Rolando Astarita [Blog]

Marxismo & Economía

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Renta petrolera y capitalismo de estado (2)

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Rolando Astarita [Blog]  Marxismo & Economía El paro general del juevesLa primera parte de esta nota, aquí. En esta segunda parte examinamos las experiencias de industrialización “petrolera”; en la tercera, nos referiremos en particular los procesos de Venezuela y Argelia, de los años 1970.

Los programas industrialistas

Como es conocido, a comienzos de los 1970 se produjo una fuerte suba de los precios del petróleo; en promedio, entre 1972 y 1974 se multiplicaron por seis. Este aumento tenía por base el aumento de la demanda (entre 1965 y 1973 el consumo mundial de energía creció un 43%) y el ascenso nacionalista en el Tercer Mundo. También por aquellos años las grandes compañías internacionales perdieron el control de la cadena petrolera; la producción, el transporte, la distribución y el refinado pasaron en gran medida a manos de los países productores (CEPII, 1983). En consecuencia, éstos dispusieron de una renta incrementada; entre 1974 y 1980 los saldos en cuenta corriente de los exportadores de la OPEP se elevaron a 288.00 millones de dólares.

Fortalecidos por este auge, los gobiernos de la OPEP pusieron en marcha ambiciosos programas de industrialización y crecimiento. De acuerdo a Sid Ahmed, entre 1974 y 1982 anticiparon inversiones por casi 900.000 millones de dólares, de los cuales unos 600.000 millones correspondieron a Arabia Saudita, Irán, Libia, Iraq y Argelia. El objetivo era promover industrias intensivas en energía y capital, como la refinación, petroquímica, siderurgia, que permitieran también valorizar el petróleo y el gas. Con la ejecución de los proyectos de inversión en infraestructura y desarrollo industrial, en Libia, Argelia, Venezuela, y otros lugares, se elevó rápidamente la tasa de formación del capital fijo. Por aquellos años 70, se consideraba que había una oferta ilimitada de capital, y que gracias a las exportaciones, las economías petroleras podrían hacer frente a las necesidades de importación, y avanzar en la cadena del valor. Muchos estaban convencidos de que el desarrollo capitalista podía insertarse fácilmente en el Tercer Mundo, en base a la importación de tecnología, equipos y maquinaria; por ejemplo, en 1980 el sha de Irán pronosticaba que su país llegaría a ser la quinta potencia del mundo.

Dinámica rentística: crecimiento con poco desarrollo

Sin embargo, las cosas sucedieron de manera bastante distinta, ya que hubo crecimiento -el PBI aumentó a una alta tasa en muchos países-, pero con escaso desarrollo de la productividad, la tecnología y del entramado industrial y productivo. La realidad es que coexistieron una industria petrolera relativamente avanzada, con estructuras de producción atrasadas; la industria petrolera evidenció una lógica de enclave, ya que había pocas relaciones entre ella y el resto del sistema productivo (véase Ominami, 1983). Por eso, el gasto de renta por parte del estado no logró superar el “dualismo estructural” (idem). Además, en la medida en que muchos países se volcaron a las mismas ramas -típicamente, la petroquímica- apareció una tendencia a la sobreproducción en el mercado mundial, con consecuencias negativas sobre las ganancias de las industrias. También debe tenerse presente que las posibilidades de venta interna de la producción de hidrocarburos y derivados eran limitadas, dado el crecimiento desarticulado. De ahí también una tendencia a la sobrecapacidad; un caso ilustrativo fueron las grandes empresas estatales de Argelia, que operaban, en los años 70 y 80, con alta capacidad ociosa, y muy baja rentabilidad (véase más adelante).

