Rolando Astarita [Blog]

Marxismo & Economía

Programa de transición, respuesta a la segunda crítica del PTS

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En las últimas semanas estoy manteniendo una discusión con el PTS acerca de la política trotskista centrada en el programa de transición (véase aquí, aquí, aquí). El último domingo el PTS publicó una nueva respuesta a mis críticas, “Una vez más sobre el Programa de Transición y el olvido de la estrategia”, de Matías Maiello (aquí). En esta entrada respondo a Maiello. Pero antes quiero recordar las cuestiones centrales que nos dividen.

Los puntos centrales

Trotsky y los trotskistas sostienen que es necesario agitar consignas de transición al socialismo con el fin de movilizar a las masas, y que esta táctica fue y es aplicable a todos los países capitalistas a partir de 1914. -El presupuesto de esta política es que las fuerzas productivas a nivel global dejaron de desarrollarse desde el inicio de la Primera Guerra; que en consecuencia las masas no pueden obtener mejoras económicas o democráticas “serias”; y por lo tanto, toda demanda elemental debe ser vinculada al programa transicional al socialismo. Por ejemplo, frente a la desocupación la consigna es “escala móvil de horas de trabajo y de salario”. En el mismo sentido, frente a otros males se agitará la estatización de las empresas que quiebren; o estatizaciones para frenar la fuga de capitales y la inflación, o el control obrero, etcétera.

En todos los casos, los trotskistas presentan estas demandas sin aclarar las condiciones necesarias para que su aplicación sea revolucionaria. Por ejemplo, nunca se dice que el control obrero real solo es posible si las masas obreras están “de pie y con las armas en la mano” (como pedía Engels que se dijera, véase aquí); de la misma manera, y a fin de hacer potables ante la opinión pública las medidas transicionales que se levantan, se disimulan y ocultan aspectos centrales de la crítica marxista al capitalismo. Es que la táctica consiste en concentrarse en una o dos consignas transicionales, con el objetivo de arrancar la movilización. Vinculado a este enfoque, los trotskistas sostienen que la división entre programa máximo y mínimo es sinónimo de falta de estrategia revolucionaria.

Frente a lo anterior sostengo, en primer lugar, que no es cierto que el capitalismo esté estancado desde 1914. Tampoco es verdad que desde ese año haya sido imposible arrancar mejoras “serias” en los marcos del capitalismo. En segundo término, planteo que en condiciones no revolucionarias es imposible dar un contenido revolucionario a la agitación de las demandas transicionales. Esa agitación lleva al oportunismo y al estatismo. Además, es absurdo que en situaciones no revolucionarias haya que agitar “de mínima” la consigna de la revolución socialista o el programa de transición al socialismo. Aunque no por ello los socialistas deben renunciar a la lucha por mejoras para las masas. Al tiempo que mantienen la crítica al capitalismo y defienden el programa de transformación socialista de la sociedad. Lo cual está en las tradiciones del socialismo científico. Precisados los ejes del debate, empiezo con algunas cuestiones históricas.

Marx y  Engels sobre los programas

Escribe Maiello: “La división tajante entre “programa mínimo” y “máximo” fue la marca distintiva de la Segunda Internacional a partir de la última década del siglo XIX. Un lugar fundamental en esto lo ocupó el programa de Erfurt, votado en el Congreso del Partido Socialdemócrata de Alemania celebrado en octubre de 1891. Fue el modelo de todos los programas de la socialdemocracia a nivel internacional a partir de entonces”.

Lo cierto es que la división entre programa máximo y mínimo estuvo presente en los programas socialistas antes de la fundación, en 1889, de la Segunda Internacional. La prueba más clara es el Programa del Partido Obrero Alemán, de 1875, conocido como Programa de Gotha. Este programa planteaba los objetivos de máxima, y las reivindicaciones elementales. Marx y Engels lo criticaron, pero no porque contuviera un programa mínimo, sino por sus concepciones burguesas y reformistas (como afirmar que la única fuente de la riqueza es el trabajo; o pedir un Estado “libre”).

La crítica de Marx y Engels al Programa de Gotha influyó en la redacción del Programa de Erfurt, de 1891. En este respecto, Engels exigió que la prensa socialdemócrata publicara la crítica de Marx al anterior programa. E hizo críticas al programa de Erfurt (véase su “Contribución a la crítica del programa de Erfurt”). Pero no criticó la división entre programa máximo y mínimo, como pretende Maiello. Para ser precisos, el proyecto que analizó Engels se divide en tres partes: 1) exposición de motivos; 2) reivindicaciones políticas; 3) reivindicaciones concernientes a la protección de los obreros. El primer punto sirve de programa y a la vez de comentarios al mismo. Engels realiza una serie de observaciones conceptuales, ninguna de las cuales pone en tela de juicio la división entre programa máximo y mínimo. Por ejemplo, discute si se debe considerar que la riqueza está compuesta de medios de producción y de consumo; o si es correcto que el programa hable de “la dominación de los propietarios individuales”; o afirmar que “el número de proletarios y su miseria crecen cada vez más”.

