Rolando Astarita [Blog]

Marxismo & Economía

Economía política de los derivados y la teoría de Bryan y Rafferty (8)

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La parte 7 de la nota, aquí

Acciones y opciones

En lo que respecta a las opciones sobre acciones, tampoco se verifica que, como sostienen Bryan y Rafferty, las primeras determinan el precio de las segundas. La relación fundamental es a la inversa: las opciones call suben de precio al subir el subyacente (técnicamente se dice que tienen delta positivo; el delta de la opción es la primera derivada del precio con respecto al precio de la acción subyacente). Y los put suben de precio al bajar el subyacente (su delta es negativo). Este es un comportamiento estándar, muy conocido en los mercados.

De manera que el precio de la acción es la variable independiente y el precio de la opción la variable dependiente. Por eso las compras y ventas de puts o calls en principio no afectan al precio de la acción, que es el subyacente. Por supuesto, el aumento o caída de la demanda de las opciones influyen en sus precios y volatilidad, pero esto ocurre en gran medida independientemente del subyacente. La primacía del valor de la acción en el precio de la opción también se puede advertir cuando consideramos el efecto de los pagos de dividendos: cuando una empresa cotizante paga dividendos, el Mercado de Valores automáticamente reduce el valor de la acción por el monto del dividendo. Por ejemplo, si la acción vale $100 y el dividendo es $2, luego del pago la acción cotizará a $98. Por lo tanto, son afectados los precios de las opciones: los puts son más caros y los call más baratos.

En definitiva, la relación fundamental va desde el precio de la acción a la opción, y no al revés. Sobre esta cuestión Ni, Pearson y Poteshman (2004) escriben: “Con todo, la literatura sobre introducción y expiración de opciones no ha demostrado que la comercialización de opciones sobre acciones impacte de manera significativa en los precios de las acciones subyacentes” (p. 2). Es solo en este marco de determinación fundamental que estos autores sostienen que puede detectarse una influencia secundaria inversa, esto es desde el precio de la opción al precio de la acción subyacente. Por ejemplo, sucede con frecuencia que cerca de la expiración de la opción los precios de la acción cierran más cerca del precio de ejercicio que en los casos en que las acciones no van acompañadas de las opciones. Lo cual puede afectar los rendimientos de las acciones que tienen opciones asociadas. Lo explicamos con un ejemplo.

Supongamos un lanzador (vendedor) de put que ha adquirido la obligación de comprar 10.000 acciones de la empresa X a $100. Si el día del ejercicio la acción vale $100, la opción put terminará sin valor. Pero si la acción vale, supongamos, $99,8 es probable que la opción sea ejercida, y el lanzador deberá comprar las 10.000 acciones. El inversor puede no querer verse obligado a comprar las acciones, y por lo tanto puede adquirir acciones para sostener el precio en $100. Si este comportamiento es imitado por otros inversores que tienen posiciones fuertes en puts, el precio de la acción puede ser influenciado. Para que ocurra esto, debe tratarse de grandes inversores con poder de incidencia en el mercado. Aunque, naturalmente, si la acción cae en vísperas del ejercicio, por ejemplo, un 2%, no habrá forma de que la especulación con los puts afecte el precio del subyacente.

Otra posibilidad de influencia del precio de la opción sobre el precio de la acción se relaciona con la manera en que muchos operadores del mercado toman cobertura para reducir el riesgo asociado con los movimientos del activo subyacente, compensando las compras con las ventas. Por ejemplo, alguien que ha comprado call puede compensar esa posición vendiendo la acción subyacente. Si en el tiempo cercano al ejercicio el precio de la acción está por encima del precio de ejercicio, el inversor venderá entonces más acciones, empujando su precio hacia la baja (y acercándolo al precio de ejercicio). Estas operaciones son comunes en los hacedores de mercado (market-makers), firmas intermediarias que asumen el riesgo de comprar o vender activos con pequeñas diferencias entre los precios a que cotizan las compras y ventas. Típicamente, cuando el precio de ejercicio supera al precio de la acción, los tenedores de call venden. Así la venta de acciones tiende a empujar el precio hacia su precio de ejercicio.

Ni, Pearson y Poteshman (2004) encuentran entonces que existe una incidencia de las opciones sobre los precios de las acciones. Pero se trata de un efecto menor, y temporario, que no afecta en lo sustancial la dirección principal. El hecho es que, según estos autores, entre 1996 y 2002 las acciones con opciones que cotizan en Wall Street alteraron sus rendimientos, al momento del vencimiento de la opción, en promedio solo unos 16,5 puntos básicos (100 PB equivalen a un 1%). Y en un día típico de vencimiento solo el 2% de las acciones ven alterados sus rendimientos debido a las opciones. No parece haber razones para sostener, como hacen ByR, que las opciones determinan los precios de las acciones subyacentes.

Interludio sobre “fundamentos”

 Tal vez una de mis principales diferencias con los planteos de Bryan y Rafferty, que subyace en prácticamente todos los puntos tratados, se refiere a la relación entre los “fundamentos” y los precios, tanto de las mercancías, como de los activos financieros, incluidos los derivados. El problema pasa por lo siguiente: del rechazo de las explicaciones de la teoría neoclásica sobre los fundamentos últimos de los precios no debería deducirse que, en general, es equivocado buscar fundamentos. Por ejemplo, del rechazo a la explicación de los precios de las mercancías por su utilidad, no debería concluirse que los precios de las mercancías no tienen un fundamento. Y esto es esencial para que haya ciencia económica. Es que si no existe un fundamento último de los precios –un “centro de gravedad” en torno al cual oscilan los precios del mercado-, caeríamos en el terreno de lo arbitrario.

Precisamente este rechazo de los fundamentos es lo que lleva a los poskeyensianos a sostener que los precios son determinados por la mera especulación. Así, de forma característica, en Eatwell y Taylor (2005) leemos: “Los precios en los mercados financieros son determinados por lo que la opinión promedio cree que cree la opinión promedio de esos precios. Para afirmar la opinión promedio, los operadores mercantiles se apoyan en la convención –también conocida como ‘los fundamentos del mercado’” (p. 230).

O sea, según este enfoque, los precios de los bonos, o las acciones, son el resultado de creencias y opiniones. Observemos que en la misma vena, John Harvey (1995), también poskeynesiano, sostiene que los tipos de cambio carecen de toda determinación objetiva. Lo cual cuadra en la idea de Keynes sobre el fundamento último psicológico de los precios de los activos financieros (de manera característica, la tasa de interés). Aplicado el enfoque a las acciones, sus precios estarían determinados por la mera especulación, que depende de la opinión predominante y de los estados psicológicos (los animal spirits de Keynes). A su vez, si el precio de las acciones depende de la especulación, queda entonces abierto el camino para sostener que está determinado en el mercado especulativo de las opciones; que es la posición de Bryan y Rafferty.

En cambio, desde un enfoque marxista, la especulación puede alterar los precios durante períodos más o menos largos en relación a los “fundamentos” (que en última instancia remiten a la generación y realización del valor), pero no hay manera de que la especulación reemplace la ley económica. Por eso, en el caso de la acción de una empresa, el sustento último de su precio es el trabajo que genera plusvalía. Lo cual da un “ancla” al precio de la acción. Por supuesto, durante períodos más o menos largos puede haber una brecha entre formas cosificadas del valor –precios de los activos financieros- y el contenido, vinculado a la generación y realización del valor. En otros términos, la relación entre el precio de la acción y el contenido está lejos de ser unívoca o mecánica. Pero esto no niega el hecho de que el precio de la acción –un derecho a percibir plusvalía- mantiene una relación sustancial con la capacidad de generar ganancias de la empresa.

Por eso también, tendencialmente los precios de las acciones suben cuando mejoran las ganancias y caen cuando se deteriora la rentabilidad de la empresa (hace ya años Shaikh destacó esta relación; véase Shaikh 1995). El grado de variación del rendimiento de la acción con respecto al rendimiento promedio del mercado también está condicionado por las rentabilidades relativas (no tiene nada de mecánico). Y a partir de aquí se entiende por qué los movimientos alcistas o bajistas están vinculados, tendencialmente, a la evolución de las ganancias de las empresas, o a las perspectivas de ganancias. Por eso los inversores tienen en cuenta, esencialmente, el rendimiento total de sus colocaciones, esto es, la apreciación (o no) de las acciones más los dividendos. Lo que cuenta son los beneficios esperados, la evolución de las ganancias ajustadas por inflación y los costos del capital, también ajustados por inflación; variables que se resumen en la razón price/earning, o precio/ganancia. El p/e dice cuántos años con la actual ganancia anual son necesarios para pagar lo que vale en términos bursátiles la empresa. Es una guía clave en la toma de decisiones de los inversores, y por eso determinante en los precios de las acciones; que a su vez subyacen a los precios de las opciones, como se explicó más arriba.

No hay “mezcla”

Según Bryan y Rafferty, “la importancia más profunda de los derivados” es que “mezclan” atributos de diferentes formas de activos, y por lo tanto “vinculan mercados”. Esta mezcla daría a los derivados las características de ser dinero y capital.

