, que el promedio de la rama. Escribe:
Foxconn y lucha de clases en China

En su edición de ayer (25/09/12) La Nación informa sobre el estallido de un fuerte conflicto en la planta de 80.000 empleados que Foxconn posee en Taiyuan, China. Ocurrió durante el fin de semana del 22 y 23 de septiembre, y dejó un saldo de 40 trabajadores heridos y varios detenidos. “Detrás del nuevo iPhone5, la furia de los obreros chinos”, titula la periodista, Natalia Tobón, y escribe: “El esperado lanzamiento del iPhone5 fue todo un éxito de ventas, pero un estallido de furia en una fábrica china desnudó el lado más oscuro de los productos Apple”. Según Tobón, varios trabajadores informaron a los medios chinos que un guardia de seguridad estaba golpeando a un trabajador, y más de 200 compañeros salieron a defenderlo. El enfrentamiento con el personal de seguridad habría durado unas cuatro horas. “La firma tiene un negro historial de suicidios, denuncias laborales, pésimas condiciones sanitarias y mal pago que motivan constantes protestas”, agrega. Lo sucedido en Foxconn se inscribe en un contexto de creciente resistencia de la clase trabajadora de China a la explotación. Vale la pena entonces ampliar un poco la información.
Explotación y suicidios
Con 1,2 millones de empleados en todo el mundo, Foxconn es el mayor fabricante de componentes electrónicos. De origen taiwanés, en 1988 abrió su primera planta en China, buscando bajar los costos, salariales en primer lugar. Desde entonces no dejó de expandirse; actualmente es la mayor empleadora privada en China, y también posee fábricas en Eslovaquia, Polonia, República Checa, India, México y Brasil, además de Taiwan. En 2011 la empresa informó que estaba considerando realizar una inversión en Brasil de 12.000 millones de dólares y también ampliar su inversión en México. Solo en su planta china de Shenzhen trabajan unas 270.000 personas; incluye dormitorios, negocios internos, restaurantes, hospital y lugares para hacer deportes.
Las denuncias sobre las condiciones de explotación en Foxconn tuvieron resonancia mundial a partir de la ola de suicidios ocurrida en la planta de Shenzen, en 2010. Ese año, 18 empleados intentaron suicidarse, y 14 lo lograron. Por entonces, los trabajadores recién ingresados recibían el salario mínimo de 130 dólares, más alojamiento y comida. Era más de lo que se pagaba en el resto de China, pero las condiciones de trabajo eran extenuantes y muchos no resistían. Según The Economist del 27/05/10, de manera regular los trabajadores de Foxconn están obligados a superar las 36 horas semanales de horas extras que son permitidas como máximo en China. De acuerdo a una investigación realizada por Apple, un tercio de los trabajadores de la planta de Longhua excedía las 60 horas semanales. Pero las historias individuales de algunos trabajadores son más reveladoras que las cifras globales. Tomemos el caso de Ma Xiangpian. Ma tenía 19 años, provenía de una aldea campesina empobrecida, y fue hallado muerto en frente de su edificio de dormitorios; compartía el dormitorio con otros nueve trabajadores. Su hermana también trabajaba en la empresa, pero renunció luego de la muerte de su hermano. La familia dice que Ma odiaba el trabajo, que había tomado unos pocos meses antes. Se trataba de un turno de noche, de 11 horas, siete noches a la semana, fundiendo plásticos y metal en partes electrónicas, entre humo y polvo. Luego de una discusión con su supervisor, Ma fue puesto a limpiar baños. En el mes anterior a su muerte Ma trabajó 286 horas, incluyendo 112 horas de sobretrabajo. Por todo eso, aún con la paga por trabajo extra, ganó un promedio de un dólar por hora. Ma se suicidó y fue encontrado muerto el 23 de enero. La familia pidió compensación a la empresa, pero ésta se negó (The New York Times, 6/6/2010).
Traducciones de «El Capital» y un error en Siglo XXI
A raíz de la nota anterior se me consultó acerca de qué traducción de El Capital era preferible, la de FCE, realizada por Roces, o la de Siglo XXI. Respondí que sin dudar, prefiero Siglo XXI. Con la traducción de Siglo XXI se pueden tener discrepancias de matices, pero solo eso. Por ejemplo, traduce Warenkapital como “capital mercantil”, y yo diría “capital mercancía”. Pero se entiende que es un matiz.
Con la traducción de Roces, de FCE, la cuestión es muy diferente. Hay errores gruesos, diría que inadmisibles. No soy un experto en el tema, pero son tan gruesos, que saltan a la vista. Por ejemplo, y solo tomando “al vuelo” el capítulo 1, Marx escribe “Die allgemaine Äquivalentform ist die Form des Werts überhaupt” (Mega 23, p. 83). Roces traduce: “La forma del equivalente general es una forma de valor en abstracto” (FCE, p. 23). Esto es, ha traducido überhaupt como “abstracto”, cuando la traducción, sin dudas, debe ser “en general”. Siglo XXI lo traduce correctamente. Ahora bien, no es una cuestión menor, teniendo en cuenta el peso que tiene la noción “abstracto” en el razonamiento de Marx.
