La crítica de Rallo a la “reducción” de Marx
Esta nota es continuación de “Rallo y su crítica a Marx: empecemos por lo elemental” (aquí).
En el capítulo 1 de El Capital Marx realiza una conocida operación de “reducción” de los valores de cambio de las mercancías “a algo que les sea común con respecto a lo cual representen un más o un menos”, y concluye que, “si ponemos a un lado el valor de uso del cuerpo de las mercancías, únicamente les restará una propiedad: la de ser productos del trabajo” (p. 46; edición Siglo XXI). Y un poco más adelante precisa que no se trata de un trabajo productivo determinado, sino de “trabajo humano indiferenciado”, esto es, “trabajo abstractamente humano” (p. 47).
Este pasaje, clave en la teoría del valor-trabajo, ha suscitado una de las críticas más frecuentes de los economistas austriacos a Marx, a saber, que este no habría demostrado que el único elemento común de las mercancías intercambiadas es que todas son fruto de trabajo humano. El primero fue Böhm Bawerk. Sostuvo que incluso admitiendo que haya que encontrar algo en común entre las mercancías, podrían mencionarse otros elementos distintos del trabajo, como “su rareza en proporción a su demanda”; “ser objeto de la oferta y la demanda”; o “haber sido apropiadas por el hombre” (1986, p. 447). Desde entonces este argumento lo han repetido prácticamente todos los economistas de la corriente austriaca.
Y es lo que hace Juan Ramón Rallo en “Refutación de la teoría del valor trabajo y de la teoría de la explotación de Marx” (https://www.youtube.com/watch?v=-2yuOyI_ugQ). Sostiene que las mercancías pueden tener en común propiedades naturales, por ejemplo, el peso; o ser fruto de la energía, y pregunta: ¿por qué las mercancías no se podrían intercambiar según su peso? ¿O según la cantidad de energía utilizada en producirlas? Agrega que entre los diversos tipos de energía se encuentra la térmica, química, calorífica, electromagnética, nuclear, eléctrica, de animales o plantas, iónica, del sonido, además de la humana. ¿Por qué Marx tomó como elemento en común solo la energía humana invertida en la producción? (véase video, 19’). Pero además, las mercancías tienen en común que son escasas y tienen utilidad. ¿Por qué entonces la utilidad y la escasez no determinan el valor de cambio? Marx no discute ninguna de estas posibilidades, dice Rallo, y opta, arbitrariamente, por un único elemento en común, el trabajo humano (o gasto humano de energía), socialmente necesario. ¿Por qué esta elección? Precisemos que la crítica de Rallo a la teoría del valor de Marx se basa casi enteramente en esta objeción.
Sin embargo, y contra lo que dicen Rallo y el resto de los austriacos, Marx explicó, negro sobre blanco, que las propiedades físicas o químicas de la mercancía no pueden determinar el valor de cambio de las mercancías. La razón es sencilla: el valor de cambio se refiere a una propiedad social, no natural, de las cosas. Más aún, Marx se refirió al peso como ejemplo de una cualidad de la mercancía, que no puede ser la determinante del valor de cambio. Ni el peso, ni ninguna otra cualidad física, como su color, o la cantidad de energía natural que pudo haber sido incorporada en el proceso de producción. Marx es explícito en esto. Enseguida del pasaje en el que se refiere a la necesidad de encontrar el elemento común que hace comparables cuantitativamente a las mercancías, escribe:
“Ese algo común no puede ser una propiedad natural –geométrica, física, química o de otra índole de las mercancías. Sus propiedades corpóreas entran en consideración, única exclusivamente, en la medida en que ellas hacen útiles a las mercancías, en que las hacen ser, pues, valores de uso. Pero, por otra parte, salta a la vista que es precisamente la abstracción de sus valores de uso lo que caracteriza la relación de intercambio entre las mercancías. Dentro de tal relación, un valor de uso vale exactamente lo mismo que cualquier otro, siempre que esté presente en la proporción que corresponda” (p. 46). Es que como valores de uso, “las mercancías son, ante todo, diferentes en cuanto a la cualidad; como valores de cambio solo pueden diferir por su cantidad, y no contienen, por lo tanto, ni un solo átomo de valor de uso” (ibid.). Los valores de uso son distintos, ya que los usos son distintos. X, por ejemplo, sirve para comer, e Y sirve para vestirse. En ese respecto, no pueden equipararse cualitativamente, y por lo tanto tampoco cuantitativamente. Por eso más adelante, y refiriéndose al equivalente (la chaqueta) en el que expresa su valor el lienzo, Marx escribe: “En cuanto valor de uso el lienzo es una cosa sensorialmente distinta de la chaqueta; en cuanto valor es igual a la chaqueta, y en consecuencia, tiene el mismo aspecto que esta” (p. 64)
