Rolando Astarita [Blog]

Marxismo & Economía

Lenin, sobre dependencia y liberación nacional (2)

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Lenin, sobre dependencia y liberación nacional

Esta es la segunda parte de la nota «Lenin, sobre dependencia y liberación nacional».

La noción de semicolonia en Milcíades Peña

A pesar de su importancia, desde fines de los años 1920 la distinción entre países dependientes y coloniales y semicoloniales, tendió a perderse en la izquierda; y con ella, las consecuencias que derivaba Lenin con respecto a la liberación nacional. Ya en las décadas de los 60 y 70, se consideraba natural caracterizar a países como Argentina, México o India de “semicolonias”, y la cuestión se mantiene así hasta el presente. Milcíades Peña fue representativo de esta postura. Aunque fue crítico de Abelardo Ramos y de la “izquierda nacional”, acordaba sin embargo en que para Argentina, y el resto de América Latina (a excepción de Cuba), estaba planteada la tarea histórica de la liberación nacional. Criticó a Ramos porque éste sostenía que la clase obrera debía renunciar a mantener una posición independiente frente al nacionalismo burgués; pero no por plantear la liberación nacional como tarea central de la revolución latinoamericana.

En este respecto, el punto de partida de Peña fue su caracterización de Argentina, y naciones semejantes del Tercer Mundo, como países semicoloniales. El carácter semicolonial de Argentina se debía, en su visión, a que el país estaba subordinado al capital financiero internacional y a organismos políticos y militares a través de los cuales se ejercía la dominación de EEUU: “… por el Tratado de Río de Janeiro, la Carta de la Organización de Estados Americanos y otros compromisos semejantes, (Argentina) ha delegado atributos esenciales de la soberanía, en particular el declarar la guerra, en un superestado continental, controlado por Estados Unidos” (p. 14). En consecuencia, la autodeterminación nacional pasaba por “eliminar la subordinación al capital financiero internacional” y a los organismos internacionales (p. 169). De manera que Peña planteaba la liberación económica entre los objetivos a conquistar con la liberación nacional. En ningún momento discute qué relación guarda esta tarea con la estructura capitalista de Argentina, y su inserción en el mercado mundial.

Sin embargo, Peña era consciente de que el desarrollo de la burguesía argentina tendía a vincularla inevitablemente al capitalismo mundial. Por ejemplo: “… para la industria argentina sólo es cuestión de vida o muerte oponerse a la importación de algunas mercancías metropolitanas, lo cual es muy distinto que oponerse al imperialismo. Y cuanto más se enriquece la burguesía, más se vincula al capital internacional y mayor es su necesidad de contar con el apoyo financiero y técnico de las metrópolis, si es que sus negocios han de prosperar” (p. 99). Pero ésta es precisamente la razón por la que Lenin sostenía que la eliminación de la dependencia (podemos precisar: dependencia tecnológica, científica, financiera) no podía inscribirse entre las tareas democráticas y nacionales de la burguesía. Para ilustrarlo con un caso actual, hoy puede verse que Italia, España y Grecia, a los cuales nadie califica de “semicolonias”, están “subordinados” a los dictados de los mercados financieros. Algo similar puede decirse de la relación que mantenían Argentina o Rusia con el capital financiero internacional, en los años en que Lenin los consideraba “dependientes”. Peña pasa por alto estas cuestiones. De igual modo, es llamativa la forma en que eleva al grado de dominación semicolonial la participación de Argentina en la OEA; recordemos que, después de todo, en 1982 Argentina entró en guerra con Gran Bretaña sin solicitar la venia de la institución.

Sin embargo, Peña también reconoce que la situación de Argentina era muy distinta de la que existía en China, en las primeras décadas del siglo XX. Escribía: “El peso específico de la opresión imperialista era en China incomparablemente mayor que en la Argentina… (…)… la burguesía china, por muchos aspectos más cercana al status de las burguesías coloniales que al de las burguesías semicoloniales, tenía con el imperialismo contradicciones de una intensidad tal que desembocaron en enfrentamiento militar, mientras que las contradicciones de la burguesía argentina con las metrópolis jamás consistieron en otra cosa que en discusiones en torno a la tarifa de avalúos y a los términos de los préstamos imperialistas” (p. 113). Pero precisamente debido a ese «peso específico incomparablemente mayor de la opresión imperialista» es que Lenin consideró que, a mediados de la segunda década del siglo XX, China era una semicolonia, y Argentina un país dependiente. Las diferencias categoriales sirven para poner de relieve estas cuestiones.

