«Libertarios» racistas

En conexión con la nota anterior (aquí), en esta entrada abordamos la postura de Murray Rothbard (1926-1995) frente al racismo. Rothbard, uno de los principales autores de la escuela austriaca y de los “anarquistas de la propiedad privada”, ha sido defensor del llamado racismo científico. Con este término se alude a la investigación dedicada a transmutar en juicio “científico” el prejuicio racista que anida en muchos sectores de nuestras sociedades. Por eso, tiene interés el ensalzamiento, por parte de Rothbard, de The Bell Curve. Intelligence and Class Structure in American Life, de Charles Murray y Richard Herrnstein (en adelante MH). Este libro, publicado en octubre de 1994, ha sido, hasta el presente, fuente de inspiración de racistas y supremacistas blancos, en EEUU y otras partes del mundo. Comenzamos con las principales ideas de The Bell Curve.
The Bell Curve
El título del libro proviene de la forma de campana (distribución normal) de los resultados de las pruebas de inteligencia. La segunda parte del título, Intelligence and Class Structure, remite a la idea –clave en MH y también en Rothbard- de que la estructura de clases en EEUU tiene una base biológica.
Formulado de manera sencilla, el planteo de MH procede de la siguiente manera: a) el nivel de inteligencia (el CI) está determinado, en buena medida, por factores genéticos; b) el éxito en los estudios –niveles primario, secundario o universitario- depende, en promedio, de la inteligencia; c) el grado de éxito en los estudios determina, en promedio, la posición de clase del adulto (MH definen las clases por dinero, poder y status).
A fin de desarrollar su análisis, y argumento, MH sostienen que los coeficientes intelectuales (CI) establecidos por los tests, coinciden con lo que se entiende comúnmente por inteligencia general, y permiten establecer las diferencias en inteligencia de manera tan objetiva, equitativa y eficiente como es posible. En segundo término, MH afirman que los CI son estables (aunque no perfectamente estables) a lo largo de la vida de la persona. En tercer lugar, que la inteligencia (CI) es sustancialmente heredada, aparentemente no menos de un 40% y no más de un 80%. Esta afirmación conecta con la idea de que la capacidad cognitiva existe con independencia de la educación. Por eso, el grado universitario sería una medida indirecta de la inteligencia (y no al revés: si el nivel de entrenamiento educativo determinara el grado de inteligencia, el argumento de MH cae; volvemos más adelante sobre esto).
En cuarto lugar, y en base a lo anterior, sostienen que el CI es un mejor predictor del éxito económico y social del individuo en la adultez que la situación económica y social de sus padres. Así, un alto CI predice (se correlaciona positivamente con) un comportamiento socialmente deseable y exitoso; y lo inverso ocurre con un bajo CI.
El CI que MH utilizaron para sus demostraciones fue el medido por pruebas diseñadas para las fuerzas armadas, el AFQT, Armed Forces Qualification Test. Para medir los efectos del entorno socioeconómico, utilizaron un índice construido con el nivel de la educación de los padres, su ocupación y el ingreso familiar. En cuanto a los datos sobre el efecto en el status económico y social, los tomaron del National Longitudinal Survey of Labor Market Experience of Youth, comenzado en 1979 y que ha seguido a más de 12.000 jóvenes estadounidenses de edad entre 14 y 23 años. De acuerdo entonces a MH, el efecto del CI, medido entre los 14 y 23 años de edad, es más del doble mayor que el status económico o social de los padres para predecir si entre los 25 y 32 años de edad el individuo es pobre; es echado de la universidad; está desempleado por cuatro semanas o más; ha tenido un hijo por fuera del matrimonio; o ha estado en la Seguridad Social. O sea, las diferencias en CI son la clave para explicar las diferencias sociales, o la pertenencia a determinada clase social.
CI, “elite cognitiva” y pobreza
MH sostienen que las diferencias de inteligencia existieron siempre, pero que en el presente tienen más importancia que en el pasado porque el status social ahora depende más de los logros individuales. Y esto se agudizaría con el paso del tiempo: “Nuestra tesis es que… el siglo XXI comenzará en un mundo en que la capacidad cognitiva es la fuerza divisora decisiva”. Las sociedades modernas, sigue el razonamiento, identifican a los jóvenes más brillantes (alto CI) y los guían hacia elevados niveles de educación y ocupacionales, que son crecientemente lucrativos e influyentes. Se desarrolla entonces un estrato distintivo en la jerarquía social, una “elite cognitiva”. Por lo tanto, el país estaba siendo crecientemente dominado por esa elite cognitiva, cada vez más rica y cada vez más encapsulada con respecto al resto de la sociedad. Como la inteligencia es, en buena parte o sustancialmente, heredada, nada revertiría el proceso.
Casi naturalmente, de lo anterior se desprende una consecuencia: Las personas de bajo CI deben aceptar realizar los trabajos más desagradables y de ingresos reducidos porque esta en la naturaleza. MH admiten que el contexto social y económico tiene alguna incidencia en la pobreza –los que nacen en hogares pobres tienen más posibilidades de ser pobres que los que nacen en hogares ricos- pero “la baja inteligencia es un precursor de la pobreza más fuerte que los antecedentes de bajo nivel socioeconómico”. Contra lo que afirman los izquierdistas y progresistas, que la pobreza tiene causas sistémicas, y no se debe a características individuales, MH sostienen que el CI es el factor más importante que determina la pobreza. Los pobres son pobres porque tienen una inteligencia disminuida, y esa inteligencia disminuida se debe, en lo esencial, a factores genéticos (adelantándonos a lo que veremos luego, puede entenderse el entusiasmo del austriaco-libertario Rothbard por esta tesis). La estructura de clases, en el enfoque MH, tiene su razón de ser último en la biología. Como la inteligencia es, en buena medida al menos, hereditaria, su nivel no se puede aumentar de manera significativa mediante la educación.
Por otra parte, las personas más inteligentes optaban por tener menos hijos que las menos inteligentes, por lo cual a largo plazo habría un debilitamiento de esa elite cognitiva, y habría una declinación del CI promedio de la sociedad. Aunque MH se pronuncian contra la eugenesia, su tesis da pie a ese tipo de políticas.
