Rolando Astarita [Blog]

Marxismo & Economía

Economía política de los derivados y la teoría de Bryan y Rafferty (4)

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La parte 3 de la nota, aquí

Las razones del crecimiento de los derivados

La teoría de Hilferding sobre los futuros ayuda a entender por qué, a partir de los 1980, los derivados tuvieron un crecimiento explosivo. Esencialmente, ocurrió que con la internacionalización del capital, las aperturas de los mercados financieros, la menor regulación de los Estados nacionales de mercados y precios, la eliminación de precios sostén de commodities, la desintermediación financiera y la ruptura del sistema de Bretton Woods, aumentó la volatilidad de los precios de las materias primas, de las tasas de interés y de los tipos de cambio. Dice Palazuelos (1998), refiriéndose a los años 1970 y 1980:

“Las grandes operaciones comerciales desarrolladas en los principales mercados de materias primas como el de crudos de petróleo, algunos productos agrarios negociados en la bolsa de Chicago y ciertos metales negociados en la bolsa de Londres, comenzaron a efectuarse bajo modalidades conectadas por los mercados de créditos y de divisas. Igualmente, las estrategias productivas de las grandes empresas quedaron cada vez más vinculadas con la realización de operaciones financieras a escala internacional. Las divisas se convirtieron en importantes activos financieros, mientras que los diferenciales entre los tipos de interés y las tasas de cambio de cada país pasaron a ser una referencia permanente para las empresas que realizaban actividades de comercio exterior. Los inversores tradicionales, los nuevos agentes financieros, los bancos y las corporaciones transnacionales, todos ellos fueron diversificando sus carteras y vínculos financieros”.

“En suma, el comportamiento de los mercados financieros internacionales comenzó a tener una importancia creciente en la dinámica productiva y comercial de las economías desarrolladas, y por extensión, en el conjunto de la economía mundial. (…) Al mismo tiempo, la inestabilidad de los movimientos financieros se convertía en indeseable para los gobiernos y las empresas que pretendían disponer de un horizonte predecible” (pp. 35-36).

También Bryan y Rafferty (2006), escriben:

“En un mundo de tasas de interés, tipos de cambio y precios de los commodities variables, para no mencionar la volatilidad política, las corporaciones quieren tener certeza acerca de estas variables críticas, y comercian en los mercados de derivados como una forma de comprar esa certeza. En la medida que cambia su exposición en el proceso de los negocios diarios, continuamente compran y venden en esos mercados de derivados para mantener la cobertura de su riesgo en línea con sus exposiciones varias. A veces también las corporaciones apuestan en el mercado tomando riesgo en lugar de desprenderse del mismo. Algunas veces ganan, algunas veces les va desastrosamente mal, terminando en casos famosos de insolvencia. (…) La causa próxima del crecimiento de los derivados, por lo tanto, puede ser resumida en términos de la necesidad creciente de administración del riesgo por parte de las corporaciones, y la invención de nuevos (y a veces bizarros) medios de aseguramiento (y apuesta) en el contexto de los mercados globalizados” p. 8). Así, por ejemplo, los swaps de intereses crecieron en paralelo con la creciente demanda de financiamiento para fusiones y adquisiciones de empresas, la inversión extranjera directa y la incrementada volatilidad de las tasas (p. 60).

Otros autores, desde enfoques distintos, presentan explicaciones similares a las de Palazuelos y Bryan y Rafferty. Estas explicaciones también están en línea con la teoría de Hilferding sobre el rol de los derivados. Aunque, contra lo que pensaba Hilferding, la competencia, lejos de atenuarse, se ha extendido a nivel planetario, y posiblemente se ha intensificado. Por eso hoy no se puede comprender la economía capitalista si no se tienen en cuenta las guerras de precios, el cambio tecnológico en busca de plusvalías extraordinarias y la competencia determinada por los movimientos transfronteras de los capitales. Es la razón “estructural” del crecimiento explosivo de los mercados de derivados en las últimas décadas.

Reformas en los mercados de derivados

 A partir de la experiencia de la gran crisis de 2008-2009, se han introducido una serie de reformas en el sistema financiero con la intención de disminuir el riesgo. Sin embargo, dado el carácter global de los mercados de derivados, los Estados nacionales no ejercen una regulación directa. Según Bryan y Rafferty: “… hay un proceso de regulación de los derivados financieros al cual los Estados nacionales contribuyen, pero en la cual los Estados nacionales, ni individual ni colectivamente, ejercen una regulación directa” (p. 208). Sostienen que se trata de un proceso similar al sistema de patrón oro, que no estaba regulado directamente por los Estados, pero permanecía “estable y ordenado” (ibid.). Lo cual conecta con su tesis, que discutiremos más adelante, que dice que actualmente los derivados “anclan” al sistema financiero internacional “de una forma que es comparable con el rol del patrón oro en el siglo XIX” (ibid.).

En particular Bryan y Rafferty destacan que las principales formas de regulación de los derivados pasan por la supervisión de los Estados nacionales sobre los mercados de derivados; la existencia de la International Swap and Derivatives Association, que cubre el 80% de las transacciones en derivados y obliga a sus miembros a usar contratos estándar; las regulaciones de los Estados sobre los bancos, que están involucrados en aproximadamente el 70% de las transacciones en tanto contrapartes; y la credibilidad de las contrapartes, determinada por las agencias de calificación del crédito (ibid., p. 209).

Dado que el libro de Bryan y Rafferty fue publicado antes de la crisis financiera, precisemos que en los últimos años se han tomado mayores medidas de regulación. Es que durante la crisis grandes participantes en los mercados de derivados estuvieron bajo enorme tensión, y varios no pudieron cumplir sus obligaciones. Fue entonces que, buscando prevenir riesgos, en 2009 el G-20 (y en EEUU el acta Dodd-Frank) dispuso que las operaciones con derivados suficientemente estandarizados que se negocian “sobre mostrador” (OTC) deben ser liquidadas centralmente en las cámaras de contrapartida central (CCP, por sus siglas en inglés, Central Counterparty Clearing House).

Recordemos que las operaciones OTC son las transacciones bilaterales, generalmente estandarizadas, que se negocian privadamente; comprenden la mayor parte de las operaciones con derivados. Con la introducción de las CCP se busca eliminar el riesgo de que una de las partes no cumpla (puede atrasarse en el pago, o no realizarlo, etcétera). Es que una CCP funciona como una cámara central de clearing,; después de que las dos partes han convenido realizar una transacción, se convierte en la compradora de cada vendedor y en la vendedora de cada comprador. Damos un ejemplo de swap de interés. Supongamos una empresa constructora que toma un crédito de un banco por tres años para financiar la construcción de un complejo de viviendas. Supongamos que es un crédito a tasa variable. Supongamos que la constructora quiere hacer un swap para pasar a tener una obligación a tasa fija. La empresa entonces va al banco a arreglar un swap. El banco entra en el mercado para encontrar otra institución financiera que quiera entrar en un contrato de un swap. Si la transacción es operada a través de una CCP, entonces esta se convierte en la vendedora y compradora de las dos partes del contrato. Y si alguna parte defaultea, el CCP deberá cubrir la pérdida con su capital propio. En síntesis, la idea detrás de las CCP es que las exposiciones al riesgo sean reemplazadas por una red centralizada de exposiciones entre los que participan en el clearing y el CCP (véase Domanski, Gambacorta y Picillo, 2015).

