Rolando Astarita [Blog]

Marxismo & Economía

Trabajo concreto y trabajo abstracto (conclusión)

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La parte 4 de la nota, aquí

Programa y su concreción

Como hemos afirmado en la parte anterior de esta nota, el socialismo apunta a acabar con la subordinación de los seres humanos al trabajo abstracto. Aunque las formas concretas que pueda adoptar un programa de organización socialista del trabajo dependerán de la evolución de las fuerzas productivas y de los propios productores. Por ejemplo, sería imposible abolir el mercado por decreto e inmediatamente después del triunfo de una revolución. O, en todo caso, el intento de establecer “desde arriba”, por mera administración burocrática, los precios y cantidades a producir y distribuir, lleva a desastres económicos, como lo han demostrado las múltiples experiencias de los regímenes stalinistas o capitalismos de Estado.

Pero en el marxismo “clásico” no encontramos la idea de que sea posible suplantar la regulación mercantil por la administración de las cosas de la noche a la mañana. El propio Marx, al evaluar la experiencia de la Comuna de París consideró que la transformación de las empresas capitalistas en cooperativas manejadas por los obreros era una forma de avanzar hacia la organización colectiva. Más en general, las vías por las que se avanzará hacia la planificación democrática de la producción deberán decidirse teniendo en cuenta múltiples factores que no se pueden prever de antemano. Por eso Marx solo dejó esbozos de lo que sería una futura organización.

Sin embargo, esta imposibilidad de determinar de antemano las formas de organización social no debería ser excusa para reducir el programa del socialismo al reclamo de distribuir de forma “más justa” el valor producido. Subrayamos que el objetivo del socialismo es terminar con la producción de valor, y por lo tanto con la entronización del trabajo abstracto. Acabar con la subordinación del trabajo concreto a la producción de valor, más precisamente, a la valorización creciente del capital.

Trabajo reemplazado por máquinas

La discusión que hemos desarrollado hasta aquí puede parecer abstracta, pero está en el centro de problemas vitales que hoy enfrentan los trabajadores. Entre ellos, el desplazamiento de la mano de obra por la máquina. El tema ha adquirido nueva actualidad con la tecnología informática y los avances en la investigación, desarrollo y uso de robots (el término “robot” se refiere a la inteligencia artificial, sea en la forma de máquinas, computación u otra tecnología). En un trabajo publicado en 2013, y que tuvo mucha difusión, dos investigadores, Carl Frey y Michael Osborne examinaron los efectos de la computación y robótica en 702 ocupaciones y encontraron que el 47% de los trabajadores de EEUU tenían empleos con alto riesgo de automatización potencial. Los más amenazados eran los trabajadores del transporte, logística, ayudantes de oficinas, ventas y servicios. Otros estudios encontraron que en Gran Bretaña el 35% de los trabajos están amenazados, y en Japón el 49% (The Economist, 25/06/2016; también C. Frey y M. Osborne,. “The Future of Employment: How Susceptible are Jobs  to Computerisation?”, September 2013,  http://www.oxfordmartin.ox.ac.uk/downloads/academic/The_Future_of_Employment.pdf.).

Dado el carácter general del cambio tecnológico, muchas ramas están siendo afectadas a lo largo del mundo. Algunos de los desarrollos actuales son ilustrativos. Por caso, en EEUU el comercio minorista (que abarca el 10% del total del empleo) está acelerando la incorporación de robots que llevan los productos desde las estanterías a los mostradores, o hacen los paquetes con más eficiencia que los seres humanos. De la misma manera, máquinas de autoservicio en kioskos o gasolineras, y máquinas vendedoras en tiendas minoristas, también están reemplazando trabajadores. Los cajeros automáticos y las operaciones en línea siguen desplazando personal en el sector bancario y financiero. En Japón se asiste a procesos parecidos.

A su vez, en el transporte está avanzando la investigación y el desarrollo para la conducción automatizada de taxis, autobuses y trenes. En la construcción se está perfeccionando el “contour crafting” – desarrollado por la Universidad de California del Sur –, un sistema que imita a las impresoras 3D y automatiza el proceso de construcción. También en agricultura se está avanzando – casos en Israel y Japón – hacia granjas automatizadas. Pero no se trata solo de los trabajos monótonos y repetitivos, ya que el avance de la inteligencia artificial y la computación amenaza a profesiones en las que hasta ahora la presencia humana se consideraba insustituible, como medicina, abogacía o contaduría.

