Austriacos y el irresoluble problema de la imputación
En la nota anterior mostramos que los economistas austriacos no pueden derivar los precios de las ordenaciones de las utilidades marginales por parte de los individuos (véase aquí). Pero esos rankings,u ordenaciones, de las utilidades marginales, se refieren exclusivamente a los bienes de consumo, o bienes “de orden inferior”. ¿Cómo se determinan entonces los precios de los medios de producción, (o “bienes de orden superior”), y de los llamados servicios productivos, tales como la renta de la tierra y el salario? La respuesta de los economistas austriacos no deja lugar a dudas: derivan del valor de los bienes de consumo, o inferiores.
En este punto, tengamos presente que los austriacos se oponen al enfoque marshalliano (que es con el que se inician, por lo general, los cursos de Microeconomía). En Marshall, la curva de oferta, en el largo plazo, es horizontal, de manera que, también en el largo plazo, el costo de producción determina los precios. La curva de oferta de Marshall está concebida en términos subjetivos –la ganancia remunera la espera del capitalista, el salario la desutilidad del trabajo-, pero la determinación va, insistimos, en el largo plazo, del costo de producción al precio del producto final.
Por el contrario, según el enfoque austriaco, la relación causal es inversa, ya que son los precios de los bienes de consumo los que determinan los precios de los medios de producción, o bienes de orden superior. Escribe Menger: “El valor que tienen para nosotros los bienes de orden inferior no puede estar condicionado por el valor de los bienes de órdenes superiores utilizados para la producción de los primeros. Es claro, al contrario, que el valor de los bienes de órdenes superiores está condicionado siempre y sin excepciones por el valor previo de aquellos bienes de órdenes inferiores a cuya producción sirven (pp. 134-135)». En el mismo sentido, dice Mises: “El acto valorativo original y fundamental atañe exclusivamente a los bienes de consumo; todas las demás cosas son valoradas según contribuyan a la producción de estos” (1986, p. 156). Así, si un trabajador recibe $20 por hora de trabajo, ello no se debería a que ese es el valor de la canasta de bienes necesaria para mantenerlo, sino a que es el valor que se ha imputado al trabajo del obrero como parte del valor del producto final.
Se plantea entonces de qué manera se atribuyen las participaciones en ese precio final a los diferentes insumos que participan en la producción. Como afirma Wieser, “debemos ser capaces de medir los servicios de cada pieza de tierra, de cada cantidad individual de capital, de cada trabajador individual” (1893, p. 72). Aquí precisemos que no se trata de determinar la participación física de los insumos y “factores”, un propósito que los austriacos consideran imposible (y efectivamente, es imposible), sino su participación “en valor”. De lo que se trata entonces es de ver cómo se pueden “imputar” valores a los medios de producción, o a los “servicios” del trabajo y la tierra, a partir de los valores de los medios de consumo.
No hay solución
En principio se puede decir que la tesis de la imputación exige supuestos verdaderamente “heroicos”. Por ejemplo, ¿cómo se deriva el valor de la maquinaria que se usó para producir alúmina, de la cual se obtuvo el aluminio, que se emplea hoy para construir la ventana de una casa, a partir del valor de uso de esta ventana? Ya con formular el problema se puede advertir la magnitud de la “construcción imaginaria” involucrada.
Sin embargo, el problema más grave se presenta cuando se considera la complementariedad de elementos en la producción. Por ejemplo, para producir el bien final F se necesita la combinación de los “bienes complementarios” X e Y. La pregunta es ¿cuánto del valor de F (determinado por su utilidad marginal) corresponde a X e Y? Menger trató de responder utilizando el mismo razonamiento que el aplicado a determinar el valor de los bienes de consumo: si tenemos un stock de bienes de consumo, para averiguar qué valor tiene uno de sus componentes para su consumidor, se supone que ese elemento se ha perdido. Este procedimiento lo aplica a la valoración de los “bienes complementarios”. Así, si para producir F se necesita la combinación de X e Y, Menger analiza la consecuencia de perder X o Y, o alguna porción de X e Y, de manera que la caída en el ingreso total por la venta de F nos dé el rendimiento de X o Y; o de una porción de X o Y (véase 1985, pp. 146-7). Pero, como objeta Wieser, este procedimiento falla si al quitar uno de los “bienes complementarios” utilizados en la producción, también se priva a los otros de una porción de su efecto. En ese caso, si suponemos que se disuelve la combinación y preguntamos cuál es el residuo que queda, no podemos descubrir el valor de uno de los bienes complementarios (véase Wieser, 1893, p. 84).
