Mi experiencia en 1975-6 con el Programa de Transición

En notas anteriores, y en polémica con Maiello y el PTS, sostuve que no existen ejemplos de aplicación exitosa de la táctica transicional recomendada por Trotsky en 1938 (véase aquí, aquí, aquí, entre otras). Esto es, que la agitación de una o dos consignas transicionales arrancara movilizaciones obreras con consignas cada vez más radicales, hasta la toma del poder. Sostuve que una razón probable de que las cosas no funcionan como piensan los trotskistas es que las masas intuyen que esas consignas son inaplicables en los marcos del capitalismo. A lo que hay que agregar la capacidad de maniobra de la clase dominante, y la ideología de la propia clase obrera. Maiello y el PTS, sin embargo, dicen que el método transicional sí funciona, como lo probaría el aumento de votos conseguido por el FIT-U en las PASO (véase aquí). O sea, “si aumentan los votos, la política es correcta”. No ha lugar a las objeciones de un intelectual desligado de la lucha de clases. “Nosotros, los que estamos en el barro de la pelea cotidiana, sabemos cómo ganar votos, lo que prueba la justeza de nuestra estrategia revolucionaria”. Un argumento que habla más del PTS que de estrategia socialista o marxismo.
En cualquier caso, y a fin de proporcionar elementos para el análisis, en esta nota presento mi propia experiencia como militante trotskista entre 1974 y 1976. Un período en el cual las organizaciones trotskistas caracterizaban la situación en Argentina como pre-revolucionaria o revolucionaria. Por ese entonces la gran mayoría de la clase obrera se identificaba con el peronismo (Perón murió el 1° de julio de ese año); el país avanzaba hacia una crisis económica profundísima; en sindicatos y empresas crecían las corrientes de izquierda y anti-burocráticas; sectores de la pequeña burguesía e intelectuales se radicalizaban; las organizaciones de izquierda, incluidas las organizaciones armadas, eran relativamente fuertes. Pero también crecían la represión y la actividad de la Triple A. Esta era una organización de ultraderecha, paraestatal. Recibía la colaboración de sectores de la burocracia sindical, estaba protegida por la policía y respondía al ministro de Bienestar Social, López Rega.
Enfrentar la Triple A
Por lo tanto era crucial discutir cómo defendernos o enfrentar a la Triple A. En el Programa de Transición se afirma: “Las bandas fascistas sólo pueden ser contrarrestadas victoriosamente por los destacamentos de obreros armados que sienten tras de sí el apoyo de millones de trabajadores. La lucha contra el fascismo no se inicia en la redacción de una hoja liberal, sino en la fábrica y termina en la calle”.
Parece una solución lógica, formar destacamentos obreros, que deberían ser apoyados por la clase obrera. Claro que, siendo la Triple A una organización con respaldo del Estado, para efectivizar la consigna del PT había que preguntarse de dónde sacar las armas y cómo formar los “destacamentos” con capacidad de enfrentar a semejante enemigo. Lo cual ya era un inconveniente, al que se agregaba otro, tal vez más primario: no había la menor posibilidad de plasmar esa consigna. Yo trabajaba en una empresa automotriz del Gran Buenos Aires, y junto con otros activistas de izquierda, estábamos amenazados por los fachos y burócratas. ¿Qué hacer? Los trabajadores rechazaban a los matones y a la Triple A, pero también había mucho miedo. Y ese clima no se podía superar con consignas-solución. La recomendación más frecuente que recibía de los compañeros era “no te expongas”. Más aún, en 1975 convocamos a una reunión de activistas para discutir, entre otras cosas, cómo defendernos. Fue un fracaso, concurrieron menos de 10 trabajadores. A su vez, los compañeros vinculados a Montoneros o el ERP ofrecían la protección de sus organizaciones; protección que muchas veces se expresaba bajo la forma de advertencias a los burócratas: “si atacan a uno de los nuestros, les bajamos varios de ustedes”. Pero con eso no se paraba el ataque. En última instancia, hubo quienes dejaron la fábrica (en algún caso, para operar militarmente).
Por supuesto, hoy es muy fácil escribir “debieron haber formado grupos armados de autodefensa”. Pero los que escriben eso no tienen ni idea de lo que ocurría en las bases. No había manera, en 1974 o 1975, de que cuajara, entre los trabajadores “comunes” la consigna de los “destacamentos obreros armados”. La situación podía ser muy revolucionaria, pero en la realidad no daba para esa consigna. Seguramente esto no lo podrán entender los socialistas que miden el éxito por los votos que obtienen, pero confío en que cualquier militante con los pies en el barro de la lucha de clases pueda entenderme. El armamento de la clase obrera no surge de buenas a primeras por agitación. Con el agravante de que en aquellos años ni siquiera había espacio político para esa agitación.
