Rolando Astarita [Blog]

Marxismo & Economía

Discusiones en torno a la TMM

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En la edición del 7/03/19 de Sin Permiso se publicó el artículo de Michael Roberts, “El modelo macro de la Teoría Monetaria Moderna”. Allí Roberts analiza, desde una perspectiva marxista, la macro de la TMM. El artículo de Roberts fue respondido por Eduardo Garzón, en “Réplica a Michael Roberts sobre el modelo macro de la Teoría Monetaria Moderna” (véase bibliografía). Dado que en notas anteriores he criticado a la TMM (véase aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí), el escrito de Roberts y la respuesta de Garzón me dan la oportunidad de profundizar en las diferencias que tenemos los marxistas con los keynesianos (o los poskeynesianos). Con este fin, en primer lugar, sintetizo el argumento de Roberts; en segundo término, la respuesta de Garzón; y en tercer lugar presento algunas consideraciones, críticas de Garzón y en apoyo al enfoque de Roberts.

Antes de entrar en el tema, señalo que esta nota se ha beneficiado de las observaciones y sugerencias que  me ha enviado Michael (por supuesto, los errores y problemas que pueda contener son de mi entera responsabilidad). Por otra parte, y a fin de que se puedan considerar los argumentos de conjunto, no he dividido la nota en partes, a pesar de que excede el tamaño habitual de las entradas que subo al blog.

Roberts sobre la macro poskeynesiana

Roberts presenta el modelo macro de la TMM, tal como lo describe Scott Fullwiler.

Fullwiler parte de la igualdad Ingreso Nacional =  Gasto Nacional. El cual se puede descomponer en salarios + beneficios = inversión + consumo. Suponiendo que todos los salarios se gastan y todos los beneficios se ahorran, queda que ganancias = inversión. Fullwiler, sin embargo, escribe inversión = ganancias, dado que, según la teoría poskeynesiana, es la inversión la que lleva a los beneficios, y no al revés.

Luego sostiene que existen salarios que se ahorran, y se agregan a los beneficios para conformar el ahorro privado, S. Además, agrega el ahorro público: impuestos (T) – gasto público (G); y el sector externo, exportaciones (X) – importaciones (M). En términos de los cursos habituales de macro, se trata del tradicional modelo se saldos sectoriales: (S – I) + (T – G) = (X – M)      (*)

Se trata de la presentación habitual de la identidad de la renta nacional en términos de saldos sectoriales (véase, por ejemplo, Dornbusch, 1993, cap. 2). La diferencia que contiene el modelo de Fullwiler es que todas las ganancias van al ahorro (en las presentaciones de manual de macro usual las ganancias –por caso, dividendos- que reciben los hogares se dividen en ahorro y consumo). Obsérvese también que el sector externo está representado por la balanza comercial. Si se incorporan las transferencias internacionales netas, R, habrá que sumarlas tanto del lado del ingreso, como del sector externo. Así, el S sería Y + R – T – C; y el sector externo, la cuenta corriente, (X + R – M). De manera que los saldos sectoriales quedarían (S – I) + (T – G) = (X + R – M) (véase Dornbusch, citado). Lo importante sobre esta última cuestión es que el saldo de cuenta corriente nos estaría indicando la tasa a la cual están variando los activos exteriores netos. Por ejemplo, la variación del endeudamiento público con el exterior, o de las reservas internacionales. Variaciones que a su vez pueden ser potenciadas por los movimientos de capitales (registrados en la llamada cuenta financiera). Nada de esto, sin embargo, es considerado por Fullwiler. El neto externo está conformado por la balanza comercial.

En cualquier caso, una cuestión central que subraya Roberts es que estas identidades no muestran relaciones de causalidad: “las identidades no revelan la causalidad y la causalidad es lo que importa”. Una afirmación que coincide con lo que plantea Dornbusch, cuando sostiene que no existen argumentos para sostener que uno de los saldos sectoriales, por ejemplo, el de la balanza corriente, esté determinado por los otros dos (véase p. 26). Es que las identidades de saldos, necesariamente, siempre se establecen simultáneamente por la simple determinación de los beneficios, salarios y precios × cantidades.

Sin embargo, Fullwiler sí introduce relaciones de causa y efecto: de (*) obtiene que (S – I) – (X –  M) = (G – T). Dado que (G – T) es el déficit público, y suponiendo que el sector externo no varía, afirma que el aumento del déficit público implica el aumento del ahorro neto privado (S – I). Pero si los saldos sectoriales de la macro se establecen simultáneamente, no hay forma de derivar de ellos implicaciones o relaciones causales.

A su vez, si, como hace Fullwiler, excluimos los salarios, los ahorros son iguales a los beneficios. O sea, los beneficios después de la inversión son iguales al déficit público (siempre considerando que el neto comercial no varía). A partir de esta identidad, los poskeynesianos sostienen entonces que la inversión genera el beneficio; y que el déficit público genera el ahorro privado. De nuevo debemos señalar que a partir de las identidades de saldos sectoriales los poskeynesianos están postulando relaciones de causa – efecto (a “genera” b), que no están justificadas.

Por otra parte, y como señala Roberts, la identidad de Fullwiler es, en esencia, la identidad básica de Kalecki: ganancia = inversión. Si se agrega la inversión pública, tendremos que ganancia = inversión capitalista (o privada) + inversión pública. De nuevo, lo importante aquí es la causalidad, que va de la inversión al beneficio. Por lo tanto, según el enfoque de la TMM, si la inversión pública aumenta (y podría aumentar todo lo que se quisiera, con el simple expediente de la creación del dinero por parte del Estado), aumentan los beneficios. Roberts subraya: para los keynesianos es la inversión la que causa los beneficios. O sea, es el gasto de los capitalistas en inversión y consumo el que genera las ganancias. Insistimos en que estamos ante una relación de implicación (de la inversión al beneficio) sacada de unas identidades contables macro que en absoluto la demuestran.

Por lo tanto, y en oposición al planteo keynesiano, Roberts sostiene que en el mundo real de la producción capitalista los beneficios conducen a la inversión. Es que la “demanda efectiva” (incluyendo los déficits públicos) no puede preceder a la producción. La razón es que la demanda solo puede ser satisfecha cuando los seres humanos trabajan para producir cosas y servicios a partir de la naturaleza. En otros términos, la producción precede a la demanda y el tiempo trabajado determina el valor de la producción. Los beneficios son el resultado de la explotación del trabajo, y son invertidos o consumidos por lo capitalistas (podemos agregar que también van a impuestos). Todas estas relaciones implican secuencias temporales que desaparecen en la determinación simultánea de los saldos sectoriales.

La crítica de Garzón a Roberts

En respuesta al escrito de Roberts, Garzón sostiene –en acuerdo con Wray, referente de la TMM- que la causalidad va del gasto a los ingresos; desde la inversión a los beneficios; y desde el déficit al superávit. Pero en lugar de partir de las identidades macro, Garzón aspira a dar un argumento teórico fundado en la naturaleza del mercado, y la relación mercancía – dinero. Para esto sostiene que en toda compraventa “lo que una parte gasta lo ingresa la otra, porque el dinero no desaparece ni su cantidad se altera en la transacción”. Señalemos aquí que por “compraventa” Garzón entiende el acto único del cambio de dinero por mercancía (o mercancía por dinero). Esto es, no se trata de la metamorfosis “a lo Marx”, mercancía – dinero – mercancía, propia de la circulación simple; ni de la secuencia dinero – mercancía – dinero, característica de la circulación del capital.

Garzón agrega enseguida que la parte que inicia la transacción de compraventa, y permite que esta tenga lugar, “es la que gasta, no la que ingresa [el dinero]”. Esto porque esta última “no puede lograr por su cuenta ganar dinero con una venta porque necesita que alguien comience el proceso”. Sin embargo, la parte que gasta “sí puede decidir  por su cuenta si va a gastar dinero o no con la compra”. El endeudamiento, a su vez, será normalmente posible, a no ser el caso en que el deudor no goce de credibilidad. “Por lo tanto, si el comprador no quiere gastar, no lo hará; y si quiere gastar, lo hará…”. Sin embargo, el vendedor “no puede decidir por su cuenta si va a ingresar dinero o no. En otras palabras, el que gasta es quien tiene la llave de la compraventa”. De manera que el argumento clave de Garzón para la causalidad es que la compra tiene precedencia (es el punto de arranque, el factor activo) sobre la venta.

