Rolando Astarita [Blog]

Marxismo & Economía

Trotsky, el giro de 1928-9 y la naturaleza social de la URSS (17)

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La parte 16 de la nota, aquí

¿Revolución “desde arriba”?

Isaac Deutscher caracterizó la colectivización e industrialización acelerada como una revolución “desde arriba”, esto es, realizada desde la cumbre del Estado. La misma idea fue sostenida por la historia oficial soviética. En el Curso breve de la Historia del PCUS, se sostiene que “el carácter distintivo de esta revolución [la colectivización y la industrialización] es que fue cumplida ‘desde arriba’, sobre la iniciativa del Estado, y directamente apoyada ‘desde abajo’ por millones de campesinos, que estaban luchando por sacarse de encima la esclavitud kulak y vivir en libertad en las granjas colectivas”.

La tesis del giro de 1928-9 como una revolución desde arriba conecta con la tradición teórica marxista. Marx y Engels caracterizaron en su momento que la revolución burguesa en Prusia había sido realizada por el Estado, dominado por los terratenientes; y Lenin, en sus escritos pre-revolucionarios, contempló la posibilidad de que en Rusia se produjera una revolución burguesa “por el camino prusiano”, o “desde arriba”. La noción también se aplicó a otros procesos sociales, tales como la Revolución de los Jóvenes Turcos o la transformación de Egipto bajo el gobierno de Nasser. En todos los casos la idea es que los cambios “revolucionarios” son impulsados íntegramente por la cúpula gobernante, desde el Estado.

Indudablemente la colectivización en la URSS fue impuesta desde arriba, apelando el Estado a métodos represivos, fue resistida por una parte significativa del campesinado, otra parte se resignó y otros la aceptaron, o trataron de adaptarse. La industrialización también fue acompañada por el empleo de métodos represivos. Esta circunstancia dio pie a la creencia, extendida entre los sovietólogos occidentales, de que la política de Stalin se basó pura y exclusivamente en el terror y la represión masiva, y que no habría tenido prácticamente base en sector alguno de la sociedad. Es la visión de un Estado autoritario que decidía a su antojo el destino de la URSS, frente a una masa de población esencialmente pasiva. Según este enfoque académico tradicional, y en palabras de Fitzpatrick, el tema dominante del período stalinista es el Estado contra la sociedad, donde esta última es reducida a un objeto inerte, manipulado por la acción del régimen autoritario. Así, la sociedad aparece como un todo indiferenciado, y se minusvaloran los procesos sociales que ocurren en su interior. El énfasis se pone en los mecanismos del Estado, y no en los procesos sociales.

En contraposición a ese enfoque “superestructural”, ya en los 1930 Trotsky explicó el triunfo de Stalin con un análisis que hacía eje en el atraso de las fuerzas productivas y en la estructura social predominantemente campesina y artesanal que había heredado la Revolución. Refiriéndose a las bases sociales de la burocratización, decía: “La autoridad burocrática tiene como base la pobreza en artículos de consumo y la lucha contra todo el mundo que resultaba de esa pobreza” (1973). También: “En un país pobre como la URSS, – y la URSS en el presente es todavía un país muy pobre, donde un cuarto privado, comida y ropa suficiente, solo están al alcance de una pequeña minoría de la población- en tal país, millones de burócratas, grandes y pequeños, hacen cualquier esfuerzo para asegurarse, antes que nada, su propio bienestar” (1935). La fatiga y las privaciones, la absorción de parte de la vanguardia por el aparato estatal, en el cuadro de las derrotas de la revolución europea y china, explicaban el ascenso y consolidación de la burocracia. Por eso Trotsky afirmaba que no tenía sentido haber intentado un golpe militar contra Stalin; no se hubiera alterado el curso fundamental de la revolución. De la misma manera, explicó el giro a la colectivización y la industrialización por las fuerzas que emanaban de la economía estatizada.