Perón y el pacto social
El gobierno de Perón promovió un pacto social entre los sindicatos y los empresarios, con el argumento de estabilizar la economía y bajar la inflación. Aunque no frenó la suba de precios. Como reconoció Perón, los precios subían por el ascensor y los salarios por la escalera. Sin embargo, lo que quiero subrayar ahora es que la idea de la “distribución justa” era aceptada por la mayoría de los trabajadores. “La distribución del ingreso nacional en términos de absoluta equidad: 50% para el capital y 50% para el trabajo, en lugar de 67 y 33 como se dio desde 1956” (Perón, 25/10/73). Los trabajadores pensaban que esto era realmente “salario justo” y “equitativo”. En ese marco, podían admitirse ajustes de salarios cuando se retrasaban con respecto a los precios. Pero en lo fundamental se aceptaba el criterio de Perón.
Por eso he afirmado muchas veces que el peso de lo ideológico no puede ser despreciado. Las consignas no caen en mentes “tabula rasa”. Son procesadas según patrones ideológicos y políticos. Al respecto tengo presente una ocasión en que Perón habló por cadena. Trabajaba por esos días en la línea de montaje, y la costumbre era que cuando las radios ya estaban montadas en los autos, se escuchara música. Pero esta vez hablaba Perón. Se pararon las conversaciones, solo se oía el ruido de las máquinas que seguían operando. Perón defendió el pacto social y atacó a la izquierda que lo criticaba. Terminó de hablar, y la aceptación era general. ¿De qué servía frente a esa aceptación la agitación de consignas de transición como “abajo el secreto comercial” o “control obrero”? Respuesta: de nada. El peso de lo ideológico, sumado al conformismo –en 1974 los salarios todavía no habían caído- o la esperanza en que “todo va a andar bien con el General en el gobierno”, pueden explicarlo. Más en general, la actividad de las clases sociales no está determinada mecánicamente por “las fuerzas productivas y las relaciones de producción”. El asunto es bastante más complejo, como lo muestra la misma teoría de Marx.
Los ataques institucionales “fachos”
El gobierno de Perón, y luego el de Isabel, atacaron las gobernaciones que consideraban izquierdistas. Desde el acceso de Lastiri fueron destituidos los gobernadores de Córdoba (golpe facho con el apoyo de Perón), Salta, Mendoza y Santa Cruz. El gobernador de Buenos Aires fue obligado a renunciar, y fue reemplazado por el vicegobernador, de origen sindical. En agosto de 1974 comenzó la “misión Ivanessevich”, política de ultraderecha aplicada en escuelas y universidades. El nacionalismo fascista (la revista El Caudillo) estaba en ascenso, con el apoyo del Estado. Se intensificó la persecución a la izquierda, pero las masas obreras no reaccionaron. Y no había consigna transicional que arrancara movilización alguna para parar este proceso. Más aún, cuando Perón rompe, en Plaza de Mayo, con Montoneros (poco antes de su muerte) las bases obreras se quedaron del lado de Perón. Una vez más, esto no se arreglaba con repetir algunas consignas “de transición al socialismo”.
La burocracia sindical
Como ya apuntamos, en el período 1973-1976 hubo un fortalecimiento de corrientes anti-burocráticas; en muchas empresas se desplazaron a delegados y comisiones internas de la burocracia. Sin embargo, este proceso estuvo lejos de ser lineal. En muchas empresas y gremios la burocracia sindical era más o menos tolerada porque “algo consiguen”. Y cuando la burocracia intensificó la represión contra activistas y críticos, gran parte de las bases la repudiaron, pero las movilizaciones fueron débiles en relación a la magnitud del ataque. En las bases muchas veces había temor, bronca, pero también una dosis de resignación. Las consignas que se imponían eran democráticas y mínimas. Consignas transicionales eran de escasa resonancia. Y, por otra parte, la resistencia se fue debilitando progresivamente. Los ataques del Estado, y la Triple A, a los focos de resistencia obrera –por ejemplo, en Villa Constitución- también repercutieron en el ánimo general. Y las consignas y explicaciones seguían siendo defensivas.