Siendo esta una afirmación tan importante, era de esperar que explicaran de qué manera los derivados “mezclan” atributos de diferentes formas de activos y “vinculan mercados”. Pero no lo explican. Por nuestra parte, del análisis de qué son y cómo funcionan los derivados no encontramos la forma en que tal “mezcla” y “vinculación” pueda ocurrir. Por ejemplo, ¿de qué manera alguien que ha comprado opciones call de petróleo ha “mezclado” o “vinculado”,  con esa compra, el mercado de petróleo con, por caso, el mercado de swaps de intereses de tasa fija contra variable? Más precisamente, ¿por qué el inversor en call de petróleo ha “mezclado” los atributos de ese derivado con, por caso, la posición en swap a tasa fija que asumió una municipalidad X? ¿De qué manera se han “vinculado” ambos mercados por esa operación? No encontramos forma de responder a esta pregunta. Si, por ejemplo, la municipalidad que ha tomado la parte fija del swap (porque buscaba protegerse frente a una eventual suba de tasas) está experimentando pérdidas porque el mercado se movió contra sus intereses, esa operación no está “mezclada” con el call de petróleo; ni tampoco lo está la posición de la institución que ha asumido el pago a tasa variable en el swap. Por supuesto, los ejemplos pueden multiplicarse.

Textos citados:
Bryan, D. y M. Rafferty (20o6): Capitalism with Derivatives. A Political Economy of Financial Derivatives, Capital and Class, Palgrave, Macmillan.
Eatwell, J. y L. Taylor (2005): Finanzas globales en riesgo. Un análisis a favor de la regulación internacional, Buenos Aires, Siglo XXI.
Harvey, J. T. (1995): “The International Monetary System and Exchange Rate Determination: 1945 to the Present”, Journal of Economic Issues, vol. 29, pp. 493-502.
Ni, S. X; N. Pearson, y A. M. Poteshman, 2004, “Stock Price Clustering on Option Expiration Dates”, (file:///C:/Users/usuario/Downloads/SSRN-id519044.pdf).
Shaikh, A. (1995): “The Stock Market and the Corporate Sector: A Profit-Based Approach”, Working Paper New School of Social Research, Nueva York.

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Economía política de los derivados y la teoría de Bryan y Rafferty (8)

Written by rolandoastarita

06/04/2017 a 12:42

21 respuestas

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  1. Me gusta como el señor Astarita está calentando motores para lanzar, masivamente y todos juntas, las notas críticas con respecto a la situación actual de Argentina. Durante 12 años y hasta hace un año y medio atrás era un muy activo y empeñado crítico del gobierno anterior. Tal vez este gobierno es muy previsible y le produce una abulia tal que desvía constantemente las críticas hacia otro lado.
    Saludos y felicitaciones por la gran productividad y labor que realiza en este blog.

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    rabotnik_sigloXXI

    06/04/2017 at 17:28

    • Interpreto que está tratando de decir que critiqué al gobierno K y no critico al gobierno de Cambiemos. No sé de dónde saca eso. Hay períodos más o menos largos en los cuales no encuentro nada nuevo que decir sobre la política económica, o la política en general de un gobierno, y no escribo sobre eso, me dedico a otras cuestiones. Y hay períodos en los que, por los argumentos que se adelantan, escribo sobre el asunto. La decisión de escribir sobre los temas está condicionada, en mi caso, a los discursos y posturas que atraviesan a la izquierda, o a las ideologías o posiciones políticas que asume la clase trabajadora. No doy la misma importancia al hecho de que, por ejemplo, millones de trabajadores piensen que el kirchnerismo representa «la liberación nacional y social», a que el público de los countries y Barrio Norte de Capital crea en Macri y su gente.

      Yendo ahora a las notas publicadas. En primer lugar, sobre el gobierno de Cambiemos, escribí apenas ganó la elección aquí, aquí, aquí. El eje de las notas fue explicar que el gobierno de Cambiemos llegaba para restablecer las condiciones de acumulación de capital en Argentina, que por eso aplicaba una lógica capitalista «pura», que implicaba aumento de la explotación del trabajo. A partir de esto, no hubo mucha novedad. Y tampoco hay mucha confusión sobre estas cuestiones en la vanguardia de izquierda ni en los sectores populares. De todas maneras, en mayo de 2016 publiqué otra nota (aquí) en la que insistí en el contenido de clase de la «receta» de Cambiemos (que, en última instancia, es la de todo gobierno capitalista). A lo que agregué las notas sobre el contenido y significado del neoliberalismo, con explícita referencia a Cambiemos (aquí).

      Pero también con relación a los gobiernos K la publicación de notas fue despareja. Por empezar, una aclaración: este blog comenzó a funcionar a mediados de 2010. No fueron entonces 12 años. Pues bien, en 2010 publiqué 5 notas referidas al gobierno K. En 2011 solo una. En 2015 fueron 9. En 2013 bajaron a 6. En 2014 fueron solo 3. En 2015 fueron 9. Son unas 34 notas en 65 meses (considerando hasta diciembre de 2015). Por otra parte, en 13 meses del gobierno de Cambiemos publiqué 4 notas (dejo de lado la de neoliberalismo, aunque fue escrita teniendo en cuenta el actual gobierno). Y esto considerando, como ya le dije, que las cosas con este gobierno están mucho más claras para todos los sectores populares. Aquí no hay que discutir con nadie que Macri esté empeñado en «combatir al capital financiero internacional»; o que el ministro de Economía es «marxista».

      Por otra parte, he publicado varias notas de crítica al keynesianismo «bastardo», pero también a la teoría neoclásica. Puede revisar el índice para comprobarlo. Pero también en notas que traté problemas específicos, como explicaciones sobre inflación en Argentina (aquí y siguientes) o salarios, desempleo e inflación (aquí y siguientes) en las cuales examiné críticamente, por lo menos con la misma extensión, las teorías «ortodoxas» neoclásicas que las teorías «progres-keynesianas».

      Por último, aclaro una vez más que este blog no pretende emular a un periódico de una organización de izquierda. Trato los temas que me parecen necesarios, dado un objetivo político: contribuir a la recomposición teórica y política del marxismo. Por eso he dedicado largas notas a Cuba, por ejemplo; o a lo que significó la colectivización forzosa en la URSS; a debates sobre teoría del valor; a la teoría Keynesiana (la más influyente en el siglo XX); o ahora sobre la teoría de los derivados.

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      rolandoastarita

      06/04/2017 at 18:59

  2. Profesor a propósito de su comentario, le vuelvo a preguntar algo cuando usted se despidió de vacaciones
    1. Como conceptualizar la izquierda, pudiera clasificarla.
    2. En el post anterior ante el ataque de un forista al trostkismo usted además de repudiarlo, también decía que era un crítico del mismo. ¿Hay alguien profesor en la izquierda que se aproxime a una evaluación correcta de la realidad, de tal forma que pueda tomar en consonancia con ello buenas decisiones políticas?.
    3. Y no se si el falto el respeto, pero le pregunto aquello mismo que le decía en la despedida de sus vacaciones, como se definiría usted. Ya sabemos que estalinista no es, socialdemócrata ni me lo imagino, marxista fijo, pero en relación a las otras corrientes de la izquierda, el trostkismo por ejemplo, ya que como le había dicho si es crítico de ellos también me deja un poco descolocado. Yo creo por ejemplo que Paula Bach es trostkista y me parece que tira por su misma línea de pensamiento. ¿O no hace falta definirse sino interpretar la realidad y ya basta?.
    Gracias y decirle que por el momento no discrepo en nada con usted, con lo cual no se que soy, al menos si me lo preguntan, aunque algunas cosas se: homosexual, anarquista, anticapitalista, antisistema, feminista, pobre, explotado, marxista, trostkista, y debo decirle que comunista también pero no como muchos que se dicen comunistas por ahí (Xi Jimping, Raúl Castro en esta nueva etapa liberal de Cuba, etc)

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    Diosdado Rojas Ferro

    08/04/2017 at 07:09

  3. Estas teorías que mezclan conceptos y donde todo parece lo mismo, por lo menos en los pasajes que citas, desalientan y frustran mucho la comprensión de los temas que supuestamente ellos mismo vienen a esclarecer. Sinceramente no sé si es otro su propósito. Gracias por la explicación.

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    juantollo

    12/04/2017 at 22:14

  4. Estimado Astarita:

    Sus interesantes notas sobre los derivados me han llevado a reflexionar sobre los cambios ocurridos en tres elementos intrínsecos al capitalismo, que de alguna manera están interrelacionados: el crédito, las acciones y lo que se ha dado en llamar «productos derivados». Son aproximaciones, dada la dificultad real que me supone entender estos productos y lo que implican.

    Pues bien, inspirándome básicamente en lo que he leído en sus notas, y en los autores a que hace referencia, creo que sería importante distinguir la funcionalidad de tales productos en su origen _productos generados por la propia dinámica del capitalismo per se_, de las nuevas funcionalidades que tales productos alcanzan a partir aproximadamente de la mitad de los años 80; estas no anulan, sino que «superan» la finalidad original. Básicamente estos productos surgen en un principio como mecanismos de valorización y por ende de acumulación de capital real, pero los mismos adquieren a partir de los años 80 las funciones de transferencia de valor preexistente y de creación de capital ficticio. Estas dos últimas funciones habrían estado ya en germen en el capitalismo ab initio, pero solo se habrían desarrollado de forma plena con la crisis de los años 70/80.

    El capital-dinero prestado o crédito es un mecanismo intrínseco a la dinámica capitalista para permitir a las empresas acelerar la valorización y la acumulación de capital; el interés que recibe la entidad financiera supone una parte de la plusvalía generada por la inversión de dicho capital-dinero. Ahora bien, hoy en día una parte importante del crédito no tiene como consecuencia una valorización del capital, sino una simple transferencia de valor preexistente. Ello se debe a que los préstamos que otorgan las entidades financieras a las empresas, y los bonos comerciales o la emisión de deuda por estas mismas, no sirven en muchos casos para la inversión del capital-dinero así obtenido, sino para «sanear cuentas», eliminar otras deudas, reestructurarse. Por su parte los bonos u obligaciones de instituciones públicas no son utilizados en su amplia mayoría para inversión productiva, sino para cubrir gastos públicos. Por último se han multiplicado los créditos al consumo por parte de las entidades financieras, que suponen directamente transferencias de valor desde los consumidores a estas. De esta manera en todos estos casos los intereses recibidos por los acreedores no suponen interés en sentido estricto, pues no suponen una parte de plusvalía generada, sino una transferencia de valor preexistente de unos sujetos a otros.

