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Salarios, productividad marginal y la elevada ciencia de Javier Milei (1)
En una nota que lleva por título “Las brillantes ideas de Nicolás nos mandarán al caño”, publicada en El Cronista el 17/05, el economista Javier Milei critica la propuesta de Del Caño, candidato a presidente por el PTS, de reducir la jornada de trabajo para acabar con la desocupación. Entre otros argumentos, Milei acusa a Del Caño de tener “un desconocimiento total y absoluto de la forma en que se determina la remuneración de un factor (en este caso el trabajo)”. Y agrega: “Si uno revisa un libro básico de teoría de los precios (Microeconomía), al momento de analizar la demanda de factores de producción, encuentra que la misma está determinada por aquel punto donde el valor del producto marginal (el cual surge de multiplicar el precio del bien que ofrece la firma en el mercado por el producto marginal del factor) se iguala al costo del factor, en este caso sería el trabajo”. Según Milei, Del Caño es un ignorante porque no dice lo que dicen los manuales, y los cursos habituales de Economics. Para información de los lectores del exterior, Javier Milei es un economista que ha ganado cierta notoriedad en los últimos tiempos, despotricando a los gritos en los medios contra todo lo que huela a izquierda, o incluso a keynesianismo.
Pues bien, el problema con el argumento de Milei es que desde hace ya muchos años la tesis que afirma que el salario se iguala, en equilibrio, a la productividad marginal del trabajo, ha sido objeto de críticas que ni los manuales, ni los cursos académicos, han podido responder. Más aún, ni siquiera las mencionan, con el resultado de que mucha gente que cursa las carreras de Economía termina convencida de que, “naturalmente”, los salarios se igualan a la productividad marginal del trabajo. Se trata de una teoría apologética del sistema existente (los trabajadores “reciben lo que merecen”), y autista con respecto a lo que cotidianamente viven –o padecen- los millones de hombres y mujeres que trabajan bajo las órdenes del capital, o buscan trabajo. Decimos autista porque, como veremos en seguida, no tiene el menor contacto con lo que ocurre en la realidad del mundo capitalista. Lee el resto de esta entrada »
Funciones de producción y capital
A raíz de discusiones que he tenido por estos días, me parece útil refrescar uno de los aspectos más relevantes de la crítica que hicieron los economistas de Cambridge, Inglaterra, a la teoría neoclásica del capital. Hace más de 60 años, Joan Robinson escribía este, justamente famoso, pasaje:
«Al estudiante de teoría económica se le enseña a escribir O = f(L, C) donde L es una cantidad de trabajo, C es una cantidad de capital y O es una tasa de producción de bienes. Se le pide suponer que todos los trabajadores son iguales, y que mida L en horas-hombre de trabajo; se le dice algo acerca del problema de números índices involucrado en la elección de una unidad de producto, y luego debe pasar de prisa a la cuestión siguiente, con la esperanza de que no se le ocurra preguntar en qué unidades se mide C. Antes de que llegue a preguntar, se habrá convertido en profesor, y así se transmiten de una generación a la siguiente hábitos de pensamiento torpe» («La función de producción y la teoría del capital», en Capital y crecimiento, comp. G. C. Harcourt y N. F. Lang, México, FCE, 1977, pp. 51-67).
Sobre salario, desempleo e inflación (3)
Las partes anteriores de esta nota aquí y aquí.
Salarios, desempleo e inflación en los poskeynesianos
Si bien existen puntos de contacto entre el planteo de los nuevos keynesianos y el de los poskeynesianos, en particular en lo que respecta a la importancia del conflicto distributivo en las causas de la inflación, sus enfoques difieren en aspectos sustanciales. Es que a diferencia de los nuevos keynesianos, los poskeynesianos ponen el énfasis en la demanda como determinante del empleo, y en una distribución del ingreso más igualitaria para impulsar la demanda. Por eso, el enfoque poskeynesiano tiene puntos de contacto con el subconsumismo tradicional (véase Bleaney 1977, para una descripción). Recordemos que el subconsumismo plantea que es posible un desarrollo armónico del capitalismo, en el que los salarios elevados dan lugar a una demanda elevada, y esta facilita la rentabilidad del capital, que garantiza la continuidad de la inversión. Con matices, los keynesianos de izquierda sostienen, en sustancia, el mismo enfoque. Por eso sus tesis encajan en el reformismo burgués y otras variantes reformistas (socialdemócratas, sindicalistas burgueses, nacionalistas de izquierda, y similares). El ideal, como lo explicitaba Keynes, es reformar al modo de producción capitalista sin afectar sus raíces, la propiedad del capital.
Valor trabajo, el problema de la transformación y crítica sraffiana
El propósito de esta nota es volver al debate que se generó a partir del trabajo de Sraffa, y en especial de sus continuadores, en torno a la teoría del valor trabajo de Marx. Pienso que puede ser de interés para estudiantes y gente que se acerca a Marx, y muchas veces pregunta si el problema de la transformación no ha cuestionado de fondo la teoría de El Capital.
Recordemos que los autores llamados de la escuela de Cambridge (también conocidos como sraffianos o de la escuela anglo-italiana), realizaron una crítica abarcativa de la teoría económica neoclásica. Ya en los años 1920 Sraffa había demostrado que la determinación de los precios por medio de las curvas de oferta y demanda marshallianas exigía supuestos “heroicos” acerca de los rendimientos, y había planteado que los precios debían poder determinarse con independencia de cualquier suposición sobre los rendimientos. Luego, en la década de los 50, Joan Robinson y Nicholas Kaldor adelantaron las críticas principales a la teoría neoclásica del capital. En 1960 Sraffa publicó Producción de mercancías por medio de mercancías, donde mostró cómo se pueden determinar los precios a partir de un sistema de coeficientes de insumos de trabajo y bienes, abandonando el intento marginalista de determinar simultáneamente precios y cantidades de equilibrio; paralelamente Sraffa puso al desnudo las incoherencias de la teoría neoclásica del capital. En las dos décadas que siguieron, los sraffianos o neorricardianos profundizaron la crítica, que nunca pudo ser respondida adecuadamente por los neoclásicos. De hecho, las “respuestas” hasta el momento pasan por disimular las dificultades teóricas y las incoherencias (véase «Dificultades neoclásicas…).