Rodrigazo y la hiperinflación de 1975-6
1975 fue el año del estallido de la crisis, y del Rodrigazo. Este fue un paquete de ajuste brutal del gobierno de Isabel, y su ministro de Economía, Rodrigo. En respuesta, hubo paros más o menos espontáneos (a veces los promovimos los activistas) y una movilización masiva a Plaza de Mayo. López Rega y Rodrigo tuvieron que renunciar. Pero la Triple A continuó, y la crisis se profundizó. Por otra parte, la influencia de la izquierda en las empresas alcanzó su punto más elevado. Surgieron las Coordinadoras de lucha, formadas por delegados surgidos desde las bases. Pero las Coordinadoras no pudieron torcer el rumbo. La movilización a Plaza de Mayo que selló la caída del odiado López Rega fue convocada por la CGT. Y a partir de aquí, la movilización descendió.
La inflación fue del 104% en 1975, y en los primeros meses de 1976 siguió muy elevada. Los salarios reales se derrumbaron. Hacia febrero y comienzos de marzo estallaron movilizaciones contra el plan Mondelli (el ministro de Economía), pero esta vez no hubo apoyo de la dirección cegetista. Entre otras cosas, y en un manotazo de ahogado, la burocracia y el gobierno propusieron “control de precios” (en realidad precios máximos). Recuerdo que los delegados de la burocracia me ofrecieron, públicamente, colaborar con la medida que instrumentaría la CGT. La reacción de la gente fue de repudio, muchos creían que me convocaban a controlar para asesinarme (yo no lo veía así). En cualquier caso, nadie pensaba que ese control solucionara algo. Continuamos con el paro, en una suerte de ocupación –estábamos dentro de la planta sin trabajar- como ocurrió en algunas otras empresas. Había mucha discusión y bronca, que se expresaba en el rechazo abierto a los burócratas. En una asamblea propuse entonces la “escala móvil de salarios” (la desocupación no era un problema grave). ¿La reacción? Sencilla: “de qué sirve eso si los precios suben constantemente y la economía es un descalabro total”. Me lo decían los trabajadores de base. Tenían razón –y con los años reflexioné mucho sobre el asunto. Al control de precios se lo veía como una medida inútil, y que no había manera de aplicarla. Pensar que de eso se salía con alguna consigna-solución es una ingenuidad propia de alguien que nunca se enfrentó en serio a la lucha de clases. Así llegamos al golpe militar.
El golpe militar
Para mi sorpresa, el golpe en principio fue bien recibido por las bases. Por un lado, se pensaba que no podía haber algo peor que el gobierno de Isabel. Por otra parte, muchos esperaban que las Fuerzas Armadas pararan los asesinatos de la Triple A. Con el paso de los días quedó mucho más clara la naturaleza del golpe: el plan económico de Martínez de Hoz (otro “Rodrigazo”) y la desaparición de militantes, no por la Triple A, sino por las Fuerzas Armadas. ¿Consignas de transición al socialismo para arrancar movilizaciones contra la dictadura? Maiello y el PTS dicen que esas consignas sirven para las políticas defensivas. Me pregunto en qué mundo viven. En marzo de 1976 se volvía a luchar (y a veces, ni lucha) por lo mínimo, los activistas y militantes conocidos que no habían sido desaparecidos se guardaban, y el miedo a recibir incluso un volante o un periódico de izquierda era muy grande. Ante esa coyuntura, ¿consignas de transición al socialismo para arrancar movilizaciones? De nuevo, ¿en qué mundo viven?
Ni siquiera en la vanguardia
Lenin ha dicho, y pienso que con razón, que cuando un partido marxista es muy pequeño su primera tarea es ganar a la vanguardia –los elementos más politizados y activos- de la clase obrera. Es lícito entonces preguntarse qué rol cumplieron, en aquellos años de “situación revolucionaria”, las consignas transicionales para ganar a la vanguardia a posiciones trotskistas. Mi respuesta: ninguna función. Por empezar, porque buena parte de los obreros de vanguardia adherían a Montoneros y JTP; al Peronismo de Base; al PRT (y el FAS); a la Organización Comunista Poder Obrero; al PC (“soviético”), a VC y PCR (maoístas); y a los partidos trotskistas (Política Obrera y Partido Socialista de los Trabajadores). Prácticamente a ningún compañero de esa vanguardia un trotskista lo podía ganar diciéndole que la solución a los problemas que enfrentábamos pasaba por agitar la escala móvil de salarios, el control obrero de los precios o los piquetes de obreros armados. Las discusiones, entre otras cuestiones, pasaban por el rol de la lucha armada; por la actitud ante el Gobierno Peronista; ante la liberación nacional, y similares. Con un agregado: al menos desde mi posición de militante de base (comencé la etapa militando en el PO y luego pasé al PST) no advierto que las organizaciones trotskistas hayan ganado a una parte significativa de esa vanguardia. Maiello y el PTS tal vez estén muy contentos con el hecho de que la agitación por la escala móvil de horas de trabajo y salarios haya aportado votos en la última elección, pero en la dura realidad de la lucha de clases de 1973 a 1976, sirvió de poco, o nada, para llevar a los activistas a las posiciones del trotskismo.