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Corrupción y capitalismo (2)

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Rolando Astarita [Blog] Marxismo & Economía El paro general del juevesContinuación de la parte (1)

Estado, capital en general y capitalistas

La posibilidad de que la corrupción se transforme en una palanca de acumulación reconoce un anclaje, en última instancia, en la contradicción que existe entre las funciones del Estado, en tanto representante de los intereses del capital “en general”, por un lado, y los intereses de los capitales particulares, por el otro. Es a través de esta articulación específica que se despliegan las tensiones y conflictos en torno a la problemática de la corrupción.

El enfoque teórico más general de lo que sigue es tributario de la “escuela de la derivación”. La idea es que las leyes del movimiento del modo de producción capitalista, que actúan como tendencias, se relacionan siempre con el capital social total; pero éste sólo existe bajo la forma de capitales particulares, los cuales necesitan las condiciones materiales adecuadas para desplegar el proceso de valorización. El problema es que muchas de esas condiciones no pueden ser creadas por los capitales en particular; a veces, porque se trata de actividades que no rinden beneficios, otras veces porque no tienen la envergadura necesaria para encararlas, o por otras razones. “Se requiere entonces una institución especial que no esté sujeta a las limitaciones del propio capital, una institución cuyos actos no estén determinados así por la necesidad de producir plusvalor, una institución que es especial en el sentido de estar ‘junto a la sociedad burguesa y el margen de ella’ (Marx y Engels)” (Altvater, p. 91).

Esta institución es, por supuesto, el Estado; “una forma específica que expresa los intereses generales del capital” (idem, p. 92). Por eso, el Estado, junto a la competencia, “es un momento esencial en el proceso de reproducción social del capital” (idem), que por su naturaleza tenderá a expresar los intereses del capital en general. Pero esto no ocurre libre de contradicciones, ya que “el capital en general” solo existe a través de la guerra competitiva de los capitales singulares. De aquí que haya múltiples fuentes de tensiones. Por caso, el Estado requiere trabajo burocrático (además del ideológico y represivo) que implica gasto improductivo. Ello implica un drenaje de plusvalía (a través de los impuestos), que cada capital en particular intentará reducir al máximo, pero que en interés del capital en general, no pueden bajar de ciertos mínimos. Asimismo, en muchas ocasiones el Estado debe garantizar los intereses generales, por sobre intereses particulares. Por ejemplo, cuando impone reglamentaciones por las “deseconomías externas” que generan determinadas actividades (por caso, contaminación ambiental). Y a veces, debe imponerse sobre el conjunto del capital, para defender el interés de este mismo capital en general. Para dar un ejemplo histórico, en los orígenes del capitalismo industrial el afán desmedido de ganancias y la explotación pusieron en peligro la existencia misma de la clase obrera, por lo cual el Estado británico impuso restricciones (a la jornada laboral, al trabajo infantil, etc.), a fin de preservar a “la gallina de los huevos de oro”.

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08/05/2013 at 13:05

Unidad de acción, diferenciación política y marxismo

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Rolando Astarita [Blog]  Marxismo & Economía El paro general del juevesEn esta nota amplío algunas cuestiones referidas a la táctica de unidad de acción, tratadas en otra nota (ver aquí). El disparador es una cuestión planteada por un compañero en “Comentarios” de este blog. El tema es si conviene que los marxistas participen en acciones unitarias con otras organizaciones políticas y sindicales, sin identificarse como marxistas. Pienso que la cuestión trasciende el cómo participar tácticamente en alguna marcha. Es que el problema de cómo intervenir en el movimiento de masas es uno de los más discutidos y difíciles que enfrentan las organizaciones revolucionarias. En ello están involucradas tanto cuestiones teóricas -análisis de coyuntura, objetivos programáticos, etc,- y tácticas, como las que atañen a las consignas de movilización y organización. Las formas de intervención de los socialistas se ubican en el plano de lo táctico, aunque se fundamentan en caracterizaciones más generales sobre las relaciones entre ideología, política y acciones de clase.

