Rolando Astarita [Blog]

Marxismo & Economía

Programa de transición, respuesta a crítica del PTS

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En una nota anterior (aquí) critiqué la política del FIT-U, basada en el Programa de Transición, que fue redactado por Trotsky y constituyó el programa fundacional de la Cuarta Internacional. Mi crítica a la política trotskista fue respondida por Matías Maiello en “Sobre el Programa de Transición y el olvido de la estrategia”, publicada por el PTS en «Ideas de izquierda» (https://www.laizquierdadiario.com/Sobre-el-Programa-de-Transicion-y-el-olvido-de-la-estrategia). En esta nota respondo a su crítica. Esta respuesta asume que se conoce la nota que dispara este debate.

Los antecedentes del PT, según Maiello

Maiello comienza diciendo que con el PT, escrito en 1938, Trotsky “sistematiza un método para formulación del programa que tiene amplios antecedentes en el movimiento revolucionario y que comenzó a esbozar la III Internacional en sus primeros congresos. El propio Trotsky ya había escrito otro programa de estas características en 1934 para Francia…”. En seguida nos explica que “el método transicional apunta a terminar con la vieja división en compartimentos estancos entre aquello que en la jerga de la Segunda Internacional se denominaba “programa mínimo” (las consignas que por sí mismas no cuestionan la propiedad capitalista, como ser el aumento de salarios, derechos laborales, demandas democráticas que hacen a los derechos políticos o civiles, etc.) y “programa máximo” referido a la revolución socialista”.

Efectivamente, en la tradición socialista, en el siglo XIX, se establecía la división entre las consignas llamadas “inmediatas”, o programa mínimo, que en principio no cuestionan la propiedad capitalista, y el programa máximo, de abolición de la propiedad privada capitalista. Agrega Maiello: “Aquella división es indisociable del propio derrotero de la Segunda Internacional que terminaría relegado el “programa máximo” a un futuro indeterminado, a los actos del 1° de Mayo y a la propaganda, mientras que la práctica y la agitación cotidiana se circunscribiría al “programa mínimo” limitado a una serie de reformas en los marcos establecidos por el régimen capitalista”.

Es decir, según Maiello, la división entre programa máximo y mínimo implicaría, necesariamente, relegar el programa máximo “a los actos del 1° de mayo y a la propaganda”. Pero esto no es cierto. La división entre programa máximo y mínimo fue aceptada por Marx y Engels, y no por eso relegaron la crítica del capitalismo y la propaganda por el socialismo a los 1° de mayo. Ni hay nada que objetiva o subjetivamente indujera a ello. Por ejemplo, el programa del Partido Obrero Francés, al que me referiré con cierta amplitud más abajo, está estructurado en base a la división entre programa máximo y mínimo. Marx participó en su redacción. ¿Cómo se le ocurre a Maiello que por ese hecho Marx relegaba, o inducía a relegar, la defensa de las ideas socialistas, y la estrategia socialista, a los discursos del 1° de mayo? ¿En qué se basa para hacer semejante afirmación? De la misma manera, el programa de Erfurt, de la socialdemocracia alemana, fue aprobado por Engels, y también distinguía el programa máximo y mínimo. ¿Por eso acaso Engels relegaba, o inducía a relegar, la defensa de las ideas socialistas a los discursos del 1° de mayo?  

Algo similar se aplica a Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht y el ala izquierda de la socialdemocracia alemana. Todos ellos defendían la división entre programa máximo y mínimo, y no por ello relegaron, ni sugirieron relegar, la crítica al capitalismo a los “días de fiesta”. Y algo similar se aplica a los bolcheviques rusos. Más todavía, en vísperas de la toma del poder, y ante la propuesta de Bujarin de suplantar el programa máximo y mínimo por un programa de transición (que aplicaría el poder de los soviets), Lenin defendió la continuidad de la división entre programa máximo y mínimo. Su argumento fue que en tanto los bolcheviques no estuvieran asentados en el poder, estaba la posibilidad de que tuvieran que retroceder, y en ese caso el programa mínimo seguiría vigente (véase Lenin, “Revisión del programa del partido”, t.26, Obras Completas, Cartago).

Por supuesto, con esto no estoy diciendo que necesariamente Lenin, Rosa Luxemburgo, Engels, Marx y tantos miles de socialistas tuvieran razón en plantear los dos programas. Lo que estoy afirmando es que esa división no impidió la actividad revolucionaria; incluyendo la toma del poder en el caso ruso. Es una imprudencia –para decirlo con palabras suaves- echar al tacho de basura del reformismo pequeñoburgués toda la tradición socialista revolucionaria por el simple hecho de que en esa tradición se distinguía entre programa máximo y mínimo (y esto dicho, paradójicamente, por un partido que solo presenta, y con suerte, las ideas de El capital los días de fiesta; volveré sobre esto).