A fin de funcionar como garante de la operación, la CCP impone requerimientos de colateral, y exige a las partes intervinientes cubrir pérdidas o ganancias al menos una vez al día, según la evolución de los precios. Precisemos que solo los “miembros del clearing” pueden tener relación directa con la CCP; la transacción de un cliente que no es miembro del clearing se realiza y garantiza a través de un miembro del clearing. Por otra parte, el CCP reduce la necesidad de liquidación (settlement), ya que netea las obligaciones. Y permite tener una visión más completa de las posiciones deudoras y acreedoras de los participantes que la que se tenía con las relaciones bilaterales.

A partir de 2010 las CCP se expandieron, y aumentó la cantidad e importancia de bancos e instituciones que operan a través de ellos. Según la Reserva Federal, en 2014 el 20% de todos los derivados de crédito y el 45% de todos los derivados en tasas de interés se liquidaban centralmente. En su mayoría las CCP están controladas por grandes bancos. Además, cada gran mercado de derivados –por ejemplo, el mercado de opciones, el de CDS, etcétera- está dominado por un pequeño número de CCP.

Regulación y riesgo de crisis

La obligación de liquidar los derivados a través de cámaras de clearing, junto a otras regulaciones –como las nuevas exigencias de capital a los bancos, o la prohibición a los bancos de especular con capital propio para obtener beneficios- ha sido presentada en algunos ámbitos como un paso importante hacia la estabilidad y seguridad del sistema financiero. Pero la realidad es que el riesgo permanece. Refiriéndose a las regulaciones anteriores a las reformas post-crisis, Bryan y Rafferty decían que solo un ardiente partidario del laissez faire podría contemplar a la regulación financiera en los mercados de derivados con confianza. “Es claramente vulnerable a la crisis siempre que una gran corporación o institución financiera revele un gran endeudamiento e incapacidad para cumplir sus obligaciones financieras” (p. 209).

Pensamos que la introducción de las cámaras centralizadas de clearing no ha variado, en lo esencial, la situación descrita por Bryan y Rafferty en 2006. Como tampoco han hecho desaparecer el peligro de crisis bancarias o financieras globales las nuevas regulaciones sobre los bancos (véase, por ejemplo, aquí y siguientes). Como planteaban Bryan y Rafferty en el pasaje antes citado, un disparador principal de una gran crisis financiera son las empresas que han llegado a un alto nivel de endeudamiento y en determinado momento no pueden cumplir sus obligaciones financieras. Y ante un evento de este tipo, el clearing centralizado no podría impedir una reacción en cadena.

Este problema ha sido advertido por varios autores del establishment económico. Por ejemplo, Chang (2014) escribe: “La caída de cualquiera de estas casas de clearing podría tirar abajo a toda la industria. Si las leyes bancarias y sobre títulos permiten a entidades reguladas alcanzar sistemáticamente tamaños significativos, entonces, luego de Lehman Brothers y el salvataje por US$ 700.000 millones, vale la pena preguntarse si esas leyes han balanceado de forma adecuada el servicio ofrecido por esas instituciones con su propensión al gigantismo” (pp. 751-752). También: “Al haber centralizado todo el riesgo de crédito y de contraparte en un puñado de casas de clearing, los reguladores meramente han trasladado más que reducido el riesgo sistémico” (pp. 771-772). Chang subraya que actualmente los CCP están extremadamente concentrados, lo que acrecienta los riesgos sistémicos.

También Powell (2015), de la Reserva Federal, plantea que dada la magnitud y el hecho de que muchos participantes en los mercados de derivados actúan en muchos CCP alrededor del mundo, y están interconectados con muchas otras instituciones financieras, si un miembro defaultea podría generar interrupciones simultáneas en los flujos de caja y en los servicios financieros a nivel global. Asimismo, si un CCP no tiene fondos para cubrir el default de una de las partes, esta última puede encontrarse en dificultades para cubrir, a su vez, sus obligaciones con otros participantes del sistema financiero. Lo que también provocaría reacciones en cadena, y afectaría la posición del banco que administra el CCP.

En el mismo sentido que los autores citados, Domanski, Gambacorta y Picillo (2015), investigadores del BIS, advierten sobre los riesgos sistémicos: “La creciente interconexión suscita la pregunta si los CCP podrían extender las pérdidas en el caso de defaults, o intensificar las presiones por bajar el apalancamiento en formas que aumenten el stress sistémico”. Tratando de prevenir estos riesgos, en los últimos años aumentaron los requerimientos de capital y liquidez a los bancos, a fin de cubrir sus exposiciones a los CCPs. Sin embargo, estos mayores requerimientos también pueden incrementar las tensiones y los problemas para los bancos. Más importante aún, cuando se desata la crisis, y se pierde la confianza y las ventas de activos se generalizan, las reservas de capital son inútiles para salvar a las instituciones financieras. Por eso, así como los instrumentos financieros empujan a la acumulación, el alza de los precios y al apalancamiento y la especulación creciente en los períodos de bonanza, también potencian las bajas y arrastran al conjunto del sistema a la desvalorización de activos cuando la tortilla se da vuelta. Y no hay cámara de clearing que pueda impedirlo. Si, por ejemplo, los CDS (swaps contra default) contribuyen a impulsar la emisión de montañas de títulos supuestamente “asegurados”, cuando fracasa la generación de valor que sustenta esos títulos, no hay forma de evitar la caída, por más que los swaps de crédito hayan sido negociados de forma centralizada.

La realidad entonces es que la interconexión globalizada de los títulos en circulación, los créditos y los instrumentos derivados aumentan el riesgo sistémico. Ya en el siglo XIX Marx escribía: “En un sistema en el cual toda la conexión del sistema de reproducción se basa en el crédito, si el crédito cesa súbitamente y solo vale ya el pago en efectivo, debe producirse evidentemente una crisis, una violenta corrida en procura de medios de pago. Por ello, a primera vista toda la crisis sólo se presenta como una crisis de crédito y de dinero. Y de hecho, sólo se trata de la conversión de las letras en dinero. Pero estas letras representan, en su mayor parte, compras y ventas reales, cuya amplitud, que supera en mucho las necesidades sociales, concluye por constituir el fundamento de toda la crisis” (Marx, 1999, p. 630, t. 3). Hoy esta observación parece tener vigencia multiplicada: la interconexión no solo es más profunda, sino también alcanza dimensiones globales.

Volveremos más adelante sobre la cuestión de riesgo de crisis financieras y regulaciones cuando tratemos las recomendaciones poskeynesianas para evitar las crisis, y la crítica que hacen Bryan y Rafferty a las mismas.

