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Un militante que es violador no debe tener privilegios
En los últimos días he tenido varios debates acerca de qué posición debemos adoptar los socialistas ante el caso de violadores que pertenecen a organizaciones políticas de izquierda, y a organizaciones sociales. Es que me he encontrado con gente que piensa que un militante de izquierda que viola a una mujer debería tener un trato especial por parte de su organización. El discurso, palabras más, palabras menos, es: “el violador-militante es un producto del sistema capitalista y de la sociedad machista; hay que reeducarlo; no es necesario denunciarlo públicamente; la organización debe arreglar el asunto internamente”. En ese marco, incluso se evita llamar a las cosas por su nombre: así, la palabra “violación” es sustituida por “machismo” y “discriminación”, términos mucho más suaves.
Sin embargo, si se trata de un violador común (o sea, “que no es del palo”), esa misma gente habla sin eufemismos de violación; acepta que se haga público el nombre del victimario (en tanto las víctimas estén de acuerdo en denunciarlo); y denuncia a quienes lo encubren. Por ejemplo, la izquierda estuvo en contra del encubrimiento de Dante Palma por parte de Graciela Morgade y la Facultad de Filosofía y Letras (UBA). Recordemos que Palma fue acusado de haber abusado a chicas jóvenes, del ambiente del rock. Asimismo, la izquierda ha denunciado al Estado y a la Iglesia por encubrir violadores, o por ocultar sus nombres a la opinión pública. Además, la militancia se ha puesto incondicionalmente del lado de las víctimas y ha ayudado a que se animen a hablar. Lee el resto de esta entrada »
Militancia y Jorge Lanata
En una nota que lleva por título “Sobre la militancia”, publicada en Clarín el 7 de febrero pasado (http://www.clarin.com/politica/militancia_0_1517848505.html), Jorge Lanata ataca a la militancia (o al militante). Su punto de partida es una definición tomada del diccionario (no dice cuál) que reza: “El militante es el que adhiere a una ideología. Su modo de obrar y pensar son militantes”. Armado de esta “definición”, JL afirma que el militante niega la realidad, tiene un comportamiento fanático y adhiere religiosamente al manual político. Para demostrarlo, habla de La Cámpora, Ricardo Foster y Cristina K, el PC y la Coca Cola, cita el Diccionario Militante y un documento del ERP de los 1970 sobre moral y proletarización y termina con Bertrand Russell. Todo esto a fin de sostener, como tesis fundamental, que el “periodista duda, el militante sostiene su fe”. En lo que sigue presento algunas reflexiones críticas.
Militancia probada… y capital
En su edición del 2 de octubre de 2010, la revista The Economist dedica una larga nota, además del editorial, al Brasil que deja Lula, y a la sucesión de Vilma Rousseff. Dejando de lado algunos desacuerdos secundarios, la revista es muy elogiosa para con el líder del Partido de los Trabajadores. “Lula dio a Brasil continuidad y estabilidad”, sostiene. Y sobre Rousseff dice que es “una mujer fuerte y con coraje: siendo una joven militante de izquierda, sobrevivió a la tortura a manos del régimen militar, y atravesó una batalla contra un cáncer linfático el último año”.
Así The Economist afirma lo que muchos intuimos desde hace tiempo, a saber, que el establishment económico valora muy positivamente a los militantes de izquierda cuando éstos pasan a defender el capital y su Estado. Es que los ex militantes de la izquierda por lo general han tenido una visión crítica, que les ha permitido formarse criterios propios. Muchos, además, han pasado por pruebas complicadas, como es el caso de Rousseff, del uruguayo Mujica, y de tantos otros. Un hecho que no es menor cuando hay que evaluar la resistencia frente a las tensiones que derivan de los conflictos entre las clases sociales, o sus fracciones. Además, aun los que tienen una formación superficial en el marxismo, o en alguna teoría crítica, conocen mejor cómo funciona el capitalismo que los egresados de las escuelas del “equilibrio general” y tonterías semejantes. Por último, si un ex militante de izquierda pasa a defender los intereses del capital, parece no haber mejor prueba ante la opinión pública de que no hay alternativas serias al sistema.