Por lo cual Wieser intentó otra solución: supuso un sistema con tres “factores de producción”, X, Y, Z, que producen tres bienes finales. En su ejemplo numérico: X + Y = 100; 2X + 3Z = 290; 4Y + 5Z = 590. Resolviendo el sistema de ecuaciones resulta X = 40; Y = 60; Z = 70 (ibid., p. 88). Pero el propio Wieser reconoce que si son muchos los “bienes de producción” –muchas variedades de trabajo y de tierra, y de “bienes de capital”-, “ya no hay el número de ecuaciones necesarias para una solución” (ibid., p. 94). Pensemos, por ejemplo, en los miles de componentes, que son específicos y entran en la producción de un avión comercial; y los miles de insumos distintos que participan en la producción de esos miles de componentes; a lo que hay que sumar los diferentes tipos de trabajo. ¿Cómo es posible imputar a cada una de estas partes un valor derivado del valor final del avión?
Tampoco Rothbard (2009) resuelve el problema. Por empezar, cuando los factores de producción son específicos, reconoce que no hay principio o ley que permita establecer los precios de esos “servicios” (los bienes de capital siempre se reducen a los “factores originales”, tierra y trabajo). En ese caso, decide el regateo, o poder de negociación (véase cap. 5). Esto es, caemos de nuevo en la indeterminación (véase nota anterior, citada). A su vez, si los factores no son específicos, y si las proporciones son fijas, Rothbard admite que tampoco se pueden determinar los precios; estos dependen, de nuevo, de la negociación o regateo. Y si las proporciones no son fijas, procede de manera similar a Menger. En su ejemplo numérico, asume que para producir oro por valor de $100 se combinan 4X + 10Y + 2Z. Luego supone que la combinación de 4X + 10Y + 2Z produce oro por un valor $80. La pérdida de una unidad X, permaneciendo los otros factores constantes, resulta en una pérdida del ingreso bruto de $20 en oro. Este es entonces el valor marginal del producto de la unidad X con este uso (ibid., p. 459). Pero este razonamiento desconoce la objeción de Wieser, a saber, que exige suponer que el retiro de una unidad de X no afecta el rendimiento de Y o Z; lo cual, en la práctica, parecería muy poco frecuente.
En definitiva, han pasado casi 150 años desde que Menger publicara sus Principios de Economía Política, y el tema de la imputación sigue sin resolverse. No es una cuestión menor para una teoría que presume de haber producido una explicación “general” de qué es lo que determina los precios. Como vimos, imposibilitados de explicar la determinación de los precios, los austriacos remiten, una y otra vez, la dificultad al limbo del “regateo”, de la “personalidad para negociar” y superficialidades semejantes. Y aunque sea difícil concebir un fracaso más estrepitoso de una doctrina económica, en una próxima nota veremos que los problemas incluso se profundizan cuando los austriacos abordan los fundamentos del valor del dinero, verdadera prueba de fuego para cualquier teoría del valor.
Textos citados:
Menger, C. (1985): Principios de Economía Política, Buenos Aires, Hyspamérica.
Mises, L. von, (1986): La acción humana. Tratado de Economía, Madrid, Unión Editorial.
Rothbard, M. N. (2009): Man, Economy and State. A Treatise on Economic Principles, Ludwig von Mises Institute.
Wieser, F. von (1893): Natural Value, Londres, Macmillan.
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Austriacos y el irresoluble problema de la imputación
Excelente nota Profesor.