Garzón afirma luego que este razonamiento “se puede extrapolar al caso de los beneficios y la inversión”. Esto porque “[s]i suponemos dos agentes económicos, el superávit de uno de ellos es igual al déficit del otro”. Es que nadie “puede ahorrar si no hay al otro lado alguien que “desahorre”. En cambio, para “desahorrar” no hace falta que haya alguien queriendo ahorrar, basta –en el peor de los casos– con endeudarse o crear dinero, lo cual es siempre posible en condiciones normales”. Criterio que aplica a las identidades macro descritas más arriba, para concluir que, si bien el sector privado no puede “desahorrar” indefinidamente (no tiene el poder para crear moneda, o de imponer su utilización), el sector público “sí puede hacerlo porque emite la moneda que utiliza y además impone por la fuerza su uso”.

¿Análisis de la “compraventa” o de la metamorfosis de la mercancía?

Las consideraciones de Garzón sobre la compraventa, y el rol que le asigna al comprador, pueden parecer triviales en una primera lectura, pero tienen un propósito evidente: responder a la afirmación de Roberts de que la “demanda efectiva” no puede preceder a la producción, ya que “solo puede ser satisfecha cuando los seres humanos trabajan para producir cosas y servicios a partir de la naturaleza”. A ese fin, su argumento clave es que para llevar a cabo una transacción de compraventa la parte que la inicia y permite que la misma tenga lugar es la que compra (gasta), no la que vende (ingresa el dinero).

Garzón presenta el asunto como si fuera trivialmente “evidente”, pero no lo es. Es que para que el comprador pueda “iniciar” la transacción, el producto tuvo que haber sido llevado al mercado. Y si esto es así, el inicio de la transacción no es el acto de comprar, sino el “poner a la venta”. Para lo cual, antes de ser puesto a la venta tuvo que ser producido. Que es lo que dice Roberts, y Garzón no responde.

Pero además, para que el comprador pueda ofrecer el dinero para adquirir el bien tuvo que haber producido valor; o tuvo que haberse apropiado del valor generado por alguna otra persona; o debe tener la capacidad de endeudarse (o sea, debe tener crédito). En cualquiera de los casos, se pone en evidencia el error de Garzón de considerar el acto de compraventa de forma abstracta. Abstracto significa “separado”, “aislado”. Pero la explicación científica debe ser concreta, esto es, tomar el conjunto de las relaciones que intervienen en la determinación del acto singular de “compraventa”. Típicamente, esto significa la necesidad de analizar ese acto en el marco de la concatenación de la circulación de las mercancías y del dinero. En su forma más sencilla, en un escenario de circulación simple de mercancías. En esta, la compraventa no es un acto aislado, sino un eslabón de una larga serie de metamorfosis por las cuales las mercancías se transforman en dinero, y el dinero en mercancías. Pero desde este enfoque, el acto “compraventa” se desdobla en los actos separados de venta y compra: M – D, por un lado, y D – M, por el otro, en la formulación de Marx.

Por supuesto, en cada una de esas operaciones existe la “compraventa” de la que habla Garzón (es una verdad trivial que si alguien compra es porque alguien al mismo tiempo vende). Pero así considerada, esa “compraventa” es una unidad abstracta, que no nos dice nada del verdadero proceso por el cual lo que en el trueque es identidad, se transforma, con la introducción del dinero, en los actos separados, para el productor, de venta y compra. Lo cual, a su vez, implica la concatenación con todo el resto de compras y ventas. Por eso Marx sostiene que las dos metamorfosis (venta y compra, en la circulación simple) “que configuran el ciclo de una mercancía constituyen a la vez las metamorfosis parciales e inversas de otras dos mercancías” (1999, t. 1, p. 136 edición). Y por eso, inmediatamente agrega que “[l]a misma mercancía (lienzo) inaugura [énfasis nuestro] la serie de sus propias metamorfosis y clausura la metamorfosis total de otra mercancía (el trigo)”. Lo cual concuerda con la realidad: es el productor-vendedor quien lleva el producto al mercado, iniciando el proceso de transformaciones en dinero y en mercancía. Es lo opuesto de lo que Garzón dice que sucede.

Naturalmente, la esencia del asunto no se modifica por el hecho de que el comprador del lienzo compre a crédito (entregando, por caso, una promesa de pago). En su debido momento deberá disponer del dinero para saldar su deuda; y para ello deberá realizar el valor contenido en la mercancía que ha producido (o apropiarse del valor generado por alguien).

Agreguemos que el razonamiento abstracto de Garzón sobre “la compraventa” se potencia por las consideraciones arbitrarias que realiza. Por ejemplo, cuando afirma que la parte que ingresa el dinero (o sea, que vende la mercancía) no puede por su cuenta generar dinero con una venta, porque necesita que alguien comience el proceso. Pues bien, con ese razonamiento también pudo haber escrito que la parte que gasta no puede por su cuenta iniciar el proceso ni ingresar la mercancía, ya que necesita que alguien la haya puesto en venta. En el mismo sentido, frente a la afirmación de Garzón de que la parte que gasta sí puede decidir por su cuenta si va a gastar el dinero o no con la compra, también se puede sostener que la otra parte puede decidir no producir para el mercado; o no vender si el bien es duradero, etcétera.

En definitiva, en todos los casos, y contra lo que pretende Garzón, permanece el argumento de Roberts (y de la teoría marxista). A fin de que se realice la venta, es necesario: a) que se haya producido el bien; b) que se lo lleve al mercado; c) que el comprador haya realizado valor en una operación anterior; o esté en capacidad de realizar el valor correspondiente en una operación posterior, si adquiere la mercancía a crédito.

Interludio: observación sobre dinero y crédito en Garzón

En una comunicación personal Roberts sugiere que de hecho Garzón iguala el dinero con el instrumento de crédito, y no hace distinción entre ambos. Acuerdo con su observación: Garzón sostiene que, aunque el comprador “no tenga suficiente dinero puede endeudarse (o crear dinero, que es un tipo de deuda) y luego comprar el producto”. De manera que el crédito sería una forma de dinero tan asequible como el dinero propiamente dicho.

Se trata del mismo error que cometen los monetaristas, y que ya Marx, o la  banking school, criticaron a Ricardo y los partidarios de la currency. Para explicarlo en términos modernos, una tarjeta de crédito permite realizar una compra, y en ese sentido constituye lo que Marx llamaba un “crédito monetizado”; lo mismo ocurre con un pagaré, o un cheque posdatado, y similares. Se trata de instrumentos de crédito que permiten realizar una función del dinero, la de medio de cambio. Y esa función solo cierra en la medida en que la compra a crédito sea saldada en términos de dinero “contante y sonante”, esto es, con dinero que encarne valor. Pero esto es lo que no ocurre con la tarjeta de crédito: por eso no puede ser medida de valor; ni reserva de valor o medio de atesoramiento; y tampoco medio de pago. Naturalmente, si se tienen en cuenta estas funciones inherentes a la naturaleza del dinero (medida de valor, medio de pago, medio de atesoramiento y reserva de valor), se derrumba enteramente la idea de que se pueda generar poder de compra mediante el simple recurso de generar instrumentos de deuda.

La “ley de Say al revés” y la crítica marxista

La afirmación de Garzón de que la demanda (o sea, el polo del “comprador”) tiene la prioridad, o la iniciativa, en la transacción de compraventa, y el relegamiento de la producción a un segundo plano, enlaza con una suerte de “ley de Say al revés”, una concepción que parece subyacer a buena parte de los razonamientos keynesianos.

Esto es, en tanto la ley de Say viene a decir que toda oferta genera, en un lapso relativamente corto de tiempo, su demanda correspondiente, la “ley de Say al revés” da a entender que toda demanda genera su correspondiente oferta. Por lo cual bastaría fomentar la demanda para que haya producción. Idea que es muy conveniente para la TMM: la demanda se podría sostener a los niveles deseados por el gobierno, ya que este siempre podría inyectar dinero creado ex nihilo por el Estado. La cadena causal es: a) el aumento de la demanda provoca el aumento de la producción (factor pasivo); b) la parte compradora, poseedora del dinero, da lugar a la demanda (factor activo); c) el Estado crea todo el dinero necesario para sostener la demanda.

La realidad, sin embargo, es que ni la ley de Say, ni su inversa, rigen en el modo de producción capitalista. En cuanto a la ley en sí, y como anota Marx (en el capítulo 3 de El Capital), la simple introducción del dinero en la circulación abre la posibilidad de que a las ventas no le sigan las correspondientes compras; lo cual lleva a una crisis de sobreproducción. Y las crisis capitalistas –sobreproducción generalizada- constituyen la mejor “negación práctica” de la validez de la ley de Say.

