Rolando Astarita [Blog]

Marxismo & Economía

Milei insiste con el (absurdo) principio de la imputación

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En una entrevista (lunes 14 de abril) que Alejandro Fantino hizo al presidente Milei, este volvió a defender el principio de la imputación, de la escuela austriaca. Decimos “volvió” porque ya en otras oportunidades reivindicó esa explicación.

La idea central de la tesis austriaca dice que los precios de los “bienes de orden superior”, los factores de producción -las máquinas, instalaciones productivas o comerciales, materias primas, ingresos de los trabajadores-, se determinan a partir de los precios de los bienes finales, o de orden inferior. Estos últimos están determinados por las valoraciones subjetivas de los consumidores. “Los precios determinan los costos, y no son los costos los que determinan los precios”, sostuvo Milei. En palabras de otros austriacos, “el valor de los bienes de consumo se transfiere, o se imputa, a los factores productivos”.

El problema central

Además de cuestiones referidas a la fundamentación misma de la teoría subjetiva del valor (véase, por ejemplo, aquí, aquí, aquí, aquí), el problema central de la tesis de la imputación es que no hay manera de que los precios de los factores de producción se determinen a partir del valor de los bienes de consumo.

Para ponerlo de la manera más simple posible, supongamos que en la producción de un pastel de chocolate intervienen harina (2 tazas); huevos (2); azúcar (1/2 taza); mantequilla (1 cucharada); leche (3/4 de taza); granos de chocolate (250 gramos); polvo de hornear (2 cucharadas pequeñas); uso de recipientes y batidora; horneado a 35° durante 40 minutos (con su correspondiente consumo de gas); y trabajo del pastelero (1/2 hora). ¿Alguien puede determinar cuánto contribuye cada uno de esos factores al valor de uso del pastel? Respuesta: no hay manera de determinarlo. Peor todavía: ¿cómo se puede establecer el valor de los medios de producción y trabajos (aceptemos ahora que el trabajo tiene valor) que intervienen en la producción de los factores productivos que, supuestamente, asumen su precio a partir de su contribución a la utilidad, en el margen, del producto final? De nuevo, la respuesta es que no hay manera de determinarlo. Pero esto es lo que ocultan los austriacos (y Milei) cuando “venden” esta teoría a la opinión pública, y a los Fantino de turno.    

Citando una nota anterior

En una nota anterior (aquí), también en crítica de la defensa de Milei de la tesis de la imputación, escribimos:

“… los propios economistas austriacos han reconocido las dificultades prácticamente irremontables de su tesis de la imputación. Es un problema al que dan vueltas y vueltas, pero no logran resolver ¿Por qué? Pues porque ningún instrumento productivo tiene un rendimiento sin la ayuda de algún otro elemento. Y cuanto más se desarrolla la producción, más numerosos son los instrumentos productivos que cooperan, y más complicados los métodos de producción. Lo cual plantea la pregunta de cómo se llega a la valuación individual de los elementos productivos a partir de los bienes finales, dada la intrincada red de mercancías que entran como insumos productivos para obtener más y más bienes que demandan, a su vez, más variados insumos productivos. Dice uno de los referentes de la escuela austriaca, Friedrich von Wieser: “Para obtener esto [la valuación individual de los bienes de producción], necesitamos… una regla que haga posible dividir todo el rendimiento en partes singulares” (Natural Value, Londres, Macmillan, p. 77). Precisa: cuando la tierra, el capital y el trabajo operan de conjunto, hay que ser capaz de separar la cuota que corresponde a la tierra, al capital y al trabajo. Más aún, es necesario poder medir los servicios de cada pieza separada de la tierra, de cada medio de producción, de cada trabajador. Para que se tome conciencia de la tarea a resolver: hay que distinguir cuánto ha contribuido la pieza X, o la máquina que produjo la pieza X, al resultado final, el producto de consumo Y, en el que X puede haber entrado como insumo junto a cientos de otros insumos; y en combinación con decenas de trabajos de diferentes calificaciones y habilidades”.

