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Estatismo burgués y clase obrera
En el curso del debate sobre la herencia económica del kirchnerismo (ver aquí), surgió el tema del estatismo burgués en relación a la clase obrera.
En esa circunstancia, planteé que los gobiernos Kirchner utilizaron y utilizan con frecuencia la intervención económica del Estado, y las estatizaciones de empresas, para debilitar al movimiento obrero, y a los movimientos sociales, y que esto, lejos de tener algún rol progresivo, es reaccionario y de derecha. Sostuve que eso ocurría cuando, por ejemplo:
- el gobierno discrimina en el otorgamiento de planes sociales a los movimientos de desocupados que son críticos;
- en la contratación de empleados públicos o de empresas estatales se prioriza a los militantes de la agrupación oficialista La Cámpora, o del peronismo (como en otras ocasiones, de radicalismo o del partido de Macri);
- los punteros de La Cámpora hostigan y persiguen a delegados y activistas de las empresas o instituciones estatales que no adhieren “al proyecto nacional”;
- se despide a un trabajador de un obrador público porque se niega a concurrir a una marcha en apoyo del gobierno de Cristina K;
- en una cooperativa de trabajadores financiada por el Estado se disminuye la paga a una trabajadora por la misma razón.
Señalé también que es un error de muchos grupos de izquierda disimular estas cuestiones, por temor a ser calificados de “derecha”, y reivindiqué la crítica de Marx y Engels a Bismark, quien buscaba debilitar al movimiento obrero a partir del control de las cooperativas de trabajo. Dado que esta cuestión ha sido silenciada por la izquierda adoradora del Estado burgués -¿para aplaudir sin incomodidades intelectuales a un Chávez o a un Maduro?- , en lo que sigue la presento a consideración de los lectores del blog.
Demanda, fetichismo estatista y la Gran Makro
En una nota anterior he planteado la importancia de la noción de trabajo productivo de Marx (ver aquí). En esta vamos a aplicar esa noción para desnudar la falacia de una tesis que se ha convertido en moneda corriente entre los integrantes de la Gran Makro (para el lector que no es argentino, se trata de una asociación de economistas kirchneristas). Esa tesis dice que, ante la caída de la inversión, el neto comercial y el consumo, la demanda se sostiene mediante el gasto público. En palabras de uno de sus referentes, Agustín D’Attelis, el gasto permitiría “hacer frente a la caída de todo el resto de los componentes de la demanda agregada” (declaraciones a Los Andes, 24/12/14). La misma idea es repetida, una y otra vez, por los economistas del oficialismo.
Pues bien, desde el punto de vista del marxismo -pero también desde la perspectiva de la Economía Política clásica, con su énfasis en la noción del excedente- el planteo es insostenible. ¿Por qué? Pues por la sencilla razón de que deja sin explicar de dónde viene el poder de compra del Estado que hace efectiva la demanda. Lo cual enlaza, en última instancia, con la pregunta sobre la fuente y la naturaleza del valor.
Introducción al problema con Malthus y Marx
Para abordar el problema es conveniente remitirnos por un momento a quien fue uno de los primeros economistas que problematizó la demanda, Malthus (no es casual que Keynes lo haya considerado “el primer economista de Cambridge). Es que Malthus pensaba que en el sistema capitalista había un déficit de la demanda porque los capitalistas eran poco inclinados a consumir bienes de lujo, y para remediarlo recomendaba estimular el gasto de la aristocracia y la alta jerarquía eclesiástica.
Cuba: crisis, globalización y giro al mercado (2)
La primera parte de la nota, aquí.
Crisis, zigzags, avance de fondo hacia el mercado
En la primera parte de la nota hemos apuntado que cuando los países del bloque soviético pasaban, a comienzos de los 1990, rápida y abruptamente al capitalismo, en Cuba se mantuvo la centralización estatal de la economía. Sin embargo, desde mediados de esa década, en la isla hubo una alternancia entre centralización burocrática y medidas pro mercado. En esa alternancia subyace una lógica, determinada por la crisis y su relación con la gestión estatal burocrática, que es necesario explicar.
Antes de entrar en el tema, conviene hacer una precisión: cuando se habla de estancamiento y crisis de la economía de Cuba no se niegan los logros en salud y educación. Cuba cumplió con los objetivos del milenio de la ONU; tiene la tasa de mortalidad infantil más baja de América Latina, su tasa de mortalidad materna es una de las menores a nivel internacional; está ubicada en el puesto 14 a nivel mundial del índice de Educación Para todos; la expectativa de vida al nacer es de 79 años; su sistema de seguridad social es superior al de la mayoría de los países subdesarrollados; y ocupa el puesto 51 entre 187 países en lo que hace a desarrollo humano (Informe 2011, PNUD). Sin embargo, estas cifras no deben ocultar la gravedad de su situación económica y social. Después de todo, hasta las vísperas mismas de la caída de los regímenes stalinistas, muchos exhibían indicadores sociales más que aceptables en varios ítems. Pero sus economías estaban muy debilitadas, y terminaron colapsando.