También en la industria se profundiza el reemplazo de mano de obra. De hecho, actualmente en la manufactura en EEUU y en China trabajan menos personas que hace una década. Algunos tal vez pensaron que el empleo en China estaba relativamente a salvo, pero la realidad es que muchas empresas están reemplazando obreros por robots. El caso más saliente es Foxconn, con un programa de reemplazar aproximadamente 1 millones de sus trabajadores por robots (con 1,2 millones de empleados, Foxconn es la segunda empleadora más grande del mundo). En mayo de este año la empresa anunció que había reemplazado 60.000 de sus trabajadores por máquinas en su planta de Kunshan (aunque dijo que los reciclaría para otras tareas). Kunshan es la localidad más importante del mundo en la producción de computadoras portátiles, sede de unas 4800 empresas taiwanesas, de las cuales 600 tienen planes similares a los de Foxconn. En Japón también es muy fuerte el proceso de robotización en la industria. Por caso, la productora de lentes y cámaras fotográficas Canon está embarcada en un programa de reemplazo total de los trabajadores de sus líneas de ensamblaje. En la industria automotriz, nueva fábricas de automóviles producen 12 millones de unidades al año con menos de 600.00 trabajadores. Mitsubishi, dedicada a la industria pesada, desarrolla un programa de producción automatizada del fuselaje de los aviones Boeing. Mitsui, dedicada a ingeniería, está instalando líneas de robots en sus líneas de producción. Lo mismo está ocurriendo en muchas industrias trabajo intensivo, tales como procesamiento de alimentos.

La polémica sobre el futuro del empleo

Ante estas evoluciones, muchos analistas sostienen que se ha entrado en una tendencia irreversible de destrucción de los puestos de trabajo. El argumento es que cuando se redujo el trabajo humano en la agricultura, se compensó con el crecimiento del empleo industrial. Luego, cuando comenzó a reducirse el empleo manufacturero, se consideró que la compensación venía por el lado de los servicios. Pero ahora se está produciendo el desplazamiento del empleo en el sector servicios. Como resultado de estas evoluciones, desde 1991 en los países desarrollados se registra el repetido fenómeno de que en las recuperaciones posteriores a las recesiones, el empleo se recupera más lentamente que el PBI.

Los “optimistas”, sin embargo, dicen que la sustitución de mano de obra por las máquinas será compensada, en el largo plazo, por nuevos empleos, más calificados (por ejemplo, la industria de robots necesita ingenieros, diseño, trabajo calificado, etcétera;). Pero es un magro consuelo para los trabajadores que se quedan en la calle y son condenados a la marginalidad el saber que, en algún momento en el futuro, se crearán nuevos puestos de trabajo. Lo importante, además, es que con el incremento de la productividad, se manifiesta una creciente desproporción entre la gigantesca riqueza material producida, y el trabajo empleado en ello. Por eso lo que está cuestionado, en esencia, es la viabilidad misma del modo de producción capitalista. Es que el desarrollo de las fuerzas productivas – la capacidad inmensa de generar riqueza material – choca con el corsé que impone la producción que tiene como único norte la ganancia, la valorización del valor. Una cuestión que de nuevo remite a lo central de la crítica de Marx:

“La riqueza efectiva se manifiesta más bien – y esto lo revela la gran industria – en la enorme desproporción entre el tiempo de trabajo empleado y su producto, así como en la desproporción cualitativa entre el trabajo, reducido a pura abstracción, y el poderío del proceso de producción vigilado por aquel” (Marx, 1989, t. 2, p. 228).

