Rolando Astarita [Blog]

Marxismo & Economía

Trotsky, el giro de 1928-9 y la naturaleza social de la URSS (4)

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La parte 3, aquí.

El significado de la polémica Preobrazhenski -Bujarin

La crisis de las tijeras desató una intensa polémica en el partido Comunista. “A partir del año crucial 1923, las divergencias de apreciación sobre las relaciones entre la industria y la agricultura… se agravan en el partido dirigente”, señala Trotsky en La revolución traicionada. Hubo dos posiciones polares enfrentadas, las de Preobrazhenski y Bujarin.

La polémica echa luz sobre las dificultades que enfrentaba la economía soviética en los años veinte, pero también ilumina acerca de los problemas más generales de economías atrasadas y estructura dual, esto es, industria estatizada en un mar de producción campesina y artesanal pequeño burguesa. El debate soviético de los veinte incluso tuvo eco en las teorías burguesas de crecimiento. Por caso, el modelo de Arthur Lewis, que supone que hay exceso de mano de obra que se transfiere del agro a la industria, desarrollándose esta a partir de la reinversión de los beneficios, con salarios a nivel de subsistencia, está inspirado en el modelo soviético (Lewis, 1959). De la misma manera, la relación capital/producto (la inversión en equipos y máquinas requerida para obtener un crecimiento deseado), que está en el centro del modelo de crecimiento de Harrod-Domar, había sido planteada en los años veinte en la URSS. Asimismo, el problema de cómo financiar, en un país atrasado, esa inversión requerida para obtener el crecimiento deseado que absorba la mano de obra no ocupada, o la desocupación disfrazada, estuvo en el corazón de los debates soviéticos de los años veinte y en los inicios de la industrialización. Por eso Domar afirma, en el capítulo IX de Ensayos en teoría del crecimiento económico, que para un estudioso del crecimiento y el desarrollo, la literatura económica soviética de los 1920 es de gran interés.

En este respecto, señalemos que la conexión entre teorías referidas a programas, entornos sociales y objetivos muy distintos, posiblemente no sea casual. Es que hay restricciones que tienen que ver con la naturaleza material de la reproducción de una sociedad. Por ejemplo, las relaciones entre excedente e inversión; entre producción de bienes agrarios e industriales; entre crecimiento de la industria de medios de consumo y la de medios de producción; entre consumo e inversión, y similares, que no pueden desconocerse arbitrariamente (ampliamos más adelante, cuando analicemos la aplicabilidad de los esquemas de reproducción de Marx a la planificación soviética). En cualquier caso, los bolcheviques tomaron rápidamente conciencia de estas restricciones en un país atrasado y predominantemente campesino. La noción de acumulación originaria socialista tuvo esta base objetiva y, como dice Harrison (1985), significó dejar atrás la creencia de que bastaba con estatizar y repartir la riqueza creada por el capitalismo para avanzar en la construcción socialista. Esta es una cuestión sobre la que debería reflexionarse en la izquierda, donde muchas veces parece predominar la idea de que basta con “voluntad revolucionaria” para superar las condiciones objetivas. Volveremos sobre este asunto a lo largo de la nota.

La polémica de los veinte: Preobrazhenski

Preobrazhenski, que pertenecía a la Oposición de Izquierda, publicó en 1924 un artículo, que sería la base de La nueva economía, editado en 1926 (para lo que sigue nos basamos también en Erlich, 1950). Preobrazhenski sostuvo que la crisis de las tijeras se debía a la elevada demanda de bienes industriales con relación a su oferta. Es que la demanda se había incrementado porque los campesinos disponían de más recursos a partir de que la eliminación de impuestos del zarismo, y el reparto de la tierra. Sin embargo, la industria no podía satisfacer esa demanda. Durante el Comunismo de Guerra se había interrumpido la formación de capital; luego, en los primeros tiempos de la NEP, se habían vendido productos industriales por debajo del costo y se habían utilizado fondos de amortización para sostener salarios. Por eso, aunque la utilización de capacidad instalada había permitido mejorar la producción, se había acentuado el atraso industrial. Y en la medida en que se siguiera sosteniendo la producción en base a sobreutilización de capacidad y mano de obra, caería todavía más la productividad, y se agravarían los problemas.

La solución entonces pasaba por aumentar la producción industrial, la infraestructura energética y del transporte por encima de los niveles de preguerra. El argumento se reforzaba porque la industrialización también era vital para absorber la elevada desocupación (mucha de ella se mantenía encubierta en el campo); y si aumentaba la productividad, como se esperaba, sería necesaria aún mayor expansión industrial para incorporar a los desocupados. Por supuesto, la desocupación también podría disminuirse si se intensificaba la acumulación en el campo: pero ello supondría desviar recursos que debían ir a la industria. La industrialización también era indispensable para desarrollar las fuerzas productivas en el campo. Dentro de la industria, había que dar prioridad a la industria productora de medios de producción, a fin de posibilitar una industrialización intensiva; o sea, con aumento de la relación medios de producción / trabajador.

El problema sin embargo era cómo conseguir los fondos necesarios para poner en marcha la industrialización. Preobrazhenski sostenía que el Estado proletario debía encarar una acumulación originaria socialista. La idea se inspiraba en lo ocurrido, según Marx, en los orígenes del capitalismo: hubo un período en cual, mediante métodos violentos, se produjo una transferencia de riqueza desde el campesinado y las colonias hacia los centros del incipiente capitalismo. De esa manera se generaron las condiciones para la posterior acumulación sostenida; esto es, para la reinversión de la plusvalía generada por el capitalismo para ampliar el capital. Preobrazhenski sostenía que un proceso similar debía ocurrir en Rusia para el surgimiento de una economía socialista. Era la “acumulación originaria socialista” (el concepto ya había sido adelantado por Smirnov). Antes de que la industria soviética pudiera autosustentarse y autoexpandirse reinvirtiendo el excedente generado por ella, debía obtener recursos de otra economía. Pero la URSS no poseía colonias; y no era posible sobre explotar a la clase obrera, como había ocurrido durante la Revolución Industrial inglesa; en consecuencia, los recursos debían obtenerse del campo. Sin embargo, no debía emplearse la violencia para arrancar el excedente a los campesinos, como había ocurrido en el Comunismo de Guerra. Por eso, el medio principal de transferencia hacia la industria sería un intercambio comercial desfavorable para el agro; el Estado soviético, utilizando su poder de monopolio, establecería precios industriales altos y precios agrícolas bajos.

Al intercambio desigual Preobrazhenski sumaba otras medidas, como impuestos a los campesinos. También era necesario fomentar el plan, aunque no fuera la solución completa de los problemas. Por otra parte, proponía medidas proteccionistas del comercio exterior, para impedir que las escasas divisas se dilapidaran importando bienes que no fueran indispensables para la industrialización o el avance tecnológico. Era consciente, además, de que debido al atraso industrial de Rusia, los campesinos presionarían por vender y abastecerse directamente en el mercado mundial. Por eso no podía levantarse el monopolio del comercio exterior.

