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Keynes sobre inversión y ahorro
En la nota anterior (aquí) planteé que es un error desconocer el rol que tiene la inversión en el principio keynesiano de la demanda efectiva. Sostuve también que, desde la teoría de Keynes, no basta con que aumenten los ingresos (y los ahorros) de los empresarios para que aumente la inversión. Por eso, en la nota señalé que, según Keynes, el ahorro no siempre va automáticamente a la inversión, en oposición a la ortodoxia defensora de la ley de Say. Dada la importancia de este punto, en esta nota amplío esta última cuestión.
Marshall y Keynes sobre ingreso, ahorro e inversión
La idea de que basta con aumentar los ingresos de los empresarios para que aumente la inversión es criticada por Keynes en el capítulo 2 de la Teoría General. En el apartado VI de ese capítulo observa que “[d]esde los tiempos de Say y Ricardo los economistas clásicos han enseñado que la oferta crea su propia demanda”, queriendo decir con esto que “los costos de producción deben necesariamente gastarse por completo, directa o indirectamente, en comprar los productos” (p. 28). Explica luego que se hace una falsa analogía entre la economía monetaria y de mercado “con alguna de trueque, como la de Robinson Crusoe”. Con esto Keynes se está refiriendo al razonamiento del tipo “el trigo que Robinson no consume, lo ahorra e invierte como semilla de la próxima siembra”, con que todavía se inicia a los alumnos en algunos cursos de macroeconomía.
Economistas K y el principio de demanda efectiva
En otras notas he polemizado con la idea, muy difundida entre los economistas keynesiano-progresistas, de que es posible sostener la demanda en base al gasto público (aquí, aquí). En esta amplío el argumento a partir de la interpretación de Keynes que hacen destacados economistas, identificados con la gestión kirchnerista. Sostienen que, según Keynes, los factores determinantes del ingreso y la producción son el consumo popular y el gasto público. Por ejemplo, el profesor Andrés Asiain, en “Mitos económicos. La ortodoxia contra la demanda interna” (Página 12, 25/10/15) escribe:
“… desde que en los años treinta Kalecki y Keynes desarrollaran el concepto de demanda efectiva, se sabe que los ingresos son un resultado del volumen de gastos. Así, la ampliación de la demanda interna no debe financiarse a costa de un ingreso previo, sino que es la generadora de ingresos vinculados con el mercado interno. Es decir, el mayor gasto público y consumo popular, estimulan las ventas, la producción y el empleo, engordando la recaudación impositiva, los aportes patronales y de los trabajadores a la seguridad social, así como los ingresos empresariales y de otros sectores que conforman el ahorro interno. La idea de agotamiento de esos recursos “manoteados por el Estado”, es una ilusión ortodoxa que no comprende que los mismas se nutren del gasto estatal y su efecto estimulante sobre la producción y el empleo”.
“Plan B de Varoufakis” y contradicciones del dinero (2)
La primera parte de esta nota, aquí
El equivalente en las economías atrasadas
Las limitaciones que tiene un sistema monetario autonomizado como simple promesa de pago se intensifican al tratarse de un país atrasado y dependiente. Al respecto, en Valor, mercado mundial y globalización, y después de señalar que la moneda nacional tiene un rol de equivalente parcial, planteaba que “la legitimidad como equivalentes de las monedas nacionales es puesta periódicamente entre signos de interrogación, en especial cuando se trata de equivalentes vinculados a ámbitos de valor sustentados en un bajo desarrollo de las fuerzas productivas. Esto explica que las monedas nacionales actúen como encarnación de valor en la medida en que están respaldadas por monedas ‘fuertes’, y en particular por la moneda que actúa como moneda internacional. Por eso, si bien la validación de los trabajos privados se realiza reduciendo las mercancías al equivalente nacional, este a su vez tiene que estar respaldado por la moneda mundial. (…) Las reservas internacionales constituyen el activo financiero de respaldo último de la base monetaria nacional; una moneda nacional respaldada exclusivamente en el crédito interno (títulos públicos) estaría sujeta al cuestionamiento y a crisis de confianza que harían imposible la acción de la ley del valor. En última instancia, cuando sucede esto, la moneda nacional es reemplazada por la moneda mundial, primero en sus funciones de reserva de valor y atesoramiento, luego como medio de pago y finalmente como medio de cambio”.