Maiello también dice que la división entre programa máximo y mínimo relegaba al programa máximo a “propaganda”, como si esta fuera una actividad descartable. Pero… ¿qué debe hacer un socialista en tanto no esté planteada la toma del poder por la clase obrera que no sea, en relación al socialismo, “propaganda” y “crítica”? ¿Conoce Maiello eso de que “el arma de la crítica debe preceder a la crítica de las armas”? Más en concreto, ¿qué hacía Marx cuando escribía El capital, Engels cuando escribía el Anti-Dühring, Rosa Luxemburgo cuando La acumulación del capital, Lenin El desarrollo del capitalismo en Rusia, Trotsky la Historia de la revolución Rusa, que no fuera crítica y propaganda? Si las condiciones no están dadas para la toma del poder, los marxistas lucharán por las reivindicaciones elementales junto al resto de las fuerzas obreras (o junto a fuerzas progresistas, si se trata de derechos democráticos); procurarán avanzar en organización de las masas, o de la vanguardia; y harán propaganda, además de investigación teórica.

A la barrabasada sobre los “efectos oportunistas” de la división entre programa máximo y mínimo, Maiello suma la afirmación de que en sus primeros cuatro congresos la Tercera Internacional “comenzó a esbozar” el Programa de Transición que desarrollaría Trotsky en los treinta. De nuevo pregunto, ¿en qué se apoya para decir semejante cosa? Ni siquiera en el Cuarto Congreso de la IC, en el que más se discutió de táctica, asomó siquiera la política basada en la agitación transicional que defendería luego Trotsky. El eje de la táctica en ese Congreso fue el frente único con la socialdemocracia y otras fuerzas obreras, para enfrentar la ofensiva del capital. Un frente único en torno a demandas de transición al socialismo, cuando la Segunda Internacional se había inclinado por la defensa del orden burgués, sería un sinsentido. Más en particular, tampoco hay noticias de que Trotsky haya propuesto, en alguno de esos cuatro primeros congresos de la IC algo siquiera parecido al PT de 1938 Tampoco hay noticias de la política tipo PT trotskista en los tres primeros congresos de la IC.  

¿Por qué desde 1914?

Trotsky explicó el abandono de la división entre programa máximo y mínimo porque, en su opinión, a partir de 1914, y a nivel mundial, la economía capitalista ya no crecía. El PT se abre con esa idea: “la premisa económica de la revolución proletaria ha llegado hace mucho tiempo a su punto más alto… las fuerzas productivas de la humanidad han cesado de crecer”. Por lo tanto, ya no había posibilidad de reformas más o menos serias en beneficio de las masas. En consecuencia, seguía el razonamiento, las reivindicaciones mínimas debían combinarse con las transicionales; ya no tenía sentido diferenciar programa máximo y mínimo; esta diferencia podía ser correcta al período anterior a 1914, pero no a partir de esta fecha. Sin embargo, desde 1914 a 2021 las fuerzas productivas, a nivel mundial, han crecido. Y las masas han obtenido mejoras reformistas. ¿Con qué argumento entonces se dice que ya no tiene sentido la división entre programa máximo y mínimo?

La crítica de Engels a Heinzen, Maiello mira para otro lado

Vamos ahora a la diferencia entre Engels-Marx, por un lado, y Trotsky, por el otro, con respecto a la agitación de demandas transicionales. En su crítica a Heinzen, Engels decía:

“… si esas medidas transicionales se relacionan “con una situación pacífica, burguesa… están destinadas a sucumbir”. […] hay que explicar que las medidas transicionales “solo son posibles porque detrás de ellas está todo el proletariado puesto de pie, apoyándolas con las armas en la mano”. De faltar esas condiciones son quimeras de reformadores sociales, posiblemente bienintencionados, pero impotentes”.

Maiello cita el pasaje y explica que en este texto Engels:

  1. “señala en términos similares a Trotsky que la posibilidad de estas medidas depende de la relación de fuerzas”.

No Maiello, no es así, no se trata de cualquier relación de fuerzas, sino de una relación de fuerzas precisa: la clase obrera de pie y con las armas en la mano (más abajo amplío sobre relación de fuerzas). A ver si queda claro, Maiello: no estamos hablando de relación de fuerzas plasmada en alguna manifestación obrera más o menos masiva, en algunos o muchos movimientos huelguísticos, sino de clase obrera de pie, con armas y en el poder. Por eso Engels dice que de faltar esas condiciones esas medidas son “quimeras de reformadores”.

Sigue Maiello describiendo la posición de Engels:

2.“y que las dificultades que se presentan para llevarlas adelante se pueden traducir en un avance en la comprensión de su necesidad por parte de los trabajadores”.