Doy otro ejemplo, de nuevo grosero, y en el capítulo I. Luego de haber explicado la forma desarrollada del valor, Marx escribe, en el punto “Relación de desarrollo entre la forma relativa de valor y la forma equivalente”, lo siguiente: “Para expresar el valor relativo del equivalente general, antes bien, hemos de invertir la forma III” (Siglo XXI, p. 84, énfasis mío). La traducción está perfecta, porque en alemán es: “Um den relativen Wert des allgemeinen Äquivalent auszudrücken, müssen wir vielmehr die Form III umkehren”. Umkehren quiere decir tanto dar vuelta como volver. Es claro por el contexto que no tiene sentido que Marx diga que para expresar el valor relativo del equivalente general haya que volver a la fórmula III, ya que ésta es la expresión del valor general de las mercancías. Por lo tanto, la traducción correcta de umkehren es “invertir”, o “dar vuelta”. Pero en la edición de FCE leemos: “Para expresar el valor relativo del equivalente general, no tenemos más remedio que volver los ojos a la forma III”. Además de haber metido en el medio “remedios” y “ojos que vuelven», traduce umkehren como “volver a”, con lo cual la afirmación de Marx no tiene sentido, es ilógica. En definitiva, creo que no debería haber lugar a dudas de que es mejor la traducción de Siglo XXI, edición a cargo de Pedro Scaron, y traducción de León Manes. Tal vez lo que molesta un poco de la edición de Siglo XXI es que los agregados que Marx hizo en las siguientes ediciones (hizo 4 bajo su supervisión) estén como notas al pie de página. La edición MEGA alemana tomó directamente la cuarta edición, revisada por Marx. Aunque reconozco que la opción de Siglo XXI permite seguir la forma en que Marx fue corrigiendo y aclarando. Son, de todas formas, matices.
Crítica al marxismo subjetivista de Kohan y Holloway

Por estos días un lector me envió un mail preguntándome por mi posición frente a la crítica del profesor Néstor Kohan al marxismo “objetivista” y “determinista”. El tema está vinculado a la cuestión de si existen leyes objetivas, sociales, en el modo de producción capitalista. Kohan es un exponente de los marxistas que sostienen que no existen tales leyes objetivas. Ha escrito un libro sobre El Capital, de mucha influencia en Argentina y en América Latina, en el que defiende esta postura. John Holloway, a quien Kohan cita extensamente, tiene un enfoque similar. Mi punto de vista es muy distinto. En esta nota reproduzco un artículo que escribí en 2007, de crítica al libro de Kohan. Ahora he modificado el título y varios pasajes. El determinismo en el marxismo lo trataré más específicamente en otra nota, aunque la cuestión ya está contenida en la discusión sobre las leyes objetivas. Aquí va entonces el escrito.
En los últimos años se ha difundido una crítica a lo que se llama la lectura “tradicional” de El Capital. La misma afirma que la lectura tradicional conduce a interpretaciones “funcionalistas”, “objetivistas”, “mecanicistas” e incluso “burguesas” del capitalismo. Esta idea ha sido desarrollada por el profesor Kohan en El Capital, historia y método – una introducción (La Habana, 2004; las citas corresponden a este texto). El libro incluye un trabajo de John Holloway, en el que sostiene que “[l]a lectura tradicional [de El Capital] es una lectura funcionalista” (p. 435), que anula la fuerza crítica de la obra de Marx. Kohan, por su parte, advierte que El Capital no hay que leerlo “sin advertir todo lo que la exposición lógica presupone”. Con esto quiere decir que no hay que empezar por la primera línea del primer capítulo, y seguir por el capítulo dos, por el tres, etcétera, porque si hace esto el lector “se desbarranca inmediatamente y sin remedio” (p. 292; énfasis agregado), y está condenado a no ver las diferencias entre la “mano invisible” de Adam Smith y la posición de Marx. Según Kohan, hay que comenzar a leer el texto de Marx por el capítulo 24, y hay que estar prevenido contra las tentaciones de interpretación “mecanicista” y “objetivista”. En definitiva, Kohan y Holloway abogan por un marxismo “no objetivista”, que subraya lo subjetivo. Holloway resume la tesis de la siguiente forma: de acuerdo a la lectura tradicional, El Capital presenta un análisis de cómo funciona el capitalismo, según ciertas leyes de desarrollo. Pero sólo puede haber leyes, continúa Holloway, “en la medida en que el fetichismo está completo, en la medida en que las relaciones sociales están totalmente reemplazadas por relaciones entre cosas” (p. 435). Pero si es así, “si el fetichismo está completo, entonces no existe ninguna posibilidad de auto-emancipación de los negados, de los oprimidos” (ídem). En cambio, la lectura “no tradicional” de El Capital, que Holloway considera indispensable, muestra que detrás de las máscaras del fetichismo existe la fuerza del trabajo alienado, y el capital depende totalmente de “nuestro hacer” y de “su conversión en trabajo abstracto”. Kohan, de la misma manera, arremete una y otra vez contra los marxistas “objetivistas”. Por ejemplo, refiriéndose a las interpretaciones de la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, afirma que “la ortodoxia del marxismo” piensa que el capitalismo iría a un “necesario y fatal… juicio final”, lo que llevaría al paso automático a la sociedad comunista (p. 333).