Diferencias en CI entre blancos y negros
Además de las diferencias en el seno de grupos étnicos, o nacionales, MH plantearon que existen diferencias étnicas en capacidades cognitivas, cuyas causas son tanto culturales como biológicas (MH evitan utilizar el término raza porque, dicen, en el contexto de América es un concepto problemático; aunque de hecho, aparece en repetidas oportunidades a lo largo del libro). Según los resultados de las pruebas de inteligencia citados por MH, hay una diferencia, pequeña, entre los jóvenes asiáticos y los jóvenes estadounidenses blancos de tipo europeo; pero una diferencia grande (15 puntos en CI) entre los americanos europeos y los afroamericanos: “… el promedio de personas blancas testea (CI) más alto que aproximadamente el 84% de la población de negros y el promedio de personas negras testea más alto que aproximadamente el 16% de la población blanca”.
MH reconocen que las diferencias entre blancos y negros se había reducido en las décadas precedentes en alrededor de 3 puntos de CI, y que eso se podía deber a mejoras en las condiciones económicas de los negros; a mejoras en las escuelas a las que concurren; a mejoras en la salud pública, “y tal vez al racismo en disminución”. Sin embargo, mantienen que buena parte, si no la mayor parte, de las diferencias, se explican por herencia y por el factor biológico. No se explican por las condiciones socioeconómicas, como dice la izquierda y el progresismo, sino al revés, el menor CI explica las condiciones socioeconómicas promedio de la población negra. Escriben: “La razón por la cual los padres tienen alto o bajo nivel socioeconómico es en parte una función de su inteligencia, y su inteligencia también afecta el CI de sus hijos tanto vía genes como entorno”. Por lo tanto, el “control” del status socioeconómico en las comparaciones raciales garantiza una reducción de las diferencias en CI, pero no las elimina. La mejora en el nivel socioeconómico de la población negra no reduce las diferencias en CI, aunque MH reconocen que los resultados mejoran para ambos, negros y blancos.
La conclusión del planteo es que la brecha en CI no se elimina mejorando el entorno económico y social de la población negra. Incluso medidas como prohibir la segregación racial en colegios y universidades, o en lugares de trabajo, no modifican, de manera sustancial, la diferencia en CI de los grupos raciales. El ideal ético de la igualdad, que levanta la izquierda, no sería compatible con las diferencias individuales que tienen como fundamento la biología. Es lo que va a defender sustancialmente Rothbard al elogiar The Bell Curve.
CI y delito
El enfoque de MH parece llegar a un extremo cuando encaran el tema del crimen. Escriben: “Entre los hechos más firmemente establecidos acerca de los que delinquen (criminal offenders) es que su distribución de las puntuaciones de CI difiere de la distribución de la población total. Considerando la literatura científica de conjunto, los que delinquen tienen un CI promedio de alrededor de 92, ocho puntos por debajo de la media. Los que comenten actos delictivos más serios o son delincuentes crónicos por lo general tienen puntuaciones más bajas que los que cometen delitos de forma más casual”. La inteligencia más elevada también provee cierta protección para no pasar al crimen.
Una vez más, y a partir de una mera correlación (¿cuántas veces hay que decir que una correlación no es sinónimo de relación causal?), las condiciones económicas y sociales en que se encuentran los individuos ceden, en capacidad explicativa, frente al factor biológico, hereditario. Contra lo que dicen los enfoques sociológicos, MH se alinean con el enfoque “psicológico”: “los criminales son distintivos en formas psicológicas (tal vez incluso biológicas)”. “Son deficientes en conciencia o autodominio”.
Una pregunta que nos surge casi inmediatamente: ¿qué ocurre con el crimen “de guante blanco”? Por ejemplo, con la corrupción de altos funcionarios estatales; con los parlamentarios que venden sus votos; con los empresarios que coimean o evaden impuestos. ¿Roban y coimean porque son genéticamente deficientes? ¿Y qué decir de los que tienen la suficiente habilidad y contactos para eludir cualquier sanción? ¿Cómo se los contabiliza en las pruebas de inteligencia? ¿O en qué nivel de CI encajan, por ejemplo, los militares argentinos condenados por secuestros, torturas, asesinatos, apropiación de niños y similares atrocidades? ¿Cometieron esos crímenes de lesa humanidad por tener bajo CI? Son las consecuencias del método individualista, asocial, común al racismo científico y, en el terreno de la Economía Política, a los austriacos. Son afinidades profundas.
The Bell Curve y la reacción conservadora
Las tesis de The Bell Curve fueron presentadas como verdades irrefutables. El discurso central: “lo dice la evidencia científica, guste o no guste a los progresistas y a la izquierda. Frente a los datos objetivos, la ideología y la política de la izquierda no tienen nada que hacer”. Es la esencia del racismo científico, muy conveniente para todo discurso conservador y reaccionario del tipo “los pobres son pobres porque son inferiores”. Que es lo que estuvo en alza en los 1980 y 1990.
Es significativo al respecto que MH señalen que el contexto en que escribieron The Bell Curve fueron los 1960 y 1970, de ascenso de los movimientos por los derechos civiles, de la “guerra contra la pobreza” y los cuestionamientos a lo establecido (y en EEUU, resistencia y revueltas contra la intervención en Vietnam). Por entonces se pusieron en el foco crítico las desigualdades en la sociedad estadounidense, la opresión racial y sexista, y el debate sobre sus causas sociales, así como las agresiones imperialistas.
La publicación de The Bell Curve se produce en un contexto muy distinto. Ahora el mensaje dominante es del tipo “No hay alternativas a lo existente, los seres humanos son naturalmente desiguales, y hay que aceptar la polarización social de la riqueza y el poder”. The Bell Curve aparece en el momento indicado. Y coincide con la aparición de otros libros que también pusieron el énfasis en lo genético. Chomsky (1995) destaca Language Instinct, de Steven Pinker, que rechaza la idea de que el comportamiento humano puede mejorar con mejoras en la cultura y el entorno. Y Moral Animal, de Robert Wright, que intenta demostrar que el origen de la moralidad humana es genético. Chomsky también señala la considerada recepción que dio el establishment a The Bell Curve. Por ejemplo, The New York Times le dedicó un extenso artículo, en el que afirmó que el libro de MH se comparaba seriamente con El origen de las especies, de Darwin.
