Rolando Astarita [Blog]

Marxismo & Economía

El problema no son los CEO

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En los últimos días, en los ámbitos de la izquierda, se ha hecho hincapié en la designación de ejecutivos de grandes empresas para integrar los gobiernos nacional, de Ciudad de Buenos Aires y Provincia, de Cambiemos. “Es el gobierno de los dueños del país”, se afirma. Una  formulación que no sería mala si se la planteara como parte de una estrategia propagandística, a fin de popularizar la idea de que el gobierno de Cambiemos es un gobierno capitalista, al frente de un Estado capitalista. Pero esto no debería llevar a la idea de que se produjo un cambio cualitativo, en lo que hace al contenido de clase, o al régimen político, por el hecho de que haya CEOs como ministros.

Es que, básicamente, el carácter de clase del gobierno no se modifica a partir de que haya ejecutivos de empresas en su seno. Y tampoco desaparece por ello la autonomía relativa que caracteriza a todo gobierno capitalista (véase aquí, por ejemplo, para una caracterización del gobierno Kirchner, y algunas cuestiones de método). Por eso, la integración de un gobierno con muchos CEO tampoco hace desaparecer los problemas que son característicos de toda dominación burguesa. En particular, las que atañen a la igualdad de reglas de juego que los “capitales en general” reclaman de los funcionarios del Estado; y las que afectan a la legitimación y predominio ideológico sobre las clases subordinadas, que se despliegan sobre el telón de fondo de las fuerzas de coerción estatales.

Por eso, y lo fundamental a retener, es que, dada la relación de propiedad capitalista, las políticas gubernamentales, o de Estado, están determinadas por una compleja red de factores e influencias recíprocas –entre ellas, la situación económica, las relaciones internacionales, la relación entre las grandes clases sociales- y no por las características personales de los funcionarios a cargo. Estas últimas juegan un rol muy subordinado. Es desde esta perspectiva que decimos, por ejemplo, que un socialista, puesto a ministro en un gobierno capitalista, no es un ministro socialista, sino un ministro capitalista. Para presentar otro caso práctico: bajo el primer gobierno de Menem hubo tres ministros de Economía. El primero, Néstor Rapanelli, era alto ejecutivo del grupo Bunge y Born; los dos que vinieron después, Erman González y Domingo Cavallo, no eran ejecutivos, ni propietarios de empresas. Sin embargo, no cambió por ello el carácter capitalista de ese gobierno, ni su orientación central. Y así podríamos seguir con los ejemplos. Más aún, para la clase dominante a veces es más conveniente un cuadro político consciente de los intereses del capital “en general”, que un ejecutivo que solo atiende a intereses sectoriales. Por ejemplo, Ernesto Sanz, el dirigente que llevó al radicalismo a Cambiemos, seguramente fue más útil en esa tarea que cualquier alto ejecutivo de una gran empresa. De todos modos, estas son cuestiones internas a la clase dominante, en las cuales los socialistas no tenemos por qué tener preferencias. Es el  terreno “de ellos”.

Recordemos también que el debate marxista clásico sobre esta cuestión se dio hace años, entre Ralph Milliband y Nicos Poulantzas. Milliband (véase, por ejemplo, El Estado en la sociedad capitalista, México, Siglo XXI, 1970) intentó demostrar el carácter capitalista del Estado a partir de las relaciones que mantienen los partidos y altos funcionarios estatales con la clase capitalista. Poulantzas (véase Poder político y clases sociales en el Estado capitalista, México, Siglo XXI, 1969) criticó ese enfoque por “empirista”, y sostuvo que el carácter capitalista del Estado y del gobierno está determinado por las estructuras económicas y sociales subyacentes. No vamos a volver aquí sobre esta polémica, pero dejemos señalado que incluso Milliband nunca pretendió demostrar el carácter capitalista de un gobierno por la presencia directa, o no, de ejecutivos de empresas.