Textos citados:
Bryan, D. y M. Rafferty (2006): Capitalism with Derivatives. A Political Economy of Financial Derivatives, Capital and Class, Palgrave Macmillan.
Chang, F. B. (2014): “The Systemic Risk Paradox: Banks and Clearing Houses Under Regulation”, Faculty Articles and Other Publications. Paper 218,  http://scholarship.law.uc.edu/fac_pubs/218.
Domanski, D; L. Gambacorta y C. Picillo, (2015): “Central clearing: trends and current issues”, BIS, diciembre, http://www.bis.org/publ/qtrpdf/r_qt1512g.htm.
Palazuelos, E. (1998): La globalización financiera, Madrid, Síntesis.
Marx, K. (1999): El Capital, México, Siglo XXI.
Powell, J. H., (2014): “A Financial System Perspective on Central Clearing Derivatives”, noviembre, Reserva Federal, https://www.federalreserve.gov/newsevents/speech/powell20141106a.pdf).

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Economía política de los derivados y la teoría de Bryan y Rafferty (4)

Written by rolandoastarita

08/03/2017 a 12:05

20 respuestas

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  1. Estimado Astarita:

    Muchas gracias por el interesante repaso que nos ha hecho sobre la temática de los derivados en estos cuatro apuntes tan ilustrativos; un temática un poco difícil de entender para los que somos legos en la materia, o no somos economistas.

    Quisiera transmitirle dos breves reflexiones. Una primera y fundamental es la de la «causa» principal de la «explosión» de los derivados. A su juicio habrían surgido como consecuencia de unos cambios en la política económica internacional -aperturas de los mercados financieros, menor regulación de los mercados por los estados, etc._ en los años 70/80, todos los cuales tendrían que ver con un mayor impulso en el proceso de la internacionalización de la economía capitalista. Ahora bien, a mi juicio habría que hacerse la pregunta de por qué se produce ese «salto cualitativo» en la internacionalización de la economía justamente en esos años, y por qué se adoptan esas medidas políticas que la favorecen. Y creo que no se puede explicar sin la crisis económica de dichos años. Creo que aquí habría que distinguir entre los presupuestos o condiciones de posibilidad, la potencia, para volver a ello, y la causa real, de un fenómeno _como hace Marx, respecto a las crisis capitalistas, cuando dice que el hiato entre producción y circulación es un presupuesto de la crisis, pero no la causa de las mismas_. Creo que es la crisis en la tasa/masa de beneficios en ese periodo del capitalismo lo que impulsa, como medida compensatoria, a internacionalizar la economía, de forma política y de forma puramente económica _de la misma manera que es la crisis de los 90/2000 la que promueve medidas políticas que no tienen que ver directamente con la internacionalización, pero que sí pretenden compensar la caída de la tasa de beneficios, como fue la liberación del suelo en España_. Y esa internacionalización provocada por la crisis a su vez lleva a crear productos que suavicen los riesgos de la misma: los derivados. Sin duda ello no sería posible sin la condición de posibilidad del capitalismo, esto es, la de ser un sistema que tiende de forma espontánea _y secundariamente política_ a la internacionalización, aunque de forma desigual, pero la internacionalización no sería la causa real, sino solo la condición de posibilidad.

    Además el fenómeno de la crisis de beneficios, como causa real, no estaría a mi juicio solo en el origen de los derivados, en su génesis, sino en su propia estructura y en su propia dinámica. En la estructura porque, como usted dice, los derivados no son solo productos por parte de algunos capitales para asegurarse frente a riesgos, sino también, de forma dialéctica, riesgos especulativos por parte de otros capitales, que buscan ampliar rápidamente los beneficios sin pasar por la producción. Y ese fenómeno altamente especulativo es propio de los períodos de crisis. En la dinámica, por último, porque pese a las «buenas intenciones» de los estados, tras el crack del 2007/08, para limitar los riesgos de los derivados, vemos que tales medias, como usted expone, son básicamente inútiles, ya que los derivados, en su doble naturaleza de seguro y de especulación, siguen en apogeo, incluso en cantidades superiores a las previas al crack. Este fracaso de las políticas estatales, por tibieza o por impotencia, solo sería explicable a mi juicio, a su vez, si hay un gran motivo de peso, en la esfera estrictamente económica, que las hace fracasar, si hay en otros términos un elemento esencial que impulsa a seguir con la internacionalización arriesgada de la economía, y con la no menos arriesgada especulación, pese a sus consabidas consecuencias. Y creo de nuevo que es la crisis de beneficios _que no ha sido superada, porque realmente no se permitió un auténtico crack económico en el 2007/08_ la que se halla detrás de ello.

    Una segunda cuestión, sobre la que tengo más dudas, es sobre la posible naturaleza de los derivados como dinero-mercancía o como capital-dinero, que usted niega. Creo que los derivados son originalmente valores de cambio, como las acciones, sin duda valores de cambio ficticios, porque no conllevan trabajo ni valor, pero no por ello no reales; de la misma manera que una tierra que no conlleva trabajo ni valor puede venderse como valor de cambio, y tener un precio, y generar unas «ganancias ficticias», utilizando un término a mi juicio acertado de R. Carcanholo. Pero creo que, secundariamente, al utilizarse para adquirir otros derivados, en una cadena de compras y ventas de derivados, estos pueden funcionar también como dinero-mercancía, al menos como medio de pago, nacional e internacional. Más dudas tengo sobre la posibilidad del uso directo de los derivados, sin pasar por el dinero-moneda, para la adquisición de productos que entren en el proceso de producción, y por ende como capital-dinero. En todo caso, los derivados serían siempre, de serlo, un dinero-mercancía ficticio y un capital-dinero ficticio. Todo ello se lo digo con cierta inseguridad, de todas maneras. Un saludo.

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    Venancio Andreu Baldó

    09/03/2017 at 11:08

    • Estoy de acuerdo en que detrás de l globalizción está la respuesta a la crisis de rentabilidad de los 1974-5. Lo he planteado en otros escritos. A diferencia de la crisis de 1930, que da lugar a fuertes tendencias autárquicas (y por eso mismo la crisis desembocará en la guerra entre las potencias), la crisis de mediados de los 1970 se resuelve en una mayor expansión del capital (tal vez uno de los datos más significativos es que ya en 1978-79 China y Vietnam giran hacia el mercado mundial). No lo expliqué en esta nota por una cuestión de economía de espacio (la nota es bastante larga).

      La crítica a la idea de que los derivados son dinero y capital (tesis central de Bryan y Rafferty), la realizo más adelante.

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      rolandoastarita

      09/03/2017 at 14:45

    • Agregado: no puedo evitar algunas de las complejidades del tema derivados (o mercados financieros). El problema sobre este punto es que mucha gente de izquierda habla de los mercados financieros (y de los derivados en particular) sin tener la más remota idea sobre lo que está hablando. En otros términos, en buena parte de la izquierda, cuando se trata sobre mercados financieros, hay mucha «sanata» (expresión porteña que debemos a un cómico ya fallecido, Fidel Pintos y se emparenta con «verso», «chamuyo, algo así como hablar mucho sin saber de qué se habla y dándose aires de entendido). Y con esa sanata muchos marxistas hacen la crítica a «las finanzas». Parecen haber olvidado aquello de que la base de toda crítica es el rigor.