Rothbard sobre The Bell Curve
Coincidiendo con esa ola reaccionaria, en diciembre de 1994 Rothbard publicó un artículo en defensa de The Bell Curve. Escribió: “Hasta literalmente mediados de octubre de 1994 era vergonzoso y tabú para cualquiera hablar públicamente o escribir acerca de verdades que todos –y digo todos- conocían en sus corazones y en lo privado: esto es, las casi auto-evidentes verdades acerca de raza, inteligencia y herencia” (énfasis nuestro). Indudablemente, esas “verdades” sabidas “por todos” pero no expresadas, a las que alude Rothbard, eran las referidas a la inferioridad racial de los negros. “Verdades” que “habían sido compartidas ampliamente por escritores, publicistas y académicos”, pero que de buenas a primeras “fueron sacadas del foro público en los 1930 por el trabajo del antropólogo comunista Franz Boas y sus asociados; y se convirtieron en tabú desde entonces”. O sea, para Rothbard la negación de la desigualdad genética de la inteligencia promedio de negros y blancos solo se explica por la acción de los comunistas.
Para que no queden dudas del sesgo racista: “Esencialmente, me refiero al casi autoevidente hecho de que los individuos, los grupos étnicos y las razas difieren en inteligencia y en muchos otros rasgos; y que la inteligencia, así como otros rasgos de temperamento menos controversiales, son en gran parte hereditarios” (énfasis nuestro). Se queja luego de que la izquierda igualitaria haya impuesto una suerte de censura a los textos y discursos que reivindicaban “las verdades autoevidentes” acerca de las diferencias raciales. “Cualquier expresión de verdades raciales era automáticamente criticada por “fascista”, “nazi” y por lo tanto “ultraderechista”. (…) Los “científicos raciales” líderes desde los 1880 hasta los 1930 estaban de acuerdo, abarcando todo el espectro ideológico y político”. Solo los comunistas y otros marxistas eran “igualitarios”, y por razones ideológicas. Sin embargo, estos utilizaron su extensa máquina de propaganda para vincular la persecución nazi de los judíos al racismo, y a las doctrinas de superioridad e inferioridad racial. Así, convirtieron a todo tipo de izquierdistas a su posición. Pero en octubre de 1994, sigue Rothbard, toda la cultura dio un giro de 180 grados con la publicación del libro de MH. Demostró científicamente la desigualdad de las razas. Por eso la izquierda marxista encuentra cada vez más dificultoso mantener su postura igualitaria. La verdad científica terminó imponiéndose (al pasar, Rothbard también dice que las denuncias por el calentamiento global no tenían fundamento).
Por otra parte, toma distancia de los neoconservadores y liberales que aceptan las tesis de MH para justificar la distribución de recursos por parte del Estado a sectores de la población. Alineado con los “paleo-conservadores”, o populistas conservadores, comparte con Pat Buchanan que los resultados de MH debilitan a los que quieren utilizar al Estado para tener igualdad.
Defensa del libre mercado y racismo
En la última parte de su artículo Rothbard da tres razones por las cuales se debería celebrar la publicación de The Bell Curve. La primera, porque es una victoria de la libertad de investigación y de la verdad por su propio bien. La segunda, porque el libro es una bala disparada al corazón del proyecto igualitario socialista. Y hay una tercera razón: da lugar a “una defensa poderosa de los resultados del libre mercado. Si como populistas y libertarios abolimos el Estado de bienestar en todos sus aspectos, y los derechos de propiedad y el libre mercado triunfan, previsiblemente a muchos grupos no les gustará el resultado final. Por eso, esos grupos, étnicos y otros, con menores ingresos y en los empleos menos prestigiosos, guiados por sus mentores socialistas, previsiblemente gritarán que el capitalismo de libre mercado es malvado y “discriminador” y que se necesita el colectivismo para restablecer el balance. En ese caso, el argumento de la inteligencia será muy útil para defender la economía de mercado de los ataques ignorantes y egoístas” (énfasis nuestro). Es el darwinismo social llevado al extremo.
Un antecedente en 1973, racismo y sexismo
La posición de Rothbard en 1994 tuvo como antecedente su artículo “Egualitarism as a Revolt Against Naure”, publicado en el otoño de 1973.
Explica que por más de un siglo se ha concedido que la izquierda tiene la moralidad, la justicia y “el idealismo” de su lado. La oposición conservadora durante mucho tiempo se había limitado a replicar que las ideas de la izquierda son espléndidas “en teoría”, pero no funcionan en la práctica. Pero este argumento no se sostiene en el largo plazo. Es necesario criticar el ideal de igualdad en sí mismo. Y a este fin el argumento central es que el ideal ético de la igualdad viola la naturaleza del hombre porque no hay manera de que dos personas sean iguales en el sentido pleno, o sea, en todos sus atributos. Los individuos son diferentes, y esto se manifiesta en la división universal del trabajo y en la “ley de hierro de la oligarquía”: unos pocos terminan siendo líderes, mientras que la masa de los miembros conforma los seguidores. Se crea así una “aristocracia natural”.
En este marco el argumento biológico-genético de la desigualdad entre grupos sociales o étnicos es clave: “El registro de larga data de la desigualdad parece indicar que esta variabilidad y diversidad tiene sus raíces en la naturaleza biológica del hombre” (énfasis nuestro). El primer ejemplo que da es abstracto, pero encierra una clara alusión a la población negra. Es que especula con el caso hipotético de que las personas pelirrojas tuvieran algún comportamiento distinto del resto de la población, debido a alguna causa biológica, genética. De ahí pasa a la opresión de la mujer, denunciada por los movimientos feministas. Pero según Rothbard, la causa del lugar de la mujer en la sociedad es biológica. Apoyándose en Malinovsky, sostiene que algunas de esas diferencias son: 1) la experiencia femenina distintiva de la maternidad; 2) los componentes hormonales de nuestros cuerpos; 3) las diferencias de musculatura y controles físicos que influyen en los distintos tipos de trabajos; 4) las consecuencia psicológicas de diferentes posturas sexuales y posibilidades, en especial los roles sexuales pasivo y activo.
Una vez más el argumento biológico y genético. Aplicado a la actualidad: la mayor opresión de las mujeres afganas bajo el régimen talibán, o de las mujeres iraníes bajo el régimen teocrático, ¿se explica por factores biológicos? O aplicado a la historia: el que las mujeres tuvieran vedado el acceso al voto durante décadas, ¿también se debió a factores biológicos? Y cuando accedieron al voto, ¿fue porque cambiaron los factores genético-biológicos?