Observemos también que esa falta de distinción de Peña lo lleva a caracterizar a Rusia como un país semicolonial (p. 16). Si esto hubiera sido así, debería haberse inscripto la tarea de la liberación nacional en el programa revolucionario de 1917. Sin embargo, esta demanda brilló por su ausencia. Esto se debe a que el status de Rusia era cualitativamente diferente del que tenía China (Rusia mantenía una dominación de tipo semicolonial sobre Turquía, por ejemplo), aunque estaba bajo la influencia del capital financiero internacional. Este tipo de ambigüedades y problemas se mantienen en el “marxismo tercermundista” (o nacional) hasta el presente.

Más sobre el significado histórico de la independencia formal

La  distinción que realizó Lenin entre colonias y semicolonias, y países dependientes tiene singular importancia para comprender no sólo las limitaciones que encierra la liberación nacional (o el derecho a la autodeterminación), sino también el avance que representó su conquista. Es que la constitución de los Estados soberanos ha sido clave para la formación de los mercados internos y las naciones, como ya apuntamos en la primera parte de esta nota, citando el libro de Oszlak. Esta cuestión también está implicada en la crítica de Mármora (1986) a la difundida idea de que mecánicamente el mercado nacional da lugar al surgimiento de la nación y el Estado nacional. Según Mármora, desde el punto de vista conceptual el proceso de formación nacional está indisolublemente conectado a la formación del Estado moderno (aunque aclara que desde una perspectiva histórico genética no siempre tiene que ser así; véase p. 168). Y el Estado, a su vez, fue vital para la formación del mercado nacional. Lo cual significa que existe una dialéctica compleja de factores económicos (relaciones capitalistas y mercantiles que se imponen a las precapitalistas, vinculación con el mercado mundial, etc.), políticos (lucha de clases, constitución del Estado, etc.) e ideológicos (anhelos y mitos colectivos, herencias étnicas y religiosas, cultura burguesa, etc.) que confluyen a la formación de la nación, de la conciencia nacional, y el Estado. La consecución de la independencia política formal fue entonces un factor de primer orden en esta evolución. Por eso decimos que la independencia política formal significa la realización de la tarea histórica burguesa en el terreno de las vinculaciones políticas internacionales. Lo que equivale a decir que no existen tareas «democrático burguesas» fundamentales pendientes, en lo referido a la relación inter Estados, cuando se trata de países dependientes.

La necesidad de distinguir y el capitalismo contemporáneo

Llegados a este punto, y ante posibles objeciones de las infaltables mentes rígidas, se impone un inciso aclaratorio: como sucede con toda clasificación, en la distinción entre semicolonias y países dependientes hay lugar para zonas “grises”, y muchos casos intermedios. Por ejemplo, en América Latina, Granada o Panamá tal vez estarían más cercanos al status de semicolonias, dadas las intervenciones militares directas de Estados Unidos que han sufrido en los últimos años. Sin embargo, la mayoría de los países latinoamericanos encaja con bastante claridad en la categoría de dependiente, no de semicolonia, según el criterio que defendemos. Argentina, Brasil, Chile, Perú, para nombrar sólo algunos países, tienen gobiernos y Estados autónomos, en manos de “sus” burguesías. Algo similar puede decirse de países africanos o asiáticos, como Egipto, Marruecos, Nigeria, India, Malasia, Indonesia o Corea del Sur, para citar también algunos casos relevantes. Al englobar bajo una misma categoría de dependiente a estas naciones, tampoco pretendemos pasar por alto la riqueza de los particulares y singulares (después de todo, y como dice Umberto Eco, “…tenemos pocos nombres y pocas definiciones para una infinitud de cosas individuales”). Pero sí destacar la diferencia específica que existe con la relación colonial o semicolonial.