Crédito, acumulación y crisis

La undécima Conferencia del BIS (Banco de Pagos Internacionales), realizada en junio, estuvo dedicada a la globalización financiera. La contribución de Stephen Cecchetti (jefe del Departamento de Economía y Dinero del BIS) presenta cuestiones que son de interés para los debates de la izquierda sobre el significado de las finanzas. Es que mucha gente progresista, o crítica del capitalismo, sostiene que la causa principal de la crisis iniciada en 2007 fue la mundialización de las finanzas, producto a su vez de la desregulación de los mercados y del ascenso del neoliberalismo. Según esta perspectiva, los capitales financieros impusieron su dominación sobre el capital productivo a comienzos de los 1980, por lo cual succionaron el excedente y alimentaron la especulación y el parasitismo. En esta lectura, el crecimiento del crédito y de las finanzas es entendido entonces como sinónimo de estancamiento de las fuerzas productivas. La globalización financiera habría sido perjudicial, y la contradicción fundamental pasaría por la oposición entre las finanzas y los pueblos (incluyendo este segundo polo a las fracciones del capitalismo productivo). El objetivo sería, por lo tanto, poner “en caja” a las finanzas.
Como adelantamos, la intervención de Stephen Cecchetti da pie para realizar algunas reflexiones sobre el tema. Lo que sigue se ordena de la siguiente manera. En primer lugar, presento la postura de Cecchetti. En segundo término, explico por qué -desde el enfoque “a lo Marx”-, el crédito es consustancial al desarrollo de las fuerzas productivas capitalistas y el mercado mundial. Pero también por qué las finanzas y el crédito potencian las contradicciones, la sobreproducción y la crisis. La idea es que esta es la dialéctica que subyace a lo que registra, tal vez de manera confusa, Cecchetti. Una dialéctica que muchas veces pasan por alto los críticos del capitalismo. Preciso también que en esta nota me centro en el rol del crédito y las finanzas. El sentido de la globalización (¿históricamente progresiva? ¿regresiva?), que también es tocado por Cecchetti, lo he discutido en en Valor, mercado mundial y globalización, y en notas anteriores (por ejemplo, aquí y aquí), y no lo trataré ahora.
Renta agraria y salarios rurales

SUB - cooperativa de fotógrafos
Durante el conflicto de 2008 entre el Gobierno y las patronales agrarias, uno de los argumentos más repetidos por el K-progresismo fue que con las retenciones se buscaba mejorar la distribución del ingreso en favor de los sectores populares y la clase trabajadora. En oposición a esta postura, en varios artículos (recogidos en Economía política de la dependencia y el subdesarrollo, UNQ, 2010) sostuve que el Gobierno procuraba sostener el tipo de cambio real alto mediante la transferencia de parte de la renta agraria a otros sectores del capital. Planteé también que si se hubiera querido mejorar la distribución del ingreso disminuyendo la renta agraria, la primera medida debería haber sido alentar el aumento de los salarios rurales, y combatir seriamente la precarización del trabajo en el sector. Señalaba que cuando los salarios agrarios ni siquiera reponen el valor de la fuerza de trabajo, puede considerarse que una parte de los mismos está ingresando en la renta (véase El Capital, tomo 3, p. 808,, edición Siglo XXI). Según el INDEC, en 2008 el salario promedio en el campo era $1100, lo que representaba el 57% del promedio salarial en el resto de la economía; en los cultivos industriales, que empleaban unos 50.000 trabajadores, los salarios eran aún más bajos, apenas $868 en promedio. A esto se unía el trabajo en negro generalizado, y la explotación del trabajo infantil. Por eso planteaba que “la primera manera práctica y sencilla de bajar la renta agraria y comenzar a mejorar la distribución del ingreso es aumentando los salarios de los trabajadores rurales” (p. 215, Economía política….). Sin embargo, durante el conflicto el Gobierno -siempre aplaudido por el progresismo izquierdista-, se cuidó mucho de poner en primer plano el tema. Esto aún cuando la propia presidenta CK reconoció que los trabajadores rurales eran los peor pagados de los asalariados. Después del conflicto, las condiciones de vida de los trabajadores rurales tampoco mejoraron mucho, a pesar de las altísimas ganancias en el agro. Por ejemplo, en 2009, la Secretaría de Trabajo calculaba que aproximadamente el 72% estaba en negro. La súper explotación del trabajo infantil continuó sin grandes problemas (como tantas veces denunciaron La Alameda y otras organizaciones). Y en agosto de 2011 el salario mínimo del trabajador rural era de $2210. Si bien representa una mejora con respecto a 2008 (pero hay que contar la inflación), cualquiera sabe que se trata de un ingreso de hambre. Algunos incluso han señalado que con un salario tan bajo hoy es difícil conseguir mano de obra, ya que no repone el costo mínimo de una canasta de subsistencia.
















