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Función de producción y “buenos resultados”
En una nota publicada ya hace tiempo (aquí), planteé que a los estudiantes de Economía se les sigue enseñando la teoría neoclásica del capital y de la distribución sin hacer mención alguna a las críticas de Cambridge (Inglaterra). Recordemos que los críticos de Cambridge demostraron que es imposible establecer una única medida del capital sin apelar a las variables distributivas, y que esta cuestión afecta a los fundamentos de la noción neoclásica de capital. Por lo tanto, afecta de lleno a la función de producción, y a las explicaciones sobre las variables distributivas (salario y ganancia) que se derivan de ella. Asimismo, se han señalado las insuperables dificultades para agregar funciones de producción individuales a fin de obtener una función agregada, a no ser que se postulen supuestos extremadamente restrictivos (imposibles en una economía real). De hecho, tiene poco sentido hablar, por ejemplo, de una función de producción agregada de industrias tan disímiles como una refinería de petróleo, una fábrica de chocolatines y otra de máquinas herramientas, y pretender calcular la elasticidad de sustitución entre factores, o la productividad marginal de “los factores” (debe recordarse, en términos físicos) en esa función macro. Y cuando hablamos de una economía nacional, estamos hablando de centenares de ramas y especializaciones, que deberían agregarse. Los neoclásicos insisten en que la macroeconomía debe tener fundamentos microeconómicos, pero es imposible encontrar un fundamento micro a la función de producción agregada, que es la base de los modelos actuales de macro y crecimiento (argumento de Felipe y Fisher, 2006).
Sin embargo, estas “dificultades” se pasan por alto. La función de producción, en particular la Cobb Douglas, se emplea rutinariamente en los estudios nacionales, por ejemplo, en los cálculos del llamado output potencial. También es la base de los modelos de crecimiento endógeno (Roemer, Sala-i-Martin); sin olvidarnos de que el estudio de crecimiento sigue introduciéndose con el modelo de Solow (una economía de un único bien que es insumo y producto, de manera de eliminar cualquier problema de medición del capital). Asimismo, la función de producción es un pilar de los cursos usuales de microeconomía y macroeconomía. En definitiva, al estudiante de economía (y de las carreras de administración de empresas, contabilidad, y similares) se lo sigue instruyendo en que, en condiciones de competencia perfecta, la función de producción explica adecuadamente la distribución del ingreso entre salarios y beneficios (iguales a las productividades marginales del trabajo y el capital, respectivamente). De esta manera, no hay lugar para el conflicto social; la distribución es una cuestión “técnica” y no tiene sentido que los trabajadores intenten cuestionarla. El rol ideológico del asunto, sesgado a favor del capital, parece claro.