Posts Tagged ‘Kicillof’
No existe un “marxista disfrazado de keynesiano”
Recientemente, en un reportaje concedido a Perfil, el economista Guillermo Nielsen, cercano a Alberto Fernández, dijo que Axel Kicillof es “un marxista disfrazado de keynesiano”.
Pues bien, se trata de un insulto gratuito de Nielsen al marxismo y a los marxistas. Es que si algo caracterizó históricamente al marxismo es no ocultar su pensamiento. El mismo Manifiesto Comunista fue escrito por Marx y Engels para “exponer al mundo” las ideas, fines y tendencias del comunismo, o socialismo científico. Más explícitamente, en ese texto fundacional declararon que los comunistas “consideran indigno ocultar sus ideas y propósitos”. Lee el resto de esta entrada »
Bregman y el compañero Axel
Un lector del blog me envió un enlace que registra el evento realizado el martes 19 de junio pasado, en el Centro Cultural Torcuato Tasso (véase http://www.revistacrisis.com.ar/notas/adios-al-gradualismo-y-ahora-que-0). En el mismo participaron Myriam Bregman, Axel Kiciloff, Juan Grabois y Agustín D´Atellis. Como es conocido, Bregman es dirigenta del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) y Kiciloff fue ministro de Economía en el gobierno de Cristina Kirchner.
Antes de entrar de lleno en el tema de esta nota, recuerdo que en varias notas del blog he planteado que buena parte de la izquierda, incluso de la que se presenta como más radical, tiene una postura conciliadora frente al nacionalismo burgués tipo K, y variantes (partido Comunista, ex comunistas pasados al campo “nacional y popular”, chavistas, defensores del papa, maoístas y similares). La idea rectora en esa izquierda es que, de alguna manera, el abanico “nac & pop” es progresista frente a la derecha, encarnada en Macri y el gobierno de Cambiemos.
Frente a esto, sostengo que los marxistas debemos explicar que la alternativa burguesa o pequeño burguesa nacionalista no tiene nada de progresivo para los trabajadores. En particular, que el recambio de figuras al frente del Estado solo ayuda a mantener la sujeción de las masas populares al carro de la clase dominante. Por eso, la bandera fundamental del marxismo es la ruptura con toda forma de conciliacionismo burgués, pequeño burgués o burocrático. En consecuencia, la crítica marxista no es un mero “intercambio de ideas” entre compañeros con algunos objetivos comunes más o menos relevantes. Por el contrario, y parafraseando a Marx, la crítica es un arma de lucha, un medio para el fin revolucionario, llevar a los seres humanos a pensar, obrar y organizar una sociedad sin explotados ni explotadores. Lee el resto de esta entrada »
Pobreza K y el yelmo de niebla
La cuestión de cuánta pobreza hay en Argentina sigue metiéndose en los debates de campaña electoral. Es que todo indicaría que el índice de pobreza, medido según los criterios del viejo INDEC, estaría cercano al nivel de los finales del gobierno de Menem (que era del 27%). De ahí el empeño kirchnerista de tapar el asunto. Así, el 26 de marzo pasado el ministro Kicillof declaró que “no tengo el número de pobres, pero me parece una medida bastante estigmatizante”. Luego, a mediados de septiembre, y en respuesta al amparo que presentó la diputada Victoria Donda para que la Justicia ordenara al Gobierno difundir los datos de pobreza, el ministro dijo: “Si quiere [Donda] salir en los diarios, que se ponga plumas, se vista de algo, grite”. Y cuando la jueza María José Sarmiento dio lugar al pedido de Donda, la Dirección de Legales del Ministerio de Economía respondió que no podía entregar los datos porque no se mide la pobreza desde finales de 2013.
Pues bien, dado que en muchos círculos se asocia a Kicillof con las ideas de Marx, es conveniente refrescar la importancia que este último daba a las estadísticas sociales, y a la honestidad intelectual y valentía moral con que se elaboren. En el Prólogo de la primera edición de El Capital, escribía:
Marx, sobre trabajo, plusvalor y renta
Como he afirmado en otras notas, la teoría de la renta de Marx está indisolublemente vinculada a la idea de que, bajo determinadas circunstancias, iguales cantidades de trabajos generan cantidades diferentes de plusvalía (sobre este asunto, aquí, aquí, aquí). Es la clave para entender por qué su explicación de la renta diferencial no se basa en el precio de monopolio, sino en el precio de producción del producto de la peor tierra (hago abstracción ahora de la renta absoluta).
