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¿Hacia una depresión global?
En el día de ayer, lunes 9 de marzo, los mercados accionarios experimentaron la peor caída desde 2008. Ocurrió después de una fuerte caída del precio del petróleo, y nuevas noticias sobre la expansión del coronavirus, que aumentaron significativamente la preocupación por la posibilidad de una recesión mundial. El Dow Jones bajó casi un 8%. Las pérdidas en Francia, Alemania y España también rondaron el 8%; la bolsa de Milán se derrumbó 11%. La de México cayó 6,4%. La de San Pablo, Brasil,12,7% (en el año la pérdida es del 35%). El Merval, de Buenos Aires perdió 13,7%. En las últimas semanas, y hasta el cierre de ayer, Wall Street perdió 19%. Las bolsas europeas cayeron, en promedio, 23% desde su máximo de febrero. El precio del petróleo cayó, en EEUU y Europa, 25%; en Asia el 30%. Las cotizaciones de las empresas petroleras tuvieron pérdidas de dos dígitos: BP cayó 20%, Shell 18%, Total 17%, Chevron 14%, Petrobrás 29% (perdió 55% de su valor en el año); el ADR de YPF cayó 28% (en lo que va del año, y hasta ayer, bajó 59%). Los países latinoamericanos vieron devaluadas sus monedas.
Pero más grave, cuarentenas masivas, como en Italia (60 millones de personas) o China (100 millones), constituyen escenarios nuevos y de curso impredecible. A lo que agregó ahora la guerra de precios entre Rusia y Arabia Saudita. Como reconoció un ejecutivo del fondo BlackRock, entrevistado por The New York Times, hoy la incertidumbre es mayor que en el pico de la crisis financiera de 2008. Naturalmente, los inversores buscan refugio en títulos gubernamentales. Ayer llevaron el rendimiento de los bonos del Tesoro de 10 años a un record mínimo, 0,4949% (cuando suben los precios de los títulos, por aumento de la demanda, baja su rendimiento). El oro, otro refugio, subió 1,6%. Lee el resto de esta entrada »
Elecciones, crisis del euro, crisis política
Después de las recientes votaciones de Francia y Grecia, el panorama para continuar con el ajuste defendido por Merkel es, por decirlo de forma suave, muy sombrío. En Grecia los partidos más votados no pueden formar gobierno, la economía continúa desplomándose y ya son muchos los que asumen que el país dejará el euro. En Francia, Hollande promete poner un plan de crecimiento y reabrir la discusión acerca del pacto fiscal. Merkel y el establishment alemán se oponen a rediscutirlo y a nuevos programas financiados con deuda. Así, mientras Hollande afirma que va a impulsar menos austeridad y más crecimiento, los alemanes insisten en que deben crearse las condiciones para que las empresas inviertan. En muchos países, además, crecen los partidos más radicalizados a izquierda y derecha, y varios ganan apoyo con la propuesta de volver a las monedas nacionales. Es España, el flamante gobierno de la derecha ya empieza a perder apoyo, y enfrenta protestas y huelgas obreras. Es evidente que la crisis económica y política está agravándose hora a hora. El objetivo de esta nota es presentar algunas reflexiones sobre la crisis del euro, y las diferencias en torno a la política económica, que dividen a buena parte de la clase dominante (ver también aquí y aquí).
Dos respuestas frente a la crisis
La actual crisis política europea está determinada, en lo fundamental, por la división que existe en la propia clase capitalista acerca de las políticas para enfrentar a la crisis. Recordemos que, en esencia, toda crisis es una desvalorización masiva de los capitales; una “revolución de los valores” (para usar la expresión de Marx). Por esta vía, las crisis “limpian” el camino para el restablecimiento de la tasa de rentabilidad de los capitales, y con ella, de la acumulación. Por eso, por lo general, la caída de los valores -de las acreencias financieras, y del capital físico- va acompañada de la caída de los salarios reales; del incremento de los ritmos de producción y el “ajuste” de la disciplina laboral; de la disminución de los beneficios sociales (salud, educación, pensiones); y del aumento de los ejércitos de reserva. Sin embargo, y a pesar de su generalidad, estas “revoluciones del valor” no tienen siempre la misma dinámica ni forma de desarrollarse. En este respecto -siguiendo una idea que subrayaron los regulacionistas- puede decirse que se han producido por dos vías fundamentales, la inflación o la deflación; y cuál de estas vías se tome puede ser motivo de tensiones y enfrentamientos importantes entre las clases o fracciones de clases. A grandes rasgos diremos que en la actual coyuntura, el ala deflacionista es encabezada por Alemania, en tanto sus opositores abarcan un amplio abanico, desde las fracciones que plantean volver a las monedas nacionales, hasta los que ponen en el centro la austeridad, pero admiten la necesidad de una mayor dosis de inflación y un ritmo más pausado en la reducción del gasto público. En el medio, encontramos un sinfín de matices. Esta diversidad es una expresión de la profundidad de las contradicciones que subyacen a la crisis del euro, así como de la desorientación que reina en la clase dominante, y del descontento de las masas trabajadoras y los pueblos frente a un sistema que solo les promete más sacrificios y más sufrimientos.