    Pero además el crédito ha asumido una tercera funcionalidad: la creación de capital ficticio. Los préstamos _incluidas hipotecas o tarjetas de crédito_ se convierten en activos que son titularizados, agrupados y vendidos a capitalistas monetarios, los cuales a su vez estructuran los títulos según criterios de rentabilidad y de riesgo, como es el caso de las CDOs. A partir de ahí se produce un proceso de compra-venta especulativo con estos derivados de deuda, los cuales adquieren así con frecuencia un valor nominal superior a sus activos subyacentes, al beneficio de los préstamos. Se genera en definitiva un capital ficticio y ganancia ficticia, que pueden ser utilizados de forma productiva, o de forma de nuevo especulativa. La especulación se favorece más aún porque la compra de estos productos no se realiza exclusivamente, ni básicamente, con capital-dinero líquido, sino también con la emisión de deuda, de títulos sobre los productos adquiridos, por parte de los capitalistas compradores, con un nivel alto de apalancamiento. Desde luego el valor ficticio producido no es en absoluto completamente autónomo, sino dependiente del valor real de los mismos, que se corresponde al valor real de los activos subyacentes, que es como usted dice la variable independiente. De esta manera el valor ficticio del derivado de la deuda disminuye, o se esfuma, cuando desciende, o se esfuma, el valor de los subyacentes: cuando no se cobran los intereses de los préstamos en este caso.

    Con las acciones creo que se ha dado una evolución similar. Las equities han sido y siguen siendo básicamente mecanismos de valorización y de acumulación por parte de las empresas que las emiten; los dividendos que generan a los capitalistas monetarios que las adquieren son una parte de la plusvalía producida, dividendos que aumentan por lo general con el aumento de la masa de plusvalía de la empresa. Ahora bien, desde los años 80 muchas empresas emiten acciones no con el fin, o no solo, de acelerar la acumulación, sino de nuevo para sanear sus cuentas, incluso para maquillaje de las mismas. En estos casos los dividendos responden no a distribución de plusvalía, sino a una transferencia de valor entre los accionistas. Que esta es la finalidad en muchos casos, se percibe en que, atendiendo a la conveniencia, las empresas pueden emitir el producto llamado debt/equity swap, o equity/debt swap, intercambio de acciones por bonos o viceversa, donde los administradores de la empresa pueden sanear las cuentas a cambio de transferir valor a los capitalistas que aceptan el intercambio. Por lo demás las acciones pueden también ser objeto de especulación, adquiriendo un valor nominal por encima del valor de su activo subyacente, generando en definitiva capital ficticio y ganancia ficticia. Ello se da doblemente, como acciones per se y como titularizaciones o componentes de productos financieros estructurados.

    Los productos llamados derivados, como exponía Hilferding, son en su origen un procedimiento para facilitar igualmente la valorización y la acumulación de capital. En concreto los futuros que él trata, básicamente sobre materias primas, sirven a las empresas, como usted expone en su nota, para ahorrar/liberar capital-dinero, de forma doble: permitiendo que ambos capitalistas, tanto comprador como vendedor, se dediquen más a la producción, y menos a la circulación, y disminuyendo la cantidad de capital-dinero de reserva para imprevistos. Ello permite ampliar la acumulación a ambas partes, generando más valor/ más masa de plusvalía. Esta funcionalidad clásica de ahorro/liberación de capital constante se mantiene hoy en día no solo en los futuros y opciones sobre materias primas, sino también en los currency swaps que usted explica. En realidad no deberíamos llamar a estos productos «derivados», pues estamos ante acuerdos entre capitalistas donde se produce beneficio mutuo.

    Ahora bien, en otros productos derivados nuevos, como los CDS o los swaps de intereses, así como en los futuros y opciones _la mayoría actualmente_ sobre acciones o divisas, no se produce a mi juicio una valorización y por ende un aumento de la plusvalía, fruto del ahorro de capital constante, sino una transferencia del valor preexistente de un capitalista a otro _algo que ya señalaba Hilferding, pero que se da ahora en un grado cuantitativo muy superior, y por tanto de manera cualitativamente diferente_. Esta transferencia se da a cambio de la compra/venta de seguridad. Uno de los actores decide transferir parte de su valor a cambio de evitar riesgo, posibles pérdidas, que podrían poner en riesgo su propia viabilidad como capitalista. La otra parte recibe una transferencia de valor, a cambio de asumir dicho riesgo. Tampoco deberíamos por lo tanto hablar aquí de derivados, sino de valores de cambio especiales: seguros. De hecho los beneficios de las compañías se seguros se corresponden o bien a transferencia de plusvalía, cuando el seguro se vende a empresas, o bien en muchas ocasiones a transferencias de valor preexistente, cuando se vende a consumidores particulares. Por último los futuros, opciones, swaps, etc., los llamados productos derivados, al igual que la deuda y las acciones, son también titularizados, pudiendo alcanzar de nuevo un valor nominal, por encima del activo subyacente; se genera de nuevo un capital ficticio y ganancia ficticia.

    Estas nuevas funcionalidades de crédito, acciones, y «productos derivados» _que se hallan en germen, pero no desarrolladas, en el capitalismo inicial_, son consecuencia a mi juicio de dos de las mayores peculiaridades del capitalismo a partir de los 70/80: el endeudamiento masivo y progresivo, público y privado, y la financiarización de la economía. Estos fenómenos fueron a su vez facilitados, como usted ha explicado, por una serie de medidas político-económicas, y se dieron con el trasfondo de una crisis de beneficios que todavía vivimos. Pero una economía real sustentada _no mayoritariamente, sería imposible, pero sí en gran parte_ sobre endeudamiento y capital ficticio _fruto de la financiarización y de otras especulaciones, como la de la burbuja inmobiliaria, intrínsicamente unida al fenómeno del endeudamiento_ es una economía inestable, zombi.

    Para concluir, creo que de lo hasta aquí expuesto nos llevaría a postular que el calificativo habitual de «derivados» para futuros, opciones, swaps, etc., de forma general, es en realidad un calificativo abstracto, demasiado amplio y demasiado estrecho. Si «derivado» supone una realidad sustancial, diferente en el capitalismo, es la de suponer un producto titularizado, un producto secundario, cuyo valor descansa sobre otro producto subyacente. De esta manera, por un lado, los futuros, opciones, swaps, etc., no son derivados ab initio, sino contratos entre empresas en un primer momento, y posteriormente seguros, y solo se tornan realmente «derivados» cuando son titularizados y pueden generar capital ficticio. Por otro lado deberíamos incluir entre los derivados a todo otro tipo de productos titularizados, como acciones estructuradas, CDOs, etc., generadores potencialmente de capital ficticio. Todos estos productos realmente derivados tiene además en común que su subyacente ha de ser un producto con posibilidades de considerables oscilaciones de precios _materias primas primarias, intereses, acciones, divisas, etc._, que permita la especulación, y por lo tanto la ganancia ficticia.

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    Venancio Andreu Baldó

    20/04/2017 at 17:57

    • Por falta de tiempo, no puedo responder a todas las cuestiones que plantea. Pero debería intentar fundamentar un poco más lo que afirma. Tomo solo una cuestión, como ejemplo. Usted afirma: «hoy en día una parte importante del crédito no tiene como consecuencia una valorización del capital, sino una simple transferencia de valor preexistente. Ello se debe a que los préstamos que otorgan las entidades financieras a las empresas, y los bonos comerciales o la emisión de deuda por estas mismas, no sirven en muchos casos para la inversión del capital-dinero así obtenido, sino para “sanear cuentas”, eliminar otras deudas, reestructurarse». Y agrega que esto demostraría que «… los intereses recibidos por los acreedores no suponen interés en sentido estricto, pues no suponen una parte de plusvalía generada, sino una transferencia de valor preexistente de unos sujetos a otros».

      Pues bien, no sé qué evidencia empírica tiene de que haya habido algún cambio importante en el capitalismo contemporáneo con respecto a lo que ocurría en épocas anteriores, pero la realidad es siempre que hubo crisis se destinaron grandes sumas de dinero a la reestructuración de empresas. Esto es parte entonces de la inversión de capital. Por ejemplo, el capitalista A pide $100 prestados al capitalista dinerario B para mandar a desguace una máquina obsoleta y comprar una máquina nueva. Se pone en funcionamiento la nueva máquina, y con su trabajo el obrero genera plusvalía, una parte de la cual paga los intereses por el capital prestado. Esto es, para pagar los intereses que remuneran al capital utilizado en la reestructuración de la empresa hay que generar plusvalía. No es entonces una simple transferencia de valor ya creado. Por supuesto, donde sí hubo una transferencia de valor ya creado fue en el préstamo de B hacia A.

      No sigo con otras cosas. Pero hay muchas afirmaciones que no encuentro cómo las puede justificar. Solo menciono, a título ilustrativo, dos más. Habla de «acciones estructuradas». ¿Qué son? Además, ¿por qué una acción es un «derivado»? El derivado es la opción que se apoya en la acción, no la acción. Esto es parte de mi explicación de por qué una opción no representa capital en proceso. De la misma manera dice que un CDO es un derivado. Pero un CDO es, en el fondo, un bono. Y no entiendo cómo un bono funciona como derivado.