El caso de la industria automotriz

Para que se vea el despropósito de lo que se está planteando, tomemos el caso de la industria automotriz. En la actualidad, un automóvil tiene entre 80.000 y 90.000 piezas diferentes (entre ellas, amortiguadores; caja de velocidad y sus engranajes; luces y sus correspondientes instalaciones; volante; frenos; espejos; parabrisas; transmisiones; batería y un larguísimo etcétera). Una planta moderna puede emplear unos 10.000 trabajadores, y producir, digamos, alrededor de 150.000 vehículos anuales (con variaciones de modelos dentro de ese total). Agregamos que en la producción entran, además, los insumos en forma de materias primas o auxiliares. También las máquinas (como los robots de las líneas de producción), así como las máquinas e insumos que producen máquinas e insumos que están “más arriba” de la cadena productiva; los que a su vez son producidos por más máquinas y consumen productivamente más materias primas. A lo que se suman los diferentes tipos de trabajos. El resultado: no hay manera de derivar los precios de todos estos factores de producción a partir de la utilidad marginal que los consumidores asignan al automóvil. Esto sin contar que las utilidades asignadas pueden ser muy diversas, no solo ni principalmente por variaciones de gustos y preferencias, sino también, y más fundamental, por las relaciones sociales en que los consumidores están inmersos. 

La “solución” de Wieser

Como mostramos más arriba, Wieser –el austriaco que más profundizó en la imputación- fue consciente de las dificultades de “imputar” precios a los factores de producción a partir de los bienes de consumo. Además, se dio cuenta de que el método de Menger para la imputación tenía fallas. Es que Menger supuso que se podía determinar cuánto contribuía cada factor a la producción del bien final suponiendo que ese factor desaparecía; o que disminuía, en algún grado, su participación en la producción del bien de consumo. Como observó Wieser, ese procedimiento falla si al quitar uno de los “bienes complementarios” utilizados en la producción, también se priva a los otros de una porción de su efecto. En ese caso, si suponemos que se disuelve la combinación y preguntamos cuál es el residuo que queda, no podemos descubrir el valor de uno de los bienes complementarios.

Wieser intentó entonces otro camino. Supuso un sistema con tres “factores de producción”, XYZ, que producen tres bienes finales. En su ejemplo numérico: X + Y = 100; 2+ 3Z = 290; 4Y + 5Z = 590. Resolviendo el sistema de ecuaciones resulta X = 40; Y = 60; Z = 70. Pero el propio Wieser reconoce que si son muchos los “bienes de producción” –muchas variedades de trabajo y de tierra, y de “bienes de capital”-, “ya no hay el número de ecuaciones necesarias para una solución. Pensemos en el ejemplo de las 80.000 o más partes que conforman el automóvil, con sus correspondientes factores de producción. O en la construcción de un avión, o una computadora. Es imposible imputar a cada uno de esos factores a partir de los precios finales, para construir sistemas de ecuaciones (cientos de miles) con la suposición de que hay tantos procesos productivos como bienes finales a los que se les debe imputar una contribución a la utilidad en el margen.

Algunos recurren al cálculo diferencial

A pesar de las objeciones y por sobre los supuestos heroicos que demanda la tesis de la imputación, la mayoría de los referentes austriacos siguió apelando, durante años, a la solución Wieser. Otros, en cambio, ensayaron otro camino: suponer pequeñas variaciones en la participación de los insumos en el producto final para deducir –derivadas mediante- las variaciones de la utilidad en el margen. Por ejemplo, si se trata del pastel se puede suponer que, en lugar de 2 tazas de harina se emplean 21/10 de tazas, y detectar entonces la variación marginal de la utilidad. Y así con todas las variantes posibles (¿qué ocurre si se emplean 11/5 tazas de harina? ¿O 9/5?). Y lo mismo debería hacerse con todos los demás insumos. A lo que habría que sumar variaciones de combinaciones. Así como las posibles participaciones de azúcar, harina, horno, chocolate, trabajo, en la producción de pasteles de otros tipos, y delicias varias. Con el agregado de que habría que determinar qué tan representativa es la muestra de variaciones en los gustos de los consumidores. Además, teniendo en cuenta que en muchos casos las variaciones en las proporciones de insumos dan como resultado cambios cualitativos en el producto final. Recordemos que en la industria se trabaja con márgenes de error: dentro de los mismos los productos son utilizables, y por fuera de los márgenes hay que desecharlos. El cambio es discreto, y el cálculo diferencial tampoco se podría aplicar.  

En resumen, no hay manera de establecer una conexión sistemática entre variaciones –sean infinitesimales o discretas, incluyendo estas la desaparición del insumo- con variaciones marginales de la utilidad.  Por lo cual no tiene sentido sostener que las empresas deben conocer el principio de imputación para su buen desempeño.

