Ante la marcha convocada para el 18 F
En la sección Comentarios del blog me han preguntado mi opinión acerca de la marcha convocada para el 18 de febrero, por el caso Nisman. En esta nota explico las razones de por qué considero que no tiene sentido que la izquierda forme parte o convoque a esta marcha.
Convocatoria y consignas
En términos generales, podemos decir que la conveniencia de participar en una movilización está determinada por quién la convoca y por las consignas convocantes, en una coyuntura dada. Coyuntura que hay que analizar a la luz de una teoría que ponga el foco en la lucha de clases, y en la función de las instituciones estatales en el capitalismo.
Empecemos entonces señalando que esta marcha está llamada por “la comunidad judicial”, más precisamente, por los fiscales enfrentados a Gils Carbó. O sea, por gente que es parte esencial del aparato represivo del Estado y que estuvo, y sigue estando, comprometida con los servicios de inteligencia. A igual que están comprometidos con los servicios de inteligencia Gils Carbó y los fiscales K que la siguen. Todos, en este respecto, tienen una función de clase definida. En rigor, estos fiscales no han hecho prácticamente nada por frenar, a lo largo de años, los cientos y miles de atropellos contra trabajadores y el pueblo humilde; o contra la militancia y partidos de izquierda, o las organizaciones sociales “críticas y díscolas”.
Pero además, a la marcha no sólo irá mucha gente que está indignada por la responsabilidad del gobierno en la muerte de Nisman, sino también altos dirigentes políticos, que son insoslayables a la hora de definir el carácter de la movilización. Entre ellos, notorios tránsfugas del kirchnerismo, (como Massa), y ex altos funcionarios de Menem o de la De la Rúa que, cuando estuvieron en el poder, utilizaron el aparato del Estado para hacer operaciones de todo tipo en su propio provecho. A igual que lo han hecho los gobiernos K desde 2003 a la fecha.
En cuanto a las consignas, el 18 F se convoca con los lemas “Todos somos Nisman”, “Por la República”, se aclara que “no es una marcha contra nadie” y que hay que ir “sin consignas políticas”. Pero precisamente, lo que hace falta son posiciones políticas. Posiciones políticas que cuestionen esta República y su sistema de dominio, garante fundamental de las relaciones de explotación. La primera actitud de clase, del que es explotado y oprimido, es de distancia y de crítica frente al sistema de dominación y opresión, y frente a todos sus defensores. El punto de partida nunca puede ser el del “consenso callado”.
Una contradicción al seno del Estado
Vuelvo más abajo sobre el tema de las consignas, pero antes permítaseme una consideración de tipo general, que ayudará a entender algunas de las líneas de fuerza que se cruzan en la actual coyuntura argentina. La cuestión que quiero plantear es que el Estado capitalista está atravesado por una contradicción irresoluble: en tanto aparato de dominación, debe responder a los intereses comunes del “capital en general”. En este sentido, encarna la comunidad universal del capital. Sin embargo, el Estado siempre es particular, y a su frente siempre se encuentra una fracción particular de la clase dominante. Por eso, y en tanto sus instituciones tienden a autonomizarse, el “capital en general” corre el riesgo de verse perjudicado por fracciones particulares del capital con acceso privilegiado al Estado, o por los mismos altos mandos gubernamentales.