Preobrazhenski sostenía que la lucha estaba planteada entre la ley de la acumulación socialista originaria (basada en el cálculo del trabajo) y la ley del valor. El Estado no debía permitir que el mercado actuara libremente distribuyendo la fuerza de trabajo y los recursos a través de los precios; la acumulación originaria consistía precisamente en esto. Lo cual no significaba desconocer la ley del valor; esta debía utilizarse para la acumulación socialista. Por otra parte, “la fuerza objetiva de las leyes” de la propiedad estatal abriría el camino al socialismo. Esas leyes se impondrían y forzarían a los dirigentes del Partido a convertirse en los instrumentos del socialismo, en “agentes de la necesidad histórica”, incluso a pesar de sus errores y ceguera. En otros términos, la nacionalización de la gran industria empujaba a la planificación de la economía y a la industrialización (véase Deutscher, 1979). Es posible que esta concepción haya influenciado en su posterior decisión de respaldar el giro de Stalin de 1928-9. En el plano político, Preobrazhenski, que se alineó con la Oposición de Izquierda, pensaba que la creciente complejidad de la economía soviética hacía necesario ampliar la democracia al interior del Partido.

La polémica de los veinte: Bujarin

Bujarin compartía con Preobrazhenski la idea de que la industrialización era imposible apelando solo a los recursos de la industria, y que por lo tanto debía haber una transferencia desde el agro a la industria. Los obreros industriales eran cinco millones, en tanto los hogares campesinos eran 22 millones; era inevitable que los campesinos tuvieran la mayor carga. En lo que discrepaba con Preobrazhenski era en los vías y las formas para obtener el excedente agrario y transferirlo. En su opinión -véase Sobre la acumulación socialista, también Cohen, 1976 para lo que sigue el programa de Preobrazhenski afectaría la smichka, o unión de la clase obrera con el campesino, como había quedado demostrado durante la crisis de 1923. Y si el campesinado se negaba a entregar productos debido a lo desfavorable de los precios, habría que volver al programa del Comunismo de Guerra. Pero ello implicaba un enfrentamiento abierto e insostenible con el campo; y la smichka era la base del poder soviético. Por otra parte, con la política recomendada por Preobrazhenski, se arruinaría la economía campesina, no habría excedente para expropiar y se achicaría el mercado interno, perjudicando también a la industria. Además, los altos precios de los bienes industriales, establecidos por poder de monopolio, generarían ganancias extraordinarias sin incentivar a los directores de empresas a mejorar la productividad. Por último, en el largo plazo, de aplicarse la propuesta de Preobrazhenski, el proletariado podía degenerar y transformarse en una nueva clase explotadora.

Por eso, Bujarin planteaba que debía promoverse una relación con el campesinado sobre una base cooperativa, bajo dirección del Estado proletario. Su idea rectora era avanzar en la transformación (o sea, no la aniquilación ni explotación) de la economía campesina a través del desarrollo económico y el mercado. Para eso se apoyaba en la autoridad de Lenin y en los últimos escritos del líder bolchevique (véase la segunda parte de esta nota), aunque poniendo el énfasis en el comercio: en lugar de las cooperativas de producción, había que fomentar las de consumo, comercialización y crédito, que se integrarían, en el largo plazo, al socialismo. Sostenía que podía llegarse al socialismo a través del mercado, y que la lucha de clases en la URSS pasaba por la competencia económica pacífica. Con este enfoque, desestimó la intervención estatal en el agro y en la producción artesanal, no otorgó importancia al plan económico, ni puso la prioridad en la industria pesada. Para industrializar a Rusia había que alentar el consumo, en primer lugar de los campesinos medios y acomodados. Para ello era necesario bajar los precios para satisfacer a las masas. Así se alentaría la demanda, que arrastraría a la industria ligera, y esta a la industria pesada. La industria soviética debía adecuarse al mercado campesino; la industria y el agro serían interdependientes, alimentando mutuamente la oferta y la demanda. Los fondos para la industrialización provendrían de los impuestos obtenidos mediante una tributación racional al campesino, o con el ahorro voluntario de los productores independientes y las cooperativas. 

En este marco, Bujarin no consideraba a la NEP como una “retirada”, sino como una política para avanzar. Sostenía que en la relación con la pequeña producción el mercado funcionaba mejor que el Estado. Es que para supervisar y guiar las funciones económicas de los pequeños productores y de los pequeños campesinos se requerían demasiados funcionarios y administradores. Pero todos esos pequeños burócratas (chinóvniki) estatales generaban un aparato tan colosal, que el gasto de su mantenimiento resultaba incomparablemente mayor que los costes improductivos derivados de la anarquía de la pequeña producción. Por lo tanto había que fomentar el comercio -donde el Estado intervendría lo menos posible- y la libertad de acumular generaría el mayor desarrollo de las fuerzas productivas. El sector estatal terminaría venciendo al privado mediante la competencia en el mercado. Bujarin planteaba que el aparato burocrático estaba asfixiando a toda la economía. Por eso, si la clase obrera no se elevaba a las tareas de control y organización de la economía, los funcionarios podían constituir el embrión de una nueva clase dirigente basada en “el monopolio de la autoridad y el privilegio” (véase Cohen, 1976). Sin embargo, aliado a Stalin, y a pesar de que se consideraba “pacifista y moderado”, no cuestionó la represión contra la izquierda ni los métodos burocráticos hasta el giro de 1928-9. De manera que en su propuesta la principal barrera al poder de la burocracia parece ser el mercado.

Destaquemos que en el esquema de Bujarin era clave que los campesinos medios y los kulaks acumularan. En 1925 lanzó una proclama que cobró fama: “A todos los campesinos globalmente, a todas las capas de campesinos, debemos decirles: enriqueceos, acumulad, desarrollad vuestras haciendas” (citada por Cohen, también Trotsky, 1973). Claramente parecía minusvalorar las tendencias pro-capitalistas que generarían el mercado y la acumulación libre; por eso no daba importancia a la influencia kulak en el campo, ni ponía el acento en la necesidad de transformar las relaciones de producción pequeño burguesas. Cuando se refería a la estructura social de Rusia, Bujarin hablaba de dos clases sociales, el proletariado y el campesinado, como si este último fuera un todo homogéneo, compuesto casi exclusivamente por campesinos medios. Tampoco tuvo en cuenta los peligros de restauración termidoriana, que podía ser vehiculizada por los kulaks y los “hombres de la NEP”, y que denunciaba la Oposición de Izquierda.

