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Deudas y «bancarrota del capitalismo»
Una idea muy extendida en la izquierda y sectores progresistas es que el sistema capitalista sobrevive desde hace décadas gracias al endeudamiento creciente, y se derrumbará por el peso de las deudas. Se piensa que desde 1914 (según otros, desde 1929 o 1970) existe una crisis de sobreproducción, pero que el crédito genera un poder de compra que permitiría realizar las ventas y renovar la producción. Así, la deuda habría permitido el funcionamiento del sistema a lo largo de décadas; en particular, los Estados pudieron financiar las ventas, debido a su elevada capacidad de endeudarse. Sin embargo, continúa la tesis, llegará un punto en que la deuda no podrá seguir creciendo y el modo de producción capitalista entrará en bancarrota. Sonará entonces la hora del colapso final. Una crisis definitiva que estallaría entonces por la exacerbación de la contradicción entre acreedores y deudores (en la versión más popularizada de la tesis, los acreedores es el puñado de magnates financieros; y los deudores son “los pueblos”, incluidos los capitalistas industriosos).
Varias son las objeciones que pueden hacerse a esta tesis. Por empezar, no explica por qué a partir de determinado momento debería ocurrir una crisis de sobreproducción que atravesaría las décadas, o duraría siglos (para una discusión sobre la visión estancacionista, ver Colapso… y Trotsky...). En segundo término, si la tesis es cierta, hay que pensar que existe un grupo de capitalistas dinerarios dispuestos a prestar indefinidamente, durante décadas, sin recibir los pagos de intereses y la devolución de los créditos otorgados. Pero si bien el crédito puede prolongar y extender la producción más allá del poder de compra inmediato (y por eso es una palanca de la sobreacumulación), no puede hacerlo indefinidamente, durante décadas. Un ejemplo de lo que decimos es la construcción de viviendas en EEUU en los 2000. El crédito financió la sobreproducción de casas, pero cuando los deudores comenzaron a retrasarse en los pagos, o a defaultear, estalló la crisis. Es que en tanto los deudores estén pagando, en algún lado deberán estar generando valor (o plusvalor); pero si hay generación de valor, hay ventas. Algo similar ocurre con la deuda pública. Si el Estado se endeuda, deberá pagar más o menos regularmente los intereses; pero para esto es necesario que en algunos puntos se esté generando valor. Además, superados ciertos umbrales (que se miden en porcentajes de PBI, o algún parámetro similar) los acreedores comenzarán a exigir más intereses, o se negarán a renovar los préstamos.
Ley de Say, Marx y las crisis capitalistas
En esta nota analizo la crítica que me dirigió (también a José Tapia, con quien he publicado trabajos), el economista Fabián Amico, en el sentido de que defendemos la ley de Say (otros aspectos de las críticas de Amico en Teoría monetaria….). En opinión de Amico, afirmar que la economía está liderada por la inversión, o la acumulación, equivale a sostener que el crecimiento potencial de la economía está dominado por la ley de Say. Dado que la crítica de la ley de Say tiene mucha relevancia para las explicaciones sobre las crisis, la cuestión tiene interés más allá de la polémica circunstancial con este economista. Empiezo por algunas cuestiones elementales.
Ley de Say y coherencia lógica
La ley de Say, de 1803, en esencia sostiene que a una venta le sigue siempre una compra, de manera que la oferta genera su propia demanda. Say decía que cuando un productor termina un producto, su mayor deseo es venderlo, y cuando lo ha vendido no está menos apresurado en deshacerse del dinero que le proveyó la venta, comprando otro producto. Originariamente Say formuló su ley para ser aplicada al mercado de bienes, y luego Walras la generalizó al conjunto de los mercados (esto es, laboral, monetario y financiero). Lo importante es que, según la ley de Say, el sistema capitalista no podría generar de forma endógena crisis generales de sobreproducción. A lo sumo podrían existir crisis en determinadas ramas o sectores, debido a las desproporciones que son propias de toda coordinación basada en el mercado; pero no una crisis generalizada. Es lo que pensaba Ricardo, que adhería a la ley de Say; y lo que piensan los neoclásicos. Según éstos, las crisis solo pueden generarse por interferencias externas a la economía (típicamente, por las malas políticas gubernamentales). Si los mercados funcionan libremente, y siempre de acuerdo a la ley de Say, no puede haber crisis económicas. De manera que en principio la crítica de Amico se desbarata muy fácilmente: dado que tanto Tapia como yo hemos afirmado que las crisis de sobreproducción se generan de manera endógena, no podemos afirmar que la oferta siempre genera su correspondiente demanda. O bien Amico demuestra que no afirmamos que las crisis se generan de forma endógena; o Amico demuestra que la ley de Say afirma que en determinadas coyunturas la oferta no genera su demanda correspondiente. Pero Amico no tiene manera de demostrar ninguna de estas cosas. Comprendo que tenga muchas ganas de criticarnos, pero no se trata de “ganar” una polémica a cualquier costo, sino de entender la lógica y los argumentos, y discutir desde allí.