En el mismo sentido Preobrashenski sostuvo que el giro de 1928-9 respondía a las leyes de la economía estatizada. Son análisis alejados del enfoque meramente superestructuralista. Los mismos pueden ayudar a comprender por qué sectores importantes de la sociedad soviética apoyaron, o consintieron, la colectivización y la industrialización. Esos apoyos o consensos se reflejaron incluso en un fenómeno al que ya hicimos referencia, a saber, que muchos miembros de la Oposición de Izquierda (Preobrashenski en primer lugar) pasaron a las filas del stalinismo a fines de los 1920. Recordemos también que el propio Trotsky, a pesar de sus críticas, consideró globalmente progresista la colectivización e industrialización. Este enfoque no implica negar el rol de la dirección del Partido, en una sociedad en la cual las palancas fundamentales de la economía estaban estatizadas.

Pero también en los estudios académicos occidentales la explicación meramente “superestructural” de los cambios fue cuestionada, como hemos adelantado, por Sheila Fitzpatrick, y otros autores que pusieron el acento en los análisis sociales, y a los que también ya hemos citado a lo largo de este trabajo. Este enfoque  fue llamado “revisionista” en relación al criterio dominante en los medios académicos occidentales durante la Guerra Fría.

Fitzpatrick sostuvo que el impulso para el giro a la izquierda no provino solo desde arriba, ya que hubo una corriente de militantes y activistas obreros que participó con entusiasmo en esa revolución. Por eso subraya la complejidad del régimen soviético y la necesidad de estudiar la sociedad rusa no solo “desde arriba”, sino también “desde abajo”, dando importancia a la movilidad social que permitió la industrialización (véase Fitzpatrick 1986 y 2007). En términos más generales, Fitzpatrick (1986) distinguió tres posiciones entre los historiadores de la URSS llamados “revisionistas”. Por un lado, los que subrayan que el régimen tenía menor control sobre la sociedad de lo que se ha afirmado, y que las políticas muchas veces tenían consecuencias no planeadas ni anticipadas. En segundo término, los que afirman que las políticas del Estado respondían  a presiones sociales y quejas, y eran pasibles de ser modificadas a través de procesos de negociaciones sociales informales. La tercera postura plantea que tales políticas fueron el producto de iniciativas “desde abajo”. Fitzpatrick anota que la primera postura claramente no es incompatible con la idea de una revolución “desde arriba”.

En la misma línea revisionista, Manning (1987) sostuvo que la respuesta a la pregunta sobre el giro de finales de los años veinte fue una revolución “desde arriba” o “desde abajo” es “desde ambos lados”. Afirma que el Partido se multiplicó por siete u ocho entre 1924-33, recibiendo un enorme flujo desde los estratos más bajos de la sociedad. Estos elementos pudieron ascender en el Partido y el Estado, en la medida en que sucedían los desplazamientos, y actuaron como transmisores de las directivas de Stalin. Además, hubo muchas otras instancias intermedias que fueron mediadoras o impulsoras de las medidas decididas por el Politburó: el Konsomol, los activistas y voluntarios políticos, los delegados a las Conferencias de producción, o soldados desmovilizados y stajanovistas, que a menudo participaron del proceso político. Por eso concluye que se debe corregir un desbalance en los estudios académicos, que se interesaron durante mucho tiempo solo en lo que sucedía en las alturas. A diferencia de Fitzpatrick, afirma que el estudio del rol del Estado no debe ser dejado en manos de los científicos políticos.

Viola, por su parte, también sostiene que a fines de los 1920 había entusiasmo entre los trabajadores por la colectivización de los campesinos, lo cual explicaría por qué Stalin pudo movilizar 25.000 voluntarios proletarios para llevar adelante la colectivización. Y subraya la importancia que tuvieron los funcionarios y militantes locales en la ejecución de la colectivización.