Naturalmente, la cuestión tiene resonancias no solo teóricas, sino también políticas, como he argumentado antes (aquí). Por ejemplo, el doctor Kicillof, en 2008, durante el conflicto del agro y cuando todavía se consideraba marxista, explicaba la renta por precio de monopolio. Idea reproducida gustosamente por Página 12, aplaudida por todo el arco K-progre-izquierdista, y consentida (por decir lo menos) por un amplio círculo de marxistas. Es que planteos de este tipo pasan por “naturales” para el sentido común del público ilustrado, siempre presto a negar la vigencia de la teoría del valor trabajo.
De ahí la importancia de este debate. En esta nota, le doy otra vuelta. Algunos han sostenido que Marx nunca pudo haber afirmado que cantidades iguales de trabajo generen cantidades desiguales de plusvalor. Presento entonces los dos pasajes con que se abre el capítulo 39 del tomo 3 de El Capital, “Primera forma de la renta diferencial (renta diferencial I)”, donde Marx dice exactamente lo que los críticos de la tesis de trabajo potenciado dicen que no dice. Escribe:
Las mentiras de un ministro, estigmatización y ética
En el día de ayer, 27 de marzo, en un reportaje radial, le preguntaron al ministro de Economía, doctor Axel Kicillof, cuántos pobres hay en Argentina. El ministro respondió que se trataba de una pregunta “complicada” y reconoció que “últimamente no tengo el número de pobres”, para culminar con que le parece una medida “un poco estigmatizante”. También señaló que “hay 500 mediciones” de la pobreza y que “hay un índice que por los problemas de hacer homogénea la serie y hacerla nacional lleva más tiempo, y cuando esté, se va a publicar”. Sostuvo además que el Gobierno no oculta a los pobres, y que “cualquier índice que se publique” será cuestionado desde la oposición, por lo que se trata de una discusión “un poco bastardeada”.
Vale la pena detenernos un minuto en este despliegue de ocultamientos y mentiras, ya que desnuda la naturaleza social de lo que trata de presentarse como “izquierda transformadora”, la Cámpora y el gobierno K. Aquí van algunas reflexiones.
En primer término, el doctor Kicillof miente cuando dice que el INDEC no publica las cifras de pobreza porque hay un problema de “empalme” para hacer homogénea la serie, que lleva tiempo. Tengamos presente que en abril de 2014 el INDEC emitió un comunicado en el que informaba que discontinuaba la publicación de la serie histórica de la medición de pobreza e indigencia “por contar con severas carencias metodológicas”; a lo que se sumaba la discontinuación del Índice de Precios al Consumidor basada en los precios del Gran Buenos Aires y “la imposibilidad de empalme con el nuevo IPC-NU” (NU: núcleos urbanos que abarcan todo el país). Sin embargo, no explicaba cuáles eran esas “severas carencias metodológicas”, ni tampoco por qué existía “imposibilidad” de empalme de las series. Y desde entonces no volvió a informar el número de pobres e indigentes.
Tiempo Argentino, Kicillof y Ramos
En una nota titulada “Profundización, economía nacional y marxismo, publicada en Tiempo Argentino del 27/11/13, el periodista Federico Bernal contrapone el marxismo “abstracto, implantado y funcional a los intereses del subdesarrollo”, con el marxismo “nacional y creativo” del nuevo ministro de Economía, el doctor Kicillof. Según Bernal, el primero tiene una “alianza estratégica” con la reacción (Clarín en primer lugar); mientras que el segundo está al servicio de la revolución nacional y popular. Es a este último marxismo, siempre según Bernal, al que le teme la “derecha”. Es que los Altamira, Castillo y similares, son simples títeres de los grandes grupos (Clarín en primer lugar).
