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Trotsky y Pannekoek sobre los sindicatos
Como complemento de la nota sobre el carácter de clase de la burocracia sindical (aquí y aquí), y con el fin de aportar elementos para el análisis, transcribo pasajes de sendos textos de Trotsky y Pannekoek.
El texto de Trotsky es de 1933. Refiriéndose a los sindicatos británicos, el viejo revolucionario afirmaba que la burocracia de los sindicatos se había transformado «en lugartenientes del capital en la explotación intensificada de los trabajadores». Luego agregaba: «… la burocracia de los sindicatos persigue a los trabajadores revolucionarios… en esencia, transforma a los sindicatos en una suerte de campos de concentración para los trabajadores… (…)…la burocracia de los sindicatos se ha vuelto una parte, definitivamente, del aparato capitalista, económico y gubernamental…». Luego: «… la burocracia reformista se ha transformado en la policía económica del capital…» (“The I.L.P. and the New International: A Criticism of Its Paris Declaration”, The Militant, 30 septiembre de 1933, https://www.marxists.org/history/etol/newspape/themilitant/1933/index.htm).
De Anton Pannekoek (1873-1960) lo que siguen son pasajes tomados de “El sindicalismo”, publicado en 1936 (http://www.mil-gac.info/spip.php?page=article_es&id_article=115).
Burocracia sindical, ¿qué carácter de clase? (1)
Esta nota se divide en dos partes
En su edición del 13 de septiembre, y con el título “Caló, más complicado en la causa por lavado que salpica a la cúpula de la UOM”, La Nación informa que el Tribunal Oral Penal Económico Nº 2 dio por acreditado que los jefes de la Unión Obrera Metalúrgica se dedicaron “a defraudar en forma sistemática durante años a los afiliados del sindicato”. El caso estalló a partir de que un abogado de la UOM, Segundo Pantaleón Córdoba fue interceptado, en 2011, cuando se disponía a viajar a Uruguay con 800.000 dólares. Después de ser detenido, Córdoba declaró que él y otros 13 dirigentes de la UOM, entre ellos su secretario general, Antonio Caló, se repartieron, desde 2003, en promedio 280.000 dólares por mes. Ese dinero provenía del 20% de la recaudación que los afiliados metalúrgicos le pagan al Instituto Seguros SA por seguros de vida y sepelio. Caló, además, es secretario de la Confederación General del Trabajo, rama oficialista.
También se informa que desde fines de 2002, cuando la UOM constituyó un fideicomiso para afrontar un concurso de acreedores, la firma Donington SA, propiedad del empresario de medios Raúl Olmos, ofició de administradora fiduciaria y eje de la triangulación del dinero de los afiliados. “La denuncia de Córdoba fue ratificada por los testimonios de tres históricos de la UOM: Roberto Echenique, contador del sindicato durante 18 años; Ricardo Weisz, abogado que trabajó durante 15 años entre 1982 y 2010, y Hugo Mariano Rodríguez, otro abogado que después de revistar durante décadas en el gremio se convirtió en socio de Córdoba en sus emprendimientos privados”.
Corrupción y capitalismo (2)
Continuación de la parte (1)
Estado, capital en general y capitalistas
La posibilidad de que la corrupción se transforme en una palanca de acumulación reconoce un anclaje, en última instancia, en la contradicción que existe entre las funciones del Estado, en tanto representante de los intereses del capital “en general”, por un lado, y los intereses de los capitales particulares, por el otro. Es a través de esta articulación específica que se despliegan las tensiones y conflictos en torno a la problemática de la corrupción.
El enfoque teórico más general de lo que sigue es tributario de la “escuela de la derivación”. La idea es que las leyes del movimiento del modo de producción capitalista, que actúan como tendencias, se relacionan siempre con el capital social total; pero éste sólo existe bajo la forma de capitales particulares, los cuales necesitan las condiciones materiales adecuadas para desplegar el proceso de valorización. El problema es que muchas de esas condiciones no pueden ser creadas por los capitales en particular; a veces, porque se trata de actividades que no rinden beneficios, otras veces porque no tienen la envergadura necesaria para encararlas, o por otras razones. “Se requiere entonces una institución especial que no esté sujeta a las limitaciones del propio capital, una institución cuyos actos no estén determinados así por la necesidad de producir plusvalor, una institución que es especial en el sentido de estar ‘junto a la sociedad burguesa y el margen de ella’ (Marx y Engels)” (Altvater, p. 91).