En cuanto al segundo punto, las reivindicaciones políticas, se trata de demandas propias del programa democrático, o sea, mínimo. Engels pide que se afirme que si todas esas reivindicaciones fueran satisfechas, los socialistas tendrían más medios para lograr su objetivo político principal (es la toma del  poder por la clase obrera), pero no lograrían ese objetivo. Y señala que la Constitución del Imperio es una copia de la reaccionaria Constitución prusiana, según la cual ni siquiera se podía reivindicar la República (una demanda de la democracia burguesa). Agrega la necesidad de que Prusia (bastión de la reacción) deje de existir. Nada de esto cuestiona la división entre demandas mínimas y el programa máximo.

En definitiva, en ningún lado Engels dice que debe anularse la división entre los objetivos de máxima y las reivindicaciones de mínima. Maiello sabe que esto es así, pero lo oculta. Así como nada indica que Marx se opusiera a la división entre programa máximo y mínimo cuando redactó la carta programática y de principios del Partido Obrero Francés. Maiello lo sabe, pero también lo oculta. ¿Por qué? Pues porque ha reducido todo a “división de programa máximo y mínimo = estrategia reformista burguesa / programa de transición = estrategia revolucionaria”. Y lo que no le encaja en el esquema, lo barre debajo de la alfombra.  

Rosa Luxemburgo y su crítica al revisionismo

Obsesionado por demostrar que el gran problema que afrontó el socialismo anterior al Programa de Transición de Trotsky fue la división entre programa máximo y mínimo, Maiello pretende que también Rosa Luxemburgo habría llegado a la conclusión de que esa división fue la causa del oportunismo. Su argumento: en 1919 RL afirmó que para Alemania solo había un programa, el de la revolución socialista inmediata. Con lo cual, según Maiello, RL estaba reconociendo que la división entre programa máximo y mínimo había sido reformismo burgués, oportunismo. Pero… ¿no es que en 1919 había una revolución en curso? ¿Y no es que entre 1891 (programa de Erfurt) y el estallido de la Primera Guerra no hubo revolución ni situación revolucionaria alguna en Alemania? Sí, es así, pero para Maiello esos son detalles. Si en 1919 había una revolución en marcha, y era correcto proclamar que el programa inmediato y mínimo era el de la revolución socialista, a Maiello le parece lo más natural que el mismo programa deba levantarse en las décadas no revolucionarias. Con este disparate, además, se las ingenia para mandar al baúl de los escritos oportunistas textos como Reforma o revolución, la crítica de RL a Bernestein y los reformistas. Es que como en ese texto RL no critica la división entre programa máximo y mínimo,es sospechoso de ausencia de estrategia revolucionaria. ¿La razón? Pues que esa división hace que las personas se olviden de la revolución socialista.  

En oposición a lo que dice Maiello, la primera cuestión a señalar es que la crítica de RL a Bernstein no es porque este se hubiera “olvidado” de los principios y objetivos del socialismo, sino que los había rechazado. Según RL, Bernstein separó “el programa del movimiento socialista de su base material”, para “ubicarlo sobre una base idealista”, y decía que la conquista del poder por la clase obrera era “imposible e inútil”. O sea, no se había olvidado del asunto, sino que rechazaba la revolución socialista. Por eso, RL dice que la diferencia con los reformistas reside en la estrategia, en los objetivos.

Destaco también que RL critica la idea de querer implantar “de a poco”, y dentro del capitalismo, el socialismo, utilizando para ello la lucha sindical: “… la lucha sindical y nuestra actividad parlamentaria poseen una importancia inmensa en la- medida en que despiertan en el proletariado la comprensión, la conciencia socialista y lo ayudan a organizarse como clase. Pero apenas se las considera como instrumentos para la socialización directa de la economía, no sólo pierden su efectividad sino que dejan de ser un medio para preparar a la clase obrera para la conquista del poder”. El socialismo no lucha contra el modo de distribución en el marco del capitalismo, sino “por la supresión de la propia producción capitalista. Señala también que el proletariado, “colocado en el poder por la fuerza de los acontecimientos”, se verá obligado a tomar medidas “para la realización de su programa, es decir, medidas transitorias que conduzcan al socialismo”. Es imposible reducir esta densa argumentación de RL a la reductiva explicación de “se hicieron reformistas porque se olvidaron del programa máximo, y esto se debió a la división del programa en máximo y mínimo”.