Naturalmente, esta cuestión remite al problema, tan discutido por los marxistas, de la “autonomía relativa” del Estado (véase, por ejemplo, Ralph Miliband, “Estado, poder y democracia capitalista”, en Repensar a Marx, autores varios, Madrid, 1988, Editorial Revolución, trabajo del que tomo varios conceptos). Es que por un lado, el Estado está movido por fuerzas capitalistas (depende de ellas) y está dedicado a la defensa de los intereses de esas fuerzas. Pero esto no debe llevar a una lectura puramente economicista o reduccionista del rol del Estado. Máxime cuando el Estado alcanzó, ya desde la segunda mitad del siglo XX, un inmenso poder e influencia. En palabras de Miliband, “el Estado necesita imperativamente más espacio vital para contener de forma eficaz la presión que viene desde abajo, y los que ejercen el poder y dependen de la legitimación electoral quieren más espacio vital para tener oportunidades de mantener el puesto”. Por eso, el impulso a la independencia del Estado bajo el capitalismo ya no se da en circunstancias excepcionales, como pensaban Marx y Engels. Así como el capital controla medios de producción, de comercio, finanzas y de comunicación fundamentales –y esto pone límites a la autonomización del Estado- el Estado toma poder propio.
El control y la represión antirrevolucionaria es así un campo propicio para la autonomización del Estado. En la medida en que aumentan las tensiones sociales, o la lucha de clases se intensifica, se necesita una intervención del Estado que se decide con independencia de los capitales particulares. Por lo tanto, de aquí deviene una tensión entre el asentimiento de la clase dominante de conjunto cuando se trata de reprimir al “subversivo”, y la resistencia y rechazo de los sectores que no están en control del aparato del Estado cuando este es utilizado en su perjuicio. En este último caso, pueden surgir problemas de legitimidad con respecto al Estado, esto es, de consenso o conformidad de la población para reconocer su autoridad; una cuestión importante en lo que respecta a los mecanismos de dominio. Por la misma dialéctica, también surgen tensiones cuando el aparato estatal se autonomiza y es utilizado como palanca de acumulación de capital (que a su vez sustenta poder político). Esta última cuestión no es señalada por Miliband, pero adquiere especial relevancia en Argentina, y en otros países capitalistas (y fue destacada por Bakunin). Y todo se agrava cuando desde las palancas del Estado se apela a la violencia abierta para favorecer a tal o cual interés particular.
Para “bajarlo” a tierra con dos ejemplos extremos: de conjunto la clase dominante argentina no tuvo mucho problema en tapar y disimular el asesinato de militantes del MTP que habían atacado el regimiento de La Tablada (bajo el gobierno del democrático Raúl Alfonsín). Pero muchos protestan y dan pelea cuando, utilizando el aparato del Estado, y apelando al fraude, la corrupción, los dineros negros, los Menem, los Kirchner o los Lázaro Baez se enriquecen a más no poder. O cuando desde el aparato del Estado se hacen toda clase de maniobras para perjudicar a tal o cual disidente de la oposición burguesa. Por este motivo, un Massa o un Alberto Fernández, que cuando formaron parte del gobierno K dejaban hacer al agente de inteligencia Stiuso cualquier tipo de inmundicia, hoy ponen el grito en el cielo por “la forma en que el gobierno K utiliza los servicios de inteligencia”. Sin embargo, cualquiera de ellos asume como “natural” que el Estado ejerza inteligencia sobre los “molestos”.
En otro plano, es conveniente señalar que las disidencias al seno de la clase dominante, y sus representaciones políticas, en torno al “uso y abuso” del aparato estatal, pueden abrir fisuras serias que, en circunstancias específicas, son factibles de ser utilizadas por la izquierda para avanzar sus posiciones.
Libertades democráticas
Este es entonces el marco más general en que se produce la muerte violenta de Nisman –nunca debe olvidarse: a los pocos días de haber denunciado a Cristina Kirchner y a su canciller- y en que fiscales “no K” llaman a marchar en homenaje a Nisman.