Hasta aquí, nada demasiado nuevo con respecto a lo que suele decirse en los medios del Gobierno. Sin embargo, Bernal hace un aporte, ya que ubica al marxismo “a lo Kicillof” en la tradición de Abelardo Ramos. La línea Ramos – Kicillof sería entonces la de un marxismo que debería rescatarse y valorarse. Es esta tradición, enfatiza Bernal, la que intenta destruir la derecha.
Para los jóvenes que tal vez no conozcan, digamos que Abelardo Ramos (el Colorado para los amigos) fue un dirigente de la “izquierda nacional”. Su tesis era que la contradicción entre el capital y el trabajo, que Marx había considerado fundamental en los países capitalistas desarrollados, no tenía casi vigencia en América Latina, a menos que ésta se liberara del imperialismo y se industrializara. Según Ramos, desde fines del siglo XIX, la contradicción fundamental de la época era entre los países imperialistas, por un lado, y los países coloniales y semicoloniales, por el otro. Por eso, pensaba que las ideas fundamentales de Marx (articuladas en torno a la explotación del trabajo por el capital) no tenían aplicación a los países atrasados.
Desde esta postura, Abelardo Ramos apoyó al gobierno de Perón entre 1945 y 1955. Luego del golpe del 55, combatió a los “libertadores”; en 1961 fundó el Partido Socialista de la Revolución Nacional, y en 1971 el Frente de Izquierda Popular. En 1973 el FIP llamó a votar a Perón con boleta propia, aportando 900.000 votos. Con el golpe de 1976, pasó a la clandestinidad, y sus militantes sufrieron persecuciones y cárceles. Ya de nuevo en la democracia, Ramos formó el Movimiento Patriótico de Liberación, que se disolvió hacia la fecha en que fallece, en 1994.
Kicillof, ¿el ministro marxista?
El nombramiento como ministro de Economía del doctor Axel Kicillof se está presentando al público como el acceso de un marxista a la conducción de la política económica. Por ejemplo, Francisco Jueguen titula una nota, aparecida en La Nación, “Kicillof, el economista marxista que se queda con todo el timón”. En la misma lo describe como “un marxista declarado”, que habría interpretado “la teoría keynesiana con los conceptos de Marx”. Y Morales Solá lo presenta como un “enamorado de Marx y de Keynes” (también en La Nación, 20/11/13). Indudablemente, esta identificación de Kicillof con la teoría marxiana contribuye a confundir y diluir el contenido crítico y subversivo de la obra de Marx. El objetivo de esta nota es explicar, brevemente, por qué lo de Kicillof no tiene nada que ver con la teoría o las posiciones políticas de Marx.
Antes de entrar en el tema, respondo de antemano una posible objeción que se me puede dirigir, y que se condensaría en la pregunta “¿desde qué posición se puede decidir quién es o no es marxista”? Después de todo, existen muchas variedades de “marxismos”. ¿”Con qué derecho usted decide que Kicillof no tiene nada que ver con el marxismo”? La objeción en principio es válida, ya que muchas veces en el marxismo se “excomulgó” a gente por el simple hecho de cuestionar tal o cual aspecto de la teoría de Marx o, peor aún, la de algún marxista “consagrado” (llámese Lenin, Stalin, Trotsky, Mao, etc.).
En este respecto, pienso que nada puede suplantar el criterio que está relacionado con la idea (dialéctica) del “salto de cantidad en calidad”. Esto es, existe todo un espacio de matices, disonancias y críticas a aspectos de la teoría, que se mantienen, empero, dentro de una matriz de pensamientos que conforman un corpus teórico y político con una fisonomía característica. Son “alteraciones cuantitativas” que no alteran la matriz básica. Pero por otra parte, existen cuestionamientos que se colocan en un punto de ruptura cualitativo. Por caso, dado que la teoría de la explotación constituye uno de los rasgos definitorios del marxismo, si alguien sostiene que el modo de producción capitalista no es explotador, no podría encajar, de ninguna manera, dentro de la corriente del pensamiento marxista. Esto significa que en algunos puntos hay que establecer límites que permitan determinar (y toda determinación es negación) y diferenciar (no hay diferenciación sin determinación) las corrientes ideológicas y políticas. De lo contrario, entraríamos en esa noche en que “todos los gatos son pardos”, y no habría posibilidad siquiera de asumir posiciones políticas definidas. En lo que se refiere al nuevo ministro de Economía la primera y principal diferenciación tiene que ver con la posición política que ocupa.