El “dilema Preobrazhenski” 

Haciendo un balance del debate, en un muy citado trabajo de 1950, Alexander Erlich planteó que la posición de Preobrazhenski encerraba un dilema. Es que el intercambio desfavorable para el campesinado abría la posibilidad de una huelga de ventas campesinas a la vista del retraso de la industria. Los campesinos se retirarían del mercado, como había ocurrido en 1923, y esto mataría la recuperación industrial, ya que la privaría del suministro de comida e, indirectamente, de bienes de producción extranjeros, por la caída de las exportaciones agrícolas. Pero por otro lado, si los campesinos forzaban al Estado a capitular, habría alza de precios de la comida, lo que iniciaría la inflación. Preobrazhenski luchó con este dilema, pero no logró resolverlo. Sostuvo que si los precios industriales eran bajos, eso tampoco ayudaba a los campesinos, ya que los intermediarios impondrían precios altos en el mercado. Sus críticos le respondieron que si esto era así, de todas maneras no ponía a salvo a la clase obrera de la inflación. Por otra parte, la propuesta de aplicar impuestos a los campesinos ricos fue criticada porque reduciría aún más los excedentes que podían ir al mercado, en una coyuntura en la cual los campesinos medios o pobres no podían cubrir esa diferencia. Preobrazhenski terminó respondiendo que la solución última de todos esos problemas era que Rusia saliera de su aislamiento. Como dice Erlich, en su peor interpretación, esto equivalía a una admisión de que todo intento de encontrar una solución dentro de los límites de la economía soviética aislada era como intentar la cuadratura del círculo. Y en su interpretación más benigna, era un esfuerzo desesperado por lograr la estabilidad de mañana a expensas de tensiones enormemente incrementadas en el presente, sin saber bien cómo resistirlas.

Digamos también que la propuesta de Bujarin parecía evitar el peligro de la huelga campesina. Además, subrayaba la necesidad de que la entrada de los campesinos a las cooperativas debía ser voluntaria, y debía cuidarse la alianza de la clase obrera con el campesino. Pero no daba respuesta al segundo cuerno del dilema de Preobrazhenski, el fortalecimiento de las tendencias mercantiles y pro capitalistas, y su preeminencia sobre la industria, que generaría la mejora de los términos de intercambio para los campesinos.

La posición de Trotsky en el debate

Trotsky consideró que el programa de Bujarin, que se aplicó entre 1924 y 1928, representaba el mayor peligro para la Rusia soviética. De ahí que se negara a hacer cualquier acuerdo programático con Bujarin contra Stalin. “La pequeña producción de mercancías crea necesariamente explotadores”, sostenía, y alertaba del peligro que encerraba el crecimiento del trabajo asalariado en el campo, y el enriquecimiento de los kulaks y los comerciantes privados (véase Trotsky, 1973). Por eso, exigió, junto a otros dirigentes de la oposición, que se frenara la economía privada, se acelerara la industrialización, se reforzara la planificación y se avanzara en la organización de cooperativas agrícolas de producción.

En cuanto al programa de Preobrazhenski, si bien tenía más coincidencias, no respaldó la extracción compulsiva de un gran excedente a los campesinos. Al menos en el curso del debate, Trotsky nunca hizo una declaración explícita a favor de ese programa. Y en la Revolución Traicionada reconoció que los “prestamos forzados” tomados del campesinado, cuando eran “demasiado considerables”, ahogaban el estímulo al trabajo. De todas formas, compartía la idea de que la industrialización debía realizarse tomando recursos del campesinado y que, al reforzar socialmente a la clase obrera, fortalecería los fundamentos sociales del régimen soviético. Además, entre Preobrazhenski y Trotsky había otra diferencia más sustancial, que señala Cohen: en tanto el primero razonaba sobre una industrialización socialista en la aislada Rusia, Trotsky ponía el acento en la necesidad de que una eventual revolución en Europa viniera en ayuda de la URSS.

Bibliografía:
Bujarin, N. (1973): Sobre la acumulación socialista, Buenos Aires, ed. Materiales Sociales.
Cohen, S. (1976): Bujarin y la revolución bolchevique. Biografía política 1888-1938, Madrid, Siglo XXI.
Deutscher, I. (1979): Trotsky. Le prophète désarmé 1921-1929, París, Christian Bourgois editeur.
Domar, E. (1957): Essays in the Theory of Economic Growth, Nueva York, Oxford University Press.
Erlich, A. (1950): «Preobrazhenski and the Economics of Soviet Industrialization», Quarterly Journal of Economics, vol. 64, pp. 57-88.
Harrison, M. (1985): «The Primary Accumulation in the Soviet Transition», Journal of Development Studies, vol. 22, pp. 81-103.
Lewis, W. A. (1959): «Desarrollo económico con recursos ilimitados de mano de obra”, Desarrollo económico, enero/abril, pp. 374.
Preobrazhenski, Y. (1970): La nueva economía, Caracas – Barcelona, Ariel.
Trotsky, L. (1973): La revolución traicionada, Buenos Aires, Yunque.

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Trotsky, el giro de 1928-9 y la naturaleza social de la URSS (4)

Written by rolandoastarita

23/02/2016 a 10:53

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22 respuestas

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  1. En un supuesto gobierno de transición en Argentina deberíamos transferir renta del campo a la industria para realizar inversiones en tecnología, maquinaria, etc? La ventaja que tendríamos en que no chocaríamos con la oposición de miles de campesinos?

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    Carver

    25/02/2016 at 11:05

    • No hace falta ningún cambio de régimen para desplegar la insoslayable política de reinvertir la renta agraria en capital industrial. Es realizable bajo la democracia burguesa y el capitalismo. Es mas, si las élites argentinas hubieran estado a la altura de sus responsabilidades ya llevaría casi un siglo y medio de desarrollo. El gobierno de transición debería encontrarla ya cumplida. Y no, el choque con los miles de «campesinos», ¡qué fina ironía la suya!, es inevitable: le ocurrió a Perón entre el 46 y el 55 y, salvando las distancias, a Cristina Fernández en el 2008. Cómo meterle la mano en el bolsillo de las divisas al lobby sojero (retenciones, impuesto inmobiliario rural, etc.) y cómo evitar que el lobby industrial las fugue a las Islas Caimán (en vez de imitar a los «Chaeboles» coreanos) es el nudo gordiano de la política económica argentina que todavía espera a su Alejandro Magno.

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      José Mercado

      25/02/2016 at 16:47

    • Dos cuestiones: la transferencia de renta de campo a industria YA se realiza en Argentina, y desde hace décadas. Por otro lado ,creo que la industrialización, en el sentido de fábricas de medios de producción, tiene que ser limitada: hoy se pueden fabricar cosas a «pedido» afuera y tener lo importante que es el diseño (y vender ese diseño en el exterior). Nadie fabrica chips hoy, salvo un par de empresas grandes en China y Corea (UMC, IBM,Samsung,etc).