Con este trasfondo, una cuestión clave es que, lamentablemente, la clase trabajadora no ha tenido, en tanto clase, una posición crítica e independiente del gobierno y de la oposición burguesa, y la burocracia. Una postura de denuncia del rol del aparato represivo y de la represión, y del papel del gobierno K (y de los anteriores gobiernos) en el mantenimiento y fortalecimiento de ese aparato. Una denuncia que debería acompañarse de la exigencia de libertades democráticas. Por ejemplo, reflotar el caso Julio López; denunciar el gatillo fácil que sigue asesinando impunemente en los barrios populares; denunciar y avanzar en la investigación del operativo X: exigir la derogación de la ley antiterrorista; pedir el juicio por crímenes de lesa humanidad a Milani y denunciar el hostigamiento a la familia Ledo; denunciar los encubrimientos del caso AMIA y Embajada de Israel; denunciar las patotas sindicales y su convivencia con fuerzas represivas estatales, y similares. Para esto, hay que tomar distancia crítica de la “comunidad judicial” de conjunto, (por eso es necesario que “no todos seamos Nisman”), del gobierno K y del resto de las fuerzas burguesas. Por eso también, la clase obrera no tiene que estar en silencio. Por supuesto, tampoco es salida aplaudir y cantar estúpidas alabanzas a la presidenta. Es necesario fijar una posición de clase, autónoma de las fracciones burguesas, y del Estado en su conjunto.
En definitiva, las libertades democráticas que se consigan (y siempre serán precarias en tanto subsista el modo de producción capitalista) solo podrán ser el resultado de una actitud de clase de este tipo. Hoy deberíamos admitir que está lejos la posibilidad de acabar con el Estado capitalista (esta afirmación me diferencia de buena parte de la izquierda). Sin embargo, aun en los marcos de este sistema, una movilización independiente de la clase obrera podría obtener mejoras. Para esto, hay que tomar distancia de los dos sectores burgueses que se enfrentan. Esto último no niega que, en ciertas circunstancias, se pueda coincidir con una u otra fracción política burguesa, o de la burocracia, en algún reclamo puntual, con objetivos precisos y enfrentamiento delimitado. Para dar algunos ejemplos: si, por el motivo que fuere, una fuerza no socialista (puede ser un partido político, una institución como la Iglesia, una dirección sindical) denuncia los asesinatos en la comunidad Qom, de Formosa; o se opone a la ley antiterrorista; o pide el procesamiento de Milani, no habría impedimento en participar en alguna forma de unidad de acción.
La marcha no representa avance alguno para los trabajadores
Pero ese no es el caso de la marcha del 18 F. Ninguna de las fuerzas que convocan es progresiva para la clase trabajadora. No hay tampoco consignas progresivas. Ni la clase obrera, ni las fuerzas socialistas, pueden marchar para identificarse ingenuamente con Nisman, ni con los fiscales, ni con la República burguesa y su Estado. Convocar a esta marcha solo podría traer perjuicios para el logro de una conciencia de clase, independiente del poder burgués. Se puede decir que lo mío -una movilización independiente de la clase- es, por ahora, una expresión de deseo. Pero es la única salida de fondo posible. No veo otra.
Descargar el documento: [varios formatos siguiendo el link, opción Archivo/Descargar Como]: «Ante la marcha convocada para el 18 F»
Coincido con vós Rolo en tu comentario y en la utilizacion como herramienta del texto de Miliband
Me gustaMe gusta
Miguel González
12/02/2015 at 13:46
Excelente comentario. Quizás habría que relativizar la autonomía estatal frente al Capital, sobre todo en los últimos decenios en que el Estado es cada vez más una correa de transmisión de las políticas del capita. Véase por ejemplo el papel actual de los estados europeos y de las instituciones europeas. No es totalmente anecdótico el hecho de que las mismas personas rotan de funcionarios en el capital financiero a funcionarios de instituciones estatales . Por ejemplo Draghi, de Goldman Sachs a presidente del BCE. La función específica de reprimir que tiene el Estado (Justicia, policía, ejército , servicios secretos, etc) no modifica este enfoque. Ya Lenin definió al Estado como «aparato especial de represión de las clases dominantes».