Una construcción sin conexión con el mundo real

La Economía Política, como ciencia, debe partir de hechos reales y observables. Es lo que no hace la escuela austriaca. Su tesis de la imputación es una construcción abstracta (o sea, separada de la realidad), sin pie ni cabeza. No hay empresario que establezca el precio de los insumos de la manera que proponen los austriacos, y Milei. Para el empresario los precios de los insumos (incluidos los de la fuerza de trabajo) están dados –sea expresados en moneda nacional o en moneda mundial- y sobre eso recarga una tasa de ganancia que, en promedio, debería acercarse a la tasa media de rentabilidad de su rama. Por eso, en los negocios habituales de los capitalistas no encontramos ni rastros del principio austriaco. La práctica es la del “mark-up”, esto es, establecer un recargo sobre los costos, lo que determina la rentabilidad (sobre las ventas, o el capital invertido). Si la empresa no puede vender el producto a ese precio –por caso, porque la competencia mejoró la tecnología y abarató el producto para ganar mercado- tendrá pérdidas, y deberá cerrar si no invierte en la nueva tecnología.

Dislates del dúo Milei – Fantino sobre el Sahara y botellas de agua

Durante el reportaje de marras Fantino pidió a Milei algún ejemplo concreto de cómo funciona el principio de imputación. Al eximio economista no se le ocurrió nada mejor que hablar del precio que se puede cobrar por una botella de agua en el desierto. Es que si la persona que quiere comprar está medio muerta de sed, se avendrá a pagar una fortuna por el precioso líquido. Fantino contribuye a redondear el argumento: “te doy toda mi fortuna para salvar mi vida”. Milei, como consagrado economista que es, ejemplifica con números: si la botella de agua tiene un costo de producción de 0,8 dólares; y si el margen de utilidad es 25%, el precio de la botella es 1 dólar. Pero, dadas las urgencias por hidratarse, y si hay monopolio por el lado de la oferta (supongamos que existe un único propietario del pozo de agua disponible, y el tipo es codicioso), el precio de la botella puede llegar a igualar a la fortuna de nuestro Fantino-cliente. Con lo cual se demuestra, según Milei y los austriacos, que lo que determina el precio no es el costo de producción, ni la ganancia, sino los gustos y preferencias de los consumidores (en el caso que nos ocupa, la “preferencia” de Fantino de evitar la muerte).

El razonamiento es sencillo y directo, pero está equivocado. ¿Por qué? Pues porque Milei-Fantino han supuesto que, del lado de la oferta no hay competencia, sino monopolio. Y si hay monopolio no hay ley económica (como sabían los clásicos y Marx). Cuando un único productor domina el mercado el precio está determinado por la urgencia, el capricho, o cualquier otra situación personal de quien demanda. Por eso, el monopolio permite obtener ganancias muy superiores a las que rigen en el promedio de la industria, o de la economía. Obsérvese también que en este ejemplo teórico no hay razón para sostener que el precio del vidrio de la botella de agua, o de la gasolina empleada para la bomba que extrae agua del pozo, están determinados por imputación a partir del precio que paga el consumidor.    

Si introducimos la competencia el panorama cambia. Si, para seguir con nuestro caso, entran en liza varios productores de botellas de agua, el precio “artificialmente alto” (expresión de los austriacos, en el fondo contradictoria con su teoría) debería comenzar a bajar. ¿Hasta dónde? Respuesta: hasta el nivel que el precio cubra los costos de producción de los que embotellan agua más una tasa de rentabilidad promedio que está socialmente determinada. Para seguir el ejemplo de Milei-Fantino, ese precio es 1 dólar por botella (con el 25% de ganancia). Resultado horroroso: se parece al planteo clásico (y de Marx, aunque con otro fundamento) como dos gotas de agua. El hecho de que el mismo Milei haya debido asumir un precio determinado por los costos, para postular el precio “artificialmente alto” que debe pagar el Fantino en el Sahara, es indicativo de la falta de centro de gravitación de los movimientos de precios en el marco teórico austriaco. De hecho, en este planteo todo precio es “de equilibrio”, por lo que tampoco existirían los precios “artificialmente elevados”. Estamos sumidos en el pantano de lo indeterminado. ¿Por eso a esto le llaman ciencia?

El ejemplo del agua en el desierto muestra lo contrario de lo que Milei quiere demostrar

La respuesta de Fantino a la pregunta de Milei de cuánto pagaría por la botella (“te doy lo que tengo porque me muero de sed”) es lo opuesto de lo que necesitaba el argumento de Milei. Es que nuestro austriaco local decía que, ante la remarcación de precios que se produjo luego del levantamiento (parcial) del cepo, los consumidores tenían que disminuir la demanda para obligar a los empresarios a volver a los precios anteriores. Para argumentar a favor de este pedido Milei presentó el caso del agua en el desierto y la sed de su amigo Fantino. Pero Fantino no dijo que prefería morir de sed antes que pagar un precio arbitrariamente elevado, sino exactamente lo contrario: prefiere perder su fortuna antes que morirse de sed. Por lo que cabe preguntarse ¿qué rayos tiene que ver esta reacción del amigo de Milei con los consumidores argentinos que bajan la demanda ante un aumento de los precios? Respuesta: nada que ver.