      El problema de las transiciones es la planificación de la pequeña producción y servicios (puntos de venta, abastecimiento generalizado, etc). Ningún GOSPLAN ha podido coordinar los cientos de pequeños establecimientos en las economias del Siglo XX de tipo centralizada. Con el avance técnico y el aumento de la capacidad de cómputo se puede ir realizando de forma *muy* progresiva.

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      Hernan

      25/02/2016 at 18:18

    • ¿Miles de campesinos en Argentina? ¿A qué le llamamos campesinos?

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      Danilo Castelli

      05/03/2016 at 13:11

    • Más del 90% de la población argentina es urbana. Creo que si tenemos a la mayoría de la gente en las ciudades a favor del socialismo y logramos vencer al Estado y a las fuerzas internacionales que nos manden para masacrarnos y subyugarnos, la cuestión está bastante resuelta.

      Además, si por campesinos nos referimos a la patronal agraria, en su mayor parte es gente CON campo que vive en ciudades. En cuanto a la gente DE campo que vive allí (pobladores, comunidades indígenas), es la que suele ser víctima de la gente CON campo. Y ocupan tan poca cantidad de tierra en comparación con la tierra concentrada en manos de los pooles de siembra, magnates y empresas que a esa altura ya tendríamos que haber expropiado, que bien podríamos dejarle su espacio (o incluso más) para que vivan como quieran y concentrarnos en las tareas de transformación económica en las ciudades.

      Mi opinión a grosso modo es que, en Argentina, si se gana la batalla en las ciudades ya se ganó en todo el país. No es una posible una Vendée como la de la revolución francesa.

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      Danilo Castelli

      05/03/2016 at 13:34

  2. Yo creo que la cuestión técnica en la organización económica está poco estudiada en la izquierda hoy. Creo que alguna vez mencioné que escuché a Altamira decir «no hay pollos en Venezuela, pero si gobernamos nosotros, los pollos aparecen y todo el mundo los puede comprar». Eso me parece un pase «a lo Messi», e inducir al pensamiento mágico a los militantes y simpatizantes.

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    Hernan

    25/02/2016 at 18:20

  3. Rolo como andas, gracias por el artículo. ¿Tenés alguna data sobre la experiencia yugoslava de economía mixta? ¿qué opinas de ese experimento? Un abrazo socialista.

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    Hernan

    27/02/2016 at 13:01

  4. Hola,

    Quería preguntar, en su opinión, cuál es la tarea inmediata de un gobierno marxista en caso hipotético de tomar el poder. Es la cuestión de la industrialización y el desarrollo técnico de los medios productivos? Es reorientar la producción de bienes y servicios para satisfacer la demandas sociales de cierto nivel de vida a definir? O modificar las relaciones sociales de producción existentes basadas en la división del trabajo y la relación contractual/salarial? Y si fuera lo último… hacia qué sistema de relación social estaríamos yendo? Cómo funcionaría o por lo menos qué se esperaría del mismo?

    Me gustaría definir esto para entender qué es lo que criticamos al socialismo real. Muchas veces nos acusan a los marxistas de no tener muy en claro hacia dónde vamos y de criticar desde un idealismo fantasioso aspectos de la realidad que son inevitables. Esta claro que todo queremos «pobreza 0» (término de moda) y dignidad, pero no está claro cómo.

    Saludos revolucionarios

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    Julian

    28/02/2016 at 02:59

    • Qué hacer dependerá siempre de la situación concreta; no se puede responder en abstracto. De todas maneras, es importante tener ciertos criterios. Entre ellos, nada puede hacerse por imposición de una vanguardia a las masas trabajadoras. En segundo lugar, no pueden desconocerse las relaciones objetivas, materiales. Para dar un ejemplo actualizado a la realidad argentina: no se puede incrementar la tenencia de acondicionadores de aire de los hogares en 1 o 2 millones, y no incrementar la generación de energía. Esto es, el aumento de la inversión y el consumo deberán tener cierta razón. Tercero, y vinculado a lo anterior, buena parte de lo que se pueda hacer dependerá de la situación internacional.

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      rolandoastarita

      28/02/2016 at 14:00

  5. Es necesario aclarar que toda actitud imposicionista de la parte de la vanguardia por sobre las masas tiene su punto de partida en una interpretación equivocada de lo que se llama dictadura del proletariado. Por ella concebimos una forma de Estado (todo Estado es dictadura) donde los intereses de la clase proletaria (incluido todo su entorno ideológico y jurídico) tiene predominancia. Reducir la dictadura proletaria a un método de gobierno o a un método de administración es una aberrante y nefasta superficialidad. En la dictadura del proletariado sólo es admisible lo dictatorial en casos de sabotaje armado contra la revolución. Para todo lo demás prima lo democrático, que es el aliento natural de unas masas ejecutoras de su propio destino, bajo la guía de una vanguardia lucida y científica. De manera que, la dictadura proletaria está mucho más cerca del dulce de la democracia que del salado de la dictadura.

    El II Congreso Panruso de los Soviets eligió el Concejo de Comisarios del Pueblo (Sovnarkom) y el Comité Ejecutivo Central de los Soviets (VTSIK). El primero de composición exclusiva de bolcheviques ante la negativa de los SR de izquierda de participar. El segundo se eligió en base a cupos partidarios ampliamente favorables a los bolcheviques. En los hechos, todo el poder se concentró en el Sovnarkom en tanto que el VTSIK fue una marioneta.

    La lógica de la consigna ¡Todo el poder a los soviets! llevaba a reconocer al VTSIK como el gobierno político, el poder legislativo, en tanto que el Sovnarkom debía supeditársele, lo que implicaba que el VTSIK debía designar o renovar al Sovnarkom. Con lo cual quedaba claramente establecido que el primero estaba por encima del segundo. Más aún, muy lejos de elegir al VTSIK en función de cupos partidarios debía habérsele elegido en función de la distribución territorial de la población. Dichos cupos debieron ser por regiones y la cantidad de población de cada una de ellas. Lo más democrático y atinado es que los delegados para cubrir los cupos en el VTSIK sean elegidos en los soviets locales o regionales, en tanto que podría considerarse un cupo especial para ser cubierto por los congresos.

    Con esta lógica, el partido que quiera tener la hegemonía en la sociedad revolucionaria tendría que empezar por tener la hegemonía en los soviets locales y regionales. Asimismo, con un VTSIK suficientemente representativo los congresos sólo serían de utilidad para temas constitucionales y para resolver situaciones nacionales críticas como la posibilidad de una guerra civil, hambruna por sequía, guerra externa, etc.

