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Demanda, fetichismo estatista y la Gran Makro
En una nota anterior he planteado la importancia de la noción de trabajo productivo de Marx (ver aquí). En esta vamos a aplicar esa noción para desnudar la falacia de una tesis que se ha convertido en moneda corriente entre los integrantes de la Gran Makro (para el lector que no es argentino, se trata de una asociación de economistas kirchneristas). Esa tesis dice que, ante la caída de la inversión, el neto comercial y el consumo, la demanda se sostiene mediante el gasto público. En palabras de uno de sus referentes, Agustín D’Attelis, el gasto permitiría “hacer frente a la caída de todo el resto de los componentes de la demanda agregada” (declaraciones a Los Andes, 24/12/14). La misma idea es repetida, una y otra vez, por los economistas del oficialismo.
Pues bien, desde el punto de vista del marxismo -pero también desde la perspectiva de la Economía Política clásica, con su énfasis en la noción del excedente- el planteo es insostenible. ¿Por qué? Pues por la sencilla razón de que deja sin explicar de dónde viene el poder de compra del Estado que hace efectiva la demanda. Lo cual enlaza, en última instancia, con la pregunta sobre la fuente y la naturaleza del valor.
Introducción al problema con Malthus y Marx
Para abordar el problema es conveniente remitirnos por un momento a quien fue uno de los primeros economistas que problematizó la demanda, Malthus (no es casual que Keynes lo haya considerado “el primer economista de Cambridge). Es que Malthus pensaba que en el sistema capitalista había un déficit de la demanda porque los capitalistas eran poco inclinados a consumir bienes de lujo, y para remediarlo recomendaba estimular el gasto de la aristocracia y la alta jerarquía eclesiástica.
La presidenta Cristina K sobre salarios e inversión
Discurso K sobre salarios e inversión
“En la ideología liberal nos dicen que tiene que haber inversión y para ello es necesario que no haya salarios tan altos, porque si los salarios son altos los empresarios no invierten”. La frase fue lanzada por la presidenta Cristina Kirchner en un acto realizado ayer, miércoles 20 de mayo, y fue entusiastamente aplaudida por el ministro de Economía, doctor Kicillof, y seguidores. La afirmación K tiene varias aristas merecedoras de análisis.
La primera cuestión es que no solo la ideología liberal dice que si los salarios suben por encima de cierto umbral la inversión se frena. También lo afirman los keynesianos, incluidos los de izquierda. Como he planteado en anteriores notas, Robinson, Kalecki o Kaldor eran conscientes del asunto; y los poskeynesianos en la actualidad han admitido que, a fin de que el sistema capitalista funcione, es necesaria una dosis de desocupación que mantenga a raya las demandas salariales (ver aquí y aquí).
Pero en segundo lugar, hay que subrayar que es la teoría del valor trabajo y de la plusvalía la que explica la naturaleza del fenómeno. En este punto, remito al capítulo 23 del tomo 1 de El Capital, donde Marx expone el argumento. Partimos de que si se produce un alza de salarios que no sea por el abaratamiento de los medios de consumo de los trabajadores, habrá una “merma cuantitativa del trabajo impago que debe ejecutar el obrero”. Sin embargo, esa merma “nunca puede alcanzar el punto que pondría en peligro seriamente el carácter capitalista del proceso de producción y reproducción de sus propias condiciones…”. Es que si el alza de salarios “embota el aguijón de la ganancia”, decrece la acumulación [o sea, la inversión] y con esto “el precio del trabajo desciende de nuevo a un nivel compatible con las necesidades de valorización del capital”. Por este motivo, “el propio mecanismo del proceso capitalista de producción remueve los obstáculos que genera transitoriamente” (Marx).
Polémica sobre una K-teoría de desarrollo: ¿qué balance?
Una de las cuestiones que más dificultan el progreso del pensamiento en las ciencias sociales y la clarificación de conceptos en los debates, es la ausencia de balances y de constatación entre lo que se afirma y lo que sucede en el mundo real. Esta reflexión viene a propósito de un cruce polémico que mantuve con un grupo de economistas kirchneristas, Fabián Amico, Alejandro Fiorito y Guillermo Hang –investigadores del Centro de Economía y Finanzas para el Desarrollo de la Argentina, CEFIDAR- hace aproximadamente cuatro años. Si bien la polémica comprendió diversos temas –teoría cuantitativa y ley de Say, rol del déficit fiscal, ciclo económico, tasa de interés- (puede consultarse aquí, aquí, aquí, aquí y aquí), hubo una cuestión que posiblemente haya sido la diferencia central: la tesis de Amico, Fiorito y Hang (en adelante AFH) que decía que la etapa de crecimiento de la economía argentina iniciada en 2002 había sido la más exitosa de su historia, y que esto confirmaba que bastaba con la expansión de la demanda para que hubiera inversión (véase Amico, Fiorito y Hang, “Producto potencial y demanda en el largo plazo: hechos estilizados y reflexiones sobre el caso argentino reciente”, CEFIDAR 35, enero 2011).