Esta desproporción entre el trabajo “reducido a pura abstracción” y el poderío del proceso de producción, se ha multiplicado desde que Marx escribiera estas líneas. Hoy el fundamento de la producción material – esto es, la producción de bienes de uso – es el complejo de fuerzas productivas objetivadas en las máquinas y en los sistemas de máquinas coordinadas y controladas por los procesos informáticos y comunicacionales. Lo cual plantea una perspectiva completamente nueva para los seres humanos:

“Tan pronto como el trabajo en su forma inmediata ha cesado de ser la gran fuente de la riqueza, el tiempo de trabajo deja, y tiene que dejar, de ser su medida y por lo tanto el valor de cambio [deja de ser la medida] del valor de uso. (…) Con ello se desploma la producción fundada en el valor de cambio, y al proceso de producción material inmediato se le quita la forma de la necesidad apremiante y el antagonismo” (ibid., p. 229; énfasis añadido).

Es el mismo desarrollo del capital el que encierra en sí mismo la contradicción, al reducir a un mínimo el tiempo de trabajo, despertando para ello a la vida “todos los poderes de la ciencia y la naturaleza, así como de la cooperación y del intercambio sociales” (ibid.), y por otra parte mide esas gigantescas fuerzas sociales con el tiempo de trabajo y procura reducirlas a los límites necesarios para que se conserven como valores. Pero esas fuerzas productivas gigantescas son productos de la industria humana:

“Son órganos del cerebro humano creados por la mano humana; fuerza objetivada del conocimiento. El desarrollo del capital fijo revela hasta qué punto el conocimiento, o conocimiento social general, se ha convertido en fuerza productiva inmediata, y por lo tanto, hasta qué punto las condiciones del proceso de la vida social misma han entrado bajo los controles del intelecto general y remodeladas conforme al mismo” (ibid., p. 230).

Toda la cuestión entonces es poner bajo el control del “intelecto general” esas gigantescas fuerzas productivas, para que estén al servicio de la liberación de los seres humanos. Es la condición para la superación del trabajo enajenado, y la reducción del trabajo necesario:

“Desarrollo libre de las individualidades, y por ende no reducción del tiempo de trabajo necesario con miras a poner plustrabajo, sino en general reducción del trabajo necesario de la sociedad a un mínimo, al cual corresponde entonces la formación artística, científica, etcétera, de los individuos gracias al tiempo que se ha vuelto libre y a los medios creados por todos” (ibid., p. 229).

Lo importante es que este programa de organización colectiva del trabajo y distribución de la riqueza tiene bases materiales. Una economía en que las máquinas producen bienes útiles y necesarios para la vida, bajo supervisión de los seres humanos, en un sistema de propiedad socializada de los medios de producción, llevaría a una reformulación del sentido y la realización de la vida. En 1930 Keynes – véase “Las posibilidades económicas de nuestros nietos” – había planteado que el progreso técnico que economizaba trabajo había evolucionado a una tasa superior a los cambios de las políticas para absorber empleo, y que esto significaba que, en el largo plazo, la humanidad estaba resolviendo el problema económico de garantizar su subsistencia. Por eso en el futuro las personas deberían solucionar dificultades asociadas con cómo ocupar sus tiempos de ocio.

Es claro que desde que Keynes escribió esas líneas la productividad del trabajo ha crecido, y mucho, pero la “eutanasia del rentista” (esto es, la desaparición de la subordinación de la producción a la ganancia del inversor) que pronosticara en la Teoría General, no se ha producido. Por eso la solución del problema del desempleo no es técnica, ni ocurrirá espontáneamente, por simple evolución natural. Es necesario reorganizar el trabajo sobre nuevas bases. Y en ese marco se podrá dar un nuevo sentido al tiempo libre, al “ocio recreativo” y al trabajo encarado bajo formas libres y creativas. Una idea que estaba en los socialistas utópicos, como Fourier, y luego en Marx. Por eso es necesario reivindicar el “derecho a la pereza” (Lafargue) y también el trabajo en que el ser humano se ve realizado y despliega sus talentos – el “trabajar por gusto” – y pueda combinarse con el ocio (véase, por ejemplo, Sue, 1987).

