Rolando Astarita [Blog]

Marxismo & Economía

Anton Pannekoek y el reformismo

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Una de las cuestiones que más polémicas y divisiones suscitan en la izquierda es la posición que debemos tomar los socialistas frente a las reformas y los gobiernos burgueses reformistas. En otras notas he afirmado que el criterio central con que debemos juzgar la progresividad de las reformas, en tanto subsista el sistema capitalista, es preguntándonos si las mismas fortalecen las posiciones de la clase trabajadora, o las debilitan. A la luz de este criterio se puede evaluar también la progresividad del estatismo (ver aquí), o de movimientos nacionalistas estatistas, como el chavismo (por ejemplo, aquí y aquí).

Pienso, por otra parte, que esta forma de abordar la cuestión ancla en las más profundas tradiciones del pensamiento socialista. Un ejemplo de esta tradición es el folleto “Las divergencias tácticas en el movimiento obrero”, de 1909, escrito por el socialista neerlandés Anton Pannekoek (tomado de http://grupgerminal.org/?q=system/files/materialismo.pdf). Reproduzco algunos pasajes significativos sobre el tema que nos ocupa (también es una forma de rescatar a este autor del relativo olvido en que ha caído en la izquierda).

Sobre las reformas sociales, Pannekoek escribe:

“… las reformas sociales no constituyen, como se afirma frecuentemente, etapas en el camino que lleva a nuestra meta final, en el sentido en que la meta final no sería más que la suma de una serie continua de tales reformas. Actualmente luchamos por medidas que de ningún modo representan una realización parcial de lo que queremos realizar totalmente en la sociedad socialista. Así, las decisiones legales concernientes a la duración del trabajo, la prevención de los accidentes del trabajo, etc., forman parte de las reformas sociales actuales más importantes; pero si ya no hay capitalismo, tales leyes se hacen perfectamente superfluas, como todas las leyes que protegen a los trabajadores contra la arbitrariedad de los capitalistas. Sin embargo, las reformas sociales conseguidas por una dura lucha constituyen etapas en el camino que lleva a la meta final, pero solamente en el sentido en que conllevan un acrecentamiento de nuestro poder. Solo como tales, en tanto que acrecentamiento de poder, tienen valor para el socialismo” (pp. 180-1; énfasis añadido).

Unas páginas antes:

“A veces se defiende la opinión según la cual el fin inmediato de toda nuestra acción consiste en la obtención de reformas. Pero, como ya se ha expuesto aquí, esta concepción es incorrecta. Ciertas reformas que, desde cualquier punto de vista, mejoran las condiciones de vida de los trabajadores, pueden acrecentar el poder del proletariado; pero no siempre es así. Una ley sobre la reducción del tiempo de trabajo puede rehabilitar una capa de obreros completamente desriñonada, degenerada, desmedrada espiritualmente, restablecer su salud, su fuerza física y espiritual, puede permitirle consagrar tiempo al descanso, a las actividades intelectuales, al trabajo de organización, y traer consigo un aumento de su poder. Esto es todavía más válido para leyes que dan a los trabajadores derechos políticos, por ejemplo, el sufragio universal. Pero también puede suceder que, gracias a leyes favorables a los obreros, la burguesía adormezca su conciencia de clase que acababa de despertarse y suscite en los trabajadores la idea de que gracias a la benevolencia de los gobernantes obtendrán más fácilmente mejoras y no por la fuerza de su organización; por tanto, el poder del proletariado no es acrecentado, sino debilitado por la reforma” (pp. 177-8).

De lo anterior no hay que deducir que las luchas por reformas carecen de importancia para los socialistas. Pero es necesario ubicarlas en el marco de la estrategia, del objetivo del socialismo:

“El socialismo intenta conseguir todas las ventajas momentáneas posibles y, sin embargo, no encuentra su fin más que en la revolución futura, el derrocamiento del modo de producción. Por eso no descuida el más pequeño trabajo de hormiga; el trabajo cotidiano lo es todo para él; pero al mismo tiempo su objetivo final revolucionario lo es también todo para él. Utiliza para su combate todas las instituciones de la sociedad capitalista que le ofrecen una posibilidad de aumentar su poder y, sin embargo, se opone duramente a ellas por razones de principio. Se sitúa totalmente en el terreno de lo que existe y, al mismo tiempo, se mantiene en un terreno completamente nuevo, a partir del cual rechaza y critica todo lo que existe” (p. 198).