Economía mundial: ¿semi-estancamiento de largo plazo? (2)
Segunda parte de la nota iniciada aquí.
Altos beneficios, débil inversión en EEUU
Una de las características más importantes de una recuperación fuerte es un fuerte crecimiento de la inversión. Como lo demuestran varios estudios (véase, por ejemplo Sherman, 1991) la inversión es la que más se contrae en las recesiones, y la que aumenta en mayor proporción en las recuperaciones. Precisamente las recesiones empiezan a revertirse cuando las empresas comienzan a invertir para reponer inventarios -que acompañan la paulatina recuperación del consumo-; y la recuperación cobra fuerza cuando los empresarios deciden aumentar el capital, reforzando así la demanda. Pero esto no es lo que ha sucedido en la recuperación estadounidense desde mediados de 2009. La inversión ha crecido a la tasa más baja de todas las recuperaciones ocurridas después de la Segunda Guerra (Makin, American Enterprise Institute). Mientras que la inversión neta productiva no residencial promedió alrededor del 4% del PBI en la posguerra y hasta 2000, en 2012, esto es, a cuatro años de iniciada la recuperación, estaba a la mitad del promedio (Tyson y Lund en The New York Times, 18/10/13). A fines de 2013 Moody’s Analytics anotaba que, excluyendo la industria petrolera vinculada a la explotación shale, la inversión estaba más baja que en 2007; en 2013 la inversión privada neta fija no residencial seguía estando un 40% por debajo de su pico previo a la recesión. La inversión en estructuras no residenciales y equipos, como porcentaje del PBI, bajó del 9,7% en 2007 al 8,5% en la actualidad (NIPA).
Economía mundial: ¿semi-estancamiento de largo plazo? (1)
En notas anteriores he discutido la idea, arraigada en muchos sectores de la izquierda, de que la crisis que estalló en 2007, y la recesión mundial que le siguió, eran de proporciones similares a la Gran Depresión de los años treinta. El año pasado decía al respecto que desde mediados de 2009 asistíamos a una situación que no era de depresión ni tampoco de fuerte crecimiento: las economías de Europa y Japón continuaban estancadas, se registraba crecimiento débil en Estados Unidos y Canadá, y relativamente importante en los países atrasados (ver aquí). En esta nota actualizo ese análisis. Adelantando lo que se explica más abajo, todo parece indicar que la economía mundial se encamina hacia un largo período de crecimiento débil, o semi-estancamiento, en paralelo con exuberancia de liquidez, crédito y especulación -lo que Marx llamaba “plétora del capital”-. Dada su extensión, he dividido la nota.
Crecimiento e inversión débiles
De acuerdo a las previsiones del FMI, en 2014 la economía mundial crecería 3,6% y el 3,9% en 2015, contra el 3% de 2013,. En los países adelantados, el crecimiento sería del 2,2% en 2014 y 2,3% en 2015, frente al 1,3% en 2013. Para EEUU, todavía en abril el FMI preveía un crecimiento del 2,8% en 2014 y 3% en 2015, pero ahora pronostica 2% en 2014. La zona del euro crecería 1,2% en 2014 y 1,5% en 2015 (-0,5% en 2013) y Japón 1,4% en 2014 y 1% en 2015 (1,5% en 2013); esto es, cifras cercanas al estancamiento. En cuanto a los países atrasados, el crecimiento sería del 4,9% en 2014 y 5,3% en 2015, contra el 4,7% en 2013.
Después de Chevron, Ciadi
Por estos días el gobierno argentino tomó una serie de medidas que van todas en la línea del acuerdo Chevron – YPF. Por un lado, acordó pagar a cinco empresas extranjeras las sentencias del Ciadi, por unos 460 millones de dólares. El acuerdo establece que el pago será con bonos, tendrá una quita del 25% y las empresas beneficiadas invertirán el 10% en bonos argentinos. A partir de este acuerdo, el Banco Mundial concedió un crédito a la Argentina por 3000 millones de dólares, que se destinaría a salud, educación, asignación universal por hijos e inversiones en infraestructura rural. En segundo término, continúan las conversaciones con el FMI para rectificar las mediciones del INDEC, y posiblemente “normalizar” las relaciones. Lo cual abriría paso a la apertura de la negociación con el Club de París para “superar el default que se arrastra desde 2002”, según se informa en Página 12 del 11/10/13. Se trataría de un plan de pagos en cuotas, de una deuda que se eleva a 9000 millones de dólares. En tercer lugar, se negocia con grandes grupos para que inviertan en bonos Baade, con la idea de otorgar, por esta vía, una devaluación “seleccionada” (véase más abajo). Y se alentaría a las empresas locales a tomar préstamos en el exterior, según informa La Nación (13/10/13).