Pero también se puede decir que la valoración subjetiva de las utilidades (el terreno privilegiado de los austriacos) es distinta. El productor A, que posee X, lo intercambia por 2 Y que posee el productor B. Sin embargo, la utilidad que A espera de 2 Y puede ser (y en general, lo es) incomparable, cuantitativamente, con la utilidad que B espera de la posesión de X. Lo cual no impide que X e Y se igualen en cierta proporción cuantitativa. Por ejemplo, que 1 X = 2Y, que a su vez se igualan a, por caso, $100. Esto es, hay una igualación a pesar de que los usos son distintos, y las utilidades relativas derivadas de esos usos ni siquiera pueden ser establecidas cuantitativamente. Por eso Marx sostiene que en la misma relación de intercambio entre las mercancías el valor de cambio se revela “como algo por entero independiente de sus valores de uso” (p. 47).
Puede verse entonces que no es cierto lo que afirma Rallo. La realidad es que Marx explicó por qué no tuvo en cuenta las propiedades físicas (el peso, por caso) en el residuo que queda de la comparación de las mercancías. Y por qué no tuvo en cuenta el valor de uso; en cuanto a la apreciación subjetiva de la utilidad, no podía nunca considerarla como fundamento de una propiedad social. Por eso, después de haber descartado estos elementos en común, dice “si ponemos a un lado el valor de uso del cuerpo de las mercancías, les restará una propiedad: la de ser productos del trabajo”. Más todavía, insiste en que “si hacemos abstracción de su valor de uso, abstraemos también los componentes y formas corpóreas que hacen de él [el producto del trabajo] un valor de uso” (p. 47).
Más adelante: “La objetividad de las mercancías en cuanto valores se diferencia de mistress Quickly en que no se sabe por dónde agarrarla. En contradicción directa con la objetividad sensorialmente grosera del cuerpo de las mercancías, ni un solo átomo de sustancia natural forma parte de su objetividad en cuanto valores” (p. 58, énfasis añadido). También: “…las mercancías solo poseen objetividad como valores en la medida en que son expresiones de la misma unidad social, del trabajo humano”… “su objetividad en cuanto valores, por tanto, es de naturaleza puramente social” y por eso, “dicha objetividad como valores solo puede ponerse de manifiesto en la relación social entre diversas mercancías” (ibid.).
Marx insiste en el tema cuando habla del peso de los cuerpos y del rol de los trozos de hierro cuyo peso ha sido previamente determinado, con el fin de expresar la pesantez de otro cuerpo (el pan de azúcar, por caso). Dice que en esa relación las cantidades de hierro representan “una mera figura de la pesantez, una forma de manifestación de la pesantez” (p. 70), y de la misma manera en la expresión de valor el cuerpo de la chaqueta (el equivalente) “no representa frente al lienzo más que valor” (ibid). Sin embargo, enseguida señala que “la analogía se interrumpe aquí”, ya que en la expresión del peso del azúcar el hierro “asume la representación de una propiedad natural común a ambos cuerpos”. En cambio, “la chaqueta, en la expresión del valor del lienzo, simboliza una propiedad sobrenatural de ambas cosas: su valor, algo puramente social” (p. 70; énfasis agregado).
Enseguida dice: “Cuando la forma relativa del valor de una mercancía, por ejemplo el lienzo, expresa su carácter de ser valor como algo absolutamente distinto de su cuerpo y de las propiedades de este, por ejemplo, como su carácter de ser igual a la chaqueta, esta expresión denota, por sí misma, que en ella se oculta una relación social” (pp. 70-1; énfasis agregado). Por eso la mercancía es valor cuando este posee una forma de manifestación propia, la del valor de cambio, “distinta de su forma natural, pero considerada aisladamente nunca posee aquella forma: únicamente lo hace en la relación de valor o de intercambio con una segunda mercancía, de diferente clase” (p. 74).