Le quiero preguntar sobre una duda enorme que tengo. Hace un tiempo leí la plataforma política de un nuevo partido nacionalista en Argentina, el Proyecto Segunda República, y uno de sus «5 pilares» era la «Moneda Soberana». Ahondé mas en la cuestión y parece tener su base teórica en la libremoneda de Gesell. ¿Usted ya realizó una nota criticando a Gesell? y si no ¿Que critica le hace a sus ideas?
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Angel
24/06/2018 at 07:52
Traté algo sobre la reforma de Gesell aquí. En la edición ampliada de mi libro «Keynes, poskeynesianos y keynesianos neoclásicos», que espero se publique este año, también incluí un apartado sobre las propuestas de Gesell.
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rolandoastarita
24/06/2018 at 10:22
Excelente nota. Profesor, una consulta un poco doblada de tema.
Hay algun planteo o cuestion rescatable de los austriacos, algo que no caiga en estos subjetivismos semi oscurantistas? Me asombra ver la cantidad de agujeros tapados con ideas tales como el «egoismo natural» o curiosamente, muchos de sus propagandistas hablan de la presunta «psicologia del individuo» como eje para entender el mercado. En estados unidos en particular poseen propagandistas que fundamentan sobre esta idea como base, tanto para la teoria economica como para una suerte de «modo de vida» americano. Es curioso que sus seguidores no sepan explicar si se trata de una teoria cientifica o de una filosofia.
Sin embargo, creo que quizas el problema de lo psicologico pueda ser analizado desde el materialismo historico de manera cientifica y superadora. Explicar, despues de todo, la naturaleza psicologica, es tambien explicar el contexto en el que esta se concreta, el marco donde la conciencia vive e interpreta las cosas.
Saludos!
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SDPA
24/06/2018 at 17:33
La lectura de los economistas austriacos prácticamente no me deja nada. Pienso que es una versión apenas modernizada de lo que Marx calificaba como economía vulgar. Es distinto de lo que ocurre con otras corrientes económicas burguesas, por ejemplo con Sraffa o Garegnani, o con los poskeynesianos que tratan sobre la creación endógena de dinero. Tengo muchas diferencias conellos, pero saco provecho de la lectura de sus textos. Con los austriacos, literalmente, «quedamos en blanco».
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rolandoastarita
25/06/2018 at 15:49
Astarita
Me llama la atención que vea algo «utilizable» «razonable» (disculpad que ahora no encuentro la palabra) en algunas teorías burguesas Sraffa o Garegnani, Samuelson, etc., y que, sin embargo, con la escuela austriaca usted mismo manifieste que «literalmente, ‘quedamos en blanco'», no obstante, por qué le dedica tanta atención (mi pregunta es desde el total respeto, visto que usted he notado que cualquier intervención mía lo ve una provocación) en su Blog son varias las entradas a una cosa que «prácticamente no le deja nada», o acaso es porque eso de conocer el enemigo a plenitud por muy «primitivas» que sean sus teorías es bueno.
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Nardito
26/06/2018 at 08:11
Evidentemente lo suyo es la provocacion, Nardito.
¿Cuál es el objeto de su pregunta? ¿Cree haber encontrado alguna contradiccion en el discurso o la praxis de Astarita? ¿A donde va Nardito?
¿Por qué le parece incoherente que se dedique tiempo a estudiar el fenómeno de tanto estudiante de economía que sigue el dictado de unos dogmas que necesitan de la metafísica para explicar el valor? Y sí, no dejan nada. Pero no está mal que los estudiemos ¿verdad? ¿Nos lo permite Ud?
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Tavo
26/06/2018 at 12:46
Aunque no aporte nada, objetivamente, esta avanzando (igual que avanzan los gobiernos nacionalistas de corte aislacionista y avanza tambien el estancamiento en la economia mundial) junto con un conjunto de ideologias, cuanto menos, malas para el desarrollo de la conciencia de clase.
De ahi que los cuadros mas atentos hayan tomado la tarea, al menos a mi vista, de intentar refutar los argumentos desde la critica marxista, inmanente y material.