Pero el rechazar la ley de Say no significa que la oferta, y la producción, puedan pasar a un segundo plano. En primer lugar, y como también observa Marx, el gasto (o sea, la demanda) tiende a aumentar a medida que aumenta la producción. En segundo término, y vinculado a lo anterior, es una realidad (de nuevo, trivial, pero que a esta altura hay que recordar) que ninguna sociedad puede consumir permanentemente más de lo que produce (para que se entienda, el endeudamiento no puede crecer indefinidamente). Y en tercer lugar, porque la producción tiene primacía sobre el consumo, ya que proporciona a este no solo su material, su objeto, sino también crea al consumidor y sus necesidades (véase Marx, 1981, p. 292). Por ejemplo, la producción de teléfonos celulares y computadoras generó la necesidad de consumir teléfonos celulares y computadoras, y no al revés. En un plano histórico más amplio, Marx señala cómo el hambre del hombre moderno es un hambre moldeada socialmente por el desarrollo de las fuerzas productivas. “El hambre es hambre, pero el hambre que se satisface con carne guisada, comida con cuchillo y tenedor, es un hambre muy distinta de la que devora carne cruda con ayuda de manos, uñas y dientes. No es únicamente el objeto de consumo, sino también el modo de consumo, lo que la producción produce no solo objetiva, sino también subjetivamente” (ibid., pp. 291-2). Es la base para una comprensión materialista de la historia.

Un ejemplo ilustrativo en Argentina

A lo anterior agreguemos todavía un argumento: es un hecho que incluso cuando pueda existir una fuerte demanda por algún producto, la misma no será satisfecha por la correspondiente oferta en tanto no existan las debidas condiciones de rentabilidad para la producción capitalista. Hemos tenido este caso en Argentina: por ejemplo, durante la primera década de los 2000 el gobierno estimuló la demanda de electricidad (facilidades para la compra de aires acondicionados, fomento del uso de la electricidad para cocinar, etcétera).

Defendiendo esta política, toda una serie de economistas “heterodoxos” plantearon que esa demanda aseguraría las inversiones correspondientes en la producción de energía (gas, petróleo, producción y transmisión de electricidad), principio de aceleración mediante (discutí estas cuestiones aquí, aquí). Pero esas inversiones no se realizaron, y la economía terminó con un fuerte déficit energético. El argumento de los empresarios fue que no les aseguraban las condiciones de rentabilidad suficiente. Lo cual pone en evidencia, desde el punto de vista práctico, la prioridad de la rentabilidad sobre las inversiones. En otros términos, la tasa de ganancia es la variable central para explicar la dinámica de la acumulación (ampliamos más abajo). No hay forma en que los keynesianos, y la TMM en particular, puedan pasar por alto, con meras maniobras monetarias, esta constricción social-material, objetiva.

Sobre el rol del dinero en el desarrollo económico  

La idea de Garzón sobre que el dinero es el que “inicia y permite” la transacción de compraventa, se vincula también con la noción keynesiana de que la circulación monetaria fue, a lo largo de la historia, el factor decisivo para el incremento de la actividad. Por eso, Keynes sostuvo que “la grandeza de Atenas dependió de las minas de plata de Laurium”; que la dispersión de los tesoros acumulados por Alejandro Magno “fue responsable, en último término, del progreso económico de la cuenca Mediterránea” (Cartago primero, luego Roma); y que “el largo estancamiento de la Edad Media” habría sido provocado, principalmente, por “la escasa oferta de metales monetarios de Europa” (véase Keynes, 1996, p. 307).

Sin embargo, si bien el dinero puede estimular el comercio, su circulación no es la causa de la producción de mercancías, sino al revés, la producción para el mercado es la causa de que se necesite dinero para la circulación. Esto se debe a que la producción para el mercado está determinada por las relaciones sociales de producción, y las fuerzas productivas. Por eso Pierre Vilar, en crítica a la concepción de Keynes, observa que en un mundo sin división  del trabajo, en donde las comunicaciones eran difíciles, y donde el trabajo no era remunerado en moneda, como ocurría en la Edad Media, no se necesitaba la moneda (véase Vilar, p. 23). Sin embargo, sí es cierto que, dado el constante movimiento del dinero, parezca que es este el que mueve a las mercancías. Por eso es natural que un economista acostumbrado a navegar en la superficie de los problemas, termine atribuyendo al dinero la función de “primer motor” del proceso de intercambio. Pero se trata de una visión fetichista del dinero. Por eso, y sobre esta cuestión, Marx observa que “…aunque el movimiento del dinero no sea más que una expresión de la circulación de mercancías, esta se presenta, a la inversa, como mero resultado del movimiento dinerario” (1999, p. 141, t. 1). Y poco más abajo agrega que el movimiento del dinero, en cuanto medio de circulación, no es en realidad más que el movimiento formal de las mercancías. Es la razón más profunda de por qué, los problemas cruciales de la sociedad capitalista –expresión de sus contradicciones sociales- no pueden ser superados con meras reformas monetarias de superficie.

Las diferencias de enfoques entre Garzón y Roberts remiten, en buena medida, a esta cuestión central. Por eso, cuando Roberts sostiene que lo decisivo para el desarrollo, en el modo de producción capitalista, es la producción –esto es, el trabajo productivo y la generación de valor y plusvalor-, está diciendo también que los males fundamentales de la actual sociedad solo se suprimen con cambios radicales en las relaciones de producción.

Identidades macro y “desaparición” de la plusvalía (o beneficio bruto)

 Nos tomamos la licencia de recordar el argumento de Garzón con respecto al beneficio y la inversión: la primacía de la demanda con respecto a la producción y la venta “se puede extrapolar al caso de los beneficios y la inversión”. Esto porque suponiendo dos agentes económicos, “el superávit de uno de ellos es igual al déficit del otro”. Es que nadie, sigue su razonamiento, nadie “puede ahorrar si no hay al otro lado alguien que “desahorre”.

Pues bien, a pesar de la importancia del asunto, Garzón no demuestra que exista alguna manera lógica de “extrapolar” su tesis sobre la primacía de la demanda (o la compra), a la relación entre beneficios e inversión. Y tampoco demuestra que haya conexión lógica entre los beneficios y la inversión, por un lado, y su afirmación de que “el superávit de un agente económico es igual al déficit de otro agente económico”.

Tratamos en este apartado esta última cuestión. La única “demostración” que presenta Garzón de que  el superávit de un agente económico es igual al déficit de otro agente económico es la identidad macro (S – I) – (X – M) = (G – T). Según esta ecuación, si el sector externo está en equilibrio, el superávit en (S – I) se corresponde con el déficit (G – T).

Sin embargo, y como ya hemos señalado, aquí estamos ante saldos sectoriales, no de “agentes”, obtenidos, además, simultáneamente por el equilibrio general entre sectores.

Razón por la cual no hay manera de aplicar esta identidad a la explicación de los beneficios y su relación con la inversión. Más precisamente, y como ha señalado Roberts, al utilizar los balances sectoriales macro las identidades de la TMM dejan en la oscuridad el excedente bruto del beneficio. Esto es, el concepto que significó una verdadera ruptura en la historia del pensamiento económico, por parte de los clásicos (sobre esta cuestión, aquí). Toda la compresión científica de la dinámica del sistema capitalista gira en torno a la relación entre la plusvalía (la forma social que toma el excedente en la sociedad capitalista) y el capital invertido. Pero esto es precisamente lo que queda borrado en el enfoque de la TMM (y también queda borrado en el enfoque neoclásico).

Para mostrarlo a través de un ejemplo práctico, es perfectamente posible que exista equilibrio entre S e I (o sea, el flujo de ahorro va enteramente a la inversión), y equilibrio entre G y T, sin que esos dos equilibrios anulen la existencia del beneficio capitalista. En otros términos, y contra lo que afirma Garzón, el beneficio capitalista no es sinónimo de “excedente de un agente y déficit del otro”. Es que el capitalista que invierte en capital constante y variable, y obtiene plusvalía, no genera en algún otro lado un “déficit” equivalente a la plusvalía que obtiene. Esa plusvalía es trabajo no pagado, y por lo tanto no constituye transferencia alguna de valor creado en cualquier otro sector de la economía. El capitalista habrá abonado al trabajador el valor de su fuerza de trabajo; y lo mismo habrá hecho con los capitalistas a los que les compró los insumos (en términos más precisos, los habrá comprado a sus precios de producción). En consecuencia, el sistema puede reproducirse a escala ampliada sin que exista la necesidad de que aparezcan déficits o superávits en los saldos sectoriales que se consideran en la macro. Por caso, el capitalista que ha obtenido beneficios los invierte en ampliar la producción (aumenta I; en aras de simplificar tomamos la inversión como sinónimo de la acumulación “a lo Marx”); lo cual genera plusvalía (aumenta S); y también puede aumentar T, que a su vez financia mayor gasto estatal.