Sobre salario, desempleo e inflación (3)
Las partes anteriores de esta nota aquí y aquí.
Salarios, desempleo e inflación en los poskeynesianos
Si bien existen puntos de contacto entre el planteo de los nuevos keynesianos y el de los poskeynesianos, en particular en lo que respecta a la importancia del conflicto distributivo en las causas de la inflación, sus enfoques difieren en aspectos sustanciales. Es que a diferencia de los nuevos keynesianos, los poskeynesianos ponen el énfasis en la demanda como determinante del empleo, y en una distribución del ingreso más igualitaria para impulsar la demanda. Por eso, el enfoque poskeynesiano tiene puntos de contacto con el subconsumismo tradicional (véase Bleaney 1977, para una descripción). Recordemos que el subconsumismo plantea que es posible un desarrollo armónico del capitalismo, en el que los salarios elevados dan lugar a una demanda elevada, y esta facilita la rentabilidad del capital, que garantiza la continuidad de la inversión. Con matices, los keynesianos de izquierda sostienen, en sustancia, el mismo enfoque. Por eso sus tesis encajan en el reformismo burgués y otras variantes reformistas (socialdemócratas, sindicalistas burgueses, nacionalistas de izquierda, y similares). El ideal, como lo explicitaba Keynes, es reformar al modo de producción capitalista sin afectar sus raíces, la propiedad del capital.
Costo de producción, teorías subjetiva y objetiva del valor

Al terminar la nota anterior (aquí) señalé que es un error sostener que existió una única teoría clásica del valor, que habría comprendido a Smith, Ricardo y Mill (y Marx), y se habría prolongado en la obra de Marshall, para llegar a Keynes. El hecho de que todos estos autores hayan sostenido que en el largo plazo el precio normal es igual al costo de producción, no debería llevar a engaño. Si el precio de equilibrio está determinado por el costo de producción, lo que desaparece es el rol preponderante de la demanda en la determinación de ese precio de equilibrio. Pero esto no significa que haya coincidencia en la teoría del valor que sustenta el costo de producción. La realidad es que las teorías del valor de Mill y Marshall, y la de Ricardo y Marx, en base a las cuales se explican los costos de producción, son muy distintas. Marshall y Mill tienen una teoría del costo de producción basada en una perspectiva subjetivista, y Ricardo y Marx en una teoría del valor objetiva, basada en los tiempos de trabajo. De hecho, solo Ricardo se mantuvo, en el pensamiento clásico, dentro de la teoría del valor trabajo. Precisemos: la teoría del valor trabajo sostiene que el valor agregado solo proviene del trabajo humano empeñado en la producción. Esto es, no proviene de la tierra (o de factores naturales) ni de la máquina, u otros “bienes de capital”; y tampoco de algo así como la abstinencia, la espera o el riesgo. Éste es el punto de coincidencia central entre Ricardo y Marx (aunque tienen versiones muy distintas de la teoría del valor trabajo) y de diferencia con Mill, Marshall o Keynes. Para explicar la cuestión, en esta nota reseño las explicaciones de Smith, Mill y Marshall sobre el costo de producción, a fin de que se pueda apreciar la diferencia que media entre estas posturas, y las de Ricardo o Marx.
De nuevo, inflación, salarios y Kicillof

En una nota anterior demostré que el doctor Kicillof incurre en un disparate cuando afirma que, según Keynes, la inflación no reduce los salarios de los trabajadores. En la misma también sostuve que el alza de precios significaba, para muchos sectores, una caída de los salarios en términos reales. Pocos días después, un viejo y querido amigo, defensor del kirchnerismo, escribió una breve respuesta a mi nota, diciendo que desde el punto de vista teórico yo estaba en lo correcto, pero que en la práctica no se verificaba que los salarios reales -de los estatales, por ejemplo- estuvieran siendo afectados por la inflación. “Astarita tiene razón en la teoría, pero no en la práctica”, venía a decir mi amigo, y concluía que para comprobar que los salarios no estaban siendo erosionados por la inflación no hacía falta ser doctor en economía.
