Rolando Astarita [Blog]

Marxismo & Economía

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Represión burguesa, Marx y el «Estado libre»

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Rolando Astarita [Blog]  Marxismo & Economía El paro general del juevesEl apoyo de amplios sectores de la izquierda latinoamericana a la represión que ha desatado el Gobierno chavista reactualiza el debate acerca de la actitud de los socialistas ante el Estado burgués y el aparato represivo. En la izquierda actualmente está muy establecida la idea de que es beneficioso para la clase trabajadora que exista un Estado “fuerte”, capaz de guiar a la economía hacia alguna forma de “socialismo de Estado bonapartista”, para usar la expresión de Lenin. Se piensa que el capitalismo “popular”, o guiado por el Estado, legitima y demanda un aparato represivo poderoso y consolidado. Por eso, y bajo el argumento de “combatir a la derecha”, se aplauden medidas represivas que van desde la restricción de libertades y derechos elementales, hasta las detenciones masivas, la tortura y el asesinato de manifestantes opositores. De ahí también el rol que tienden a jugar, en este tipo de regímenes, las fuerzas armadas y sus estructuras de mando.

Por supuesto, hay matices. Algunos están más curtidos en estas lides, otros andan «tragando sapos” (en Argentina, ley anti-terrorista, Milani, Proyecto X; en Venezuela, el menú no es para estómagos delicados). Para la militancia PC, por ejemplo, que supo aplaudir inmundicias como los campos stalinistas de exterminio, o los aplastamientos soviéticos sobre Berlín, Hungría o Checoslovaquia, lo que hacen hoy Al Assad en Siria, o Maduro en Venezuela, son apenas “detalles”. Otros, más prudentes, rechazan estos extremos. Pero todos están unidos por la convicción de que para avanzar hacia alguna forma de sociedad más justa, es necesario “poner rudamente en vereda” a los díscolos y rebeldes, así estos se cuenten por millones. Y para eso, nada mejor que un Estado poderoso.

A su vez, en la mayoría de la opinión pública está arraigada la idea de que la orientación estatal-represiva constituye la quintaesencia del “socialismo científico” de Marx y Engels. A ello han contribuido tanto la literatura teórica stalinista (pensemos en los tradicionales manuales que editaba la URSS), como el discurso de la derecha neoliberal, empeñado en atribuir a la obra de Marx y Engels la inspiración última del Muro de Berlín, de los campos de concentración de Corea del Norte o de la represión de cualquier régimen al estilo Al Assad o Chávez.

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Corrupción y capitalismo (2)

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Rolando Astarita [Blog] Marxismo & Economía El paro general del juevesContinuación de la parte (1)

Estado, capital en general y capitalistas

La posibilidad de que la corrupción se transforme en una palanca de acumulación reconoce un anclaje, en última instancia, en la contradicción que existe entre las funciones del Estado, en tanto representante de los intereses del capital “en general”, por un lado, y los intereses de los capitales particulares, por el otro. Es a través de esta articulación específica que se despliegan las tensiones y conflictos en torno a la problemática de la corrupción.

El enfoque teórico más general de lo que sigue es tributario de la “escuela de la derivación”. La idea es que las leyes del movimiento del modo de producción capitalista, que actúan como tendencias, se relacionan siempre con el capital social total; pero éste sólo existe bajo la forma de capitales particulares, los cuales necesitan las condiciones materiales adecuadas para desplegar el proceso de valorización. El problema es que muchas de esas condiciones no pueden ser creadas por los capitales en particular; a veces, porque se trata de actividades que no rinden beneficios, otras veces porque no tienen la envergadura necesaria para encararlas, o por otras razones. “Se requiere entonces una institución especial que no esté sujeta a las limitaciones del propio capital, una institución cuyos actos no estén determinados así por la necesidad de producir plusvalor, una institución que es especial en el sentido de estar ‘junto a la sociedad burguesa y el margen de ella’ (Marx y Engels)” (Altvater, p. 91).