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      rolandoastarita

      21/04/2017 at 08:52

  5. Estimado Astarita:

    Gracias por su respuesta. Siempre me alegra confrontar las opiniones, y aprender, máxime en un tema como este tan especializado que se nos escapa a los que no somos economistas. Cuatro comentarios:

    a) «Reestructuración». Lógicamente no me refiero a reestructuraciones del capital productivo, capital fijo, sino a reestructuraciones financieras. Las reestructuraciones primeras, las clásicas del capitalismo, las que responden en muchas ocasiones a una crisis y se traducen en un impulso en la productividad y en un aumento de la masa y tasa de plusvalía, más que aumentar han disminuido en la crisis actual, ya que muchas empresas son salvadas, «reflotadas», con inyecciones de capital. Lo que ha aumentado considerablemente en los últimos años son las reestructuraciones financieras. De ahí el auge de las empresas de «Reestructuración Financiera (Business Recovery Services – BRS)», así como de instituciones públicas al respecto, como el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera. Recojo esta definición de reestructuración financiera de Francisco López Lubián, IE Business School:

    «En los últimos años la continuidad de muchas empresas ha pasado por la negociación de procesos de reestructuración, tarea a la que han dedicado buena parte de su tiempo la alta dirección. Al hablar de reestructuración suele pensarse solamente en refinanciación de la deuda cuando, en la mayor parte de los casos, para conseguir esta refinanciación es preciso llevar a cabo una reestructuración de los activos.Con la reestructuración operativa se trata de hacer viable la empresa a corto plazo y conseguir unos flujos de caja libre (FCL) que aseguren la continuidad de la empresa a medio y largo plazo. La reestructuración financiera afecta a acreedores financieros y comerciales, así como a accionistas, empleados y clientes e incluso a la Hacienda Pública y las diferentes Administraciones Públicas. El plan de viabilidad y reestructuración ha de buscar el equilibrio entre viabilidad de la empresa y sacrificios de los distintos agentes»

    Pues bien, estas reestructuraciones, a ellas me refería, no generan distribución de plusvalía, sino transferencia de valor preexistente.

    De hecho, y pasando a un nivel macro, en Europa al menos se dio a partir de la de 2007 una amplia operación de reestructuración financiera de grandes bancos y empresas, e incluso países, a través de una inyección desde los Bancos centrales y el Banco Central Europeo _incluidas nacionalizaciones temporales_, que ha sido, y está siendo, en realidad, una transferencia gigantesca de valor desde los ciudadanos hacia los bancos y empresas.

    b) «Acciones estructuradas». Perdón por la imprecisión. Me refiero a productos estructurados que pueden incluir, como activos subyacentes, entre otros productos, acciones.

    c) No entiendo por qué no considera a las CDOs como derivados. Muchos autores los incluyen, y usted mismo los trata de forma conjunta e interrelacionada, en su escrito de octubre de 2007, La crisis financiera, http://rolandoastarita.com/dtCrisisfinanciera.htm. Más allá de ello, los derivados propiamente dichos y las CDOs tiene en común el que su valor no les viene de ellos mismos, sino que deriva de «activos subyacentes». Usted afirma expresamente que las CDOs son pasivos respaldados por un «pool de activos».

    d) Mi intención, en todo caso, no es mostrar que estamos ante un nuevo tipo de capitalismo, o ante un nuevo tipo de economía. Mi intención es mostrar que el capitalismo actual tiene ciertos rasgos peculiares, fruto de la crisis iniciada en los 70, y que ello se refleja también en las nuevas funcionalidades que adquieren viejos instrumentos económicos, y en la aparición de nuevos instrumentos, que lejos de negar la lógica capitalista, la desarrollan.

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    Venancio Andreu Baldó

    21/04/2017 at 16:40

    • Cuando se reestructura una empresa que está en crisis, es casi inevitable que se deba invertir en capital productivo (si se trata de una empresa dedicada a la industria, el transporte, la minería o la explotación agrícola). Es la forma en que se produzca plusvalía que retribuya al capital invertido. Pongo especial énfasis en esto porque hay una corriente de marxistas que piensa que el interés, o la ganancia financiera, surge de la mera especulación. Esto es imposible. Incluso si el inversor se hace cargo de la deuda de la empresa, lo hace porque piensa que con la reestructuración se va a generar plusvalía en grado suficiente como para que sea rentable la operación. Y esa plusvalía, insisto, solo puede surgir del trabajo productivo.

      Por supuesto, cuando hay una reestructuración, puede haber redistribuciones de valor. Por ejemplo, si se mandan a pérdida activos de la empresa, esto es, si se admite la desvalorización de activos que figuraban en el balance con determinado valor, existe redistribuciones, que significan, en realidad, asumir pérdidas. Esto en sí mismo no genera ningún valor nuevo, y además es algo bastante común en la historia del capitalismo. Por supuesto, estas operaciones también están acompañadas de reestructuraciones de las relaciones laborales (por lo general, implican pérdidas de conquistas para los trabajadores, caídas de salario, etc.). Todo esto no es nuevo en el capitalismo.

      Con respecto a las reestructuraciones de bancos y financieras, hay que analizar en qué consisten. Si el banco debe mandar a pérdida préstamos realizados por incobrables, y necesita recapitalizarse, habrá una inyección de capital. Que el capital bancario luego dé ganancias tendrá que ver con el comportamiento de las inversiones que realice el banco. Y no veo manera en que podamos decir que el capital bancario es capital ficticio.

      Con respecto a los CDO, no los considero derivados. Un bono no es un derivado, es un título de deuda. El que tiene un pool de títulos de deuda, empaquetado en un CDO, tiene entonces un derecho a cobrar plusvalía. El que posee una opción con subyacente en acciones, o el que posee un futuro sobre un bono, no tiene derecho a cobrar dividendos o intereses del bono en tanto no ejerza la opción o el futuro y pase a ser el propietario del título. Trato de subrayar estas diferencias para que podamos distinguir las diferentes funciones de los instrumentos financieros.

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      rolandoastarita

      21/04/2017 at 17:15

  6. Estimado Astarita:

    He releído sus escritos sobre la crisis financiera, así como los de R. Carcanholo, y me surgen varias reflexiones, y algunas preguntas:

    1. Capital ficticio y ganancias ficticias

    a) El concepto de «capital ficticio» es esencial para entender los «títulos y obligaciones», como sostenía Marx, y creo que para entender los diferentes instrumentos financieros actuales _sean titularizaciones/securitizaciones, CDOs, acciones, o derivados: futuros, opciones, CDS_, todos los cuales son, al menos en última instancia, títulos comercializables. El capital ficticio se da en el momento en que se crea un título comercializable _un valor de cambio ficticio_ sobre un capital previo real, duplicándolo _capital-dinero, materias primas, básicamente, por lo explicado arriba_: una CDO representa un capital real, una deuda, pero al tiempo, como título, como valor de cambio ficticio, es un capital ficticio; es lo que R. Carcaholo llama Capital ficticio I. Pero creo que esta concepción del capital ficticio, aplicable a todos los títulos comercializables, la tiene usted también en su escrito «Notas sobre la crisis financiera», reseñado arriba: «Si bien el acreedor puede vender el título (con una ganancia o pérdida con respecto al precio a que lo compró), se trata de un capital puramente ficticio».

    b) Este capital ficticio, los títulos comercializables, generan un beneficio, una ganancia, y esa ganancia es por lo tanto una ganancia ficticia. La ganancia ficticia es diferente, cualitativamente, de la ganancia real, y puede serlo también cuantitativamente, pero siempre gira en torno a ella, de la misma manera que el valor del capital ficticio gira en torno al valor del capital real. Un aumento de las expectativas de ganancias reales, de aumento del precio del activo subyacente, supone un aumento del precio de los títulos, y por ende un aumento de las ganancias ficticias, y viceversa con una desvalorización. En consecuencia, de la misma manera que el capital ficticio no puede existir sin el capital real, la ganancia ficticia no puede darse sin la existencia de una ganancia real; cuando esta desaparece, desparece aquella: » … el capital de la deuda pública sigue siendo puramente ficticio y a partir del momento en que estos certificados de deuda se tornasen invendibles, se desvanecería la apariencia de este capital (ídem)».

    c) Las acciones constituyen unos títulos especiales, con doble naturaleza de capital real, en cuanto suponen copropiedad de una empresa, y de capital ficticio, en cuanto son títulos. Por ello obtienen ganancias tanto reales, dividendos sobre la ganancia de la empresa, como ficticias, por la venta de la acción en cuanto título.

    d) La ganancia ficticia, ficticia por el origen, y por su dependencia, es con todo una ganancia real per se, dinero que puede convertirse en renta individual o en capital-dinero real.

    e) No toda ganancia ficticia procede de la emisión de titulizaciones. También puede darse ganancia ficticia de la venta de valores de cambio ficticios, que no son títulos comercializables, sustentados sobre valores de uso reales _tierras y otros recursos naturales, pero también seguros o concesiones públicas de servicios, como derechos de emisión de una cadena televisiva_. Son valores de cambio ficticios porque no incorporan valor alguno, trabajo abstracto alguno. Se calcula el precio de la venta, en el caso de la tierra, teniendo en cuenta dos parámetros: la renta que podría aportar, de ser usada productivamente, y el tipo de interés existentes. También se da ganancia ficticia con el arrendamiento de valores de uso, sean valores reales o ficticios, incorporen o no trabajo abstracto, pero con finalidad no productiva. El beneficio ficticio obtenido se entiende como la ganancia de un capital, el cual realmente no existe, al menos realiter _aquí no hay ni siquiera desdoblamiento de capital; R. Carcanholo habla por ello de capital ilusorio_.

    f) Una ganancia ficticia puede proceder en tercer lugar de la especulación, que puede hacer aumentar el precio tanto de un capital real como de un capital ficticio o ilusorio, tanto de valores de cambio reales _vivienda_ como ficticios, por encima de su valor real. No se trata de la especulación entendida como casos de astucia individuales, sino de la especulación como un movimiento generalizado de compra de determinadas mercancías, hecho que aumenta de forma significativa el precio de las mismas, y ello fruto de buenas expectativas económicas y de la disminución de los tipos de interés, como usted enfatiza en el escrito ya reseñado. R. Carcanholo habla aquí de capital ficticio II, porque es un capital no doblado, como el primero, en la «primera compra/venta» de un valor, sino doblado, o «inflado», en las compra/ventas sucesivas, segundas, generadas por la especulación.

