Cuba: crisis, globalización y giro al mercado (8)
La parte 7 de la nota, aquí.
Otras expresiones de extrañamiento
La distancia entre la dirigencia y el pueblo común en Cuba se refleja, aunque de forma muy parcial, incluso en los medios oficiales, que llegan a denunciar la “vagancia” de sectores sociales. Por ejemplo, en Granma: “… la mayoría de los cubanos (…) escuchamos a diario en nuestros barrios, centros de trabajo y demás, (…) que la vagancia injustificada en Cuba es un mal que hay que atacar con firmeza y acabar de resolver… ” Y agrega que se trata de “vagos conscientes y muchos hasta confesos” (Jorge Llorente López, “Ni desempleados, ni desocupados, simplemente vagos”, Granma 28/11/14, http://www.granma.cu/cartas/2014-11-28/ni-desempleados-ni-desocupados-simplemente-vagos; véase también el intercambio de opiniones asociado a la nota). Y Raúl Castro reconoció que “uno de los más difíciles retos del trabajo político es lograr que los trabajadores se sientan dueños colectivos de las riquezas de la sociedad y actúen en consecuencia…” (Agencia Cubana de Noticias http://www.ain.cu/2006/septiembre/27asdisciplina.htm). Casi medio siglo después del triunfo de la Revolución desde la más alta dirección cubana se admitía que los trabajadores no se sentían dueños de los medios de producción ni de las riquezas de la sociedad.
Por otra parte, desde las esferas oficiales se reconoce que existe un sector importante de la juventud que dice no interesarse por la política. En una nota publicada el año pasado en Juventud Rebelde, se habla del fenómeno y se lo explica como producto de la penetración de la ideología neoliberal “en la conciencia de los más débiles” (Yoerky Sánchez Cuellar, “Maikel el (a)político”, http://www.juventudrebelde.cu/opinion/2014-03-01/maikel-el-apolitico/). En respuesta al argumento del periodista, un lector afirma que “la política es para los políticos, después de todo, se reúnen a puertas cerradas, deciden por nosotros, y después nos dicen que es para bien de nosotros mismos…” (énfasis agregado).
También Juan Valdez Paz, sociólogo y politólogo cubano, fundador de la revista Pensamiento Crítico y miembro de la Unión de Escritores de Cuba, registra la poca participación de los jóvenes en el poder político y el sentimiento de ausencia de perspectivas y esperanzas: “En cuando a lo que piensan los jóvenes,… creo que los contenidos más importantes son: las críticas no saldadas con la experiencia histórica de la Revolución; la limitada presencia y participación en el poder político; y el sentimiento de que sus expectativas ya no podrán realizarse o tienen un horizonte lejano, en las actuales condiciones de la sociedad cubana” (“Entrevistas: Cuba en Tránsito, Entrevista a Juan Valdez”, mayo 2014 http://laventana.casa.cult.cu/modules.php?name=News&file=article&sid=8254). La idea del extrañamiento y la falta de perspectivas se expresa asimismo en el rap que pregunta a la dirección “¿Por qué no puedo pensar como lo haces tú?”, y que dice, entre otras críticas, “Háblame de ti, de tus mañas, de tus estupideces, y de un comunismo fusionado con tus intereses”. Lo canta el grupo Tribu Mokoya, que integra Silvito “El Libre”; este último es hijo de Silvio Rodríguez, fundador, junto a Pablo Milanés, de la Nueva Trova Cubana,
Frente a estos testimonios, algunos objetan que en Cuba existen numerosas organizaciones sociales y del PC con base territorial, así como organizaciones del gobierno e instituciones vinculadas a la política social con asiento en la comunidad, que conforman un tramado denso de participación, y de canales para hacer oír las voces del pueblo. Pero se trata más de forma que de contenido. En palabras de Mayra Paula Espinosa Prieto: “En la práctica ha primado una concepción de la participación que la considera como una movilización de apoyo a objetivos estratégicos definidos centralmente por decisores expertos (de la política y de diversos campos técnicos y disciplinares) y como forma de asegurar canales para la consulta de decisiones ya tomadas y minuciosamente concretadas en planes y programas de acción. La participación no es entendida como la intervención necesaria desde la definición estratégica en sí misma y en la toma de decisiones como tal” (“Políticas de atención a la pobreza y la desigualdad”, 2008, CLACSO, http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/clacso-crop/20110908080337/05Prieto.pdf, p. 144; énfasis agregado). Espinosa Prieto es profesora de sociología en la Universidad de la Habana y miembro del consejo editorial de Temas.
