Rolando Astarita [Blog]

Marxismo & Economía

Una vez más, sobre teoría y “verdades de partido”

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Con cierta frecuencia, cuando subo notas referidas a la táctica política del socialismo, algunos lectores, disconformes con las políticas habituales de la izquierda en Argentina, preguntan cuál sería la política adecuada en las condiciones actuales, donde no hay posibilidad de que se produzca, en lo inmediato, una revolución socialista. Qué hacer, por dónde empezar, es la pregunta.

En este respecto, es frecuente encontrarnos con algunos acuerdos generales en la militancia de izquierda, entendida en sentido amplio. Por ejemplo, se admite que es necesario acompañar las luchas obreras frente a los ataques del capital; y sostener las peleas democráticas, contra medidas represivas del Estado (gobierno, poder judicial). Además, que estas peleas se deben combinar con la propaganda por los objetivos del socialismo; y con la crítica al modo de producción capitalista, su Estado y las expresiones políticas que lo defienden.

Hasta aquí, entonces, existe un acuerdo más o menos amplio. Sin embargo, cuando se trata de llenar esas ideas generales de contenido, empiezan las disensiones e incluso los enconos. Algunos piensan que todo se debe a vanidades y egos, y que si los “referentes” fueran un poco más humildes, las cosas andarían mucho mejor. Pero el asunto no es tan sencillo. X, por caso, defiende el programa del chavismo “que abre el camino a la reconstitución del socialismo en el mundo”, y Z dice que el chavismo llevó a la clase obrera a la desmoralización y desorganización. O también, el partido X convoca a imponer un programa de transición al socialismo, y el partido Z dice que es necesario conformar un frente nacional para derrotar a Macri. O X dice que lo más importante es obligar a la burocracia sindical a “bajar a la lucha”, pero Y retruca que hay que darle la espalda a los burócratas. Y así se van sumando diferencias, que no hay forma de reducir a un tema de egos o personalismos.

Se plantea entonces la pregunta de qué hacer, cómo superar este estado. Admitiendo que no hay soluciones fáciles y lineales, en  lo que sigue, doy una respuesta provisional al problema. Mi idea –se inspira en Lenin, o en el Marx de la Crítica del Programa de Gotha– es que no hay que empezar por las diferencias tácticas –esto es, de política cotidiana- sino por las cuestiones teóricas más fundamentales. Por ejemplo, es claro que si X defiende el “socialismo chavista” y Z dice que eso no es socialismo, lo que está implicado no es una cuestión táctica, sino las bases mismas de lo que se entiende por socialismo. Pero lo mismo ocurre con otras diferencias que, en apariencia, son más “de superficie”; por ejemplo, las que tratan de la utilidad de tal o cual consigna de agitación.

Lo central entonces es que si no hay acuerdo en los temas de fondo –por ejemplo, en la teoría de la explotación, en la caracterización del Estado, etcétera-  las coincidencias tácticas sobre consignas, o de otro tipo, son, como reza el dicho, “pan para hoy, hambre para mañana”. Enfaticemos, además, que no se trata de acordar formulaciones de compromiso, sino de estar de acuerdo en el contenido. Recurriendo a un ejemplo histórico, cuando Lenin explica a los ultraizquierdistas, en 1920, cómo había surgido el bolchevismo en 1903, dice que fue “sobre la solidísima base de la teoría del marxismo” (véase “La enfermedad infantil del ‘izquierdismo’”). Esto es, desde el inicio los acuerdos entre los militantes revolucionarios acerca de las tareas inmediatas tenían un cimiento teórico.

Sin embargo, hoy ni siquiera hay acuerdo, en la izquierda, en que lo fundamental es el acuerdo en la teoría. Peor aún, ni siquiera hay acuerdo en que la teoría sea importante. Como dije en una entrada anterior, El Capital (ver aquí) es “para los días de fiesta”. La idea que predomina es que primero se decide la táctica política, y si la teoría coincide con ella, bienvenida la teoría; de lo contrario, “que se joda la teoría y no estorbe”. No exagero: cuando en alguna nota del blog expliqué que en el capitalismo es imposible eliminar la desocupación, y que esto hay que decirlo, una lectora envió un Comentario en el que me acusaba de poner a la agitación de muchos partidos de la izquierda “en una encerrona”. O sea, esta lectora entendía (¿y sufría?) a la teoría como una carga, un estorbo. Era casi la misma queja de Bernstein cuando Rosa Luxemburgo le criticaba el abandono de la teoría marxista.

De la misma manera, cuando sostuve, en este blog, que la ley del valor trabajo se impone objetivamente, y por lo tanto es imposible que el Estado capitalista maneje los precios a voluntad, mi afirmación encontró toda suerte de críticas. Pero no se criticó la ley del valor trabajo de Marx (o la teoría del fetichismo de la mercancía), sino el que recordara que la ley del valor trabajo tiraba al tacho de las ilusiones la consigna del control de precios.

