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Países árabes: Acerca de complots y manipulados
Vuelvo a la rebelión en el mundo árabe. Gente amiga me ha preguntado por qué estoy tan obsesionado con el tema. La respuesta es simple. Porque considero que estamos ante un movimiento de proporciones gigantescas, ante uno de esos pasos que dan los explotados y oprimidos, que marcan época. Millones se han levantado en muchos países, enfrentando a regímenes dictatoriales, brutales. Me dirán que luchan por reivindicaciones burguesas (libertad de opinión, de reunión, elecciones y parlamento, derecho a defensa en juicio, etc.) y que continúa la explotación del capital, y no puedo menos que acordar. Pero también he explicado en otras notas que no es lo mismo una dictadura que una democracia burguesa. Pero por sobre todas las cosas, es inmensamente progresivo lo que se está dando en el mundo árabe desde la perspectiva de la lucha por el socialismo. Es que incluso en Rusia, donde existió la experiencia revolucionaria más profunda y extendida (formación de soviets), hubo que pasar por la democracia (¿qué fue si no el llamado a la Asamblea Constituyente por los soviets?). Esto le parecerá inaceptable al sectario, pero es el camino que siguen las masas cuando quieren tomar sus destinos en sus propias manos.
Más críticas y argumentos acerca de la intervención
Mi posición acerca de Libia y la intervención de las potencias imperialistas ha desatado una ola de críticas e insultos hacia mi persona (pueden verse de nuevo en kaosenlared.net). Algunos sostienen muy seriamente que no deberían publicarse mis posiciones en sitios alternativos, y se cuestionan cómo se me puede considerar siquiera de izquierda. Indudablemente, a sus ojos, soy un agente de la CIA, o algo por el estilo. En realidad, lejos de intimidarme, las críticas me llevan a profundizar los argumentos. Después de todo, nunca escribo para satisfacer el sentido común del público de izquierda.
Una lucha por libertades democráticas
Empiezo subrayando la cuestión de fondo: estamos asistiendo a un proceso que abarca a millones de personas de todo el mundo árabe, que se caracteriza por el cuestionamiento de dictaduras y regímenes represivos establecidos desde hace décadas. Los procesos de Túnez, Egipto, Libia, Bahrein, Yemen y ahora Siria, son de la misma naturaleza. Es absurdo decir que en Egipto se luchó por libertades, pero en Libia los sublevados lo hacen como agentes del imperialismo. Al respecto, reproduzco un pasaje del discurso que dio Seyyed Nasrallah, Secretario General de Hizbullah, el pasado 19 de marzo, a los asistentes a un acto organizado por Hizbullah en apoyo a las revoluciones de los pueblos árabes, en el recinto de Seyyed Ash-shuhada en el barrio del sur de Beirut. Refiriéndose a Libia, dijo:
Libia, intervención y la rueda de la historia
Gilbert Achcar creció en Líbano, y es profesor de la School of Oriental and African Studies en la Universidad de Londres. Ha publicado The Clash of Barbarisms: The Making of the New World Disorder y The Arabs and the Holocaust: The Arab-Israel War Narratives. En las últimas semanas ha sostenido que en lo esencial el levantamiento contra Khadafy es por libertades democráticas. Achcar siempre ha mantenido una posición anti-imperialista, pero admite la necesidad de la intervención extranjera imperialista para frenar la masacre de los rebeldes. El tema es que en un texto que está circulando por Internet (puede verse en vientosur.info) plantea el siguiente problema: si se pudiera volver atrás la rueda de la historia, y regresar al momento previo al inicio del genocidio de Ruanda, ¿nos opondríamos desde la izquierda a una intervención de las fuerzas imperialistas y extranjeras, destinada a impedirla?
Imperialismo, petróleo y revolución en Libia
La intervención militar de EEUU, Gran Bretaña, Francia y otros países contra Khadafy, ha merecido dos explicaciones principales desde la izquierda. En esta breve nota explico por qué las encuentro insatisfactorias. Empiezo con la primera, que se ubica en la interpretación “conflicto por apoderarse del petróleo libio”.
¿El objetivo es apoderarse del petróleo de Libia?
La primera de estas explicaciones, y la más extendida, dice que el objetivo de la intervención es apoderarse del petróleo libio; esto es, se trataría de una típica intervención colonialista. La tesis está en línea con la idea de que los rebeldes son dirigidos, o manipulados, por el imperialismo; que como tales constituyen la punta de lanza de una ofensiva neocolonial, y que Khadafy encarna la lucha por la soberanía y la independencia nacional de Libia. Desde este punto de vista, lo que está en juego es si el petróleo seguirá estando en manos de los libios, o pasará a ser propiedad de los nuevos colonialistas.