La intervención en un movimiento “ingenuo”

A grandes rasgos podemos decir que hubo, en el movimiento socialista, dos formas principales de intervención, que partieron de caracterizaciones muy distintas acerca de la situación del movimiento de masas. Una de ellas viene a decir que las masas trabajadoras son hasta cierto punto “ingenuas”; y que si bien pueden tener “ilusiones” en líderes burgueses, esas ilusiones serán superadas con la misma experiencia de lucha. Por lo tanto, los marxistas deberían acompañar la experiencia, pasando a un segundo plano críticas y planteos teóricos, o políticos, más generales. A lo sumo, se trataría de proponer alguna consigna un poco más radical, pero nada que apunte mucho más allá de lo que propone el movimiento, al que se concibe, en principio, como espontáneo.

Como lo demuestra la historia del movimiento socialista, esta tipo intervenciones tuvo, y tiene, muchas variantes. En el extremo, están aquellos militantes que se integran en organizaciones o partidos de masas para desarrollar “desde adentro” las experiencias y las luchas. Muchas organizaciones adoptaron esta política, a nivel mundial o en Argentina. Por ejemplo, los grupos que se disolvieron en los partidos Comunistas de masas, en los años 1950 y 1960, en la esperanza de radicalizarlos. O antes en los partidos socialdemócratas. También están los que entraron al partido Laborista inglés; o al Partido de los Trabajadores de Brasil, en los 1970 y 1980. En Argentina, el lugar preferido fue el peronismo; varios grupos hicieron entrismo en este movimiento, y también hubo muchos militantes independientes que trataron de llevar a cabo esta experiencia (ver aquí). Otra variante fue la apuesta a formar un partido “de los trabajadores”, con un programa más o menos indefinido, en la esperanza de que pudiera evolucionar hacia el marxismo, a partir de una experiencia en común con los socialistas revolucionarios. Los entrismos en el laborismo inglés, o en el PT de Brasil, tenían esta perspectiva.

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24/12/2012 at 14:08

Capital financiero, capital dinerario y capital comercial

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Rolando Astarita [Blog]  Marxismo & Economía El paro general del juevesEl término “capital financiero” es de uso común en la izquierda, incluido el marxismo. A grandes rasgos podemos decir que con este término se denota a una totalidad compuesta por los bancos, los fondos de inversión y similares, las compañías de seguro, los prestamistas de dinero, y los accionistas. Pero la noción también hace referencia a una relación de dominio de estos capitales sobre el capital productivo (y, eventualmente, el mercantil). Esta idea nace con los “clásicos” sobre el imperialismo (Hilferding, Hobson, Lenin) y es mantenida en la actualidad en la tesis de la financiarización (Chesnais, Samir Amin, Reinaldo Carcanholo), y otras corrientes izquierdistas. En esta nota examino la cuestión a la luz de las nociones de capital dinerario y capital comercial, de Marx, y planteo mis principales críticas a la noción usual de capital financiero.