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Anton Pannekoek y el reformismo

Written by rolandoastarita

12/05/2017 a 12:08

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18 respuestas

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  1. Me gustaría hacerle una correción cuando afirma: «Pero es necesario ubicarlas en el marco de la estrategia, del objetivo del socialismo».
    En primer lugar, el objetivo no sería el socialismo (mediación) sino el comunismo. Esto es así porque la URSS, con todas sus limitaciones en su economía donde todavía estaba presente la ley del valor, alcanzó en otros sectores el socialismo. Por lo tanto, en tanto que el siglo XX fue una etapa de «casi» llegada al socialismo en su totalidad (aunque fuera en un solo país) la meta en el siglo XXI es ir un paso más allá: hacia el comunismo.
    En segundo lugar, las reformas no forman parte de la estrategia. Otra cuestión es que haya que recurrir a ellas de un modo excepcional y porque no hay otra alternativa, pero afirmarque forman parte de la estrategia sería un error ya que habría oportunistas dentro del PC que se aprovecharían de ello. Y creo que no hace falta poner ejemplos en la historia del marxismo dondeésto ha sucedido.

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    DMN

    12/05/2017 at 13:06

    • Cabe preguntarse si hoy en día, teniendo en cuenta la situación en la que se encuentra el capitalismo en términos estructurales, ese tipo de medidas (llamadas reformistas) tienen por sí mismas la capacidad de adormecer la conciencia del proletariado o ni siquiera llegan a conseguirlo debido a su fragilidad, o se suman a ciertas condiciones políticas que sí debilitan el avance revolucionario de la clase obrera. En los párrafos citados, Pannekoek da una respuesta negativa (“esto no”), recordando cuál es el rol de los socialistas, sobre todo de aquellos que se olvidaron de la estrategia revolucionaria, pero creo que la superación del problema referido a la relación entre progresividad/fortalecimiento de la clase obrera (como sepulturera del capitalismo) se encuentra en la lógica con la cual Trotsky y la IV Internacional formularon el Programa de Transición.

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      Kleo

      12/05/2017 at 14:46

    • Pienso que Trotsky y la IV Internacional no dan una buena respuesta a la cuestión de las reformas, ya que niegan la existencia misma del problema. En este punto juega un rol crucial su tesis del estancamiento estructural del capitalismo. A partir de aquí Trotsky sostiene (en el Programa de Transición, escrito en 1938) que el capital y su Estado ya no pueden otorgar ninguna mejora, ni económica ni democrática. Por eso también sostiene que la democracia burguesa está sentenciada en todo el mundo. Una consecuencia es que en el Programa de Transición no se dice palabra acerca de cómo los marxistas deben responder a fenómenos como el llamado Estado de bienestar. ¿Cómo se podía responder, desde una óptica marxista, a la situación en los años 1950 o 1960, en los países capitalistas adelantados? En el caso argentino, ¿cómo se podía responder al peronismo en los años 1940, con una tesis que decía que era imposible que el capital cediera mejora alguna?