Aprender de la experiencia
El PTS, y otros grupos trotskistas, me descalifican porque no milito en un partido. “Intelectual alejado de la lucha de clases”; “le falta participar en luchas”; “es un fundido”. Bien, además de los insultos, ¿qué argumento? ¿O lo que he relatado en esta nota es “invento de un quebrado que no quiere hacer nada”? En fin, pido a los militantes que intenten aprender de las experiencias anteriores.
Para bajar el documento: https://docs.google.com/document/d/1dOfWpyA177_sCfUERgZqF1ozA7yfdTRT-x2ZftLC0MQ/edit?usp=sharing
muy bueno su articulo, Rolando, me parece fundamental la reflexión profunda sobre los temas históricos, esto me llevo a consultar el topoblindado.com, un archivo con miles de documentos de la época q pone en cuestión con información muy frondosa los hechos que Ud. comenta.
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rperezorue
22/09/2021 at 16:17
Hola Rolando.
Hace mucho tiempo que sigo tu blog con atención, por demás valioso e interesante. A la vez, pese a que no soy un militante pleno, hace muchos años que adhiero y colaboro con el Partido Obrero. Para hacerte un par de consultas.
Según tus palabras, queda claro qué consignas no tiene sentido levantar en el marco del capitalismo. Por oposición, en tu opinión ¿qué consignas sí deberían levantar los partidos de la izquierda radical, en esta coyuntura de ajuste eterno, de gobiernos burgueses que, sean liberales o nac & poc, no hacen otra cosa que descargar las crisis sobre los trabajadores?
Y yendo un poco más lejos, después de toda la historia que conocemos: del fracaso del socialismo en Rusia y en Europa del Este, de la conversión al capitalismo y del autoritarismo en China, de la inviable situación de Cuba, de la dolorosa derrota que sufrió/sufrimos la militancia durante la dictadura, entre otros tópicos, ¿qué construcción/estrategia a mediano y largo plazo deberían encarar hoy dichos partidos?
Gracias por tu tiempo.
José Caminos.
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José Caminos
22/09/2021 at 18:11
Por mucho que googleo no me aparecen FRA ni VC.
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José Mercado
22/09/2021 at 21:45
Perdón, es mi error. Debí escribir FAS, no FRA. FAS fue Frente Antiimperialista y por el Socialismo, promovido por el PRT. Es increíble como se escapan errores, lo leo 10 veces y no los veo.
VC es Vanguardia Comunista.
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rolandoastarita
22/09/2021 at 21:59
En estos tiempos, muy valiente su reflexión. Yo era muy chico pero creo recordar que x febrero de 1976 la Uia convocó un lock out contra Isabel. La Cgt llamó a conjurarlo y fracasó rotundamente. Y es muy cierto q no sólo el grueso de la peq burguesía sino también el grueso de los trabajadores, fantaseaba con q los militares frenarian la violencia de la triple A y de la burocracia sindical (violencia ésta última de la q se habla poco).
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santiago
23/09/2021 at 12:08
Buenos días Rolando, en el apartado «Perón y el pacto social» en la cita a Perón escribió «…50% para el capital y 50% para el capital…».
Aprovecho para expresarle mi reconocimiento por su honestidad intelectual y mi gratitud por sus invalorables aportes que favorecen una reflexión crítica sobre la realidad y los diferentes temas que comparte a través del blog.
Como siempre, un cordial y sincero saludo,
Cristian Fontana ________________________________
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cristian fontana
27/09/2021 at 08:01
Gracias por avisarme, ya lo corrijo. Y gracias por el aliento.
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rolandoastarita
27/09/2021 at 08:21