En Marx

Tal vez una de las cuestiones más importantes es precisar la distinción, de Marx, entre capital comercial y capital dinerario. Por capital comercial el autor de El Capital entendía el capital mercantil (esto es, el que se especializa en el comercio de mercancías) y el que se especializa en el manejo del dinero. Este último engloba a los bancos, y en general a las instituciones que realizan operaciones monetarias “para toda la clase de los capitalistas industriales y comerciales” (Marx, 1999, t. 3, p. 403). Son las operaciones de pago y cobro de dinero, conservación de tesoros monetarios, saldo de balances, manejo de cuentas corrientes, movimientos internacionales de dinero, operaciones cambiarias, y similares. A ello se agrega el recibir y conceder créditos, organizar la colocación de acciones y bonos, preparar fideicomisos, actuar como fideicomisarios, etc. El capital dinerario, en cambio, comprende -siempre según Marx- el dinero que se presta, a cambio de un interés. Es en este sentido que el capital comercial se diferencia del capital dinerario: los capitales comerciales (sean mercantiles o bancarios) reciben la parte de la plusvalía que corresponde a la ganancia. Es conveniente recordar que el beneficio de un banco no proviene del interés, como muchas veces se piensa, sino de la diferencia entre las tasas activas y pasivas (esto es, las tasas a las que presta y las tasas a las que toma depósitos); más las comisiones que cobra por realizar operaciones monetarias. Su tasa de ganancia, por lo tanto, está determinada por la razón entre los beneficios y el capital propio invertido. Lo mismo sucede con un corredor de bolsa; su ganancia principal proviene de las comisiones que cobra por operar en la bolsa, y su tasa de ganancia es la razón entre el beneficio y el capital invertido. No hay, en este sentido, una diferencia sustancial con la tasa de ganancia de los capitales invertidos en cualquier otra actividad. El capital del banco participa de la igualación de la tasa de ganancia, junto al resto de los capitales. Esa igualación se produce por la competencia, que ocurre con los movimientos de los capitales entre las ramas. Si la tasa de beneficio en una rama es mayor que en el promedio de la economía, los capitales tenderán hacia ella, hasta que se iguala con el promedio. A la inversa, los capitales salen de las ramas en que la tasa de ganancia es menor al promedio. Por esta razón, Marx jamás consideró que las instituciones que operan con dinero pudieran gozar de una tasa de ganancia sistemáticamente superior a la que reciben los capitales invertidos en las ramas productivas, o comerciales.

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Brasil, armamentismo y nacionalismo

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Por estos días los medios se hicieron eco del propósito del gobierno brasileño de continuar la Estrategia Nacional de Defensa, aprobada en 2008, bajo la presidencia de Lula. La END determinó, entre sus objetivos fundamentales, reactivar la industria militar y recomponer efectivos militares. Bajo su orientación, también se comenzó a diseñar el Plan de Articulación y Equipamiento de Defensa (PAED), que se extendería por los próximos 20 años, con un gasto de entre 30.000 y 35.000 millones de dólares. Entre sus iniciativas figura la construcción del primer submarino a propulsión nuclear, la adquisición de navíos de guerra, de vehículos anfibios, el desarrollo de una nueva aeronave y la compra de helicópteros. El programa contempla, además, la creación de un Centro de Defensa Cibernética, y el desarrollo de un vehículo lanzador de cohetes, entre otros aspectos.

Desde el punto de vista del pensamiento crítico, este avance armamentista de Brasil lleva a preguntarnos por la caracterización del status de este país en el mundo capitalista. Es que en la izquierda hubo dos caracterizaciones centrales de Brasil. Por un lado, se sostuvo que era un Estado semicolonial, a igual que sus pares latinoamericanos. Dado que un país semicolonial no goza de plena autodeterminación política, el actual plan armamentista podría interpretarse entonces como un paso en el camino de la liberación nacional. La segunda línea interpretativa fue formulada por Ruy Mauro Marini, y sostiene que Brasil, ya en los años 1970, había accedido al rango de un país subimperialista, y así se habría mantenido hasta el presente. La carrera armamentista sería una expresión de este fenómeno. El propósito de esta nota es examinar brevemente ambas caracterizaciones, y proponer una alternativa.

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11/04/2012 at 10:23

El marxismo sin dialéctica

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A partir de las notas recientes sobre dialéctica aparecieron algunos comentarios que cuestionaron la utilización de la dialéctica en los análisis marxistas. El propósito de esta nota es mostrar que las críticas que se enviaron al blog se inscriben en una larga tradición que sostuvo que el marxismo debía ser depurado de la dialéctica. No pretende ser una revisión exhaustiva, sino ayudar a ubicar las características principales de esta tradición, y sus principales planteos, en la esperanza de que anime a los lectores a interesarse en estas cuestiones. Es a ese fin que cito una bibliografía bastante extensa, incluyendo algunos textos que defienden el punto de vista opuesto al de los autores críticos de la dialéctica. En futuras notas trataré en particular algunas de las cuestiones planteadas por el «marxismo sin dialéctica».