Pues bien, un examen incluso superficial de lo que está ocurriendo por estos días parece desmentir a mi amigo. Lo que decía Keynes, que los salarios reales bajan por efectos de la inflación, y que éste es el caso más general, tiene su correspondencia con lo que está ocurriendo “en la práctica”. No es un secreto que por estos días varios sindicatos estatales y docentes están impulsando la apertura de las paritarias. ¿La razón? Sencilla: consideran que el proceso inflacionario está afectando el salario real de todos los sectores que firmaron aumentos por debajo del 24%. Y no necesitan ser doctores en economía para entenderlo. El IPC promedio que miden las provincias indica que la inflación estaría en el 23% anual; según las consultoras privadas, sería del 25%. Por lo tanto, se está produciendo una caída del salario real de los trabajadores cuyos gremios firmaron aumentos por debajo del 23% o 24%. Algunos ejemplos: en la provincia de Buenos Aires el alza promedio de los estatales fue del 19% (con sectores que no alcanzaron el 17%); los docentes universitarios firmaron por el 20,5%; los mecánicos de SMATA por el 18%. Por eso, muchos gremios están pidiendo la reapertura de las negociaciones salariales. No lo harían si los salarios se acomodaran más o menos automáticamente a los aumentos de los precios, como dijo Kicillof que decía Keynes.
Kicillof, inflación y Keynes

Recientemente, en su presentación ante el Congreso del proyecto de presupuesto 2013, el doctor Kicillof explicó que la emisión monetaria en Argentina no es inflacionaria, y citó el caso de EEUU, donde la fuerte expansión monetaria, con la crisis, no provocó una suba de precios importante (a julio de 2012, la inflación anual es del 1,7%). El argumento de Kicillof fue: “Para los que piensan que la emisión es la causa exclusiva del aumento de precios, les recuerdo que vivimos en un laboratorio de expansión monetaria. EEUU cuadruplicó su base monetaria, la Unión Europea la duplicó, y el Banco de Inglaterra la cuadruplicó. ¿Y en estos países hay riesgo de inflación? No, hay riesgo de deflación”. Por eso, en Argentina habría margen para emitir billetes, sin temer consecuencias inflacionarias. De acuerdo a los datos presentados por el doctor Kicillof, el agregado monetario M2 equivale a solo el 20% del PBI, un porcentaje mucho más bajo que en otros países (Brasil, Chile, EEUU, Francia, Corea del Sur). Según Kicillof, pensar que la emisión monetaria genera inflación, es propia de la ortodoxia neoliberal. También explicó que la inflación solo le preocupa a los financieros, ya que el movimiento obrero está en condiciones de actualizar su salario por encima de la tasa inflacionaria, y citó a Keynes como respaldo de su afirmación.
Errores, uno tras otro
En todo esto hay, por supuesto, muchísimos problemas, que en buena medida he discutido en otras notas, referidas la teoría cuantitativa del dinero (inspiración del monetarismo), y a la crítica de Marx a la misma. En este apartado, resumo los puntos más destacados y remito a las entradas correspondientes, porque en esta nota quiero centrarme en lo que dijo Kicillof sobre Keynes y la inflación (el lector que no desee entrar en las complejidades de la discusión con el monetarismo, puede pasar al siguiente punto).
En primer lugar, es paradójico que pretendiendo ser crítico de la teoría cuantitativa, el doctor Kicillof razone acerca de las presiones (o peligros) inflacionarios en términos de comparación entre el PBI y los agregados monetarios. Se trata de una problemática estrictamente monetarista, que ya hace mucho fue criticada por Marx. Lo central es que no tiene sentido comparar masa monetaria con masa de mercancías, para deducir de aquí que el aumento de precios deriva del aumento de la primera con respecto a la segunda (ver aquí para la crítica de Marx a la teoría cuantitativa).
Economía argentina, coyuntura y largo plazo (III)

Esta nota completa las dos anteriores (I y II) sobre economía argentina.