La organización colectiva del trabajo frente a la miseria y la desocupación

Pero la reorganización del trabajo no es solo de una necesidad para el largo plazo, sino urgente. Según la OIT, a finales de 2015 había en el mundo 197 millones de desocupados, 27 millones más que en los años anteriores a la crisis. El empleo vulnerable alcanza a 1500 millones de personas, esto es, más del 46% del empleo global. En el Sur de Asia, y en África Subsahariana, más del 70% de los trabajadores tienen empleos vulnerables. Además, se prevé que el desempleo crezca en 3,4 millones en 2017-2018, y que los niveles de empleos vulnerables se mantengan. En 2015 unos 327 millones de trabajadores vivían en la extrema pobreza (menos de 1,90 dólares de ingreso, en términos de paridad de poder adquisitivo, por día) y 967 millones en situación de pobreza moderada (de 1,90 a 5 dólares por día). 168 millones de niños entre los 5 y 17 años son víctimas del trabajo infantil; es el 10,6% de la población infantil en ese grupo de edades. El 43% de la fuerza laboral juvenil está, o bien desempleada, o viviendo en la pobreza (dato de 2014).

Frente a este gigantesco drama social, una consigna frecuente de los movimientos sociales, sindicatos combativos y partidos de izquierda es que se repartan las horas de trabajo, hasta acabar con la desocupación, así como prohibir el trabajo infantil y el trabajo precario. Serían medidas que, en principio, parecen lógicas y necesarias. Sin embargo, la reducción de la jornada laboral por debajo de las 40 horas semanales en muchos lados – ha sucedido en Francia – va  acompañada de la precarización del trabajo.

El reparto de horas de trabajo para dar empleo a todos, o la eliminación del trabajo precario son imposibles en tanto exista la subordinación de los seres humanos al trabajo abstracto y  a la lógica de la ganancia. Hay que liberar al trabajo de la dictadura del valor, de su subordinación a la máquina – esto es, de su subordinación al trabajo muerto encarnado en el capital fijo – para que se haga realidad la distribución de los trabajos con un criterio que ponga en el primer lugar el bienestar de los seres humanos. Por eso la crítica debe ir a la raíz, y la raíz es la propiedad privada del capital y los aparatos estatales, político-militares, puestos a su disposición.

El programa socialista tiene entonces como eje la liberación del trabajo, y la puesta “de los medios creados por todos” al servicio de todos, y no del enriquecimiento de una clase social, es una salida progresista – la negación de la máquina, la vuelta a las condiciones de vida precapitalistas sería una solución reaccionaria – a la amenaza que pende sobre los trabajos de cientos de millones de personas. La automatización creciente pone en primer plano al programa socialista de distribución planificada del trabajo y de la riqueza generada por las gigantescas fuerzas productivas que alcanzó la humanidad. Es que en el extremo, en una producción totalmente automatizada, no se generará valor ni plusvalía, como señalaba Marx en los Grundrisse. Pero entonces tampoco habrá compradores para la producción creciente. Lejos de la acusación de “utopismo”, el programa del socialismo es una salida lógica – desde el punto de vista de los intereses de la humanidad productora de riqueza – y absolutamente viable.

Textos citados:
Marx, K. (1989): Elementos fundamentales para la crítica de la Economía Política (Grundrisse) 1857-1858, México, Siglo XXI.
Marx, K. (1999): El Capital, México, Siglo XXI.
Sue, R. (1987): El ocio, México, FCE.

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Trabajo concreto y trabajo abstracto (conclusión)

Written by rolandoastarita

09/10/2016 a 11:11

7 respuestas

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  1. en suecia lograron las 6 horas laborales por dia sin precarizar el empleo al reves

    http://www.elfinanciero.com.mx/new-york-times-syndicate/en-suecia-probaron-jornadas-laborales-de-horas-y-esto-paso.html

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    benjamin

    09/10/2016 at 14:09

  2. Muy acertado el cierre. Como escribió W. Liebknecht, lo verdaderamente práctico es actuar de acuerdo a las leyes del desarrollo histórico.