Este aspecto social del valor aparece todavía más claro en la forma general del valor, esto es, cuando una mercancía (por ejemplo, el oro), separada de las demás, sirve de expresión del valor de todas las demás mercancías. “Se vuelve así visible que la objetividad del valor de las mercancías, por ser la mera “existencia social” de tales cosas, únicamente puede quedar expresada por la relación social omnilateral entre las mismas; la forma de valor de las mercancías, por consiguiente, tiene que ser una forma socialmente vigente” (p.81).
Por último: “Hasta el presente, todavía no hay químico que haya descubierto en la perla o el diamante el valor de cambio” (p. 102).
La “reducción” es determinada por la concepción social
La insistencia de Marx en que el valor es una propiedad social pone en evidencia que la reducción, por medio del análisis, al “rasgo común” que hace equiparables cuantitativamente a las mercancías no es abstracta, sino concreta, esto es, determinada. Es que si la reducción no es concreta, lo más probable es que se termine en la abstracción vacía de contenido. Por ejemplo, se puede decir que toda mercancía tiene la propiedad de “ser”. Pero con esto estamos en un elemento común que es vacío; es la abstracción absoluta, de la cual nada podemos decir. El rasgo común “ser útil”, por su parte, es más determinado que el ser en general pero, como ya apuntamos, no deja de ser abstracto con respecto a lo social: la utilidad que el consumidor obtiene de un bien X es una cuestión subjetiva (así la calcule en el margen, admitiendo que esto sea posible), y por ende tampoco puede ser el determinante de una propiedad social, como es el valor.
No es lo que sucede, sin embargo, con el trabajo. Su contenido es inherentemente social, como recuerda Marx en el mismo capítulo 1: en primer lugar, se trata de gasto energía humana, y como tal, en segundo término, siempre interesó a los seres humanos la cantidad de ese gasto. En tercer lugar, el trabajo siempre fue social (pp. 87-88). De ahí la necesidad de comparar tiempos de trabajo. Por eso Marx, en una famosa carta a Kugelman, del 11 de julio de 1868, dice que el problema no es demostrar que los seres humanos comparan tiempos de trabajo, sino explicar por qué los comparan a través de los precios de las mercancías. Sostiene que “… el análisis de las relaciones reales hecho por mí contendría la prueba y la demostración de la relación real de valor” (Marx y Engels, 1983, p. 148). Es que en cualquier sociedad la primera necesidad es producir y reproducir las condiciones de existencia mediante el empleo de trabajo humano.
En consecuencia, no es necesario demostrar que los trabajos humanos en la sociedad productora de mercancías se comparan, sino explicar cómo lo hacen, y en particular, explicar por qué se comparan como valores de cosas. Y por esta razón, la abstracción que critican Rallo y el resto de los austriacos es determinada. En otros términos, el algo en común que se equipara en el intercambio –que se equipara de hecho, aunque los productores no sean conscientes del mismo- no es cualquier elemento elegido al azar, sino el elemento común que es constitutivo de la economía, a saber, el tiempo de trabajo relativo, en tanto gasto humano de energía, empleado en la producción.
En definitiva, además de ocultar lo que Marx explicó una y otra vez -por qué el peso, o cualquier otra característica natural no puede ser el fundamento de una propiedad social como es el valor-, Rallo pasa por alto el carácter determinado de la “reducción a elemento común” realizada por Marx. Pero por esto mismo su crítica a la teoría del valor de Marx se derrumba por completo.
Textos citados:
Böhm Bawerk, E. von (1986): Capital e interés. Historia y crítica de las teorías sobre el interés, México, FCE.
Marx, K. (1999): El Capital, México, Siglo XXI.
Marx, K. y F. Engels (1983): Letters on “Capital”, Londres, New Park Publications.
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La crítica de Rallo a la “reducción” de Marx
Usted dice:
«Este pasaje, clave en la teoría del valor-trabajo, ha suscitado una de las críticas más frecuentes de los economistas austriacos a Marx, a saber, que este no habría demostrado que el único elemento común de las mercancías intercambiadas es que todas son fruto de trabajo humano. El primero fue Böhm Bawerk. Sostuvo que incluso admitiendo que haya que encontrar algo en común entre las mercancías, podrían mencionarse otros elementos distintos del trabajo, como “su rareza en proporción a su demanda”; “ser objeto de la oferta y la demanda”; o “haber sido apropiadas por el hombre” (1986, p. 447), y desde entonces lo han repetido prácticamente todos los economistas de la corriente austriaco.»