Un programa para la revolución de 1918-19 y la generalización de Maiello

El discurso de RL en la fundación del PC de Alemania se da en el contexto de una revolución en desarrollo. Con la revolución de noviembre de 1918 (el “febrero” de 1917 ruso) habían surgido consejos de obreros y campesinos, la crisis era mayúscula, existía el antecedente inmediato de la toma del poder por los bolcheviques, y las masas estaban movilizadas. Por eso, el programa que propone RL está concebido en la perspectiva “de la realización inmediata del socialismo” (de la revolución socialista). Precisa: “no conocemos los programas máximos y mínimos; sólo conocemos una cosa, el socialismo; esto es lo mínimo que vamos a conseguir”.

El de 1919 es entonces un programa para una revolución inminente, o en curso –por eso RL lo compara con el Manifiesto Comunista. Pero Maiello nos lo presenta como el modelo del programa revolucionario desde 1919 en adelante, ya que en él no figura la división entre programa máximo y mínimo. Lo cual es un despropósito. Para verlo, supongamos un grupo trotskista que militara en Alemania en, pongamos, 1950. Según Maiello, debía decir que el único programa de mínima que admitía el trotskismo alemán era el de la revolución socialista. Y lo mismo repetiría en 1955, 1960, 1970, 1985 y así hasta el día de hoy. Y algo similar se aplicaría a cualquier grupo trotskista que militara en cualquier país capitalista: el programa “de mínima” es el de la revolución socialista (o de transición al socialismo), porque RL había elaborado un programa que, de mínima, llamaba a la revolución socialista en el proceso revolucionario que se desarrollaba en 1919. Este absurdo resume la política “transicional” trotskista.

La crítica de Lenin a Bernstein

En la misma línea que RL, Lenin critica a Bernstein no por haberse “olvidado” del objetivo final, el socialismo, sino por rechazarlo. Escribe: “El complemento natural de las tendencias económicas y políticas del revisionismo era su actitud hacia la meta final del movimiento socialista. ‘El objetivo final no es nada; el movimiento lo es todo”: esta expresión proverbial de Bersntein pone en evidencia la esencia del revisionismo mejor que muchas largas disertaciones” (Lenin, “Marxismo y revisionismo”, septiembre 1908; énfasis agregado).

Sostener que el objetivo final “no es nada” es bastante distinto a “tenerlo olvidado” (del tipo “estaba prestando atención a otra cosa”). Por otra parte, también los bolcheviques distinguían, al momento en que Lenin escribía lo anterior, entre programa máximo y mínimo, y no por eso “se olvidaron” de la estrategia revolucionaria, Incluso en otra nota he citado que Lenin sostuvo la división entre programa máximo y mínimo hasta la toma del poder, con el argumento de que si eran derrotados, habría que retroceder a las luchas mínimas, elementales. Como puede verse, nada que ver con la clasificación esquemática en que quiere encajar Maiello a “revolucionarios y oportunistas”.

Los cuatro primeros congresos de la IC

Maiello y el PTS sostienen que la política transicional defendida por Trotsky en los 1930 ya estaba en desarrollo en la Internacional Comunista. Escribí una nota específica sobre las consignas de la IC en los cuatro primeros congresos, y remito por lo tanto a ella (aquí). Ahora señalo lo principal: las cuestiones de táctica se trataron fundamentalmente en los congresos tercero y cuarto, y en ninguna de esas resoluciones se plantea algo que pueda asemejarse siquiera a la agitación de demandas transicionales en situaciones no revolucionarias. En las resoluciones de carácter general de la IC, de los congresos Tercero y Cuarto, el eje táctico es la lucha por las necesidades inmediatas de las masas.

Así, en el Cuarto Congreso se afirma que la táctica central es la lucha por el frente único en torno a demandas elementales, como salarios, las ocho horas de trabajo y condiciones laborales. La agitación de consignas transicionales, propuesta por Radek, se vincula a la revolución socialista. Maiello –apoyándose en Daniel Gaido, “Los orígenes del Programa de Transición en la IC”, (aquí) dice que el PC Alemán adelantó consignas transicionales. Pero lo que dice el programa del PCA de 1922 es que un gobierno obrero, coalición del PC y partidos obreros reformistas armaría a los obreros, fortalecería los consejos obreros e implementaría “una serie de medidas económicas y financieras revolucionarias”. Esto es, la aplicación del programa de transición está condicionado a la toma del poder, el armamento de la clase obrera, el fortalecimiento de los consejos. ¿Qué tiene que ver esto con la agitación de demandas transicionales en una situación de dominio normal de la clase capitalista, como propuso Trotsky en 1938, y siguió haciendo el trotskismo hasta hoy?

Algo similar ocurre con respecto a medidas de transición, instrumentadas en los prolegómenos de la toma del poder, como fue el control obrero en Rusia, llevado adelante por obreros armados, en el contexto de consejos de obreros, soldados y campesinos. De nuevo, ¿qué tiene que ver una coyuntura de ese tipo, con regímenes burgueses estables? 