    2. Los procedimientos esenciales, estructurales, de obtención de valor/valorización en el capitalismo son:

    a) La extracción directa de plusvalía, de forma absoluta y relativa, a través de la explotación de los trabajadores. Es el procedimiento básico, esencial, sin el cual no hay capitalismo. Es en realidad el único procedimiento de creación de valor nuevo, de valorización real del capital.

    b) El aumento del beneficio, masa y tasa, por la liberación de capital constante. Es otro procedimiento esencial al capitalismo, pero secundario. No se produce creación de valor nuevo, sino acumulación de valor por parte de capitalistas individuales a través del ahorro de capital constante. Ahora bien, dicho ahorro libera un capital-dinero que puede ser utilizado productivamente, aumentando la masa de plusvalía. De esta manera la liberación de capital constante es en última instancia una herramienta de valorización real del capital. Este procedimiento de valorización es en definitiva dependiente del anterior, de la extracción de plusvalía. No se daría si no existiera la extracción de plusvalía.

    c) La distribución/transferencia entre los capitalistas, y otros, de la plusvalía producida. Ocurre por determinados procedimientos, bastante diferentes: la renta por el arrendamiento de la tierra y otros valores de cambio, naturales o sociales, reales o ficticios, cuando el arrendamiento tiene finalidad productiva; el interés fruto de la propiedad del capital-dinero, cuando el préstamo tiene finalidad productiva; la igualación de la tasa de beneficio a través de los precios de producción; la oferta y demanda, que hace que algunos precios bajen por debajo del valor, mientras otros suben; la astucia personal, o la especulación entendida en sentido estrecho, que permite a algunos capitalistas colocar precios por encima de los valores de sus mercancías; aquí se incluye el fraude; los precios de monopolio, en la forma limitada que existen. Esta transferencia también es dependiente de la extracción de plusvalía a los trabajadores, pues sin ello no habría ninguna plusvalía que transferir.

    Los procedimientos siguientes son secundarios, derivados, siempre existentes en el capitalismo, pero en especial auge en los momentos de crisis, como el actual:

    d) La trasferencia de valor preexistente entre capitalistas, y entre trabajadores y estos. Ocurre por procedimientos también variados: préstamos sin finalidad productiva, tanto a capitalistas como a trabajadores; emisión de bonos y acciones, no con finalidad de aumento de la productividad, sino para reestructuración y saneamiento financieros de empresas y bancos _lo que puede incluir fusiones_; rescates públicos de empresas y bancos; la fuga de capitales desde regiones o países pobres a otras zonas económicas más desarrolladas; el fraude y el robo. Toda crisis supone un periodo de transferencia de valor preexistente, aunque va unido, como me parece que usted sostiene, a un proceso de desvalorización, con el cual se confunde.

    e) Las ganancias ficticias, según hemos visto en el primer punto. Ahora bien, las ganancias ficticias suponen en realidad una transferencia de valor preexistente. En el capital ficticio I, cuando la ganancia se obtiene por «venta primera» de un título o titularización de un activo subyacente, o en el capital ilusorio, cuando la ganancia se produce por la «venta primera» de un valor de cambio ficticio sobre un valor de uso real, o el arrendamiento no productivo, la ganancia se corresponde a capital real, capital-dinero acumulado, atesorado por capitalistas u otros, quienes a cambio obtienen el título o capital ficticio. En el capital ficticio II, cuando un capitalista obtiene ganancia ficticia por la hinchazón del precio de un capital subyacente, sea real o ficticio, en ventas sucesivas, se produce una transferencia de valor hacia ellos desde los capitalistas u otros que adquieren dichos valores de cambio hinchados.

    f) Estos procedimientos pueden darse, y se dan a menudo, de forma combinada. Cuando una constructora, pongamos la española Dragados y Construcciones, construía vivienda en España en el período de boom inmobiliario, la empresa obtenía ganancias básicamente por la plusvalía extraída, aunque también por transferencia de plusvalía, dada su capacidad competitiva, y también por transferencia de valor preexistente, gracias a las ganancias ficticias fruto de la alta especulación; los propietarios de terrenos obtenían ganancias por transferencia de valor preexistente, ganancias ficticias fruto de la venta de los terrenos, capital ilusorio; los bancos obtenían beneficios con sus créditos, por distribución de plusvalía generada pero también por transferencia de valor preexistente desde los trabajadores/consumidores, y desde los capitalistas monetarios que adquirían los títulos hipotecarios; muchos funcionarios obtenían beneficio por transferencia, tanto de plusvalía generada como de valor preexistente, a partir del fraude; capitalistas monetarios obtenían ganancias ficticias, por transferencia de valor preexistente, ganancias ficticias fruto de la compra y venta especulativa de titularizaciones de deuda; los rescates financieros han sido transferencias de valor preexistente; etc.

    3. Conclusión:

    La valorización capitalista se reduce a dos procedimientos básicos: la extracción de plusvalía y la transferencia de valor preexistente. Pero el primero es el único procedimiento de valorización real, social, en una zona o país económica, o a nivel mundial, mientras la transferencia de valor preexistente _incluida la ganancia ficticia_ solo supone valorización individual de ciertos capitalistas, a costa de otros capitalistas o trabajadores. Ciertamente esta valorización individual por transferencia, en ciertos capitalistas, puede empujar a la inversión productiva y por tanto generar valor nuevo o plusvalía, dar lugar a una valorización social. Una reestructuración financiera de una empresa, por ejemplo, con crédito, o emisión de bonos o acciones, puede sin duda ser la base para una inversión productiva de esa empresa. Pero para ello tienen que darse las condiciones propicias, de un estado de la economía promisorio. De lo contrario, el valor acumulado puede seguir siendo utilizado para una valorización individual por transferencia, en forma de espiral, lo cual tiene sus límites, pues no puede mantenerse el capitalismo, sin crisis, sin una valorización social del capital, sin una dinámica de creación de plusvalía. De esta manera la transferencia de valor preexistente tiene una cierta autonomía, que no tienen los restantes procedimientos, en relación a la extracción de plusvalía, pero es una autonomía limitada cuantitativamente, y por ende en el tiempo, y que depende de que haya por otro lado una cierta valorización social o creación de plusvalía, además de forma creciente, dinámica.

    Finalizo con dos preguntas, que me gustaría me aclarara:

    1. ¿Ha variado usted su concepción sobre el capital ficticio, y los diversos instrumentos financieros, desde sus «Notas sobre la crisis financiera» de 2007, a la actualidad? Si fuera así, ¿en qué sentido?.

    2. ¿Me podría explicar la diferencia entre diversas instituciones financieras, como fondos de inversión, bancos de inversión, y los «pools institucionales de cash «, cuya importancia usted enfatiza en su nota «Sobre los orígenes de la crisis financiera», https://rolandoastarita.wordpress.com/2012/05/30/sobre-los-origenes-de-la-crisis-financiera/?

    Muchas gracias y disculpe por la extensión.

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    Venancio Andreu Baldó

    24/04/2017 at 18:09

    • Dos cuestiones. Primero, no sé a qué nota se refiere cuando cita “Notas sobre la crisis financiera”. ¿Es del blog?
      Segundo, no puedo explicar a cada momento mi enfoque, por lo cual, sobre capital ficticio remito a lo planteado aquí. Allí explico, entre otras cosas, por qué un título de deuda no es necesariamente capital ficticio (aunque se comercialice). Y de nuevo por qué un swap de interés o una opción no son capital ficticio. Sinceramente no entiendo este empeño en mezclar todos los conceptos.

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      rolandoastarita

      25/04/2017 at 09:19

    • Agregado: me pregunta la diferencia enre los fondos de inversión y los pools institucionales de cash. La principal diferencia está en el volumen de cash que manejan los pools. Incluso recogen dinero de los fondos de inversión. Además, los pools tienen como principio «no perder». Dada la magnitud del cash que manejan, no pueden colocarse en depósitos bancarios. Es que el seguro de depósitos tiene como límite 250.000 dólares, en tanto los balances cash, en promedio, de los pools, son de 10.000 millones de dólares (dato de 2013, Poszar; de conjunto para fines de ese año reunían unos 6 billones de dólares en cash). Por eso hacen inversiones en activos seguros, de corto plazo, que van de 24 horas a menos de un año. Estas inversiones son en títulos del Tesoro con vencimiento en pocos días; repos de las mesas de trading gubernamentales; y fondos del mercado monetario (money market funds), que a su vez también invierten en activos de corto plazo. Es importante destacar que dada la magnitud de los pools, no hay suficiente oferta de títulos gubernamentales para sus operaciones. De ahí que inviertan en acreencias privadas, como los MMF, que conllevan cierto grado de riesgo.
      Los pools han alimentado la banca en la sombra y la burbuja inmobiliaria-financiera que estalló en 2008-2009.

