Rolando Astarita [Blog]

Marxismo & Economía

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Devaluación, Gobierno y relaciones sociales

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Un criterio que recorre los análisis que he presentado en anteriores notas es que las políticas de los Estados y gobiernos capitalistas están condicionadas, ineludiblemente, por las relaciones de producción subyacentes, y por la ley del valor trabajo (por ende, por las leyes de la generación, apropiación y acumulación de plusvalía). Esta reflexión viene a propósito de las últimas notas que publiqué sobre el gobierno de Cambiemos y la devaluación.

En ellas planteé, en primer lugar, que hay un hilo de continuidad entre la actual devaluación y el gobierno kirchnerista. No solo porque el kirchnerismo dejó preparado el escenario de la devaluación (véase aquí, por ejemplo), sino también, y más fundamental, porque en los últimos 12 años no se alteró la estructura dependiente y atrasada del país. En segundo término, enfaticé que estamos ante una política que favorece al capital en general. O sea, no se trata solo de las grandes empresas, de la oligarquía criolla o de las multinacionales agroexportadoras y de la energía, como se afirma desde la oposición izquierdista, sino de una política condicionada por los intereses de toda la clase dominante; y exacerbada por la crisis de la balanza de pagos, el estancamiento y la recesión. Las tensiones y peleas por el botín de la plusvalía se desarrollarán al interior de esta unidad.

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Written by rolandoastarita

18/12/2015 at 19:20

La táctica trotskista del entrismo (4)

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Las partes anteriores de esta nota aquí, aquí y aquí

Las estructuras partidarias

Lo que hemos planteado en los apartados anteriores cobra mayor relieve cuando se trata de los partidos o movimientos de masas. La famosa frase de Marx y Engels sobre que “las ideas dominantes de la clase dominante son las ideas dominantes de cada época”,  parece aplicarse doblemente a las organizaciones políticas que defienden programas y políticas burguesas, o burocrático-estatistas. Parafraseando La ideología alemana, podemos decir que los dirigentes de los partidos y movimientos burgueses, pequeño burgueses o burocráticos son los productores, reguladores y distribuidores de las ideas, o ilusiones, que adoptan las bases y simpatizantes de esos partidos y movimientos. En esta cuestión tienen un papel decisivo los “ideólogos conceptivos activos” (el término es de Marx y  Engels) asimilados por las direcciones partidarias, y más en general, los “intelectuales orgánicos” (Gramsci) que ofician de mediadores entre las direcciones y las bases. Precisemos que no se trata solo de los “altos ideólogos”, sino también de cientos o miles de personas que abarcan periodistas, funcionarios del Estado, trabajadores de la cultura, así como los cuadros medios de dirección, los encargados de organización en todos los niveles, y los militantes formados. Todo esto se potencia cuando el partido o movimiento controla las palancas del Estado, o directamente se fusiona con el mismo. En estas circunstancias el rol de estos intelectuales, desde los niveles más altos a los puestos más humildes, adquiere aún mayor relevancia. Comúnmente esta gente apoya un “ajuste a lo FMI” argumentando que “estamos afianzando el poder popular y la transformación revolucionaria”; y puede defender sin remordimientos la represión a un movimiento popular de protesta, o a una huelga, con el argumento de “le hacen el juego a la derecha y a los grupos económicos concentrados” (cualquier similitud con el discurso stalinista tradicional, no es casualidad).

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Written by rolandoastarita

13/12/2014 at 18:44

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Luchar sin ilusiones

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Rolando Astarita [Blog]  Marxismo & Economía El paro general del juevesEn esta nota quiero destacar un aspecto del discurso marxista que muchas veces se pasa por alto, o se desconoce. Se trata de la lucha por acabar con las ilusiones de las masas oprimidas, sea acerca de su situación, o de las soluciones a sus males padecimientos. Marx habla del asunto en sus obras juveniles, en relación a la religión. En el escrito “En torno a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel”, de inicios de 1844, planteaba: “Sobreponerse a la religión como la dicha ilusoria del pueblo es exigir para éste una dicha real. El pugnar por acabar con las ilusiones acerca de una situación, significa pedir que se acabe con la situación que necesita de ilusiones” (1987, p. 491, énfasis añadido). Y un poco más abajo: “Se trata de no dejar a los alemanes ni un instante de tregua para la ilusión y la resignación. Hay que hacer la opresión real aún más opresiva, añadiendo a ella la conciencia de la opresión, haciendo que la infamia se vuelve todavía más infamante, al pregonarla” (p. 494; énfasis añadido). Precisemos que una ilusión consiste en una imagen formada en la mente de una cosa inexistente, que es tomada como real; también se la define como la esperanza o creencia vana con que alguien se siente contento (diccionario María Moliner). Por eso, la idea conecta con la noción de ideología, con el “hacerse ilusiones”, en el sentido del autoengaño, en el que muchas veces incurrimos, en nuestra vida cotidiana, de manera no consciente (o no del todo consciente; Silva, 1992, hace esta discusión).

Pues bien, sostengo que esta crítica de las ilusiones subyace en el corazón de la obra del Marx maduro. Es que la crítica marxiana busca poner de manifiesto las conexiones reales, internas, del modo de producción y de la sociedad capitalista, y por este mismo hecho, no deja espacio para las ilusiones. De aquí resulta también un mensaje que puede considerarse “pesimista”, ya que viene a decir que en tanto subsistan las relaciones de propiedad capitalistas, los problemas de fondo de las masas trabajadoras van a persistir. Esto porque las conquistas de las luchas sindicales y reivindicativas encuentran un techo en las leyes de la acumulación capitalista -cuando crece la combatividad, los capitalistas reemplazan mano de obra por maquinaria, se niegan a invertir, etcétera- y en las estructuras del Estado, que defienden la propiedad privada del capital. Por eso, el mensaje de Marx a los trabajadores es que hay que luchar por mejoras, pero sin albergar ilusiones: en tanto subsistan la propiedad privada del capital, y el Estado capitalista, estarán condenados a reiniciar la pelea, una y otra vez. En el mismo sentido, Rosa Luxemburgo comparaba la lucha sindical con el trabajo de Sísifo, con un “tejer y destejer” permanente (1974, p. 72). Comentando este enfoque, Tony Smith explica que una política revolucionaria contra el capitalismo implica afirmar que las estructuras fundamentales a ser cambiadas son explotadoras y no pueden convertirse en no explotadoras con manejos de ningún tipo (1990, p. 38). Son relaciones sociales objetivas -subrayo, relaciones de explotación- que solo se pueden modificar por acción radicalmente revolucionaria.

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Written by rolandoastarita

10/06/2013 at 11:07