A esa participación formal no es ajeno el temor a la represión de los organismos del Estado. Pablo Milanés dice: “Mucha gente tiene miedo de hablar porque hay un sistema detrás de censura, de represión callada y oculta que no te permite hablar libremente y que hay que echar abajo ya, cuestionarlo de modo radical” (“El socialismo cubano se ha estancado”, reportaje de Carlos Fuentes en Ecos Cotidianos, febrero de 2013, https://ecoscotidianos.wordpress.com/2013/02/25/pablo-milanes-el-socialismo-cubano-se-ha-estancado/). Pero en un «Estado del pueblo» (o «socialista»), el pueblo no debería albergar ningún temor a expresarse libremente.
En este contexto social y político, las explicaciones oficiales, excesivamente simplistas –neoliberalismo que gana a los débiles, “injustificada” vagancia- desnudan la imposibilidad, dentro del régimen burocrático, de remontar la apatía y el extrañamiento del ciudadano común con relación al Estado, las empresas y el trabajo.
Sanciones, pago por rendimiento, incipiente desocupación
Ante la persistencia de la baja productividad, en los últimos años el gobierno ha hecho apelaciones a la ética socialista y la responsabilidad social; recurrió a medidas disciplinarias y a los despidos en el sector público; y ha llamado en varias oportunidades a establecer pagos por productividad. Así, en 2007 se dispusieron nuevos reglamentos destinados a “enfrentar indisciplinas e ilegalidades”: sanciones para quienes no cumplieran el horario laboral, abandonaran el trabajo sin autorización, no cuidaran los recursos, cometieran actos de despilfarro o aceptaran prebendas a cambio de información o gestión. En 2008 el gobierno propuso avanzar hacia un sistema de “pago por resultados”. En octubre de 2010, comenzó la eliminación de 500.000 puestos de trabajo en el Estado; era la primera etapa de un plan que preveía totalizar un millón de cesantías -equivalente al 20% del total de la fuerza laboral- en 3 años. En diciembre de 2013 la Asamblea Nacional aprobó un nuevo Código de Trabajo con el objetivo declarado de “recuperar la disciplina laboral y fortalecer el papel de las administraciones”, así como “consolidar el rol de las organizaciones sindicales en la eficiencia productiva y de los servicios”. Y a mediados de 2014 el Congreso de los Trabajadores de la CTV anunció que no se aumentarían los salarios hasta que no se elevase la productividad. Todas estas medidas fueron dispuestas por fuera de cualquier deliberación o capacidad de decisión de las bases; a lo sumo se realizan «consultas», a las que ya nos hemos referido (en ningún caso los productores deciden, por ejemplo, quiénes deben dejar tales o cuales puestos de trabajo, y de qué manera).
Sin embargo, la productividad sigue estancada, y los pagos por rendimiento no terminan de establecerse. Una de las dificultades para concretar esta medida está asociada a la gestión y planificación burocrática. Por ejemplo, puede aumentar la cantidad de productos, pero con incremento de los defectos de fabricación o empeoramiento de la calidad; o a costa del mal uso de insumos y el aumento del desperdicio.
Pero por otra parte, la productividad no se eleva si no hay bienes que comprar, y los salarios son bajos. En un discurso del 26 de julio de 2007 en Camagüey, Raúl Castro reconoció que “el salario aún es claramente insuficiente para satisfacer todas las necesidades, por lo que prácticamente ha dejado de cumplir su papel de asegurar el principio socialista de que cada cual aporte según su capacidad y reciba según su trabajo. Ello favoreció manifestaciones de indisciplina social… que una vez entronizadas resulta difícil erradicar…”. Desde entonces la situación salarial no ha mejorado significativamente (véase más abajo sobre la pobreza). Tal vez por eso esté extendido en la isla el refrán que dice “el Estado hace como que me paga y yo hago como que trabajo». El estancamiento en la productividad, a su vez, profundiza la carencia de bienes, generándose un círculo vicioso.
Agreguemos que los problemas del transporte incrementan la impuntualidad y el ausentismo. Esta cuestión es señalada por James Petras y Robin Eastman-Abaya: “Largas colas en las paradas de las guaguas, falta de puntualidad, guaguas abarrotadas, camiones ‘convertidos’ en transporte público (los arriñonados ‘camellos’) y combustibles contaminantes han dado lugar a un malestar crónico. La tardanza en el trabajo, debido al inadecuado transporte público, ha contribuido a la baja productividad y, a veces, a una excusa ‘legítima’ para el absentismo” (“Cuba: revolución permanente y contradicciones contemporáneas”, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=55223). Las dificultades del transporte también sumarían al desgaste físico y psicológico de la fuerza laboral.