Como señalé en la nota citada, tampoco se encuentra, en las resoluciones de los primeros congresos de la IC, la idea de que los socialistas debían concentrarse en agitar una o dos demandas transicionales, sin especificar sus condiciones de aplicación, sin aclarar que solo eran sostenibles si la clase obrera estaba de pie y en armas, y sin decir la verdad a las masas, a saber, que por sí  mismas no eran sostenibles.   

El método de Trotsky

En su última respuesta Maiello escribe: “La clave del método transicional está justamente en la articulación del conjunto de aquellas reivindicaciones en un “sistema de reivindicaciones transitorias”, como lo denomina Trotsky”.

Con esto Maiello nos quiere hacer creer que Trotsky había recomendado presentar de conjunto el programa de transición. Pero no es cierto. Tengamos presente que si el programa de transición se presenta de conjunto (como hicieron Marx y Engels en El Manifiesto Comunista) hay que explicar qué clase social, y con qué poder, lo aplicará. Por supuesto, si las cosas se plantearan así, no tendría objeciones. Sería una manera, tengo dudas si muy efectiva, de presentar las ideas socialistas (y debería complementarse con muchas otras consideraciones, en primer lugar la crítica al capitalismo). Sin embargo, no es eso lo que recomienda Trotsky. Veamos el tema con algún detalle.

En las “Discusiones sobre el PT”, contenidas en los Escritos de 1938-39, plantea que “toda la cuestión es cómo movilizar a las masas para la lucha”. Pero si el objetivo es movilizar, partiendo de una situación de quietud, no se puede presentar todo el programa, ni especificar las condiciones de su aplicabilidad. Por lo tanto, dice Trotsky, hay que concentrar la atención en una o dos consignas. Y aquí vienen los pasajes en que habla de la repetición de las consignas: “… si repetimos las mismas consignas, adaptándolas a la situación, entonces la repetición, que es la madre de la enseñanza, actuará de la misma forma en política… Es necesario repetir con insistencia, repetir todos los días y en todo lugar. Este es el objetivo del borrador del programa, dar una impresión homogénea” (“More Discussion on the Transitional Program”). ¿De dónde saca entonces Maiello que Trotsky recomendaba presentar el programa de conjunto?

Más adelante dice Trotsky: “Cuando el programa está definitivamente establecido es importante conocer las consignas muy bien y maniobrar con ellas hábilmente, de manera que en cada parte del país todos usen las mismas consignas al mismo tiempo. 3000 pueden dar la impresión de 15.000 o 30.000” (ibid.). Pregunto, ¿es posible que esto alguien lo tome seriamente como política socialista? ¿Militantes repitiendo una o dos consignas-recetas? ¿Qué tiene que ver esto con los planteos de RL, Lenin, Marx, la IC de inicios de los 1920? Lejos de aquellas tradiciones, el trotskismo reduce la actividad política del partido a una concentrada repetición de un hit propagandístico.

Pero hay más. Si bien Trotsky y los trotskistas son conscientes de que esas demandas transicionales no pueden lograrse plenamente en el capitalismo, no lo dicen públicamente. Trotsky lo explicita con respecto a la consigna de “escala móvil de horas de trabajo y salarios”, pensada para EEUU, a fines de los 1930. En aquel momento no había, ni por asomo, una situación revolucionaria en EEUU. Trotsky entonces dice que ante las objeciones sobre la “imposibilidad” de lograr esa demanda, los militantes debían responder que “depende de la correlación de fuerzas”. Pero no es cualquier “correlación de fuerzas” la que pueda imponer esas medidas: es necesario un reordenamiento socialista de la economía, y para eso hay que tener poder. Trotsky y los trotskistas lo saben, pero no lo comunican a las masas. Con lo cual se genera un doble lenguaje: uno “rojo”, hacia adentro de la organización; y otro lavado de carga crítica, para las masas. Y así llegamos a la “táctica escalera”. Es que si la agitación se concentra en una o dos consignas, el avance consistirá en el paso de una inferior en contenido revolucionario, a otra más avanzada. Véase el siguiente pasaje de Trotsky:

“Creo que podemos concentrar la atención de los trabajadores en este punto. Naturalmente, ese es solo un punto” (…) Pero las otras consignas pueden agregarse en la medida en que se desarrolle la situación” (…) Pienso que en el comienzo esta consigna será adoptada por las masas. ¿Qué es esta consigna? En realidad es el sistema de trabajo en la sociedad socialista (…) Lo presentamos como una solución a esta crisis (…) Es el programa del socialismo, pero presentado de una manera muy simple y popular” (énfasis agregados).

Estamos ante el socialismo en cómodas cápsulas proporcionadas por la agitación socialista. ¿Cómo no se nos había ocurrido? Las masas toman la receta solución: imponer mediante alguna apropiada relación de fuerzas “el sistema de trabajo de la sociedad socialista” (nada menos), pero sin decirle a las masas que eso es imposible sin acabar con la propiedad del capital y su Estado. Todo esto lo tomo de los propios escritos de Trotsky (no de Nahuel Moreno, como sugiere Maiello, sino de Trotsky).