Zona de exclusión en Libia
Con el establecimiento de una zona de exclusión aérea en Libia, por parte del Consejo de Seguridad de la ONU, los que sostienen que en Libia está en juego una lucha antiimperialista creen ver confirmada su tesis. “Fidel tenía razón”, dicen. Como expliqué en otras notas, según esta óptica, la sublevación ha sido orquestada por el imperialismo; los sublevados -y el gobierno provisional de Benghazi en particular- son sus títeres; y su triunfo llevaría a Libia a convertirse en una colonia, o semicolonia, del imperialismo estadounidense (o europeo). Khadafy encarnaría, entonces, la lucha por la independencia nacional libia. En definitiva, el régimen de Khadafy está acosado por una ofensiva neocolonial, y el establecimiento de la zona de exclusión por la ONU lo prueba.
Mi argumento ha sido el opuesto. La sublevación es producto esencialmente de las contradicciones internas de Libia -y en general en los regímenes del mundo árabe-; los sublevados levantan reivindicaciones democráticas similares a la de sus pares en Túnez y Egipto; y el pedido de armas o de una zona de exclusión aérea no modifica el carácter de este enfrentamiento. Naturalmente, el hecho de que ahora se haya establecido una zona de exclusión aérea, no tiene por qué modificar el argumento. Simplemente se ha concretado lo que hasta ahora había contemplado como una posibilidad teórica. De todas maneras el asunto da tela para examinar todavía un poco más la lógica del razonamiento “pro tesis de Fidel”. No repito aquílo que ya sostuve en otras notas -por ejemplo, acerca del origen del levantamiento- sino hago hincapié en un punto decisivo en el análisis de las relaciones internacionales. Es que si la tesis “nacional” es correcta, habría que explicar cómo es posible que países como China y Rusia le hayan dado vía libre a la zona de exclusión (al abstenerse, ya que tienen poder de veto en el Consejo); que otros igualmente soberanos, como Alemania, India y Brasil, también se hayan abstenido; y que la Liga Árabe haya apoyado al gobierno de Benghazi en su solicitud de la zona. Precisemos lo que estamos diciendo: según la tesis “nacional”, EEUU, Gran Bretaña y Francia intervienen para transformar a Libia en una colonia (o semicolonia), esto es, buscan ocuparla militarmente para sostener a un gobierno impuesto por ellas. Y esta operación colonialista sería consentida por algunos de los Estados más poderosos del mundo. Esto es, habría que creer que Rusia, por ejemplo, no tiene mayores problemas en que Libia se transforme en una colonia de EEUU.
Críticos nacionales y Libia
“La izquierda y Libia” ha provocado algunas airadas respuestas en mi contra, como puede verse en los comentarios que acompañan a la publicación de la nota en kaosenlared. No podía ser de otra manera, dado que mis críticos desean el triunfo de Khadafy, y yo deseo el triunfo de los rebeldes. Sin embargo, lo importante no es constatar que las diferencias son abismales, sino evaluar el peso de los argumentos que me han dirigido. A pesar de que los “comentarios” son necesariamente escuetos, permiten sin embargo saber por dónde estarían flaqueando mis argumentos, y cuáles serían los puntos fuertes del sector “nacional-izquierdista”.
Pues bien, básicamente se me dirigen tres críticas: A) Estoy pidiendo la entrada de la OTAN en Libia; por lo tanto soy pro-imperialista (“otanero”, como ha escrito alguien), y un enemigo a quien, eventualmente, cabría castigar duramente por “contrarrevolucionario”. B) Me baso en los medios imperialistas, que exageran y manipulan. C) Los sublevados son manejados por el imperialismo.
Invasión imperialista en Libia
Empiezo con la primera crítica, que es la más repetida (y la que más impresiona). ¿Estoy abogando por la invasión de Libia por las tropas de la OTAN? No, en absoluto, se trata de un invento de mis críticos. Estoy en contra de la entrada de tropas imperialistas en Libia, de la misma manera que me opuse a la invasión de Iraq, Afganistán, o antes de Panamá, Grenada, etc. Pensé que esto quedaba muy claro en mi nota, en la que reivindico la postura de la gente de Benghazi que le informa al corresponsal de Telesur que ellos rechazan completamente la intervención de tropas. También señalé, como una prueba de que el Gobierno de Benghazi no era “títere” del imperialismo, que había rechazado la intervención. Por supuesto, mis críticos nacionales pasan por alto estos “detalles”, y afirman, muy sueltos de cuerpo, que soy “pro-imperialista”. La conveniencia de fusilarme, si hubiera ocasión, se justifica fácilmente. Pero el cargo no tiene sustento.
Sin embargo, lo interesante es analizar a qué obedece la tergiversación. Respondo: mis críticos tergiversan porque no pueden responder al núcleo de mi razonamiento. Mi razonamiento es que no basta que un movimiento reciba apoyo de las potencias, para que sea caracterizado de “títere”, o para sostener que su programa es transformar al país en una colonia.