Hasta Jevons admitió algo tan evidente:
«thus we have proved that commodities will exchange in any market in the ratio of the quantities produced by the same quantity of labour.»
William S. Jevons. Theory of Political Economy. Sentry Press, 1871, p. 187.
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Antimarginalista
08/04/2018 at 11:22
Por cierto, usted escribió:
«X, por ejemplo, sirve para comer, e Y sirve para vestirse. En ese respecto, no pueden equipararse cuantitativamente.»
Quizás sea una errata. ¿Quiso decir «no pueden equipararse >cuaLitativamente<"?
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Antimarginalista
08/04/2018 at 11:24
Gracias por la corrección. Debe decir «no pueden equipararse cualitativamente, y por lo tanto tampoco cuantitativamente».
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rolandoastarita
08/04/2018 at 12:42
Ese fenómeno de los economistas burgueses está muy bien explicado en «El carácter fetichista de la mercancía y su secreto». En el Marx explica porque ellos adjudican a los objetos propiedades sociales de las personas. Saludos.-
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Mustant
09/04/2018 at 00:26
Se preguntaba Alejandro Teitelbaum en el texto anterior si merecía la pena contestar al tal Rallo sobre la teoría del valor,…la respuesta es que si merece la pena explicar una y otra vez de qué va esto de la ley del valor. La cosa es tan importante que el profesor David Harvey, que lleva explicando, a su manera, El Capital de Marx acaba de publicar un texto donde más o menos mantiene tesis parecidas a las del profesor Rallo. Que lo haga Rallo y los seguidores de la escuela austriaca tiene su lógica pero que lo haga David Harvey es algo más serio ya que su influencia en la izquierda es importante. No se profesor Astarita si conoce la polémica que Micahel Roberts y David Harvey mantienen estos días, pero creo que merecería la pena conocer su opinión al respecto. Estos son los enlaces en inglés y la traducción en castellano para los que el inglés les cuesta más.
https://thenextrecession.wordpress.com/2018/04/02/marxs-law-of-value-a-debate-between-david-harvey-and-michael-roberts/
https://cubayeconomia.blogspot.com.es/2018/04/la-ley-del-valor-de-marx-un-debate.html
Saludos.
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Enrique
10/04/2018 at 02:24
Muy breve sobre la polémica: considero que en el centro de las diferencias entre Marx y Ricardo sobre la teoría del valor está la cuestión de la forma del valor. Marx sostiene, una y otra vez que es indispensable, a fin de que el trabajo empleado en la producción de la mercancía se objetive (o materialice) como valor, que la mercancía se venda. Entre varios pasajes claves, cito el de la página 63, El Capital t. 1, edición Siglo XXI: «La fuerza de trabajo en estado líquido, o el trabajo humano, crea valor, pero no es valor. Se convierte en valor al solidificarse, al pasar a la forma objetiva. Para expresar el valor de la tela como una gelatina de trabajo humano, es menester expresarlo en cuanto «objetividad» que, como cosa, sea distinta del lienzo mismo, y a la vez común a él y a otra mercancía». Esto es, si el lienzo (polo relativo) no encuentra el equivalente (en el ejemplo teórico de Marx, la chaqueta), el trabajo no se objetiva como valor.
Ahora bien, esto no tiene nada que ver con decir que el valor se crea en el mercado. Es claro que el valor solo se genera en la producción, mal que les pese a los teóricos de la teoría subjetiva del valor.