El rechazo de la dialéctica en la Segunda Internacional

A pesar de que Marx planteó que la dialéctica hegeliana, despojada de su forma mistificada, había jugado un rol importante en su crítica de la sociedad capitalista (véase el Prólogo a la segunda edición alemana de El Capital), existe una larga tradición, dentro del marxismo, de rechazo de la dialéctica. Ya en la Segunda Internacional (fundada en 1889) se tendía a aceptar la dialéctica de palabra, pero se le veía poco significado. Es que, como observaba Korsch, los marxistas de principios de siglo pensaban que la discusión sobre las bases generales “metodológicas y gnoseológicas de la teoría marxista” era “totalmente irrelevante para la práctica de la lucha de clases del proletariado” (Korsch, 1971, p. 21). Luporini ha avanzado la hipótesis de que en esto puede haber incidido Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana de Engels, en el que a propósito del distanciamiento de Marx con respecto a la filosofía hegeliana se sostiene que el materialismo consiste en concebir al mundo «tal como se le presenta a cualquiera que lo contempla sin quimeras preconcebidas». Como señalaba Luporini, se trataba «en apariencia del retorno a la concepción del sentido común, teñida de alguna manera, de positivismo, de viejo positivismo» (Luporini, 1969, p. 11).  Y efectivamente, este sesgo lo podemos advertir en, por ejemplo, las polémicas de Lenin con los populistas. En respuesta al populista Mijailovsky, que había planteado que el marxismo basaba su argumento a favor en la tríada hegeliana de afirmación, negación y negación de la negación, Lenin escribe que «estamos ante la vulgar acusación de que el marxismo acepta la dialéctica hegeliana». Agrega que se ataca a Marx «por la manera de expresarse» y «por la procedencia de su teoría», y que, como lo había planteado Engels, el verdadero camino científico es «considerar la evolución social como un proceso histórico natural del desarrollo de las formaciones económico-sociales» (véase Lenin, 1969, pp. 174-176).

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10/02/2012 at 19:28

Charla sobre la Revolución Rusa

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El 12 de diciembre pasado di una charla sobre la Revolución Rusa, que fue organizada de manera conjunta por la Agrupación Universitaria El Túnel (de la Universidad Nacional de Quilmes) y la Agencia de Noticias (ANT). Aquí va el link para aquellos que les interese.

Tal vez sea conveniente hacer una aclaración previa. No es una charla sobre la Revolución Rusa “en general”, ya que estuvo centrada en el análisis de las principales estrategias políticas que hubo al interior de la izquierda entre 1905 y 1917: la menchevique, la bolchevique (o leninista); y la de Trotsky (una divisoria que he tomado del propio Trotsky).

El tema me ha interesado durante años, ya que estuvo en el centro de las controversias entre las organizaciones stalinistas y las trotskistas. Los primeros, que defendían políticas de alianza con las fracciones “progresistas” de burguesía, en los países adelantados; y con las burguesías “anti-imperialistas, anti oligárquicas y pro-industria” en los países atrasados, decían inspirarse en el Lenin de los años pre-revolucionarios. Los trotskistas respondían -pienso que con razón- que esa línea de hecho repetía la estrategia de los mencheviques. Pero los trotskistas agregaban que el hecho de que la reforma agraria, la convocatoria a la Asamblea Constituyente y la paz sólo se lograran finalmente con la toma del poder por los soviets, dirigidos por los bolcheviques, confirmaba lo acertado de la estrategia de Trotsky. Y ésta fue, efectivamente, la conclusión que sacó Trotsky de la Revolución Rusa (y que luego se habría confirmado, por la negativa, con la Revolución China de 1925-7). Según Trotsky, 1917 habría verificado que en la época del imperialismo y los monopolios no hay ninguna posibilidad de cumplir las tareas de la democracia burguesa a no ser que la clase obrera tome el poder e inicie la transición al socialismo. A esta idea Trotsky le dio un carácter general en sus “Tesis de la revolución permanente”. Según Trotsky, la imbricación entre el cumplimiento de las tareas democráticas y socialistas también imprimiría una dinámica internacionalista a la revolución. Además, y siempre según su interpretación, la política de Lenin a partir de las Tesis de abril, de 1917, representaría una admisión, aunque no explícita, de que la estrategia de la revolución permanente era la correcta.