Por otra parte, y a partir de la información que está disponible y circula, cualquiera puede hacerse una idea de cómo los vínculos entre funcionarios del Estado, sean o no ejecutivos de empresas, y los capitalistas, se reproducen y profundizan de forma sistémica. Sus expresiones empíricas son variadas: funcionarios que son propietarios de empresas; ministros que vienen de ser consultores o abogados de empresas, o vuelven a estas ocupaciones cuando abandonan los cargos públicos; empresas que exigen tales o cuales medidas del Estado so pena de no invertir; sobornos y todo tipo de escandalosos negociados entre funcionarios y capitalistas, y así de seguido. Son expresiones de la misma lógica de lucro y ganancia, de enriquecimiento y explotación. Es un fenómeno independiente de que sean CEOs los ministros, o no lo sean. El sistema transpira capitalismo por todos los poros y por eso también, que haya ejecutivos de empresas (privadas o estatales) encaramados al Estado, no debiera resultar sorprendente. Es la misma sustancia, que engendra sus representantes, bajo distintos modos y formas. Y nada de esto varía, por supuesto, el régimen político; no pasamos de una democracia burguesa limitada al fascismo porque asuman algunos ejecutivos como ministros.

Tampoco altera, en alguna medida esencial, el “ajuste” contra los salarios y las condiciones de vida de los trabajadores y las masas populares que está en marcha con el gobierno K, y continuará el gobierno de Macri. Por eso es de una superficialidad exasperante encontrarse hoy con marxistas quejándose, al mejor estilo “Carta abierta”, de la “rebelión de los CEO”. Para usar las palabras de El Manifiesto Comunista, parecen escritos para instrucción y provecho de “los filántropos, los que pretenden mejorar la suerte de las clases trabajadoras, los organizadores de la beneficencia, los protectores de animales, los fundadores de las sociedades de templanza, los reformadores domésticos de toda laya”. Agrego: y para beneficio de todos los oportunistas que ahora van a venir con el llamado a “la unidad nacional contra el neoliberalismo de los CEO”.

En contraposición, es necesario anclar el análisis en las relaciones de clase. No se trata de personas, sino de las relaciones sociales que ellas encarnan desde los puestos de gobierno. Es el ABC del materialismo histórico, la base para una actitud crítica frente al Estado capitalista y el Ejecutivo, pero también para posicionarse ante las corrientes burguesas que hasta ayer mismo estaban al mando, y hoy van a posar de “revolucionarias”, o poco menos. Para estas últimas, nada más conveniente que disimular los antagonismos sociales detrás del palabrerío del “se vinieron los CEO”. Es el camino, sin salida para los explotados, de la eterna conciliación de clases.

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El problema no son los CEO

Written by rolandoastarita

05/12/2015 a 21:21

16 respuestas

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  1. ¿y donde empezamos a transformar la situacion de explotacion?
    Me da la sensacion que seria más facil transformarla si hubiera un rey/reina.. Cambiando de figurita cada tantitos años nos desgasta las pocas neuronas que llegamos a alimentar.. ¿Es parte de la defensa del imperialismo la «democracia»?

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    Hector

    06/12/2015 at 05:11

    • ‘Una dictadura perfecta tendría la apariencia de una democracia, una cárcel sin muros en la cual los prisioneros no soñarían con evadirse. Un sistema de esclavitud, donde, gracias al sistema de consumo y entretenimiento, los esclavos tendrían el amor de sus servitud.’ Aldous Huxley 1932. Héctor: ¿Te da alguna pista de por donde habría que empezar a transformar la situación de explotación?

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      AP

      06/12/2015 at 12:33

  2. Respecto de esta nota, y de las preguntas que nos hacemos quienes pensamos en construir un partido de la clase trabajadora, creo que la primer tarea es revertir esta idea tan instalada de que todos podemos llegar a ser empresarios y que cada vez hay menos trabajadores

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    hugo

    06/12/2015 at 12:24

  3. Lo más falaz y hasta cómico de toda esta puesta en escena de Macri= fascismo o nazismo, es que, precisamente, tales regímenes no se caracterizaron por nutrir de CEO a las instancias de gobierno o ministeriales. Por supuesto, tuvieron el apoyo de grandes empresas en su ascenso y estancia en el poder, pero eso es común a cualquier gobierno capitalista y podría decirse sin temor a equivocarse que lo era antes y lo será después de este gobierno.