Al borde de una nueva recesión mundial
En la primera parte de 2011 la economía mundial estuvo creciendo a una tasa anual del 4,3%, continuando la recuperación iniciada a mediados de 2009. Si bien muy desigual -los países atrasados han crecido al 7,5%, en tanto los adelantados lo hicieron al 2,8%-, es una tasa de crecimiento no despreciable. La mejora de la economía argentina, y con ella de la posición electoral del gobierno en el último año, tiene que ver con esto. Pero las cosas están cambiando, principalmente por la situación de los países adelantados. Concretamente, hay muchas posibilidades de que el capitalismo desbarranque hacia una nueva gran recesión, incluso una depresión.
Salidas de las crisis y otra crítica desatinada
En dos notas anteriores (Emisión monetaria y una crítica y Emisión monetaria e incoherencias) respondí a una crítica que me hizo el economista Fabián Amico, en una lista de discusión del grupo Economistas de Izquierda, relacionada con el tema monetario. En esta nota respondo a otra parte de la crítica de Amico, esta vez referida a la manera en que el capitalismo sale de las crisis. Cito a mi crítico, quien escribe:
“RA (Rolando Astarita) no tiene miedo en coincidir con los economistas más ortodoxos y reaccionarios de la corriente dominante. Dice: ‘En cada crisis económica la caída de los salarios, el aumento de la explotación vía incrementos de los ritmos de trabajo y el aumento de la «disciplina laboral» en los centros de trabajo son componentes claves para la recuperación de las ganancias empresariales y del crecimiento económico. En eso la visión de la economía estándar, neoclásica, de los economistas generalmente ligados a las instituciones financieras internacionales y a los gobiernos más conservadores, es mucho más realista que la de los economistas keynesianos‘.
Si la rentabilidad aumenta pero el mercado se achica, ningún empresario va a instalar nueva capacidad productiva, o a hacer ampliaciones de una planta si no tiene a quién venderle. Si la demanda está estancada y está usando pongamos el 70% de su capacidad de producción, no va a tener ningún incentivo a invertir. ¿Por qué habría de inmovilizar capital en la forma de equipos inútilmente? Esta idea muy sencilla se le escapa en sus alucinaciones porque RA quiere demostrar que hay una “imposibilidad económica” para salir de las crisis. Y el problema es netamente político”.
Tasa de ganancia y crisis en EEUU (2)
El objetivo de esta nota es discutir cuestiones relacionadas con los dos ciclos económicos que se registran en EEUU en los últimos 20 años, el que va desde la recuperación de comienzos de los 90 hasta la recesión de 2001; y el que va desde la recuperación de 2002 hasta la crisis y recesión de 2007-09. La nota se articula y apoya en otras notas que hemos publicado en el blog; en particular las referidas a la evolución de la tasa de ganancia («Tasa de ganancia y crisis en EEUU (1)») y la composición orgánica del capital entre 1988 y 2008.
Ciclos en EEUU 1988-2009
Comenzamos presentando el panorama de los ciclos económicos en EEUU. En el gráfico presentamos la variación del PBI entre 1988 y 2009. Se advierten entonces las recesiones de 1990, 2001 y 2007-09. Las recesiones de 1990 y 2001 fueron suaves, de hecho la economía no dejó de crecer. El período 1992-2000 fue de alto crecimiento, con varios años de expansión entre el 4% y 5%. La fase alcista del ciclo posterior a 2001 en cambio es más débil; el punto más alto es en 2003, con un crecimiento del 3,8%, y luego se va debilitando, siendo 2,3% en 2007. La caída de 2008-2009 fue muy profunda. El promedio de caída entre el tercer trimestre de 2008 y el primero de 2009 fue de 5,2% trimestral (tasa anualizada).
Composición orgánica del capital
La cuestión de la composición orgánica del capital juega un rol clave en la teoría de Marx de la acumulación del capital y la evolución de la tasa de ganancia. Esta nota está dedicada a examinar algunos de los problemas relacionados con su concepto, y a su evolución en EEUU durante las dos décadas previas a la crisis y recesión de 2007-09. Mucho de lo que planteo aquí es tentativo, y son muy bienvenidas todas las críticas, sugerencias y observaciones.
