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Caso Sobrero: ¿exigimos la renuncia de Fernández?
El martes 4 Rubén Sobrero y Leonardo Portorreal fueron excarcelados, pero continúan imputados en la causa por la quema de los trenes. Por ahora, Sobrero y Portorreal no pueden salir del país, ausentarse de sus domicilios por más de 48 horas y deben presentarse una vez por mes en el juzgado. Esto a pesar de que se evidenció que se trató de una causa armada. El propio juez ahora trata de despegarse del asunto, sugiriendo que fue víctima de una maniobra de la policía (por lo que decidió entregar la investigación a la Secretaría de Inteligencia). Una excusa estúpida para disimular el papelón. Por su parte, el gobierno mantiene silencio, después de haber respaldado al juez cuando mandó detener a Sobrero y Portorreal.
Ante este escenario, algunos dirigentes de la izquierda están exigiendo las renuncias del Jefe de Gabinete, Aníbal Fernández y del juez Yalj, así como la apertura de los archivos de la SIDE y la formación de una comisión investigadora, independiente y con plenos poderes, que eche luz sobre cómo se armó la causa y también sobre las relaciones entre el Gobierno y la empresa. Christian Castillo, dirigente del PTS y candidato a vicepresidente por el FIT, formuló este reclamo. Esta clase de demandas son muy comunes en la izquierda. Es que parece “lógico” que si el juez X y el ministro Y estuvieron a la cabeza del escándalo, exijamos sus renuncias. Y si sospechamos que la SIDE nos está vigilando, reclamemos por la apertura de sus archivos y el despido de los funcionarios involucrados. También parece lógico que todo esto lo haga alguna “comisión con plenos poderes”. Todo entonces es muy “lógico”…. pero en un mundo en que no existiera el poder del Estado, la lucha de clases y el dominio del capital. Es que en el mundo concreto en que vivimos, pienso que estas demandas no llevan a ningún lado; y son funcionales a la propaganda que tiende a presentar todo como producto de errores de personas. El sistema en sí no es el problema, lo que fallan son las personas, viene a decir el mensaje subyacente. Aquí habrían actuado mal un juez y un jefe de gabinete, de manera que hay que reemplazarlos; por este camino, podría llegarse a un Estado más democrático, más tolerante, etc. El foco de la atención está puesto en los personajes.
La renuncia del fusible
La idea que defiendo es opuesta a la anterior. Sostengo que la crítica debe apuntar al fondo del problema, porque el ataque a Sobrero no es producto del odio personal de Aníbal Fernández a los “troskos”, sino el resultado de una orientación del Estado en defensa del capital. Fernández se puede haber equivocado en su instrumentación, y es posible que en algún momento sea reemplazado, debido a su manifiesta ineptitud para la tarea. Pero es ineptitud en la defensa de los intereses de la clase dominante; no se lo desplazará por defender al capital -y atacar a la izquierda- sino por hacerlo mal. El cambio no modificará las cosas de alguna manera sustancial.
Países árabes: Acerca de complots y manipulados
Vuelvo a la rebelión en el mundo árabe. Gente amiga me ha preguntado por qué estoy tan obsesionado con el tema. La respuesta es simple. Porque considero que estamos ante un movimiento de proporciones gigantescas, ante uno de esos pasos que dan los explotados y oprimidos, que marcan época. Millones se han levantado en muchos países, enfrentando a regímenes dictatoriales, brutales. Me dirán que luchan por reivindicaciones burguesas (libertad de opinión, de reunión, elecciones y parlamento, derecho a defensa en juicio, etc.) y que continúa la explotación del capital, y no puedo menos que acordar. Pero también he explicado en otras notas que no es lo mismo una dictadura que una democracia burguesa. Pero por sobre todas las cosas, es inmensamente progresivo lo que se está dando en el mundo árabe desde la perspectiva de la lucha por el socialismo. Es que incluso en Rusia, donde existió la experiencia revolucionaria más profunda y extendida (formación de soviets), hubo que pasar por la democracia (¿qué fue si no el llamado a la Asamblea Constituyente por los soviets?). Esto le parecerá inaceptable al sectario, pero es el camino que siguen las masas cuando quieren tomar sus destinos en sus propias manos.