Dado que durante muchos años milité en corrientes trotskistas, cuando comencé a estudiar críticamente los fundamentos teóricos y políticos de esta corriente, hace ya unos 20 años, fui llevado a revisar también esta interpretación canónica de todos los grupos de la Cuarta Internacional acerca de la pretendida superioridad del abordaje de Trotsky. En esta charla resumo, entonces, lo principal de mi enfoque sobre el asunto.


Ver en Agencia A.N.T.:
http://www.agenciaant.org/home/audiovisual/revolucion-rusa-charla-con-rolando-astarita.html

Ver en Viddler:
http://www.viddler.com/explore/PabloEFFE/videos/7/


¿Qué fue la URSS?

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14/01/2012 at 18:01

¿Control obrero del capitalismo?

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A raíz de la fuga de capitales, dirigentes y organizaciones de izquierda (por ejemplo, del Partido Obrero) han planteado la necesidad de que se establezca el control obrero sobre el mercado cambiario, y más en general, sobre los movimientos financieros y los bancos. El control obrero también lo han propuesto como salida para otros problemas. Por caso, cuando se exige la estatización de empresas de servicios públicos, o de industrias básicas (como las empresas energéticas). Extrañamente, dada la importancia que se le otorga, rara vez se precisa para el gran público cuál es su contenido. En esta nota presento los dos contenidos que puede tener el control obrero, y argumento por qué, en la actual coyuntura política, la agitación de la consigna lleva a la colaboración de clases.

Dos tradiciones

En el movimiento obrero mundial ha habido una larga tradición revolucionaria del control obrero, vinculada a la formación de órganos de poder. Es que cuando los trabajadores elegían, en coyunturas de alta tensión revolucionaria, comités de huelga, y éstos comenzaban a extenderse a más y más empresas -y eventualmente, a los soldados, campesinos, etcétera- surgía un poder que comenzaba a disputarle a la clase dominante no sólo el control de los centros de producción, sino también el dominio territorial y político general. Ya Marx hablaba de los comités obreros en la revolución de 1848; luego, fue la Comuna de París, de 1871; y más tarde los soviets (o consejos) en Rusia, en 1905 y en 1917; también los consejos obreros en las revoluciones fallidas de Alemania y Hungría; y los embriones de poder obrero en España en los 30; en las revoluciones de Alemania de 1953, y Hungría de 1956; o en Bolivia, en 1952, para citar algunos casos salientes. Todas estas experiencias fueron producto de ascensos revolucionarios, y cuestionaron (o apuntaron a hacerlo) el poder de la clase capitalista; o de la burocracia stalinista, en Alemania y Hungría. Éste es el contenido que tuvo la agitación por el control obrero en el marxismo. Por eso, nunca fue una consigna para ser lanzada de manera aislada, ya que jamás podía ser instrumentada en un sentido crítico y subversivo por fuera de las organizaciones de poder obrero, y de los programas que éstas asumieran. En particular, sin organizaciones de base de las masas sublevadas, no hay poder dual, y por lo tanto no hay medios para establecer ningún control. Pero la dualidad de poderes no se establece por decreto. En su Historia de la Revolución Rusa, Trotsky escribió que “la dualidad de poderes sólo surge allí donde chocan de modo irreconciliable las dos clases, solo puede darse, por lo tanto, en épocas revolucionarias y constituye, además, uno de sus rasgos fundamentales”.