De nuevo, Maiello está equivocado. Las dificultades surgen no porque las demandas transicionales se planteen sin las condiciones para aplicarlas (en ese caso, las medidas son quimeras, dice Engels), sino porque con las condiciones apropiadas (proletariado de pie y armado) la dificultad para aplicar una medida llevará al proletariado a encarar o profundizar otras medidas, que a su vez impulsarán al resto, etcétera. Esto es, para que se dé ese proceso de superación, una medida debe enlazarse necesariamente con la otra, y toda la aplicación del programa debe ser respaldada con una “correlación de fuerzas” precisa, armas en la mano.

A lo anterior mi crítico agrega: “hay que resaltar que es muy diferente afirmar que esas medidas no pueden conquistarse en una situación pacífica, que es el planteo de Engels, que lo que está defendiendo Astarita que es la inviabilidad de hacer “agitación” de esas mismas consignas más allá de los momentos de crisis revolucionaria”.

Aquí Maiello se hace el distraído en relación a lo principal: que, según Engels, hay que decir que las medidas transicionales solo se pueden aplicar de conjunto, y a condición de que la clase obrera esté de pie. Y esto es lo que no dicen los trotskistas. Para que se entienda: según Engels, los revolucionarios que proponen medidas transicionales deben aclarar que solo son posibles si la clase obrera se ha levantado en armas. Repito, eso hay que DECIRLO. Maiello lee esto y mira para otro lado. ¿Por qué? Pues porque sabe que eso es lo que no dicen los candidatos de su partido cuando van a los medios.

Más aún, en otro pasaje de su crítica a Heinzen Engels insiste en que es necesario explicar que “la conquista del poder político por los proletarios, pequeños campesinos y pequeños burgueses es la primera condición para poner en práctica estos medios [las medidas transicionales]”. De nuevo, no se trata de una indefinida “relación de fuerzas”, sino de “toma del poder político” y del “armamento del proletariado”. Esto, repito, hay que decirlo, y es vital decirlo. Es que al no precisar las condiciones de posibilidad (de Engels) de las medidas transicionales, los socialistas desembocan inevitablemente en un planteo reformista burgués. Curioso resultado para quienes acusan a toda la tradición socialista anterior al método transicional trotskista de los 1930, de haber relegado la estrategia revolucionaria a “los 1° de mayo”.

Trotsky, escalera transicional y el poder

A fin de que se entienda la raíz de la negativa de los trotskistas a hacer explícitas las condiciones de posibilidad de las medidas transicionales, es necesario volver un momento a las explicaciones de Trotsky sobre el PT. Las mismas se encuentran en las discusiones con sus partidarios, recogidas en sus Escritos de 1938-39. En esos encuentros Trotsky realiza una doble operación con respecto a las recomendaciones de Engels.

En primer lugar, dice que para movilizar a las masas los revolucionarios deben concentrarse en una o dos consignas transicionales: “… si repetimos las mismas consignas adaptándolas a la situación, entonces la repetición, que es la madre de la enseñanza, actuará de la misma forma en política…. Es necesario repetir con insistencia, repetir todos los días y en todo lugar. Este es el objetivo del borrador del programa, dar una impresión homogénea”. Es una forma de diluir, de hecho, las condiciones de posibilidad discutidas más arriba (toma del poder, armamento de los obreros).

Pero en segundo término, la desaparición de las condiciones propuestas por Engels se hace explícita en la recomendación de Trotsky sobre la manera de agitar, en EEUU, la consigna de reparto de las horas de trabajo y escala móvil de salarios. Sostiene que ante las objeciones que se pueden presentar sobre la imposibilidad de lograr esa demanda, los militantes deberían responder que todo depende de la “relación de fuerzas” (la misma idea de Maiello; todo se remite a una indefinida «relación de fuerzas», argumento muy común en el oportunismo posibilista). La toma del poder entonces sería la conclusión de una movilización que arrancaría por demandas que parecen fáciles, pero que de hecho son imposibles de lograr en el capitalismo (esto lo saben los enterados, los militantes) por lo que llevan a la insurrección.

En mi crítica al PT, escribí: “… al concentrarse en una o dos consignas sin especificar qué relación guardan con el poder, la metodología política se conforma según la idea de un ascenso progresivo. Se trata de una táctica escalera que alienta la perspectiva de un avance por escalones”. Trotsky es muy claro en esto. En otro pasaje afirma que se puede comenzar concentrando la atención en un punto (reparto de las horas de trabajo y escala móvil de salarios) y “las otras consignas se pueden agregar en la medida en que se desarrolle la situación”. Sostiene que la consigna del reparto de horas y escala móvil “es el sistema de trabajo en una sociedad socialista. La presentamos como una solución a esta crisis” [la Gran Depresión en EEUU]. “Es el programa del socialismo, pero presentado de una manera muy simple y popular”. En otra parte precisa que “no hablamos [en el PT] sobre la revolución social, sobre la toma del poder por la insurrección, la transformación de la sociedad capitalista en la dictadura, de la dictadura en la sociedad socialista”.

