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Productividad, inversión y fuerzas productivas
El debate sobre cómo medir la productividad conecta con la discusión sobre cómo se evalúa el desarrollo de las fuerzas productivas. Para ver por qué, supongamos que, dada una población obrera constante, aumenta la producción de valores de uso por trabajador, y que el valor agregado por trabajador permanece constante. ¿Cuál de estos ratios debe tomarse entonces cuando se evalúa si hubo, o no, desarrollo de las fuerzas productivas? Por lo que hemos explicado en notas anteriores (véase aquí, por ejemplo), sostenemos que debe tomarse en cuenta la razón producción de valores de uso (o riqueza material) por unidad de trabajo. De hecho, es el criterio que aplicaba Marx.
Pues bien, el mismo problema se suscita cuando se intenta evaluar si hay desarrollo de las fuerzas productivas por la relación inversión / producto bruto. Es que si se calcula este ratio en términos de valor, se puede concluir, equivocadamente, que las fuerzas productivas están estancadas – o que existe una tendencia al estancamiento. Por caso, François Chesnais, en varios trabajos, se apoya en ese ratio para demostrar que el modo de producción capitalista tiende al estancamiento, por lo menos desde mediados de los 1970. Lee el resto de esta entrada »
Prólogo 2014 a la Crítica del Programa de Transición
Este Prólogo lo escribí con motivo de la próxima reedición de mi Crítica del Programa de Transición por parte de ¿Dónde empezar? (www.dondeempezar.com.ar). En el mismo sintetizo las ideas centrales de la crítica, y sintetizo los principales argumentos de los cruces polémicos que mantuve sobre el PT.
El Programa de Transición (en adelante PT) fue escrito, en 1938, por León Trotsky, con motivo de la fundación de la Cuarta Internacional, y desde entonces fue el texto programático y político de las organizaciones trotskistas en prácticamente todo el mundo. Incluso las que de alguna manera consideraron necesario actualizar el texto redactado por Trotsky, mantuvieron sin embargo la matriz del viejo enfoque. Pasada casi una década y media desde que fuera publicado por primera vez, aprovecho la oportunidad de esta nueva edición de la Crítica del Programa de Transición para responder brevemente, en este Prólogo, algunos de los principales argumentos que me han presentado los defensores de la política trotskista, y aclarar algunos malentendidos. A este fin, conviene recordar primero las ideas rectoras del PT, y la lógica que las encadena, para ir luego a las cuestiones más debatidas.
Trotsky y el estancamiento de las fuerzas productivas
En repetidas oportunidades, al discutir los fundamentos programáticos del movimiento trotskista, he afirmado que Trotsky tenía una visión “estancacionista” del capitalismo del siglo XX. Más precisamente, sostuve que Trotsky pensaba que, a partir de 1914, el sistema capitalista había entrado en una nueva época, caracterizada por la “decadencia y la descomposición”, ya que las fuerzas productivas habrían dejado de crecer, a nivel mundial. Esta visión no lo llevaba, sin embargo, a una tesis del tipo “crisis sin salida”, ya que admitía que el capitalismo podía experimentar fases de auge, y que también podía haber desarrollo de las fuerzas productivas en ciertas regiones. Pero sostenía que, tendencialmente, “la curva básica” del desarrollo tenía pendiente negativa (o a lo sumo, era horizontal), ya que las durante las recuperaciones, o auges del ciclo, las fuerzas productivas, a nivel general, no superaban los niveles previos a la crisis. Por eso también creía que el desarrollo de una región solo podía obtenerse al costo del estancamiento y retroceso de otra.
Los trotskistas en Argentina -al menos, la inmensa mayoría de ellos- sostienen que esta caracterización de Trotsky de la época iniciada con el estallido de la Primera Guerra mundial sigue siendo correcta, en lo esencial. En varias notas he planteado que no hay evidencia empírica alguna que avale esas afirmaciones, y también he explicado por qué considero que no hay razones teóricas para sostener que, a partir de 1914, las fuerzas productivas ya no podrían desarrollarse. Esto es, la “curva básica” podía ser ascendente. Frente a estos argumentos, en los últimos tiempos algunos trotskistas me respondieron (puede verse en los “Comentarios” a las notas sobre control obrero) diciendo que yo había tergiversado el pensamiento de Trotsky. En esta nota demuestro que Trotsky efectivamente sostuvo lo que he afirmado que sostuvo.