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21/11/2011 at 20:02

Lenin, vanguardismo y los setenta

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En una nota titulada “Las ideas también pueden matar” (publicada en La Nación del 31/08/11), Ceferino Reato critica las políticas vanguardistas y foquistas de parte de la izquierda de los sesenta y setenta, y escribe: “Los aportes de la izquierda clásica, marxista, incluían a Lenin, que sostuvo que era posible tomar el poder con una vanguardia de revolucionarios siempre que portaran la ideología correcta… No había que esperar, como decía Marx, que el capitalismo se desarrollara hasta desembocar casi naturalmente en el comunismo; una vanguardia podía acelerar ese proceso”. Es significativo que Reato no aporte referencias para justificar lo que dice. Demuestra que prácticamente está “establecido” que Lenin propugnaba una táctica vanguardista, sintetizada en la toma del poder por una pequeña minoría, iluminada y decidida. En otras palabras, el dirigente de la Revolución Rusa habría sido un continuador de Auguste Blanqui, el revolucionario francés del siglo XIX, que confiaba en el papel creador de la violencia, y alentaba la toma del poder mediante una organización armada, centralizada y secreta. Según Reato, Lenin era blanquista, y la izquierda radicalizada argentina asimiló su vanguardismo acríticamente, lo que la llevó al desastre.

En esta nota explico por qué lo que afirma Reato (y comparten muchos otros intelectuales) es equivocado. A fin de evitar falsas polémicas, aclaro que esta nota no pretende defender la política global de Lenin, sino simplemente criticar la tesis su “blanquismo”; y realizar algunas precisiones, tal vez imprescindibles. sobre los balances de la militancia de los setenta.

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04/09/2011 at 10:56

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Imperialismo en Lenin, análisis crítico

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En muchas discusiones acerca de la relación entre los países capitalistas más poderosos y los países atrasados, subyace el tema del imperialismo. Buena parte de la izquierda radical continúa basando sus análisis en las tesis leninistas del imperialismo. Desde hace años sostengo que estas tesis no permiten entender el modo de producción capitalista de hoy, y que la perspectiva de El Capital (esto es, asentada en la teoría del valor trabajo y la plusvalía) permite una aproximación más justa. Tres cuestiones, por lo menos, me impulsaron a realizar esta revisión crítica. En primer lugar, el comprobar que la tesis del monopolio (los monopolios manejan más o menos a voluntad los precios) no tiene validez empírica en el capitalismo contemporáneo (lo cual implica que rige la ley del valor “a lo Marx”). En segundo término, comprobar que no se verificaba la tesis del estancamiento permanente del Tercer Mundo, una idea que dominaba en prácticamente todos los escritos sobre imperialismo y dependencia desde los años 50. En tercer término, el hecho de que desde hace más de siete décadas no han vuelto a producirse guerras interimperialistas. En este último respecto recuerdo que en una mesa redonda, convocada a raíz de la agresión a Irak (segunda invasión), uno de los panelistas, dirigente de un partido de izquierda, sostenía que la intervención era el primer paso de un conflicto armado a gran escala de EEUU y Gran Bretaña contra Alemania, Francia y Japón. Cuando le manifesté que no veía nada de eso en el horizonte, me respondió con el “está en la naturaleza del imperialismo, como Lenin dijo” y pronosticó la ruptura de la OTAN y la ONU. Algunos años antes, también en una mesa redonda, un militante de otro partido me acusó de “embellecer al capitalismo” porque se me ocurrió afirmar que no había en puertas una nueva guerra entre las potencias. Como siempre, el argumento principal de mi crítico era “Lenin dijo…”. En esta nota presento las dificultades que, a mi entender, encierran las tesis sobre el imperialismo. Para esto, reproduzco una parte del capítulo 1 de mi libro Monopolio, imperialismo e intercambio desigual (Madrid, Maia, 2009).

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Written by rolandoastarita

23/03/2011 at 10:14

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