Es lo que hacen los militantes trotskistas. Es lo opuesto de lo que recomendaba Engels. Maiello hace piruetas con los textos, pero no hay manera de tapar el asunto. Por supuesto, en esto no hago valer argumento alguno de autoridad. Simplemente señalo que Trotsky y Engels dijeron cosas muy distintas sobre las medidas transicionales. Maiello intenta disimular esta diferencia, pero en esto no hay pirueta retórica que valga.

Consignismo vacío, minusvaloración de la propaganda y la crítica teórica

La idea de que los socialistas ganarán a las masas trabajadoras para su programa repitiendo machaconamente una o dos consignas es una ingenuidad. En primer lugar, porque la clase dominante tiene capacidad de maniobrar y llevar a vía muerta ese tipo de demandas, antes de que se desplieguen mecánicamente en escalera; en segundo lugar, porque las movilizaciones no ocurren en el vacío teórico, en ellas inciden las direcciones políticas y sindicales de las masas, y las ideologías dominantes.

Pero además de no dar resultado, la propuesta de concentrarse en repetir una o dos consignas lleva a la minusvaloración de la propaganda y de la agitación, entendida esta no como  vociferar de consignas, sino como “explicar una o dos ideas sencillas a las masas” (Lenin). A lo que se agrega el hecho de que con ese consignismo transicional  la teoría y la crítica pasan a un segundo plano. Después de todo, para elaborar recetas como “eliminemos el desempleo bajando las horas de trabajo”, y semejantes, ¿quién necesita El capital o el Anti-Dühring? ¿Para qué el bisturí de la crítica?

Todo esto, por otro lado, tiene poco y nada que ver con las tradiciones del marxismo. Por ejemplo, con esa idea de Engels (que repite Lenin) de que la lucha debe desarrollarse en los tres planos, el económico, el político y el teórico.

El control obrero y la táctica de Trotsky para Alemania

En su crítica Maiello apela a la idea de Trotsky de que los revolucionarios pueden y deben agitar consignas transicionales aunque no estén dadas las condiciones sugeridas por Engels (aunque en sus discusiones sobre la táctica transicional Trotsky nunca menciona la crítica de Engels a Heinzen ¿Maiello tendrá alguna idea de por qué?).  

He tratado este argumento de Trotsky en mi Crítica al PT, y aquí reproduzco los principales pasajes. Escribí:

“En Trotsky hay un permanente sesgo hacia la abstracción idealista, a desconocer las raíces materiales que pueden limitar la fuerza de una consigna. Tomemos como ejemplo… su explicación sobre la necesidad de agitar en favor del control obrero en Alemania, en 1932, en el artículo “¿Y ahora?”. Allí Trotsky parte del reconocimiento de que la agitación de esta consigna en épocas no revolucionarias le confiere “un carácter puramente reformista”, ya que el control se remite “en bruto, al mismo período que la creación de los soviets”. Pero enseguida explica que puede ser agitado aunque no exista una ofensiva de las masas. Dice Trotsky: “En la actualidad sería incorrecto rechazar esta consigna, en una situación de crisis política creciente, únicamente porque todavía no hay una ofensiva de las masas. Para la ofensiva misma se necesitan consignas que precisen las perspectivas del momento. La penetración de las consignas en las masas debe ser precedida invariablemente por un período de propaganda”.

“Aquí Trotsky invierte los supuestos tradicionales del control obrero. Este deja de demandar premisas específicas – una situación revolucionaria pre-insurreccional- porque ahora esas premisas pasan a ser resultados. Por cierto, la relación entre presupuestos y efectos no debe entenderse de manera mecánica. Dadas las premisas ‘clásicas’ –armamento y poder obrero- la agitación por la implementación del control obrero de la producción agudizará seguramente la tensión revolucionaria. Pero el orden de los factores no se puede invertir a voluntad porque se trata de una asimetría dialéctica entre las condiciones sociales y la actividad subjetiva, que remite en última instancia, al reconocimiento de las limitaciones objetivas de la agitación y propaganda de los grupos para generar situaciones propicias para el control obrero”.

A este texto, escrito hace más de 20 años, le agrego la observación de que nunca la agitación por el control obrero, en situaciones de control más o menos normal de la burguesía (como puede ocurrir hoy en Argentina) ha llevado ni siquiera a un atisbo de doble poder. Por lo cual, e irónicamente, cobra importancia la observación del mismo Trotsky: la agitación de esta consigna en épocas no revolucionarias le confiere “un carácter puramente reformista”, ya que el control se remite “en bruto, al mismo período que la creación de los soviets”.

Es que esta demanda, en las condiciones actuales, solo se puede aplicar en sentido burocrático – burgués, y esto hay que decirlo a las masas trabajadoras. Y agrego: es ingenuo pensar que la agitación de consignas, realizadas por pequeños grupos revolucionarios, cambia las relaciones de fuerzas entre las clases, o determina ofensivas generales del trabajo. Pero por eso mismo estas medidas, aparentemente tan revolucionarias, adquieren un contenido puramente reformista si se proponen al margen de las condiciones específicas de su aplicabilidad.