Por otra parte, el supuesto de una caída circunstancial de la demanda, y retroceso de los precios, no aporta prueba alguna para validar el principio austriaco de la imputación ni, más en general, la teoría del valor utilidad o del valor trabajo. En particular, los que defendemos la teoría del valor trabajo no negamos que una retracción de la demanda, en determinadas circunstancias, puede provocar un retroceso de algunos precios, dada determinada capacidad productiva. Pero esto es todo lo que puede decirse. No es cierto que toda caída de la demanda provoque caída de los precios o que, viceversa, todo aumento de la demanda genere suba de precios. En la estanflación, para dar un ejemplo, la caída de la demanda va de la mano de la suba de precios. Otro caso: según los austriacos, si aumenta la demanda de un bien de consumo, aumenta su precio y también aumenta la demanda de los factores productivos, con lo cual también aumentan sus precios. Pero esto no es necesariamente así. Por ejemplo, si se parte de una situación de mucha capacidad ociosa de la industria; o si el aumento de la demanda es respondida por aumentos de productividad que superan a la tasa a la cual ella aumenta, los precios no tienen por qué subir (en particular, si el valor del dinero se mantiene estable). Tampoco es cierta la afirmación austriaca de que, cuando los precios son elevados, caen los precios o bien quiebran las empresas. Se da la circunstancia de que, durante las crisis, generalmente caen los precios y quiebran las empresas.

Por supuesto, ninguno de estos escenarios se explica por la absurda tesis austriaca de la imputación. Y en todos los casos, son necesarios análisis concretos (reunión de muchas determinaciones). Algo muy lejos de las abstracciones imaginarias de los austriacos.

Para terminar: Fantino-Milei y la libertad de morirse de hambre

Reparemos todavía un momento en el argumento de Fantino. En esencia dice “tengo que pagar el altísimo precio por el agua porque de lo contrario me muero de hambre”. Lo que equivale a decir “no tengo libertad para negociar”; o “mi libertad para negociar está muy acotada”. El tema tiene que ver con una relación social, la de propiedad (Fantino no posee pozos de agua,); y con otra relación social, esta vez de propietarios de pozos. Los gustos y preferencias de Fantino, y su libertad de negociar, se desenvuelven dentro de estos estrechos límites. No es una cuestión de psicología, o de temperamento. El precio del agua no depende entonces solo de “preferencias”, ya que estas están socialmente condicionadas.

Como ya lo pudo suponer el lector, el tema conecta con una anterior afirmación de Milei, en ocasión de una polémica con Grabois. Reproduzco lo central:

Grabois: “Si vos tenés que elegir entre no comer y ser explotado por 18 horas, 14 o 10, yo elegiría ser explotado, pero esa no es mi voluntad”.

Milei: “¿Cómo qué no? También podés elegir si querés morirte de hambre. ¡Y claro, obvio!” Luego: “Cada uno puede hacer de su vida lo que se le dé la gana. ¿Por qué me querés imponer una preferencia? ¿No te parece autoritario?”.

Remito a nuestro argumento completo, aquí. Lo central: el obrero es libre en tanto está “liberado” de la propiedad de los medios de producción, y en tanto puede ir al mercado a ofrecer su mercancía, su fuerza de trabajo. Pero es, de contenido, una relación no libre, en lo que hace al poder real del obrero de elegir entre alternativas y realizar sus potencialidades humanas y sus aspiraciones (concepción que entronca con la noción positiva de la libertad). En la actual sociedad, el obrero está obligado a optar entre ser explotado y morir de hambre, disyuntiva que no se le presenta al propietario de los medios de producción.

Trasladado el caso a lo afirmado por Milei en la entrevista con Fantino: los obreros, los no propietarios de los medios de producción, no pueden negarse a ser explotados. Están obligados a “convalidar” la entrega de más trabajo (en forma de plusvalía) por menos trabajo (en forma de salario). Este “intercambio desigual” no depende de los gustos y preferencias de los obreros (no les gusta morirse de hambre), sino de la relación social en la que están inmersos. Y el caso es, por supuesto, infinitamente más general que la sed de Fantino en el desierto.

Naturalmente, la teoría del valor de los austriacos, y en particular su absurdo e irreal principio de la imputación, son funcionales al ocultamiento de un sistema que se erige sobre la explotación del trabajo. Aquí no hay ciencia, sino simple apología, y a cualquier costo.