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    max

    10/10/2016 at 09:29

  3. Por favor benjamin poner a Suecia de ejemplo: un país capitalista central que se beneficia de la explotación del mundo, que gracias a su posición se apropia de más excedente del que produce. ¿Realmente Suecia es el ejemplo y espejo donde mirarnos?, ¡por favor!. Forma parte de las redes financieras globales del capitalismo. País insostenible a toda costa si no fuera porque participa en el saqueo de la periferia.
    ¿Puede darse el mundo el lujo de consumir la energía de Suecia?.
    En Suecia se trabaja 6 horas porque en Haití se mueren la gente de hambre, y porque la abrumadora mayoría de la humanidad vive trabajando casi las 24 horas del día, ese es el secreto sueco, no precarizar el trabajo de ellos sino precarizar el de los demás. Forjar la base social de franjas obreras comparativamente bien pagadas es la condición condición necesaria de toda nación imperialista.
    Y profesor Astarita, ¡los países nórdicos son el referente de PODEMOS en su idea de transformar España!.
    Así vamos, ¿a dónde vamos a llegar con estas personas?.
    Un saludo y mis respetos.

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    Diosdado Rojas Ferro

    11/10/2016 at 05:23

    • La nota sobre las 6 horas diarias de trabajo en Suecia, o 30 semanales no dice que se haya generalizado, sino que se trata por ahora de una experiencia. La misma consiste, básicamente, en compensar la reducción de la jornada con aumento de la intensidad del trabajo, algo que no es nuevo en la historia del capitalismo. La nota no afirma entonces que se haya decidido reducir la jornada de trabajo hasta acabar con la desocupación. De hecho, la tasa de desempleo en Suecia es del 6,6%; el desempleo juvenil es del 19,7%. No había comentado el enlace porque me pareció que con su lectura quedaba en claro que la misma no refuta la tesis de que es necesario acabar con la relación capitalista de explotación para distribuir las horas de trabajo y eliminar el desempleo.

      Con respecto a que en Suecia el capital paga altos salarios porque en Haití la gente se muere de hambre, no lo comparto. No entiendo de qué manera los trabajadores de Haití (u otros países extremadamente pobres) puedan generar una masa de valor tal que permita a Suecia (u otros países capitalistas adelantados) pagar altos salarios. Tampoco entiendo cómo se pueda transferir esa masa de valor desde Haití a Suecia. Remito sobre estas cuestiones a las discusiones sobre intercambio desigual (por ejemplo, aquí, aquí, entre otros).

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      rolandoastarita

      11/10/2016 at 09:35

  4. Excelente serie de notas. Sirven para tomar distancia de las concepciones utópicas y voluntaristas del socialismo, así como del reformismo evolucionista que ve la posibilidad de lograr el aumento sostenido del bienestar de la humanidad manteniendo una economía fundada en la producción de valor y valor de cambio. De todos modos, dejan abiertos muchos interrogantes, por lo menos para mi, frente a los cuales solo podría atinar una solución provisoria. Veamos algunos: Es la automatización absoluta (o una aproximación cualitativamente significativa a ella) un factor de colapso del capitalismo? En teoría sí, pero en la práctica, poco probable. Es un hecho que el capitalismo ha sido capaz de absorber el cambio tecnológico y compatibilizarlo con el mantenimiento de la ganancia. Márx y Engels ya lo habían anticipado desde un texto tan visionario como primigenio, el Manifiesto. Por supuesto, esta absorción real, es menor a la que potencialmente podría utilizar un hipotético sistema socialista, pero ello no cambia las cosas, el capitalismo parece bastante inmune al cambio. Esto conecta con el problema de si existe una tendencia inmanente del sistema al colapso, es decir, la tan mentada ‘crisis final’ o por lo menos una declinación creciente y progresiva puesta por factores económicos. La mayoría de los marxistas nos educamos en que el sistema va pereciendo por la mengua tendencial de la ganancia, dado que, el incremento del capital diluye progresivamente la fuente nutricia del valor, es decir, el trabajo vivo. Es a lo que antiguamente se refería el dicho: El capitalismo serrucha la rama sobre la que está parado. Una linda metáfora, pero metáfora al fin. Hoy eso parece cuestionable, por lo menos si asumimos como verdadero que el incremento de capital que trae aumento en la productividad no puede arrojar mengua en la ganancia, ni en la empresa innovadora, ni en el sistema en su conjunto. Es el nudo de la posición que sostienes contra los fundamentalistas de la TDTG. Naturalmente, esto no niega que puedan existir procesos acotados de la declinación en la TG, pero remitidos a un recalentamiento irracional de la competencia (una especie de excepción a la regla del que el capitalista solo adopta tecnología, con el consiguiente incremento de costes, cuando este ahorra más en variable que lo que aumenta en fijo, es decir, cuando reduce el costo medio) u a otros factores, asunto que conduce a una teoría policausal de la crisis, un enfoque multicausal que ya había defendido Mandel en los 50. Si la cosa no va por el lado de la saturación crónica de capital redundante, resta el problema del impacto social del desempleo que genera el desplazamiento del hombre por la máquina, lo cual implicaría demostrar una tendencia creciente al aumento del desempleo y en este caso, se configuraría un colapso por ‘subconsumo’ sin olvidar las potenciales y explosivas consecuencias sociales, en las cuales las masas ‘marginadas’ y pauperizadas cumplirían un rol fundamental como sujeto de cambio. Insisto con lo anterior. Si la productividad en aumento no puede ser factor de crisis en la valorización del valor, en teoría, mientras exista un solo hombre al comando de la inmensa máquina productiva, su ‘trabajo potenciado’ bastaría para sostener el edificio del valor, pero este es un escenario de ciencia ficción que solo sirve para ilustrar ‘por absurdo’, el sistema se habría desplomado mucho antes por la imposibilidad de garantizar la reproducción social. Si en cambio, es precisamente, esta imposibilidad creciente de garantizar la subsistencia por expulsión de trabajadores, la raíz del cambio, o que justifica el cambio, habría que demostrar que ya se está dando y como y por que es irreversible o no puede mantenerse en un nivel estable por mucho tiempo, es decir, el crecimiento histórico eterno al 3% como dicen los apologistas del capital y la fluctuación de la desocupación en torno es estándares manejables.
    Saludos y como siempre, felicitaciones por el blog, es todo un logro querido amigo.