Lógica capitalista, en los 90 y en el 2000 también
La clave del desarrollo capitalista pasa por la decisión de invertir el excedente, y esta decisión se rige por las perspectivas de rentabilidad, y de la confianza en su permanencia en el tiempo. O sea, en lo exitoso que pueda ser el proceso de explotar al trabajo y realizar valor. Argentina de los 2000 no fue una excepción. El crecimiento fue vehiculizado por empresas capitalistas, que decidieron sus inversiones bajo la lógica de la ganancia. Los actores relevantes fueron grandes empresas y grupos, transnacionales y nacionales, que se instalaron, o tomaron fuerza, en los 90. Es el caso de la minería. Entre 1990 y hasta 1998 se hicieron inversiones por 1858 millones de dólares (Kulfas y Hecker), y fueron vehiculizadas por grandes empresas transnacionales. En esa década también se establecieron los marcos regulatorios de la minería a cielo abierto. Algo similar ocurrió con el agro. En los años menemistas entraron grandes capitales extranjeros (como Cresud y Benetton), y se fortalecieron los principales grupos nacionales que operan hoy. Además, en los 90 la producción agrícola aumentó más de un 50% (la de soja en primer lugar), se multiplicó el uso de agroquímicos, se extendió la siembra directa, aumentó el número de tractores, se modernizó la maquinaria, y se fortalecieron empresas como Monsanto, Cargill o Novartis. En cuanto a la rama automotriz, que hoy es clave en la industria, entre 1990 y 1998 hubo inversiones por casi 4000 millones de dólares, también a cargo de las grandes transnacionales. Asimismo, hubo fuertes inversiones (por adquisición o establecimiento de plantas) de Coca Cola, Nestlé, Nabisco-Terrabusi, Phillip Morris-Kraft, Danone-Bagley, Parmalat, Danone, Brahma,en la rama de alimentos y bebidas. En el comercio minorista se expandieron Carrefour, Disco, Norte, Easy, Walmart, Coto y Auchan, entre otros. Entre los bancos, cobraron fuerza HSBC, Citybank, BBV-Banco Francés, Banco Río y Grupo Galicia. La medicina privada también tomó impulso en la década menemista, con intervención de grandes grupos en salud (Swiss Medical Group, AMSA, Qualitas, Doctos). Sumemos la educación privada que, naturalmente, siguió creciendo hasta el día de hoy.
Crisis, gasto público y déficit

Esta nota integra una serie de entradas en las que respondo a las críticas que me formuló el economista Fabián Amico en el grupo Economistas de Izquierda. En “Emisión monetaria 1” y “2” expliqué las diferencias entre la teoría cuantitativa del dinero y la teoría de Marx, y por qué los déficit fiscales no pueden cubrirse mediante emisión monetaria, sin desvalorización de la moneda. En “Salidas de la crisis…” respondí la afirmación de Amico de que el capitalismo podía salir de las recesiones aumentando los salarios. En “Marx, Kalecki…” argumenté por qué la teoría de Marx se ajusta mucho mejor a lo que sucede en el capitalismo contemporáneo, que la teoría del ciclo de Kalecki, defendida por mi crítico. En “Tasa de interés…” expliqué por qué, contra lo que afirma Amico, la tasa de interés en Marx no puede considerarse una variable exógena a las fuerzas económicas. En esta nota explico por qué el gasto público no es la clave para salir de las recesiones, por qué el déficit fiscal no puede aumentar indefinidamente, y qué implica, desde el punto de vista social e histórico, el endeudamiento estatal.
A fin de que se comprenda lo que sigue, repaso brevemente el argumento de Amico. Es importante este razonamiento, porque desnuda un reformismo que, si bien primitivo y tosco, constituye la materia prima de muchas ilusiones y planes “salvadores” del capitalismo. Centralmente Amico afirma: a) que las crisis capitalistas no son inevitables; b) que si el sistema sufre una recesión o depresión, se debe a la decisión de los capitalistas; c) que en caso de que esto ocurra el Estado podría salir de la recesión o depresión mediante el gasto público; d) que si no lo hace es porque no quiere; f) que el déficit se puede financiar con emisión monetaria, sin que ello desvalorice la moneda; h) o que puede financiarse con deuda, sin que por ello se afectada la tasa de interés, (ni al parecer ninguna otra variable), porque la tasa de interés solo aumenta cuando sube el déficit de cuenta corriente. Por esta razón Amico me critica cuando afirmo que el déficit estatal debe financiarse con impuestos o con emisión monetaria; y por eso mismo sostiene que si los gobiernos se lo propusieran, no habría obstáculos para salir de las recesiones.

En notas anteriores (ver 