Para bajar el documento: https://docs.google.com/document/d/1YhqQ1ayMKfPdoF9m_iVyHWXC0pOCsEgp7Q1H2r_hAh0/edit?usp=sharing

Written by rolandoastarita

21/04/2025 a 18:07

Publicado en General

18 respuestas

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  1. Excellent piece. Michael (Bob)

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    Avatar de michael roberts

    michael roberts

    22/04/2025 at 04:32

    • Relacionado a lo que comenta Gus,lo que yo observo en gente (foros de Internet,YouTube) que defiende la teoría subjetiva del valor es que no importa lo que se les explique,para ellos siempre se cumple que los valores de cambio de los bienes en general se derivan de los gustos y preferencias,ya sea en el margen o de la forma que sea.Y digo bienes en general porque no tienen mucha idea del principio de imputación,osea tienden a dejar afuera los bienes de orden superior (abundan ejemplos tipo IPhone).Es gente a la que le parece intuitiva la idea de que los precios se determinan por valoraciones subjetivas y apenas conocen lo que dicen los autores de la teoría que defienden y se basan en remiendos de lo que dicen esos autos,Menger,Mises,Rothbard,etc con «razonamientos» y conclusiones propias que solo llevan a dispartes mayores.Con decir que insisten en que Marx estaba equivocado y que la cantidad de trabajo no tiene nada que ver con el valor ya que «las personas no ven el trabajo o el esfuerzo del obrero y a nadie le importa dicho trabajo sino la satisfacción u utilidad que les proporciona el bien en cuestion» o explicaciones por el estilo.»Idea» bastante común en muchos lugares,incluso en algunos pretendidamente serios.Pareciera que la cabeza no les da para pensar por fuera de supuestas determinaciones subjetivas o psicológicas.

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      Avatar de Andrés Alejandro

      Andrés Alejandro

      22/04/2025 at 22:12

    • Los austriacos han «blindado» su teoría diciendo que la misma se basa en la introspección, sus afirmaciones son apodícticas, de manera que son inmunes a la observación empírica.
      Este criterio lo aplican, de hecho (no sé si son conscientes de los problemas metodológicos que encierra la introspección) en el mismo argumento que citás. Dicen: «las personas no ven el trabajo o el esfuerzo del obrero y a nadie le importa dicho trabajo sino la satisfacción u utilidad que les proporciona el bien en cuestión».

      «Las personas» debería incluir a los capitalistas. Y estos están obsesionados con los tiempos de trabajo, con los ritmos de producción. Son conscientes de que el tiempo [de trabajo] «es oro». De ahí la legión de toma-tiempos y similares. Por otra parte, también los obreros están atentos a los tiempos de trabajo, en especial cuando los capitalistas aprietan por elevar los ritmos. Decir por lo tanto que a nadie le importan los tiempos de trabajo es estar en las nubes. Pareciera que estos economistas nunca entraron a una fábrica.

      Pero además, los consumidores saben que en la medida en que se reducen los tiempos de trabajo los productos se abaratan, y las ventas pueden llegar a más sectores de la población. En los años 1920 cualquiera en EEUU sabía que el Ford T se había abaratado considerablemente porque la línea de montaje había permitido multiplicar la productividad por obrero. Escribí «cualquiera» y debería corregir: «cualquiera» menos un austriaco enredado en los absurdos de la imputación. Repito: el Ford T bajó de precio no porque cambiaran los gustos y preferencias de los automovilistas (o de los que aspiraban a serlo) sino porque aumentó la productividad.

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      Avatar de rolandoastarita

      rolandoastarita

      23/04/2025 at 10:53

  2. hola rolo. Discutiendo con gente defensora de la idea de la determinación de precios y costos x valoraciones subjetivas, llegué al siguiente ejemplo..

    supongamos q un productor lanza un producto al mercado cuyo precio hace q los a consumidores no les resulte atractivo el bien. En función de eso, el productor decide modificar el producto, fabricarlo con materiales de calidad inferior, de modo de bajar costos y poder bajar precios. Con este ejemplo, a algunas personas les parece q se cumple el principio de imputación. Pero a mí entender no se cumple, dado q han cambiado los materiales y el precio nuevo (más bajo) sigue estando determinado por los costos nuevos ( tambien más bajos x ser materiales de peor calidad).

    cual es tu opinión?

    saludos

    pd: te cité en Twitter para q veas una publicación sobre la baja de la frecuencia y duración de las recesiones en usa.