El Manifiesto Comunista y el programa de transición

 En mi nota que critica Maiello dije que el programa de transición fue presentado por primera vez por Marx y Engels en El Manifiesto Comunista. Expliqué que son medidas para impulsar a la clase obrera hacia la abolición de la propiedad privada y que ese programa fue concebido para ser aplicado por la clase obrera desde el poder. Amplío: El Manifiesto Comunista es un texto para intervenir en una revolución. En ningún lado se hace mención a alguna forma de escalera transicional para desatar una insurrección. ¿Cómo puede afirmar Maiello que ese texto de 1848 es un antecedente directo de la política trotskista con las consignas transicionales?

Programas socialistas aprobados por Marx y Engels

Maiello sostiene que el programa del Partido Obrero Francés, de 1882, redactado en parte por Marx, es un antecedente del PT de Trotsky. Una vez más, es incomprensible de dónde saca semejante cosa. En la introducción al programa de 1882, escrita por Marx, se declara que el objetivo del partido es la propiedad en común de los medios de producción. Y que esa propiedad en común solo puede ser el resultado de la acción revolucionaria de la clase obrera. A continuación, se presentan las “reivindicaciones inmediatas”, con las cuales el Partido Obrero iría a elecciones. Este programa está conformado por las reivindicaciones mínimas. En ninguna parte se presenta un programa de transición; ni se hace mención a alguna forma de escalera transicional. La demanda de “la explotación de todos los talleres del Estado confiada a los obreros que trabajan en ellos”, que entusiasma a Maiello, está presentada en el marco del programa mínimo, esto es, como una medida compatible con el sistema capitalista (véase más abajo). Además, sería absurdo, contrario a toda lógica, que Marx propusiera un programa de transición al socialismo para ir a elecciones, sin aclarar a los obreros franceses que se trataba de iniciar, por la vía electoral, una transición al socialismo.

Otro ejemplo es el programa de Erfurt, corregido por Engels. De nuevo, se presenta la división entre programa máximo y mínimo, sin menciones a medidas de transición al socialismo.

En qué consiste el programa mínimo

En ninguna parte entonces Marx o Engels plantean que los partidos socialistas, francés o alemán, agiten demandas de transición al socialismo en su trabajo diario. Sin embargo, esos programas contienen puntos como milicia, abolición de la propiedad de la tierra o guerra revolucionaria. Maiello lee esto y apresuradamente cree encontrar los antecedentes de un PT “a lo Trotsky”.  

Lamentablemente, mi crítico no conoce de qué trata el programa mínimo. Es que este no solo contiene reivindicaciones tradicionales como aumento del salario, ampliación de derechos o mejoras de las condiciones laborales, que son las únicas demandas mínimas que menciona Maielllo, sino también incorpora las demandas históricas más radicales de la democracia burguesa revolucionaria. Consignas avanzadas, pero que, en principio, no cuestionan la propiedad privada del capital.

Un caso ilustrativo es la abolición de la propiedad privada de la tierra, que figuraba en el programa mínimo de los bolcheviques. Otros ejemplos son los impuestos progresivos; el repudio de la deuda pública; la elección de los funcionarios, con derecho a su revocación; la milicia; la guerra revolucionaria. Maiello considera que estas medidas son de transición. Pero si fuera así, todos los programas que Trotsky caracterizaba como pertenecientes a la era “reformista” habrían sido transicionales. Con lo cual se vendría abajo la división entre programa máximo y mínimo que, según Trotsky, recién se había superado a partir de 1914 (o, más precisamente, con la elaboración de los programas de transición en 1934, para Francia, y 1938 para todos los países).

Sin embargo, la realidad es que los socialistas distinguían entre programa máximo y mínimo, y Marx o Engels no confundían el programa mínimo con un programa transicional. Demandas como la milicia, elegibilidad y revocabilidad de funcionarios, o reparto de la tierra estaban incorporadas a las tradiciones revolucionarias del jacobinismo burgués más radical, y como tales se incorporaron al programa mínimo de los partidos obreros socialistas. El argumento de Maiello es insostenible.

Las consignas y la dialéctica del “en sí” y la relación

Lo anterior conecta con la idea, de Marx y Engels (también de Lenin) de que el contenido de las consignas está determinado por su relación con el resto del programa, y con la clase social que lo aplica. En términos dialécticos, su contenido no es un “en sí” (esto es, no subsiste por sí mismo), sino se determina por su relación con un programa y con una actividad política o social. Por ejemplo, la demanda de estatización de algunas grandes empresas es una medida burguesa o de transición al socialismo según su relación con el programa que la contextualiza y la clase social que la impulsa. Por eso, las estatizaciones de Bismark no fueron medidas transicionales, sino burguesas (contra lo que pensaban los socialistas estatistas). Sin embargo, las estatizaciones decididas luego de la revolución rusa de octubre de 1917, fueron medidas transicionales por su conexión con el programa y la clase social y poder político que las instrumentaba.  