Para que se tome dimensión de lo que se está planteando: en EEUU, donde el reformismo burgués estaba (y sigue estando) profundamente arraigado en la conciencia de las masas trabajadoras, los socialistas traían la original receta de repartir horas de trabajo y salarios; las masas adoptarían la consigna y se movilizarían por ella, siendo su contenido nada menos que “la organización socialista del trabajo”. Y a partir de aquí irían subiendo en demandas transicionales, hasta la toma del poder. Esto es lo que defienden Maiello, el PTS y el trotskismo en general. De nuevo, ¿cómo no se le había ocurrido a Marx la ingeniosa fórmula del “sistema de trabajo de la sociedad socialista” en la sociedad capitalista, bajo dominio normal del capital? ¿O al mismo Engels? ¿O a Rosa Luxemburgo? (¿no habrá alguna otra receta en cápsula para acabar con el reformismo y ahorrarnos el trabajo de escribir los Reforma o revolución?

Análisis mecánico y lineal, y el estancamiento crónico

Maiello afirma que el análisis de Trotsky no era mecánico ni lineal; que tenía un profundo conocimiento de cómo trabajar la consigna del reparto de las horas de trabajo y la escala móvil de salarios; y que era experto en la articulación de consignas ligadas a la articulación de fuerzas. ¿Se referirá Maiello a repetir y repetir una consigna porque “la repetición es la madre de la enseñanza”?

Pero veamos otro texto, posterior a las discusiones sobre la escala móvil de horas de trabajo y de salarios. Trotsky había augurado que las masas asumirían esa demanda. Pero no lo hicieron. ¿Por qué? Busco en sus escritos y no encuentro balance alguno del asunto. Sin embargo, en 1940 repasa lo que piensa que es la esencia de la lógica transicional. Escribe: “La política debe adaptarse a las fuerzas productivas, esto es, el elevado desarrollo de las fuerzas productivas, la paralización de esas fuerzas productivas por las formas capitalistas de propiedad, el creciente desempleo que se está haciendo más y más profundo –la plaga social más grande. Las fuerzas productivas no se pueden seguir desarrollando. La tecnología científica se desarrolla, pero las fuerzas materiales están declinando. Ello significa que la sociedad se hace más y más pobre, el número de desempleados es mayor y mayor. La miseria de las masas se profundiza, las dificultades se hacen más grandes y más grandes para la burguesía y los obreros; la burguesía no tiene otra solución excepto el fascismo, y la profundización de la crisis forzará a la burguesía a abolir los remanentes de la democracia y reemplazarlos por el fascismo” (“The Political Backwardness of American Workers”, 19 mayo 1940). Pregunto, ¿este es el análisis no mecánico ni lineal de Trotsky que reivindican Maiello y el PTS? ¿La “articulación compleja” de situaciones y consignas?

Por otra parte, y como también he mostrado en otros escritos, desde que Trotsky escribió el PT a la fecha las fuerzas productivas del capitalismo se desarrollaron; la burguesía de EEUU tuvo soluciones distintas del fascismo para sus problemas (al pasar, Roosevelt fue reelegido presidente en 1936 y en 1940); y las masas obtuvieron mejoras, sin haber digerido nunca el “socialismo en cápsulas” recomendado por Trotsky. Todo lo cual no impide a los trotskistas seguir afirmando que las premisas del PT, establecidas por Trotsky –ante todo el estancamiento de las fuerzas productivas- siguen vigentes. Y que la táctica transicional funciona de maravillas, sin importar que no haya revolución ni condiciones revolucionarias.

La consigna del reparto de horas de trabajo para acabar con el desempleo

El PTS ha hecho todo un eje en la consigna del reparto de las horas de trabajo para acabar con el desempleo. En varias notas expliqué por qué es imposible acabar el desempleo en tanto domine la relación capitalista (véase aquí, aquí, aquí, aquí). Es que el desempleo está provocado por las leyes de la acumulación del capital y, más esencialmente, por el hecho de que la capitalista es una relación de dominio del propietario de los medios de producción sobre los que solo tienen su fuerza de trabajo para vender. Esto significa que el ejército industrial de reserva no se elimina modificando las horas de trabajo, sino acabando con la relación capitalista. Precisamente por esta razón en las notas citadas expliqué que es posible que en el capitalismo se reduzcan las horas de trabajo (generalización del trabajo part-time, acompañando a la precarización) y no por ello desaparecerá el desempleo. Fundamentalmente porque las variaciones de la desocupación dependen del ciclo económico, de las fluctuaciones de la acumulación capitalista vinculadas al mismo, y del cambio tecnológico. Por caso, si el aumento de salarios afecta de alguna manera seria la ganancia capitalista, los capitales pueden hacer más lenta la acumulación, aumentando con ello el desempleo (véase El capital, cap. 23, t. 1). En esta circunstancia la reducción de horas de trabajo no impide la caída de la inversión, y por lo tanto del empleo. El otro camino abierto al capitalista, dice Marx, es el desplazamiento de la mano de obra por la máquina. Y esto tampoco lo arregla la reducción de la jornada de trabajo.  