La composición orgánica en El Capital
En el capítulo 23 del tomo 1 de El Capital encontramos la definición más conocida y aceptada de la composición orgánica del capital (COC). La idea central es que la COC es la expresión, o reflejo, de la evolución (o revolución, como escribe Marx) en la relación que existe entre la masa de medios de producción y la masa de la fuerza de trabajo que los mueve. A medida que progresa la acumulación, sostiene Marx, aumenta la masa de medios de producción movida por unidad de fuerza de trabajo, y esta revolución se refleja en lo que llama “composición orgánica del capital”, esto es, la relación entre el capital constante y el capital variable. En términos de Marx:
“Esta revolución se refleja, a su vez, en la composición variable del capital –constituido por una parte constante y otra variable–, o en la relación variable que existe entre su parte de valor convertida en medios de producción y la parte que se convierte en fuerza de trabajo. Denomino a esta composición la composición orgánica del capital” (Marx, 1999, t. 1, p. 771).
No fue permanente ni igual al 30
Una de las ideas más arraigadas en parte de la izquierda argentina es que el sistema capitalista mundial, y en particular el de EEUU, están en crisis crónica y permanente. Los ejemplos abundan. Por caso, en las Jornadas de Economía Crítica de 2009, un destacado participante en el panel central sobre la crisis, sostuvo que la recesión iniciada en 2007 era la continuidad de la crisis iniciada en la década de 1970. Otra muestra de esta forma de pensar la experimenté personalmente cuando participé en algunas mesas de debate sobre la crisis. Por lo menos en dos ocasiones hubo gente que me criticó porque en 2005 había afirmado que EEUU no estaba en crisis. “¿Cómo es posible que usted haya afirmado esto, y en 2008 venga a decirnos muy suelto de cuerpo que hay crisis capitalista?”. Lo que subyace a esta crítica es que la crisis o recesión es más o menos permanente. Otro ejemplo lo tenemos en las publicaciones o en las conferencias sobre la coyuntura económica del capitalismo mundial, que invariablemente, y a lo largo de los años, tienen como tema “la crisis del capitalismo”. Además, acompaña a esta idea la creencia en que estamos cercanos a un colapso económico, y definitivo, del capitalismo. Por eso un dirigente trotskista en 1998 convocaba a la militancia a asistir “al derrumbe del capitalismo en tiempo real”. En tiempos más recientes, ese dirigente sostenía que en la semana de la caída de Lehman Brothers había “quebrado la Reserva Federal” (sic). Además, muchos piensan que si la tasa de ganancia está cayendo desde hace más de un siglo, estaremos bastante cerca del punto en el que la acumulación del capital se haga imposible, y el sistema se derrumbe. Con sus variantes entonces, en este marco conceptual el diagnóstico es siempre el mismo, así la economía crezca el 4%, se estanque o descienda el 4%; siempre hay crisis capitalista. Si la economía está creciendo, los que adhieren a la tesis del estancamiento crónico, argumentarán que la crisis está “latente”, o es “potencial”. Si la economía se contrae, dirán “teníamos razón”, y no se ahorrarán auto elogios para su “capacidad de prever científicamente”. En cualquier caso, los puntos de giro del ciclo económico a esta gente los tiene sin cuidado. Por eso han sentenciado que la crisis iniciada en 2007 continúa sin variantes, y que no hay posibilidad alguna de recuperación del capitalismo.
Tasa de ganancia y crisis en EEUU (1)
El rol de la tasa de ganancia en la crisis capitalista está en el centro de muchos debates y estudios marxistas. Fundamentalmente se discute qué vinculación existe entre la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, y las grandes crisis del capitalismo. Precisemos que hablamos de grandes crisis cuando se producen caídas pronunciadas, o durante un tiempo prolongado, del PBI, la inversión (y en menor medida del consumo), y hay un fuerte aumento de la desocupación. Desde principios del siglo XX en EEUU hubo tres de estas grandes crisis. La Gran Depresión, iniciada en 1929; la crisis y recesión de 1974-75, que se combina con la de 1980-82; y la crisis y recesión (o depresión) de 2007-09, que tuvo como antecedente inmediato la recesión de 2001.
Una de las explicaciones de estas grandes crisis, y que tiene mucho consenso entre los marxistas, es que ocurrieron luego de largos períodos de aumento de la composición orgánica del capital y caída de la tasa de ganancia. Esto habría sucedido en las décadas previas a cada crisis, a pesar de los aumentos de productividad (y por lo tanto a pesar del abaratamiento relativo del valor de la fuerza de trabajo y del capital constante). Esa caída tendencial de la tasa de ganancia terminaría afectando a la masa de ganancia, que en algún punto se estancaría y luego comenzaría a descender. A partir de aquí se explicaría la caída de la inversión, y por lo tanto la crisis. Esta explicación fue presentada de la manera más acabada por Anwar Shaikh (ver, por ejemplo, Valor, acumulación y crisis, Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1990). Remarco dos cuestiones: a) según esta tesis la tasa de ganancia cae en el largo plazo de manera más o menos constante; b) esta caída termina afectando a la masa de ganancia.