Sin embargo, por otra parte, el análisis de Marx de la forma del valor pone en evidencia que los problemas de la realización -cuestión en la que Harvey pone el acento- están indisolublemente vinculados a la relación de producción subyacente. Esta cuestión es la que plantea Marx cuando hace la pregunta crucial: ¿por qué el trabajo se presenta como valor? (p. 98). La respuesta es conocida: se debe a que las mercancías «son productos de trabajos privados ejercidos independientemente los unos de los otros» (p. 89). Es por este motivo que la contradicción entre el carácter privado y social del trabajo (contradicción que está en la base de otras contradicciones que analiza Marx, por caso, valor de uso/valor; trabajo concreto/abstracto; mercancía/dinero; valorización del capital/ desarrollo de la producción material, etc.) no puede eliminarse en tanto no se termine con la propiedad privada del capital. Dicho en otros términos, la pretensión de suprimir los males del capitalismo a través de las reformas en la distribución, propia del socialismo burgués (en términos modernos, del keynesianismo de izquierda) es una ilusión. También la creencia de que se pueden arreglar las cosas (o mejorarlas significativamente) remendando «la realización del producto». Repito, la realización del valor a través del mercado tiene una causa material, que es la propiedad privada de los medios de producción; es por eso que los trabajos privados solo se sancionan como sociales a través de la venta, esto es, en el mercado. Y esto no puede abolirse en tanto subsista esa propiedad privada. Este es el punto central de mi diferencia con el enfoque de Harvey, y en esto creo coincidir con la idea a la que apunta Roberts.
En base a lo anterior, sostengo que es equivocada la idea de que las crisis capitalistas podrían evitarse con una adecuada distribución del ingreso (típicamente, vía aumento de salarios). Esto es, la idea (típica de los subconsumistas) de que se pueden suprimir las contradicciones que están ancladas en las relaciones de producción mediante remiendos en la esfera de la circulación, o en las formas de distribución.
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rolandoastarita
10/04/2018 at 09:26
Compañero profesor Rolando Astarita
Al respecto de lo que trata sobre el valor quisiera destacar la diferencia que hay en el origen del valor en la sociedad capitalista y las que le precedieron: en la sociedad capitalista un simple producto es ya desde el principio una mercancía, en lugar de convertirse en ella solo cuando entra en el intercambio, en la circulación. Mientras en las sociedades precapitalistas el producto adquiere (puede adquirir) la forma del valor en la circulación, en el modo de producción capitalista, por el contrario, el producto es fabricado ya como mercancía, con una cantidad determinada de valor. Dicha cantidad, no obstante, necesita del intercambio para manifestarse. Si el valor nace en la producción, entonces es resultado del trabajo abstracto, que por su naturaleza es cuantitativamente limitado y en efecto disminuye como consecuencia del aumento del capital fijo. Si, a la inversa, el valor naciera en la circulación, sería el resultado de transacciones comerciales y su cantidad no dependería más que del éxito de tales operaciones. No tendría pues una tendencia inmanente al agotamiento como sí ocurre en el capitalismo.
Mis cordiales saludos
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Rodolfo Crespo
10/04/2018 at 13:50
En mi opinión, la principal diferencia entre cualquier característica de una mercancía y el trabajo humano, es que estas características son intrínsecas y a menudo invariables, mientras que el trabajo es opcional. De hecho sólo se pueden variar alguna de estas características de la materia mediante el trabajo humano.
El añadir más peso a una chaqueta, por ejemplo, no tiene por qué añadir valor o utilidad a ésta, cuando no es al contrario. Pero añadir trabajo humano casi siempre lo hará, salvo error, porque es opcional, y si no lo añadiese, no tendría sentido realizarlo. No es el trabajo humano, sino la utilidad, lo que le da valor a las cosas, pero a su vez, es el trabajo humano lo que transforma y dirige la transformación de las cosas para darles utilidad, por lo que, no obligatoriamente, pero sí lógicamente, el trabajo humano adquiere el sentido de la utilidad, que a su vez es un equivalente de valor. Así, es como el trabajo pasa a ser equivalente de utilidad y de valor.
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Economía-ficción.
11/04/2018 at 05:39
Supongo que ha resuelto ya la cuestión de cómo se cuantifica la utilidad para determinar las proporciones a las que se intercambian las mercancías. O cómo puede ser que si en el capitalismo las mercancías son reproducibles (mayoritariamente sin rendimientos decrecientes), la utilidad expresada en la demanda pueda tener una influencia tal en los precios, que lleve a postularla como determinante principal de su nivel… o cómo es relevante la utilidad, el valor de uso de la mercancía, para el vendedor-empresario, en lugar de importarle sólo su valor de cambio (cuánto valor de uso tiene el millonésimo lápiz que vende su productor, para él mismo? Ninguno, como tampoco lo tenía el primero. Para el empresario, las cosas que vende, sólo tienen valor de cambio. Ergo, el escenario de trueque que necesita la teoría utilitarista, no puede existir en el capitalismo. Tampoco puede existir porque sencillamente, los intercambios reales del sistema son mucho más complejos que el trueque, por lo que necesitan un mediador, el equivalente universal, que represente valor)
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Ezequiel
11/04/2018 at 13:05
La utilidad no es un valor absoluto, sino un nivel de explotación. A mí, cada unidad de mercancía me costará parecido trabajo crearlas, pero una misma mercancía tiene muy distinto valor o utilidad para cada persona. Así, cuantas más fabrique, menos utilidad y por tanto valor tendrá para cada nueva persona a la que quiera llegar. Aumentando o disminuyendo la producción es como se regula el nivel de explotación del valor, más conocido como precio. Así es como se equipara el trabajo que ofrezco con el dinero (que es una equivalencia de trabajo) que recibo, y la proporción entre distintos trabajos y mercancías.
