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Costo de producción, teorías subjetiva y objetiva del valor
Al terminar la nota anterior (aquí) señalé que es un error sostener que existió una única teoría clásica del valor, que habría comprendido a Smith, Ricardo y Mill (y Marx), y se habría prolongado en la obra de Marshall, para llegar a Keynes. El hecho de que todos estos autores hayan sostenido que en el largo plazo el precio normal es igual al costo de producción, no debería llevar a engaño. Si el precio de equilibrio está determinado por el costo de producción, lo que desaparece es el rol preponderante de la demanda en la determinación de ese precio de equilibrio. Pero esto no significa que haya coincidencia en la teoría del valor que sustenta el costo de producción. La realidad es que las teorías del valor de Mill y Marshall, y la de Ricardo y Marx, en base a las cuales se explican los costos de producción, son muy distintas. Marshall y Mill tienen una teoría del costo de producción basada en una perspectiva subjetivista, y Ricardo y Marx en una teoría del valor objetiva, basada en los tiempos de trabajo. De hecho, solo Ricardo se mantuvo, en el pensamiento clásico, dentro de la teoría del valor trabajo. Precisemos: la teoría del valor trabajo sostiene que el valor agregado solo proviene del trabajo humano empeñado en la producción. Esto es, no proviene de la tierra (o de factores naturales) ni de la máquina, u otros “bienes de capital”; y tampoco de algo así como la abstinencia, la espera o el riesgo. Éste es el punto de coincidencia central entre Ricardo y Marx (aunque tienen versiones muy distintas de la teoría del valor trabajo) y de diferencia con Mill, Marshall o Keynes. Para explicar la cuestión, en esta nota reseño las explicaciones de Smith, Mill y Marshall sobre el costo de producción, a fin de que se pueda apreciar la diferencia que media entre estas posturas, y las de Ricardo o Marx.
Competencia y teorías subjetiva y objetiva del valor (2)
La primera parte de esta nota puede consultarse aquí.
Demanda y teoría neoclásica
A diferencia de lo que sucede en la teoría de los clásicos, o Marx, en la economía neoclásica la demanda es central para la determinación de los precios. En Jevons y Menger, pioneros de la revolución marginalista, esto es muy claro, dado que consideran a la demanda la única determinante de los precios. Ambos suponen que la oferta está “dada”, y que el valor surge de la relación entre las necesidades humanas y la masa de bienes disponible. Por eso, el valor no se funda en alguna propiedad objetiva de los bienes (como sucede en la teoría del valor trabajo) sino en la valoración que hacen los consumidores. “El valor de los bienes se fundamenta en la relación de los bienes con nuestras necesidades, no en los bienes mismos” (Menger, 1985, p. 108). En otros términos, el valor es la traslación de la significación que los bienes tienen para la gente; se trata de un fenómeno anclado en la conciencia. En cuanto a los precios de los medios de producción y de los factores productivos, Jevons y Menger los derivaban del valor de los bienes finales. Así, Jevons sostenía que el trabajo determina el valor, pero “solo de una manera indirecta, por medio de la variación del grado de utilidad de la mercancía a través de un aumento o disminución de la oferta” (citado por Marshall, 1890, Apéndice I).
Pero la demanda también juega un rol clave en el enfoque que arranca con Marshall y Walras, que dice que los precios se determinan simultáneamente por la oferta y la demanda. Es la explicación que también encontramos en la microeconomía de Varian. En este esquema, dada la curva de oferta de pendiente positiva, es imposible determinar los precios sin la curva de demanda, de pendiente negativa. Recuérdese que la curva de oferta se sustenta en la tesis de la productividad marginal decreciente de la tierra, el capital y el trabajo. Dado que los factores reciben un ingreso igual a su producto marginal (que es igual a su costo de oportunidad), es imposible establecer su remuneración sin fijar al mismo tiempo el output y la demanda. Todo entonces debe ser decidido al mismo tiempo, y la demanda es, por lo menos, tan vital como la oferta para determinar los precios.