En cualquier caso, Rothbard reivindica la tesis que ya había adelantado Herrnstein: “La base genética de la desigualdad de la inteligencia se ha hecho crecientemente evidente… Estudios de mellizos idénticos criados en entornos contrastantes han estado entre las vías en que se ha alcanzado esta conclusión; y el profesor Richard Herrnstein ha estimado recientemente que el 80% de la variabilidad de inteligencia humana tiene origen genético. La revuelta igualitaria contra la realidad biológica, significativa como es, es solo un subconjunto de una revuelta más profunda: contra la estructura ontológica de la realidad misma, contra la ‘verdadera organización de la naturaleza’; contra el universo como tal” (énfasis nuestro).
Rothbard 1963 y segregación racial por libre elección
Si bien el eje de esta nota es The Bell Curve y la defensa del mismo que hace Rothbard, vale hacer mención a su artículo The Negro Revolution, de 1963. Fue publicado en el contexto del levantamiento de la población negra (y el apoyo de no pocos blancos) contra la segregación racial. Una revolución, no una simple “crisis”, precisa Rothbard.
Esa revolución habría comenzado con un cambio en las ideas dominantes de los intelectuales estadounidenses, que rechazaron la tesis de las razas superiores. No hace mención a una eventual intervención comunista en ese cambio. Tampoco hace referencia a las verdades que supuestamente todos conocían en sus corazones y en lo privado. Los negros tenían razón en rechazar la segregación, y que en esto coincidían muchos blancos (tal vez la mayoría).
Rothbard se pregunta entonces cuál debería ser la postura de los libertarios ante el movimiento negro. La respuesta: oponerse a la segregación compulsiva y a la brutalidad policial, pero también rechazar la integración compulsiva y las cuotas en empleos o institutos educativos, etcétera. Por eso rescata el programa de los Musulmanes Negros, “un movimiento altamente interesante”, que había tenido el apoyo del periódico Right, de la ultraderecha. “Los musulmanes tienen un programa mucho más libertario que el resto de las organizaciones negras, opuesto a la integración compulsiva”. Como movimiento nacionalista, sigue Rothbard, “están a favor de la segregación voluntaria de las razas, preferiblemente una nación negra… o el retorno de los negros a África”. De aquí que, tiempo después, Rothbard elogiara a Malcolm X, llamándolo, en 1968, “gran líder negro”. También sostuvo que su nacionalismo negro “era mucho más libertario que la integración compulsiva demandada por King…” (citado por Niño, 2009). Acota Niño que Malcolm X “focalizaba su energía en la autosuficiencia económica negra”.
O sea, segregación racial por “libre” elección. Que incluye, de hecho, el “sacarnos a los negros de encima”, creando naciones articuladas en torno a diferencias raciales. Interesante precedente de los textos de 1973 y 1994 (que pusieron, negro sobre blanco, “lo que todos sabíamos”… en 1963).
Un botón de muestra de la forma en que argumenta Rothbard
Rothbard atribuye a la izquierda la estúpida idea de que los seres humanos pueden ser idénticos. Basado en la construcción de este muñeco de paja, sostiene que los socialistas quieren construir una sociedad en que todos sean idénticos. Pero no somos idénticos, porque hay diferencias entre los seres humanos. Algo que sabe cualquiera, pero a Rothbard le sirve para decir que, entre esas diferencias están en primer plano las biológico-genéticas entre las “razas”.
Por supuesto, Rothbard no cita pasaje alguno en que alguien haya afirmado, desde un enfoque socialista, que los seres humanos puedan ser idénticos, o que eso fuera deseable. No puede hacerlo porque sencillamente no existe tal idea. Más precisamente, la sugerencia de Marx es que en una futura sociedad comunista el principio de la distribución sea “de cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades” (Crítica del programa de Gotha). Pero este principio se debe a reconocer que los individuos no son iguales (mucho menos idénticos).
La cuestión se salda rápidamente, y no da para más. Sin embargo, es un botón de muestra de la desfachatez, brutalidad y desprecio por los datos y hechos con que este “libertario de la propiedad privada” lanzaba sus argumentos.
Problemas en The Bell Curve
En este apartado resumimos algunas de las principales críticas de diversos científicos a The Bell Curve. Nos basamos en Korenman y Winship (1995); Chomsky (1995); Leman (1997);Gould (1996); Gardner (2001); Abenza (2013).
1) La herencia no tiene que ser necesariamente genética. Chomsky cita un ejemplo: hace años solo las mujeres usaban aros. Pero esto no se debía a una diferencia en los cromosomas XX vs XY; y a nadie se le ocurría pensar que el llevar aros está en los genes.
2) El trabajo es engañoso en cuanto a la inteligencia ya que combina la determinación genética con la heredabilidad. El CI es un rasgo heredable pero no está genéticamente determinado.
3) El CI no ha sido constante; ha aumentado desde la Segunda Guerra en todo el mundo (y con la misma diferencia entre blancos y negros). Los propios MH afirman que el IC aumentó de manera consistente a lo largo del último siglo, unos 15 puntos. Gardner observa: ciertamente, este desempeño no se puede explicar por los genes. También se ha observado que el tiempo de permanencia en la escuela y el CI están correlacionados positivamente. Pero ambos pueden deberse a un tercer factor causal, tales como la atención de los padres, la nutrición, la clase social o la motivación. Estas consideraciones, observa Gardner, demuestran que las correlaciones establecidas por MH son cuestionables.
4) Los resultados de MH están fuertemente sesgados debido a errores de medición del status socioeconómico de los padres, ya que no considera los efectos de importantes elementos de los antecedentes familiares (tales como una familia monoparental de 14 años; véase Korenman y Winship). El resultado es que el análisis da una impresión exagerada de la importancia del CI en relación a la situación socioeconómica de los padres y en relación a los antecedentes familiares más en general.
5) El test AFQT, para las fuerzas armadas, que MH toman como una buena medida de la inteligencia es en realidad tanto una medición de la inteligencia como de la educación. HM admiten que los resultados tienden a aumentar con la educación, pero subestiman fuertemente la magnitud de ese aumento (Leman). Más aún, explican que no analizan el efecto de la educación porque esta no es una variable independiente, sino, en alto grado, un resultado del CI. Dice Leman: “Por lo tanto, lo que usted más querría saber desde un punto de vista político –cuánto puede incrementar la educación la oportunidad- no es tratado en el libro, a excepción de dos oscuras notas al pie”.
