Posts Tagged ‘Piero Sraffa’
«Ultra-sraffianos» y la teoría de Marx (última parte)
Esta nota completa la crítica del enfoque de los ultra-sraffianos, que desarrollé en las dos notas anteriores.
Una economía newtoniana
En su artículo Mongiovi enfatiza que el sistema capitalista no es siempre anárquico, que el objetivo de la teoría es exponer las regularidades que subyacen a la realidad observable, y que para esto hay que hacer abstracción de incontables casualidades. La teoría sólida, según Mongiovi, es aquella a la que le importan los promedios, y se concentra en las tendencias de largo plazo del capitalismo. La idea que hay aquí es que en ausencia de perturbaciones aleatorias, el comportamiento del sistema económico está unívocamente especificado por leyes exactas. Aclaremos que no se trata de un sistema estático, ya que puede haber crecimiento, pero lo importante es que el mismo es equilibrado y hay una dinámica proporcional. Es el tipo de modelos que constituyeron el alimento de la literatura dedicada a la dinámica económica, en la línea abierta por von Neumann, en los años 40, y que se continúa hasta la actualidad. Estos modelos estudian el funcionamiento de una economía en equilibrio de largo plazo, donde todos los sectores crecen en la misma proporción; por lo general, no proporcionan una teoría de las fluctuaciones de corto plazo, ya que el peso está en el crecimiento óptimo de largo plazo (véase, por ejemplo, Morishima 1973). El método es el álgebra lineal, y las ecuaciones diferenciales lineales, o en diferencias. Se trata de modelos deterministas, ya que conociendo los datos iniciales, podemos predecir su movimiento futuro, dado que las soluciones se comportan de una forma regular. Los factores no contemplados en las ecuaciones, o externos, se consideran aleatorios, y en el largo plazo no alteran el comportamiento del sistema de alguna manera sustancial. Y dado que lo aleatorio aparece como resultado de muchas variables, generando sistemas complicados que no pueden ser incorporados al análisis, se aborda estocásticamente. Por eso se trata de dos mundos. El primero, determinista, es el mundo del orden, gobernado por leyes simples, expresadas en las ecuaciones lineales, que contienen pocos grados de libertad. El segundo, lo aleatorio, es el mundo del desorden, con muchos grados de libertad, y su abordaje es estadístico; pero estas leyes estadísticas no son la consecuencia matemática de las leyes simples subyacentes. Por eso, el científico que se declare interesado en las leyes dinámicas “fundamentales”, puede dejar de lado lo aleatorio como aquello que hasta cierto punto es lo patológico. Es de destacar que el esquema conceptual del mainstream neoclásico es de este tipo. Los neoclásicos tienen en mente un mundo determinista, donde las economías siguen trayectorias de equilibrio, de las que solo se alejan temporariamente a causa de eventos aleatorios, que se distribuyen de acuerdo con la función estadística normal, de manera que la mitad serán positivos y la mitad negativos (los poskeynesianos han criticado fuertemente este enfoque; véase Davidson, 1996, por ejemplo). En consecuencia, en el largo plazo prevalece la regularidad, y el científico debe concentrarse en ella para descubrir la ley del movimiento. Es lo que Mongiovi también considera el desideratum de la ciencia. De la misma forma, Samuelson pensaba que la estabilidad estructural era una condición necesaria para la observación y la predictibilidad de un fenómeno científico; en consecuencia, procuraba desterrar los modelos inestables.
«Ultra-sraffianos» y la teoría de Marx (segunda parte)
Esta nota continúa la anterior crítica a las posiciones ultra-sraffianas; la crítica se completará con una tercera entrada, que colgaré en unos días en el blog.