      Los fondos de inversión y los bancos de inversión son dos cosas muy distintas. Un banco de inversión es un intermediario financiero que suscribe acciones o las coloca en el mercado (en la oferta pública inicial) a cuenta del emisor; también puede participar en fusiones de empresas; también puede participar en la colocación de títulos de deuda a cuenta de empresas o instituciones estatales. Un fondo de inversión, por el contrario, recoge dinero de inversores que utiliza para comprar títulos públicos o privados, y emite acciones que son retenidas por los inversores. Por otra parte, hay varios tipos de fondos de inversión. Por ejemplo, los MMF y los hedge funds (fondos de cobertura) son variedades de los fondos de inversión.

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      rolandoastarita

      25/04/2017 at 10:16

  7. Me refiero a su escrito de octubre de 2007, La crisis financiera, que ya había mencionado en el comentario anterior _lo de «Notas» es un error_. No es del blog, que yo sepa; al menos yo he accedido al mismo a través de la web, http://rolandoastarita.com/dtCrisisfinanciera.htm. Es verdad que varias ideas aparecen repetidas en su nota del blog, “Sobre los orígenes de la crisis financiera”, https://rolandoastarita.wordpress.com/2012/05/30/sobre-los-origenes-de-la-crisis-financiera/?. Sin embargo yo he creído percibir algunas diferencias, así como también como con respecto a su nota del blog, también del 2012, ¿Qué es capital ficticio?, https://rolandoastarita.wordpress.com/2012/05/20/que-es-capital-ficticio/. De ahí mi pregunta.

    Por cierto, leyendo algunos de los comentarios agregados a esta última nota, veo que, en oposición a R. Carcanholo, niega que las «ganancias ficticias» puedan contrarrestar la caída de la tasa de ganancia. Yo estoy de acuerdo con usted, si con ello se pretendiera decir que las ganancias ficticias puedan en realidad revertir, y menos de forma definitiva, la caída de la tasa de ganancia. Pero sí creo que las ganancias ficticias, de forma temporal, pueden frenar la caída de la tasa de ganancia, al suponer una acumulación de capital-dinero en determinados capitalistas que puede invertirse productivamente. A mi juicio con las ganancias ficticias se da, a este respecto, un fenómeno parecido al de la inflación provocada por un incremento generalizado de los valores nominales y el aumento de la masa de dinero en un país o zona económica. Ello no evita la caída de la tasa de beneficio, pero puede ralentizarla, en determinadas condiciones, esto es, cuando la caída de la tasa de beneficio no haya alcanzado determinado grado cuantitativo, pues entonces lo que se puede generar es incluso estanflacción.

    Marx dice en carta a Engels, del 22 de abril de 1868: «Pero que, especialmente tratándose de la verdadera industria, la productividad del trabajo recibe un impulso con la baja del valor del dinero,
    con la simple inflación de los precios en dinero y la batida internacional general a la masa de dinero incrementada, constituye un hecho histórico, comprobable especialmente en el decenio de 1850 a 1860».

    Gracias por sus aclaraciones. Me permiten conocer mejor sus tesis, que considero fundamentales para mejorar mi propio conocimiento de esta realidad compleja del capital ficticio, et alia.

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    Venancio Andreu Baldó

    25/04/2017 at 13:07

    • Con relación al artículo de 2007, creo haber progresado en la comprensión de los mecanismos de la crisis financiera. Considero que la explicación de la nota «Sobre los orígenes de la crisis financiera» es más completa que la de 2007.

      Por otra parte, puede ser que en determinado momento el incremento de ganancias ficticias postergue la caída de la tasa de ganancia. Tendría que pensar más a fondo cómo podría suceder. Pero en esta cuestión la polémica con la tesis de la financiarización (o variantes) es de otro tenor. Polemizo con la idea de que el crecimiento del capital ficticio puede sostener la acumulación a lo largo de años, o incluso décadas, como piensan algunos. Se piensa que el capital ficticio genera poder de compra adicional. No entiendo cómo puede ocurrir esto, por ejemplo, por valorización especulativa de las acciones; es imposible que genere poder de compra adicional, a no ser que se trate de entrada de capitales extranjeros (y en ese caso, disminuye el poder de compra de los países de donde salen). Tampoco puede sostener la demanda la valorización de la propiedad inmobiliaria (la tierra es típicamente capital ficticio). Ni comprendo cómo pueden decir, por caso, que el capital financiero gana dinero comprando y vendiendo en el corto plazo.

      Con respecto a la inflación en el siglo XIX, Marx no explica por qué se producía. La inflación puede aumentar las ganancias cuando significa una caída del salario. Pero esto es muy distinto a afirmar que el capital ficticio es el que sostiene la acumulación.

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      rolandoastarita

      25/04/2017 at 13:39

  8. Estimado Astarita:

    Perdone mi insistencia

    1. La naturaleza unitaria y plural del capital ficticio

    Si englobo en dos grandes apartados el capital-dinero, esto es, capital-dinero real, en forma contante y sonante _oro y billetes_ y capital dinero-ficticio, donde incluiría todas las titularizaciones, es porque Marx lo hace así, en el comienzo del capítulo XXIX del Volumen III, «Las partes integrantes del capital bancario». En el texto original en alemán dice que todo el capital bancario se integra en dos categorías, el «dinero contante y sonante», «oro o billetes» y los «papeles de valor» _»Das Bankkapital besteht 1. aus barem Geld, Gold oder Noten, 2. Wertpapieren_ y en estos últimos incluye otras dos categorías, los «papeles comerciales» o «cambios» _»Handelnspapiere», Wechsel»_, y los «papeles de valor públicos» o «öffentliche Wertpapiere», donde se incluyen a su vez «papeles del estado», «papeles del tesoro», «acciones de todo tipo», «en una palabra, papeles que reportan interés»… Aquí pueden incluirse también las hipotecas» _la traducción en inglés de Wertpapiere es también solo con un término, «securities»_. Aquí no están los llamados hoy en día «derivados», porque no existían en época de Marx, pero sí, de alguna manera, las CDOs.

    Entre los diversos tipos de «papeles de valor» hay diferencias, esenciales, pero también elementos en común, también esenciales, aquello que lleva precisamente a Marx a englobarlos en una misma categoría. Lo común esencial es en primer lugar que estos papeles de valor son capital ficticio, imaginären Geldvermögens, esto es, un título de propiedad que funciona como si fuera capital pero que no es realmente capital. Lo común en segundo lugar es que son un «duplicado»/Duplikate, de otro capital, que representan otro capital. Este capital subyacente al título o papel puede ser tanto un capital ilusorio, no existente, o ya no existente _como en el bono del estado que se ha consumido improductivamente_ como un capital realmente existente, como en el caso de las acciones de las empresas. El papel es con todo capital puramente ficticio en ambos casos:

    «Auch da, wo der Schuldschein – das Wertpapier – nicht wie bei den Staatsschulden rein illusorisches Kapital vorstellt, ist der Kapitalwert dieses Papiers rein illusorisch»

    «Even when the promissory note – the security – does not represent a purely fictitious capital, as it does in the case of state debts, the capital-value of such paper is nevertheless wholly illusory»

    Dice más adelante Marx, en este capítulo, enfatizando lo diferente pero también lo común de los «papeles de valor»:

    «Por eso la mayor parte del capital bancario es puramente ficticio y se halla formado por títulos de deuda, (letras de cambio), títulos de deuda pública (que representan capital pretérito) y acciones (asignaciones que dan derecho a percibir rendimientos futuros)».

    Ibídem: «No debiendo olvidarse que el valor en dinero del capital que estos títulos representan en las arcas del banquero, aun cuando sean asignaciones que den derecho a percibir rendimientos seguros (como ocurre con los títulos de la deuda pública) o títulos de propiedad sobre un capital efectivo (como es el caso de las acciones) es absolutamente ficticio…»

    En tercer lugar, como capital ficticio, el papel de valor, sea el que sea, tiene su autonomía parcial, su «propio movimiento», «seine eigene Bewegung». Dice Marx también: «Se regula por normas divergentes de las del valor del capital efectivo que representan, al menos en parte».

    Su movimiento autónomo es doble. Por un lado estos papeles de valor, «títulos y valores de todas clases», son posibilidades de «inversión para el capital dado en préstamo», inversiones derivadas de capital crédito pero que ya no son crédito, que ofrecen un rendimiento. El rendimiento de la adquisición de un papel de valor no es interés, porque no es un capital crédito, pero es considerado, de forma fetichista, de forma necesaria en el capitalismo, como interés _por eso hablaba Marx, como hemos recogido arriba, de «papeles que reportan interés»_. Por ello, cuantitativamente, se considera que el valor de dicho «valor de papel» sería el de una capital que generara un interés cuantitativamente idéntico al rendimiento; por eso dice Marx que el «papel de valor» o el capital ficticio es un «ingreso capitalizado». Por otro lado, estos duplicados «son susceptibles de poder ser negociados por sí mismos como mercancías y de circular», son mercancías, pudiendo tener, cuantitativamente, un precio diferente a su supuesto valor.