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    AP

    06/12/2015 at 12:26

  4. No estoy de acuerdo con la nota del PTS sobre los CEO, pero creo que es un error (más allá de no ignorar el análisis de clase del estado), no ver que hay un intento de avance de la derecha. Esto debe ser la base de cualquier análisis de la situación nacional, continental, etc. No es que estamos igual que antes, sería antimarxista no analizar los hechos concretos y ver su desarrollo concreto. Es a partir de este análisis concreto que podemos enfrentar el avance de la derecha.

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    EMI

    06/12/2015 at 15:29

  5. Buenas tardes Rolando

    He estado recientemente en Argentina, de hecho salí hoy para mí país Costa Rica. Quisiera saber cómo puedo adquirir su libro sobre keynesianismo y neokeynesianismo. Le comento que lo compre en mi estancia en Bs. As.pero lamentablemente se me extravío en mi camino al hotel, lo había adquirido en la librería Ateneo ubicada en Florida. Adquirí el libro porque quiero que sea de estudio para mis estudiantes de V año en la Escuela de Economía en la Universidad Nacional en Costa Rica.

    Saludos cordiales Geovanny Barboza Costa Rica

    Enviado desde mi iPhone

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    geovannybarboza@gmail.com

    06/12/2015 at 19:44

    • Es posible que pueda conseguir el libro por internet, tiempo atrás me habían informado de la editorial de la Universidad que lo iban a digitalizar.
      De todas maneras, se hará una segunda edición, que incluirá varias ampliaciones. En principio, me he comprometido a entregar esta segunda versión a fines de febrero del año próximo.

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      rolandoastarita

      07/12/2015 at 10:59

  6. «En contraposición, es necesario anclar el análisis en las relaciones de clase. No se trata de personas, sino de las relaciones sociales que ellas encarnan desde los puestos de gobierno.»

    Estamos de acuerdo. Para sacarle más provecho y mayor esclarecimiento al debate, hagamos una suposición:

    Supongamos que el FIT, con Del Caño al frente, hubiera ganado las elecciones.

    ¿Sería válido hablar de un gobierno socialista administrando un Estado capitalista? Las personas pueden ser socialistas por confesión propia, pero el sólo hecho de serlo cada integrante del gobierno, no le confiere carácter socialista al conjunto del gobierno, de forma automática. Si el nuevo gobierno quisiera honrar su carácter socialista y serlo de verdad, tendría que iniciar toda una política de desmontaje del Estado capitalista, incluidas sus fuerzas armadas, en favor de un nuevo Estado bajo control de las clases explotadas.

    En el caso de que el nuevo gobierno constituido por socialistas, no se decidiera a desmontar el Estado capitalista y, por el contrario, se dedicara a administrar el viejo Estado, con algunas concesiones y reformas para la clase trabajadora, estaríamos hablando de un gobierno capitalista, a pesar de todo ello.

    En el Programa Político del FIT nada indica que haya una intencionalidad de desmontar el viejo Estado.

    Todo esto nos debe llevar a reflexionar si es valido que los comunistas participen en la lucha electoral burguesa con el definido propósito de ganar las elecciones y gobernar. La otra alternativa, con la cual me alineo, es la de utilizar las elecciones burguesas como tribunas de agitación y propaganda dentro del marco de los preparativos del asalto al poder por medios revolucionarios.

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    Amauta

    07/12/2015 at 14:05

    • Estoy de acuerdo. Tal vez con un agregado: pienso que los marxistas deberían presentarse a elecciones solo para los cargos legislativos. No tomar ninguna responsabilidad por la conducción, siquiera parcial (intendencias o gobernaciones) del Estado capitalista.

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      rolandoastarita

      07/12/2015 at 14:10

    • Disculpen pero si es un problema que los CEO se hagan cargo del Estado. En las condiciones laborales de los trabajadores se va a sentir, creanme. Para ustedes, mal llamados intelectuales, que se la pasan filosofando acerca del capital pero nunca ponen un pie en la fabrica u oficina, es muy facil decir que da igual un burocrata peronista que un CEO.

      Si esto esto que afirma Astarita no es una exageracion no se como se llama. De todas formas senor Astarita, su gran enemigo, el FPV, contra el que ha operado politicamente durante los ultimos 5 anos, ya no esta en el poder. Puede dejar de auto flagelarse leyendo el Economist y por primera vez descansar y disfrutar de esta fiebre amarilla de la alegria, que parece sentarle muy bien, a usted y al establishment radical de la universidad que lo banca.