Los marxistas y la lucha contra dictaduras
La discusión sobre Libia, y más en general sobre el carácter de los movimientos populares contra dictaduras, ha puesto en primer plano la política que deberían adoptar los marxistas. No me refiero a cuestiones tácticas, sino a una postura estratégica general. En este respecto, una posición que cosecha muchas adhesiones es la que sostiene que los marxistas no deben comprometerse en la defensa de las libertades democráticas burguesas, ya que una democracia capitalista no deja de ser una dictadura del capital. Los marxistas, sigue el razonamiento, deben concentrarse en promover la lucha contra el Estado capitalista y la propiedad privada. En el caso de los movimientos de los países árabes, no tiene importancia decidir si uno de los bandos encarna regímenes democráticos, y otro regímenes dictatoriales bonapartistas, porque la clase trabajadora no puede ganar nada con uno u otro. En otras notas he presentado argumentos en contra de esta posición. Pienso que si bien una democracia capitalista sigue siendo una dictadura del capital, genera mejores condiciones para la organización de los trabajadores, para ejercer la crítica y desarrollar actividades de propaganda y denuncias. Además, en la medida en que existen dictaduras, se allana el camino para que se imponga el discurso liberal burgués, que sostiene que la causa de los problemas de los trabajadores no es el sistema capitalista, sino la falta de democracia. Por eso Lenin decía que la democracia burguesa puede dar lugar a una lucha más abierta contra el capital. En apoyo a esta postura cité varias veces los casos en que los marxistas tomaron partido; por ejemplo, en la lucha de la República española contra el golpe de Franco. Además, en la nota sobre Marx y la ética, he presentado argumentos a favor de una política que tome en cuenta las reivindicaciones de libertad y democracia, en los marcos de una crítica a la sociedad capitalista.
Más críticas y argumentos acerca de la intervención
Mi posición acerca de Libia y la intervención de las potencias imperialistas ha desatado una ola de críticas e insultos hacia mi persona (pueden verse de nuevo en kaosenlared.net). Algunos sostienen muy seriamente que no deberían publicarse mis posiciones en sitios alternativos, y se cuestionan cómo se me puede considerar siquiera de izquierda. Indudablemente, a sus ojos, soy un agente de la CIA, o algo por el estilo. En realidad, lejos de intimidarme, las críticas me llevan a profundizar los argumentos. Después de todo, nunca escribo para satisfacer el sentido común del público de izquierda.
Una lucha por libertades democráticas
Empiezo subrayando la cuestión de fondo: estamos asistiendo a un proceso que abarca a millones de personas de todo el mundo árabe, que se caracteriza por el cuestionamiento de dictaduras y regímenes represivos establecidos desde hace décadas. Los procesos de Túnez, Egipto, Libia, Bahrein, Yemen y ahora Siria, son de la misma naturaleza. Es absurdo decir que en Egipto se luchó por libertades, pero en Libia los sublevados lo hacen como agentes del imperialismo. Al respecto, reproduzco un pasaje del discurso que dio Seyyed Nasrallah, Secretario General de Hizbullah, el pasado 19 de marzo, a los asistentes a un acto organizado por Hizbullah en apoyo a las revoluciones de los pueblos árabes, en el recinto de Seyyed Ash-shuhada en el barrio del sur de Beirut. Refiriéndose a Libia, dijo:
Imperialismo en Lenin, análisis crítico
En muchas discusiones acerca de la relación entre los países capitalistas más poderosos y los países atrasados, subyace el tema del imperialismo. Buena parte de la izquierda radical continúa basando sus análisis en las tesis leninistas del imperialismo. Desde hace años sostengo que estas tesis no permiten entender el modo de producción capitalista de hoy, y que la perspectiva de El Capital (esto es, asentada en la teoría del valor trabajo y la plusvalía) permite una aproximación más justa. Tres cuestiones, por lo menos, me impulsaron a realizar esta revisión crítica. En primer lugar, el comprobar que la tesis del monopolio (los monopolios manejan más o menos a voluntad los precios) no tiene validez empírica en el capitalismo contemporáneo (lo cual implica que rige la ley del valor “a lo Marx”). En