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    Avatar de Gus

    Gus

    22/04/2025 at 14:09

    • Estoy de acuerdo con tu razonamiento. Si el producto no puede venderse a un precio que cubra los costos más una ganancia, el productor deberá implementar cambios para bajar los costos; o cambiará de ramo, etcétera. En cualquiera de los casos es un hecho que hay una secuencia temporal: los costos en los que incurrió el productor cuando lanzó al mercado el producto no se pueden modificar y en consecuencia deberá asumir las pérdidas. La historia no es reversible.

      Aprovecho para señalar otra cuestión que no mencioné en la nota: es curioso que para explicar cómo se forman los precios en el mercado capitalista Milei recurre a un caso propio de una sociedad precapitalista: alguien tiene el monopolio del agua en un desierto, Fantino llega al vendedor medio muerto de sed, no hay competencia por el lado de la oferta. ¿Qué tiene que ver esto con el mercado capitalista?

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      Avatar de rolandoastarita

      rolandoastarita

      23/04/2025 at 10:33

  3. Agragado: me olvide de decir también que esa «misma» gente o afines ha pululado en este blog en varias oportunidades.

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    Avatar de Andrés Alejandro

    universallyee514b3ec2

    22/04/2025 at 22:45

  4. «Pareciera que la cabeza no les da para pensar por fuera de supuestas determinaciones subjetivas o psicológicas.»

    ¿Y si dejamos de buscar la explicación en las taras de la cabeza individual? Digo, así nos diferenciamos, pero de verdad.

    ¿Si mejor buscamos en las causas históricas y sociales que inducen a la defensa de teorías justificadoras de este orden social?

    En las redes sociales no es tanto un problema teórico, y de cabecitas libres pero necias. Algunas personas hablan desde la ideología, otras directamente desde sus intereses materiales. Muchos llegan a esas discusiones teóricas desde posiciones políticas bien asumidas. Muchos son anticomunistas.

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    Avatar de Lee Carvallo

    Lee Carvallo

    24/04/2025 at 11:59

  5. Abundando en la última crítica hecha a esta ocurrencia (que no teoría) de la imputación, es curioso ver como casi siempre se recurre al ejemplo del sujeto sediento perdido en el desierto. Es decir, se reconoce que existen factores objetivos externos (temperatura y deshidratación en este caso) que inciden directamente en las preferencias  “subjetivas” del consumidor: se acepta implícitamente que lo objetivo condiciona o incluso determina lo subjetivo, y no a la inversa como pretenden ellos; y esto lo aceptaba Adam Smith (de cuando los liberales todavía eran gente razonable) cuando reconocía que en el contrato laboral el patrón siempre actúa con ventaja sobre el obrero porque al disponer de reservas no tiene la misma urgencia. Vista en el ejemplo reduccionista de Milei la ley de la oferta y la demanda no se diferencia en absoluto de un chantaje.

    Por cierto, supongamos que el tal Fantino llega al vendedor/chantajista sin un peso en el bolsillo porque se ha dejado “toda su fortuna” en el oasis previo y todo lo que le queda es nada. ¿Se le regala la botella o se le deja morir de sed para darle la razón a los austriacos? Milei lo tendría claro.

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    Avatar de Alejandro F. Giraldo

    Alejandro F. Giraldo

    25/04/2025 at 09:17

  6. Off topic: https://www.hetecon.net/wp-content/uploads/2019/12/Itoh_AHE2013.pdf

    Qué opina de ese artículo?

    Saludos!

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    Avatar de CV

    CV

    26/04/2025 at 09:14

    • Tal vez sea interesante escribir una nota sobre algunos de los planteos de Itoh, y la propuesta de Gesell (en la segunda edición de «Keynes, poskeynesianos y keynesianos neoclásicos» agregué un apartado sobre la reivindicación que hizo Keynes de Gesell).

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      Avatar de rolandoastarita

      rolandoastarita

      26/04/2025 at 22:28

    • Excelente! Yo tb lo estoy usando p un artículo q tengo en preparación. Le puedo escribir a su correo personal?

      Saludos!