    Planteadas así las cosas, vale decir el traspaso real y efectivo del poder a los soviets, se desinfla por completo ante la conciencia de las masas la necesidad de una asamblea constituyente al estilo burgués, bandera que levantaban muchas organizaciones autodenominadas socialistas pero que aún arrastraban muchos prejuicios pequeño burgueses. Hubiera quedado bien claro que lo que correspondía a la Rusia revolucionaria era un Congreso Panruso de los Soviets, convocado para redactar la Constitución Soviética.
    Así mismo, hubiera quedado fuera de lugar la consigna de “gobierno de coalición de socialistas”, que Lenin y Trotsky rechazaron intransigentemente pero que muchos otros bolcheviques la defendían, en tanto que hubiera quedado claro que el gobierno lo conforman los delegados de los soviets locales y regionales al soviet central o VTSIK, proceso donde los socialistas tienen las mismas oportunidades de acceder al gobierno y de hegemonizarlo en la medida en que sean capaces de ganarse la confianza de las masas.

    Lamentablemente nada de esto ocupaba un lugar importante en el pensamiento de los bolcheviques, donde se había impuesto la teoría trotskiana de la dictadura partidaria. Es casi seguro que Lenin tenía grandes dudas sobre todo lo que estaba ocurriendo, pero ante la marcha abrumadora de los acontecimientos se dejó llevar por la corriente.

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    Amauta

    01/03/2016 at 05:15

    • Venía muy bien en «Para todo lo demás prima lo democrático, que es el aliento natural de unas masas ejecutoras de su propio destino,» y se estropeó con «bajo la guía de una vanguardia lucida y científica.»

      Si se está bajo la guía de una vanguardia, se murió la democracia. Sea una vanguardia «lúcida y científica» o «estúpida y religiosa».

      Lección del siglo XX: allí donde el vanguardismo tuve éxito, hubo dictaduras de partido. Si queremos un resultado totalmente distinto, ¿por qué pensamos que lo vamos a lograr con un vanguardismo «moderado»?

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      Danilo Castelli

      05/03/2016 at 13:57

  6. Me interesan particularmente estas discusiones para tratar de comprender un eventual proceso revolucionario en la Argentina que es el país en el que vivo y, como se suele decir que la revolución es nacional por su forma e internacional por su contenido, me interesa ver qué parte de la experiencia soviética es útil para anticipar, aunque más no sea a grandes rasgos, cómo sería un proceso revolucionario argentino.

    Coincido, en principio, con una de las caracterizaciones del IV Congreso del PRT-ERP (1968), en el sentido de que una revolución proletaria en la Argentina desembocaría en una guerra antiimperialista. Si vemos la estrategia político-militar de los Estados Unidos para América Latina es esperable que el imperialismo ataque a una eventual Argentina revolucionaria a través de una fuerza de coalición integrada por otros estados latinoamericanos. Por ejemplo, el concepto de multilateralidad está presente en las doctrinas de las fuerzas armadas yanquis y brasileñas.

    Me interesa comprender en estos contextos cuál es la forma que adoptaría una dictadura de clase. Si vemos en la historia, el ejercicio de la dictadura de clase estuvo mediada por las relaciones de fuerza durante la revolución. La dictadura de clase a su vez fue ejercida mediante direcciones que respondieron a las diferentes relaciones de fuerza que existieron durante esos procesos.

    Me parece que durante una guerra civil, cuando hay que combatir a la contrarrevolución, no es posible ejercer la dictadura de clase mediante la más amplia democracia socialista. Por el contrario, la guerra civil (y la guerra antiimperialista) exigen ejercer un tipo de dominación social que dificulta la libre discusión y decisión de todos los problemas sociales. La guerra impone la necesidad de la rápida ejecutividad y ello a su vez supone la posibilidad de informarse y decidir rápidamente. Esto requiere la conformación de aparatos especiales y la organización de la sociedad para responder a las necesidades de la guerra.

    El punto es cómo se desmantelan, si es que se desmantelan, esos aparatos. Otro punto es cuándo se desmantelan, porque en las guerras no todas las victorias son definitivas. La guerra puede terminar por el agotamiento de las economías rivales lo que resulta en compromisos inestables y en una paz precaria (lo que exige el mantenimiento de los aparatos). El fortalecimiento de los aparatos guerreristas de los estados vecinos termina exigiendo el fortalecimiento del aparato propio.

    Por otra parte, no creo que sea posible abandonar la ley del valor y el capitalismo si no es promoviendo la más amplia participación democrática de masas, de tal manera de unir orgánicamente a la sociedad civil con la sociedad política. Lo que a su vez implica que la dominación de partido tiene que tender a desaparecer junto con la dictadura de clase y el Estado de clase. Y no veo otra forma de que esto pueda suceder si no es extendiendo la revolución a todo el mundo. Pero en los impasses de la lucha revolucionaria mundial ¿cómo se evita que se cristalice una burocracia que se independice de las masas? ¿cómo se evita que se fortalezcan los aparatos estatales? ¿El armamento de todos los trabajadores puede ser una solución? No lo tengo claro pero me parece que es necesario.

    Creo que tengo claro que no es posible prescindir de la herramienta “partido de combate”. En este sentido, los que se han opuesto al partido o han ensalzado a los consejos (en contraposición al partido), no han mostrado una práctica superadora de la experiencia rusa y bolchevique y, como decía Marx: “El problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva, no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento.”

    Hasta ahora, los que han logrado tomar el poder con éxito y comenzar a construir un embrión de nueva sociedad se valieron de organizaciones de combate. Los que impugnan esta herramienta no han logrado nada parecido y, cuando les tocó estar cerca de hacerlo (como en España), la realidad los obligó a dirigir. Cuando se negaron, dirigió otro, y fueron derrotados luego de enormes sacrificios (¿alguien puede exigir mayor sacrificio que el que hizo el proletariado español?).

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    Lucas

    01/03/2016 at 12:46

    • De acuerdo que habrá una situación de guerra civil y/o invasión. Así ha pasado en el caso de regímenes que se han desmoronado, como el de Haití (ocupado por una fuerza internacional) y en el caso de insurrecciones populares contra algunas dictaduras (como está pasando en Siria, donde los rebeldes combaten a Al Assad, ISIS, Rusia y la OTAN).

      Pero en el caso de los rebeldes en Siria, no se observa que entre ellos haya surgido una dictadura de partido que anule la democracia interna en sus territorios. Esta democracia sobrevive (lo que puede sobrevivir a un constante bombardeo).

      ¿Es la idea entonces que una conducción eficiente de la guerra civil exige que se anule la democracia interna? No tiene por qué ser así si hay un acuerdo democrático en hacer sacrificios en pos del esfuerzo de guerra.