segundo término, comprobar que no se verificaba la tesis del estancamiento permanente del Tercer Mundo, una idea que dominaba en prácticamente todos los escritos sobre imperialismo y dependencia desde los años 50. En tercer término, el hecho de que desde hace más de siete décadas no han vuelto a producirse guerras interimperialistas. En este último respecto recuerdo que en una mesa redonda, convocada a raíz de la agresión a Irak (segunda invasión), uno de los panelistas, dirigente de un partido de izquierda, sostenía que la intervención era el primer paso de un conflicto armado a gran escala de EEUU y Gran Bretaña contra Alemania, Francia y Japón. Cuando le manifesté que no veía nada de eso en el horizonte, me respondió con el “está en la naturaleza del imperialismo, como Lenin dijo” y pronosticó la ruptura de la OTAN y la ONU. Algunos años antes, también en una mesa redonda, un militante de otro partido me acusó de “embellecer al capitalismo” porque se me ocurrió afirmar que no había en puertas una nueva guerra entre las potencias. Como siempre, el argumento principal de mi crítico era “Lenin dijo…”. En esta nota presento las dificultades que, a mi entender, encierran las tesis sobre el imperialismo. Para esto, reproduzco una parte del capítulo 1 de mi libro Monopolio, imperialismo e intercambio desigual (Madrid, Maia, 2009).
Conquistas democráticas y críticas trotskistas
Mi posición acerca de los acontecimientos en Egipto y Libia me ha valido críticas provenientes no solo del campo «nacional», sino también del trotskismo (pueden leerse en http://www.kaosenlared.net). La discrepancia está en la relación entre democracia y capitalismo, una cuestión que ha generado un verdadero rompecabezas para el movimiento trotskista. Antes de continuar, preciso que por «movimiento trotskista» comprendo a todos los grupos o autores que reivindican el programa fundacional de la Cuarta Internacional, el Programa de Transición (en adelante PT).
El problema central es que para los defensores del PT es inadmisible mi afirmación de que puedan existir revoluciones, o movimientos, de naturaleza burguesa o pequeño-burguesa, que representen avances democráticos, o reformistas democráticos. He aclarado muchas veces que se trata de libertades democráticas, que no acaban con la explotación del capital, pero no por ello dejan de constituir reformas, o mejoras. El conflicto surge porque al afirmar esto, estoy yendo contra una de las “verdades” del programa y del enfoque trotskista. Es que en el PT se afirma que
Métodos de discusión en ámbitos de izquierda
Reproduzco, con apenas alguna modificación, un texto que escribí en diciembre de 2006. El mismo es motivado por las formas de polemizar que aparecieron en algunos “Comentarios”.
Una de las cosas que más daño ha causado a los movimientos de izquierda, en particular a los que se reclaman marxistas, han sido las formas y métodos mediante los cuales se “zanjan” los debates políticos e ideológicos. Es un hecho común que ante diferencias se lanzan invectivas injuriosas y calumnias del más diverso tipo. Para no generalizar en abstracto, presento ejemplos tomados de mi experiencia personal. Por caso, cuando critiqué la apología de Hebe Bonafini a los ataques a las Torres Gemelas, y su apoyo a Bin Laden, fui acusado por la propia Bonafini de ser un “agente del gobierno Radical para destruir a la Universidad de las Madres”. Esta acusación fue apoyada por grupos de izquierda, e incluso por distinguidos intelectuales, como el señor Néstor Kohan. Otro ejemplo: por haber opinado que la URSS desde décadas antes de su caída ya había dejado de ser un Estado proletario, fui acusado por un escritor del Partido Obrero de ser un “cruzado” contra el socialismo. Esto es, que habría jurado luchar fanáticamente contra el socialismo. Otro ejemplo: la postura contraria a la consigna de “seis horas de trabajo para bajar la desocupación” me valió el calificativo de “enemigo de la clase obrera” por parte de algún grupo. Otro ejemplo: la posición favorable a la libertad de opinión y discusión en los partidos de izquierda -y en los países que se llaman socialistas- ha llevado a muchos a denunciarme por “provocador”, “agente infiltrado” y “personaje con objetivos oscuros, dispuesto a destruir a la izquierda”.