Dicho esto, agreguemos todavía una observación a las identidades macroeconómicas, que tiene relevancia para las discusiones sobre las propuestas de la TMM. Se refiere a que el sector externo se representa siempre como la diferencia entre X e M. O sea, ni siquiera se trata del balance de cuenta corriente (como ocurre cuando agregamos R; véase más arriba). Por supuesto, esto se puede admitir en aras de la simplificación. Sin embargo, si decimos que la monetización de los déficits fiscales lleva con frecuencia a la desvalorización de la moneda nacional. Si decimos también que esto provoca la fuga de capitales (o sea, que parte importante de S fugue al exterior mediante la compra de reservas internacionales). Si además señalamos que este es un hecho que ha ocurrido repetidas veces (por ejemplo, en Argentina, donde partidarios de la TMM han hecho experimentos). Y si afirmamos por último que estas experiencias ponen en serio cuestionamiento la receta “cubramos el déficit creando dinero, sin importar el activo del Banco Central”, no parece que se pueda defender el enfoque de la TMM con una identidad contable tan simple como la conformada por (S – I) + (T – G) = (X – M)

Enfoques opuestos sobre el beneficio y la fuente de la demanda

Vayamos ahora a la relación entre beneficios y demanda, tal como la conciben los keynesianos, y su diferencia con el enfoque marxista. El tema lo discuto en el capítulo 3 de Keynes, poskeynesianos y keynesianos neoclásicos, y aquí presento el argumento de manera sintética.

En este punto la raíz de las diferencias radica en que el énfasis que puso Keynes en la demanda deriva de su concepción del valor. Cuestión que a su vez enlaza con las concepciones de Malthus, y su rechazo de la teoría del valor trabajo (a fin de no prolongar el texto, dejo de lado la influencia de Marshall en Keynes).

Para entender el problema, recordemos que, según la teoría del valor trabajo, al valor total generado en la producción le corresponde un poder de compra potencial equivalente, que está en manos de los terratenientes, los empresarios y los trabajadores. Esto significa que si los terratenientes, los empresarios y los trabajadores ejercen sus poderes de compra respectivos, la producción se venderá en su totalidad (de ahí que la explicación de las crisis por parte de Marx pasa por explicar por qué, en determinado momento, los capitalistas no ejercen su poder de compra, o sea, atesoran, y la economía se precipita en una crisis). Lo esencial es que, en esta concepción, la ganancia se genera en la producción (es trabajo no pagado). O sea, no surge en la venta; en esta solo se realiza.

En Malthus, en cambio, el beneficio surge cuando existe una demanda lo suficientemente elevada que hace que el precio de venta supere el costo de producción (en el cual, además de salarios e insumos, incluye un interés por el capital). Esto es, el beneficio surge por “recargo” sobre el costo. Y lo mismo sostiene Keynes: la ganancia surge de la diferencia entre el precio de venta y el costo. Así, en su esbozo biográfico sobre Malthus, lo reivindicó como el primer economista de Cambridge porque había elaborado la tesis de que “los precios y las utilidades están determinados por algo que describe, aunque no con demasiada claridad, como demanda efectiva” (Keynes, 1946, p. xxv). Y en la Teoría General (cap. 6) el beneficio surge simplemente de la diferencia entre el precio de venta de los productos finales y los costos (“costo de uso” + “costo de factores”; véase p)

Pero esto plantea el problema de cómo es posible que los beneficios de los capitalistas se originen por comprar barato y vender caro. En otros términos, la pregunta es de dónde surge un mayor poder de compra general, con relación al valor del producto ofertado. Marx plantea la cuestión en Teorías de la plusvalía, al analizar la teoría de Malthus. Luego de señalar que en Malthus el “aumento nominal del precio [en la venta] representa la ganancia”, pregunta “¿cómo se realizará este precio? ¿Quién lo pagará? ¿Y de qué fondos se pagará?” (Marx, 1975, t. 3, p. 34). Algo similar anota Rubin: “¿De dónde viene ese exceso que forma el beneficio? Malthus no da respuesta a esta pregunta. … piensa que el beneficio es un recargo que el capitalista agrega al valor de la mercancía, a ser pagado por el consumidor…” (1989, p. 297). Lo mismo plantea Bleaney; cuando se dice que hay ganancia porque la demanda supera al producto, “parece como si la demanda efectiva debiera venir de algún lugar extraño al sistema” (Bleaney, 1977, p. 67).

A pesar de los problemas, esta explicación de la ganancia por una suerte de “recargo” se repite una y otra vez en los manuales de Macro usuales. Los poskeynesianos también la han mantenido. Por caso, Chick (1983) considera que la ganancia está “dada” por la diferencia entre el precio de venta y el costo (p. 51). Y en una revisión abarcativa del enfoque poskeynesiano de los precios, Downward (2000) sostiene que en las teorías poskeynesianas los beneficios en el largo plazo surgen del procedimiento de agregar un mark-up sobre el promedio de los costos directos, en un contexto determinado organizativo (véase p. 216).

Es claro entonces que, en esta explicación de la ganancia, o bien se postula que hay algún poder de compra que surgió de la nada; o bien se recurre a la tesis “el superávit de uno es el déficit de otro”. Pero esta última explicación remite, en última instancia, a la misma pregunta de antes: ¿cuál es ese sector que genera siempre un poder de compra renovado, de manera que la demanda efectiva sea lo suficientemente elevada como para que haya ganancia? De hecho, hasta ahora los poskeynesianos no tenían respuesta a esta pregunta. Por eso en los modelos tradicionales de Cambridge (caso típico, los modelos de crecimiento de Kaldor) la ganancia es un dato, cuya naturaleza y posibilidad nunca se explica. En este respecto, la TMM proporcionaría una respuesta: el poder de compra adicional lo generaría el Estado al crear dinero. Puede verse, además, la conexión entre la concepción keynesiana de la ganancia y la “extrapolación” que realiza Garzón desde el rol de la demanda en la transacción de compaventa, al beneficio.

La relación entre beneficio e inversión

Lo anterior nos permite entender, además, por qué los keynesianos dan precedencia a la inversión sobre el beneficio. Es que, según Keynes, la inversión está determinada por la eficiencia marginal del capital (un proxi a la tasa de ganancia “a lo Marx”); la EMC, a su vez, está determinada por los ingresos esperados por parte de los empresarios (además de los costos); esos ingresos dependen de la demanda esperada; la cual depende del consumo y de la inversión. Como la demanda determina –dados los costos- los beneficios, se concluye que los empresarios obtienen beneficios en la medida en que deciden invertir (y consumir). Y deciden invertir porque esperan que los beneficios sean elevados. O, en palabras de Kalecki, los empresarios ganan lo que gastan. Desde este punto de vista se plantea entonces el problema de por qué, en determinado punto del ciclo, los empresarios interrumpen la inversión, precipitando el viraje a la crisis y la recesión (o depresión). Si los empresarios ganan lo que gastan, y durante el auge económico el gasto es elevado, ¿por qué entonces cae la inversión?

En este último respecto, el enfoque marxista proporciona una explicación más coherente. Esta coherencia se basa en una teoría del valor, concretamente la teoría del valor trabajo (a diferencia de los keynesianos; esta es la razón última de por qué no pueden explicar la naturaleza y origen del beneficio). Según entonces el enfoque de Marx, en determinado punto la acumulación de capital constante por obrero ejerce una presión bajista sobre la rentabilidad del capital, lo cual incide negativamente en la inversión. Por eso las crisis estallan en momentos en que el auge llega a su pico. Subrayamos, en el enfoque keynesiano cuesta encontrar una razón por la cual la inversión se contrae, en determinado punto de la fase expansiva del ciclo. Por otra parte, y desde el punto de vista empírico, Tapia (2017) y Roberts (2017) han demostrado que las ganancias preceden a la inversión; en particular, que la caída de las ganancias precede, en varios trimestres, a la caída de la inversión. Es muy difícil encajar este hecho con la relación que establecen los keynesianos entre inversión y beneficio.

A margen de esta cuestión, y según el enfoque de la TMM, dado que el gasto precede a los beneficios, si se debilita el gasto de los capitalistas privados el Estado puede intervenir manteniendo el gasto público mediante emisión monetaria, Esto es, las crisis serían imposibles, provisto que el gobierno emita dinero en la cantidad necesaria. Una nueva expresión de la idea básica que sustenta la TMM: que todos los males del capitalismo pueden evitarse con una adecuada dosis de emisión monetaria. En definitiva, y como he sostenido en notas anteriores, estamos ante una suerte de curanderismo social estilo Proudhon.

Señalo por último que las críticas presentadas en esta nota complementan las presentadas en anteriores entradas (que no veo que hayan sido respondidas al día de hoy). En especial, sigue pendiente que algún defensor de la TMM explique por qué la receta de la emisión monetaria “solución todo terreno” tuvo tan poco éxito en Argentina, país que habría aplicado la receta (bajo el gobierno kirchnerista). O por qué ha funcionado tan mal en Venezuela, a pesar de las ingentes cantidades de dinero que inyectaron los gobiernos chavistas.