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    AP

    11/10/2016 at 11:09

  5. Querido rolando, te recomendaría ver la forma de amontonar toda tu serie de artículos en un solo word o pdf unitario, para que los lectores apurados podamos leerlo en contextos donde por x no hay Internet jajaj
    Y por otro lado, disculpa el repentino salto, pero creo que mas que diferencias graves con eduardo sartelli hay un problema de comunicación, te recomendaría ver la forma de hablar de cuestiones como la de la que tipo de programa adoptar o también que tipo de plan debería establecerse en caso de una perdida de la hegemonía en la próxima crisis,

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    LlavesBizantinas

    20/11/2016 at 17:53

  6. Sr. Astarita. En primer lugar quiero agradecerle sus notas sobre el trabajo concreto y el trabajo abstracto. Después de la lectura de sus textos, y en una búsqueda por internet, me he topado con un artículo de Sergio Cámara titulado Trabajo abstracto como trabajo en su forma capitalista(https://webs.ucm.es/info/ec/jec8/Datos/documentos/comunicaciones/Fundamentos/Camara%20Sergio%202.PDF). En el resumen de dicho texto señala: «Dentro de la literatura marxista, podemos distinguir tres escuelas en función de su
    definición del trabajo abstracto como sustancia del valor. La escuela del trabajo materializado
    basa su definición en el aspecto tecnológico del trabajo. La escuela del trabajo abstracto (o
    escuela de Rubin) toma como punto de partida la socialización del trabajo en las relaciones de
    intercambio de mercancías. Por último, la escuela de la forma del valor parte de la forma del
    valor y del dinero para su definición. Estas escuelas comparten el error de no considerar al
    trabajo abstracto como trabajo en su forma capitalista. En contraposición, proponemos una
    definición de trabajo abstracto derivada de las relaciones sociales de producción capitalistas
    y, en especial, de la relación capitalista de trabajo. Esta definición está basada en la
    concepción materialista de la realidad social de Marx. Por último, se analizan brevemente las
    consecuencias de esta definición de trabajo abstracto sobre la medida, la forma del valor, el
    “problema de la transformación” y la medición empírica del valor». Caso de que usted tenga alguna posición al respecto, me agradaría conocerla.

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    AVERROES

    27/02/2019 at 15:09


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