Por ejemplo, en el caso de Argentina, se puede sostener que desde su organización nacional más o menos definitiva, en 1880, las políticas económicas y sociales no fueron impuestas por potencias extranjeras, ocupaciones militares o gobiernos instalados por ellas. A lo largo de la historia los gobiernos argentinos adoptaron muchas medidas que serían impensables dentro de una relación colonial, o semicolonial. Como botones de muestra, recordemos que en 1973 Argentina estableció relaciones comerciales con Cuba, la Unión Soviética y Polonia, y obligó a las multinacionales estadounidenses, a participar en ese comercio, contra los deseos de Washington; más tarde, la dictadura militar exportó trigo a la URSS, a pesar de la oposición de EEUU; en 1982 Argentina ocupó militarmente Malvinas; ese mismo año el país entró en cesación de pagos de su deuda; en 2001, defaulteó; desde 2005 el gobierno argentino se ha negado a realizar los informes anuales para el FMI; también en años recientes Argentina reconoció a Palestina como “Estado libre e independiente”, contra la posición de EEUU; actualmente el gobierno sigue sin regularizar su deuda con el Club de París; y negocia con China y otros países según sus conveniencias. Cualquiera de estas medidas era inconcebible en una semicolonia como lo era China de los años 1910.

Recordemos por otra parte que la misma dinámica del desarrollo capitalista dependiente genera las bases materiales para esas políticas. A medida que los países se fueron liberando del dominio colonial y semicolonial –América Latina en el siglo XIX, la mayor parte de Asia y África en la segunda posguerra, y hasta los años 1970- se generalizó el modo de producción capitalista, y con él la participación de las burguesías de los países atrasados en el manejo de “sus” Estados. En consecuencia, las medidas económicas de estos gobiernos se deciden de manera creciente teniendo en cuenta la situación competitiva en que se encuentran los capitales locales y de qué manera pueden avanzar sus intereses, en el marco de relaciones económicamente desiguales. Esto comprende incluso a países cuyas luchas fueron ejemplos del combate antiimperialista y anticolonial. Por ejemplo, hasta 1975, el gobierno de Vietnam del Sur era un títere del imperialismo estadounidense, y por lo tanto podía considerarse que el país era una variante de semicolonia. Después de 1975, y con el triunfo sobre EEUU, Vietnam se unifica bajo el nuevo gobierno revolucionario. Pues bien, y contra lo que muchos esperaban (o esperábamos), en 1976 el gobierno vietnamita pidió el ingreso del país al Fondo Monetario Internacional y al Banco Asiático de Desarrollo, y aprobó leyes para fomentar las inversiones extranjeras. Pero no se trató de una imposición colonial, sino de la decisión de un país políticamente independiente.

Las relaciones e intereses capitalistas «internos» explican también muchas medidas que adoptan los gobiernos de los países atrasados para atraer capitales externos. Así, hoy muchos países africanos abren sus puertas a los capitales chinos, se endeudan con China y se vinculan comercialmente con ella, en tanto países soberanos, y atendiendo a los intereses de clase, o de fracciones de clase, locales. De manera similar, el gobierno argentino de Cristina Kirchner está procurando atraer inversiones chinas, y no por ello es “lacayo” del imperialismo chino. Como tampoco lo es de Estados Unidos, aunque cierre acuerdos con Chevron, acate las sentencias del CIADI y negocie la deuda con el Club de París. Por eso he planteado en otras notas que en las idas y venidas del caso YPF, no estaban en juego los “intereses nacionales”, sino los negocios, esto es, cálculos de ganancias, productividad e inversiones (ver aquí).

Los ejemplos se multiplican. México, por caso, ha firmado el tratado de libre comercio con EEUU, no por imposición directa de Washington, sino de acuerdo a la conveniencia de la burguesía mexicana. También está abriendo el sector petrolero a la entrada de capitales extranjeros sin que medie una imposición de tipo colonial. En el mismo sentido, el gobierno «antiimperialista» de Lula aceptó mantener relaciones con el FMI y las privatizaciones de los años 90, pero también rechazó el ALCA, y mantuvo relaciones con Cuba y Venezuela, a pesar de la opinión contraria de Washigton. Todo esto no se explica diciendo que a veces Lula es agente cipayo del imperialismo, y otras un antiimperialista más o menos convencido. De la misma manera, Myanmar gira hoy hacia los mercados sin obedecer el dictado de imposiciones coloniales, sino según los intereses de su clase dominante. Por eso es un error sostener, como hace Sonntag (y la idea está muy difundida en ámbitos de la izquierda) que las clases dominantes de los países dependientes administran en ellos los intereses de las metrópolis. A medida que avanzó la acumulación interna de capital, las burguesías dependientes atendieron de manera creciente sus intereses, y dentro de ese marco, dieron y dan respuesta a los intereses de las metrópolis en tanto y en cuanto lo consideren conveniente al logro de sus objetivos.