Bibliografía citada:
Bleaney, M. (1977): Teorías de las crisis, México, Nuestro Tiempo.
Chick, V. (1983): Macroeconomics after Keynes. A Reconsideration of the ‘General Theory’, University College, University of London.
Dornbusch, R. (1993): La macroeconomía de una economía abierta, Barcelona, Bosch.
Downward, P. (2000): “A realist appraisal of post-Keynesian pricing theory”, Cambridge Journal of Economics, vol. 24, pp. 211-24.
Garzón, E. (2019): “Réplica a Michael Roberts sobre el modelo macro de la Teoría Monetaria Moderna” https://www.elsaltodiario.com/dinero/economia-marxismo-replica-michael-roberts-modelo-macro-teoria-monetaria-moderna?fbclid=IwAR2rRH1_U45nuQIA75dcbWaDR1An5yJIM2E0xfuiSi7BvV84B9xPGeAK9Yc#.
Keynes, J. M. (1946): “Robert Malthus. El primer economista de Cambridge, en Malthus, Principios de la Economía Política, México, FCE.
Keynes, J. M. (1986): Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, México, FCE.
Keynes, J. M. (1996): Tratado del dinero, Madrid, Aosta.
Marx, K. (1975): Teorías sobre la plusvalía, Buenos Aires, Cartago.
Marx, K. (1981): “Introducción a la crítica de la Economía Política” en Contribución a la crítica de la Economía Política, México, Siglo XXI.
Marx, K. (1999): El Capital, Madrid, Siglo XXI.
Roberts, M. (2017): “The profit-investment nexus: Keynes or Marx?”, Paper to Historical Materialism New York, April, https://thenextrecession.files.wordpress.com/2017/06/the-profit-investment-nexus-michael-roberts-hmny-april-2017.pdf.
Roberts, M. (2019): “El modelo macro de la Teoría Monetaria Moderna”, Sin permiso, 7/03/2019, http://www.sinpermiso.info/textos/el-modelo-macro-de-la-teoria-monetaria-moderna.
Rubin, I. I. (1989): A History of Economic Thought, Londres, Pluto Press.
Tapia, J. A. (2017): Rentabilidad, inversión y crisis. Teorías económicas y datos empíricos, Madrid, Maia.
Vilar, P. (1982): Oro y moneda en la historia (1450-1920), Barcelona, Ariel.

Descargar el documento: varios formatos siguiendo el link, opción Archivo/Descargar Como: «Discusiones en torno a la TMM»

 

Written by rolandoastarita

28/03/2019 a 12:17

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24 respuestas

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  1. Rolando, es posible asistir como oyente a sus clases? En qué facultades está impartiendo y qué asignaturas?

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    marco

    29/03/2019 at 13:42

    • No tengo problema en que vayas como oyente. Actualmente doy lunes y jueves, de 17 a 19, Desarrollo Económico, en FCE-UBA (los segundos cuatrimestres doy «Tópicos de Micro», en realidad teoría del valor y la distribución en Ricardo, Marx y Sraffa, en el mismo horario).
      En Sociales doy una optativa, teorías del desarrollo económico, con especial atención a la teoría marxista, corriente de la dependencia. Va los sábados de 9 hs a 13.
      En Quilmes doy Macroeconomía, los martes y viernes de 18 a 20 hs (también los miércoles de 18 a 22). Y Sistema Financiero Internacional los martes y viernes de 20 a 22 hs.

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      rolandoastarita

      29/03/2019 at 14:40

  2. Qué opina de este hilo de twitter que rechaza el último gobierno de Cambiemos como neoliberal: https://twitter.com/ziberiaI/status/1111235466408480768 ?

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    markos

    29/03/2019 at 14:29

    • El problema con el término «neoliberal» es que no se sabe bien qué quiere significarse con el mismo. Esta es una razón por la cual yo no lo utilizo. Podríamos decir tal vez que el «liberalismo» en sentido estricto hoy está encarnado por los que adhieren a la tradición austriaca (desde Menger a Von Mises, Hayek, etc.). En sus expresiones extremas sostienen que ni siquiera debe haber banco central. De todas formas, lo que predomina en el pensamiento económico «oficial» (aquí y en casi todos los demás países) son los «nuevos keynesianos», y la «nueva síntesis neoclásica keynesiana». Tienen un enfoque básicamente walrasiano, pero admiten que en los mercados hay imperfecciones, y esto habilitaría una cierta intervención del Estado. Si no existieran esas imperfecciones de los mercados (por ejemplo, debidas a asimetrías de información), los mercados llegarían al equilibrio walrasiano. Adoptan mucho de los «aportes» de Friedman (por ejemplo, que la inflación es un fenómeno monetario; la tasa «natural» de desempleo, o en la variante NAIRU); pero se inclinan al control de la inflación vía tasas de interés (cosa que no hace Friedman). Y por supuesto, están a favor de reducir déficits fiscales y aperturas económicas. Dentro de esta corriente, naturalmente, hay matices. Pero comparten ese tronco común (en «Keynes, poskeynesianos y keynesianos neoclásicos» doy un panorama de esta situación).

      El gobierno de Macri está más bien en esta «onda». Incluso con algunos rasgos del keynesianismo «bastardo». Por ejemplo, intentó sostener la demanda fomentando obra pública, financiada con endeudamiento. Algo que no encaja en el programa estrictamente «neoliberal» (a lo austriaco). O no avanzó en el debilitamiento de los sindicatos, y en el despido de empleados estatales, que exige el liberalismo más ortodoxo.

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      rolandoastarita

      29/03/2019 at 14:58

    • Esto es algo que llama la atención. Diferentes autores y corrientes políticas, usan el término neoliberal para significar cosas muy distintas. Hay quienes se refieren al «capitalismo neoliberal» como un «modelo de acumulación y distribución». Como si, dado el modo de producción capitalista, se pudiera elegir a voluntad política un «modo de acumulación» determinado entre muchos alternativos. Por ejemplo, entre un «capitalismo neoliberal financiero y rentístico», por un lado, y un «capitalismo keynesiano orientado a la producción y el trabajo», por el otro. Desde ya, la utilidad que les brinda el concepto de «capitalismo neoliberal» es posicionarse contra un tipo de capitalismo en particular y al mismo tiempo salvar otros tipos de capitalismo, supuestamente factibles y menos «salvajes».
      También los hay quienes definen al neoliberalismo como una fase en el desarrollo mundial del capitalismo. Así se habla de la era del capitalismo neoliberal. Sin embargo, la hegemonía de determinada ideología política burguesa parece mas la consecuencia que la causa de cambios en las necesidades de valorización del capital. Por ejemplo, la lucha del capital contra su tendencia decreciente (de la rentabilidad y la acumulación), llevo desde los años 80s hasta la gran recesión del 2008, a un gran impulso en la internacionalización de las relaciones de producción (un nuevo nivel caulitativamente más elevado de la socialización internacional del trabajo, de la concentración internacional de la producción y de la centralización internacional del capital, etc.). En ese sentido, el neoliberalismo fue la ideología política -basada en la síntesis neoclásica – que mejor expresó la necesidad de barrer todos los obstáculos políticos y económicos al crecimiento de los flujos internacionales de capital en todas sus formas -mercancía, producto y dinero- con el objetivo de restaurar los beneficios y la acumulación. La diferencia con el viejo liberalismo, es que no se impuso ninguna tendencia a los llamados gobiernos mínimos, puesto que la hegemonía neoliberal no modificó la tendencia del capitalismo de posguerra al aumento del gasto público como % del PBI.

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      luisgac

      04/04/2019 at 20:28

  3. Hola, cómo siempre muy fino el análisis de los sentidos y contrasentidos de los enfoques teóricos marxista y la TMM, pero ¿cuál es la propuesta política concreta, si es que existe, para salir del laberinto?

    Gonzalo.

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    Darrigrand, Gonzalo

    30/03/2019 at 12:25

  4. Lo cierto es que poner en práctica un programa económico, dentro del capitalismo, que favorezca a la clase trabajadora, lo único que va a lograr es desabastecimiento y recesión. Una economía capitalista solamente puede crecer esplendorosamente cuando se le garantiza al capital altas tasas de ganancia, pero eso sólo se puede lograr a costa de los bolsillos de los trabajadores.
    La alternativa es un nuevo sistema.