La izquierda y Libia
El levantamiento del Libia contra la dictadura de Khadafy ha puesto en evidencia las profundas divisiones que atraviesan a la izquierda. No me refiero a la clásica división entre las tendencias que se identifican con las políticas “reformistas keynesianas” (de administración consensuada de los negocios del capital) y las tendencias radicales (inspiradas, por lo general, en alguna versión del marxismo), sino a una divisoria cuyo eje pasa por la “solidaridad anti-imperialista con Khadafy, frente al ataque de la OTAN”, o por “la solidaridad con la lucha democrática de los sublevados contra Khadafy”. ¿Es el eje del conflicto el problema “nacional”? ¿O es el eje del conflicto la cuestión “democracia” (capitalista, pero democracia)? La izquierda -tanto la más radicalizada, como la moderada- se divide según responda a estos interrogantes. Los que piensan que el problema es “nacional” desean el triunfo de Khadafy, y que se aplaste a los sublevados. Quienes sostienen que se trata de la lucha contra una dictadura, desean la derrota de las tropas de Khadafy. En consecuencia, militantes que se reivindican de izquierda y marxista, si vivieran en Libia, estarían enfrentándose a tiros. Pero aunque no se llegue a este extremo, la división es igualmente grave. Tomemos el caso de la actitud ante la masacre de la población por parte de Khadafy. La izquierda que sostiene que el conflicto es “nacional” (o en buena parte “nacional”), dice que se trata de exageraciones de los grandes medios controlados por el imperialismo; y repudia las condenas -por ejemplo de las Naciones Unidas- al régimen de Khadafy, con el argumento de que son parte de la agresión imperialista. La izquierda que analiza el conflicto en términos de una lucha anti-dictatorial, sostiene exactamente lo opuesto, e intenta que se difundan las denuncias contra el régimen. Por supuesto, hay algunos que pretenden mantenerse “en el medio”. “En parte es un conflicto por la democracia, y algo de razón tienen los sublevados, pero en parte es un conflicto nacional, y algo de razón tiene Khadafy”. Desde este enfoque, se admite que Khadafy es “sanguinario”, pero también se está en contra de que la ONU lo condene por violaciones a los derechos humanos. Los sublevados luchan contra una dictadura, pero son manipulados por el imperialismo. Estos intelectuales que están «en el justo medio» no afirman explícitamente que están a favor de que triunfe Khadafy, pero dan a entender que el triunfo de los rebeldes equivaldría al triunfo de la OTAN y el imperialismo (secesión de Libia, gobierno títere, etc.). Por las razones que presento más abajo, considero que esta posición es funcional a la postura “nacional”.
Enfoques alternativos sobre Libia (y la revolución árabe)
En las últimas semanas han circulado numerosas notas, artículos y declaraciones del campo de la izquierda, con interpretaciones de los levantamientos en Túnez, Egipto y más recientemente en Libia. A grosso modo, de la lectura de esos trabajos -muchos se pueden leer en sitios de Internet dedicados al pensamiento crítico, pero también de los partidos de izquierda- es posible distinguir dos líneas de interpretación principales. Por un lado, la que sostiene que en el mundo árabe se está desarrollando una revolución de contenido obrero y popular, que está en tren de barrer a los regímenes dictatoriales y pro-imperialistas, y podría profundizarse en un sentido socialista. Esta visión -que defienden algunos grupos trotskistas- exalta no solo los logros democráticos, sino también el “poder de las masas sublevadas” y el “avance hacia su autoorganización”, que no podrían controlar los poderes establecidos. El criterio de esta interpretación pasa por el eje “confrontación entre todas las clases dominantes, por un lado, y las masas trabajadoras y oprimidas por el otro”. La segunda corriente, mucho más extendida, interpreta el conflicto en términos del “imperialismo (y sus agentes, insertos en los países árabes) enfrentando a las naciones oprimidas, y sus gobiernos”. Dado que en “Reflexiones sobre la revolución en Egipto” me centré en el primer tipo de enfoques, en esta nota presento los argumentos por los cuales tampoco acuerdo con la segunda línea. Paralelamente ofrezco mi interpretación (que de todas maneras ya había adelantado en la nota sobre Egipto).
Antes de entrar en el asunto, señalo que estas diferencias suscitan enfrentamientos enconados en la izquierda. Es que las cuestiones que se debaten están lejos de ser neutras, o “académicas”. Por caso, si Kadhafy manda disparar contra los manifestantes, unos pueden “mirar para otro lado” porque en el fondo están convencidos de que es “un mal necesario para frenar al imperialismo”; y otros denunciarán que “estamos ante el asesinato del pueblo por el dictador”. Es imposible que ante diferencias tan abismales no se exacerben los ánimos, y suban de tono los calificativos. Por eso son frecuentes acusaciones del tipo “usted objetivamente está con el enemigo”, y que el debate termine bloqueado. El problema de fondo es que estamos ante diferencias ideológicas, que se ponen al rojo vivo en una coyuntura de alta tensión de la lucha de clases . Por eso, no se trata de que haya compañeros “traidores”, o que deseen el triunfo “del enemigo”. En estas coyunturas afloran las convicciones profundas, y éstas no cambian de la noche a la mañana. Frente a esto, solo me cabe apelar a que cada cual tenga la máxima honestidad intelectual posible; y ofrecer mis propios argumentos.