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      rolandoastarita

      09/03/2017 at 14:56

  2. Hola, profesor Astarita. Me gustaría saber si puede responder a este vídeo que acaba de publicar Juan Ramón Rallo intenta refutar la teoría del valor-trabajo https://www.youtube.com/watch?v=-2yuOyI_ugQ

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    DMN

    11/03/2017 at 17:19

    • Escuché la primera parte, cuando Rallo hace la crítica a la teoría del valor trabajo de Marx con el argumento (muy conocido) de que el trabajo invertido no es lo único que puede ser común a dos mercancías. Ya he respondido estas cosas en varias notas, entre ellas las destinadas a la polémica con la corriente austriaca (a la que pertenece JRR).

      Aquí hago una breve referencia para que se vea el sinsentido de la crítica. Rallo dice que las mercancías pueden tener en común, además del trabajo invertido, alguna propiedad física. Por ejemplo, pueden tener en común que son pesadas, que tienen superficie, o tienen color. Es claro, sin embargo, que esto no da un criterio general de comparación. Un kilo de oro y un kilo de hierro tienen en común pesar un kilo, pero esto no puede explicar la relación de intercambio entre ambos. El pintar una casa (una mercancía) no tiene peso y no hay manera entonces de establecer la propiedad en común «peso» con, por ejemplo, una cierta cantidad de hierro. Todo esto es demasiado elemental.

      Sin embargo, existe una propiedad en común que tienen todas las mercancías, que es la utilidad. Esto lo señala Rallo, y ha sido señalado siempre por los defensores de la teoría del valor por la utilidad. El tema es que Marx TAMBIÉN dice que toda mercancía tiene utilidad (si no es útil, no puede tener valor). Rallo reconoce que Marx afirma esto. Pero entonces no se entiende cómo puede afirmar que Marx sostiene que lo único que tienen en común las mercancías es ser producto de trabajo (aclaración: la teoría del valor trabajo explica la relación de intercambio de mercancías que son reproducibles con trabajo, esto es, sometidas a competencia).

      Pues bien, si Marx dice que todas las mercancías tienen utilidad, además de ser producto del trabajo, hay que preguntarse por qué no toma a la utilidad como medida del valor. La respuesta es que la utilidad no puede ser fundamento del valor porque es una propiedad subjetiva. Ya lo he explicado en la respuesta a los austriacos. Repito aquí el razonamiento:

      «Supongamos que los productores, A y B, intercambian los bienes X e Y, valuados en $100 cada uno. Los intercambian porque para cada uno el bien que entrega tiene menos utilidad que el bien que recibe. Más aún, en la medida en que se ha profundizado la división social del trabajo y la especialización, los bienes tienen prácticamente un valor de uso nulo, o casi nulo, para quien lo ha producido. Por lo tanto, y aunque no podamos cuantificarlo, podemos decir que una vez efectuado el intercambio tanto A como B, han ganado en utilidad. Ésta es la base del intercambio, como explica Marx reiteradas veces.

      Sin embargo, desde el punto de vista del valor, ninguno ha ganado. A, que poseía X, valuado en $100, luego del intercambio posee Y, también valuado en $100. Lo mismo sucede con B. Ambos ganaron en utilidad, pero no en valor. Pero si esto es así, la utilidad no puede ser valor. Y aquí es donde a Rothbard, y al resto de los teóricos del valor utilidad, se les presenta un problema insoluble, porque deben demostrar que la utilidad es valor. Este sencillísimo ejemplo desbarata el intento. Las ganancias en utilidad de A y B no dicen nada acerca del valor de X e Y. Por eso, no hay forma de establecer relación cuantitativa alguna entre utilidad y precio. Los precios de X e Y permanecen invariables, a pesar de las ganancias en utilidad, que además son disímiles, y apenas comparables (Robbins diría que incomparables). ¿Cómo puede ser que las utilidades expliquen entonces la determinación cuantitativa que se expresa en el intercambio, esto es, los precios? ¿Cómo pueden explicar las utilidades el hecho de que X e Y se hayan intercambiado en la proporción exacta de 1:1? Ésta es una pregunta clave que el teórico de la utilidad no puede responder» (para ampliar, ver aquí, aquí, aquí, aquí, aquí).

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      rolandoastarita

      11/03/2017 at 18:13

    • Pero esta respuesta que me das «hay que preguntarse por qué Marx no toma a la utilidad como medida del valor. La respuesta es que la utilidad no puede ser fundamento del valor porque es una ¡¿propiedad subjetiva?!» es caer en la teoría subjetiva del valor.

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      DMN

      12/03/2017 at 12:36

    • Si decimos que una propiedad subjetiva NO puede ser medida del valor, no hay manera de sostener que esa afirmación equivale a sostener una teoría subjetiva del valor. Al respecto, Menger es claro: la teoría del valor trabajo es OBJETIVA y la teoría que dice que el valor está determinado por la utilidad es SUBJETIVA. Esto es, si Marx sostiene que el valor es una propiedad social objetiva (tiempo de trabajo social objetivado), NO se puede decir que al hacer esa afirmación esté sosteniendo una teoría subjetiva del valor. No hay nada peor en una discusión que «embarrar la cancha» para que nadie entienda nada.
      Ahora bien, ¿por qué el valor no puede basarse en la utilidad, esto es, en lo subjetivo? Respuesta: por la razón que he explicado con el ejemplo del anterior comentario.

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      rolandoastarita

      12/03/2017 at 17:02

  3. Una pregunta. «El trabajo es la sustancia y la medida inmanente de los valores, pero él mismo no tiene valor alguno». Significa que ¿el trabajo pierde su valor apenas entra en el mercado de los productos capitalistas, convirtiendose él mismo en mercancia?

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    Norberto

    11/03/2017 at 19:11

    • Cuando la mercancía llega al mercado el trabajo es pasado. Por eso el acto de trabajar no puede ser valor. En palabras de Marx: «La fuerza de trabajo humano en estado líquido, o el trabajo humano, crea valor, pero no es valor. Se convierte en valor al solidificarse» (esto es, al aparecer como propiedad objetivada en la mercancía) «al pasar a la forma objetiva» (El Capital, p. 63, t. 1, Siglo XXI).
      Esta cuestión es muy importante, porque evita el razonamiento circular que remite el valor de la mercancía al valor del trabajo (lo cual plantearía cuál es el valor del trabajo). Es la aporía en la que cayo Ricardo; es el problema de las teorías del valor por el costo de producción.
      Por esta razón, y como bien explicó ya hace mucho Maurice Dobb, tanto la teoría del valor trabajo como la teoría de la utilidad son las dos explicaciones del valor que evitan el razonamiento circular (ver aquí). Por eso en otro pasaje Marx también señala que es contradictorio decir que el trabajo genera valor y luego preguntarse por el valor del trabajo. Lo mismo podemos aplicar a la utilidad: si digo que el valor está determinado por la utilidad de la mercancía, no tiene sentido preguntar luego por el «valor de la utilidad».

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      rolandoastarita

      12/03/2017 at 17:10

    • Gracias por su respuesta.