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    Amauta

    01/04/2019 at 14:43

  5. Uma crítica à Roberts e Astarita

    A questão de saber se há causação eficiente do investimento para o lucro ou do lucro para o investimento é advém de um equívoco. Na perspectiva da dialética há ação recíproca tanto entre a oferta agregada e a demanda agregada medida aos preços de mercado quanto entre o lucro e o investimento. Uma coisa é certa: a produção de mercadorias determina a oferta, mas apenas torna possível a demanda.
    Eis que a oferta de mercadorias por parte dos capitalistas industriais visa a geração de valor e mais-valor, enquanto que a demanda de capitalistas em geral e não capitalistas visa sempre um valor de uso específico. Tem-se aqui, pois, apenas uma outra forma da contradição entre valor e valor de uso que mora nas mercadorias em geral. Ora, é por causa dessa contradição que há na economia capitalista um problema perene da realização do valor das mercadorias – problema este que Marx, pondo uma pitada de dramaticidade, denominou o “salto mortal da mercadoria”.
    É por isso, como se sabe, que Marx criticou a chamada Lei de Say – e o fez de modo distinto de Keynes. No entanto, é possível especular, ele teria criticado também a chamada de Lei de Keynes, segundo a qual a demanda cria a sua própria oferta.
    Para entender essa questão, veja-se que a oferta é representada quase sempre por estoques de mercadorias postas à venda. E que, portanto, a oferta agregada se apresenta quase sempre, em quase todos os momentos, como superior à demanda agregada. Como contrapartida desse fenômeno, é preciso convir que a demanda tem um certo grau de autonômia. Mesmo se o dinheiro é estritamente o ouro, àqueles que vendem podem entesourar rebaixando a demanda agregada; os governos, por exemplo, podem tomar emprestado daqueles que tem dinheiro ocioso para elevar a demanda agregada. Logo, a questão da demanda efetiva que aparece na teoria keynesiana em geral é de fato um problema da economia capitalista.
    Já aqui se pode tratar da questão da inflação ainda num contexto da economia clássica. A demanda pode crescer porque há um forte desentesouramento no setor privado ou porque o governo está tomando emprestado para a gastar acima do que recolhe por meio da tributação. Se a demanda agregada se aproxima da oferta agregada, haverá um rebaixamento ou mesmo um esgotamento de certos estoques, haverá demandas solventes que não poderão ser satisfeitas, surgirão gargalos na produção. Nessa situação, é evidente, o nível de preços de elevará como manifestação das carências da oferta. Note-se que se está aqui pensando numa perspectiva de curto prazo em que o sistema econômico está sempre fora do que equilíbrio.
    Numa perspectiva de longo prazo é preciso mencionar que há um outro constrangimento estrutural da produção mercantil e, assim, da oferta agregada. E nesse caso é melhor passar a pensar no contexto contemporâneo em que o dinheiro se afigura como puramente fiduciário. Nesse caso, como o Estado pode, em princípio, emitir dinheiro à sua vontade, pode-se dizer que deixa que ele de ter uma restrição orçamentária; é evidente, entretanto, que ele tem que respeitar a restrição de oferta que se origina na própria lógica da produção de mercadoria se é que ele não pretende produzir uma hiperinflação.
    Como a produção mercantil visa o valor e não o valor de uso, mesmo se para obter valor é necessário produzir valores de uso, a expansão da produção e mesmo da capacidade de produção está condicionada tanto pelo montante de lucro acumulado no passado quanto pela taxa de lucro que é possível obter mediante os novos investimentos. O seja a taxa acumulação de capital pode ser escrita como uma função da taxa de lucro líquida (taxa de lucro menos a taxa de juros), dos impulsos excedentes de demanda e da taxa de aproveitamento do potencial de crescimento da economia, ou seja, da razão entre o investimento e a massa de lucro (< ou = a 1, por definição). À medida que essa razão vai se aproximando de um, cada vez mais os impulsos de demanda sobrevenientes resultarão em aumentos do nível dos preços e não em produção crescente.
    Os delineamentos mais gerais dessa teoria, desenvolvida amplamente por Anwar Shaikh em seu livro Capitalismo, foi apresentada nesse blog nos dias 8 e 15 de abril em dois posts com o título A teoria de inflação na tradição clássica – Parte I e Parte II.

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    Eleutério F S Prado

    01/04/2019 at 16:00

    • Dos observaciones. Primero, no entiendo bien qué relación tiene esto con la discusión con la TMM. Este debate es, esencialmente, acerca de la naturaleza del dinero. No veo que Shaikh trate esta cuestión.

      Segundo, y vinculado a lo anterior, pienso que en los análisis de Shaikh existe un vacío sobre la cuestión específicamente monetaria. He tratado esto en el capítulo 9 de «Economía política de la dependencia y el subdesarrollo»; en ese capítulo discuto la explicación de Shaikh sobre tipo de cambio. Para presentar el problema en forma sintetizada: la explicación de por qué las crisis del siglo XIX, o la de 1930, fueron de tipo deflacionario; y por qué la crisis de 1974-5 tuvo características inflacionarias remite a cuestiones específicamente monetarias. Esto es, pienso que no pueden explicarse solo por alteraciones en la relación entre la oferta y la demanda.

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      rolandoastarita

      02/04/2019 at 08:57

    • Razonan como patriotas, no como marxistas. Se manifiesta en forma muy clara cuando plantean su método de análisis: «partir de la situación internacional y las relaciones entre los Estados en pugna porque el mundo no es una sumatoria de Estados nacionales sino una realidad económica, social y política jerárquicamente integrada. Esto implicaba reconocer que Inglaterra pertenece al reducido grupo de países imperialistas que someten al resto del mundo semicolonial como el nuestro».

      El análisis no se hace en términos de clases sociales, sino de Estados y sus «jerarquías» en el plano internacional. Por eso también la preocupación es desarrollar «la conciencia nacional».

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      rolandoastarita

      02/04/2019 at 23:05

    • En la misma corriente patriota -lucha entre estados y no lucha entre clases- está Jorge Altamira, dirigente del Partido Obrero (PO) de Argentina, trotskista, esta vez referido a Venezuela.

      Veamos el artículo de Altamira, de fecha 01/04/19, titulado «Putin en Venezuela»

      Ver aquí: https://prensaobrera.com/internacionales/63318-putin-en-venezuela

      Entre una de las tantas perlas planteadas por Altamira-PO, aquí van algunas:

      «Ni Rusia ni China, sin embargo, representan una posibilidad o amenaza de dominación colonial de Venezuela. Eso sí representa Trump, en FORMA EXCLUYENTE; el imperialismo mundial está representado por EEUU y la Otan. La restauración capitalista en China y Rusia representa el ingreso de estos dos estados a la órbita del imperialismo mundial (N.E. ¿?), con independencia de las contradicciones que esta integración internacional suscita y no puede dejar de suscitar, como consecuencia del carácter antagónico de la economía mundial en su conjunto. Al recurrir al apoyo económico y militar de Rusia y de China, el gobierno madurista NO TRAFICA LA SOBERANÍA de Venezuela de un imperialismo a otros, INCLUSO SI FAVORECE LA ENTREGA de recursos estratégicos puntuales a capitales de China o Rusia. La dominación imperialista es una estructura social y política de conjunto, no se reduce al entreguismo (en varias ocasiones, gobiernos revolucionarios han contemplado ofrecer concesiones a compañías extranjeras).» (N.E. énfasis nuestro. Pregunta: ¿El gobierno de Maduro es revolucionario?)

      En este artículo Altamira asume el papel de se consejero de «izquierda» de la dictadura militar burguesa de Maduro. Aunque para Altamira-PO, NO es una dictadura.

      Veamos :

      «Denunciar las limitaciones de los métodos de la camarilla militar venezolana frente a Trump y señalar su carácter, en ÚLTIMA INSTANCIA, anti-obrero, no es lo mismo que poner en el mismo plano la ofensiva del imperialismo yanqui con la búsqueda de un apoyo ‘defensivo’ de parte de Rusia y de China. (N.E. énfasis nuestro. ¡Increíble!).»

      «Lo que para Venezuela aparece como una AUTODEFENSA TRANSITORIA, para los regímenes de Rusia y China tiene una finalidad reaccionaria, que es acomodar sus intereses con el imperialismo yanqui.» N.E. Oye Maduro, dice aquí Altamira, lo tuyo es una autodefensa transitoria. ¡Cuídate de los rusos y de los chinos!

      «Al recostarse en Putin y Xi, Maduro y Padrino corren el riesgo de que un acuerdo por encima de ellos termine con sus cabezas». N.E. ¡Cuidado Maduro y compañeros, tienen que recostarse con mucho cuidado en Putin y Xi! Si no lo hacen les cortarán sus cabezas, aconseja Altamira

      «En este contexto de conjunto, poner en pie de igualdad la acción del imperialismo yanqui contra Venezuela con la de los restauracionistas ruso y chino, es una posición pro-imperialista. » Fin de la cita.

      Increíble, pero cierto. Es asombroso: ya la dictadura burguesa de Maduro, en última instancia «anti-obrera», Altamira dixit,, está siguiendo al pie de la letra los consejos y argumentos geopolíticos del dirigente del Partido Obrero,

      Como diría Orwell: todos los imperialismos son iguales, pero hay algunos que son más iguales que otros.