      Encuentro que los argumentos a favor de un poder centralizado y autoritario (dictadura de partido) que limite la democracia en tiempos de la dictadura proletaria (que es una fase de la lucha de clases, no solo un régimen político) en pos de la eficiencia son más excusas que razones.

      En cuanto al pseudoargumento de que la propuesta del partido de combate sobrevive porque los consejistas no han podido proponer o realizar nada mejor, me parece bastante cercano a cuando los defensores del status quo capitalista dicen «¿y qué país del mundo es el más cercano a tu proyecto político?». Y me parece erróneo -si es que fue un error de buena leche- tener en cuenta a la experiencia de la revolución española como un experimento consejista, cuando tenés la posibilidad de saber que los consejistas criticaron contemporáneamente a la CNT por cómo actuó en esa revolución.

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      Danilo Castelli

      05/03/2016 at 14:15

  7. Bien podríamos decir que, usando la medida de Marx que mencionás, el trotskismo ha sido, en la historia de los movimientos surgidos de la Revolución de Octubre, el símbolo del faccionalismo y el fracaso. No han ganado nada ni creo, que a esta altura, con las concepciones vetustas que tienen, puedan dirigir un proceso revolucionario. Tengo mis dudas si varias de las concepciones ligadas a Octubre están realmente tan vigentes como solíamos creer. Abrazo.

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    Hernan

    01/03/2016 at 17:54

    • Estoy de acuerdo también. Por lo pronto, ninguna organización trotskista pudo, en base al programa de transición, ponerse a la cabeza de ningún proceso revolucionario en el mundo. Donde más cerca estuvo fue en Bolivia pero una parte del trotskismo terminó claudicando ante el nacionalismo. Por lo pronto, tengo para mí que el rechazo cerril de parte de las organizaciones trotskistas a organizar la lucha armada los priva de tener una estrategia de poder. Son, como se sostenía antaño, ultraizquierdistas en lo reivindicativo y reformistas en lo político. No disputan el poder del estado (salvo que se le llame disputar el presentarse a elecciones) y en las luchas sindicales van al todo o nada, resultando la más de las veces nada en vez de todo (por definición, en las luchas sindicales muy pocas veces se obtiene todo dada la situación de relativa debilidad de la clase obrera con respecto a la burguesía y su Estado). Hay excepciones pero a grandes rasgos esa descripción le cierra bastante al trotskismo.

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      Lucas

      01/03/2016 at 19:08

  8. Estimado camarada Lucas, permítete intentar dar una respuesta a tu pregunta.

    “¿cómo se evita que se cristalice una burocracia que se independice de las masas?”.

    Evitando que se consolide una dictadura partidaria. Logrando los máximos avances en una dictadura de clase, donde es la clase trabajadora (o clase obrera, dependiendo del grado de desarrollo del capitalismo) la que detenta el poder, la que gobierna y la ejecutora del todo el proceso revolucionario, a través de sus organizaciones de base (asambleas populares, concejos de trabajadores, etc.) que se concentran en un consejo o asamblea central, el autentico gobierno revolucionario, que es el que designa o remueve a todas las demás instancias políticas del nuevo estado, incluido el consejo de ministros. Los comunistas y su partido, reproduciéndose por millones en el senos de dichas masas, son el combustible que las mueve y el faro que las ilumina. Los comunistas están en la obligación de jugar un papel destacado en todos los aspectos de la vida social.

    Este hecho, unido al pueblo armado, a una economía pública con crecientes niveles de productividad y avances importantes en la gratuidad de los servicios públicos y en la participación activa de la ciudadanía en la toma de decisiones políticas, son la única garantía de evitar la burocratización del nuevo Estado y el surgimiento de una nueva clase explotadora.

    Por el contrario, la evidencia histórica ha demostrado plenamente que la permanencia de la vanguardia en el poder lleva inevitablemente a un proceso de diferenciación entre la burocracia partidaria enquistada en el Estado y las masas. Esta burocracia partidaria cada vez más embelesada por los privilegios del poder y las altas remuneraciones, termina corrompiéndose y convirtiéndose en una nueva clase explotadora.

    Dictadura partidaria no es dictadura de clase, por la sencilla razón de que partido no es lo mismo que clase. Cuando los explotados toman el poder y derrocan a los explotadores estamos frente a un proceso revolucionario. Un movimiento revolucionario de los explotados jamás tomará el poder sin el concurso de una de una vanguardia política revolucionaria. Esta vanguardia puede ser un partido o una coalición de partidos unidos por un programa revolucionario. Una vanguardia revolucionaria capaz de conducir a la rebelión de las masas hacia la captura del poder no necesariamente tiene que ser un partido marxista o una coalición de partidos con hegemonía marxista.

    No será posible que una revolución, que ha tomado el poder, avance hacia el socialismo si la vanguardia que la conduce carece de una sólida hegemonía marxista. No será posible avanzar hacia el socialismo sin el máximo despliegue de la participación de la masa en el proceso revolucionario, de la creatividad de las masas, del entusiasmo de ellas por la creación de una nueva sociedad. No será posible avanzar hacia el socialismo sin una toma de conciencia revolucionaria de las masas, lo que implica NO un estado de plena y ciega obediencia de ellas al partido hegemónico, sino la capacidad de estas de gobernarse a partir de sus organizaciones de base.

    Inmediatamente después de la captura del poder, es la vanguardia la que copa el poder como correlato natural de su condición de guía y jefa de la revolución. Los líderes de la vanguardia ocupan los principales cargos del gobierno provisional (o de emergencia) revolucionario por su condición de ser los dirigentes más representativos del proceso revolucionario. El gobierno provisional debería cumplir con las tareas mínimas de pacificar el país, reordenar la economía, etc. para proceder al traspaso del poder al pueblo organizado. En esta exigencia los comunistas deben «jugarse la vida».

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    Amauta

    02/03/2016 at 03:44

  9. Estimado Amauta, en abstracto estoy de acuerdo en general con sus consideraciones. Pero en la historia la dictadura de clase se dio a través de direcciones. Estas direcciones fueron cambiando al ritmo de la revolución (la francesa es un buen ejemplo).

    Tenemos que tener presente que la revolución va a ser atacada por la contrarrevolución y, en particular, por el imperialismo en conjunción con otros estados.

    En un contexto de guerra, la libre deliberación y discusión de toda la vida pública no es posible. Hay que tener aparatos de inteligencia que averigüen los planes del enemigo, interno y externo, y que se adelanten a sus ataques. Esto supone la vigilancia del cuerpo social. No se podrá discutir todo abiertamente ni podrá debatirse todo en todo momento (en una guerra las decisiones muchas veces son ejecutivas y casi nada deliberativas). Sin embargo, es posible tener un ejército deliberativo que discuta y sepa por qué lucha.