6) La herramienta básica de The Bell Curve es el análisis de regresión. La regresión permite estudiar la relación entre dos o más variables e identificar cual tiene mayor impacto en un resultado. Las variables independientes son predictores y la variable dependiente es el resultado. En The Bell Curve el resultado es la posición social y económica que tienen los individuos en la adultez, y las predictores son el CI y el entorno socioeconómico del hogar. Empleando el análisis de regresión, MH encuentran una mayor correlación del resultado (la posición social) con el CI que con el status socioeconómico del hogar. Pero con esto no dicen nada de la fortaleza de esa relación. Y no dicen que con los datos que presentan muy poco de la variación en el desempeño social y económico se explica por la situación socioeconómica de los padres o por el CI. Recordemos que la regresión produce un resultado de la bondad del ajuste llamado R2, que le dice al investigador qué porcentaje de cambio en la variable dependiente se explica por las variables predictores. Por ejemplo un R2 de 0.70 significa que las variables predictores, de conjunto, explican el 70% del cambio en la variable dependiente, y que otros factores explican el 30% restante.
Pues bien, los valores de R2 que están en el Apéndice de The Bell Curve muestran que el CI explica poco de los resultados presentados por MH. Ellos mismos admiten que explica menos del 20% de la varianza del desempeño económico y social; usualmente menos del 10% y a menudo menos del 5%. Valores tan bajos de R2 ponen en evidencia la debilidad de las principales relaciones establecidas en el libro.
7) No hay una única inteligencia general. Las pruebas con que se determinan los CI proveen una medida de ciertas formas matemáticas y lingüísticas de pensamiento, pero ignoran otros tipos de inteligencia igualmente importantes. Gardner señala que MH dan la impresión de que la inteligencia de uno simplemente existe como un hecho de vida innato, como si fuera una caja negra escondida, dentro de la cual hay un único número, el CI, que determina grandes consecuencias sociales. Es el mundo de los especialistas psicométricos. Pero por fuera de ese mundo existe una comprensión de la inteligencia más sensible y científicamente convincente, que ha surgido en los últimos 100 años. Gardner: “El mundo cerrado de la inteligencia está siendo abierto”. También: “El desarrollo del cerebro individual y de la mente comienza en el útero, y alteraciones claves en capacidad y comportamiento se producen como resultado de innumerables eventos que siguen a la concepción”.
En similar sentido, Gould: “la teoría de una inteligencia unitaria, medible, genéticamente fijada, ordena a la gente en una única serie de mérito, para encontrar, invariablemente, que los grupos oprimidos y desaventajados – razas, clases o sexos – son innatamente inferiores y se merecen su status”. James Heckman también dice que “la inteligencia es una realidad con distintas facetas que no puede expresarse en una única dimensión (citado por Abenza).
8) Heckman también cuestiona que la educación no tenga influencia en el CI. Los años adicionales de educación tienen un impacto importante en los resultados de los tests de habilidades cognitivas. También destacaba las habilidades socioemocionales. Abenza: “Heckman ha dedicado una buena parte de su carrera a demostrar que para explicar la productividad de un trabajador, incluso en actividades con un alto contenido intelectual, habilidades no estrictamente intelectuales como la perseverancia, la paciencia, la capacidad para organizarse, la estabilidad emocional, la empatía o la capacidad para trabajar en una organización sujeto a una jerarquía y dentro de un equipo juegan un papel crucial; habilidades estas que no son medidas por los test de inteligencia”. Es cierto que el CI es en alguna medida hereditario, sin embargo las habilidades cognitivas son mejorables, especialmente mediante políticas destinadas a la primera infancia. Pero esto también cuestiona el método de MH. Por ejemplo, la persona más joven en la muestra que utilizan en su libro tenía 14 años, edad en que las personas ya están muy formadas y los entornos sociales ya han tenido un papel muy importante sobre lo que son
Es racismo
El enfoque que informa el trabajo de MH es racista. Es racista hasta la médula y por el simple hecho de que pone el foco en las diferencias entre negros y blancos. O entre asiáticos y “caucásicos”. Es la división tradicional de las “grandes razas”, definidas estas por rasgos superficiales, el color de la piel en primer lugar, también por la forma de los cabellos y la forma de la nariz (ampliamos más abajo).
The Bell Curve no solo refuerza esa idea, sino que sostiene que la diferencia entre negros y blancos (o entre asiáticos y blancos) es más sustancial que la diferencia en colores de piel o forma del cabello, ya que es una diferencia en los niveles de inteligencia, determinados por los genes. Por eso es tan importante lo que dice Rothbard, que The Bell Curve verbalizó y dio “sustento científico a lo que todos sabían pero no decían”. ¿Qué es eso que “todos sabían”? Pues nada más ni nada menos que el prejuicio racial tradicional: los negros son menos inteligentes que los blancos y esto es así porque la naturaleza (o dios, vaya a saber uno) dispuso que fuera de esa manera. Por eso, el elogio de Rothbard a The Bell Curve está cargado de sentido racista. No hay otra forma de llamarlo. The Bell Curve es “racismo científico”.
Con razón, y frente a nuevas reivindicaciones del libro de MH, en 2017 Eric Siegel escribía en el blog de Scientific American: “The Bell Curve… prevalece como el trabajo insignia moderno que reporta las diferencias raciales en los resultados del CI. La gente negra en EEUU tiene menor puntaje, en promedio, que la gente blanca (este no es el foco primario del libro, pero es su pieza central y mayor llamado de atención”. Y luego:
“The Bell Curve endosa el prejuicio en virtud de lo que no dice. En ningún lado el libro encara por qué investiga las diferencias raciales en CI. Al no presentar una razón de por qué informa esas diferencias en primer lugar, los autores transmiten una conclusión no dicha, pero inequívoca: la raza es un indicador útil acerca de si es probable que una persona tenga ciertas capacidades. (…) El efecto neto [del libro] es condonar tácitamente el prejuzgamiento basado en la raza de los individuos”.
Más sobre raza y el racismo
A fin de proporcionar elementos, en este apartado sintetizamos algunas de las principales críticas que se han hecho a la noción misma de raza.