Pero no se trata solo de lo que dijo Marx: en los últimos 150 años se redujeron las horas de trabajo en prácticamente todos los países capitalistas adelantados, y no por ello desapareció el desempleo: este sigue siendo un arma disciplinadora de la fuerza de trabajo. De ahí que a Marx jamás se le ocurrió que la clase obrera debiera proponerse acabar con la desocupación imponiéndole al capital una reducción de la jornada de trabajo. Tampoco a Engels, Rosa Luxemburgo, Bebel o Lenin. ¿Se preguntó alguna vez Maiello por qué? ¿A qué se puede deber que en el marxismo “clásico” a nadie se le ocurrió semejante receta?

Para verlo más claro, tomemos la Gran Depresión de los 1930. Entre 1929 y 1933 la tasa de desempleo aumentó hasta el 25%. Fue la consecuencia de la crisis de sobreproducción y del derrumbe de la inversión. Es una ingenuidad pensar que ese aumento del desempleo en EEUU pudiera haberse evitado si la clase obrera imponía a los capitalistas el reparto de las horas de trabajo.

Claro que todo esto a Maiello y al PTS les importa un rábano. Con su receta venden humo a las masas trabajadoras, y mandan de nuevo al tacho de basura las cuestiones más elementales de la teoría marxista. Creen que así se convierten en atractivos capta-votos. No hay que meterse en molestas honduras. Por eso tampoco dicen, en los medios, que en tanto exista el sistema capitalista, la desocupación no va a desaparecer. Es también lo que explica el paupérrimo nivel de argumentación de los candidatos del PTS frente a los ideólogos burgueses (lo he señalado en varias oportunidades).

Sobre el gobierno obrero

Trotsky incluyó la consigna del gobierno obrero en su Programa de Transición. Maiello repite que es una consigna transicional. Pero no tiene nada de transicional. Ha habido muchos gobiernos obreros (de partidos socialdemócratas o comunistas, de sindicalistas) que congeniaron con el capitalismo, conformando un gobierno obrero-burgués. Con un agregado: no es cierto lo que dice Trotsky (en el PT, en la Historia de la Revolución Rusa) de que Lenin habría propuesto a los mencheviques que formaran un gobierno “socialista puro”, sacando del gabinete a los ministros de la democracia liberal. Explico este asunto en “Gobiernos obreros’ y táctica leninista en 1917” (aquí).

De todas maneras, el disimular y ocultar la diferencia entre un gobierno obrero revolucionario, que destruye el Estado burgués, y un gobierno obrero-burgués no es inocente. Tiene el propósito de acomodarse a las exigencias de la opinión pública burguesa. Adaptación disimulada con el cuento “la consigna del gobierno obrero es transicional”.

Estatismo burgués reformista

La agitación de demandas de transición al socialismo, en condiciones no revolucionarias, lleva al estatismo reformista. Es lo que hace el PTS, por caso, cuando frente a la fuga de capitales propone “la nacionalización de la banca y el monopolio estatal del comercio exterior” (en Izquierda Diario y en boca de sus candidatos). Muy parecido a lo que hacían los estatistas socialistas. Por eso, una vez más, reivindico la tradición socialista frente a este moderno reformismo estatista. Así, en crítica a los socialistas estatistas, Engels escribía: “en tanto las clases propietarias permanezcan al mando, cualquier nacionalización no es una abolición, sino una alteración en la forma de explotación; en las repúblicas de Francia, Suiza y América no menos que en la monárquica y despótica Europa Central y del Este” (carta de Engels a Oppenheim, 24 marzo 1891; énfasis agregado).

También la Tercera Internacional, en su Tercer Congreso, alertaba: ““Reivindicar la socialización o la nacionalización de las más importantes ramas de la industria, como lo hacen los partidos centristas, es embaucar a las masas. Los centristas no sólo inducen a las masas en el error, al tratar de persuadirlas de que la socialización puede arrancar de las manos del capital las principales ramas de la industria sin que la burguesía sea vencida, buscan todavía desviar a los obreros de la lucha vital por sus necesidades inmediatas, haciéndolas esperar un embargo progresivo de las diversas industrias una después de otra, después del cual comenzará la construcción “sistemática” del edificio económico. Vuelven así al programa mínimo de la socialdemocracia, es decir, a la reforma del capitalismo, que es hoy una treta contrarrevolucionaria” (“Tesis sobre táctica”, Tercer Congreso de la Internacional Comunista; énfasis agregado).