Lo anterior no significa negar que los gobiernos de los países dependientes reciban presiones de los gobiernos más poderosos, y de los capitales internacionalizados. En este punto, y a diferencia del planteo de Lenin, diría que esa dependencia económica no está asociada exclusivamente a la existencia del capital financiero internacional, sino al conjunto del capital –las grandes transnacionales abarcan también la industria, el comercio, la agricultura- y a la estructura desigual del modo de producción capitalista mundial. Naturalmente, los capitales más avanzados científica y tecnológicamente, y con mayor poder comercial y financiero, ejercen presión sobre los capitales más débiles; y los Estados nacionales más fuertes, asociados a esos capitales avanzados, tienen un poder de presión incomparablemente mayor que los Estados de los países atrasados. Por eso, así como EEUU presiona a los países latinoamericanos, Brasil hace lo propio con Paraguay y Bolivia (recordemos los conflictos en torno a Itaipú, o por los precios que paga Petrobrás a Bolivia); y también Argentina con Paraguay y Bolivia; o con Uruguay. Pero esto no significa que existan relaciones de tipo semicolonial entre estos países. Por ejemplo, Argentina presiona a Uruguay por la construcción del puerto de aguas profundas que alienta el gobierno de Mujica, sin que ello implique que Uruguay sea semicolonia argentina. Estas presiones derivan del modo de producción capitalista, y son ineludibles en tanto exista la propiedad privada y el mercado mundial. Son consustanciales a la naturaleza competitiva del capital, a la persecución de objetivos propios de las diferentes burguesías y a la defensa de sus intereses (al pasar, ¿en qué queda la pretendida «unidad latinoamericana»?).

Es puro utopismo pequeño burgués pensar que un país capitalista puede abstraerse o modificar esta dinámica objetiva. La dependencia económica de los países atrasados con respecto a las grandes potencias no se puede eliminar con la liberación nacional, que atañe a lo político. Es una dependencia que está asociada al desarrollo internacional desigual de las fuerzas productivas. Por eso, un programa socialista sería reaccionario (en el sentido del atraso de la ciencia y la tecnología) si propusiera desarrollos autárquicos, y basados en los particularismos nacionales. Una “liberación nacional” a lo Corea del Norte no es “liberación” en ningún sentido de mejora de las condiciones de vida de las masas trabajadoras, ni de las condiciones para terminar con toda forma de explotación, que es lo que en definitiva importa.

Textos citados:

Mármora, L. (1986): El concepto socialista de Nación, México, Cuadernos de Pasado y Presente.
Peña, M. (1974): Industria, burguesía industrial y liberación nacional, Buenos Aires, Ediciones Fichas.

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«Lenin, sobre dependencia y liberación nacional (2)

Written by rolandoastarita

23/01/2014 a 11:56

24 respuestas

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  1. Muy acertado su analisis Prof. Astarita. Al respecto le pregunto si esta al tanto de la polemica historiográfica que tienen algunos integrantes de Razón y Revolución con el Partido Obrero y más especificamente con Rath a partir de la publicación del libro «La Revolución clausurada». R&R acusa a Rath de contrubuir a las tesis del revisionismo y el nacionalismo burgues sobre la traicion a la Revolución originaria (La de la primera junta), con su interpretación de que hubo un «termidor» rio platense (más precisamente con la declaración de la independencia) que terminó con la supuesta radicalización de la Revolución. R&R lo que dice es que en todo caso las caracteristicas de la construcción del capitalismo nacional se la dan cuestiones geográficas, de distancia a los mercados, inclusive de «llegar tarde» etc etc, y no la supuesta traición a los ideales de Moreno y Artigas. ¿Que opina al respecto Profesor?

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    Nicolas Pereyra

    23/01/2014 at 19:10

    • No tengo el conocimiento suficiente de la historia argentina como para opinar sobre ese asunto.