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      La duda metódica

      04/04/2019 at 14:49

    • Te agradezco Rolando este ultimo comentariio («Razonar como patriotas, no como marxistas» . completamente de acuerdo, sin dudarlo… por algo Natalia Sedova, Grandizo Munis, Benjamin Peret y otros abandonaron a los «trotskistas» en 1948,,, aunque desde antes ya venian tocados por aquello del ‘giro frances’ de Trotsky) ‘… Hace mucho tiempo que mucha supuesta izquierda (la casi total generalidad — la generalidad de los marxistas-leninistas en todas sus variantes, de los nacional-populistas y adyacentes psicodelicos posmodernos) suplanto o sustityo el enfrentamiento entre clases, por el hipotetico enfrentamiento entre «naciones», por decirlo de alguna manera ( el antiimperialismo como excusa para ocultar la lucha de clases), porque la «nacion» es primordial para las facciones burguesas, sean estas las que sean (fuertes o debiles), siempre necesitan de la propiedad privada, es decir de un pais en propiedad para ejercer la explotacion y extraccion de plusvalia (‘o sease de la sacrosanta ‘nacion’) territorio de succion explotadora detro del engranaje mundial de acumulacion de capital . (En realidad, el fraude dentro del socialismo se dio en el cambio que se ñproduce entre la primera y la segunda internacional, es decir entre la primera internacional internacionalistas -los ´federados’, que aunque minoritarios estaran en la Comuna de 1871- , y la segunda internacional, producto de una corriente no marxista procedente de Lassalle, uno de los padres de la socialdemocracia alemana, que llegara a pactar con Bismarck un conjunto de acuerdos por el bien de la ‘nacion», de hecho, el origen del «estado de bienestar’ se le debe a la socialdemocracia alemana y a Bismarck, cuando este sustrajo de las manos de la clase obrera alemana la administracion directa de, todo un conjunto de mutuas, casas de socorro, apoyo mutuo, sanidad, alimentacion, y cooperativas, etc, «por motivos de seguridad nacional»… Tiempo despues las tesis del imperialismo provendran del austriaco Hilferding —socialdemocrata de derechas–, del que copiara Lenin sus famosisimas antiimperialistas —., de aquellas aguas aquellos lodos…

      ..Pero quien habla del antiimperialismo puede hacerlo lo mismo respecto al antoifascismo (en Europa en los medios de la supuesta izquierda estan espantados por el auge de los partidos de la extrema derecha). Bien retrocedamos en el tiempo. Cuando las tropas nazis alemanas entraron en el Paris ocupado (1940), el Partido Comunista Frances (con Thorez de secretario general) fue a recibirlas y a negociar la libre publicacion de su periodico «L’Humanite», bajo la ocupacion… ¿extraño?, no que va,,,, años atras, en 1936, en el mismo Paris, Palmiro Togliatti, publicaba un articulo en los medios del partido, indicando la aceptacion de los principios ideologicos del fascismo italiano de 1919, y proponiento un pacto politico entre el Partido Comunista Italiano y el gobierno de Musssolini…

      Volvamos atras, por las tesis del «tercer periodo’ de la tercera internacional Adolf Hitler puede ascender al poder en Alemani, habra alianzas entre el Partido Comunista Aleman y llos nazis alemanes, convocatoria de huelgas y actos de homanaje conjuntos,…Karl Radek es clave en comprender todo el proceso (Lenin dira aquello de » pero si es que Radek tenia razon» Stalin lo eliminara ((a Radek) posteriormente por aquello de no dejar testigos, de aquella epoca de colaboracion con el nazismo y de exterminio de las organizaciones revolucionarias, luego en 1939 ya entegara directamente a militantes comunistas alemanes –incluyendo a estalinistas del KPD– directamente a los nazis para sus campos de concentracion — cerca de dos mil — )….(1). Por eso, un importante de las organizaciones revolucionarias alemanas (KAPD, etd), Otto Ruhle, se preguntaba «¿como es posible que cerca de tres millones de obreros alemanes, armados, puedan perder la revolucion proletaria?»

      Cuando Franco y todos los demas generales africanistas se alzaron el 18 de julio de 1936 contra el gobierno del Frente Popular, en la segunda Republica española, el objetivo era un golpe de estado corto, de rapida ejecucion y maduracion,,, mas sin embargo se produjo un controgolpe el 19 de julio, conocido como la «jornada del 19 de julio», es decir, que el golpe de los fascistas fue bloqueado y derrotado por fuerzas revolucionarias proletarias, es decir, cientos de miles obreros pararon el golpe., En 1935 en la tercera internacional, hizo publicas sus famosas tesis sobre el «antifascismo» (y los «frentes populares», es decir, en la guerra española,se abrio el camino de la revolucion, y fue aniquilado a tiros por los estalinistas, (mas la ayuda antifascista de la direccion de la cnt y del poum, en el mayo de 1937)… Ya para 1937, Stalin estaba negociando en Viena, con los nazis alemanes para cuando terminaria la guerra española (en 1937 bombardena los nazis y alemanes Gernika)… y dos años vendria el pacto directo entre ambos…

      ¿Alguien se puede sorprenden entonces que Hitler y Stalin pactaran el acuerdo Molotov-Ribentropp?. Pero si es que habia un acuerdo de colaboracion militar entre Rusia y Alemania, desde muchismo antes, la famosisima estrategia de guerra ‘blitzskrieg’ –guerra relampago– se desarrollo en realidad en Mongolia, la sustitucion de la caballeria por los tanques con el mariscla Zhukov como gran aprendiz y con asesores alemanes. luego tambien Stalin machacaria al victorioso mariscal— (1)

      La fuente primaria de todo este desatino, tragedia o derrota de la revolucion proletaria, es la socialdemocracia y todos sus vastagos posteriores (sean de la escuela marxista-leninista que se autodenomine como quiera: leninista, trotskista o maoista.. y si me apuran …). La funcion de la socialdemocracia es siempre la misma la integracion del clase obrera en el redil del capital, sus administacion y gestion de la lucha de clases… En caso existir problemas de acumulacion o de profundizacion de la explotacion o de integracion de esa clase obrera, la alternativa siempre a la socialdemocracia –o sucesora de esta– es el fascismo ( es decir, la tesis es que «si no es por consenso, sera por cojones»). Y para ello se invento el ant-fasicismo (para elegir siempre el mal menor, es decir la aceptacion de las condiciones, que siempre es menos costoso y gestionable para el capital la sacrosanta democracia)..

      Decia Amadeo Bordiga aquello sobre el fascismo….

      Hasta que no superemos a la socialdemocracia . por activa o por pasiva, en cualesquiera de sus variantes, l el camino de la revolucion proletaria estara bloqueado.

      saludos.-

      ——————-
      notas:

      (1). Una historia roiexpress del rojipardismo.
      https://www.elsaltodiario.com/historia/una-historia-expres-del-rojipardismo

      (2).- La historia es una tragedia y una farsa, y el relato de la URSS no deja de cumplir con ello en ningun momento. Adoptar la propaganda del momento como explicacion de los hechos, pero peor aun sostenerla ocho o diez decades despues, solo puede ser expresion de enfermedad, de un profundo trauma por enfrentarse a la aridez de los hechos.

      Para entender a la URSS, a la revolucion de octubre, a Lenin, Stalin y a la estrategia del tercer periodo de la III internacional, la llamada al frente popular, a la revolucion democratica, etc… temas recurrentes de la llamada extrema izquierda, repetidos inamoviblemente y por toda la eternidad, se ideologiza, se mitifica, se petrifica, se anula el pensamiento al fin y al cabo. Lo que no se dice es que aquellos programas, justificaciones y excusas no fueron producto de una ‘linea ideologica’ estrategica, sino producto coyuntural de juegos de poder, temporalmente especficos …lo enfermizo es seguir en ellos y pretender continuar en el limbo de la inopia.

      Sugiero un libro, ameno, rapido, inteligente, que explica todo ese proceso de la revolucion rusa, a traves de las relaciones politicas entre Alemania y Rusia, ¿la derecha alemana aliada con los bolcheviques?. Publicado por Sebastien Haffner en 1988, seudonimo de Raimund Pretzel. Opositor al nazismo, exiliado en Londres tras el ascenso al poder de Adolf Hitler. A su regreso, fue un periodista, escritor y politico, emblematico de la izquierda alemana de postguerra. Seria considerado en su epoca el padre adoptivo –periodistico– de una joven periodista, con un nombre muy conocido, Ulrike Meinhof.

      Se lee de una tirada, con tranquilidad e inteligencia, no es un tratado de historia, pero la explica y la hace comprensible, muchas seran las sorpresas para algunos(en realidad a lo largo del tiempo habria incluso mas): En una sentada se puede leer, esta en formato pdf.