Empecemos diciendo que, contra lo que escribió Rothbard, la crítica de la noción de raza humana no fue un invento comunista. Fue desarrollada por científicos de diferentes inclinaciones políticas e ideológicas; y establecida en sucesivas declaraciones de la UNESCO, a partir de principios de los 1950. Muchos investigadores señalaron que “el concepto de raza es desacertado, poco preciso, arbitrario y engañoso”, y que “las razas humanas, distinguidas clásicamente (tres o cuatro grandes grupos, del tipo blancos, negros y amarillos), son construcciones arbitrarias”. Es que esas clasificaciones asocian caracteres morfológicos tales como el color de la piel, la forma de los cabellos y la forma de la nariz para determinar la raza. Pero son categorías construidas de manera arbitraria, ya que las poblaciones humanas son extremadamente diversas y la clasificación de una “gran raza”, basada en un número limitado de características, no puede englobarlas a todas; siempre hay categorías que no entran en “la gran raza” que se busca definir. De ahí que algunas clasificaciones distinguen 200 o más razas humanas (véase Blanc).
Pero además, hacia el fin del siglo XX los datos genéticos revelaron que la variación humana que observamos es una cuestión de pequeñas y sutiles gradaciones, donde cada comunidad local se mezcla con la siguiente. El resultado es que hasta el 95% de las diferencias genéticas se ubican dentro de los grupos de población más importantes, y no entre ellos. En La Recherche, hace 40 años, Marcel Blanc decía: “Ciertamente, la variabilidad genética entre grupos raciales es del orden del 10% y se muestra verosímilmente en caracteres visibles, tales como el color de la piel, etcétera; pero estas diferencias son pequeñas en relación con las que existen entre individuos que pertenecen a una misma población”. Luego: “El conjunto de resultados de la taxonomía o de la genética muestran que la noción de raza admitida por el gran público… no tiene una gran significación biológica y en todo caso, no la de una separación biológica de la humanidad en tres o cuatro grandes ‘bloques’…”. Luego: “… hay un único carácter en que puede basarse de manera constante la delimitación entre las grandes razas, blanca, negra y amarilla. ¡Es el color de la piel! Todas los demás caracteres asociados, cabellos, nariz, etcétera, son susceptibles de variar incluso en el interior de estas categorías de la gran raza… Ahora bien, el color de la piel depende de la [mayor o menor] presencia de un pigmento, la melanina… Por consiguiente no se trata de diferencias cualitativas discontinuas que separen a las ‘grandes razas’ sino de diferencias cuantitativas”.
El racismo “de explotación”
El racismo que parte de considerar a la población negra poco inteligente (o menos inteligente que los blancos) es propio de lo que se conoce como “racismo de la explotación” (a diferencia del llamado “racismo competitivo”, que discrimina y hostiga a minorías étnicas o nacionales que compiten con los locales; por ejemplo, los comerciantes chinos en Asia; o comunidades judías en diversos países; véase Wertheim, 2020).
Los casos de los negros trasladados desde África a América como esclavos, o los esclavizados en Sudáfrica ilustran el racismo de explotación. A la población negra en América se le atribuía poca inteligencia, y se consideraba que por naturaleza (siempre el argumento biológico-genético) los negros eran perezosos e infantiles. Por lo tanto, solo eran capaces de trabajo duro y descalificado. Pero también era lo que preferían hacer, dado su bajo CI. Una ideología adecuada a sostener la más brutal explotación, reconfortar espiritualmente a los explotadores y esclavistas, e insensibilizar a la opinión pública frente al sufrimiento del explotado. La ideología racista en EEUU continuó después de la Guerra de Secesión, y fue funcional a que, durante muchos años, los trabajadores negros recibieran peor paga que los trabajadores blancos. El racismo contribuyó a la división y segmentación de la clase obrera en EEUU (sobre este aspecto, véase Gordon, Edwards y Reich, 1986).
Alimento para supremacistas blancos y ultraderechistas
En los últimos años se han fortalecido grupos racistas y xenófobos en una cantidad de países. Como dice Saini (2019), “grupos de ultraderecha y anti-inmigrantes una vez más se hicieron visibles y poderosos a lo largo de Europa y EEUU”. Más abajo: “… encontré fuertes redes, incluyendo académicos de universidades líderes en el mundo, que buscaban conformar debates públicos en torno a la raza y la inmigración, presionando suavemente para que se aceptara la idea de que los “extranjeros” son, por naturaleza, una amenaza porque nosotros somos fundamentalmente diferentes”. Algunos se describían a sí mismos como “race realists”. “Según ellos existen diferencias innatas entre los grupos de la población, que hacen que naciones enteras, por ejemplo, sean naturalmente más inteligentes que otras. Estos ‘hechos biológicos’ explican claramente el curso de la historia y la desigualdad del presente”. Se entiende que para esta gente The Bell Curve siga siendo una fuente de inspiración.
Para terminar, citamos con cierta extensión Panofsky, Dasgupta e Iturriaga (2021):
“Muchos, tal vez la abrumadora mayoría de los antropólogos biológicos y genetistas humanos nos dicen que la raza no es un concepto genético. (…) Esto significa que en tanto la variación genética puede correlacionarse en algunas formas con categorías raciales socialmente definidas, esas categorías son pobres representaciones de los patrones de la variación genética humana general”. Sin embargo, los antropólogos y genetistas no tienen el monopolio de la interpretación de la genética de la variación humana y de raza. Y en estos momentos enfrentan no solo el escepticismo del público, sino también una “activa y organizada competencia del movimiento de nacionalistas blancos y fuerzas de ultraderecha. Esta gente busca apropiarse y reinterpretar los hallazgos de la genética humana, antropología y otros campos, y a veces generar investigación por su cuenta, con el objetivo de mostrar que la raza es un concepto genéticamente distintivo y que los genes causan diferencias raciales en la cognición, el comportamiento y la cultura”.
Textos citados:
Abenza, Luis, 2013: “Genes y política: dos décadas después de la publicación de The Bell Curve”, https://www.jotdown.es/2013/07/genes-y-politica-dos-decadas-despues-de-la-publicacion-de-the-bell-curve/.
Blanc, M. (1982): “¿Existen las razas humanas?”, Mundo científico, vol. 2, N° 18; versión en español de La Recherche.
Chomsky, N. (1995): “Rollback”, Z Magazine, https://chomsky.info/199505__/.
Gardner, H. (2001): “Cracking Open the IQ Box”, December, https://prospect.org/civil-rights/cracking-open-iq-box/.
Gordon, D. M.; R. Edwards; M. Reich (1986): Trabajo segmentado, trabajadores divididos, Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social de España.