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      Avatar de CV

      CV

      27/04/2025 at 11:48

    • Mi correo es rastarita@gmail.com

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      Avatar de rolandoastarita

      rolandoastarita

      27/04/2025 at 12:01

  7. Rolando,una aclaración o complemento al análisis que hiciste del argumento que cité.Dicho argumento lo utilizan para desacreditar a Marx y a la teoría del valor trabajo en el sentido de que no pueden entender (ahí estaría la dificultad para comprender o la excusa para invalidar o ambas) cómo es que los tiempos de trabajo se imponen para determinar el valor de las mercancías y consecuentemente regular los precios.Es que curiosamente para esta gente la ley del valor trabajo se impone subjetivamente: le hacen decir a Marx o  dan a entender que de la teoría del valor trabajo se deduce que los consumidores «valoran» de forma subjetiva y directa los tiempos de trabajo o el esfuerzo del obrero para establecer los precios independientemente si la mercancía tiene utilidad o no.O,en una versión algo más «objetiva»,afirman que según el marxismo los individuos «ven» los tiempos de trabajo,a secas y abstraído de los medios de producción correspondientes,que insumió cada bien o mercancía particular y establecen los «valores o precios» directamente y en funcion de la cantidad de ese tiempo y sin importar si es socialmente necesario o individual,calificado o no,potenciado o proveniente del trabajo de un vago,o si estamos frente a una sociedad primitiva, de productores simples o una capitalista desarrollada.Esto o inventan que se trata de algún precepto moral marxista que explicaría la explotación capitalista por la ausencia del mismo.De ahí que digan que en realidad las «personas» y los consumidores no ven o no les interesa los tiempos de trabajo o el esfuerzo del obrero a la hora de comprar y establecer precios porque lo que ven es cuanta utilidad y satisfacción les puede brindar o no un bien y no el «trabajo» que hay detrás de este,que evidentemente va a estar oculto si solo ven, superficial e introspectivamente,a la mercancía como una mera cosa y tratan a las «personas» como meros consumidores.Y de ahí también que les de lo mismo o utilicen como sinónimos los conceptos detrabajo concreto y abstracto,tiempos de trabajo socialmente necesario e individual,esfuerzo y cualificación,fuerza de trabajo,etc.Por supuesto a partir de todos estos absurdos niegan cualquier vinculación del valor o del funcionamiento de la economía capitalista con los tiempos de trabajo;no ven tiempo de trabajo ni en el plomero que les arregla la tubería.Finalmente,una vez construido el muñeco de paja,concluyen que la TVT es falsa y que bajo este esquema no puede haber crisis ya que al tratarse de un precepto moral (aclaro siempre según ellos) este debe cumplise siempre;o de individuos del tipo que he descripto más arriba donde la venta está asegurada,si a eso se le puede llamar venta por supuesto.Por insólito que parezca todo este «argumento» lo he leido en innumerables oportunidades navegando por internet.Por ultimo,da la impresión que por lo general es gente que sigue a los austriacos pero que no es economista sino simplemente legos permeados por la ideología burguesa y pululando en foros,youtube,aquí mismo o en la calle (aunque yo todavía no me he encontrado a ninguno).El tamaño del disparate y su forma de escribir los delata.En ese sentido superan a los economistas,llegando a niveles maximos de vulgaridad.Me parece que es un botón de muestra de cómo la ideología burguesa (austriáca en este caso) salpica a la sociedad generando en la cabeza de algunos individuos abigarradas ideas sobre el valor.Es que ya ni siquiera estamos frente a un Rothbard que pueda dejar entrever algunos problemas en la teoría subjetiva,sino con algo peor:con el residuo de esta puesta en la conciencia de cientos o miles,algunos de clase obrera supongo.Pensar en los trabajadores de las apps de delivery o repartidores que votaron a Milei y cuyo perfil es presentado como el del trabajador independiente que se la banca solo y no jode a los demás.

    PD: Desde ya,disculpas por la extensión.

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    Avatar de Andrés Alejandro

    Andrés Alejandro

    27/04/2025 at 22:27

    • «… no pueden entender (ahí estaría la dificultad para comprender o la excusa para invalidar o ambas) cómo es que los tiempos de trabajo se imponen para determinar el valor de las mercancías y consecuentemente regular los precios».
      Cuando discutí con Cachanosky (el hermano de Roberto Cachanosky) me sorprendió que algunos de sus partidarios, en la ronda de preguntas y observaciones, hicieran esa objeción. ¿Cómo se impone la ley del valor trabajo?
      La respuesta es simple: se impone por la competencia. Se ve en el ejemplo más sencillo: supongamos que los productores del bien X emplean 10 horas de tiempo de trabajo; supongamos que para producir Y se emplean 5 horas de trabajo. Supongamos que la expresión monetaria del valor es 10 horas = $100. La relación de intercambio en equilibrio es entonces 1X = 2y. Con esta relación los productores de 1X y 2Y reciben $100 con sus respectivas ventas. Ahora supongamos que la relación de intercambio pasa a ser 1X = 1Y (= $100). Es claro que productores de X mudan a la rama que produce Y. Aumenta la cantidad de Y ofrecidas en venta y cae la cantidad de X ofrecidas en venta. Por esta vía se impone la vuelta a la relación de equilibrio, 1X = 2Y. Es objetivo, o sea, ocurre al margen de los sentimientos de los productores de X e Y.
      Recuerdo que durante la polémica les expliqué este sencillo mecanismo. No vi que lo pudieran refutar.

