Milei y la imputación (o cómo disimular un agujero austriaco)

El 29 de mayo pasado se realizó un debate entre Javier Milei y Juan Grabois, moderado por Jorge Fontevecchia (aquí). Son muchos los cuestionamientos y críticas que podría hacer, tanto a lo expuesto por Milei como por Grabois, pero en esta entrada coloco el foco en la defensa que hace el primero del principio de imputación de la escuela austriaca.
Tengamos presente que, según este principio, los precios de los bienes de consumo determinan los precios de los medios de producción, o sea, los precios de los bienes “de orden superior”. Para verlo con un ejemplo: según los austriacos, del precio de una ventana de aluminio se deriva el precio del aluminio, así como los precios de los equipos, máquinas, materia prima (la alúmina en particular) y fuerza laboral con que se produce el aluminio; precios a partir de los cuales habría que seguir remontando “hacia arriba” para determinar el precio de, por ejemplo, la máquina y la fuerza de trabajo que se emplean para obtener la alúmina; y el precio de la máquina y la fuerza de trabajo que se emplean para producir las máquinas que producen la máquina con que se obtiene la alúmina, etc. Todo esto, enfatizo, deducido del precio de la ventana, el bien final.
En consecuencia, Milei sostiene (véase la entrevista) que en el esquema de los clásicos los precios son determinados por los costos, mientras que según la escuela austriaca son los precios los que determinan los costos “porque en función de lo que vos recibís es lo que podés pagar, de manera que el eje central está en la preferencia, la escasez”.
El problema de la tesis de la imputación
En notas anteriores (aquí, aquí) he mostrado que los propios economistas austriacos han reconocido las dificultades prácticamente irremontables de su tesis de la imputación. Es un problema al que dan vueltas y vueltas, pero no logran resolver ¿Por qué? Pues porque ningún instrumento productivo tiene un rendimiento sin la ayuda de algún otro elemento. Y cuanto más se desarrolla la producción, más numerosos son los instrumentos productivos que cooperan, y más complicados los métodos de producción. Lo cual plantea la pregunta de cómo se llega a la valuación individual de los elementos productivos a partir de los bienes finales, dada la intrincada red de mercancías que entran como insumos productivos para obtener más y más bienes que demandan, a su vez, más variados insumos productivos. Dice Wieser: “Para obtener esto [la valuación individual de los bienes de producción], necesitamos… una regla que haga posible dividir todo el rendimiento en partes singulares” (Natural Value, Londres, Macmillan, p. 77). Precisa: cuando la tierra, el capital y el trabajo operan de conjunto, hay que ser capaz de separar la cuota que corresponde a la tierra, al capital y al trabajo. Más aún, es necesario poder medir los servicios de cada pieza separada de la tierra, de cada medio de producción, de cada trabajador. Para que se tome conciencia de la tarea a resolver: hay que distinguir cuánto ha contribuido la pieza X, o la máquina que produjo la pieza X, al resultado final, el producto de consumo Y, en el que X puede haber entrado como insumo junto a cientos de otros insumos; y en combinación con decenas de trabajos de diferentes calificaciones y habilidades.
El intento de Menger
Menger intentó dar respuesta a ese formidable problema suponiendo que determinado elemento productivo está ausente. Por ejemplo, si al granjero le falta el caballo de tiro, habría una pérdida en el rendimiento total. Esa pérdida daría así la cantidad de rendimiento que el granjero siente que depende de la posesión del caballo de tiro, y fundamentaría su valor. Pero Wieser demostró que esa solución es inadecuada. Es que cuando elementos de producción heterogéneos cooperan, el daño por la pérdida es mayor que la ganancia por la cooperación. El caballo vivo agrega menos que lo que resta el caballo muerto. Por lo tanto, si se aplica el principio de pérdida de Menger dará como resultado la distribución de una suma mayor que el total del producto. Wieser plantea que esto se debe a que el principio de pérdida pasa por alto que la retirada de un agente reduce la productividad del resto de los agentes.
La solución que no es solución
La solución que propuso Wieser fue reunir los elementos de la producción, observar que esos elementos pueden alterarse (aunque no considera cambios infinitesimales, como acostumbran los neoclásicos), y que esto hace posible distinguir el efecto específico de cada elemento en números exactos. Se obtiene un número de ecuaciones, y así podemos hacer un cálculo confiable de qué hace cada elemento de producción.
Las ecuaciones individuales son, por lo tanto, las combinaciones productivas singulares llevadas a cabo en todo el campo de la producción. En estas ecuaciones se ponen de un lado los factores de producción combinados y del otro lado el valor de los rendimientos adquiridos, o anticipados, de conjunto. Si se suman todas las ecuaciones, el monto total de la riqueza productiva se presentará como equivalente del valor total del rendimiento. La suma debe adscribirse, enteramente y sin resto, a los elementos productivos individuales, de acuerdo al patrón de la ecuación de valor. Por lo tanto, a cada elemento le toca una parte definida en el resultado total, y esta parte no puede ser más elevada o más baja sin derribar la equivalencia entre la riqueza productiva y el rendimiento (véase Wieser p. 88).