Gould, S. J. (1996): The Mismeasure of Man, Norton & Company,
Korenman, S. y C. Winship (1995): “A Reanalysis of The Bell Curve”, NBER Working Paper N° 5230, August.
Leman, N. (1997): “The Bell Curve Flattened”, https://slate.com/news-and-politics/1997/01/the-bell-curve-flattened.html.
Marx, K. (1975): “Crítica del programa de Gotha”, Obras Escogidas, t. 2, Madrid, Akal Editor.
Murray, C. y R. Herrnstein (1994): The Bell Curve. Intelligence and Class Structure in American Life, Free Press, New York.
Niño, J. (2019): “Malcolm X on Property, Integration and Economic Independence”, Mises Institute, https://mises.org/power-market/malcolm-x-property-integration-and-economic-independence.
Panofsky, A.; K. Dasgupta; N. Iturriaga (2021): “How White nationalists mobilize genetics: From genetic ancestry and human biodiversity to counterscience and metapolitics”, American Journal of Physical Anthropology, pp. 387.398.
Saini, A. (2019): “Why race science is on the rise again”, The Guardian, 18/05, https://www.theguardian.com/books/2019/may/18/race-science-on-the-rise-angela-saini.
Siegel, E. (2017): “The Real Problem with Charles Murray and The Bell Curve«, Scientific American Blog, 12 April, https://blogs.scientificamerican.com/voices/the-real-problem-with-charles-murray-and-the-bell-curve/.
Rothbard, M. (1963): “The Negro Revolution”, https://oll.libertyfund.org/page/rothbard-on-the-black-revolution.
Rothbard, M. N. (1973): “Egualitarism as a Revolt Against Nature”, https://www.lewrockwell.com/1970/01/murray-n-rothbard/were-not-equal/.
Rothbard, M. N. (1994): “Race! That Murray Book”, Rothbard – Rockwell – Report https://rothbard.altervista.org/articles/race-murray.pdf.
Wertheim, A. R. (2020): “Two guises of racism, disdain as well as envy”, Informed Comment, October 6, https://historibersama.com/two-guises-of-racism-informed-comment/.
Para bajar el documento: https://docs.google.com/document/d/1MG7JBwjzFCRwXfDg9b63gLwrKZn2C_RGXp0Kb5m_es0/edit?usp=sharing
Hay otro pensador libertario, de la misma escuela de Rothbard, Hans Herman Hoppe, que también utiliza los razonamientos racistas. Hoppe, colocandose a la derecha de la mayor parte del liberalismo, defiende la monarquía absoluta (lo que él llama «gobierno privado», en oposición a la democracia que sería un «gobierno público»). En un debate con Alberto Benegas Lynch, un economista libertario argentino que no es precisamente un paladín de la democracia (apoyó abiertamente a la última dictadura militar y defiende el sufragio restringido), Hoppe sostiene que las ventajas de la monarquía absoluta en comparación con la democracia se pueden ver más claramente si se toma en cuenta el factor de la raza, ya que «los caucasoides tienen, en promedio, un grado significativamente menor de preferencia por el tiempo que los negroides»https://www.hanshoppe.com/wp-content/uploads/publications/benegas.pdf. En la jerga que utiliza Hoppe, «preferencia por el tiempo» es la incapacidad para hacer previsiones de largo plazo, buscando satisfacciones inmediatas
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Pablo
22/12/2022 at 14:02
No creo que sean tan fácil desacreditar a Charles Murray y otros libertarios como racistas; señalan ciertamente los modestos resultados de los negros en los test de inteligencia pero a la vez reconocen que judíos askenazis y asiático-americanos (chinos, japoneses, coreanos, inmigrantes vietnamitas de primera generación…) son más «inteligentes» que los blancos anglosajones.
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Alfonso
22/12/2022 at 14:15
En la nota explico en qué consiste el racismo. Sostener que los judíos askenazi son más inteligentes (por alguna razón genético hereditaria) ES RACISMO.
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rolandoastarita
22/12/2022 at 17:02
Las nuevas corrientes racistas científicas, representadas por autores como Phillippe Rushton y Richard Lynn, ya no ponen a los pueblos europeos en la cumbre de la capacidad cognitiva. Por el contrario, les otorgan ese lugar a los pueblos de Asia oriental, chinos, japoneses y coreanos en particular. Esto cumple una función ideológica, que es hacer encajar el ascenso económico de los países de Asia oriental en el marco de la explicación biologicista de los fenómenos sociales. En cuanto a los judíos, los antisemitas por lo general nunca negaron su capacidad intelectual, sino todo lo contrario, los han presentado históricamente como un grupo hereditariamente dotado de una suerte de super-inteligencia diabólica, que les permitía manipular a las «razas inferiores». Asi los nazis fundamentaban su concepto del «judeobolchevismo»
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Pablo
23/12/2022 at 00:18
Mencionas a Steven Pinker, en su libro «La tabla rasa» señala esto sobre la controversia de The Bell curve : » Richard Herrnstein y Charles Murray (los
autores de The Bell Curve) decían que la heredabilidad de
la inteligencia debería impulsar a la izquierda hacia un
mayor compromiso con la justicia social rawlsiana. Si
la inteligencia fuera completamente adquirida, entonces
las políticas de igualdad de oportunidades bastarían para
garantizar una distribución equitativa de la riqueza y el
poder. Pero si algunas almas tienen la desgracia de nacer
con una inteligencia de menor capacidad, podrían caer en
la pobreza sin culpa alguna por su parte, incluso en un
sistema perfectamente justo de competencia económica. Si
la justicia social consiste en ocuparse del bienestar de
los más desfavorecidos, entonces reconocer las
diferencias genéticas exige una redistribución activa de
la riqueza. En efecto, aunque Herrnstein era conservador
y Murray un libertario y comunitario de tendencias
derechistas, no se oponían a las medidas redistributivas
sencillas, como un impuesto negativo sobre la renta para
quienes tuvieran los salarios más bajos, que supondrían
un descanso para quienes siguen las reglas del juego pero
no pueden apañárselas. Las ideas libertarias de Murray le
llevan a oponerse a los programas de gobierno que sean
más activistas, pero él y Herrnstein señalaban que una
izquierda hereditaria es un nicho a la espera de que
alguien lo ocupe.»