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      rolandoastarita

      23/01/2014 at 23:09

    • Por lo que leí, la tesis de LRC no pasa por una «traición de ideales» (los miembros de R&R tienen el hábito de deformar lo que critican) sino por el planteo de que, en el proceso histórico iniciado en Mayo, existió un «actor social» -representado por el artiguismo- con perspectivas o potencialidades históricas diferentes a las de la burguesía comercial porteña o a las de los estancieros bonaerenses, potencialidades que aunque se mantenían por supuesto dentro de límites burgueses-democráticos eran comparativamente progresivos (en términos similares a como lo fue, digamos, el norte de los Estados Unidos en comparación con el Sur). No deja de ser una variante de «historia contrafáctica» (algo que los autores reconocen), pero ello no esteriliza la tesis y apunta a combatir cierto fatalismo en el análisis de los hechos históricos que son, por definición, hechos consumados. En fin, los autores han explicitado que su libro no busca cerrar un debate sino, por el contrario, iniciarlo (aunque, calculo, no de la manera retorcida en que R&R lo viene haciendo, pero esto último no es algo que me interese discutir).

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      Ariel

      24/01/2014 at 13:17

    • Al margen de la discusión. Lo que plantea R&R es que la revolución de Mayo fue una revolución burguesa, no una revolución política como plantea Peña, pero que no cumple tareas burguesas porque la burguesía ya existía y lo mismo, el capitalismo comercial. Plantean, en consonancia con la tesis de Waldo Ansaldi, que el capitalismo se desarrolla en extensión en forma regional con sus burguesías regionales hasta que en 1880 se produce la unificación.

      De hecho, plantean algo similar a lo que escribe el profesor Astarita, que la Argentina no es una nación semicolonial ni colonial desde 1810 y mucho más claramente desde 1880.

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      Carlos

      24/01/2014 at 16:13

    • No sigo con detenimiento los decires de R&R, porque los considero enredadores, en mi opinión establecen distinciones artificiales y oposiciones estrambóticas (por ejemplo, que una revolución sea política no excluye que su contenido y su sujeto sean burgueses). En cuanto a Peña, aunque lo leí hace mucho tiempo, recuerdo que consideraba que la Argentina contaba con tareas nacionales irresuelta aunque, si no me falla la memoria, él no la clasificaba clomo semicolonia (como la China de entonces) sino como neocapitalista.

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      Ariel

      25/01/2014 at 12:36

    • Sí, lógicamente, una revolución puede afectar el área de los político, y ser burguesa. Marx caracterizó a la revolución francesa de febrero de 1848 como burguesa; Lenin a la revolución rusa de febrero de 1917; o a la alemana de noviembre de 1918.

      Por otra parte, en su texto de polémica con Abelardo Ramos, Milcíades Peña insiste una y otra vez en el carácter semicolonial de Argentina; lo cual no se contraponía a su caracterización del país como capitalista. En términos más generales, Peña reivindica totalmente la noción de imperialismo de Lenin (un análisis crítico sobre esto, aquí). Tomando como punto de partida el análisis de Lenin del imperialismo, Peña sostenía que los monopolios imperialistas impedían el desarrollo industrial de los países atrasados, a fin de eliminar (en mi opinión, esto no se encuentra en Lenin, o por lo menos, está muy matizado en sus escritos sobre el imperialismo).

      En cualquier caso, Peña sostiene que la transformación del capitalismo de libre competencia a capitalismo monopolista-imperialista sería la principal causa de que Argentina (y el resto de América Latina) hubieran permanecido en el atraso. En «De Mitre a Roca», por ejemplo, escribía: «Ese carácter monopolista y parasitario del imperialismo tiene una tremenda importancia para las regiones atrasadas, porque en él se contiene precisamente la imposibilidad para estas regiones de desarrollarse y superar su atraso en los marcos del sistema capitalista» (p. 15). Ésta era la clave para comprender la historia argentina a partir de Mitre, según Peña. EEUU había podido desarrollarse porque el imperialismo todavía no había aparecido, esto es, todavía se mantenía la libre competencia. América Latina había llegado tarde, con 50 años de retraso, cuando ya estaba regía el capitalismo monopólico imperialista. De ahí el carácter uniformemente «semicolonial» de estos países (con excepciones, como el Paraguay bajo López).