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      rolandoastarita

      15/05/2017 at 09:28

  2. Exacto. La lucha por reformas es solo un medio para la emancipación del trabajo. Pero dicha emancipación no puede obtenerse jamás por acumulación de reformas. Este medio debe redundar en una acrecentamiento de la conciencia y la organización del proletariado para la lucha revolucionaria. En tanto esto no ocurra, la clase dominante obtiene en cada reforma otorgada, aún cuando la concede bajo la presión creciente de la reivindicación de los explotados, la ventaja estratégica del afianzamiento de su dominio. Por eso la reforma debe ser siempre planteada en su límites y en estrecha conexión con la necesidad de la revolución, aún si esta conexión la mayoría del tiempo opere por medio de la propaganda. Un ejemplo reciente. A fines de los noventa en Argentina la situación para las crecientes masas desocupadas se hacía insostenible. Surgieron luchas y cortes de ruta, especialmente en el interior que reclamaban ‘trabajo genuino’ e incluso se pararon piquetes en la puerta de empresas exigiendo trabajo para los desocupados al valor de la depauperada hora pagada en la construcción. La respuesta fueron ‘planes’ y bonos alimentarios, que aún sin ser el trabajo que se pedía, representaban un paliativo producto de la lucha. Así se lo explicó en muchos lugares, pero se seguía la lucha por trabajo genuino. La ‘reforma’ aún si miserable, servía par acrecentar conciencia y organización. Muy distinto fue en las postrimerias del 2001 cuando estos planes se masificaron. A consecuencia del estallido social, la burguesía comprendió que debía otorgar una migaja para las subsistencia de masas empobrecidas que amenazaban con salirse de control. No lo hizo graciosamente y menos gratis. Sabía muy bien que esta concesión destinada a la contención era mucho más aseptica y menos costosa, económica y políticamente, que la represión, que, por supuesto, nunca se dejó de lado. Fue una reforma transitoria que que permitía retener enteramente (no por que la hubiera perdido) la delantera estratégica. La abrumadora mayoría de la izquierda (el mov, piquetero llegó a manejar el 10% de los planes otorgados a mansalva) lejos de poner de relieve sus limitaciones y el rol que cumplía esta medida y además levantar en alto las banderas de la revolución, se dedicó a construir filiales ‘piqueteras’ de sus partidos, incluso copiando las formas más bárbaras de clientelismo de los partidos del régimen, obligando a movilizarse, por más planes y nutriendo el aparato con esta nueva y circunstancial vertiente otorgada por el estado. Esta vertiente, transitoriamente opacó el tradicional electoralismo que, sin embargo, aparecía con fuerza ante cada elección con la esperanza vana puesta en el ‘batacazo electoral’ que, supuestamente, derivaría del desprestigio de los partidos burgueses. Lo concreto es que los planes fueron manejados por punteros y afines y una izquierda bastante punteril, por cuanto fueron vistos como un recurso desesperado frente a la crisis. Una dádiva del estado. La burguesía ganó con la reforma. El movimiento obrero perdió.

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    AP

    12/05/2017 at 13:35

  3. Coincido en que si se pueden apoyar reformas que aumenten rentas de trabajadores o que fortalezcan su posición, mientras ello se produzca dentro de un marco una estrategia hacia el socialismo, socialismo que solo puede llegar vía revolucionaria-no queda otra, dado que la vía parlamentaria esta bloqueada y dominada por el capital. Incluso podría ser valida la vía de votos y cargos, siempre que se usen para llegar a esa revolución.
    Sobre la reformas, le plantearé una pregunta y le expondré una teoría, teoría que yo expongo de modo ‘amateur’ pero que considero muy real y cierta ¿Usted conoce en la historia, más o menos reciente, periodos de reformas- se entiende por ellas que sean largas, sostenidas en el tiempo y con incremento real de salarios, empleo, condiciones laborales- que no se hayan derivado de una revolución o ruptura política previa? Se lo digo por que yo, y en el ámbito que conozco sólo un poco como es el caso de Europa, no conozco ninguna. Ninguna, se dice pronto pero también asusta y asombra que sea así. La teoría que plantea la pregunta anterior es la de los ciclos revolucionarios, de lucha de clases. De modo pedante y oportunista-la he leído poco- hago mención a R. Luxemburg y su teoría/textos (en Reforma o Revolución, y puede que en algún otro) sobre el impulso revolucionario, sobre el periodo de reforma consiguiente, y sobre la ulterior fase de contra-reformas. Luxemburg insiste y recalca en que NO EXISTEN REFORMAS si no existe un hecho político revolucionario previo en el tiempo, una ruptura o sublevación obrera de mayor o menor intensidad. Como ejemplo histórico de estos ciclos sería el de la Revolución de Octubre y sus efectos, muy estudiados, en Europa, su territorio más cercano- por tanto, de mayor impacto. Y así, hasta los ochenta y final de la Urss se da en esta área geográfica una fase de innumerables reformas (nacionalizaciones, casi pleno empleo, salarios al alza, condiciones laborales de calidad, etc…) favorables a trabajadores, y, desde esa fecha, estamos asistiendo a una fase contraria, en la que se desmontan y se retroceden los beneficios del periodo reformista. Una curiosidad, o no lo es tal, es que en el periodo de reformas TODOS los partidos-derecha o izquierda- aplican esa medidas beneficiosas para trabajadores, y en la fase de contrarreformas todos los partidos van en dirección contraria. En mi opinión, es un claro ejemplo del ciclo: revolución-reformas-contrarreformas. Pero puede que usted no le de mucha validez a esa teoría.
    Un saludo

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    antonio

    12/05/2017 at 14:42

    • Le dejaré 3 referencias sobre la teoría de los ciclos de lucha de clases y sus aspectos económicos y póliticos que anteriormente le apunte. Con el fin de estimular su curiosidad y opiníón, aunque,desde luego, sin el deseo de abusar de su paciencia, ambabilidad y atención.