De la misma manera, la nacionalización de la tierra, eventualmente dispuesta por un gobierno burgués o pequeñoburgués revolucionario, nunca fue considerada por los marxistas una medida socialista, sino burguesa (véase los escritos de Lenin sobre el programa de la socialdemocracia rusa). En cambio, esa misma medida, tomada por un gobierno revolucionario, y articulada con otras medidas profundas, se convierte en una medida transicional. Esto explica por qué Marx desestimó como medida transicional la demanda del reformismo de que el Estado centralizara la renta de la tierra, pero incluyó esa medida en el programa transicional de El Manifiesto Comunista.

Otros dos ejemplos: en 1917 los bolcheviques conquistaron el poder agitando tres demandas propias del programa mínimo –paz, pan y tierra-, pero vinculando su realización a la conquista del poder por los soviets. El segundo ejemplo es por la negativa: en 1920 el gobierno italiano desarmó la ofensiva de la clase obrera (ocupaciones de fábricas) en buena parte con la promesa de establecer el control obrero. Una vez más, el contenido de la consigna no existe al margen de la relación; no es un “en sí”. Por eso tenía razón Trotsky en que, agitada en determinadas situaciones, la demanda del control obrero solo puede tener un sentido reformista. Además, vuelve a comprobarse que es un sinsentido presentar las medidas transicionales como soluciones “en sí”. Cuando hacen esto, los socialistas se transforman en milagreros “vende humo”. Lo más grave es que el ansia por ganar votos –“traigo la receta solución a tus males, votame”- lleva esas tonterías utópico-reformistas a extremos que rozan el ridículo.  

 El programa francés y los talleres estatales

A los fines de fundamentar su crítica, Maiello busca algo que le permita probar que Marx y Engels practicaban una política transicional semejante a la recomendada por Trotsky en 1934 o 1938; y a la aplicada por el PTS, faltaba más. Claro que como no encaja en su esquema, ni menciona el rechazo de Marx a la agitación de una demanda como la abolición de la propiedad privada de la tierra (lo he citado en la nota anterior). Tampoco explica por qué Marx y Engels no propusieron demandas transicionales frente a las grandes crisis de 1848, 1857, 1873 o 1882, entre otras. En esas crisis había enorme desocupación, fábricas cerradas, caída de salarios. ¿Qué tal algo así como “que la crisis la paguen los capitalistas”, sin hablar de la toma del poder y la abolición de la propiedad privada? Pero no, esos inventos de los modernos “tácticos revolucionarios” aficionados a los focus group no estaban en las agendas de los fundadores del socialismo científico. ¿Por qué será? ¿Por ignorancia de las virtudes de las escaleras transicionales?

En cualquier caso, y naturalmente, todas estas dificultades Maiello las pasa por alto, y se aferra a una verdadera perla que ha encontrado en sus cavilosas investigaciones: el punto 11 de la parte económica del programa inmediato, o mínimo, del Partido Obrero Francés. Allí se demanda que “la explotación de todos los talleres del Estado sea confiada a los obreros que trabajan en ellos”. Mi crítico ubica esta demanda entre las “consignas incompatibles con la sociedad capitalista”, o sea, una demanda que nos llevaría al socialismo. Pero si esto es así, ¿por qué será que Marx la incluyó en el programa mínimo? Si es incompatible con el capitalismo, ¿cómo es posible que sea parte de un programa electoral “inmediato”, cuando todos sabemos que las demandas de ese programa son compatibles, en principio, con el capitalismo? ¿No le suena raro a Maiello, no hay nada que lo mueva un minuto a la reflexión antes de escribir lo que escribe?

Para verlo de otra manera: Engels consideraba que esa redacción de Marx era un modelo a seguir en futuros programas de partidos socialistas. Por otra parte, y hasta donde alcanza mi conocimiento, nunca rectificó su crítica a Heinzen. ¿Cómo es posible entonces que el compañero de Marx no notara la contradicción entre una demanda supuestamente transicional – la explotación de los talleres del Estado confiada a los obreros que trabajan en ellos-; la naturaleza burguesa de las demanda mínimas; y las condiciones de posibilidad que el propio Engels había fijado para la aplicabilidad de las demandas transicionales? Estas preguntas no tienen respuesta en el enfoque de Maiello. Es el resultado de citar sin ton ni son pasajes que apenas comprende de qué van.