    A su vez, el socialismo en un sólo país es imposible y requiere de la extensión de la revolución a nivel continental y mundial. Son tareas que van a llevar décadas o más de un siglo hasta que la burguesía haya sido derrotada. Durante toda esa época, de avances y retrocesos, los nuevos estados necesitarán aparatos de defensa y de inteligencia. Necesitarán una burocracia que se encargue del funcionamiento cotidiano del nuevo estado (que no es otra cosa que el aparato de defensa de la revolución). Campeará durante todo este período la tensión entre la democracia socialista y la razón de estado. Algunas veces primará la primera y otras veces la segunda.

    Creo que el armamento permanente de los trabajadores debe ser un principio de solución para evitar la cristalización de un aparato burocrático. Pero no creo que sea toda la solución. Y la más amplia democracia socialista no es posible en contextos de guerra y enfrentamiento extremo. No me gusta pero me parece que será una realidad ineludible que tenemos que pensarla.

    En ese sentido, estoy en contra de quienes ven en los partidos de combate todos los males de la burocratización y no sopesan adecuadamente los contextos en los que estos partidos han dado sus luchas y las razones sociales que llevan a esa burocratización. Por ejemplo, a mi me parece evidente que la lucha contra el imperialismo por parte de los vietnamitas era imposible de llevar adelante sin una organización de combate, centralizada y conspirativa que interviniera y dirigiera los frentes de masas (en los que no se podía discutir todo). ¿Alguien puede pensar que era posible derrotar a los franceses en Dien Bien Phu debatiendo abiertamente en asambleas cómo se trasladaría y dónde se instalaría la artillería, todo ello sin que se enterara el aparato de inteligencia del ejército francés? Era imposible que todos los luchadores estuvieran enterados de todo. A la vez, ningún luchador es igual a otro, toma años y muchos sacrificios construir cuadros como Ho Chi Minh o como Nguyen Gyap. No se puede cambiar de dirección partidaria todo el tiempo. Pedir que todo se conozca, que todo se discuta, hubiera significado pedir que se enteraran los franceses. ¿Esta situación la impone «la idea» de partido de combate o la realidad en la que hay que combatir? En este sentido, creo que la idea de partido de combate es una consecuencia necesaria e ineludible de la caracterización del estado burgués como un aparato con cuerpos represivos permanentes.

    Mientras haya combate contra la burguesía va a haber un sector que dirigirá ese combate, nos guste o no, porque en la dictadura de clase intervienen direcciones, no la totalidad de la clase. A medida que la burguesía vaya siendo derrotada en otros lugares del mundo podrá relajarse la dictadura y, también, las direcciones podrán ser más amplias y menos centralizadas hasta que ya no las necesitemos. Pero me parece que no debemos olvidar que en esta lucha la burguesía pelea hasta la muerte y no se va a poder ser todo el tiempo todo lo democrático que nos gustaría.

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    Lucas

    02/03/2016 at 13:02

  10. El problema es que no hemos podido evitar convertir la «dictadura de clase» en una dictadura de un partido, en efecto, porque no toda la clase es activa políticamente. La dictadura revolucionaria trae dictadura de partido, si a esa revolución la dirige un partido. Si la dirige una burocracia, habrá la dictadura de una burocracia. La experiencia histórica no me permite ver otra cosa. La revolución NUNCA la dirigió «la clase», en ningún lado, ni siquiera las revoluciones burguesas fueron así, sino, necesariamente, un grupo dirigente o partido en nombre de la clase, sea burguesía, clase obrera, o la clase pequeño burguesa.

    A mi, particularmente, no me preocupa. Las burocracias son el resultado de la división del trabajo en la administración social, igual que se da en la esfera de la industria y los servicios. Los especialistas, el funcionariado, es un mal necesario.

    Además, algo también muy interesante (y que plantea Zizek con quien no coincido en mucho) es la delegación política como origen de las burocracias y los especialistas en «administrar»: lo cierto es que luego de la lucha inicial, en los períodos calmos, la población vuelve a lo «suyo», y delega en especialistas las tareas políticas y administrativas. Se ha repetido ad infinitum en la historia y volverá a repetirse.

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    Hernan

    02/03/2016 at 21:13

  11. Estimado Hernán, en las últimas décadas, todas las revoluciones que levantaron las banderas del socialismo terminaron en el fracaso precisamente porque no lograron ser dictaduras de clase. Es algo natural y lógico que cuando la revolución llega al poder, la vanguardia (partido comunista, coalición de partidos, frente revolucionario, ejercito revolucionario, etc) asuma provisionalmente el gobierno revolucionario. El error ha sido apropiarse de él y convertirse en una dictadura partidaria en sustitución de lo que debió ser una dictadura de clase. Esa vanguardia embelesada con los los privilegios del poder terminará INEVITABLEMENTE en la corrupción y la degeneración ideológica transformándose en una nueva clase explotadora de los trabajadores, traficando con el ideario socialista.

    Ese ha sido el destino de todas (absolutamente todas) las dictaduras partidarias «marxistas», desde la URSS, pasando por China y terminando con Cuba y Corea del Norte. Ante esta colosal evidencia histórica los comunistas tenemos que sacar lecciones y señalar claramente el error. En una dictadura partidaria, en no más de dos generaciones, el partido degenera en medio de los privilegios del poder, así haya sido este un combativo y consecuente partido comunista, conformado por cuadros y combatientes comunistas que han probado su fe comunista en innumerables lides de la lucha de clases.

    El virus del oportunismo y del burocratismo no respeta a nadie y nadie es inmune a él. Las sentencia de Stalin de que el comunista es de un acero muy especial que nunca se quiebra es un disparate. El comunista como humano esta sujeto a muchas debilidades y pasiones; y hay pasiones que superan cualquier resistencia humana. Si vives como un burócrata lleno de privilegios, tarde o temprano terminarás pensando como burócrata y justificando teóricamente tu estatus social y económico, así hayas sido en el pasado un valeroso combatiente de la causa revolucionaria.

    Un partido comunista no debe ser una fabrica de burócratas que luchen por la captura del poder para constituir un nuevo Estado donde obtengan privilegios que no pudieron obtener en el viejo Estado. Si interpretamos acuciosamente la obra de Marx y Engels comprenderemos que la misión de los comunistas y su partido es revolucionarlo todo permanentemente.

    La única forma de evitar una dictadura partidaria y el fracaso de la revolución es implementando la dictadura de clase y el primer paso es la constitución de un gobierno revolucionario sustentado y alimentado por las propias organizaciones obrero-populares, donde las asambleas populares serían lo más representativo. Unido a ello, es absolutamente indispensable el pueblo armado, que lo entendemos como un escenario donde los cuarteles se supeditan al mandato de las asambleas populares y, en las mismas, militares de carrera y soldados están en iguales condiciones.