      1.- El trabajo »DEMANDA EFECTIVA, LUCHA DE CLASES Y CRECIMIENTO CÍCLICO* Por Peter Skott

      2.- Un texto de Roxa Luxemburgo en su obra Reforma o Revolución.- »La reforma no posee una fuerza propia, independiente de la revolución. En cada período histórico la obra reformista se realiza únicamente en la dirección que el ímpetu de la última revolución, y prosigue mientras el impulso de la última revolución se haga sentir. Más concretamente, la obra reformista de cada período histórico se realiza únicamente en el marco de la forma social creada por la revolución. He aquí el meollo del problema».

      3.- La opinión del académico marxista español Xabier Arrizabalo Montoro, con el cual he debatido sobre este tema, indicando que no se debe, en rigor cientifico, hablar de ciclos y si, quizás, señalar la existencia de fases, ondas (tal como hace Ernst Mandel) dada la falta de las carácteresticas de automatismo y regularidad necesarias para la denominación estricta de ciclo.

      Un saludo

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      antonio

      13/05/2017 at 14:47

    • Tiendo a coincidir con el planteo de Rosa Luxemburgo; Lenin dice algo parecido. Las grandes mejoras que consiguió la clase obrera (al menos por períodos prolongados) han sido un subproducto del temor a la revolución. Tony Negri explica el keynesianismo también desde esta perspectiva: fue una respuesta de la clase dominante a la Revolución Rusa. Rosa Luxemburgo, Lenin y otros dirigentes de la izquierda de la Segunda Internacional insistieron en que la burguesía tiene dos formas centrales de dominio: la represión directa, o el control mediante las concesiones (y no pocas veces, mediante la corrupción de sectores de la vanguardia o la dirigencia sindical).

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      rolandoastarita

      15/05/2017 at 09:21

    • Le agradezo la respuesta, la cual va en el sentido de mi exposición. Y si, es el miedo a la Revolución -Rosa Luxemburg dice »y prosigue (el período de reformas) mientras el impulso de la última revolución se haga sentir»-lo que explica las reformas, y es la falta de ese miedo (final del impulso) lo que más y mejor explica las contrarreformas. A las contrarreformas (pura y llana trasnferencia de rentas de clases medias y bajas a élites) se apuntan TODOS:Partidos de derecha como es obvio, pero tambien a la izquierda: Socialdemocracia europea desde los ochenta y los que vengan: Syriza, Podemos, Melenchon, etc.., Chavismo en su fase final,burocracia del Socialismo real-desde Stalin hasta Yeltsin-, y hasta, como usted indica, los mismos dirigentes sindicales corrompidos y pegados a la fábrica. Se pierde el miedo, el impulso revolucionario, sin duda. En otro orden de cosas, no se le podrá llamar tecnicamente ciclo político a la secuencia revolución-reformas-contarreformas, pero se le parece.

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      antonoi

      15/05/2017 at 13:24

  4. Hola Profesor,

    creo que en los pasajes de Anton Pannekoek se ve bien que no siempre lo que parece a primera vista una reforma favorable para la clase obrera lo es realmente, ya que luego resulta ser negativa, porque disminuye el poder de la misma. Mi pregunta se dirige justamente a esto, ¿es posible reconocer ciertos criterios que permitan identificar cuando las reformas aumentan el poder del proletariado?
    A la vez me objeto esta misma pregunta ya que creo que es muy importante relacionar las reformas con las condiciones socio-históricas de cada momento particular. En ese caso, ¿podrían reconocerse criterios para este momento particular del capitalismo, y tal vez de Argentina?

    Saludos,
    Fernando.