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      Norberto

      12/03/2017 at 18:37

  4. Señor Astarita sigo teniendo algunas dudas, los teóricos del valor-utilidad afirman que aunque se valore una silla más que 100 euros y tú lo valores 100 euros más que una silla no impide que la silla se venda por 100 euros. Ese sería un ejemplo de desigualdad de utilidades que sirve como base de un intercambio que da lugar a una ratio objetiva de intercambio (100 euros = 1 silla). Mi pregunta es ¿por qué el trabajo humano da un criterio general de comparación y no la utilidad? Porque la respuesta de Marx es afirmar «es evidente». De hecho me parece que los teóricos del valor utilidad no niegan la creación de valor, para ellos lo importante es la significación subjetiva de los bienes y los bienes son objeto de producción. Para ellos el Capital genera valor en función de su contribución a más bienes y servicios, mayores medios para satisfacer más fines (mayor utilidad).
    En el ejemplo de la bauxita el valor de una herramienta para producir bauxita no deriva necesariamente de la utilidad del aluminio. Véase los comentarios de Bawerk sobre la «ley del coste»: http://www.econlib.org/library/BohmBawerk/bbPTC29.html#Book IV,Ch.VII). El valor de la herramienta depende de aquellos otros fines para los que podría emplearse pero a los que se renuncia para dedicarla a producir bauxita. Eso sería es el concepto de «coste de oportunidad».
    Para los subjetivistas, el precio de una mercancía también es una objetivación de los términos de una relación de intercambio motivada por la utilidad marginal de cada parte interviniente. La subjetividad del valor da pie a la objetividad de los términos del intercambio. Digamos que no es cierto eso de que no puede pasarse de la subjetividad a la objetividad.
    Si el productor A quiere vender X a $120 dólares y el mercado lo vende a 100, una de dos: o no lo vende (si la utilidad de X para A supera los $120 dólares) o baja el precio para conseguir que el consumidor se lo compre (y el consumidor marca el precio en función de su utilidad). Si la hipótesis es que el valor de uso de X para A es muy bajo, entonces bajará el precio hasta ajustarlo con la utilidad marginal del comprador marginal.

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    DMN

    13/03/2017 at 15:43

    • Escribe: «los teóricos del valor-utilidad afirman que aunque se valore una silla más que 100 euros y tú lo valores 100 euros más que una silla no impide que la silla se venda por 100 euros». En esta frase presenta el valor como un dato («se valora» la silla en 100 euros, pero otra persona valora la silla por menos de 100 euros), y lo que hay que discutir es qué determina la relación de intercambio (o el valor relativo) cuando se trata de mercancías reproducibles con trabajo. Sospecho que está tratando de evadir el problema que le planteé. Se lo repito: A produce la mercancía X (silla, si quiere) y B produce la mercancía Y. ¿Cómo se establece una relación cuantitativa de intercambio si las utilidades respectivas de X (silla) e Y son desiguales para cada uno de los que intervienen en el intercambio?

      Con respecto al costo de oportunidad, es una explicación vacía de contenido. ¿Cuál es el costo de oportunidad de construir una escuela X? Pues el costo de no construir un puente Y. ¿Qué me dice esto sobre el valor de la escuela X y del puente Y? Pues absolutamente nada. Y así puedo seguir jugando: ¿cuál es el costo de oportunidad de construir el puente Y? Respuesta: el costo de no construir la escuela X. En todo esto no hay teoría alguna del valor. Yendo a la maquinaria que produce bauxita, ¿cuál es su valor? Respuesta de nuevo vacía: el valor que se deduce si se la emplea para otros fines. Es un callejón sin salida. Por eso los austriacos explican el valor de la herramienta por imputación «hacia arriba» de la utilidad del producto final. Cuestión que, además, se puede ver muy bien en la teoría del capital de Böhm Bawerk (para una crítica, aquí).

      Con respecto al valor del dinero (presentado en su argumento al comienzo y al final del comentario), estamos ante otro problema insoluble para la teoría de la utilidad. Es que si el valor de todas las mercancías está determinado por la utilidad, el valor de 100 euros debería estar determinado por la utilidad contenida en esos 100 euros. Sin embargo, la utilidad de 100 euros consiste en tener valor de cambio. De manera que ahora hay que presuponer el valor de cambio para derivar la utilidad. ¿No era que el valor de cambio se explicaba por la utilidad?

      Por último, escribe: «Si el productor A quiere vender X a $120 dólares y el mercado lo vende a 100, una de dos: o no lo vende (si la utilidad de X para A supera los $120 dólares) o baja el precio para conseguir que el consumidor se lo compre…». Esto es elemental, desde la teoría del valor trabajo jamás se negó una cosa tan sencilla. Si en el mercado el precio promedio es $100, solo por accidente un productor lo podrá vender a $120. De lo contrario deberá bajar el precio (y posiblemente revisar sus métodos de producción). Ahora bien, ese precio es independiente de las distintas utilidades que le dan los compradores. Algunos valorarán a X como más útil, otros como menos útil. Esas valoraciones pueden ser completamente dispares, y por eso no explican el precio al que se vende X. Sí explican la cantidad demandada de X. En cuanto a su referencia del valor de uso de X para el productor de X, no tiene la menor importancia en la determinación del precio de X. Cuando la producción es para el mercado, lo que le importa al productor es la utilidad que tiene X para los compradores, no para él. Ya expliqué esto cantidad de veces. Por favor, trate de leer un poco y responder los argumentos que ya he presentado a los partidarios de su teoría. No voy a seguir repitiendo lo mismo indefinidamente. Resulta aburrido.

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      rolandoastarita

      13/03/2017 at 16:32

  5. Estimado Astarita:

    Una afirmación que hace, seguida de una cita de Marx, en uno de sus últimos comentarios, me ha hecho reflexionar, porque me chirriaba de alguna manera, y quiero exponerle brevemente mis reflexiones al respecto, que no sé si compartirá o no, y sobre lo que me interesa sobremanera su parecer. La frase es: «Por eso el acto de trabajar no puede ser valor». La cita es: «La fuerza de trabajo en estado líquido, o el trabajo humano, crea valor pero no es valor…».