      En mi opinión, esta explicación tiene muchos problemas. Por ejemplo, Peña sostiene que ya en la década de 1860 Argentina tenía gobiernos antinacionales (Mitre). Planteaba que desde el comienzo el desarrollo se hizo «en beneficio principalísimo del capital inglés yen detrimento del desarrollo propiamente nacional -es decir, interno y hacia adentro- de la economía argentina. (…) … la oligarquía argentina se entregó de brazos abiertos al capital británico como la mejor forma de enriquecerse ella misma sin mayores complicaciones» (p. 22). Admitiendo que esto haya sido así, es evidente que esa «entrega a brazos abiertos» no fue impuesta por coerción colonial. Y además, en esta historia de los años 1860-1870 (las décadas clásicas de la pretendida «libre competencia»), el factor «monopolio imperialista» no parece encajar.

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      rolandoastarita

      25/01/2014 at 15:38

    • Supongo que depende de en cuál de los volúmenes de Peña ponga uno el énfasis. Le aclaro que la distinción de Peña que mencioné no era entre países capitalistas y semicoloniales, sino (y espero que no me esté fallando la memoria) entre países NEOcapitalistas (como Argentina) y países semicoloniales (como China, en esa época),
      En cuanto a las causas del desarrollo económico industrial, autónomo, de los EEUU (por contraste con América Latina), al menos en uno de sus libros Peña atribuía ese desarrollo a la generación de un mercado interno (en el Norte de USA, no en el Sur que seguía lineamientos similares a Latinoamérica), generación que a su vez se habría debido, según Peña, a factores naturales que imposibilitaban -en los estados del Norte- alguna clase de explotación extensiva para la exportación directa, ya fuera agrícola, minera, etc. (por ejemplo el algodón en los estados sureños).

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      Ariel

      26/01/2014 at 13:23

    • Los textos que cité de Milcíades Peña (su polémica con Abelardo Ramos y De Mitre a Roca) han tenido una amplia influencia en la izquierda (especialmente el primero), y hasta ahora nadie dijo que no fueran representativos de su pensamiento.
      En el primero la caracterización de Argentina como país semicolonial es explícita, y se repite una y otra vez. También su caracterización del contenido de la liberación nacional. En el segundo, el peso de la explicación del subdesarrollo latinoamericano (y de Argentina) está puesto en la aparición del imperialismo. En la p. 12 se refiere a las dos fases de evolución del capitalismo, antes y después del surgimiento del capital monopolista. EEUU había logrado desarrollarse porque el despegue se produjo en la primera, América Latina había fracasado, siempre según Peña, porque se había producido en la segunda. «El contraste diferencia netamente dos fases de la evolución del capitalismo. A América Latina le tocó desarrollarse en la última y menos favorable… La Argentina y otros de los países más adelantados de América Latina… inician su moderno desarrollo apenas cincuenta años más tarde que EEUU. Pero en esos cincuenta años las mayores virtudes del capitalismo se han agotado y su maduración imperialista empezaba a poner en juego todas sus lacras, cerrando el camino hacia la civilización a la mayor parte de la humanidad» (p. 12). Como sostuve en el anterior comentario, el fenómeno del imperialismo no puede explicar entonces la diferencia de las evoluciones económico-sociales entre Argentina y EEUU entre 1850 y 1880, por ejemplo. De hecho, cuando Peña describe lo actuado por Mitre, Sarmiento, Avellaneda, el tema del capital monopolista desaparece.

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      rolandoastarita

      26/01/2014 at 14:55

    • Me puso en el brete de buscar los libros y darles una revisada. Y, como yo sospechaba, no nos referíamos a los mismos títulos.

      La distinción que mencioné figura en «La clase dirigente argentina frente al imperialismo», texto acentuadamente teórico más que meramente histórico, que creo que debería ser tomado como referencia central para el tema de este debate.
      No obstante, la memoria no me fue fiel y yo estaba equivocado al menos en parte, ya que allí Peña distingue a los países neocapitalistas (como Argentina) no de los países semicoloniales sino de los semi…capitalistas (como China, en esa época). La distinción tiene que ver con la permanenencia, en los segundos, de relaciones sociales y modos de producción precapitalistas (algo que no sucedería en los países neocapitalistas). De todos modos, constaté que, en ese mismo texto, Peña habla de la naturaleza semicolonial del estado argentino.