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SDPA
26/06/2018 at 14:11
Prof. Astarita, disculpe que me vaya de tema, pero había leido en otro post (que ahora no puedo encontrar, razón por la cual pongo esto acá) que va a hacerse una reedición ampliada de su libro sobre Keynes, postkeynesianos y marxistas. De ser así, ¿cuando va a salir? Estaba interesado en adquirir el libro, pero si van a reeditarlo con más contenido, estaría dispuesto a esperar hasta entonces. Gracias.
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nn
27/06/2018 at 12:05
No depende de mí, pero la editorial de la UNQ me dijo que saldrá este año. Lo he ampliado en unas 50 o 60 páginas.
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rolandoastarita
27/06/2018 at 12:11
Rolando,
Leo frecuentemente tu blog y valoro mucho tus escritos, fundamentalmente porque hacés accesible ciertas cuestiones que uno toca de oído o simplemente ignora, a pesar de estar metido en estas cuestiones (en mi caso, soy economista egresado de la UBA). Por otro lado, considero al blog un instrumento genuino sin intento alguno de ingresar en una postura dogmática. En mi opinión, eso es más valorable que el resultado a donde tus investigaciones te llevan.
Dicho esto, me gustaría saber si escribiste alguna nota relacionada con los problemas epistemológicos en Economía. Este interés me surge a partir de un argumento que se repite a lo largo de notas sobre austríacos y neocláscos, que es el de irrealismo de los supuestos que se utilizan a la hora de edificar teorías económicas. Me da la impresión que es algo que se da por sentado como argumento infalible cuando en realidad es bastante más profundo de lo que parece. Puntualmente, me refiero a la necesidad de discutir si los supuestos son partes de un andamio, necesarios de verificar empíricamente o bien son herramientas útiles para interpretar la realidad, no sujetos a verificación empírica, debido a que entran en un orden distinto de análisis en términos gnoseológicos. La primer «postura» creo que iría en línea con la crítica de Joan Robinson, y la segunda sería la posición de Friedman (1953), que a la distancia tiene relación con Popper (1934) y el desarrollo del empirismo lógico.
Pongo un ejemplo para que se entienda: En biología, se llega a la conclusión que la presencia de tiburones en cierto lugar del océano automáticamente determina una distancia «X» entre estos y los peces que estaban cerca de esa zona. Para demostrar esta tesis, se supone que los peces perciben en cierto sentido la presencia de los tiburones, aunque esto no sólo que no se observa en la práctica, sino que es inverificable. La validez de la tesis por lo tanto no viene por el lado del análisis de la relación con la realidad del supuesto en la relación perceptiva tiburón-pez sino en el éxito predictivo de el comportamiento que se desprende del análisis. En definitiva, la cuestión sustancial es ver de que manera se comportan los peces y no si, efectivamente, estos tienen la capacidad de «sentir» la presencia del tiburón. Espero haber transmitido bien la idea!
Saludos,
Gonzalo
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Gonzalo
05/02/2019 at 16:06
Rolo, en la imputación no hay un vicio de circularidad? Que sucede con un bien que es bien de consumo, y también medio de producción?
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Gus
27/02/2021 at 00:59
Más que circularidad, pienso que se termina postulando la existencia de dos precios. Si X es un bien de consumo, según los austriacos, tendrá un precio determinado por las preferencias de los consumidores. Si a su vez X es también insumo de la producción de Y (bien de consumo final), su precio como insumo deberá derivar (por imputación) del precio de Y, de nuevo determinado por las preferencias de los consumidores. Pero no hay ninguna razón para que los dos precios de X así derivados coincidan.
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rolandoastarita
28/02/2021 at 11:19
Yo había pensado una circularidad al modificar el supuesto. Supuse que el bien A es insumo de B. Que B es insumo de C. Y C de A. O sea, todos eran medios de producción y no de consumo. Pero imagino que si un bien es de consumo final, su precio lo determina la utilidad marginal del consumidor. Luego, en caso de que ese bien sea insumo en la producción de otro, su precio es conocido y no hace falta imputarlo.
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Gus
28/02/2021 at 20:27