    1. Creo que la frase requiere una matización. El acto de trabajar efectivamente no es valor, pero en el acto de trabajar se crea todo el valor en sentido económico, y por supuesto todo valor en sentido capitalista como cantidad de trabajo abstracto. Con ello quiero subrayar no solo el hecho evidente de que el trabajo es el creador de todo valor, sino que el trabajo es precisamente un acto, un proceso, en cuyo transcurso, entero, se genera valor. Quiero decir, el resultado del proceso del trabajo es el valor objetivado, coagulado, en un bien o valor de uso, pero dicho valor objetivado no surge ex automato, tras el proceso de trabajo, sino que se va gestando en el mismo, en dicho proceso. De la misma manera que el bien empírico en el que se objetiva el valor abstracto, y que se obtiene al final del proceso de trabajo, tampoco surge ex automato, sino solo fruto de dicho proceso de trabajo empírico. En otros términos, y es una cuestión básicamente filosófica, hace falta una mediación en el paso de un estado a otro en el proceso de producción, desde el trabajo vivo en el origen hasta el valor objetivado en el producto, y eso supone que ya en el proceso de trabajo se tiene que estar creando valor abstracto, antes del producto final, de la misma manera que se crean bienes empíricos intermedios antes de llegar al bien final. Más concretamente, en el proceso de trabajo el trabajo vivo, concreto, conserva trabajo abstracto previo _que también es capital en el proceso de trabajo, capital constante_ haciéndolo trasladar a otros bienes diferentes, y crea _en su acción sobre medios de producción y materias primas, etc._ trabajo abstracto nuevo. Y este trabajo abstracto nuevo, todavía en el proceso de trabajo, no puede ser otra cosa que «fuerza de trabajo» en sentido abstracto _que también es capital o capital variable_, pues el mismo se da, como base empírica, a través del trabajo vivo de los obreros que actúan en el proceso de producción, de la fuerza de trabajo en sentido empírico:

    «La fuerza de trabajo es la forma en que cobra existencia el capital variable dentro del proceso de producción». Marx, K., El Capital I, Fondo de Cultura económica, p. 497.

    Sin esta transición sería a mi juicio imposible que el producto final del proceso de trabajo y producción fuese una cantidad de valor abstracto, además aumentado.

    2. Creo que en Marx el término «fuerza de trabajo» tiene en consecuencia hasta tres significados: a) Como realidad empírico-concreta, o trabajo vivo, o capacidades materiales físicas y psicológicas del trabajador; es también el trabajo humano natural, universal; b) Como valor de cambio, que se vende en el mercado, a través de los trabajadores que la ponen en venta; c) Como cantidad de trabajo abstracto generado en el proceso de producción, por el trabajo vivo, y objetivado en el trabajo vivo de los trabajadores que producen.

    3. Creo que cuando Marx, acertadamente, sostiene que la «fuerza de trabajo» no es valor, se refiere al trabajo en general y/o al tiempo de trabajo en el primer sentido, como «condiciones físicas y espirituales que se dan en la corporeidad»: capacidad humana general, natural, física y psicológica, de actuar sobre la materia para transformarla. Por eso, en la cita que usted aporta, Marx denomina a esa fuerza de trabajo «fluida» _ para distinguirla, creo, de las otras acepciones del término_ y la identifica simplemente con el «trabajo humano», en sentido amplio; y desde luego el trabajo o fuerza de trabajo en este sentido es la fuente de todo valor, pero no es en absoluto valor. Con ello además Marx rompe efectivamente con la explicación circular sobre el origen del valor, como usted dice, y permite entender la acumulación del valor. Y asimismo se distingue del naturalismo/empirismo de Ricardo, pues enfatiza que el valor en el capitalismo es trabajo abstracto, no trabajo empírico-concreto, vivo, y por tanto una realidad social, no natural, no por ello menos objetiva. Pero la «fuerza de trabajo» _y a ello se reduciría en definitiva mi matiz/reflexión_ en los otros dos sentidos, sí supondría valor, cantidad de trabajo abstracto, más concretamente dos de las formas en que el mismo se metamorfosea, de manera ahora sí circular, en el conjunto del proceso de producción, entendido ahora como un todo.

    Un saludo

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    Venancio Andreu Baldó

    13/03/2017 at 18:08

    • Efectivamente, discrepo con su interpretación (vi el problema en su libro). Estoy de acuerdo, por supuesto, que la única fuente del valor es el trabajo. Pero esto no significa que por el solo hecho de trabajar se genera valor. Esto es, estoy particularmente en desacuerdo con la siguiente afirmación: «el resultado del proceso del trabajo es el valor objetivado, coagulado, en un bien o valor de uso..». Esto no es así. El productor puede haber trabajado, pero llega al mercado y se encuentra con que no puede vender la mercancía, que termina arrojada al mar (sucede en las crisis). En ese caso el trabajo no se objetivó en valor. Por eso Marx en el pasaje citado en mi comentario afirma que a fin de que el trabajo aparezca como propiedad objetiva de la cosa, y a su vez como relación social (esto es, para que se objetive como valor), la mercancía debe compararse con el equivalente y venderse.

      Cito el pasaje completo: «La fuerza de trabajo humano en estado líquido, o el trabajo humano, crea valor, PERO NO ES VALOR. Se convierte en valor al solidificarse, al pasar a la forma objetiva. Para expresar el valor de la tela como una gelatina de trabajo humano, es menester expresarlo en cuanto ‘objetividad’ que, como cosa, sea distinta del lienzo mismo, y a la vez común a él y a la otra mercancía» (p. 63, t. 1, EC; énfasis mío). Subrayo, el trabajo humano se convierte en valor al solidificarse, al pasar a la forma objetiva, y esto ocurre a través del intercambio con el equivalente. Si la venta fracasa, no se objetiva el trabajo como valor. Este punto es de importancia vital para comprender la crítica de Marx a Ricardo.

      Aclaro también que en ese pasaje Marx no se refiere a la fuerza de trabajo en tanto mercancía, sino a la fuerza de trabajo EN ESTADO LÍQUIDO, esto es, al acto de trabajar. Tampoco se está refiriendo al trabajo «en general», sino al trabajo que produce mercancías, esto es, a una forma específica.

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      rolandoastarita

      13/03/2017 at 18:45

    • Rolo, sumo esta cita porque me resultó clara. «Por consiguiente, que los hombres relacionan entre sí como valores los productos del trabajo no se debe al hecho de que tales cosas cuenten para ellos como meras envolturas materiales de trabajo homogéneamente humano. Al la inversa. Al equiparar entre sí en el cambio como valores sus productos heterogéneos, equiparan recíprocamente sus diversos trabajos como trabajo humano. «(El Capital, p 90).
      Me queda la duda, sabiendo que siempre aparece este tema, si no habría una mejor expresión que decir que el trabajo crea valor… y así evitar pensar que el trabajo por si sólo, sin mediar el intercambio, crea valor.