Los críticos de los revisionistas, por su lado, han sostenido que, sin negar los elementos de participación, el peso de la explicación debe ponerse en la acción del Estado, particularmente en la dirección de Stalin, so pena de quitar de escena el rol del stalinismo. Además, afirman que ya antes de la ola revisionista muchos trabajos –Lewin, Davies, Nove- habían puesto el acento en los factores sociales. De todas maneras, Fitzpatrick y otros “revisionistas” no niegan el rol del Estado y Stalin. Por ejemplo, en Fitzpatrick (1999) leemos: “El término ‘revolución de Stalin’ ha sido usada para esta transición [se refiere a las transformaciones iniciadas a fines de los 1920] y expresa su carácter destructivo, violento y utópico. Pero esta revolución fue en gran medida el resultado de la iniciativa del Estado, no de movimientos populares, y no dio por resultado un cambio del liderazgo político”.

La conclusión que podríamos sacar de este cruce de enfoques es que, dada la industria estatizada y el hecho de que el Estado soviético encarnara (al menos hasta finales de los veinte) las tradiciones de Octubre, le dieron a la dirección del Partido un peso determinante para operar el giro hacia la colectivización y la industrialización. Pero una vez dicho esto hay que tener conciencia que entre Stalin y el campesino que era obligado a entrar en el koljós, o el obrero que era sancionado por llegar tarde al trabajo, existieron las instancias sociales y políticas que menciona Manning, que actuaron como correas de transmisión y motores de la política del Politburó. Y hubo, además, un extendido sentimiento de que, de alguna manera, se estaba avanzando hacia un futuro mejor. Como hemos afirmado en una parte anterior de la nota, este es el elemento real que reflejaron también muchos militantes de la Oposición de Izquierda que viraron hacia el stalinismo después de 1928, y que también refleja Trotsky, cuando caracterizó el giro de 1928 de progresivo, a pesar de sus problemas y las críticas que le merecía. Es necesario analizar entonces cómo se articuló, concretamente, esta “revolución desde arriba” con elementos de legitimación y apoyo en sectores de la población.

Desarrollo económico y construcción del socialismo

Una primera cuestión a señalar es que el desarrollo de las fuerzas productivas genera legitimación, sea cual sea el régimen social y político reinante. Y en la URSS, en los 1930, hubo un notable desarrollo de las fuerzas productivas, como ya hemos señalado. Pudo haber habido fuertes elementos de despilfarro, malgasto de recursos y grandes sacrificios de las masas trabajadoras, pero el crecimiento de la industria pesada y las grandes obras de infraestructura fue innegable. Pero además, el desarrollo se acompañaba de la convicción de que se avanzaba hacia una sociedad nueva, más justa e igualitaria, en la que ya no existiría la explotación del hombre por el hombre. La eliminación de las economías individuales y la industrialización alimentaban la idea de que estaba asegurado un futuro luminoso. Y esa convicción genera consenso y legitima políticas, incluso cuando estas sean muy duras.

El “realismo socialista” expresó esta situación. Dice Fitzpatrick (1999): “El socialismo era el resultado predeterminado de la revolución proletaria. (…) El conocimiento sobre el futuro tenía implicancias para entender el presente. Una persona que no conociera la historia podría mirar la vida soviética y ver solo privaciones y miseria, y no entender que se deben hacer sacrificios temporarios para construir el socialismo. Los escritores y artistas era urgidos a cultivar un sentido de ‘realismo socialista’ –viendo la vida tal como estaba deviniendo, más que como era- y no un realismo literal o ‘naturalista’. Pero el realismo socialista era una mentalidad stalinista, más que un estilo artístico. Los ciudadanos ordinarios también desarrollaron la capacidad para ver las cosas tal como estaban deviniendo y deberían ser, más que como eran”. También en el campo hubo un estrato de campesinos que adoptaron la perspectiva stalinista sobre que se estaba construyendo un futuro venturoso. Son los campesinos que Fitzpatrick (1994) llama “los campesinos Potemkin”, en alusión a la “aldea Potemkin”, que era una representación idealizada y distorsionada de la vida rural. Los “campesinos Potemkin” eran despreciados por los otros campesinos, a menudo trataban de ascender a puestos de funcionarios. Pero incluso prisioneros en los campos de trabajo forzado creían en los valores del socialismo y buscaban probar su inocencia y patriotismo a través del trabajo duro (Klimkova, 2006).