Para entender la citada demanda sobre los talleres estatales y los obreros, comencemos ubicando la situación de Francia al momento en que Marx, Guesde y Lafargue escribían ese programa. Lo más importante es que había una profunda depresión económica, que duraría hasta mediados de la década, y enlazaba con otra grave crisis ocurrida a finales de los 1870. A comienzos de la década de 1880 entonces miles de obreros y jornaleros estaban en el desempleo; había hambre y miseria generalizadas. La situación se agravó porque con la crisis se hundió el plan Freycinet de obras públicas (canales, tendido de líneas férreas). Estallaron protestas pidiendo bolsas de trabajo y planes de obras públicas. Estas demandas tenían como antecedentes los Talleres Nacionales, surgidos con la Revolución de 1848. Esos talleres fueron creados para conformar y calmar a los obreros, y fueron eliminados por la burguesía apenas controló la situación. Años más tarde, cuando la remodelación de París, después de la Comuna, Engels observó que la contratación para la obra pública era un mecanismo de control del Estado sobre los trabajadores. Por la misma época Marx caracterizaba las cooperativas obreras promovidas por Bismark como factores de control del Estado sobre los obreros.

De ahí que ante el pedido de obra pública en 1882, el programa del Partido Obrero planteara que los talleres fueran conducidos por los mismos obreros. Una forma de contrarrestar el control estatal de los trabajadores. Por este motivo la reivindicación se limitó a la obra pública, y fue concebida como una medida compatible con el sistema capitalista. Por lo cual formó parte del programa mínimo. Esto explica asimismo por qué el programa del Partido Obrero francés tampoco demandó la estatización de grandes empresas (minería, siderurgia y ferrocarriles en primer lugar) y bancos, a pesar de los negociados que muchos de estos tenían con el Gobierno (incluido Freycinet). Tampoco propuso alguna forma de control obrero en esos centros del capitalismo. No hay forma de presentar esa política como antecedente de la política trotskista frente a las crisis (no hace falta que repitamos las demandas usuales del FIT-U y similares ante la actual depresión económica y la desocupación).

La teoría de Marx y la política trotskista frente al desempleo

Lo he planteado repetidas veces en el blog: el afán de hacer popular las recetas-soluciones para los males que ocasionan las crisis capitalistas, induce a los trotskistas a ocultar la verdad. Por ejemplo, cuando agitan la consigna-solución del desempleo (disminución de las horas de trabajo) jamás aclaran, en los grandes medios, que, en tanto no se elimine al sistema capitalista seguirá habiendo crisis periódicas, y estas generarán masas de desocupados. En otros términos, estamos ante El capital para los días de fiesta. Con el agregado de que muchas veces, ni en los días de fiesta.

La Comuna, la destrucción del Estado y el gobierno obrero

En crítica a mis posiciones, Maiello explica cómo Marx y Engels corrigieron, a partir de la experiencia de la Comuna, el programa de El Manifiesto Comunista en lo que atañe al poder. Como bien dice Maiello, Marx y Engels llegaron a la conclusión de que no basta con tomar posesión de la maquinaria del Estado, ya que hay que destruir el Estado burgués. Con lo cual podemos completar las condiciones planteadas por Engels para las medidas de transición: para aplicarlas la clase obrera debe tomar el poder, con armas en la mano, y destruir el Estado burgués. Esto es precisamente lo que no dicen los trotskistas cuando presentan sus recetas-todo-soluciones. Peor todavía, dejan el asunto del poder –y la destrucción del Estado burgués- en la cómoda nebulosa del “gobierno obrero” (¿laborismo? ¿PT? Hace años ¿“gobierno PC – PS”?)

Control obrero y cooperativas obreras

De la misma manera que con el resto de las demandas transicionales, los trotskistas no explicitan en qué condiciones se puede aplicar el control obrero real, no burocrático. Es que el control obrero implica establecer un poder al interior de las empresas, en el corazón de la explotación capitalista. Lo cual vuelve a mostrar la vigencia de la condición “la clase obrera de pie y armada”. ¿O de qué manera, si no, los trabajadores podrán contrarrestar a las bandas armadas promovidas por los capitalistas, y la represión del Estado en defensa del sacrosanto derecho de la propiedad privada? Pero los trotskistas, una vez más, evitan cuidadosamente referirse al asunto.

Sin embargo, el enfoque reformista burgués del control obrero no se manifiesta solo en lo que se calla y oculta. También emerge y brilla en la crítica que me hace Maiello. Es que presenta como ejemplo del control obrero las cooperativas formadas, en Argentina, en fábricas abandonadas por patrones (particularmente durante la crisis de 2001-02).