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      Gori

      07/12/2015 at 23:14

    • Por supuesto, no tengo por qué darle explicaciones acerca de mi vida, si conozco o no una fábrica, si leo o no The Economist, o si estoy «bancado» por los radicales para estar en la Universidad (¿la Facultad de Sociales manejada por los radicales? ¿La de Quilmes? Ni siquiera demuestra inteligencia o tener información para difamar y ensuciar).

      A todo esto, intente responder los argumentos que se presentan en la nota. Trate de hacerlo sin recurrir a la bajeza. Si esfuerza un poquito las neuronas, por ahí le sale algo más que el rebuzno que acaba de mandar. Por ejemplo, nos puede explicar por qué y cómo fue muy progresivo que, bajo el gobierno peronista de Isabel, un ejecutivo de empresas como Gelbard fuera sucedido, en el ministerio de Economía, por economistas «no ejecutivos» como Alfredo Gómez Morales, Celestino Rodrigo, Antonio Cafiero o Emilio Mondelli. Y así podríamos seguir con muchos otros casos. Por ejemplo, podría explicarnos por qué ser propietario de empresas hoteleras (¿le suena Hotesur?) o de fondos de inversión (¿le suena Old Fund?) da un carácter inherentemente más progresista a un funcionario, que si este es CEO de esas mismas empresas o fondos. Insisto, a ver si puede responder sin recurrir a ataques personales. Esto no es 6,7,8, hace falta un poco de neuronas para responder. Anímese.

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      rolandoastarita

      08/12/2015 at 09:19

    • Pienso que después de tres años de estancamiento la economía está entrando en una recesión (agravada por la fuerte caída de Brasil). Como sucede siempre en las crisis y recesiones, se «ajustan» salarios hacia la baja (como ya está ocurriendo, y de manera acelerada). Es el sentido que tienen las devaluaciones, subas de precios e intentos de «pacto social» para contener salarios. Con dos problemas serios para los trabajadores: a) el dominio de la burocracia sindical; b) hay mucho trabajo precarizado, y mucha desocupación (aunque no esté registrada, dada la baja proporción de población económicamente activa). A esto se suma el consenso político que tiene siempre un gobierno recién asumido (la actitud de las clases medias, la unidad de las fracciones capitalistas, no son factores menores). En esta situación hay que resistir la caída del salario y las condiciones de vida. Es una pelea a dar, pero siendo conscientes de que en lo inmediato es muy posible que la izquierda deba enfrentar el discurso y la política de la burocracia sindical a favor «de la moderación y la responsabilidad» de los trabajadores.

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      rolandoastarita

      08/12/2015 at 12:30

  7. Es insoslayable que el período recesivo en curso afecta a los sectores de la clase trabajadora y, correlativamente, a una pequeña burguesía nacional. Sectores que, con una lógica coyuntural, van (vamos) a reaccionar contra el gobierno macrista. Es presumible que esto se va a producir muy gradualmente, como efecto de un desgaste prolongado, más que como un estallido de la conciencia socialista. Y, con los datos empíricos de un trabajador argentino de mediana edad, solamente puedo ver un eterno retorno de las consecuencias políticas emergentes de anteriores situaciones de crisis como 1989 y 2001. Es decir, un aprovechamiento capitalista para la instalación de otra democracia burguesa legitimada mediante promesas de reparación y concesiones populistas. Pero, con el deseo de cambio histórico, pregunto ¿qué métodos se puede dar la clase trabajadora, para una genuina conquista del poder político y un control de la economía nacional, cuya eficacia permita superar los problemas de la construcción partidaria revolucionaria o la conformidad de corto plazo ante las medidas relativamente progresivas de otro nacionalismo burgués? Entiendo que es una pregunta de alcances inverosímiles para la situación actual pero la motiva el espíritu de estructura histórica no quebrantada con el que tu nota describe el estado actual del capitalismo en nuestros países y relativiza las diferencias entre el kirchnerismo y el macrismo.

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    Diego

    08/02/2016 at 12:14


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