Esta tesis ha sido aceptada por la mayoría de los marxistas durante mucho tiempo (me incluyo). Dos aspectos de ella fueron particularmente atrayentes. Por un lado, el hecho de que Shaikh logra articular la caída de la tasa de ganancia con la evolución de la masa de ganancia, y de esta manera presenta un mecanismo concreto por el cual el descenso de la tasa de rentabilidad debe provocar, llegado determinado estadio de la acumulación, la caída de la inversión. En otras palabras, la masa de ganancia constituye un eslabón esencial, en la visión de Shaikh, para que la caída de la tasa de ganancia incida en la decisión de los capitalistas de dejar de invertir. Por otra parte, la tesis de Shaikh parecía tener respaldo empírico en lo sucedido durante los 20 años previos a la crisis de 1974-75. Shaikh podía mostrar cómo se había producido una larga caída tendencial de la tasa de ganancia desde inicios de los años 1950 (o fines de 1940); que habría llevado a un estancamiento de la masa de ganancia hacia fines de los 1960 y principios de los 1970. Lo que habría desembocado en la crisis.
Hablando claro sobre la crisis
Si algo reivindico del viejo lenguaje del marxismo, crítico y revolucionario, es que explicaba sin pelos ni rebusques los costos que tendría para los trabajadores la solución capitalista de la crisis. En 1921 la Tercera Internacional explicaba:
“Para restaurar la economía europea, en reemplazo del aparato de producción destruido durante la guerra sería necesario la radicación de capitales nuevos y poderosos. Esto solo sería posible si el proletariado estuviese listo para trabajar más que antes en peores condiciones. Esto es lo que piden los capitalistas y lo que les aconsejan los jefes traidores de las Internacionales amarillas…” (Tesis sobre la situación mundial y la tarea de la IC; junio de 1921; énfasis agregado).
Mutatis mutandi, esto se aplica enteramente a la actual coyuntura. No hay crisis económicas que lleven a un derrumbe automático del capitalismo. Hoy existe una solución capitalista a la crisis actual. Pero la misma no será por vías reformistas e indoloras para los pueblos. El capital no sale de sus crisis aumentando salarios; o mejorando las condiciones laborales; u otorgando más derechos laborales, sino todo lo contrario. Las crisis la pagan los trabajadores, en lo esencial. Las medidas que están en discusión para limitar el apalancamiento de los bancos, o la especulación financiera, no hacen al fondo de la cuestión. Como lo hemos explicado para el caso de Grecia –y se puede extender para el resto de las economías capitalistas en crisis– la esencia de la salida capitalista de la crisis pasa por la desvalorización del trabajo, para aumentar la valorización del capital.
La Tercera Internacional “la tenía clara”, y hablaba claro. No alentaba falsas ilusiones. Se extrañan hoy estos diagnósticos, y este lenguaje franco y abierto.
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Hablando claro sobre la crisis
La crisis griega
Esta nota sobre la crisis griega fue escrita originariamente en octubre de 2010, y actualizada en marzo de 2011.
La crisis griega nos ofrece la oportunidad de estudiar la manera en que la crisis económica capitalista, que tuvo su centro en EEUU, repercute y se particulariza en un país capitalista relativamente atrasado, de la periferia de Europa, y de analizar las contradicciones a que está sometida el área del euro. El caso griego, además, tiene similitudes con lo que ocurre en otras economías periféricas de Europa, como Portugal, Irlanda y, en un grado algo diferente, España.
En Grecia la crisis estalló a comienzos de 2010, cuando se conoció que el gobierno había estado falseando las estadísticas oficiales, y había pagado enormes comisiones a Goldman Sachs para arreglar transacciones que ocultaban el nivel de endeudamiento del país. Cuando en abril se supo, además, que el déficit fiscal alcanzaba casi el 14% del PBI, y el stock de deuda el 120% del PBI, los bonos griegos se derrumbaron, y se generalizó la crisis financiera, ante el temor de los inversores de que Grecia fuera al default. Es importante entonces analizar cómo se llegó a esta situación.
Las explicaciones más comunes de la crisis han sido de dos tipos. Por una parte, las que sostienen que la crisis se debió al mal manejo de la política económica y el despilfarro del gobierno griego. Por otra parte, las que cargan la culpa en los especuladores, los bancos o en ambos. Las explicaciones del primer tipo son defendidas principalmente por los sectores más afines a la ortodoxia económica neoclásica. Las del segundo tipo fueron más habituales y las adelantaron los gobiernos europeos (y de otros países, como Argentina), la Comisión Europea de Finanzas y otros organismos económicos, así como buena parte del progresismo y la izquierda Leer la nota completa>>