Para ilustrar su método con un ejemplo, supone tres “factores de producción”, X, Y, Z, que producen tres bienes finales. En su ejemplo numérico:
X + Y = 100
2X + 3Z = 290
4Y + 5Z = 590
Resolviendo el sistema resulta X = 40; Y = 60; Z = 70. Claro que para que esta solución sea aplicable, tiene que haber el mismo número de factores de producción (sus valores son las incógnitas) que número de ecuaciones; esto es, igual número de factores de producción que productos finales. ¿Y por qué debería haberlos? No hay ninguna razón para que esa igualdad ocurra en la práctica. Y Wieser reconoce que si no se logra establecer un sistema en el que haya igual número de ecuaciones e incógnitas, el problema de la imputación no se puede resolver. Apunto, además, que Rothbard (en Man, Economy and State) repite la solución de Wieser que, como vimos, no es solución. Así siguen los austriacos tan frescos. Aunque el problema no es menor: elaboraron una teoría de los precios que no es capaz de determinar los precios de los medios de producción, y de la fuerza laboral empleados en la producción de los bienes de consumo. Para colmo, por esa vía pretenden justificar el orden existente en materia de ingresos (plusvalías y salarios).
En cualquier caso, la importancia del debate parece inocultable, pero Milei ni noticias da del asunto. ¿Por qué? ¿Ignora acaso esta crítica, y los problemas reconocidos por el propio Wieser en la imputación? ¿O es que toda su habilidad se reduce a debatir con gente que no tiene por qué conocer las teorías del valor y los precios? ¿A esto llama “seriedad científica”?
Una teoría sin conexión con la realidad del capitalismo
A lo anterior sumemos que los austriacos jamás han presentado prueba alguna de que los precios se formen, en la realidad del modo de producción capitalista, de la manera que dicen que se forman. Es que no hay manera de que, por ejemplo, el productor de una pieza del tractor que es utilizado para producir trigo, con el cual se hace la harina, con la cual se hace el pan, establezca, por imputación, el valor de la pieza de tractor partiendo del valor del pan. El fabricante de la pieza de tractor tendrá en cuenta los costos en materia prima, herramientas, mano de obra, y a partir de ellos establecerá los precios de producción tentativos, en torno a los cuales, en condiciones normales, girarán los precios de mercado.
Por supuesto, puede ocurrir que llegado al mercado la demanda no valide ese precio, y el productor sufra pérdidas; pero esto no tiene nada que ver con “imputaciones”. Tampoco significa que el precio del pan determine el precio de la pieza del tractor. Después de todo, si esto fuera así, el precio del pan también debería determinar los precios de todos los elementos del capital constante y variable necesarios para la producción de la pieza. Y así al infinito. Estamos ante una construcción especulativa, e insostenible, teórica y empíricamente.
Señalemos, además, que curiosamente este enfoque austriaco es el reverso mecánico de los que sostienen que los precios de los bienes primarios (“la base de la pirámide”, como dice algún “heterodoxo”) determinan unívoca y linealmente los precios de los bienes “hacia abajo”, a través de los “costos de producción” (sobre los “formadores de precios”, véase aquí).
Para terminar, toda la sabiduría del “austriaco criollo” en este asunto se reduce a barrer debajo de la alfombra la dificultad irremontable con que tropezó la escuela austriaca puesta a explicar los precios de los medios de producción y de la fuerza laboral. Sobre esa débil base el diputado anarco-capitalista despliega su arrogante y acostumbrada ignorancia. Faltaba más.
Para bajar el documento: https://docs.google.com/document/d/1YBFT1YFRf6EUOLuCE0btiMHNGoGHJdJ4-m4oNG7iVLk/edit?usp=sharing
Rolo, buena nota. Una cosa si, falta la bibliografía a la que haces referencia en el texto.
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Sebastián
30/05/2022 at 19:35
Buenas Rolo.
Me pareció que en el debate faltó poder refutar las barbaridades emitidas por Milei, que tomando el rol de única voz autorizada (y científica, faltaba más) de la economía, volcó sin ningún escrúpulo todo su chanchullo.
Sé que no depende de vos, pero qué bueno sería que pudieras debatir con este individuo, y aún más, también con el politógo Agustín Laje (íntimo de Milei), para poder sacar a la luz temas profundos e interesantes tales como la concepción de Estado, libertad y la acción racional en la economía.
Un saludo!
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Pablo
31/05/2022 at 20:23
Según Bunge el Marxismo es pseudociencia.
Ciencia y social no existen.
Ideología social,Marxismo,Comunismo, economía mixta y capitalismo.
Ciencia es la física, química y matemáticas.
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Matías Silverio
01/06/2022 at 04:38
Lo que no es ciencia es argumentar en base al principio de autoridad («Bunge dixit»). Y es profundamente reaccionario y oscurantista sostener que no puede haber ciencia de lo social. Si esto fuera así, no vale la pena ni siquiera escribir sobre «la cuestión social».
Sinceramente pienso que comentarios como este solo se pueden explicar en contextos políticos como los que estamos viviendo. Contextos que también podrían explicar cómo es que algunos patanes reaccionarios pasen por «científicos».
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rolandoastarita
01/06/2022 at 09:13
Sobre la propuesta de Pablo, sería sumamente instructivo u debate como el que proponés. Pero con el energúmeno chillón que ya ganó su reposera en el parlamente, un debate es imposible, pienso, como se demostró en el caso que se está discutiendo. Debería buscarse un formato que inhabilite al austrian boy para interrumpir con bravatas y burradas a cada paso. No soy economista, pero este muchacho me parece muy flojo de papeles, aunque hay que reconocer que en los formatos televisivos que le arman logra impactar a la gallerie. Sobre el comentario de Matías: Mario Bunge es sumamente interesante para leer. Pero no hay que dejarse engañar, pienso, por sus pifiadas, como esta. En ellas Bunge cae a un bajo nivel, que no es el que mantiene en la mayoría de su gran producción. Quizá ahí haya un «escotoma» ideológico que le empaña el razonamiento a Don Mario. Y sobre la afirmación de que «Ciencia es física, química, matemáticas»: demuestra un peligroso y retardatario reduccionismo que hubiera encantado a un Comte.
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Mario
01/06/2022 at 11:09