Agreguemos a lo anterior la reapertura por ley del canje de deuda; la presentación de una oferta para compensar a Repsol; y que está en estudio otorgar nuevos estímulos a las empresas productoras de gas (hace unos meses se subió el precio en boca de pozo a 7,5 dólares por millón de BTU). Todo apunta a lo mismo: conformar “a los mercados”. El objetivo, como dice el diario K, es “conseguir divisas y promover las inversiones de las empresas extranjeras” (Página 12, citado). Es la expresión de dos problemas íntimamente relacionados, el déficit del sector externo, por un lado, y la debilidad de la inversión.
Sector externo
Anotemos algunos datos que muestran las crecientes dificultades del sector externo. De enero a junio, el saldo en la balanza comercial fue positivo por 6491 millones de dólares; el saldo de servicios fue negativo por 2667 millones (principalmente por turismo), y las transferencias por intereses, utilidades y dividendos significaron una salida de 5391 millones de dólares. El balance de cuenta corriente fue deficitario por 1720 millones. A su vez, la cuenta de capital y financiera fue deficitaria por 2203 millones de dólares; a lo que se suma una salida de 1371 millones de dólares, consignada como “Errores y omisiones netos” (aclaración: se trata de un ajuste por discrepancias estadísticas en las cuentas de la balanza de pagos; lo que de todas formas llama la atención es la magnitud). De resultas, la caída de reservas internacionales, siempre en el primer semestre, fue de 5294 millones. Agreguemos que hasta el momento de escribir esta nota, mediados de octubre, las reservas siguieron bajando, ubicándose ahora en 34.502 millones, lo que representa una caída de casi 8000 millones desde enero. Con el agravante de que sólo en septiembre el Banco Central perdió reservas por 1150 millones de dólares.
Crisis, sobrecapacidad y coyuntura
En una nota anterior sobre la crisis iniciada en 2007, planteé que la sobrecapacidad parecía jugar un rol importante, tanto en la caída de la tasa de ganancia hacia fines de los años 90, como en la débil recuperación de la inversión posterior a la recesión de 2001. La evidencia disponible indica que el exceso de capacidad también está pesando en la actual coyuntura, en Europa, y a nivel global. En esta nota vuelvo entonces sobre algunas cuestiones referidas a la sobrecapacidad, y presento datos relativamente recientes; debe entenderse como un complemento de las notas 1 y 2, sobre tasa de ganancia y crisis.
El significado de la sobrecapacidad y sus causas
La sobrecapacidad es una de las manifestaciones de la sobreacumulación del capital. Por lo general, cuando se habla de sobreacumulación de capital, se tiene presente la sobreproducción de mercancías, esto es, el hecho de que grandes masas de productos no encuentran salida en el mercado. En otros términos, se trata de la sobreacumulación de capital mercancía. Marx también se refiere a la sobreacumulación de capital cuando la plusvalía acumulada en la forma de capital dinero no encuentra manera de volver a invertirse de manera rentable (véase el cap. 15 del tomo 3 de El Capital). En cuanto a la sobrecapacidad, consiste en la sobreacumulación de capital fijo, esto es, en la construcción de plantas con una capacidad de producir una cantidad de mercancías muy superior a lo que puede absorber el mercado en condiciones “normales” de acumulación. La sobrecapacidad se mide con los índices de utilización de capacidad. Por ejemplo, en EEUU, la utilización de la capacidad promedio del conjunto de la industria, entre 1972 y 2011 fue del 80,3%. Durante la crisis de 2009 llegó a un piso de 67,3%, en tanto que en febrero de 2012 se ubicaba en 78,7% (los niveles más altos alcanzados en los años 1994-5 fue 85,1%; todos los datos los tomo de la página web de la Reserva Federal). Dado que se trata de promedios, la sobrecapacidad puede ser muy elevada en determinadas industrias; cuando afecta a industrias claves, ejerce efectos depresivos sobre el resto de la economía. La sobrecapacidad ejerce una presión bajista sobre la tasa de rentabilidad, no solo porque aumenta la inversión de capital por trabajador, sino también porque aumenta los costos fijos de las empresas. Además, por lo general es acompañada por presiones bajistas de precios.