Programa de transición aplicado al ejército de EEUU

Tal vez en ninguna otra cuestión aparezca con mayor claridad lo absurdo del método de transición trotskista que en el llamado “programa militar” de Trotsky frente a la Segunda Guerra. Es que propone una suerte de “control obrero” sobre el Ejército de EEUU.

Efectivamente, en junio de 1940, en una reunión con sus partidarios, Cannon (dirigente trotskista de EEUU) informa que el New York Times había publicado un editorial pidiendo entrenamiento militar, y pregunta a Trotsky si coincidían con eso. Responde Trotsky: “sí, es correcto, pero bajo control de nuestras organizaciones. Rechazamos el control de las 60 familias [más ricas de EEUU] (…) No queremos que los trabajadores sean entrenados bajo el mando de oficiales burgueses estúpidos e indiferentes que los utilizarán como carne de cañón”. Más adelante Cannon pregunta si “se nos puede llamar militaristas”. Responde Trotsky: “Sí, en un cierto sentido, somos militaristas proletarios revolucionarios (…) Debemos estar por un entrenamiento militar obligatorio para los trabajadores bajo control de los trabajadores. Es un acercamiento a la milicia de los obreros” (“Discussions with Trotsky”, 12 de junio de 1940; énfasis agregados).

Pocos días más tarde, el 30 de junio, Trotsky vuelve a reivindicar la preparación militar de los trabajadores bajo control sindical (aunque los sindicatos estaban controlados por la burocracia) y sintetiza la demanda diciendo “queremos luchar contra el fascismo, pero no a la manera de Petain, sino de los obreros”. ¿Qué sentido tiene todo esto? ¿Cómo es posible encajar estas propuestas en la teoría marxista del Estado, y en particular, de las fuerzas armadas del Estado burgués? ¿Qué tiene que ver esto con una estrategia revolucionaria? Respuesta: absolutamente nada que ver. Es oportunismo reformista, no hay otra manera de calificarlo.  

Por supuesto, ningún sector mínimamente significativo de la clase obrera norteamericana adoptó este programa. Pero tampoco de esto hay balance en la Cuarta Internacional. Lo cual no es impedimento para que los trotskistas sigan presentando la táctica de Trotsky como la quintaesencia de la política revolucionaria.

Repito la pregunta, ¿cuándo tuvo éxito la táctica transicional de Trotsky?

 Termino esta larga nota repitiendo el cierre de una anterior. ¿Puede explicar algún trotskista dónde y cuándo la táctica recomendada por Trotsky –la agitación transicional en escalera- tuvo éxito? Maiello dice que agitar, por caso, la consigna de control obrero, en una situación como la de hoy en Argentina, puede llevar al doble poder (real). Pues bien, pregunto, ¿puede Maiello mencionar algún caso en que haya ocurrido eso? Respondo: no puede porque no lo hubo. A pesar de los cientos de grupos trotskistas agitando la receta del control obrero en todo tiempo y lugar, es imposible encontrar un solo ejemplo exitoso de la táctica recomendada. ¿Es posible que sigan repitiendo la fórmula como si fuera una cuestión de fe?

Para bajar el documento: https://docs.google.com/document/d/1z8iLEez5UTqaaLrZrV84ugmeMws35Q0B2GEpfi1sfJE/edit?usp=sharing

Written by rolandoastarita

17/08/2021 a 18:11

Publicado en General

7 respuestas

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  1. Para hacerla más facil: el PT no es un programa, es un esquema de cómo hacer un programa de transición según la situación política en que viva. No es el programa de la IV Internacional sino el que los militantes por la misma lo debian plantear a las demas corrientes del movimiento obrero y hasta la toma del poder, NO ES un programa para el socialismo. Y las consignas de transicion que en el aparecen Trotsky las propone como ejemplos de cuáles debian ser más no son las unicas. Por último basta entender el titulo y el subtitulo: «La Agonía del capitalismo y las tareas de la IV Internacional», y esas tareas son «las reivindicaciones transitorias para la movilización de las masas como preparación para la toma del poder», esas debian ser las tareas de los militantes por la IV Internacional en la agonía del capitalismo pero NO ES un programa para el socialismo

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    Ariel Quiroga

    17/08/2021 at 21:27

  2. Hola Rolando, comparto tu posición en la polémica con Maiello y el PTS. Agrego a tus argumentos sobre el programa mínimo y el programa máximo la declaración de un testigo excepcional. El propio León Trotsky, quien en el prólogo de 1919 de su obra «Resultados y perspectivas» escribió: «Una vez que el proletariado haya tomado el poder, no podrá permanecer dentro de los límites de la democracia burguesa. Tendrá que desarrollar la táctica de la revolución permanente, es decir, derribar las barreras existentes entre el programa mínimo y el programa máximo de la socialdemocracia, para llevar a cabo reformas sociales cada vez más profundas […]». Entonces, el propio Trotsky planteaba en 1919 la vigencia del programa mínimo y el máximo hasta la toma del poder; y después, del poder y en armas, la clase obrera tiene que imponer “reformas sociales cada vez más profundas”, es decir, medidas de transición al socialismo como lo explican Marx y Engels en el Manifiesto (“medidas que parecerán insuficientes e insostenibles y en el curso del movimiento se sobrepasarán”).
    De toda manera, muy buena la polémica y tus respuestas en particular, porque lo que falta es el estudio teórico profundizado. La política del día a día conlleva la improvisación y el eclecticismo