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    Fernando Turri

    12/05/2017 at 14:47

    • Le responderá mas y mejor el Sr. Astarita, pero yo le dejaré un criterio. Un criterio válido sólo desde la óptica económica. El criterio básico es que para que esa reforma aumente realmente el poder del trabajador debe incrementar su riqueza. Riqueza medida en flujo-renta: salarios, reducción de jornada, vacaciones, etc…o medida en stock-patrimonio. Una nacionalización de empresas puede entenderse, inicialmente, como un incremento en el patrimonio de trabajadores. Si ese Estado nacionalizador, además, estuviese bajo mando y dominio de su trabajadores ya sería la releche, imposible a día de hoy, y seria….el buen socialismo por venir. Esa reforma debe ser duradera en el tiempo. ¿Cuanto tiempo? : uno, dos años no es un periodo duradero
      Este es un criterio económico, es decir. pueden existir otros de tipo político, social, etc..que son menos cuantificables pero deben tenerse en cuenta. P.ej. si un gobierno aumenta el SMI-salario mínimo un 20 % pero, al mismo tiempo, elimina o reduce el papel de sindicatos, los trabajadores estarían perdiendo poder al final del día…

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      antonio

      12/05/2017 at 16:35

    • «Una nacionalización de empresas puede entenderse, inicialmente, como un incremento en el patrimonio de trabajadores». Pienso que una nacionalización a cargo de un Estado capitalista no es incremento del patrimonio de los trabajadores. Es cierto que la clase dominante inculca la idea de que «el Estado es de todos». Pero la realidad es que el Estado tiene un marcado carácter de clase.

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      rolandoastarita

      15/05/2017 at 09:35

    • Compañero Fernando, hay al menos un criterio general para definir si un hecho es o no progresivo para la clase obrera: si mejora o no las condiciones de vida objetivas de lxs trabajdorxs. Yo y cualquiera que genera plusvalía estamos desesperados por esta simplísima posibilidad, y si partimos de que absolutamente nada que nos mejore la vida (material, al menos) es producto de la gracia de quienquiera que situemos como dador o dadora de ello -por caso, un gobierno de tipo bonapartista como el del primer y segundo peronismos => Vid. Horowitz; o el de una ley votada por un bloque ‘opositor’ => Vid. ley antidespidos de Duhalde en 2002-, sino de la persistente presión, conciencia, lucha u organización del tipo que sean de nosotrxs, los proletarizadxs.
      Ahora bien, si este es un hecho que no parece incólume y que, en cambio, me parece, debiera ser unánimemente compartido siquiera en la izquierda, es porque sobran los motivos para la confusión a que han llevado las canallas organizadas de la traición, entendiendo por esto a nacionalistas, estalinos, populistas, liberales de izquierda, social-estatistas y similares.
      Para bajarlo a tierra: cualquier genuinx izquierdista, ni hablar si es o presume ser revolucionarix, debe apoyar cuanta reclamo, lucha o triunfo por una mejora real de las condiciones de vida de las mayorías vulnerables, sea del tipo que fuere.
      Ahora bien, esto no quita que en toda situación de mejora de nuestras condiciones de trabajo y de existencia (desde ropa de trabajo a cargo del empleador o la media hora de refrigerio y hasta el control de la producción, pasando por el tan mentado aumento salarial o la independencia de nuestras instituciones de auto-organización como los cuerpos de delegados, los sindicatos o los soñados órganos de doble poder) sean explicadas como lo que son: triunfos de nuestra clase oprimida en contra de los intereses de otra clase, siempre opresora o agente de una.

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      Roberto Lavat

      12/05/2017 at 21:24

    • Pienso que no hay una fórmula general para decidir si las reformas dan fuerza a la clase obrera. Muchas veces también hay que señalar el carácter dual, contradictorio, que tiene una reforma. Por ejemplo, la organización que dispuso el peronismo del movimiento sindical -delegados por secciones en los lugares de trabajo, comisiones internas por empresa) dio un gran poder de negociación a la clase obrera. Este fue el verdadero «hecho maldito» (Cooke) del peronismo para la burguesía. Pero por otra parte el peronismo, y el Estado, dispusieron de un método de control y regimentación sobre la clase obrera. En definitiva, el análisis debe ser concreto; hay que estudiar en cada caso cómo se dan las reformas, qué consecuencias tienen.

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      rolandoastarita

      15/05/2017 at 09:31

  5. Rolo

    Que pensas de esto?

    http://www.lanacion.com.ar/2023266-daniel-schteingart-me-retire-porque-cada-vez-se-me-hacia-mas-dificil-encontrar-un-partenaire

    Es verdad que la industria desde 1974 a 2002 cayo mas que en los ex paises del «socialismo real» ?