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      juantollo

      14/03/2017 at 12:23

  6. Muy buenas
    Quisiera aportar algo a la pregunta que hace Norberto.
    El trabajo creador de valor, o mejor dicho, el trabajo en cuanto es concebido como creador de valor, no produce ningún contenido, no crea ni productos ni servicios, sino solo una forma pura, crea algo que es muy difícil de comprender y que Marx llama la «objetividad del valor» en el Capital Tomo I parte primera.
    En la primera edición de El Capital Marx dice: «Para poder fijar la tela como mera expresión cosificada del trabajo humano hay que prescindir de todo lo que hace de ella realmente una cosa. El carácter objetual del trabajo humano, que es de suyo ya abstracto, sin otra cualidad o contenido, es necesariamente una objetualidad abstracta, un producto del pensamiento. Así es como el tejido de lino se convierte en una fantasmagoría. El valor del lino es puro reflejo objetual del trabajo gastado, pero no se refleja en su cuerpo. Se revela, cobra expresión sensorial a través de la relación de valor del lino con el vestido», y más adelante dice Marx (El profesor cita algo de esto también): «La fuerza de trabajo humano en estado fluido o el trabajo humano crea valor, pero no es valor. Se convierte en valor en estado coagulado, en forma objetiva. Para expresar el valor de la tela como cristalización de trabajo humano, hay que expresarlo como una ‘objetividad’ que, como cosa, sea diferente de la tela y, al mismo tiempo, sea común a otra mercancía» a saber, la capacidad para poder ser intercambiada inmediatamente. El valor no es el trabajo del productor individual «contenido» en la mercancía, sino cierta manera de expresar el trabajo que gasta la sociedad al completo; para el productor individual el valor de su mercancía no solo no es el resultado de su trabajo individual sino que se presenta determinado desde el exterior, el tiempo de trabajo socialmente necesario que constituye el valor es una abstracción que se vuelve bien real en relación al individuo. En El Capital Marx decía y termino «Tras la introducción del telar a vapor en Inglaterra, por ejemplo, tal vez se requería la mitad de trabajo que antes para transformar una determinada cantidad de hilo en tejido. El tejedor manual inglés necesitaba realmente para esa transformación el mismo tiempo de trabajo que antes; pero el producto de su hora de trabajo individual no representaba ahora más que media hora de trabajo social, y por eso, descendía a la mitrad de su antiguo valor»

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    Alden Hernández

    14/03/2017 at 15:23

  7. Yo creo que la polémica es desde luego central: el lugar de la producción del valor en el ciclo del capital. Y creo igualmente que las dos interpretaciones son posibles, tanto desde la realidad económica como desde las tesis de Marx: o bien el momento de la producción per se o bien el momento del intercambio. Un valor creado, y objetivado, en el proceso de trabajo, parece salvar mejor la tesis marxista del trabajo como creador de todo valor. Un valor creado realmente, objetivado, en el mercado, en el intercambio de unas mercancías con otras, parece salvar mejor la tesis marxista del valor como una realidad social. Se trata en ambos casos, creo, de decidir cuál es el momento determinante de la relación entre producción y circulación, no de negar el otro momento. La objetivación para Marx es, a mi juicio, el que un valor abstracto tome un cuerpo empírico, sea en el proceso de producción en sentido estricto _en los medios de producción y materias primas, en la propia fuerza de trabajo concreta y en los productos_, o en la circulación, en las mercancías o en el dinero.

    «Un valor de uso o un bien, por ende, sólo tiene valor porque en él está objetivado o materializado trabajo abstractamente humano» El Capital., I, Siglo XXI, p. 27

    Lo que se trata de decidir es cuál es la objetivación genética y estructuralmente determinante.

    Yo me inclino por la primera tesis por las siguientes razones:

    a) Ontológica e históricamente, porque creo que el trabajo es la fuente de todo valor en sentido económico, tanto en sociedades capitalistas como precapitalistas, incluso en aquellas donde no hay intercambio. De este modo se puede dar valor, como valor de uso, sin mercado, pero no viceversa.

    b) En la estructura capitalista, porque el valor, en sentido cuantitativo, es siempre el «tiempo de trabajo socialmente necesario» para producir algo, no el tiempo necesario para su intercambio, y toda oscilación de valor en mercado se da sobre este eje o centro de gravitación básico.

    c) Por citas de Marx, donde distingue claramente el «valor» del «valor de cambio», como dos realidades diferentes:

    «Si bien al comienzo de este capítulo dijimos, recurriendo a la terminología en boga, que la mercancía es valor de uso y valor de cambio, esto, hablando con precisión, era falso. La mercancía es valor de uso u objeto para el uso y «valor». El capital I, Siglo XXI, p. 40

    Por citas donde dice que el valor lo crea el trabajo, «bildet», mientras que en el mercado no se crea, sino que el valor «aparece, se presenta, se expresa»; Erscheinung, Darstellung, Ausdruck:

    «El desenvolvimiento de la investigación volverá a conducirnos al valor de cambio como modo de expresión o forma de manifestación _énfasis mío_ necesaria del valor, al que por de pronto, sin embargo, se ha de considerar independientemente de esa forma». El capital I, Siglo XXI, p. 27

    d) Creo que considerar el proceso de producción stricto sensu como momento dominante, y genético, del valor, es compatible con la tesis del valor como algo social, mientras que lo mismo no lo sería tanto a la inversa. En el mismo texto donde Marx sostiene «el valor de cambio como modo de expresión o forma de manifestación necesaria del valor» y donde afirma que «la cantidad de trabajo misma se mide por su duración, y el tiempo de trabajo, a su vez, reconoce su patrón de medida en determinadas fracciones temporales, tales como hora, día, etcétera», afirma igualmente que dicho tiempo de trabajo es social, no individual, y defiende a este respecto la idea de trabajo potenciado. No hay contradicción, porque la producción capitalista, en sentido estricto, nunca es privada, sino que se da en el marco de la competencia de los diferentes capitalistas en el seno de una misma rama, al menos de un mismo país o zona económica, de modo que el valor, generado en el proceso de producción, es ya ab initio social, sin necesidad de llegar al mercado, y ya está sometido al término medio de productividad en la producción.

    e) Ciertamente el capital es dinámico. Eso hace que el valor, como realidad social, generada en la producción, no se mantenga siempre cuantitativamente intacto en todo el ciclo y ciclos del capital. Al final de un ciclo, se mantiene, en una zona económica, el valor social total creado en el mismo, pero con una distribución oscilante para capitalistas individuales y ramas; unos pueden obtener más, y otros menos, del valor social producido por él/ellos, fruto de accidentes, por competencia en el mercado, por transferencia fruto de la tendencia a la igualación de la tasa de beneficio, etc. Por otro lado, de un ciclo a otro, para un capital social en general, se da, en períodos normales, un aumento del valor social, por aumento de la masa de producción, pese al aumento de la productividad.

    f) Este incremento del valor social se da especialmente en los periodos de «estado favorable de los negocios». Y ahí ciertamente el mercado, los valores comerciales, juegan un efecto regulador sobre los valores sociales, incrementándolos por un incremento de la demanda. Asimismo las crisis suponen o bien un freno en la creación de valor social, la ralentización de la acumulación, o bien una destrucción de valor social, en todos los momentos del ciclo de producción, en sentido ahora general. También aquí el mercado, los valores comerciales, jugarían un papel regulador de los valores sociales, pues la disminución de la demanda, fruto del descenso de la capitalización, reajusta a la baja, a veces de forma catastrófica, gran parte de los valores sociales de un capital social. Pero estos valores sociales _los tiempos de trabajo socialmente necesarios, generados en la producción, previos a la crisis, o previos al auge extraordinario_ serían siempre, al menos así me parece _y este sería el núcleo de mi discrepancia_ el eje pivotal de las oscilaciones, y no viceversa.