El resultado de todo esto es que la crítica al capitalismo y a su Estado, y la instrumentación de una propaganda y agitación adecuadas, se reemplazan por consejos bienintencionados de política sindical  del tipo “unamos las luchas”, “promovamos dirigentes de base contra la burocracia”, “llamemos a un congreso de delegados de base”, etcétera. Las cuestiones doctrinarias del socialismo pasan a un plano muy secundario, o se vulgarizan al extremo (“este es un gobierno de ricos, por eso gobierna para los ricos”; discursos de este tipo, propios de curitas de pueblo, los escuchamos a cada rato en Argentina, en boca de “marxistas”).

En definitiva, es una reedición de la vieja creencia economicista de que basta luchar por reivindicaciones sindicales para superar la conciencia capitalista y reformista de la clase obrera. Creencia que está potenciada por importantes dosis de socialismo vulgar (ver aquí). Todo lo cual deteriora aún más la teoría, y profundiza el desprecio por ella. Esto ocurre al margen de que en algunos grupos de izquierda se mantenga un “departamento de teoría” (con revista “teórica” incluida), donde, para recreo de los intelectuales del partido, y adyacencias, se filosofa más o menos libremente sobre temas varios. Lo importante, en todo caso, es que semejantes elaboraciones jamás representen “una encerrona” para las políticas “prácticas” de los políticos “prácticos”.

Mi idea entonces es que no hay fórmulas mágicas para salir de la actual situación. Lo que se necesita es un cambio de criterio que debería empezar por el primer y elemental paso: anteponer la verdad científica a las “verdades de partido” (ver aquí). Y con ello desterrar la “verdad de partido” más brutal y dañina, la que dice que la teoría solo sirve si no es un estorbo para “la verdad de partido”.

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Una vez más, sobre teoría y “verdades de partido”

Written by rolandoastarita

21/02/2018 a 18:00

8 respuestas

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  1. Muy buena nota.

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    AP

    21/02/2018 at 19:32

    • La debilidad relativa de la teoría hoy, obliga a buscar espacios para su producción. Sabiendo que tiene «necesidades distintas»a las de otros aspectos de la lucha de los trabajadores. Hoy exige espacios alejados de dependencias lineales de «verdades de partido». Debiéramos lograr que en las «verdades de todos los partidos» esté la necesidad de abrir esos espacios, lejos de tacticismos. …..en un camino de construcción de una verdadera «Universidad de los pueblos (internacional)».

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      Andrés

      26/02/2018 at 11:43

  2. Astarita
    Vuelvo a Wallerstein sobre este tema; el profesor norteamericano habla de 3 temporalidades, dice que en el largo plazo (más de 50 años) ya viviremos en otro sistema (no habría, por tanto, nada que hacer), pero que éste nuevo sistema que sustituirá al capitalismo por otras cosa (no se sabe si peor o mejor, algo que no está escrito puesto que la historia la hacen hombres de carne, hueso y pensamiento) se decide en una lucha entre los distintos grupos en el medio plazo (20-40 años), ya que en el corto plazo (1-3 años) todos nos dedicamos a sobrevivir.
    La cuestión a mi entender es qué se está haciendo ahora para, dentro de la lucha diaria por sobrevivir en el corto plazo, ir organizando, planificando y ejecutando acciones que nos lleven a tener en ese medio plazo un sistema mejor que el capitalismo, dado que en el largo plazo ya no habría nada que hacer pues estaríamos viviendo irremediablemente en otro sistema. La temporalidad más importante es el medio plazo, pero esto no significa cruzarse de brazos en el corto plazo. Por ejemplo, nadie va a ir a la huelga si sabe que se quedará sin empleo, y que por consiguiente no le podrá dar de comer a a su familia, el obrero que actué así no es un traicionero a la causa, el actúa por sentido común, pero lo que tiene que saber ese obrero (si no lo sabe y hay que decírselo en todo caso) es que el capitalismo es la causa y el origen de los problemas. Sí ese obrero no lucha en el corto plazo (por una cuestión de supervivencia) pero sabe que el capitalismo es el enemigo a derrotar, no dude que cuando las condiciones existan (porque a las cosas le pasa lo que a las frutas que no pueden comerse ni un día antes ni un día después de cuando estén maduras) ese obrero esta orientado, sabe por donde hay que tirar. El más revolucionario no es a veces el más combativo, sino el que esta preparado para hacer las cosas que haya que hacer en el momento oportuno cuando las condiciones estan dadas. Los periodos en los que se acumulan fuerzas, se prepara a la gente, se orienta, se estudia al enemigo nunca será un tiempo perdido, jamás. Pero el gran secreto es cuando comenzar, qué día estan dadas esas condiciones, porque como decía Lenin «ningún socialista, nunca ni en parte alguna, ha garantizado que hayan de ser precisamente la guerra actual (y no la siguiente ) y la situación revolucionaria actual (y no la de mañana ) las que originen la revolución»
    Saludos