Indudablemente, a fines de los años 1920 el programa y el ideario socialista estaban vivos en sectores muy amplios de la clase obrera y la militancia comunista, de manera que el llamado a la industrialización y a la colectivización despertó entusiasmo y animó a la participación de muchos. Una muestra de ello fue el movimiento de comunas y colectivos que se desarrolló al margen de la dirección stalinista, y terminó siendo sofocado por esta. Otra expresión fue la “Revolución Cultural”, que alentó y utilizó Stalin para sus fines políticos, para luego desarticularlo cuando  ya no le fue funcional. La evolución de ambos procesos ayuda a echar luz sobre la forma en que la “revolución desde arriba” fue interpretada y mediatizada por sectores de la vanguardia de izquierda, y la relación contradictoria que esta mantuvo con la dirección stalinista.

Bibliografía:
Fitzpatrick, S. (1986): “New Perspectives on Socialism”, Russian Review, vol. 45, pp. 357-373.
Fitzpatrick, S. (1999): Everyday Stalinism Ordinary Life in Extraordinary Times. Soviet Russia in the 1930s, Oxford University Press.
Fitzpatrick, S. (2007): “Revisionism in Soviet History”, History and Theory, vol. 46, pp. 77-91.
Klimkova, O. (2006): “Behind the Facade of Soviet Industrialization: The Gulag Economy”, Central European University Budapest.
Manning, R. (1987): “State and Society in Stalinist Russia”, Russian Review, vol. 46, pp. 407-11.
PCUS (1939): History of the Communist Party of the Soviet Union (Bolsheviks), Short Course, International Publishers, http://www.marx2mao.com/Other/HCPSU39iii.html#c10s2.
Trotsky, L. (1973): La revolución traicionada, Buenos Aires, Yunque.
Trotsky, L. (1935): “How Did Stalin Defeat the Opposition?”, https://www.marxists.org/archive/trotsky/1935/11/stalin.htm.
Viola, L. (1999): Peasant Rebels under Stalin, Collectivization and the Culture of Peasant Resistance, Oxford University Press.

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Written by rolandoastarita

23/06/2016 a 12:13

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9 respuestas

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  1. Rolando, tienes una errata en el ultimo parrafo del apartado Revolucion desde arriba. Pones «de la politica» dos veces: «que actuaron como correas de transmisión y motores de la política de la política del Politburó».
    Aprovecho de paso para hacerte una pregunta que no tiene que ver con la nota, pero tampoco encuentro otro lugar apropiado para hacertela: Cual crees que deberìa ser la posiciòn de un marxista ante el referendum britanico del Brexit?

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    David

    23/06/2016 at 14:10

    • Gracias por avisarme. Con respecto al plesbiscito, se trata, por supuesto, de dos políticas burguesas. De todas maneras, pienso que el mal menor (o lo menos reaccionario) es continuar en la UE. La campaña por la salida tiene el estandarte de «primero Gran Bretaña», promueve la xenofobia, el nacionalismo extremo y el racismo.

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      rolandoastarita

      23/06/2016 at 14:59

    • De acuerdo, gracias a ti por la respuesta.