Otro problema importante es la inadecuación entre calificaciones profesionales y tareas. En el escrito de Lázaro Gonzáles Rodríguez, que ya citamos, se señala que en una muestra de 2163 trabajadores en 66 entidades se comprobó que el 20% de los mismos ocupaba puestos de trabajo diferentes a los estudios realizados, dando como resultado una “situación frustrante para el individuo y económicamente insoportable”. Con el incremento del cuentapropismo, esta situación, hasta el momento, parece mantenerse o incluso aumentar. Es que muchos optan por trabajos de menor calificación, pero que les permiten vivir en condiciones más aceptables. Así, por ejemplo, no es raro encontrar un graduado universitario atendiendo un pequeño negocio de ventas en la Habana, o manejando un taxi. Hay que anotar también que en Cuba hay sobreoferta de graduados en humanidades, y pocos graduados en ingeniería o agronomía.
En cuanto a los despedidos del Estado, no hay forma de que el sector privado dé empleo a todos los que se proyectó cesantear en 2010. En febrero de 2014 el Congreso de la CTC afirmó que se había despedido 596.500 trabajadores del Estado, y que muchos no eran absorbidos por el cuentapropismo o las cooperativas. De hecho, en 2010 la desocupación era del 1,7% y en 2014 había subido al 3,3%. Es una tasa aún muy baja, aunque debe señalarse que la participación de la fuerza laboral en el total de la población en edad de trabajar disminuyó del 76% en 2011 al 73% en 2013. Esto mostraría un aumento de los que desisten en buscar trabajo. Es posible, además, que haya desempleo encubierto bajo la forma de “cuentapropismo de sobrevivencia”. En cualquier caso, el gobierno hasta el día de hoy no se animó a continuar con el plan de despidos del Estado. Posiblemente haya conciencia de que una elevada desocupación suscitaría gravísimos problemas de legitimidad para un régimen que se autoproclama socialista. De todas maneras, las cesantías han puesto una mayor presión sobre los trabajadores estatales; y en la eventualidad de que la economía gire al capitalismo, se pasaría a una desocupación abierta y muy elevada. El temor a la desocupación es el «látigo» con que el capitalismo siempre disciplina a la fuerza laboral.
Destaquemos asimismo que las consecuencias de la baja productividad se hacen más gravosas debido a que la población cubana está estancada o en disminución: la familia típica tiene 1 hijo. Lo cual significa envejecimiento poblacional, que a su vez implica disminución de la población productiva. Este cuadro pone presión sobre las ya bajas pensiones (en 2008 el gobierno aumentó la edad de retiro, a 60 años para las mujeres y 65 para los hombres).
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Written by rolandoastarita
26/02/2015 a 17:04
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2 respuestas
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Gerardo Daniel
26/02/2015 at 20:03
‘Casi medio siglo después del triunfo de la Revolución desde la más alta dirección cubana se admitía que los trabajadores no se sentían dueños de los medios de producción ni de las riquezas de la sociedad». A mi modo de ver, este es uno de los factores claves en el no asentamiento y perdurabilidad del socialismo real. Estamos hablando de que la élite pólitica (partido y burocracia) nunca le ha dado la propiedad real del estado ni de los medios de producción a sus ciudadanos. Se los han apropiados ellos mismos. Adjudicar titulos de propiedad a una población sobre el estado y sus empresas, al estilo y efectos jurídicos de las acciones sobre el capital en un empresa privada, no sería un mala idea para empezar a empoderar realmente a una ciudadanía socialista. Los efectos de una propiedad real de los trabajadores serían indiscutibles. Tanto sobre el rendimiento laboral (productividad, no vagancia, etc…) como sobre la estabilidad y permanencia de los activos y empresas públicos (mantenimiento, renovación, nueva inversión, etc.). Marx admiraba la ‘alegria’ en el trabajo de los trabajadores-socios de las cooperativas de trabajo asociado de su época. Raúl Castro, y su amplia burocracia dictatorial, siente que eso no se haya producido en Cuba pero….. no hace nada evitarlo. Al revés, hace todo lo posible para que no suceda. Saludos.
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antonio
28/02/2015 at 08:14