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    Ramón

    21/02/2018 at 20:27

  3. Agradezco que se haya tomado tiempo para escribir sobre este tema, de suma importancia para mi. Acuerdo en que se relega la estrategia en pos de tacticismos que llevan a una política reformista y a veces a cuestiones utópicas como la de eliminar la desocupación sin terminar con el modo de producción capitalista. A su vez coincido en que la teoría tendría que ser una guía para la acción y no algo que justifique determinadas tácticas a conveniencia, pero creo que de todos modos aunque se maneje la teoría, inevitablemente tenemos que elaborar tácticas igual, acuerdos con otros partidos etc, la lucha política es compleja. Me quedé pensando en una respuesta suya a un comentario mío en donde me respondió que mar y Engels pudieron el eje de su intervención en las crisis de 1873 y que la misma no estaba centrada en la elaboración de consignas etc. Leí su crítica al programa de transición, acuerdo con la idea básica que subyace a la misma y que es que las consignas transicionales son imposibles de aplicar bajo el capitalismo y que eso no conduce necesariamente por la vía de desenmascarar a los gobiernos de turno con.el no cumplimiento de las exigencias que se les plantea, pero de ahí a decir que no se necesitan elaborar consignas para determinadas situaciones, como en el 2001 o en el cordobazo, eso es lo que no comprendo bien que quiere decir. La pregunta sigue en pie, si usted piensa que no hay alternativa socialista y que no sirve de nada luchar por la renuncia de un gobierno burgues por que la consecuencia sería otro régimen burgues, que se debería hacer? Yo creo que la política es un arte, que se desprende del estudio teórico de la situación concreta, y que si nos quedamos en la consigna de que renuncie tal o cual gobierno sin que la misma sea acompañada por un programa socialista que le brinde respuestas a los males que padece la clase obrera, eso si sería inútil pero si se combinan determinadas tácticas con un horizonte estratégico inflexible, el socialismo, cambia la cosa. Por otra parte acuerdo que debe haber sólidas bases teóricas pero las situaciones revolucionarias se producen por cataclismos propios de la dinámica objetiva del capital, y generalmente el partido o los partidos revolucionarios los encuentran desprevenidos, y en esos momentos el tiempo apremia y ahí sinceramente creo que hay que elaborar algún tipo de consigna que impulse a que esa dinámica se radicalice, la conciencia es algo dinámico. Y creo también que el 2001 abrió una crisis tal que llevo a que la burguesía se viera obligada a absorber ese proceso dándose una forma bonapartista de gobierno y haciendo con sesiones tácticas con el fin estrategico de preservar el capitalismo de un posible desborde por izquierda. Me gustaría que ampliase sobre esta nota más qué interesante.

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    Alejandro

    21/02/2018 at 20:45

  4. ¿Tiene sentido un partido obrero enviado a tomar el gobierno de un país capitalista, sin que haya una situación revolucionaria?

    En época de bonanza quizás si podrían hacer algo a favor del obrero, si la presión popular es fuerte, pero las mas de las veces creo que deberíamos renunciar a la política y hacer luchas desde los sindicatos y la calle.

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    David Martín

    21/02/2018 at 21:00

  5. Totalmente de acuerdo.Me remito a mi libro «El papel desempeñado por las ideas y culturas dominantes en la preservación del orden vigente», publicado en Buenos Aires por la editorial Dunken en 2015. Nueva edición publicada en Colombia con el título «El colapso del progresismo y el desvarío de las izquierdas» en 2017. Editorial La Carreta

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    Alejandro Teitelbaum

    22/02/2018 at 05:42

  6. Gracias, Rolando!

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    Hugo

    22/02/2018 at 10:58

  7. Maestro…Su sistemática apelación a Marx y Lenin son indispensables…Pero sin una herramienta para hacer política revolucionaria…Ud. sabe…Marx generó dos internacionales obreras y numerosos partidos…Lenin fué más allá…Y desde entonces, fuera de algunas pocas excepciones, el estalinismo destruyo hasta la médula todo lo que aquellos jefes indudables del proletariado internacional habían construído..Creo que Ud. posee lo hay que poseer en el terreno de la teoría como para comenzar a agrupar gente que elija el marxismo para hacer política. Hay muchos…muchos.

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    alberto

    24/02/2018 at 10:01


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