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      David

      23/06/2016 at 18:25

  2. Sr. Astarita, qué opina de sostener una posición de abstención activa, boicot o voto nulo en el plebiscito del Brexit? Tengo entendido que la sostienen, con distintos grados y matices, la mayoría de las organizaciones trotskistas.
    Personalmente, habría votado nulo en el referéndum, porque estoy convencido de que hay una diferencia entre aceptar como hecho consumado el mal menor, en este caso la permanencia en la UE, y propagar activa y permanentemente la política del mal menor.
    Al final, propagar en forma permanente y activa la política de apoyar el mal menor lleva a la postergación indefinida de una construcción política de independencia de clase, pues SIEMPRE habrá un mal menor dentro del sistema capitalista y el régimen político burgués.
    Así, decir «hay que apoyar el mal menor mientras no tengamos fuerzas para plantearnos la cuestión del poder» lleva a un círculo vicioso, pues la construcción de independencia de clase es condición esencial imprescindible para que se pueda plantear la acumulación de fuerzas con vistas al derrocamiento revolucionario del sistema, pero la permanente invocación del apoyo al mal menor impide precisamente la formación de la independencia de clase respecto de toda variante burguesa.
    Pienso que hay una alternativa, por muy débil que sea en estos momentos, y es la «intervención crítica», la agitación, información y propaganda de que, justamente, ambas alternativas son burguesas, que no son ninguna solución a los problemas de la clase trabajadora, y que es necesario romper con toda variante política burguesa, pro-capitalista.

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    Boris

    23/06/2016 at 22:32

    • Coincido en que las dos alternativas son burguesas. Aunque tal vez la menos reaccionaria sea permanecer en la UE, ya que el Brexit tiene como consigna principal «primero Gran Bretaña», y concentra las banderas del nacionalismo más exacerbado, la xenofobia y el racismo. Es absurda la posición de una parte de la izquierda que dice «salir de la UE por la izquierda». No hay posibilidades de una salida «por la izquierda» en tanto gobiernen los capitalistas. Como tampoco hay posibilidad de permanecer en la UE «por la izquierda». Coincido también que lo más importante es una propaganda y agitación que delimite la posición de los socialistas con respecto a ambas variantes capitalistas.

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      rolandoastarita

      23/06/2016 at 23:08

    • Lo tremendo del caso, que muestra el patético estado de la izquierda a nivel mundial, es que según todos los indicadores que se manejan hasta este momento, las tendencias marcan que el apoyo a la salida de la UE es casi total entre los trabajadores, proletarios y subproletarios, la base de apoyo de la permanencia esta en las distintas variantes de pequeñoburguesia. Aunque falta para tener números duros.

      Saludos.

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      Gerardo Daniel

      24/06/2016 at 11:05

  3. El proletariado acomodado inglés ve a los inmigrantes (favorecidos por la UE) como competidores de los puestos de trabajo. De hecho los trabajadores inmigrantes están dispuestos a trabajar por un salario menor.

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    amauta

    24/06/2016 at 14:34

    • Lo cual no quita que la posición de la izquierda a nivel mundial sea patética.
      Y un trabajador es un trabajador, esa es la base del internacionalismo. Si no logramos hacerle llegar eso a los trabajadores es culpa de los revolucionarios no de los trabajadores, sean «acomodados» o no.

      Saludos.

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      Gerardo Daniel

      24/06/2016 at 14:47

  4. Otro aspecto que hay que tener en cuenta es que el trabajador inglés compite no sólo contra los salarios de los inmigrantes que llegan al RU sino con el resto de los trabajadores de la UE. En este sentido, puede ser que conciban la salida de la UE y la depreciación de la libra esterlina, como una medida de protección de la fuente de trabajo vía tipo de cambio. De lo contrario, nada impide que una empresa inglesa, por ejemplo, relocalice sus fábricas en Hungría o Portugal pagando salarios inferiores a los de los obreros ingleses. Digo, el nacionalismo podría argumentar eso. El obrero inglés va a ver que, si bien su salario se devaluó en términos internacionales, ello no lo afecta necesariamente en el consumo en tanto no haya inflación. Es similar a la propuesta de salida de Grecia de la zona euro y su vuelta al dracma.

    Esto supone un alto grado de falta de organización para el combate por parte del proletariado inglés. Esa es la deficiencia de la izquierda revolucionaria, porque si fuera una fuerza de masas podría lograr con la lucha que se impida al capital, al menos transitoriamente, recurrir a la persecución y superexplotación de los inmigrantes.

    Al menos podría mostrarle una salida viable y concebible a los trabajadores ingleses que no sea la salida reaccionaria del brexit.

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    Lucas

    27/06/2016 at 17:53


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