Me gustaMe gusta
Alejandro Teitelbaum
12/02/2015 at 13:53
Coincido en que tendencialmente las políticas de Estado se subordinan cada vez más a las necesidades del capital. La «huelga de inversiones», la movilidad internacional de capitales, y similares, imponen de hecho esta lógica. Pero tal vez por eso mismo también cuando el Estado se autonomiza, al menos parcialmente, se pueden agudizar, y mucho, los conflictos.
Me gustaMe gusta
rolandoastarita
12/02/2015 at 14:28
Reblogueó esto en Humano Buenos Aires.
Me gustaMe gusta
Leonardo Sai
12/02/2015 at 15:15
Muy buena nota, Rolando. Quisiera preguntarle al respecto, ¿usted cree que, tal como afirman muchos partidos de izquierda, se ha abierto una ‘crisis política’ a partir del caso Nisman?
Me gustaMe gusta
Lean
12/02/2015 at 16:03
Coincido en que hay una crisis política; pero es una crisis determinada por enfrentamientos interburgueses. La clase obrera, como tal, se mantiene como espectadora. Por eso mismo, la crisis tiene alcances limitados. Digo esto teniendo en cuenta, además, que ninguna fracción burguesa hoy está por un cambio sustancial del régimen político, esto es, por una dictadura militar, o cosa por el estilo (es una tontería comparar, como hace Carrió, al gobierno CK con la dictadura; así como también es una tontería caracterizar la denuncia Nisman, o cualquier crítica al gobierno, como un golpe de Estado).
Me gustaMe gusta
rolandoastarita
12/02/2015 at 16:18
Desde ya tiene sus límites. Pienso que la izquierda abusa de la fuerza de la palabra crisis e insiste en que este caso afecta seriamente a la clase trabajadora, cuando es un problema de fracciones de arriba. Supongo que se debe al afán de obtener rédito político (léase votos) en un contexto en el cual se espera una gran campaña para la izquierda, y donde el sentido común elaborado por los partidos burgueses muestra que el caso Nisman le compete a la clase. Hace poco lo vi a Altamira en la TV y sencillamente hablaba de «un servicio de inteligencia que anda mal» (Claro que luego en su prensa hay un discurso más revolucionario).
Me gustaMe gusta
Lean
12/02/2015 at 18:34
Reblogueó esto en Gerardo Daniel Rossi.
Me gustaMe gusta
Gerardo Daniel
12/02/2015 at 20:11
Compañero Lean. A la clase trabajadora bien poco le importa esta ‘crisis política’. Es consciente de que su condición económica no cambia ‘Con Nisman o sin Nisman’.
La manija que la izquierda le aplica al asunto apunta a promocionar las bondades del ‘Gobierno de trabajadores’ encarnado en su propio aparato con el que este tipo de cosas no pasarían.
El discurso que se baja en los medios (para consumo de muchos) es una versión radical del democratismo nacionalista. El que se baja en la prensa partidaria, donde cada tanto aparecen los famosos ‘comunicados’ para ‘consumo de pocos’ es una versión con tintes más clasistas, pero totalmente en sintonía con el mensaje electoralista. El lema, en vez de vote por luchar, parece ser ‘luche para votar’.
Es notable como ante las indudables críticas que comienzan a aparecer frente a los discursos y entrevistas, los comunicados intentan corregir con un par de renglones llenos de eufemismos escritos de ex profeso en lenguaje legalista, los peores excesos institucionalistas. Incluso llegan a musitar la palabra prohibida (estado) en los dos renglones de remate y hasta reconocer que nada de lo que proponen es realizable sin cambiarlo, pero eso sí, nada de hablar de revolución ni de los medios para lograrlo, no sea caso que la burguesía se infle las pelotas y nos quite el chiche con que tan bien la venimos llevando.
Todo se remite a la llegada al gobierno por el sacrosanto poder de las urnas. En el fondo, a fuerza de repetirlo se deben creer que una gran votación a la izquierda desataría una situación revolucionaria o una insurrección que bajaría como Minerva, bella y armada, del cielo idealista en que la recluye la charla barata de los capituladores.