    Y que fue el estado el principal motor del desarrollo en canda, corea del sur, australia, nueva zelanda, noruega canada japon y estados unidos?

    Si es asi por que en argentina se destruyo la industria? con que motivos? por que argentina no pudo ser como canada? cuales son las razones por las cuales no se dieron esas condiciones para la altas tasas de inversion la falta de continuidad en las politicas estatales hacia la I+D?

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    benjamin

    13/05/2017 at 14:55

    • Explicar por qué Argentina no fue Canadá es una de las cuestiones más difíciles de responder cuando se estudian experiencias de desarrollo económico. El tema excede, además, una sección de «Comentarios». Algunos elementos para explicarlo los da el libro de Andrés López, «Desarrollo económico y sistema nacional de innovación en la Argengina» (Fondo Editorial Consejo, Buenos Aires, 2007). A lo que agregaría la forma de colonización y propiedad latifundista, que impidió la existencia de una población numerosa y un proceso de acumulación capitalista sólido (el libro de AL arranca el estudio en 1860).

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      rolandoastarita

      15/05/2017 at 09:40

  6. Comparto también una cita del manifiesto comunista (marx):

    «Una parte de la burguesía desea mitigar las injusticias sociales, para de este modo garantizar la perduración de la sociedad burguesa.

    […] Los burgueses socialistas considerarían ideales las condiciones de la sociedad moderna sin las luchas y los peligros que encierran. Su ideal es la sociedad existente, depurada de los elementos que la corroen y revolucionan: la burguesía sin el proletariado.

    […] Una segunda modalidad, aunque menos sistemática bastante más práctica, de socialismo, pretende ahuyentar a la clase obrera de todo movimiento revolucionario haciéndole ver que lo que a ella le interesa no son tales o cuales cambios políticos, sino simplemente determinadas mejoras en las condiciones materiales, económicas, de su vida. Claro está que este socialismo se cuida de no incluir entre los cambios que afectan a las «condiciones materiales de vida» la abolición del régimen burgués de producción, que sólo puede alcanzarse por la vía revolucionaria; sus aspiraciones se contraen a esas formas administrativas que son conciliables con el actual régimen de producción y que, por tanto, no tocan para nada las relaciones entre capital y trabajo asalariado, sirviéndo sólo -en el mejor de los casos- para abaratar a la burguesía las costas de su reinado y sanearle el presupuesto.

    Este socialismo burgués, a que nos referimos solo encuentra expresión adecuada allí donde se convierte en mera figura retórica.

    ¡Pedimos el libre cambio en interés de la clase obrera! ¡En intés de la clase obrera pedimos aranceles protectores! ¡Pedimos prisiones celulares en interés de la clase trabajadora!

    Hemos dado, por fin, con la suprema y única seria aspiración del socialismo burgués. Todo el socialismo de la burguesía se reduce, en efecto, y es que los burgueses lo son y deben seguir siéndolo… en interés de la clase trabajadora.»

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    fel

    15/05/2017 at 12:49

  7. Me parece que el texto de Pannekoek, así tal cual está extractado, esta mal planteado el tema. No es tanto la «naturaleza» de la reforma sino quién la lleva a cabo y ahí entramos en el tema de la correlación de fuerza. Si las reformas son parte de una lucha directa del proletariado, independientemente si tienen o no un caracter socialista, éstas lo asientan como sujeto y pueden estar atados a un programa revolucionario. En cambio si la reforma se produce «desde arriba» desmoviliza a la clase/partido trabajador e incrementa el poder de partidos no revolucionarios.
    Ahora bien la pregunta pareciera ser como «no perder» la iniciativa sin convertirse en un partido reformista. Creo que es la gran incógnita de los partidos de izquierda del siglo XX.

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    blabla

    15/05/2017 at 16:12

  8. A veces la lucha obrera más parlamentaria me resulta como una pescadilla que se muerde la cola… si aumentan los salarios intentan subirte los precios, y a la inversa… y luego además me pregunto si como dicen muchos liberales, el salario mínimo y demás instrumentos, podrían generar desempleo.

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    Gerardo

    29/06/2018 at 12:10


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