    Es muy cierto que las masas por si solas jamás podrán emprender una obra de gran envergadura como una revolución. Siempre necesitarán de una vanguardia. Esta surge de las propias masas entre los más aptos y decididos para una empresa determinada. En este sentido, los comunistas deben pelearla todos los días y minuto a minuto la hegemonía en el gobierno revolucionario, en dura lucha pollita e ideológica con las posiciones seguidoras del camino capitalista. En general. los comunistas están en la obligación de luchar por la hegemonías ideológica en todos los aspectos de la sociedad revolucionaria en dura confrontación con las posiciones idealistas y metafísicas.

    En conclusión podemos sostener que no es función de la masa dirigir un proceso revolucionario sino ejecutarlo baja la dirección de la vanguardia. Asimismo, las masas trabajadoras pueden y deben gobernarse a si mismas, lo que sólo srá posible bajo la dirección de una vanguardia. Para que ese autogobierno pueda avanzar hacia el socialismo esa vanguardia tiene que ser comunista,

    Saludos.

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    Amauta

    04/03/2016 at 05:18

  12. Estimado Lucas, algunas observaciones a sus planteamientos.

    “…en la historia la dictadura de clase se dio a través de direcciones.”

    Incluso en las comunidades de animales se pone de manifiesto el asunto de la dirección. Mediante ella resuelven necesidades como la caza, las migraciones, etc. La dirección recae en los más fuertes y aptos de la manada. Sin dirección la manada se extinguiría. Esto también es cierto para las sociedades humanas. Todas las sociedades humanas exitosas tuvieron vanguardias que pudieron dar respuestas efectivas a las necesidades de las clases dominantes. No puede existir sociedad humana o no humana sin vanguardia. La vanguardia es una filtración natural y necesaria de toda sociedad.

    Ciertamente, en las revoluciones que levantaron las banderas del proletariado hasta el presente la “dictadura de clase” se dio a través del partido. El hecho de que hayan ocurrido así en la historia no significa que haya sido lo correcto. Precisamente por esa razón fracasaron. Sólo el partido, con sus cuadros y militantes, por millones que sean, son absolutamente insuficientes para sostener una revolución y construir una nueva sociedad. Para este propósito necesitas del concurso ACTIVO de las masas. Si sólo el partido fuera suficiente, entonces ¿cuál es el papel que jugarían las masas? ¿Acaso deben ser meros espectadores del accionar de los “brillantes” funcionarios comunistas? ¿Acaso todo su papel se reduce a rendir dócil obediencia a los “poderosos” funcionarios comunistas?

    En todas los procesos revolucionarios pro socialistas la llamada dictadura de clase adoptó la forma de dictadura partidaria y todas ellas fracasaron. ¿Pura coincidencia? Quienes defendimos la dictadura partidaria la mayor parte de nuestra vida política caeríamos en las más completa insensatez si hiciéramos la “vista gorda” a este hecho. Lo sensato y científico es asumir con seriedad que algo no funciona bien y buscar una respuesta.

    En un proceso revolucionario pro socialista la dictadura de clase lo dirige la vanguardia, eso es indiscutible, pero lo EJECUTA la masa. Desde mi modesto punto de vista esa es la síntesis que nos deja la etapa del socialismo temprano y fallido que ya pasó. De forma indirecta la vanguardia ejecuta la dictadura de clase a través de sus militantes que son a la vez, cada uno de ellos, masa y vanguardia. Y sólo se puede hablar de que la masa ejecuta la dictadura si las organizaciones de masas asumen funciones de gobierno de la sociedad.

    Quienes sostienen que la forma lógica y natural de una dictadura de clase es una dictadura partidaria, no tienen una respuesta coherente a la pregunta: entonces ¿Cuál es el papel de las masas? ¿Sólo obedecer? ¿Soportar resignadamente los colosales costos sociales de los errores de gobierno de los funcionarios de partido, a quienes nunca les falta una mesa bien servida?

    Es también necesario comprender que en la etapa de la captura del poder sólo la vanguardia será incapaz de lograrlo, por miles de combatientes de que disponga. Si los no militantes no están dispuestos a participar en el “asalto”, pues este fracasará. La clave del asunto es que la vanguardia sepa ubicar el momento preciso en que es posible una estampida de masas. La colosal fuerza de esta puede hacer añicos al ejército burgués mejor armado. No olvidemos que tenemos un aliado en los pueblos de estos estados agresores que saldrán en apoyo sin reservas de los nuevos gobiernos de asambleas populares como no lo pudieron lograr gobiernos de dictaduras partidarias.,

    Saludos

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    Amauta

    08/03/2016 at 05:35

  13. Estimado Lucas, finales observaciones a sus planteamientos.

    “En un contexto de guerra, la libre deliberación y discusión de toda la vida pública no es posible.”

    Ciertamente, dependiendo de la gravedad del asunto el gobierno revolucionario designará un Estado Mayor con militares de carrera y con las atribuciones necesarias para hacer frente al problema. Estos profesionales, especialistas en la materia, se encargarán de todos los pormenores y aspectos técnicos del tema. Obviamente habrán aspectos de absoluto secreto sólo manejables por el alto mando. Tampoco las guerras son permanentes.

    Probablemente haya que enfrentar un largo bloqueo económico, que tal vez sea lo más difícil. El caso es que no todo debe ser deliberado detalle por detalle. El gobierno revolucionario (concebido como el gobierno de las organizaciones populares; vale decir, la asamblea central de una red de asambleas locales por todo el país) tiene como función dictaminar las orientaciones políticas y estratégicas, la ejecución de las medidas corresponde a equipos técnicos conformados por especialistas, que son los que se encargarán de los detalles. Incluso el gabinete ministerial es un cuerpo técnico (el de más alta jerarquía), supeditada a la voluntad de la Asamblea Central (gobierno revolucionario)

    “A su vez, el socialismo en un sólo país es imposible y requiere de la extensión de la revolución a nivel continental y mundial.”

    Pero si es posible un gobierno de las asambleas populares, sustentado en la participación activa de la ciudadanía en la toma de las decisiones políticas, que forje una economía pública que tendrá que convivir con una economía privada, cuya importancia dependerá del grado de atraso económico del país. Todo ello bajo la tutela del pueblo armado donde los cuarteles se supeditan al mandato político de las asambleas populares. Esto no es el socialismo pleno todavía. Seguramente tendrá que enfrentar graves dificultades que frenen su desarrollo debido a un oprobioso bloqueo económico. Sin embargo, su sola sobrevivencia será un grandioso faro que iluminará el entusiasmo revolucionaria de los pueblos del mundo, allanado el camino para la extensión de la revolución a nivel continental y mundial.

    Saludos.

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    Amauta

    09/03/2016 at 11:36


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