En la prehistoria seguramente cada cual se fabricaba sus cosas. O todo era del grupo. Pero incluso así habría mercado. Y esto sólo sería posible por dos mecanismos, o bien por el distinto rendimiento, ( a uno se le puede dar mejor cazar que curtir pieles mientras que a otro le sucede al contrario) o bien por las distintas consideraciones de valor, (una bonita concha puede tener nulo valor para un macho adulto, pero la cogerá si espera que para una hembra sí lo tenga, así como podría ocurrirle a aquella con una afilada lasca de silex) El mercado es muy anterior al capitalismo, por ello si queremos comprenderlo no podemos limitarnos al capitalismo para que éste nos lo explique.
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economía-ficción
11/04/2018 at 20:38
El hecho de que no haya respondido un solo punto de los que le planteo, debería hacerle notar cierta distancia suya respecto a estos problemas. Usted acaba de hacer de cuenta que yo no argumenté nada. No lo atribuyo a mala fe, pero sí veo que está tan imbuido en su perspectiva, que le cuesta ver ciertas contradicciones y que parece no haberlas estudiado, por ejemplo, leyendo las críticas de Marx a la economía vulgar.
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Ezequiel
11/04/2018 at 21:41
Por si aclara algo, agrego que su respuesta de que a mayor producción, menor valoración de parte del consumidor, es abstracta, no es aplicable al sistema capitalista, en el que los excesos de oferta son eliminados y los excesos de demanda son compensados (con más oferta), anulando entonces los desequilibrios entre ambos, y por lo tanto anulando explicaciones de los precios basados en tales desequilibrios. Ya que, si subsiste un nivel promedio a esos desbalances temporarios, qué explica ese nivel. Esto es lo que le decía arriba y ud no registró, por provenir de otra trayectoria. Por eso, recomiendo empezar por el principio de los problemas, a mí me resultó muy útil «trabajo asalariado y capital».
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Ezequiel
11/04/2018 at 22:31
Lo que yo digo es que el mercado es anterior al capitalismo y por tanto es más válido, ya que un todo es más representativo que una parte de ese todo. Cuando yo hablo de producción, lógicamente hablo del sentido lógico de producir, que es poner lo producido en disposición de consumo, lo cual habitualmente significa ponerlo en el mercado.
Le digo que dinero y trabajo vendrían a ser una equivalencia en un mercado perfecto. Puede que el capitalismo diste mucho de serlo, pero aún así esa cuestión o equivalencia es más determinante que ninguna otra. Y le recuerdo que la excepción no hace una regla. Por tanto, cuando compramos algo, lo que hacermos es intercambiar trabajo propio por trabajo ajeno. No es una casualidad que el mercado libre trate de igualar las cantidades de trabajo que se intercambian. «Nadie da duros a cuatro pesetas», como decimos en España, y por ello tampoco nadie quiere dar el producto de cinco horas de trabajo por el de cuatro.
Lo que digo es que puede que los distintos trabajos tengan distinta rentabilidad. Pero la gente siempre tratará de realizar los trabajos más rentables, añadiendo así producción, a la vez que se resta a los menos rentables. Ese es otro mecanismo por el cual se equilibran tanto la cantidad de trabajo intercambiada como el «precio» de tales trabajos.
Por cierto, al capitalista no le interesa «compensar» los excesos de demanda, porque eso empuja hacia abajo los precios. Si lo hacen es porque cada vez más capitalistas acuden al «caladero» de demanda, aumentando por tanto la producción y la oferta. Los ingenieros, químicos y demás hacen muchos descubrimientos observando la naturaleza. Los economistas no deberiamos ser distintos. De hecho, como dice un conocido: «los humanos sólo somos animales con ínfulas».