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    Valerio Torre

    18/08/2021 at 11:40

    • Sí, me parece muy apropiada tu observación. Voy a volver sobre la actitud del trotskismo frente a la actividad de la Segunda Internacional. En la nota enfaticé la critica a lo que dicen Maiello y el PTS, pero el problema está en Trotsky. En el Programa de Transición se expresa de una manera que da a entender que todo lo que hicieron los socialistas antes de 1914 fue más o menos lo mismo que hizo Bernstein con su eslogan «el movimiento es todo y el objetivo final es nada». De hecho, ya en 1915 Lenin había criticado esta visión de Trotsky sobre la Segunda Internacional. Tengo mucho trabajo atrasado, y voy publicando de a poco, pero me voy a hacer un lugar para ampliar sobre esta cuestión. Se trata de rescatar las enseñanzas de la militancia socialista y revolucionaria.

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      rolandoastarita

      18/08/2021 at 17:11

  3. Pienso que los debates, por muy divergentes que sean siempre dejan algo. A puertas de un nuevo aniversario del asesinato de León Trotsky a manos de la camarilla estalinista, discutir el Programa de Transición y su vigencia a 83 años de su publicación es más que importante. Sin embargo, por lo extenso de la exposición de Astarita en esta respuesta a la segunda crítica al PTS, debo remitirme en aclarar solo dos puntos que me parecen que son los que rige la crítica, al menos en «Puntos Centrales». En la primera parte aclarar cuando dice que «Trotsky y los trotskistas sostienen que es necesario agitar consignas de transición al socialismo con el fin de movilizar a las masas». A través del tiempo los troskistas nos hemos ido diferenciando en las interpretaciones que se hace del programa de transición principalmente para aplicarlo en las tareas de construir un partido en el seno de la clase obrera. Por ejemplo, en Chile, antes de la rebelión popular, corrientes del trotskismo levantaban la consigna del Control Obrero y otra no lo hacían porque no estaban las condiciones. Entonces, Astarita nos coloca a todos en una sola bolsa. El otro punto considero que es importante que se comprenda, principalmente a los compañeros jóvenes que luchan por construir partidos obreros. No debemos esperar a que las condiciones políticas estén presentes o que «estén maduras» como bien decía el viejo marxista a que nos referimos, la vanguardia revolucionaria no debe esperar esas condiciones para recién levantar la consigna adecuada, debe preparar las condiciones para cuando llegue ese momento crucial de la lucha de clases, cuando el movimiento obrero y de masas vive un período revolucionario, entonces, ya deben estar presentes en las masas las consignas y el programa revolucionario. Esa es la diferencia entre un marxista escolástico y un marxista revolucionario.

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    carlos alvarez oyarzún

    18/08/2021 at 12:10

    • Dos observaciones: a) mi crítica es a la táctica planteada por Trotsky en el PT (y en las discusiones con sus partidarios de cómo aplicar esa táctica), y a los dirigentes y organizaciones que la siguen reivindicando. Para que la discusión sea clara, invito a debatir acerca de lo escrito, tanto por Trotsky como por las organizaciones de la Cuarta Internacional, sobre táctica y política.
      b) La primera tarea es ganar a la vanguardia de la clase obrera, y en esto la propaganda ocupa el primer lugar. Por otra parte, en cuanto a las consignas que movilizarán a las masas, es imposible saberlo por anticipación. Estas dos ideas las tomo de Lenin, y me parecen muy orientadoras para la actividad actual de los pequeños grupos marxistas.

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      rolandoastarita

      18/08/2021 at 17:03

  4. Rolando por favor decime a qué dirección de mail te envío mi documento

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    Arturo

    19/08/2021 at 08:16

  5. El último punto ya lo he preguntado yo por aquí respecto a la estrategia marxista de su toma del poder preguntando en qué momento se había llegado así no ya al comunismo, ja, sino al socialismo y «argumento» arriba, argumento abajo he conseguido la misma actitud y postura intelectual que la que describes de Maiello. Así seguimos, ver la paja en ojo ajeno pero no la viga en el propio se llama por mi tierra.

    Por lo menos espero que se lo pase bien con estos, profesor, no parecen muy duros de pelar, desde luego.

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    vacioynausea

    19/08/2021 at 16:54


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