      Sebastian Haffner. El Pacto con el diablo.
      82 pp. Edit. Destino.
      http://tinyurl.com/Haffner-pacto-con-el-diablo

      …………………….

      ——————————–

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      Petriko Barreno

      04/04/2019 at 16:27

  6. Agregado al comentario anterior, sobre sobre el artículo infame, ultrapatriota, ultranacionalista, de Jorge Altamira, dirigente del Partido Obrero de Argentina, trotskista, titulado «Putin en Venezuela»

    Ver aquí: https://prensaobrera.com/internacionales/63318-putin-en-venezuela

    Dice Altamira que «Ni Rusia ni China, sin embargo, representan una posibilidad o amenaza de dominación colonial de Venezuela. Eso sí representa Trump, en forma EXCLUYENTE; el imperialismo mundial está representado por EEUU y la Otan». Énfasis nuestro.

    «Lo que para Venezuela aparece como una AUTODEFENSA TRANSITORIA, para los regímenes de Rusia y China tiene una finalidad reaccionaria, que es acomodar sus intereses con el imperialismo yanqui.» Énfasis nuestro.

    En su discurso ultrapatriota parece que Altamira que no se da cuenta (!!!!) que con esta argumentación está apoyando al régimen genocida sirio de Al-Assad, que con la alianza y la ayuda de los bombarderos rusos y los mercenarios iraníes, ha masacrado al pueblo sirio en nombre del «antiimperialismo» yanqui. El único imperialismo existente según Jorge Altamira.

    En otras palabras, Al-Assad, según Altamira, está desarrollando una «autodefensa transitoria» al aceptar la ayuda de Rusia e Irán. Los gobiernos «revolucionarios» pueden hacer esto, afirma Altamira. Aunque signifique masacrar al pueblo sirio y entregar los recursos del país, tal como acordó Al-Assad con Rusia, en cuanto a sus recursos naturales. Léase petróleo y vaya a saber que riquezas más. No hay apoyos gratis.

    Recordemos aquí un buen chiste de un tuitero anónimo venezolano: «Estados Unidos quiere el petróleo venezolano. Rusia y China quieren comer pescado frito en playa Parguito». Parguito es una playa famosa de la isla de Margarita de Venezuela.

    Continuamos. Si hay alguna duda de esta conclusión lógica de la argumentación «geopolítica» nefasta de Jorge Altamira, es interesante analizar la visita a Siria de ayer (04/04/19) de Jorge Arreaza, el canciller de la dictadura burguesa genocida de Maduro y su mafia.

    La información de esta gira está en la web de Telesur y se titula:

    «Al-Assad: Lo que ocurre en Venezuela es similar a Siria».

    Ver aquí: https://www.telesurtv.net/news/canciller-venezolano-afirma-partido-guaido-fomenta-violencia-muerte-20190404-0004.html

    Entre otras cosas, el informe de Telesur dice lo siguiente:

    «El mandatario sirio, Bashar Al-Assad, aseguró que la situación de asedio internacional contra Venezuela es muy parecida a la agresión que ha sufrido el país árabe.»

    «En este marco, el mandatario del país árabe expresó su solidaridad con el pueblo venezolano y destacó su confianza en que el país suramericano pronto superará las agresiones dirigidas principalmente desde el Gobierno de Estados Unidos (EE.UU.), situación que comparó con el asedio internacional del que Siria ha sido víctima en los últimos años.»

    «Asimismo, Al-Assad rechazó las sanciones coercitivas y unilaterales que el Departamento del Tesoro de EE.UU. impone a los países que no se alinean con sus políticas. «El objetivo es dominar y confiscar la decisión independiente de los Estados», afirmó, al tiempo que enfatizó que se trata de acciones ilegales que socavan el derecho internacional.» Fin de la cita.

    Es importante recordar aquí que en vida de Chávez el genocida sirio Al-Assad visitó Venezuela. Fue recibido con grandes honores y condecorado con el «el Gran Cordón Orden del Libertador, en su Primera Clase». Chávez condecoró a un «héroe libertador antiimperialista». Increíble, pero cierto.

    Ver aquí: https://www.youtube.com/watch?v=T5YIfs3SEhU

    Le decimos a Altamira que uno es dueño de su silencio y esclavo de sus palabras. Su artículo «Putin en Venezuela» es realmente infame. Cuando los bombarderos rusos masacren al pueblo venezolano, cuestión que en última instancia aprueba Altamira, veremos que dice la izquierda nacionalista, ultrapatriota y el resto de la izquierda internacional.

    Este es, en pleno desarrollo, el antiimperialimo criminal de los idiotas. Todo indica que Jorge Altamira y el Partido Obrero argentino pertenecen a esta fauna.

    Que cada quien piense con cabeza propia y llegue a sus propias conclusiones.

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    La duda metódica

    05/04/2019 at 16:36

  7. Gran artículo, Astarita.
    Quisiera consultarle (sin ánimo de exigir), si podría hacer una crítica al postulado que está en boga en este momento pre electoral (sostenido principalmente por el peronismo) que dice que el crecimiento se logra con el estímulo a consumo interno, a apoyar al empresariado local, etc. Es el latiguillo de moda, y estaria bueno desmitificarlo. Este post sobre tmm tiene notas que refieren a esa idea, pero una crítica especifica con la profundida de Ud, seria mas que útil.
    Abrazo.

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    Jose

    08/04/2019 at 21:35

  8. Rolando, los austríacos señalan que la escalada inflacionaria en Argentina se debe a la creación del Banco Central a mediados de los 30, ya que previamente la inflación era baja. ¿Hasta qué punto es cierto esto?

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    Walter

    10/04/2019 at 15:12

    • Es una simplificación absurda. Existencia de Banco Central no es sinónimo de inflación. Para mencionar solo un caso, Japón tiene banco central y desde hace muchos años la inflación es extremadamente baja; incluso hubo años de deflación. Todo depende, por supuesto, del régimen monetario que se establezca. Pero nada indica que por el hecho de que haya banco central necesariamente tiene que existir inflación.

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      rolandoastarita

      10/04/2019 at 16:33

  9. Buenas tardes Rolando, a colación del comentario de Walter quisiera preguntarle si le merece algún razonamiento una posible dolarización en nuestro país, cuestión que como todos sabemos se está poniendo en discusión, sumado con algunos augurios de hiperinflación que escuchamos por los medios. La pregunta que quisiera hacerle es, si usted cree que esta medida cortaría en forma contundente los impulsos inflacionarios o no. Estuve leyendo al economista kirchnerista Andres asiain, quien plantea que esto generaría un proceso inflacionario en dólares, aquí: https://www.pagina12.com.ar/143952-dolarizar-y-extranjerizar.
    Disculpe la falta de conexión directa con la nota, le dejo mi pregunta. Saludos

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    Rodrig

    10/04/2019 at 17:32

  10. ¿Opinión de este artículo de Cachanosky sobre la inflación? https://puntodevistaeconomico.com/2019/04/03/sobre-los-origenes-no-monetarios-de-la-inflacion/

    ¿Y de la irrupción de Cavallo aconsejando una nueva convertibilidad?

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    Walter

    11/04/2019 at 23:09

  11. Estimado Rolando,
    No recuerdo que Keynes afirmara, como Kicillof y otros tratan de decir, que aumentando el gasto siempre terminas en un aumento en la produccion. Es mas Keynes, como marginalista que es, plantea que el costo de uso de los bienes de K es creciente (por la utilidad mg decreciente), por eso no lo veo tan asociado a la MMT. Creo que mas bien hay una separacion entre los mismo Keynesianos y solamente las versiones ultramontanas van en el sentido DA crea Y. Que piensa Ud. hay citas de Keynes recomendando ir a un gasto sin límites para mover la demanda (cuando estas cerca del pleno empleo’)

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    horacio camba

    19/04/2019 at 11:38

    • Efectivamente, Keynes jamás sostuvo que se pudiera sostener indefinidamente la demanda mediante gasto público; menos todavía con déficit fiscal financiado con deuda, o con emisión monetaria. Eso es keynesianismo bastardo.

      Trato esta cuestión aquí, aquí, aquí, aquí; también en la segunda edición de «Keynes, poskeynesianos y keynesianos neoclásicos».

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      rolandoastarita

      19/04/2019 at 12:14

  12. Dejo el link del artic. que escribe Scaletta hoy en el Página 12. Creo que en este tiempo volveremos a asistir al debate sobre estas teorías.
    Dice Scaletta: «La relación déficit-emisión-inflación simplemente es teóricamente errónea…»., habla de los «factores productivos, como el trabajo y el capital», y obviamente se concentra en la «esfera distributiva» y sus «cariables: precio de cambio, tarifas y salarios», como objeto de la «puja distributiva».
    https://www.pagina12.com.ar/217527-destruir-mitos-de-la-inflacion

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    Mario

    11/09/2019 at 11:05


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