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economía-ficción
12/04/2018 at 08:58
El mercado es anterior al capitalismo… pero «mercado» es sólo una palabra. No es un hecho que trasciende los períodos históricos inalterado. Por lo tanto, un mercado en el que los intercambios son casuales y realizados con lo que le sobra al productor, no permite una regularidad tal que ajuste los precios a un valor subyacente. La lógica del sistema es muy diferente al actual, en donde son las relaciones de producción, la división del trabajo específicas del capitalismo, las que determinan qué es el mercado hoy, un mercado que funciona como principal mediador del metabolismo del sistema, y representa en cada intercambio una cantidad de trabajo, no porque sea mercado, sino porque es el mercado emergente de la privatización de toda la producción social, fenómeno inédito en la historia previa. Por otro lado, sigue sin quedar claro cómo puede igualar usted valor, utilidad y precio (volviendo a su primer comentario).
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Ezequiel
12/04/2018 at 13:57
Perdone, pero es usted el que parece no querer entender. Para empezar, todo son palabras, pero las palabras definen conceptos. Y «mercado» define un intercambio de cosas, trabajo, favores, etc y las normas y circunstancias que regulan este intercambio. El capitalismo no es más que una parte de ese mercado, y si funciona es porque unos lo aceptan o lo «compran» y a otros se nos impone. Parece ignorar que el marxismo podría funcionar perfectamente con las «divisiones del trabajo específicas del capitalismo», porque eso no es más que especialización, y ese concepto es muchiiiisimo más antiguo que el capitalismo.
Lo que es típicamente capitalista es la plusvalía, y lo curioso es que para ella no es imprescindible la especialización. Por eso no confunda conceptos. He dicho que en un mercado perfecto, dinero y trabajo serían una equivalencia, y esta equivalencia no daría posibilidad alguna de remunerar el no-trabajo, o la plusvalía. El capitalismo es un mercado imperfecto por la monopolización de los medios de producción, no por el modelo productivo en sí mismo.
El valor (valor de intercambio) viene dado entre otras cosas por la disponibilidad, el mejor ejemplo lo tiene en el aire, el cual no tiene valor de intercambio porque la disponibilidad es plena y al alcance de todos. O si lo prefiere, el trabajo para conseguirlo es cero, y por tanto ese es también su valor. En cambio su utilidad, como puede suponer, es infinita. Pero las distintas mercancías tienen muy distinta utilidad para cada persona, incluso para cada una de ellas la segunda unidad tiene diferente valor que la primera. Pero la utilidad es una media, o un nivel de explotación. Yo puedo estar dispuesto a pagar una fortuna por la entrada para un concierto, por ejemplo, pero si el precio de venta es muy inferior, yo lógicamente no voy a pagar la utilidad o valor que tiene la entrada para mí, sino ese precio de venta. ¿Y qué es lo que marca el precio de venta? Pues el que lo tasa, lo hace calculando el aforo del recinto y lo ideal para él sería que esa cantidad exacta de personas estuviera dispuesta a pagar ese precio. Lo que para mí es «barato», para muchiiiisimas otras personas sería carísimo. El precio sólo marca la media. Pero a su vez esa media la marca la disponibilidad. Si el aforo aumentara, el precio de venta tendría que disminuir. Al contrario de si se redujese. El aforo es complicado «fabricarlo», pero se puede entender que parecidas consecuencias tienen los incrementos o descensos de la producción de mercancias.
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economía-ficción
13/04/2018 at 06:25
Queda aún más clara su distancia respecto a los puntos tratados. Cada cosa que usted dice fue refutada por el mismo Marx a cada paso del desarrollo de su teoría, y de modo explícito, en controversias con otros pensadores. Tal vez usted llegue a leer esos trabajos, ya eso es decisión suya («Trabajo asalariado y capital», los primeros capítulos o el primer tomo entero de «El Capital» y «Teorías de la plusvalía» deberían estar en la lista de lectura obligatoria, para cualquiera interesado en el núcleo de la teoría del valor)
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Ezequiel
13/04/2018 at 15:39
¿Palabra de Dios? Pues amén y sanseacabó.
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economía-ficción
13/04/2018 at 19:41