Lorenzino, Kicillof y devaluación, ¿desfachatez o ignorancia?
En su presentación del día de ayer ante el Senado, el equipo económico -Hernán Lorenzino, ministro de Economía, Axel Kicillof, viceministro, Guillermo Moreno, secretario de Comercio Interior, Mercedes Marcó del Pont, presidenta del Banco Central y Ricardo Echegaray, jefe de la AFIP- dejaron en claro, una y otra vez, que el Gobierno K es enemigo de las devaluaciones. “No hay razones para que el Gobierno piense en devaluar”, dijo Lorenzino. Y el doctor Kicillof se explayó largamente sobre el tema. Durante más de 40 minutos disertó acerca de los males que históricamente provocaron las devaluaciones. Así, explicó que generan inflación y recesión, aumentan el desempleo, disminuyen el poder adquisitivo de los argentinos, para concluir que actualmente, devaluar “sería la salida para un problema que no existe”. Todo esto condimentado con las condenas a la macroeconomía de los manuales, que ya son un “clásico” en “heterodoxia” (acerca lo que pienso de esta “heterodoxia”, ver aquí).
Pues bien, el argumento de Kicillof invisibiliza las cuestiones fundamentales implicadas en las devaluaciones. Es que la devaluación ha sido siempre un medio para bajar salarios (esto es, para provocar una redistribución regresiva del ingreso) de todo gobierno y del capital en general. Por eso, ha sido empleada por gobiernos de diferentes orientaciones. Esto es, no sólo por la “ortodoxia neoliberal” (digamos, al estilo Frondizi o Krieger Vasena, bajo Onganía), sino también por el “movimiento nacional y popular”. En particular, la devaluación de 2001-2 ocurrió bajo el gobierno de Duhalde, y fue apoyada por casi todo el espectro político, incluyendo a los Kirchner y a muchos otros funcionarios del actual gobierno, y destacados representantes del “pensamiento nacional”. Y esa devaluación fue clave para la recuperación del ciclo de negocios en Argentina (esto es, la salida de la crisis no se produjo por vía “progresista”, sino por aumento de la explotación del trabajo). Por supuesto, prudente para con sus mandantes, el doctor Kicillof pasó por alto esta pequeña circunstancia.
Pero además, en los primeros años del gobierno de Néstor Kirchner, el banco central intervenía en el mercado para evitar la apreciación del peso. De nuevo, el doctor Kicillof se “olvidó” de aquellos años de alabanzas al peso depreciado, cuando el discurso dominante presentaba el “modelo de crecimiento basado en el tipo de cambio alto” como la antítesis del “modelo neoliberal de los 90”, de moneda apreciada en términos reales. Por entonces parece que la receta del “manual de macro ortodoxa” era la apreciación del peso, y la “heterodoxia” era moneda devaluada. Con moneda devaluada, más superávit fiscal, se nos decía, se superarían el atraso y la dependencia del capitalismo argentino. En otras notas he discutido las debilidades y contradicciones que encerraba esto, y no tengo que volver a ello aquí. Lo que destaco ahora es que el cuento que cuenta Kicillof se cae por los cuatro costados.