Valor y forma de valor
Debido a la importancia de penetrar por debajo de las formas de aparición, no es de extrañar que la teoría de Marx no solo indague en la sustancia del valor, sino también, y principalmente, busque explicar por qué esa sustancia adquiere objetividad bajo la forma precio. Lo cual explica por qué no basta con que exista trabajo para que haya valor. Es que solo a través de la forma del valor el trabajo puede objetivarse, coagularse, como propiedad social, como valor. Explica Marx: “… el trabajo, en estado líquido, crea valor, pero no es valor. Se convierte en valor al solidificarse, al pasar a la forma objetiva. Para expresar el valor de la tela como una gelatina de trabajo humano, es menester expresarlo en cuanto “objetividad” que, como cosa, sea distinta de lienzo mismo y a la vez común a él y a otra mercancía” (Marx, 1999, t. 1, p. 63). Para que el valor se convierta en propiedad de un objeto, es necesario que se exprese como una relación entre cosas. Solo de esta manera el trabajo privado se valida como socialmente necesario; pero no lo hace en cuanto trabajo vivo, sino como trabajo pasado, coagulado. Por eso el contenido del valor (el trabajo invertido en la producción) debe encontrar una forma de expresarse, y por ese mismo acto, se consolida como valor. Pero esto explica también por qué es necesario que las mercancías lleguen al mercado y se vendan. Por lo tanto, para que haya valor (o sea, para que el trabajo invertido en la producción cuente como formador de valor) es necesario que la sociedad debe estar dispuesta a entregar una cantidad de trabajo equivalente. Esto último puede no ocurrir si, por ejemplo, la producción de la rama supera las necesidades sociales. Es por esta razón que Marx plantea que hay dos determinaciones de trabajo socialmente necesario, y no una, como generalmente se piensa. La primera se relaciona con al tiempo de trabajo invertido en la producción, dada una tecnología e intensidad del trabajo promedio; es la que tienen en cuenta los sraffianos. La segunda, alude a la demanda social, esto es, al tiempo de trabajo que la sociedad está dispuesta a entregar a cambio, y escapa a la atención de los sraffianos. Es un resultado de no haber distinguido entre el contenido y la forma del valor, y haber pasado por alto la cuestión vital de la realización. Por eso en los sraffianos, a igual que sucede en Ricardo, el valor es un fenómeno exclusivamente vinculado a la producción, y en última instancia se identifica con insumos físicos. De ahí que aun en los trabajos de los sraffianos más cercanos a un planteo marxista, la cuestión del mercado y de la forma del valor termine desapareciendo. En Marx, en cambio, y como sostiene De Vroey (1981), “el concepto de valor apunta a una articulación de producción y circulación”.
«Ultra-sraffianos» y la teoría de Marx (primera parte)
El objetivo de esta nota es discutir la afirmación de los autores sraffianos (más precisamente, “ultra- sraffianos”, siguiendo a Roncaglia 1980), de que la teoría del valor desarrollada por Marx es innecesaria, y que el funcionamiento del sistema capitalista puede ser explicado adecuadamente a partir de los enfoques de Bortkiewicz y Sraffa. En este sentido amplía cuestiones que discutí en la anterior nota. Dada la cantidad de los temas que deberían ser discutidos, focalizo la atención en la problemática de los precios y valores; solo accesoriamente menciono derivaciones referidas a la concepción del dinero y los activos financieros, y no analizo otras cuestiones importantes, tales como la noción sraffiana de producto neto y su relación con el salario. De todas formas, el meollo de las diferencias entre la concepción ultra-sraffiana y la marxista reside en la cuestión de los precios y el valor. También, y con el objetivo de adaptarla al blog, he dividido la nota en tres partes.
Valor trabajo, el problema de la transformación y crítica sraffiana
El propósito de esta nota es volver al debate que se generó a partir del trabajo de Sraffa, y en especial de sus continuadores, en torno a la teoría del valor trabajo de Marx. Pienso que puede ser de interés para estudiantes y gente que se acerca a Marx, y muchas veces pregunta si el problema de la transformación no ha cuestionado de fondo la teoría de El Capital.
Recordemos que los autores llamados de la escuela de Cambridge (también conocidos como sraffianos o de la escuela anglo-italiana), realizaron una crítica abarcativa de la teoría económica neoclásica. Ya en los años 1920 Sraffa había demostrado que la determinación de los precios por medio de las curvas de oferta y demanda marshallianas exigía supuestos “heroicos” acerca de los rendimientos, y había planteado que los precios debían poder determinarse con independencia de cualquier suposición sobre los rendimientos. Luego, en la década de los 50, Joan Robinson y Nicholas Kaldor adelantaron las críticas principales a la teoría neoclásica del capital. En 1960 Sraffa publicó Producción de mercancías por medio de mercancías, donde mostró cómo se pueden determinar los precios a partir de un sistema de coeficientes de insumos de trabajo y bienes, abandonando el intento marginalista de determinar simultáneamente precios y cantidades de equilibrio; paralelamente Sraffa puso al desnudo las incoherencias de la teoría neoclásica del capital. En las dos décadas que siguieron, los sraffianos o neorricardianos profundizaron la crítica, que nunca pudo ser respondida adecuadamente por los neoclásicos. De hecho, las “respuestas” hasta el momento pasan por disimular las dificultades teóricas y las incoherencias (véase «Dificultades neoclásicas…).