      En cuanto a la «hipótesis farmer» (así llaman los R&R la idea que esbocé en el post anterior sobre las causas del desarrollo económico de los estados norteños de USA, por contraposición al atraso de los estados sureños y América Latina), Peña la expone en «Antes de Mayo».

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      Ariel

      26/01/2014 at 23:40

  2. hola Rolo

    fuera de tema ¿la emision hace caer las reservas ? ¿Como se determina el precio de dolar ? ¿Es esto un rodrigazo en cuotas?

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    Alicia

    24/01/2014 at 16:01

    • La emisión para financiar déficit fiscal genera caída del valor del peso, y por lo tanto lleva a la compra de dólares. Explico esto en las notas sobre inflación en Argentina y otras. En mi opinión, hasta ahora veníamos asistiendo a un «Rodrigazo en cámara lenta» (el alto precio de la soja actuó como amortiguador). Ahora ya estamos ante una indudable aceleración del ajuste. La devaluación viene acompañada de la aceleración de la inflación (ambas se retroalimentan). El gobierno y las patronales van a intentar que los salarios queden retrasados (es la manera de hacer «exitosa» la devaluación). La crisis cambiaria está potenciada por la asombrosa torpeza del equipo económico y los dislates del Gobierno K (a propósito, Marx dijo alguna vez que las crisis son inevitables, pero la estupidez de los funcionarios económicos, o de las reglamentaciones económicas, podían agravarlas, y mucho).
      En cuanto al tipo de cambio, he escrito sobre el asunto desde una perspectiva marxista en mis libros. También toqué el tema (aunque más tangencialmente) en notas de este blog, por ejemplo, referidas a la crisis del euro. Seguramente en el futuro le voy a dedicar alguna nota. Es interesante que en el marxismo se ha tratado poco el tipo de cambio. Por otra parte, la economía burguesa de hecho reconoce que no tiene ninguna explicación satisfactoria.

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      rolandoastarita

      24/01/2014 at 16:33

    • muchas gracias por su respuesta
      ¿Pero en que medida el gobierno controla manjea dirige esto? el precio de la moneda las devaluaciones y la inflacion no son sociales? no es algo del «mercado»

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      Alicia

      24/01/2014 at 19:06

    • Efectivamente, el gobierno no puede decidir a voluntad el tipo de cambio (al menos, no en el mediano plazo), así como los precios o las inversiones. Esto es así en todo modo de producción capitalista que se rige por la lógica de la ganancia y se basa en la propiedad privada.

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      rolandoastarita

      25/01/2014 at 09:13

  3. Que Lenin no consideraba a Argentina una semicolonia, está bastante claro en «El imperialismo, fase superior del capitalismo»: «Para esta época son típicos no sólo los dos grupos fundamentales de países: los que poseen colonias y los países coloniales, sino también las formas variadas de países dependientes políticamente independientes, desde un punto de vista formal, pero, en realidad, envueltos por las redes de la dependencia financiera y diplomática. Una de estas formas, la semicolonia, la hemos indicado ya antes. Modelo de otra forma es, por ejemplo, la Argentina.»

    Claramente, una forma de dependencia económica es la semicolonia. Modelo de otra forma de dependencia, es la Argentina, aunque no profundiza tanto en las diferencias entre la semicolonia y la dependencia.

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    Lucas

    24/01/2014 at 22:20

  4. Ahora bien, la IC consideraba a América Latina como la base colonial del imperialismo yanqui, refiriéndose como una colonia «de hecho», y a la burguesía latinoamericana como alineada con el imperialismo y con la doctrina Monroe. Por eso se dirigía a los obreros y campesinos de América del Sur diciendo, luchen contra sus burguesías y estarán luchando contra el imperialismo,

    Así mismo, hemos podido ver a lo largo de la historia cómo muchos países de América Latina han sido invadidos por los yanquis. Al punto que a la OEA se la ha llamado Ministerio de Colonias.

    Ahora bien ¿cuál sería el estatus de Colombia? ¿Es un país soberano?

    Saludos

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    Lucas

    24/01/2014 at 22:27

    • Colombia hoy entra claramente dentro de la categoría de países dependientes, como Argentina o Brasil. No veo cuál es el problema.