En fin, éstos son algunos ejemplos tomados de mi experiencia como militante de izquierda. Pero podría citar decenas de casos de compañeros y compañeras que han sido acusados de cosas todavía más terribles. Tres son los argumentos más comunes con que se defienden estos procedimientos.
Críticos nacionales y Libia
“La izquierda y Libia” ha provocado algunas airadas respuestas en mi contra, como puede verse en los comentarios que acompañan a la publicación de la nota en kaosenlared. No podía ser de otra manera, dado que mis críticos desean el triunfo de Khadafy, y yo deseo el triunfo de los rebeldes. Sin embargo, lo importante no es constatar que las diferencias son abismales, sino evaluar el peso de los argumentos que me han dirigido. A pesar de que los “comentarios” son necesariamente escuetos, permiten sin embargo saber por dónde estarían flaqueando mis argumentos, y cuáles serían los puntos fuertes del sector “nacional-izquierdista”.
Pues bien, básicamente se me dirigen tres críticas: A) Estoy pidiendo la entrada de la OTAN en Libia; por lo tanto soy pro-imperialista (“otanero”, como ha escrito alguien), y un enemigo a quien, eventualmente, cabría castigar duramente por “contrarrevolucionario”. B) Me baso en los medios imperialistas, que exageran y manipulan. C) Los sublevados son manejados por el imperialismo.
Invasión imperialista en Libia
Empiezo con la primera crítica, que es la más repetida (y la que más impresiona). ¿Estoy abogando por la invasión de Libia por las tropas de la OTAN? No, en absoluto, se trata de un invento de mis críticos. Estoy en contra de la entrada de tropas imperialistas en Libia, de la misma manera que me opuse a la invasión de Iraq, Afganistán, o antes de Panamá, Grenada, etc. Pensé que esto quedaba muy claro en mi nota, en la que reivindico la postura de la gente de Benghazi que le informa al corresponsal de Telesur que ellos rechazan completamente la intervención de tropas. También señalé, como una prueba de que el Gobierno de Benghazi no era “títere” del imperialismo, que había rechazado la intervención. Por supuesto, mis críticos nacionales pasan por alto estos “detalles”, y afirman, muy sueltos de cuerpo, que soy “pro-imperialista”. La conveniencia de fusilarme, si hubiera ocasión, se justifica fácilmente. Pero el cargo no tiene sustento.
Sin embargo, lo interesante es analizar a qué obedece la tergiversación. Respondo: mis críticos tergiversan porque no pueden responder al núcleo de mi razonamiento. Mi razonamiento es que no basta que un movimiento reciba apoyo de las potencias, para que sea caracterizado de “títere”, o para sostener que su programa es transformar al país en una colonia.
Comentario a un texto de Shaikh
Algunos amigos y lectores del blog me pidieron opinión acerca de un escrito de Anwar Shaikh, dedicado a la crisis, que circula en Internet, “La Primera Gran Depresión del Siglo XXI” (en www.sinpermiso.info). Anwar Shaikh es uno de los marxistas más referenciados, y posiblemente en el tema de la crisis sea el más importante a nivel internacional. Su texto enmarca la crisis en una visión general del desarrollo del capitalismo que es compartida, en líneas gruesas, por muchos marxistas, y sobre la que tengo diferencias fundamentales. Aprovecho entonces este comentario para puntualizar estas diferencias; accesoriamente señalo otras, que surgen de la lectura de este texto.
Una Gran Depresión y sus antecedentes
Shaikh comienza afirmando que la crisis económica que se desató en 2008 es una Gran Depresión. Plantea que en el sistema capitalista se suceden ondas largas expansivas y depresivas, y que en una onda larga depresiva “un choque puede desencadenar una crisis”; en 2007 el colapso del mercado hipotecario subprime habría constituido este choque, de la misma manera en que choques anteriores desataron las crisis de 1820, 1870, 1930 y 1970. La crisis subprime habría marcado la transición desde una fase larga alcista, o expansiva, que fue desde 1982 hasta 2007, a una fase depresiva larga, iniciada en 2008. La anterior fase depresiva larga, “La Gran Stagflaciòn” de los 70, habría abarcado desde 1967 a 1982; y la fase larga depresiva que precedió la Gran Stagflación habría sido la Gran Depresión de los 30.