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      Avatar de rolandoastarita

      rolandoastarita

      29/04/2025 at 10:20

  8. Rolando le recomiendo que se bañe en las aguas del marxismo italiano, son aguas diferentes, que refrescan y renuevan visiones, alejadas del dogmatismo. Especificamente, le aconsejo que lea los breves escritos -aunque para nada simples- de Alessadro Mazzone (https://ilcomunista23.blogspot.com/2022/06/ricordo-di-alessandro-mazzone-concetti.html), Cesare Luporini, Roberto Fineschi (con el puede empezar, tiene escritos de la teoria del valor increibles, esta a favor del entendimiento de la crisis atraves de la sobreproduccion [con respecto de esto lea a Simon Clarke, tiene ideas geniales] y -un tema que yo se que le va a encantar- las finanzas [es que el entiende el El Capital a través el silogismo Universal-Particular-Singularidad, y las finanzas representan este ultimo, por lo que, las finanzas son solo un nivel de abstracción del entendimiento del Modo Produccion Capitalista {Lea para esto a Roberto Escorcia, Mario Robles}]) y Nicola Badaloni. Ellos leen a Marx a traves de los ojos de Gramsci, Lenin, Labriola y Hegel -lo que hace que prescindan del mecanisismo economico de ver la estructura separada de la superestructura-; para terminar le recomiendo que se adentre a la edición MEGA2 de las obras de Marx. Me disculpo por comentarlo en un articulo con un tema tan distinto, pero es que deseo que en verdad los lea, a usted le debo gran parte del amor que siento por el knowledge que desbordan los escritos de Marx.

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    Avatar de elcapitalismomelachupa

    elcapitalismomelachupa

    03/05/2025 at 23:01

    • Debe ser muy lindo que elcapitalismoselachupe, celebro que disfrute de ese placer. También hay que felicitarlo por la benemérita iniciativa de recomendarle autores a Rolando Astarita. Me lo imagino al amigo Rolando sentado en un sillón, angustiado, desesperado: ¿qué puedo leer, qué puedo leer? y ahí llega el salvador con su lista de autores que iluminaran su vida y, por su intermedio, la nuestra.

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      Avatar de Pedro Moises

      Pedro Moises

      05/05/2025 at 07:46

  9. 🛠 Soluciones de Rallo al problema de la imputación

    1. Utilidad ordinal en lugar de cardinal

    Rallo adopta la reformulación moderna de la teoría marginalista:

    No es necesario medir la utilidad de forma exacta (cardinal).

    Basta con establecer un orden de preferencias subjetivo (ordinal), lo cual permite deducir decisiones económicas sin entrar en comparaciones numéricas.

    🔍 Objetivo: Evitar el problema de la comparación interpersonal y la imposibilidad de medir la utilidad.

    1. Uso de curvas de indiferencia

    A través del análisis gráfico (curvas de indiferencia y tasas marginales de sustitución), se puede representar el comportamiento del consumidor sin cuantificar directamente la utilidad.

    Permite modelizar cómo se asigna valor a diferentes combinaciones de bienes.

    🔍 Objetivo: Justificar teóricamente cómo se deriva la demanda desde preferencias subjetivas.

    1. Imputación vía escasez relativa

    El valor de los factores productivos no depende solo de su rol técnico, sino también de su escasez relativa.

    Factores que son más escasos (aunque sean similares en función) pueden tener precios más altos.

    🔍 Objetivo: Explicar por qué factores aparentemente equivalentes tienen precios distintos.

    1. El mercado como mecanismo de imputación

    Rallo argumenta que el mercado resuelve de forma descentralizada la asignación de valor a los factores.

    A través de la competencia y los precios relativos, se realiza la imputación sin necesidad de cálculo centralizado.

    🔍 Objetivo: Sostener que la economía de mercado coordina eficazmente la imputación.

    📌 En resumen:

    Rallo reconoce los límites clásicos del principio de imputación (circularidad, ambigüedad causal, etc.), pero los intenta resolver:

    Recurriendo a instrumentos teóricos del marginalismo moderno.

    Atribuyendo al mercado la función práctica de distribuir el valor.

    No obstante, sus soluciones han sido criticadas por no resolver el problema lógico de fondo: la imposibilidad de descomponer causalmente el valor en sistemas productivos complejos.

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    Avatar de Carlx

    Carlx

    11/06/2025 at 17:54


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