Pero contra lo que dice Maiello, esas cooperativas tuvieron poco y nada que ver con el control obrero. De hecho, ya las encontramos en el siglo XIX, y a ningún socialista se le ocurría por entonces que fueran casos de “control obrero”, y menos bastiones obreros que apuntaran a la transición al socialismo. Recordemos que en El capital (tomo 3) Marx señala que luego de las crisis quedaban fábricas abandonadas por los patrones, algunas eran ocupadas por los obreros y se formaban cooperativas. Algo absolutamente compatible con el sistema capitalista. Marx valoró esas experiencias como una muestra de que se puede prescindir de los patrones, pero jamás se le ocurrió que eso pudiera iniciar algún proceso de subversión de las relaciones de propiedad burguesa. En Argentina, incluso, muchas de esas cooperativas estuvieron avaladas por instituciones del Estado y partidos políticos burgueses. Más aún, hubo casos en que los obreros despidieron a sus asesores socialistas para aceptar las formas de organización sugeridas y promovidas por abogados burgueses. En cambio, el control obrero, entendido como doble poder, apunta al corazón del dominio del capital. Por eso mismo es inestable, y no puede durar. El conflicto se debe resolver para un lado o para el otro, o triunfa el poder burgués, o el obrero. ¿Qué tiene que ver esto con cooperativas en algunas fábricas abandonadas por las patronales, en una situación de dominio burgués controlado?

Disparates tácticos, estrategia reformista

Contra lo que dice Maiello, el método transicional recomendado por Trotsky afecta profundamente la estrategia de los partidos trotskistas. Es que al proponer medidas transicionales como apropiadas a situaciones de dominio burgués estable, esos partidos se deslizan hacia un oportunismo reformista que termina impregnando el conjunto de su política (y si agregamos el estatismo y el nacionalismo, tenemos el peor de los refritos oportunistas). Es que si la clase obrera no está levantada y en armas, las medidas transicionales solo pueden ser aplicadas “desde arriba”. Con lo cual se llega al resultado de partidos que se dicen marxistas exigiendo al Estado burgués que aplique medidas de transición al socialismo. A esto Maiello lo llama estrategia revolucionaria.  

 Para terminar, repito la pregunta

Muchas veces hice la siguiente pregunta: ¿puede explicar algún trotskista dónde y cuándo la táctica recomendada por Trotsky –la agitación transicional en escalera- tuvo éxito? Maiello dice que agitar, por caso, la consigna de control obrero, en una situación como la de hoy en Argentina, puede llevar al doble poder (real). Pues bien, pregunto, ¿puede Maiello mencionar algún caso en que haya ocurrido eso? Respondo: no puede porque no lo hubo. A pesar de los cientos de grupos trotskistas agitando la receta del control obrero en todo tiempo y lugar, es imposible encontrar un solo ejemplo exitoso de la táctica recomendada. ¿Es posible que sigan repitiendo la fórmula como si fuera una cuestión de fe?

Agrego que mi crítica no surge solo de lecturas sobre la historia del socialismo, y el movimiento obrero, sino también de mi historia personal. Milité en el trotskismo durante dos décadas. Viví y trabajé cantidad de campañas de agitación estructuradas en torno a esas “una o dos consignas”, repetidas insistentemente. Hubo casos en que el partido se fortaleció incorporando algunos militantes, o acercando simpatizantes. Pero nunca vi que se desatara la esperada movilización en cadena ascendente, como la preveía Trotsky. Tuve también relación, y milité, con trotskistas de otros países distintos de Argentina. Nunca supe de alguna campaña de agitación transicional que hubiera dado los resultados esperados. Peor todavía, el elevado tacticismo centrado en consignas fomentó la despolitización, el vaciamiento teórico, e incluso el fraccionalismo. Es que si se considera que la clave de la revolución pasa por una consigna precisa, cualquier rasguño en materia de táctica se transforma en gangrena. No hay manera de evitar las infinitas divisiones, aunque se proclame a cada rato el deseo de unidad. 

En cualquier caso, repito la pregunta. ¿Dónde y cuándo la táctica recomendada por Trotsky dio resultado?

Para descargar el documento: https://docs.google.com/document/d/1ptxpZE6FRPWU-kDGwI73XFl_j-0-Lh-2yfUP2hbb4Fk/edit?usp=sharing

Written by rolandoastarita

03/08/2021 a 18:33

Publicado en General

7 respuestas

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  1. Agora, por influência do Lars T. Lih, algumas organizações voltaram a defender a separação entre programa mínimo e máximo. Por exemplo, nos EUA https://cosmonautmag.com/2021/05/the-revolutionary-minimum-maximum-program/

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    Rodrigo Silva

    03/08/2021 at 18:56

    • Hola. Escribí mi experiencia militando en el trotskismo y me gustaría compartirla con vos. Me parece que te puede ser muy muy útil

      Me gusta

      Arturo

      18/08/2021 at 21:50

    • ¿Me la envías por mail?

      Me gusta

      rolandoastarita

      18/08/2021 at 21:56

  2. Gran aporte Rolo. Como siempre aportando un poco de claridad.

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    pabloeffe

    05/08/2021 at 18:00

  3. Perdón Rolando ¿A que mail debería enviarte mi escrito? Gracias

    Me gusta

    Arturo

    19/08/2021 at 07:05


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