    «Estos títulos se convierten en formas del capital a interés, porque no sólo garantizan ciertos rendimientos, sino que además pueden venderse, convirtiéndose de nuevo, con ello, en valores-capitales»

    La autonomía se refleja asimismo en que las fluctuaciones cuantitativas del valor de los «papeles de valor» no dependen, al menos en gran parte, de las fluctuaciones del valor del capital subyacente _cuando este es real_. En el caso de la acciones, depende de la «cuantía y seguridad» de los dividendos, reales y esperados, pero no necesariamente del «valor» del capital subyacente. En las restantes formas de capital ficticio, cuando se da como «constante la valorización del capital», o donde «se fija por ley», porque no existe capital, la oscilación en el valor del papel, al ser considerado una «capital que genera interés», depende de la oscilación del interés vigente: si este aumenta disminuye el valor del papel, y viceversa. En segundo lugar, en consonancia con su naturaleza de mercancías, la oscilación del valor del papel depende de los movimientos, especulativos en muchos casos, del mercado de los propios papeles de valor.

    La autonomía es parcial. No elimina la dependencia del capital ficticio con respecto al capital real. Sobre todo si se deprecia el primero, o incluso desaparece, se deprecia o desaparece el segundo, que busca su refugio en capital-dinero real:

    «Por eso en épocas de apuros… los títulos y valores se lanzan en masa al mercado para convertirse en dinero»

    El carácter común de todos los papeles de valor como «capital ficticio», con todas sus determinaciones, no elimina las diferencias de cada uno de los tipos de dicho capital ficticio, diferencias que tienen que ver con el origen de cada producto. Así las acciones tienen la peculiaridad de presentar una doble naturaleza, como sostiene Marx en el capítulo XXX. Son inicialmente títulos de propiedad que «dan derecho a un capital efectivo». Pero al tiempo, ya ab initio, son «duplicados de papel del capital efectivo», y por ende, «representantes nominales de capitales inexistentes». Allí mismo dice: «El capital efectivo existe al lado de ellos, y no cambia de mano, ni mucho menos, porque cambien de mano estos duplicados».

    2. El rendimiento del capital ficticio es valor preexistente transferido

    Hay una tendencia en el capitalismo al aumento del capital ficticio:

    «…esta riqueza imaginaria, que en cuanto a su expresión de valor tiene un determinado valor nominal originario para cada una de sus partes alícuotas, se expansionaría ya por esa sola razón a medida que se desarrolla la producción capitalista»

    Pero el capital ficticio no es capital real, y su aparición, su burbuja, o desaparición, el estallido de la burbuja, no significa mayor riqueza o mayor pobreza social, salvo si detrás hay cambios en el capital real:

    «Siempre y cuando que su depreciación no reflejase la paralización real de la producción y del tráfico en ferrocarriles y canales o el lanzamiento del capital a empresas carentes positivamente de valor, la nación no se empobreció ni en un céntimo al estallar esta pompa de jabón de un capital-dinero puramente nominal».

    Solo produce mayor riqueza o pobreza de índole individual, porque la valorización del capital individual que supone un capital ficticio acumulado _»centralizado»_en manos de un capitalista es fruto, no de la extracción de plusvalía, sino de la transferencia de valor preexistente de unos capitalistas, y otros, a otros capitalistas:

    «El ganar o perder como resultado de las oscilaciones de precio de estos títulos de propiedad y de su centralización en manos de los reyes de los ferrocarriles, etc., va convirtiéndose cada vez más, realmente, en obra del azar, que ahora sustituye al trabajo como modalidad originaria de adquisición de la propiedad del capital y también a la violencia abierta. Esta clase de riqueza en dinero imaginario constituye una parte considerable no sólo de la riqueza en dinero de los particulares, sino también, como ya hemos dicho, de los mismos banqueros».

    De todas maneras yo creo que el capital ficticio _como otras formas de transferencia de valor preexistente_ puede ligeramente frenar la tendencia social de la caída de la tasa de beneficio.

    3. La cuestión filosófica de fondo: lo empírico-concreto y lo abstracto-concreto

    La cuestión filosófica subyacente es que toda realidad es cambiante, evolutiva, entre un sistema histórico y otro, y dentro de un mismo sistema, en este caso el capitalismo. Los diferentes momentos, empírico-concretos y abstracto-concretos, pueden evolucionar y evolucionan dentro del capitalismo, sin romper por ello con su lógica, genética y sistémica: el núcleo de la riqueza capitalista como valor, cuya sustancia es el trabajo abstracto, y la plusvalía relativa como mecanismo capitalista específico de generación de valor. Los cambios a su vez responden a la dinámica básica capitalista, que es la de una valorización dinámica y una reproducción a escala ampliada del capital.

    La aparición del crédito _el cual a su vez procede de «anticipos mutuos» entre capitalistas_, responde a la tendencia a incrementar la valorización y la acumulación. Es esta tendencia la que se traduce en una búsqueda de beneficio de cualquier forma, con préstamos al consumo no productivo, o, en este caso, con la inversión en capital ficticio. Pero entonces, cuando el dinero invertido no tiene una finalidad productiva, sino que se invierte en un «papel de valor» _sea sobre bonos, hipotecas, o derivados_ ya no se puede hablar de crédito, sino de adquisición de capital ficticio _tampoco se puede hablar de crédito cuando se invierte en otros préstamos no productivos_. La base empírico-concreta es la misma: un dinero prestado por un sujeto a otro, de lo que queda constancia en una contabilidad, y sobre lo que se diseñan unos papeles _por eso el crédito está en el origen del capital ficticio_. Pero la realidad abstracto-concreta es diferente. Estos mismos papeles _esta misma realidad empírica, gracias a su versatilidad_, no proporcionan ya interés, una parte de la plusvalía, sino un rendimiento _ una transferencia de valor preexistente_ fruto de la doble condición del capital ficticio como forma de inversión de capital _similar empíricamente al crédito pero no crédito_, y como mercancía.

    Una acción, con una misma naturaleza empírico-concreta, tiene una doble naturaleza abstracto-concreta: capital real y capital ficticio. Por ello obtiene beneficio por el doble procedimiento del capitalismo. Esto es, en los mismos dividendos empírico-concretos se confunden las realidades abstractas de parte de plusvalía y de rendimiento como capital ficticio.

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    Venancio Andreu Baldó

    27/04/2017 at 19:24

    • Aunque Marx no haya metido a los derivados, usted también los mete, al nivel de un bono del Estado, o de una acción. Es una mezcolanza sin ton ni son, en la que no se distingue conceptualmente nada. Una acción representa en papel capital; y desde ese punto de vista no «es» capital (o sea, no es el capital variable o el capital constante). Y puede estar valorizada o desvalorizada con respecto al capital realmente existente. Pero esto no autoriza a ponerla al mismo nivel de un bono de Estado (que NO representa capital en proceso); ni de un título hipotecario sobre una tierra (que NO representa capital en proceso) y menos para ponerla en el mismo nivel de un derivado (que no solo NO representa capital en proceso, sino que ni siquiera es una acreencia a recibir plusvalía).

      Pero además, con todo eso usted se imagina que si Marx hubiera conocido los derivados, los hubiera puesto al mismo nivel que una acción, o un bono del Estado. Es la noche conceptual en la que todos los gatos son pardos.

      Pero estas cosas ya las argumenté en la nota. No puedo dar más argumentos de los que presenté en la crítica a Bryan y Rafferty (y en la nota sobre capital como relación social, aquí).

      PD: Le pido que trate de ser un poco más breve en próximas intervenciones.

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      rolandoastarita

      27/04/2017 at 23:11

  9. La mescolanza la hace Marx, Capítulo XXIX, V. III. Marx engloba, bajo el término «papeles de valor», muchas cosas que usted separa tajantemente: «acciones de todas clases», «hipotecas». No creo que esto sea una arbitrariedad de Marx. En la traducción en castellano

    «El capital bancario se halla formado: 1) por dinero contante, oro o billetes, 2) por títulos y valores. Éstos pueden dividirse, a su vez, en dos partes: valores comerciales, letras de cambio pendientes de vencimiento y cuyo descuento constituye el verdadero negocio del banquero, y valores públicos, como los títulos de la Deuda pública, los certificados del Tesoro, las acciones de todas clases, en una palabra, los valores que rinden un interés, pero que se distinguen esencialmente de las letras de cambio. Entre ellos pueden incluirse también las hipotecas».

    Las acciones tiene una doble naturaleza, abstracto-concreta, lo dice Marx, Capítulo XXX, V. III. Con una misma realidad empírica, «Papeles», son al tiempo títulos que dan derecho a un capital efectivo… con derecho a reclamar una plusvalía», y «duplicados de papel de capital efectivo», que son «formas de capital a interés»: «lo mismo que si al talón se le adjudicase un valor propio además del de la carga y conjuntamente con ella».

    «Los títulos de propiedad sobre negocios sociales, ferrocarriles, minas, etcétera, son, en efecto, como también hemos visto, títulos que dan derecho a un capital efectivo, pero no dan a quien los posee ningún poder de disposición sobre este capital. Este capital no puede ser sustraído de donde está. Sólo dan derecho a reclamar una parte de la plusvalía que se obtenga. Pero estos títulos se convierten también en duplicados de papel del capital efectivo, lo mismo que si al talón se le adjudicase un valor propio además del de la carga y conjuntamente con ella. Se convierten en representantes nominales de capitales inexistentes. El capital efectivo existe al lado de ellos y no cambia de mano, ni mucho menos, porque cambien de mano estos duplicados. Estos títulos se convierten en formas del capital a interés, porque no sólo garantizan ciertos rendimientos, sino que además pueden venderse, convirtiéndose de nuevo, con ello, en valores–capitales».

