Trotsky, el giro de 1928-9 y la naturaleza social de la URSS (18)
La parte 17 de la nota, aquí
Ascenso social y nueva elite dirigente
En la parte anterior de la nota nos hemos referido al elemento de legitimación de la política stalinista, basado en el desarrollo de las fuerzas productivas y en la idea de que en la URSS, en los treinta, se estaba construyendo el futuro socialista. En ese marco, cientos de miles de obreros y campesinos ascendieron socialmente, y se formó una nueva elite dirigente. Fitzpatrick (1979) describe este proceso.
Todavía en 1927 menos del 1% de los comunistas habían completado la educación superior, y los estudiantes obreros o comunistas en los institutos de educación superior seguían siendo una minoría. La enorme mayoría de ingenieros, contadores y administradores del Estado no eran comunistas. En la terminología soviética eran “burgueses”. Aunque estos “expertos” en las empresas y la administración estaban bajo la supervisión de obreros comunistas, estos tenían menor preparación que el personal al que debían controlar. Por eso, a partir del juicio por los especialistas de las minas de Shakhty (véase más arriba) Stalin convocó a la clase obrera a crear su propia intelligentsia técnica productiva. Para lo cual la dirección soviética decidió purgar al aparato administrativo de los especialistas burgueses, enviar obreros a escuelas de preparación superior, y formar una nueva generación de cuadros que serían al mismo tiempo rojos y expertos. Además se decidió aplicar una política de admisión a puestos de importancia, discriminando a favor de los obreros y comunistas.
Como resultado de esta orientación, a comienzos de 1933 unos 233.000 comunistas –equivalente a un cuarto del total de la membresía del Partido en 1927- eran estudiantes a tiempo completo en algún tipo de institución educativa. De ellos, 106.000 estaban en institutos de educación superior, excluyendo las escuelas superiores del Partido y academias militares e industriales; casi las dos terceras partes estudiaban ingeniería. Sumando los trabajadores no comunistas, la cifra llegaba a 150.000. En ese grupo estuvieron Brezhnev y Kosygin, que venían de familias obreras. En 1941 el 89% de los graduados en instituciones superiores durante el primer Plan Quinquenal tenían posiciones de liderazgo.
Paralelamente se promocionaron miles de trabajadores. Entre 1928-33 más de 140.000 obreros fueron promocionados a posiciones de responsabilidad administrativa o de especialistas; la mayoría fueron entrenados como técnicos de planta, ingenieros o administradores de la industria. Un grupo más amplio pasó de trabajos manuales a ocupaciones de cuello blanco. De acuerdo a una fuente soviética, solo entre 1930 y 1933 unos 666.000 obreros comunistas dejaron las fábricas por empleos de cuello blanco y estudio a tiempo completo. No se tienen datos para trabajadores no miembros del partido, pero se puede suponer por lo menos una cifra igual.
La Revolución Cultural
Contemporáneamente con el lanzamiento del Primer Plan Quinquenal ocurrió la Revolución Cultural (Fitzpatrick, 1974 y 2005). “La lucha contra la vieja inteligentsia, los valores culturales burgueses, el elitismo, el privilegio y la rutina burocrática constituyeron el fenómeno que los contemporáneos llamaron ‘Revolución cultural’” (Fitzpatrick, 2005). Fue expresión de la esperanza y entusiasmo que despertó el giro de 1928-9 en sectores de la juventud y en la militancia social y comunista. Se trató de un movimiento del comunista joven y proletario contra el establishment cultural, esto es, contra la alianza conservadora del Narkompros (el Comisariado de la Ilustración, dirigido por el bolchevique Lunacharsky) y la inteligentsia burguesa. Sus militantes eran activistas, no una herramienta dócil de la dirigencia. Tenían una hostilidad instintiva hacia las autoridades e instituciones sospechadas de tendencias burocráticas, lanzaron vastas campañas anti-religiosas en las aldeas, coincidiendo con la colectivización, y creían firmemente que estaban construyendo un mundo nuevo (Fitzpatrick 1974).
En materia de educación el objetivo del movimiento fue proletarizar las escuelas y universidades imponiendo la entrada selectiva a las mismas, la purga de los estudiantes no proletarios y la reorganización de los sistemas educativos para dar prioridad a la formación de ingenieros, especialistas en agricultura, técnicos y trabajadores especializados para el Plan Quinquenal. En las artes y los medios académicos el objetivo fue la proletarización a través de su subordinación a las organizaciones comunistas, en especial la Academia Comunista y la organización de Escritores comunistas (RAPP). Lo cual implicaba la politización y extensión del control del Partido en todas las esferas de la cultura (Fitzpatrick, 1974 y 2005).
Aunque Stalin no creó el movimiento, lo utilizó mientras le fue útil para combatir a la derecha. Por eso durante cuatro años alentó el hostigamiento a los intelectuales burgueses, a los especialistas no partidarios y a los burócratas de los soviets; la discriminación a causa de los orígenes sociales era común. Paralelamente se planteó que los comunistas que trabajaban en el frente cultural debían seguir la línea de clase más estricta, y se atacó la idea –que se asoció al bujarinismo- de que la revolución cultural pudiera ser pacífica, y que hubiera desarrollo cultural sin guerra de clases.