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      rolandoastarita

      24/01/2014 at 23:37

    • Amplío una cuestión que me quedó en el tintero: me parece un error calificar a la OEA como un «ministerio de colonias». Un ministerio de colonias sería un organismo en el cual la potencia da órdenes, y los gobiernos de los países colonizados obedecen. ¿Qué tiene que ver esto con la actitud de los gobiernos latinoamericanos en la OEA? Nada que ver. Los cancilleres de Argentina, Chile, Brasil, etc., no concurren a las reuniones de la OEA a recibir órdenes de algún «super ministro colonial estadounidense». Hablar de la OEA como «ministerio de colonias» es parte de la ideología nacionalista izquierdista que sostiene que el problema central de los países latinoamericanos es resolver la cuestión nacional.

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      rolandoastarita

      25/01/2014 at 09:11

  5. Rolando, que índice o conjunto de índices tomas para comparar el desarrollo o la productividad entre paises?

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    Hugo

    24/01/2014 at 23:59

    • La medición de productividad encierra muchos problemas. En especial, porque las productividades solo se pueden comparar cuando se trata del mismo tipo de producto (en el inicio de esta nota, hago una referencia a la cuestión). Desde el punto de vista teórico, la medida debería ser valores de uso por unidad de tiempo de trabajo (es el enfoque que adopta Marx). En la práctica, los cálculos son aproximados (en la economía burguesa la cuestión está oscurecida muchas veces debido al concepto equivocado de productividad total de los factores). En mis libros he tomado como referencia algunos cálculos de CEPAL, principalmente, que comparan la productividad promedio en la industria entre países latinoamericanos y EEUU.

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      rolandoastarita

      25/01/2014 at 09:06

  6. Consultaba su opinión porque es bastante reconocido el hecho de que las fuerzas de operaciones especiales norteamericanas realizan operaciones en territorio colombiano de combate a la insurgencia. La injerencia de potencias extranjeras en un conflicto interno es, me parece, un signo de independencia política restringida.

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    Lucas

    26/01/2014 at 20:15

    • ¿Pero eso qué tiene que ver con una colonia, o semicolonia? Es el gobierno colombiano (con el apoyo de prácticamente toda la clase capitalista) el que está de acuerdo con esa intervención y para eso solicitó la colaboración de EEUU. Un hecho que, por lo demás, se ha repetido a lo largo de la historia entre muchos Estados soberanos, incluso de países desarrollados.

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      rolandoastarita

      26/01/2014 at 23:14

  7. astarita, disculpe… se que no es tema del post y que suele estar ocupado.
    pero quizas pueda subir un articulo sobre la coyuntura argentina y la inflacion.
    muchas gracias.

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    tina

    29/01/2014 at 11:49

  8. Prof Astarita: felicitaciones por su blog, hace un tiempo lo vengo siguiendo y me parece sumamente interesante, ya que expresa posiciones no muy comunes, aun dentro de la izquierda revolucionaria. Particularmente quería consultar su opinión acerca de la posición de los marxistas en torno al conflicto en Gaza/Israel, concretamente sobre la actitud a tomar frente a organizaciones como Hamas y similares. Por mi parte, creo que desde la izquierda no se debería reivindicar el accionar de dichos grupos, fundamentalmente por los efectos reaccionarios que sus actos tienen sobre la conciencia de los obreros tanto israelíes como palestinos, sin embargo veo que la mayoría de los grupos revolucionarios de la Argentina si los reivindican. Me interesaría mucho conocer su opinión al respecto. Saludos cordiales

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    Mariano

    24/07/2014 at 23:19

    • No tengo suficiente estudio sobre las posiciones de Hamas. Sí pienso que hay una cuestión básica: el proyecto sionista solo podía desarrollarse, ab initio, sobre la base de expropiar la tierra a las poblaciones existentes en Palestina. Por eso en los fundamentos mismos del Estado de Israel está la desposesión violenta de las tierras, el terrorismo y la agresión. Además, la única forma de «justificar» esto es a través del relato bíblico del pueblo elegido. Lo cual lleva a un Estado teocrático. El tema es que no debería oponerse a este Estado teocrático otro igualmente teocrático, basado en el fundamentalismo islámico. Esta no parece ser ninguna salida progresista de la situación. Acuerdo en que todo un sector de la izquierda reivindica los movimientos nacionalistas religiosos islámicos, del tipo Al Qaeda, que son esencialmente reaccionarios.

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      rolandoastarita

      25/07/2014 at 10:08


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