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Alfonso
22/12/2022 at 14:18
Rolando, si aceptamos que existe algo llamado inteligencia, y aceptamos también que hay especies más inteligentes que otras, y que dentro de las especies puede haber individuos más inteligentes que otros e incluso, dentro de las especies, grupos más inteligentes que otros grupos; si aceptamos todo eso, podemos aceptar también que eso ocurre dentro de nuestra propia especie. Ahora bien, ¿eso es, inevitablemente, racismo?
En un aspecto el racismo no es más que una forma de justificar el maltrato. El ‘racismo científico’ sería una forma de maltrato que pretende justificarlo a través de demostrar diferencias de inteligencia entre grupos.
Pero de que existan diferencias de inteligencia entre grupos no se sigue que sea lícito maltratar a nadie. Diferencias en la inteligencia –en promedios- entre distintos grupos humanos no es sinónimo de racismo. Que en la escuela unos sean menos inteligentes que otros, no les da el derecho, a los más inteligentes, a maltratar a los menos inteligentes. En la escuela, en el trabajo, o en donde sea, las diferencias de inteligencia no justifican ningún tipo de maltrato ni otorgan más derechos a unos que a otros.
Si The bell curve no es un fraude científico, tendremos que aceptar entonces que esas diferencia de inteligencia entre grupos humanos existen. De lo que no tenemos certeza es que esas diferencias se deban a la herencia o al ambiente -la educación y las oportunidades- o cuánto a cada uno de ellos.
Como hipótesis no considero descabellado suponer que aquellos antepasados que salieron de África se vieron obligados a desarrollar más su inteligencia que los que se quedaron allí. Pero de nuevo, una vez más, si etso fuera así, no le otorga derechos a nadie para subyugar a los grupos menos inteligentes. Pretender justificar esa subyugación sería racismo científico, o lisa y llanamente, racismo, maltrato.
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Eduardo Cabrera
24/12/2022 at 16:07
Su argumento es el típico de los racistas. Es lo que dice The Bell Curve y que aplauden Rothbard y los racistas.
«Si aceptamos que hay algo llamado inteligencia». Sí, lo aceptamos, pero a partir de aquí ya está discutido qué es ese «algo». ¿Una sola inteligencia?
«y aceptamos que hay especies más inteligentes que otras». Por supuesto, existen especies animales más inteligentes que otras. Y en el seno de las especies los naturalistas distinguen subdivisiones denominadas razas o subespecies. De ahí que los que defienden la noción de raza en la especie humana sostengan que es «natural» que existan razas (o subespecies) humanas más inteligentes unas que otras por razones biológicas, genéticamente heredadas. En la nota explico (mejor dicho, transcribo lo que plantea la enorme mayoría de los científicos que tratan el tema) por qué la construcción de 3 o 4 razas humanas carece de base. Y por qué no hay nada que indique que la clasificación de las personas por el color de la piel tenga algo que ver con niveles de inteligencia genéticamente determinada.
Por otro lado, dejan de lado la evidencia que muestra cómo el entrenamiento intelectual que dan el estudio, y el trabajo creativo, acompañado de ambientes económico-sociales que facilitan el desarrollo de las varias formas de inteligencia desde la más temprana niñez, echan por tierra ese discurso de «las razas inferiores en inteligencia». Como han señalado críticos de MH, eso se ve incluso en el rendimiento de niños pobres negros que fueron adoptados desde muy pequeños en hogares con condiciones económicas adecuadas y nivel intelectual. También en los avances en los CI (admitiendo todos los problemas que encierran) a medida que avanza la educación promedio.
«Si The Bell Curve no es un fraude científico…». Un gran «SI». ¿Y qué dice de todos los argumentos que se han presentado contra las tesis de The Bell Curve.?
«… de que existan diferencias de inteligencia entre grupos no se sigue que sea lícito maltratar a nadie». Es el argumento de MH en The Bell Curve. «Los negros son menos inteligentes, pero eso no significa que haya que maltratarlos». Como si no fuera maltrato, y del peor, considerarlos globalmente menos inteligentes porque tienen el color de piel oscuro.
Enfatizo: el fundamento del racismo pasa por sostener que existen 3 o 4 grandes «razas», clasificadas por algo tan superficial como el color de piel. Y afirmar que una de esas «razas» es inferior en una característica fundamental para el ser humano, la inteligencia, y que esto se debe a una razón biológica. O sea, habría que aceptarla porque ir contra ella sería, como dice Rothbard, ir contra las leyes naturales. Argumento que se extiende a la opresión de las mujeres. «Biológicamente está determinado que estén subordinadas a los varones».
El racismo (como el sexismo machista) carece de fundamento científico, pero tiene graves consecuencias sociales y políticas. No solo insensibiliza frente a la explotación de trabajadores manuales. También ayuda a la división de la clase obrera, y es funcional a la dominación del capital. No es casual que un personaje como Milei, que tiene a Rothbard como uno de sus grandes referentes, no diga palabra sobre la defensa del racismo por su «maestro».
En fin, su comentario me hace ver la forma en que está metido en racismo en nuestra sociedad. En Argentina también hay un extendido racismo, que se manifiesta en el desprecio de tantos «blanquitos» hacia la gente que tiene color de piel más oscura.
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rolandoastarita
24/12/2022 at 17:14
Cuando leí el párrafo que menciona la idea de «sacarse a los negros de encima», enviándolos nuevamente a Africa; no pude evitar trazar un paralelismo con lo que logró el cristianismo europeo a fines del SXIX, promoviendo el sionismo: sacarse a los judíos de encima, enviándolos nuevamente a Palestina…
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Gonza Hernández
26/12/2022 at 10:56
Lo de «sacarse los negros de encima» es literal. En carta al historiados Harry Elmer Barnes, con fecha 30 de julio de 1966, Rothbard escribió que una ventaja adicional de una república negra para africanos era “We’d get the Negroes off our backs!!!”.
Está citado en https://altrightorigins.com/2017/07/21/murray-rothbard-racism/ (no lo sumé a la nota porque esta ya era muy extensa).
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rolandoastarita
26/12/2022 at 11:45
A que grupo pertenece Diego Armando Maradona: a los inteligentes o a los no inteligentes? Me parece que Ángel Di María no terminó la escuela; de echo, pertenece al grupo de los no inteligentes? ¿Qué es la inteligencia? Manejar la pelota como lo hace Di María no requiere de ningún tipo de inteligencia?
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Amauta
22/01/2023 at 02:57