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    Venancio Andreu Baldó

    14/03/2017 at 21:00

    • El punto clave, y creo que es uno de los que presenta más dificultades de comprensión, es que la objetividad del valor es social, no física o natural. Marx subraya esta cuestión. Por ejemplo, cuando dice que la objetividad del valor no se puede palpar ni observar por las características físicas de la mercancía, a diferencia de lo que sucedía con mistress Quickly. O también cuando afirma que la mercancía no puede expresar su objetividad de valor con su cuerpo natural. Sí se puede ver la consecuencia objetiva del trabajo concreto que altera las propiedades físicas o químicas de un objeto para transformarlo en valor de uso. Pero, insisto en esto, el valor es una propiedad social, no física o química. Y es una propiedad objetiva. Es por esta razón que para que la mercancía exprese su valor (esto es, para que el trabajo empleado se objetive en tanto valor) tiene que relacionarse con otra mercancía. En otros términos, dado que la propiedad es social, existe a través de una relación. Dado que es objetiva, se expresa y existe a través de una relación entre cosas.

      Es por esto también que no hay valor si no hay mercado. En otros términos, el valor no es una propiedad a-histórica. Robinson Crusoe, cuando construyó una canoa, generó un valor de uso, pero no generó valor. Lo mismo el hombre primitivo que fabricaba un hacha, etc. Esto, por supuesto, no niega que en cualquier sociedad se comparasen las cantidades de trabajos aplicados a los diferentes usos. Por eso Marx distingue entre el contenido de las determinaciones del valor, y el valor (véase apartado sobre el fetichismo, cap. 1). Incluso aclara que esos contenidos (en toda sociedad hubo de interesar el tiempo de trabajo insumido, y además en toda sociedad los trabajos tienen una forma social) no encierran misterio. El carácter enigmático de la mercancía entonces no reside en esos contenidos, ni por supuesto en su valor de uso, sino en la misma forma mercancía, en la forma valor. Esto es, en el hecho de que los tiempos de trabajo, en la sociedad productora de mercancías, se comparan a través de cosas que valen; y que los trabajos privados solo pasan a ser sociales (esto es, a validarse como generadores de valor) por medio del mercado.

      Estas cuestiones son vitales en la teoría del valor. En primer lugar porque demuestran por qué el valor es histórico; una cuestión que escapa a la comprensión «ricardiana» del valor (la idea de que basta con que haya trabajo empleado para que haya valor). En segundo término porque determina que la validación de los trabajos privados en tanto trabajos sociales es «ex post». Por eso se trata de un movimiento anárquico, que opera a través de múltiples desproporciones y, eventualmente, crisis de realización (desvalorizaciones masivas, etcétera).

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      rolandoastarita

      15/03/2017 at 10:08

  8. Solo una parte muy pequeña de las actividades que se desarrollan en el mundo crean valor y siguen nutriendo al capitalismo, este es uno de los puntos en los que la oposición entre la crítica del valor y los escombros del marxismo tradicional es más fuerte. Hablar de una gigantesca creación de plusvalía en los poblados chabolistas de los países del sur o en las fábricas de zapatos de Rumanía por ejemplo es solo prueba de una ignorancia total de la crítica de la economía política. Paradójicamente, muchos de los marxistas que aún quedan se empeñan con especial celo en negar la disminución global del valor (mientras que los economistas burgueses hace tiempo que han perdido cualquier interés por esta temática, lo que equivale a dar totalmente la razón a Marx en el plano teórico). Según la crítica del valor, en la sociedad capitalista un simple producto es ya desde el principio una mercancía, en lugar de convertirse en ella solo cuando entra en el intercambio, en la circulación. Sin embargo, esta afirmación es criticada por muchos autores, que pueden encontrar apoyo en la incertidumbre en la que se encontró el propio Marx a este respecto y de la que dan prueba las vacilaciones presentes en sus escritos, en ocasiones entre una línea y otra. En realidad, no se puede resolver este problemas sin tener en cuenta la diferencia fundamental entre las sociedades precapitalistas y la sociedad capitalista: en las primeras, el producto adquiere –puede adquirir– la forma del valor en la circulación. En el modo de producción capitalista, por el contrario, el producto es fabricado ya como mercancía, con una determinada cantidad de valor. Dicha cantidad, no obstante, necesita del intercambio para manifestarse. Si el valor nace en la producción, entonces es resultado del trabajo abstracto, que por su naturaleza es cuantitativamente limitado y en efecto disminuye como consecuencia del aumento del capital fijo. Si, a la inversa, el valor naciera en la circulación, sería el resultado de transacciones comerciales y su cantidad no dependería más que del éxito de tales operaciones. No tendría pues una tendencia inmanente al agotamiento. Esta es la razón por la que los marxistas tradicionales que niegan la crisis del sistema capitalista se empecinan en situar el origen del valor en el intercambio.

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    Alden Hernández

    15/03/2017 at 16:10

  9. Sin pretensión de alargar en exceso el debate, pues creo que los términos del mismo están bastante claros, me gustaría añadir una última reflexión. Estoy completamente de acuerdo con la idea de que es fundamental entender el valor como una realidad abstracta, por ende social e histórica, que no se puede captar con los sentidos, al contrario de lo que ocurre con mistress Quickly, y sin embargo no por ello menos objetiva. Es más, creo que la clave es entender el valor como una realidad abstracta no solo en sentido cuantitativo, como una cantidad mensurable de trabajo abstracto, medido en tiempo, sino como una realidad abstracta en sentido cualitativo: como trabajo abstracto per se. Y creo que eso es lo que separa a Marx definitivamente de Ricardo, quien, para entender el valor como algo objetivo, existente en la realidad, se ve obligado a concebirlo como algo material en sentido empírico-concreto, como algo cósico, y por ende universal, y natural, precisamente porque no concibe la existencia de realidades «cualitativamente» abstractas y al tiempo objetivas, existentes en la realidad.

    Ahora bien, si entendemos el mercado como lugar de origen del valor, y no solo de su oscilación cuantitativa, que es lo que a mi juicio supone la «validación» _modificación cuantitativa, de incremento o descenso, hasta la destrucción_ entonces el valor parecería reducirse más bien a una relación cuantitativa, proporcional, entre unos valores de cambio y otros. De ahí se podría pasar incluso al relativismo de entender el valor como una mera relación, incluso como algo meramente subjetivo, o incluso arbitrario, plasmado en precios, a la manera de Bailey. Por el contrario la producción, el trabajo concreto de los obreros en determinadas circunstancias sociales _y la mecanización es clave para ello_ permite mejor, creo, pensar el valor _además de como algo social e histórico_ como algo abstracto en sentido cualitativo, como algo material _de una materialidad sin duda abstracta, no cósica_, y por lo tanto como algo objetivo, no solo en sentido cuantitativo, sino también cualitativo, como algo realmente existente en la realidad exterior.

    Y no es el valor la única realidad abstracta, social y objetiva, cualitativamente objetiva, que crea el ser humano en su metabolismo histórico con la naturaleza, y en sus relaciones sociales e históricas, como se ve en esta cita paradigmática de Marx: «Un negro es un negro. Sólo en determinadas condiciones se convierte en esclavo. Una máquina de hilar algodón es una máquina para hilar algodón. Sólo en determinadas condiciones se convierte en capital. Arrancada a estas condiciones, no tiene nada de capital, del mismo modo que el oro no es de por sí dinero, ni el azúcar el precio del azúcar»

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    Venancio Andreu Baldó

    15/03/2017 at 19:52


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