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Partido marxista, ¿partido “de combate”?
Por estos días estuve leyendo documentos, que son públicos, de la discusión que se está desarrollando al interior del Partido Obrero entre la mayoría de la dirección y la tendencia (o fracción) liderada por Jorge Altamira y Marcelo Ramal. Sin entrar a discutir las cuestiones más generales implicadas en el debate – que se relacionan con los análisis, política y estrategia del trotskismo – en esta nota quiero explicar mi diferencia con la idea, expresada en el documento de la mayoría de la dirección del PO, de que el partido marxista debe ser un partido “de combate”. Para ser más precisos en cuanto a lo que se quiere expresar, ese partido “de combate” se contrapone a “un grupo de propaganda”. Se trata de una concepción muy extendida en la militancia.
Pues bien, estoy en contra de esta idea. A fin de evitar falsas polémicas, aclaro que, por supuesto, el partido debe participar, y estar en primera fila, en las luchas de la clase obrera. Pero ese combate lo lleva adelante en tanto es parte de la lucha de la clase obrera contra la burguesía y su Estado. Y siendo consciente de que, mientras no tenga influencia en el movimiento de masas, el eje de su actividad es la agitación y la propaganda, además de la organización de los trabajadores que deciden adherir al partido. Para “bajarlo” a tierra: si hay una huelga, los militantes del partido participarán en ella con todas sus fuerzas, y el partido intentará extender el apoyo y la solidaridad entre el pueblo. Pero no es su función reemplazar a los obreros en huelga – por ejemplo, constituyendo los piquetes de huelga con sus militantes, en sustitución de la acción de clase. Como tampoco es su función sustituir a la clase obrera en sus enfrentamientos con el aparato de Estado, o con el gobierno de turno o alguna de sus instituciones. Lee el resto de esta entrada »

En notas anteriores critiqué la táctica de grupos y dirigentes de izquierda, consistente en proponer “medidas solución”, aparentemente sencillas, a los padecimientos que provoca la crisis capitalista (desocupación, caída de los salarios, empobrecimiento de amplias capas), sin especificar las condiciones sociales y políticas para que puedan convertirse efectivamente en soluciones. Así, por ejemplo, frente a la crisis se propone que se prohíba por ley el aumento de la desocupación; que se repartan las horas de trabajo hasta acabar con el desempleo; que se establezcan por decreto los precios de los bienes salariales; o que se convoque a una Asamblea Constituyente (“con poder”, cómo no).