La táctica parece consistir en engañar a la burguesía (sic) y alentar una falsa expectativa en las masas, total si nos votan, después vamos a la revolución como por un tubo. De última le mandamos un watsap a cada uno de los electores diciéndole, lo anterior era de tanga, ahora armate por que hay que destruir el aparato de represión del estado, por que patada en el culo que nos van a pegar a la que le enchufaron a Ilía la deja chica.
Me gustaMe gusta
AP
13/02/2015 at 09:22
Gracias rolo. Muy claro y didáctico.
Me gustaMe gusta
JorMedina
13/02/2015 at 09:59
Falta mucho -creo yo- para que se den las condiciones objetivas y subjetivas de un cambio revolucionario.
Para que se den las subjetivas (conciencia de clase y de la necesidad del cambio) hay unos cuantos que se dicen de izquierda que ayudan muy poco para ello con análisis impregnados de subjetivismo y carentes de rigor en cuanto a un enfoque de clase y otros – que se dicen también de izquierda – que directamente navegan a dos aguas entre el sectarismo y el oportunismo.
Eso no quiere decir que hay que quedarse sentados esperando la revolución sino que hay que aprovechar todas las brechas que presenta el sistema, incluso jurídicas, aunque sea para obtener conquistas aunque sean parciales y temporales y en esas luchas aprender qué es y cómo funcionan realmente el capitalismo, el Estado capitalista
Me gustaMe gusta
Alejandro Teitelbaum
13/02/2015 at 12:48
Compañeros.
este blog es profundamente enriquecedor en cuanto a enfoque ideológica en temas teóricos, pero no me parece realista cuando aborda la temática concreta en relación a pueblo o «la clase». En lo personal, fui trabajador gráfico (maquinista) y delegado general en una industria de mediano porte y en la que fui elegido por mi condición de comunista. En los setenta la clase parecía estar madura para un abordaje de lo político desde lo «para sí» y así lo percibió la derecha, que obró en consecuencia.
Hoy (confirmando la visión de Gramsci) las fábricas de ideología construyen la subjetividad desde los avisos de detergente y los de gaseosas. El trotskismo autóctono, consciente de ello, se enanca en las consignas de la derecha para amuchar las reuniones en los ascensores. El PC, toma un papel testimonial, pues no le cabe otro, diezmado como está y sus cuadros mas fogueados practican un entrismo blando, con la esperanzo de incidir.
El «caso Nisman», como bien señala A.P.; a «la clase», la tiene sin cuidado. El republicanismo de five o´clock tea no es su fuerte.
Además «la clase» se siente peronista, los cuadros se están formando en el peronismo, se piensan en un futuro peronista.
No supimos verlos cuando estaban huérfanos y estamos pagando el precio.
Me gustaMe gusta
Mario Pais
18/02/2015 at 15:54
Dos observaciones. Usted afirma que el PC «toma un papel testimonial, pues no le cabe otro, diezmado como está y sus cuadros mas fogueados practican un entrismo blando, con la esperanzo de incidir». La realidad es que el PC abrazó la política burguesa del peronismo. No hay «papel testimonial» alguno aquí, sino una política consciente a favor del sistema capitalista. Sobre la raíces de esta posición, remito a esta nota.
Por otra parte, pienso que no es cierto que la izquierda en general «no supo ver» que la clase obrera argentina es peronista. Muchos militantes y grupos de izquierda quisieron ganar para el marxismo a la clase trabajadora asumiéndose como peronistas. Se ensayaron todo tipo de tácticas. Nunca dieron los resultados esperados. Algo de esto discuto aquí.
Me gustaMe gusta
rolandoastarita
18/02/2015 at 17:12
En los 70 la clase trabajadora parecía estar madura para un cambio, acompañada por una parte de la clase media (alianza imprescindible). Como lo mostró el cordobazo. Pero sufrió el ataque desde varios frentes: el peronismo oficial de Perón, acompañado de la burocracia-mafia sindical, verdadero cáncer del movimiento obrero; la gran burguesía, las fuerzas armadas y la guerrilla ,que logró transformar lo que se perfilaba como una lucha de clases en una lucha de aparatos armados.