Esta institución es, por supuesto, el Estado; “una forma específica que expresa los intereses generales del capital” (idem, p. 92). Por eso, el Estado, junto a la competencia, “es un momento esencial en el proceso de reproducción social del capital” (idem), que por su naturaleza tenderá a expresar los intereses del capital en general. Pero esto no ocurre libre de contradicciones, ya que “el capital en general” solo existe a través de la guerra competitiva de los capitales singulares. De aquí que haya múltiples fuentes de tensiones. Por caso, el Estado requiere trabajo burocrático (además del ideológico y represivo) que implica gasto improductivo. Ello implica un drenaje de plusvalía (a través de los impuestos), que cada capital en particular intentará reducir al máximo, pero que en interés del capital en general, no pueden bajar de ciertos mínimos. Asimismo, en muchas ocasiones el Estado debe garantizar los intereses generales, por sobre intereses particulares. Por ejemplo, cuando impone reglamentaciones por las “deseconomías externas” que generan determinadas actividades (por caso, contaminación ambiental). Y a veces, debe imponerse sobre el conjunto del capital, para defender el interés de este mismo capital en general. Para dar un ejemplo histórico, en los orígenes del capitalismo industrial el afán desmedido de ganancias y la explotación pusieron en peligro la existencia misma de la clase obrera, por lo cual el Estado británico impuso restricciones (a la jornada laboral, al trabajo infantil, etc.), a fin de preservar a “la gallina de los huevos de oro”.

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Written by rolandoastarita

08/05/2013 at 13:05

Menemismo, los K y la tesis del “transformismo”

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Una constante del discurso kirchnerista es separar absolutamente el modelo neoliberal, impuesto por la dictadura en 1976, del “productivo con inclusión social”, establecido en 2003, y vigente hasta el presente. Según este relato, entre 1976 y 2003 las políticas de los gobiernos fueron anti-nacionales y anti-pueblo, y favorables a los grupos económicos que se rigen por una lógica especulativa y financiera. Pero todo habría cambiado con la llegada de los Kirchner a la presidencia de la nación.

Claro que de ser esto así, se plantea el problema de explicar el apoyo del matrimonio “nacional y popular”, y también de montoneros y militantes de la “gloriosa JP” de los 70, al menemismo; así como la participación de relevantes kirchneristas (Nilda Garré, Abal Medina) en el gobierno de la Alianza. Recordemos que en los 90 se despidieron decenas de miles de trabajadores estatales; se privatizaron las empresas de correos, agua, teléfonos, gas, petróleo, ferrocarriles y las cajas de jubilaciones; se impusieron topes a los aumentos salariales; se ataron los aumentos en el sector privado a los incrementos de productividad; se habilitaron los contratos temporarios y se los promovió: se inició la discusión sobre la ley de flexibilización laboral (que se votaría con el gobierno de la Alianza); se redujeron las indemnizaciones por accidentes laborales; se estableció que la vigencia de los convenios colectivos podía suspenderse por tres años en casos de concursos y quiebras; y se incluyeron cláusulas que implicaban precarización laboral en numerosos convenios laborales (automotriz, siderurgia, alimentación). También en los 90 se extendió la sojización, y se iniciaron los grandes emprendimientos mineros a manos de empresas transnacionales. Y funcionarios, empresarios y burócratas sindicales se enriquecieron vertiginosamente con los negociados que posibilitaron las privatizaciones. Los Kirchner, además de enriquecerse, participaron de la privatización de YPF, de las cajas de jubilaciones y del bancos de Santa Cruz; fueron constituyentes en 1994 y proclamaron a Menem el mejor presidente argentino, después de Perón. Otros altos funcionarios kirchneristas tuvieron actuaciones parecidas.

Se plantea entonces la “pregunta imposible”: ¿cómo pudo suceder esto, estando el “movimiento nacional” en el gobierno? Aunque habitualmente los militantes K eluden la cuestión, disponemos sin embargo de una elaborada respuesta, producto del investigador en ciencias sociales Eduardo Basualdo. Para quienes no lo conocen, digamos que Basualdo es doctor en Historia, investigador del Conicet, coordinador de varias áreas de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO, participa de la CTA oficialista e integra desde hace poco el directorio de YPF. Sus trabajos son altamente valorados en los medios académicos y en el progresismo izquierdista. En 2011 publicó Sistema político y modelo de acumulación, que reúne tres largos ensayos de su autoría. En el segundo de esos ensayos, originariamente publicado en 2001, presenta una explicacón de cómo fue posible que el movimiento nacional y popular abrazara la causa del neoliberalismo en los 90. En esta nota resumo su respuesta y la analizo críticamente.

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