Costo de producción, teorías subjetiva y objetiva del valor
Al terminar la nota anterior (aquí) señalé que es un error sostener que existió una única teoría clásica del valor, que habría comprendido a Smith, Ricardo y Mill (y Marx), y se habría prolongado en la obra de Marshall, para llegar a Keynes. El hecho de que todos estos autores hayan sostenido que en el largo plazo el precio normal es igual al costo de producción, no debería llevar a engaño. Si el precio de equilibrio está determinado por el costo de producción, lo que desaparece es el rol preponderante de la demanda en la determinación de ese precio de equilibrio. Pero esto no significa que haya coincidencia en la teoría del valor que sustenta el costo de producción. La realidad es que las teorías del valor de Mill y Marshall, y la de Ricardo y Marx, en base a las cuales se explican los costos de producción, son muy distintas. Marshall y Mill tienen una teoría del costo de producción basada en una perspectiva subjetivista, y Ricardo y Marx en una teoría del valor objetiva, basada en los tiempos de trabajo. De hecho, solo Ricardo se mantuvo, en el pensamiento clásico, dentro de la teoría del valor trabajo. Precisemos: la teoría del valor trabajo sostiene que el valor agregado solo proviene del trabajo humano empeñado en la producción. Esto es, no proviene de la tierra (o de factores naturales) ni de la máquina, u otros “bienes de capital”; y tampoco de algo así como la abstinencia, la espera o el riesgo. Éste es el punto de coincidencia central entre Ricardo y Marx (aunque tienen versiones muy distintas de la teoría del valor trabajo) y de diferencia con Mill, Marshall o Keynes. Para explicar la cuestión, en esta nota reseño las explicaciones de Smith, Mill y Marshall sobre el costo de producción, a fin de que se pueda apreciar la diferencia que media entre estas posturas, y las de Ricardo o Marx.
YPF, Chevron y liberación nacional
Los medios informan que YPF acaba de cerrar un acuerdo con la petrolera estadounidense Chevron para avanzar de manera conjunta en la exploración y explotación de los yacimientos no convencionales de Vaca Muerta, provincia de Neuquén. La inversión inicial será de 1000 millones de dólares, y se perforarán más de 100 pozos en el primer año. Si las cosas marchan como esperan las empresas, podría llegarse a una inversión de 15.000 millones de dólares. Por el acuerdo, YPF otorga a Chevron un derecho de exclusividad por cuatro meses para negociar los términos y condiciones finales por las cuales YPF cederá el 50% de la participación en la explotación de las áreas de Loma de la Lata Norte y Loma Campana.
YPF también ha llegado a un acuerdo por 500 millones de dólares con Eduardo Eunerkian para desarrollar la explotación de Vaca Muerta, y estaría cerrando otro con Bridas (una joint venture entre el grupo Bulgheroni y la china Cnooc). Galuccio, presidente de YPF, ha explicado que la empresa piensa invertir 24.700 millones de dólares hasta 2017 de su flujo propio, y obtener fondos externos hasta completar los 40.000 millones. El marco jurídico de todos estos acuerdos está conformado por la ley de inversiones extranjeras, dictada por la dictadura militar, y los decretos de desregulación de la actividad petrolera, que vienen desde el gobierno de Menem.
Las reservas no convencionales de Argentina serían las terceras en el mundo, estimadas en un equivalente a 23.000 millones de barriles de petróleo. Chevron es la segunda empresa petrolera de EEUU. Recordemos también que ha sido condenada por la Justicia de Ecuador a pagar 18.000 millones de dólares de indemnización por haber contaminado durante años la selva amazónica. La explotación de yacimientos no convencionales es cuestionada por muchos expertos, que sostienen que encierra peligros de contaminación ambiental que no han sido debidamente evaluados y estudiados. De hecho, algunos países europeos mantienen la prohibición de este tipo de explotación. Sin embargo, en EEUU la producción no convencional ha tenido un amplio desarrollo, y en Argentina el gobierno intenta seguir ese camino.
El acuerdo firmado con Chevron debe ponerse en un contexto más amplio. El 13 de septiembre, en la celebración del Día del Petróleo, Kicillof dijo que “queremos que las empresas hagan buenos negocios”; y presentó como una señal positiva el aumento a 7,5 dólares por millón de BTU del gas que extraen YPF y otras empresas. El precio estaba en 2,3 dólares, en tanto que el gas importado de Bolivia llegó a pagarse 12 y 13 dólares. Durante mucho tiempo partidos de la oposición y diferentes medios dijeron que esto era irracional, pero los K-defensores respondían que se trataba de argumentos de la derecha. Sin embargo, el creciente el déficit energético (3500 millones de dólares este año en la balanza gasífera) obligó al aumento, anunciado por la presidenta como un gran paso adelante. Poco después, en el encuentro con los petroleros, Kicillof explicaba: “Para llevar a cabo este aumento de producción se debe tener en cuenta la rentabilidad de la inversión en estos costosos proyectos y el tiempo de repago de estas, que en muchos casos exceden los plazos de las concesiones”.