Sin embargo, y acorde con el giro “a la derecha” que se operó a nivel social general, el movimiento tuvo un abrupto corte en 1932. A partir de entonces la mayoría de las políticas de la Revolución Cultural fueron revertidas. Se acabó la discriminación social en la educación; se reinstaló a los profesores e ingenieros burgueses con el título de “especialistas soviéticos”; y la RAPP fue reemplazada por la Unión de Escritores Soviéticos, que estaba bajo el firme control del Partido, pero incluía no comunistas y no proletarios. También se disolvió la Academia Comunista. Cuando Stalin en el XVIII Congreso del partido, en 1939, dijo que los cinco años previos habían sido un período de genuina revolución cultural, se refería a la universalización de la educación elemental, el crecimiento de la educación secundaria y terciaria, y la creación de una nueva inteligentsia soviética. Así le estaba dando al término RC un nuevo significado.
El movimiento de comunas y colectivos
A partir de 1929, y al mismo tiempo que la dirección promovía las brigadas de choque para mejorar la actitud del trabajador hacia la industrialización, surgieron, espontáneamente, colectivos de producción y comunas en las empresas (véase Siegelbaum, 1986, del que tomamos lo que sigue). En abril de 1931 se llegaron a contar 46.671 miembros en las comunas y 87.359 en los colectivos. La mayor parte eran del metal y textiles, y representaban el 7% del total de los trabajadores industriales. La mayoría de sus miembros integraba las brigadas de shock. Estos trabajadores pensaban que para construir el socialismo hacía falta una economía fuerte y buena producción, y tenían un fuerte sentimiento a favor del igualitarismo. En los colectivos se repartía el salario; en algunos casos los que poseían la misma calificación repartían el salario en partes iguales, independientemente de las necesidades; en otros casos, lo dividían según las diferentes capacidades. Las comunas, en cambio, buscaban desarrollar una nueva forma de trabajo comunista: compartían el salario o intentaban aplicar el principio de “de cada uno según sus capacidades, a cada uno según sus necesidades”. Con este fin se crearon comunas domésticas de producción en las cuales los salarios se dividían de acuerdo al tamaño de la familia y se prohibía la propiedad privada.
Las comunas y los colectivos no podían elevar los salarios, pero amortiguaban las fluctuaciones que se producían por la entrega irregular de materiales o por defectos de calidad. También protegían a sus miembros de las arbitrariedades de capataces o de las direcciones al momento de establecer normas o fijar la tasa de remuneración. En algunos casos establecían sus propias normas, y sus prácticas igualitarias parecen haber favorecido a los trabajadores menos calificados. También expulsaban, o no admitían, a parásitos. Las comunas y colectivos ponen en evidencia que hubo entusiasmo y optimismo, al menos en sectores importantes de la clase obrera, en los primeros años de la industrialización.
A pesar de que estudios realizados por oficinas gubernamentales habían demostrado que las comunas y colectivos eran viables y gozaban del respeto de los trabajadores, fueron atacadas. Con frecuencia las direcciones de las empresas las penalizaban elevando las normas o asignándoles las tareas más difíciles. En el XVI Congreso, en 1930, se las criticó por “parasitismo y las tendencias igualitarias”, y poco después se afirmó que constituían una desviación de la línea del Partido. La orientación oficial fue a favor de brigadas con líderes elegidos por las direcciones de las empresas. En junio de 1931 Stalin lanzó finalmente un ataque en toda línea contra las comunas y colectivos. Reclamó “nuevos métodos de dirección” y llamó a poner fin a la “práctica izquierdista de igualación salarial” a la que atribuyó la fluidez de la fuerza de trabajo, y la falta de responsabilidad personal con el trabajo y el cuidado de la maquinaria. El Gosplan, por su parte, tomó medidas para profundizar las diferencias en la paga. Luego, con el lanzamiento de las brigadas de contabilidad de costos (sus líderes eran designados por los capataces; y los trabajadores eran responsables por exceder los costos establecidos), las comunas y colectivos desaparecieron.
Bibliografía:
Fitzpatrick, S. (1974): “Cultural Revolution in Russia 1928-32”, Journal of Contemporary History, vol. 9. pp. 33-52.
Fitzpatrick, S. (1979): “Stalin and the Making of a New Elite, 1928-1939”, Slavic Review, vol. 39, pp. 377-402.
Fitzpatrick, S. (2005): La Revolución Rusa, Buenos Aires, Siglo XXI.
Siegelbaum, L. (1986): “Production Collectives and Communes and the ‘Imperatives’ of Soviet Industrialization, 1929-1931”, Slavic Review, vol. 45, pp. 65-84.
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Trotsky, el giro de 1928-9 y la naturaleza social de la URSS (18)
Khruschev cuenta en sus Memorias su experiencia en estas escuelas, donde fue compañerode la mujer de Stalin. Y narra q la mismísima esposa del tío Pepe vivía en un clima de terror.
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santiago
06/07/2016 at 17:51
Buen artículo este de la serie Rolo, te diría que uno de los mas interesantes; desconocía por completo el movimiento de comunas en plena URSS. ¿Tenés pensado hacer alguna serie sobre otros países socialistas, por ejemplo, experiencias africanas o de Europa del Este? Un abrazo.
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Hernan
06/07/2016 at 23:07