Esta institución es, por supuesto, el Estado; “una forma específica que expresa los intereses generales del capital” (idem, p. 92). Por eso, el Estado, junto a la competencia, “es un momento esencial en el proceso de reproducción social del capital” (idem), que por su naturaleza tenderá a expresar los intereses del capital en general. Pero esto no ocurre libre de contradicciones, ya que “el capital en general” solo existe a través de la guerra competitiva de los capitales singulares. De aquí que haya múltiples fuentes de tensiones. Por caso, el Estado requiere trabajo burocrático (además del ideológico y represivo) que implica gasto improductivo. Ello implica un drenaje de plusvalía (a través de los impuestos), que cada capital en particular intentará reducir al máximo, pero que en interés del capital en general, no pueden bajar de ciertos mínimos. Asimismo, en muchas ocasiones el Estado debe garantizar los intereses generales, por sobre intereses particulares. Por ejemplo, cuando impone reglamentaciones por las “deseconomías externas” que generan determinadas actividades (por caso, contaminación ambiental). Y a veces, debe imponerse sobre el conjunto del capital, para defender el interés de este mismo capital en general. Para dar un ejemplo histórico, en los orígenes del capitalismo industrial el afán desmedido de ganancias y la explotación pusieron en peligro la existencia misma de la clase obrera, por lo cual el Estado británico impuso restricciones (a la jornada laboral, al trabajo infantil, etc.), a fin de preservar a “la gallina de los huevos de oro”.
El paro del 20/11 y la unidad de acción
A raíz del paro nacional realizado en el día de ayer, vuelve a plantearse la discusión acerca de si es correcto que la izquierda participe en unidad de acción con dirigentes sindicales burocráticos, o con corrientes políticas, u organizaciones sociales, defensoras del sistema capitalista. La postura que defiendo es que se puede y se debe participar en unidad de acción con otras fuerzas, siempre que esto implique la posibilidad de que los trabajadores o el pueblo avancen en demandas concretas (principalmente económicas o democráticas). Concretamente, el paro se convocó por una serie de demandas necesarias e importantes, que enfrentan el ajuste que están implementando el gobierno K y la patronal (por ejemplo, a través de la no actualización del mínimo no imponible, o la reciente ley de accidentes de trabajo). Tengamos en cuenta que en situaciones de dominio capitalista “normal”, la lucha entre el capital y el trabajo no se desarrolla de manera “pura”. Por eso, los trabajadores, o los sectores oprimidos, deben apoyarse en las contradicciones y divisiones en la clase dominante, o entre la clase dominante y fracciones importantes de la pequeña burguesía.
En contra de esta posición, los ultraizquierdistas siempre plantearon que no es posible unirse con traidores y enemigos del socialismo, así sea por reivindicaciones elementales y puntuales. En sus versiones extremas, se niegan a participar en cualquier huelga o lucha que no sea convocada por revolucionarios y socialistas. Pero esto significaría renunciar a la crítica y a la defensa de posiciones socialistas. Precisemos que el argumento ultraizquierdista es adelantado con frecuencia por algunos defensores izquierdistas del gobierno K, para concluir que no hay que apoyar las luchas obreras y populares. “Las demandas son justas, pero Moyano es un traidor de los trabajadores”, etc. No es más que una forma de disimular la colaboración con las políticas K. Curiosamente, mucha militancia y ex militancia PC, de larga trayectoria en la colaboración de clases, presenta este argumento (ver aquí para la postura histórica del PC). Lo mismo sucede con diversas corrientes del espectro K-izquierdista. Atacan la unidad de acción por puntos precisos y delimitados porque defienden una unidad programática con una fracción de la clase dominante (y siempre encuentran motivos para diferenciar alas progresistas del capital). El “no hacerle juego a la derecha” (argumento que supone que el gobierno K es de izquierda) se convierte así en un comodín discursivo destinado a dividir al movimiento y las luchas. Por eso, la crítica a esta postura no es en esencia la que dirigimos a los ultraizquierdistas, sino al reformismo que colabora con los explotadores.