    No todo está unido, pero no todo está separado en la realidad social, y tampoco en el capitalismo. La realidad no es lo que se ve de forma inmediata _si no, no haría falta ciencia_ sino también las conexiones de cosas que en principio parecen desconectadas. Tal conexión se traduce en que determinadas realidades, pongamos las acciones, tengan su autonomía, su idiosincrasia _en este caso esta doble naturaleza de título que reclama plusvalía, y desdoble de dicho título, que obtiene rendimiento_, pero que al tiempo tengan elementos en común con otras realidades, conformando un todo superior: el capital ficticio, con las determinaciones vistas arriba. El capital monetario real -en oro y billetes_ y el capital ficticio son realidades diferentes, pero tienen en común el ser el capital-dinero de una economía capitalista; aquí además hay una clara jerarquía, la del capital real. Y así sucesivamente.

    Tan noche conceptual es identificarlo todo, como desconectarlo todo, atomizarlo todo.

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    Venancio Andreu Baldó

    28/04/2017 at 10:33

    • Marx en ese pasaje del cap. 29 está hablando del activo del banco. El activo está compuesto por los encajes líquidos (observe que estrictamente ese dinero NO es capital) y de los CRÉDITOS otorgados por el banco más sus inversiones en acciones o bonos. Los créditos son los títulos descontados, principalmente las letras de cambio. Esto es, se trata de CAPITAL DINERARIO. O sea, capital que se ha prestado a empresas y que como tal da derecho a la apropiación de plusvalía. ¿Qué tiene que ver esto con un swap de intereses, por ejemplo?? Este último NO da derecho a recibir plusvalía, NO es capital en proceso. ¿No se da cuenta de que no lo puede igualar a una letra de cambio, o a un cheque descontado?? ¿Por qué este afán de mezclar todo? Usted agarra una cita de Marx, y sin entender de qué habla, saca cualquier conclusión.

      Más todavía, usted cita sin sacar conclusión alguna de lo que cita. Marx dice, con razón, que las acciones son títulos que dan derecho a reclamar una plusvalía, ya que son duplicados de capital en efectivo. ¿No se da cuenta de que una opción NO es un duplicado de capital en efectivo, y por eso NO da derecho a reclamar una parte de la plusvalía producida en la empresa? O sea, NO es una forma de capital a interés (con una aclaración: pienso que Marx se equivoca al asimilar demasiado la acción al capital a interés. Pero esta es otra discusión).

      Por otra parte, los bancos compran acciones. Pero las acciones REPRESENTAN CAPITAL EN PROCESO, como acabamos de ver. Y un put o call sobre acciones NO REPRESENTAN CAPITAL EN PROCESO. Esto es, la acción da derecho a recibir parte de la plusvalía generada en la empresa. La opción NO. Incluso la propiedad del paquete accionario es sinónimo de PROPIEDAD PRIVADA DEL CAPITAL. La propiedad de opciones sobre acciones NO implica propiedad privada alguna del capital.

      Por otro lado, están las inversiones de los bancos en títulos estatales. Estos también dan derecho a recibir plusvalía, y por eso NO son asimilables a los derivados. Aunque tampoco representan capital en proceso. Pero esto a usted lo tiene sin cuidado.

      Sinceramente, hasta aquí llegué en mi intento de que entienda de qué está hablando.

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      rolandoastarita

      28/04/2017 at 11:27

    • Agregado – aclaración: para los que lean el capítulo 29 del tomo III, lo que Marx llama «capital bancario» es, en realidad, el activo del banco. En los balances bancarios el capital bancario NO figura en el activo, sino en el pasivo. Y no está compuesto por los encajes cash ni por los títulos o créditos otorgados por el banco (traté esta cuestión aquí y aquí).

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      rolandoastarita

      28/04/2017 at 11:50

  10. Estimado Astarita:

    1. Mis comentarios últimos iban básicamente sobre el capital ficticio.

    2. Creo que hay que distinguir, como hace Marx, entre el crédito productivo, que es un préstamo de capital-dinero real, que incrementa la producción y genera derecho a una parte de plusvalía _el interés_, de los papeles de valor que surgen en torno a todo capital prestado, sea productivo o no. Pues bien, estos «papeles de valor» no son capital real, sino una representación y duplicado del capital real. Pero al tiempo, en cuanto dicha representación y duplicado, son también un capital ficticio, de momento en potencia.

    Dicho capital ficticio se activa en el momento en que dichos papeles de valor son utilizados como instrumentos de inversión de capital a préstamo, y son comercializados como mercancías, y ello sin dejar de ser representantes de un capital real. Pero su valor no se corresponde necesariamente con el valor del capital real que representan. Y generan una ganancia que es un rendimiento entendido como interés.

    3. Cuando usted, en su nota ¿Que es el capital ficticio?, cita a Marx sobre las acciones, diciendo: “Las acciones de compañías ferroviarias, mineras, de navegación, etc., representan capital real, a saber, capital invertido y operante en estas empresas, o la suma adelantada por los participantes para ser gastada como capital en tales empresas” (ídem), usted no continúa la cita de Marx. Solo menciona, como es lógico, no se lo reprocho, la parte que se ajusta a su interpretación. No cita lo que se dice en el párrafo siguiente sobre las acciones, donde se afirma la segunda naturaleza de las mismas:

    «El movimiento independiente desplegado por el valor de estos títulos de propiedad, no sólo el de los títulos de la Deuda pública, sino también el de las acciones, viene a confirmar la apariencia de que constituyen un verdadero capital, además del capital o del derecho de que pueden ser títulos representativos. Se los convierte, en efecto, en mercancías cuyo precio adquiere un movimiento propio y una plasmación peculiar». Capítulo XXX, V. III

    4. Le doy la razón en que Marx puede estar equivocado, pero yo prefiero siempre tratar de descubrir una segunda hipótesis que sí se ajuste a lo dicho por Marx. Así yo creo que cuando Marx asocia el capital ficticio, incluidas las acciones, al crédito, cuando dice que las acciones «se convierten en formas del capital a interés», no lo hace por error, sino por su concepción compleja de las acciones, de su naturaleza dual.

    5. Hay citas de Marx que son indiscutibles, que no admiten interpretación.

    a) «Por eso la mayor parte del capital bancario es puramente ficticio y se halla formado por títulos de deuda, (letras de cambio), títulos de deuda pública (que representan capital pretérito) y acciones (asignaciones que dan derecho a percibir rendimientos futuros)».

    Es decir, Marx considera estos tres papeles de valor como capital ficticio _pese a sus diferencias_ tanto los títulos de deuda privados, comerciales o no, como los bonos del Estado como las acciones. Eso creo que no puede ser objeto de discusión.

    b) «Aun en aquellos casos en que el título de deuda –el título de valor–, no es, como ocurre en el caso de la Deuda pública, un capital puramente ilusorio, es puramente ilusorio el valor-capital de este título».

    Es decir, Marx considera que hay capital ficticio tanto si el título o papel de valor es sobre un capital ficticio, como en los bonos del Estado, como si subyace un capital real, como en bonos comerciales y acciones.

    c) «Los valores del Estado, al igual que las acciones y otros títulos y valores de todas clases, son bases de inversión para el capital dado en préstamo, para el capital destinado a producir intereses».

    d) «Los títulos de propiedad sobre negocios sociales, ferrocarriles, minas, etcétera, son, en efecto, como también hemos visto, títulos que dan derecho a un capital efectivo… dan derecho a reclamar una parte de la plusvalía que se obtenga. Pero estos títulos se convierten también en duplicados de papel del capital efectivo, lo mismo que si al talón se le adjudicase un valor propio además del de la carga y conjuntamente con ella. Se convierten en representantes nominales de capitales inexistentes… Estos títulos se convierten en formas del capital a interés, porque no sólo garantizan ciertos rendimientos, sino que además pueden venderse, convirtiéndose de nuevo, con ello, en valores-capitales». Capítulo XXX, V. III.

    6. Los llamados derivados. Dentro de su pluralidad, son acuerdos entre capitalistas, donde básicamente se transfiere riesgo. Hasta ahí su especificidad. Pero estos acuerdos se titularizan, se convierten en «papeles de valor» comercializables. Son «papeles de valor» que no tienen valor real, sino que representan un valor. Algunos son ya, no duplicados de un valor subyacente, sino triplicados: un papel de valor sobre otro papel de valor, al final de cual hay un capital real.

    Tales papeles de valor se convierten en instrumentos de inversión de capital de préstamo. Algunos de ellos, las CDOs y CDS, y otros, generan rendimiento directo, entendido como interés, por tener como activos subyacentes hipotecas y otros préstamos. Pero sobre todo, todos los llamados derivados son «papeles de valor» que son objeto de inversión especulativa, y que pueden generar un rendimiento entendido como intereses. El mercado de derivados es en realidad un mercado puramente especulativo, por parte de compradores y vendedores. De esta manera el valor de los derivados sería siempre su «ingreso capitalizado», esto es, «el rendimiento que da, calculado a base de un capital imaginario y con arreglo al tipo de interés vigente».

    En ese momento los derivados _no los contratos entre capitalistas, sino los títulos sobre dichos contratos_ ya son una forma de capital ficticio, que comparte las determinaciones del capital ficticio tal como lo considera Marx. Podría decirse de ellos también que «estos títulos se convierten en formas del capital a interés, porque no sólo garantizan ciertos rendimientos, sino que además pueden venderse, convirtiéndose de nuevo, con ello, en valores-capitales»

    7. También prefiero dejar el tema aquí.

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    Venancio Andreu Baldó

    30/04/2017 at 16:00

    • Lo que escribe me confirma que no vale la pena que le responda.

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      rolandoastarita

      30/04/2017 at 16:05

    • Quiero agregar una precisión: creo que no vale la pena que le responda porque pienso que usted polemiza con mala fe. Sospecho que esto se debe al estrecho interés de «ganar» una discusión. En cualquier caso, no me interesa entrar en este tipo de dinámicas.

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      rolandoastarita

      01/05/2017 at 13:04


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