No creo que la clase obrera a esta altura se sienta peronista y que sus cuadros se estén formando en el peronismo. ¿Se sienten peronistas de qué peronismo? ¿de Menem , de Cristina, de Massa, de Scioli?
El peronismo, que es y siempre fue una ideología burguesa está en estado de disgregación y, por suerte, en la clase obrera se están formando cuadros en un proceso de superación de esa ideología, como pueden, porque no pueden contar con los partidos de izquierda que además de ser minúsculos no tienen ningún sentido de la realidad y navegan a la deriva entre el oportunismo y el sectarismo.
No sé en que medida le interesa o no a los trabajadores «el caso Nisman» o el republicanismo de la hora del te. Pero debería interesarles porque es la manifestación concreta de un Gobierno -y de un sistema- en estado de descomposición, como resultado de ser un simple servidor del gran capital sobre todo transnacional y mero títere de sus contradicciones. Con consecuencias negativas directas y palpables para los intereses inmediatos de los trabajadores.
Me gustaMe gusta
Alejandro Teitelbaum
18/02/2015 at 17:40
Le agradezco que haya respondido a mis comentarios, pero quisiera hacer alguna salvedad. Mis comentarios respecto a la posición del PC, no quisieron ser canónicos, porque en realidad desconozco sus posiciones actuales, mas allá de la información de los medios, lo que es decir nada.
Lo que realmente me interesaba señalar que falta, no es la forma de hacer marxistas a los peronchos, sino observar que la clase trabajadora está compuesta de individuos con historia, lo que la hace diverger del sujeto teórico que se maneja. Como ya observaron marxistas y otras vertientes, no son iguales los diversos sujetos históricos latinoamericanos a ningún otro de nigún otro lugar y ninguno de ellos se parece entre sí.
El nucleo de la adhesión al peronismo hay que buscarlo en la memoria ancestral de una inmigración interna, fugitiva de una alternativa «explotación o hambre» para caer en una de «explotación y desprecio», que ese fué el destino de los migrantes internos. trabajos bestiales, horarios de extenuación, pero trabajo. Fueron ignorados por los trabajadores con conciencia, reunidos en los sindicatos comunistas, socialistas y anarquistas… por salvajes. Ni siquiera se hicieron esfuerzos por incorporarlos. Para ellos, los «cabecitas negras», también eran la barbarie. Y esa epopeya (me consta) opera en su subjetividad.
Por eso en su memoria histórica está «ese coronel» -nutrido en las experiencias del fascio y del lebensraum- cosa que ellos no estaban en condiciones de saber, pero si supieron que fué el que les dió entidad. Y las «patas en la fuente» fueron el resultado.
Tal vez la respuesta de como ganar a los peronistas, esté en manos de los chicos de izquierda que conviven en las villas; aprendiendo y enseñando.
Me gustaMe gusta
Mario Pais
19/02/2015 at 21:52
Alejandro Teitelbaum: Tu descripción de los 70´s es correcta, yo estuve allí como delegado gremial. La que no es correcta es tu visión del peronismo. Así como el trotskismo está compuesto de trotskistas, el peronismo está compuesto de peronistas. Ninguna de las dos son entidades monolíticas. Puede haber Trotskistas que en secreto admiren a Stalin y seguramente habrá peronistas que sueñen un País Socialista. De la misma manera que la clase medio-estúpida (al decir de Quino) cuando dice la yegua, está expresando una subjetividad difusa pero potente, el peronista se «siente» peronista y elije a Scioli, Massa o a Cristina, que entiende lo expresan.
Me gustaMe gusta
Mario Pais
19/02/2015 at 23:36