Rolando Astarita [Blog]

Marxismo & Economía

“Una dosis de vinagre y bilis”

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En una nota anterior he planteado que los marxistas deberían poner un alerta frente a los entusiasmos fáciles asociados a “victorias de papel”, que son ensalzadas por la izquierda y el progresismo en general (ver aquí). Es que muchos militantes creen que cantando victoria a cada momento (o, eventualmente, disimulando las derrotas) se mantiene el entusiasmo, y por lo tanto la movilización de las masas trabajadoras; que a su vez permitiría avanzar en conciencia socialista y organización.

En contra de este criterio, he sostenido que esta política lleva a callejones sin salida y a la frustración. Es que no hay nada más desmoralizante que ver cómo se derrumba, de un día para el otro, lo que se había asegurado que era un triunfo sobre el enemigo, sea este caracterizado como el capital financiero, la burguesía, el imperialismo, etcétera. Es lo que acaba de ocurrir en Grecia, y ha sucedido en otros lugares. Por esta razón he planteado que los marxistas deben basar su política en análisis materialistas, esto es, poner el foco en las relaciones sociales objetivas que subyacen a la formación social, por sobre la verborragia vacía de contenido.

En última instancia, se trata de mantener el mensaje crítico: en tanto no se acabe con la propiedad privada del capital, todo triunfo será parcial y precario. Y en particular, hay que alertar cuando los ideólogos del populismo, o del socialismo burgués, y similares, ensalzan las “victorias del pueblo”, y dan lugar a un característico clima “festivo y dulzón”, que disimula los antagonismos de clase. Los marxistas deben aguar la fiesta, porque por debajo de ella siempre “vuelve el pobre a su pobreza y el rico a su riqueza”. Un enfoque este que encontramos en Marx y Engels, y de manera más acentuada, si se quiere, en Lenin, ante las “primaveras revolucionarias”. Como también ante las luchas cotidianas de la clase obrera, en Marx. Vale la pena recordarlo.

Marx y Engels

En Marx y Engels el criterio mencionado se presenta claramente en la famosa “Circular” de marzo de 1850 (aunque ya había aparecido durante la revolución francesa de febrero de 1848). En ese documento los autores del Manifiesto Comunista esbozaron la orientación política para intervenir en una próxima revolución en Alemania, que consideraban inminente. Marx y Engels preveían que esa revolución estaría liderada por la pequeña burguesía democrática, y despertaría el entusiasmo general de los triunfadores. La recomendación de la Circular era que la clase obrera no debía apoyar al gobierno de la pequeña burguesía y refrenar el entusiasmo:

“Los obreros deben contener por lo general y en la medida de lo posible la embriaguez del triunfo y el entusiasmo provocado por la nueva situación que sigue a toda lucha callejera victoriosa, oponiendo a todo esto una apreciación fría y serena de los acontecimientos y manifestando abiertamente su desconfianza hacia el nuevo Gobierno. (…) En una palabra, desde el primer momento de la victoria es preciso encauzar la desconfianza no ya contra el partido reaccionario derrotado, sino contra los antiguos aliados, contra el partido que quiera explotar la victoria común en su exclusivo beneficio” (énfasis añadidos).

Una orientación que se enmarca en la idea de no caer en el triunfalismo “fácil”, ni ocultar la situación real en que se encuentra la clase trabajadora. Este enfoque también quedó registrado en las minutas del Comité Central de Londres de la Liga de los Comunistas, del 15 de septiembre de 1850, cuando Marx critica a la fracción izquierdista:

“La minoría [la fracción de izquierda] reemplaza el punto de vista de la crítica por el dogmatismo y el materialismo por el idealismo. Considera a la voluntad pura como la fuerza motriz de la revolución, en lugar de las condiciones reales. En tanto nosotros les decimos a los obreros: ‘Vosotros tendréis que pasar por quince, veinte, cincuenta años de guerras civiles y guerras nacionales, no meramente para cambiar vuestras condiciones, sino a fin de cambiaros a vosotros mismos y volveros aptos para el poder político’; ustedes, en cambio, les dicen: ‘Debemos obtener el poder de inmediato, de lo contrario podemos acostarnos e irnos a dormir’. En tanto nosotros les señalamos a los obreros alemanes especialmente la naturaleza poco desarrollada del proletariado alemán, ustedes adulan en la forma más cruda los sentimientos nacionales y los prejuicios artesanales de los obreros alemanes, lo que desde luego es más popular. Del mismo modo que los demócratas tornaron la palabra ‘pueblo’ en un ser sagrado, ustedes lo han hecho con la palabra ‘proletariado’. Igual que los demócratas, ustedes sustituyen el proceso revolucionario por frases revolucionarias”.

Luchas económicas: tampoco exagerar los triunfos

La sustancia de ese enfoque de las intervenciones en la Liga de los Comunistas aparece asimismo en relación al combate cotidiano del trabajo por sus reivindicaciones. En el conocido folleto “Salario, precio y ganancia”, y luego de afirmar la importancia de las luchas de la clase obrera por el nivel de salarios, Marx aconseja: “la clase obrera no debe exagerar ante sus propios ojos el resultado final de estas luchas diarias. No debe olvidar que lucha contra los defectos, pero no contra las causas de esos defectos; que lo que hace es contener el movimiento descendente, pero no cambiar su dirección; que aplica paliativos, pero no cura la enfermedad” (punto 14).

Lenin en 1917: “una dosis de vinagre y bilis”

Una postura similar a la Circular de 1850 encontramos en Lenin, pero esta vez ante una situación real y concreta, la coyuntura post Revolución de Febrero, en Rusia de 1917. Al calor del triunfo, por todas partes sonaban frases revolucionarias con las que se instaba a los obreros y campesinos a apoyar al Gobierno provisional, conformado mayoritariamente por burgueses demócratas. Pero nadando contra la corriente (incluso contra la opinión de parte de la dirigencia bolchevique), Lenin dice la “amarga verdad”, incluso si ello relativizaba el cambio operado por el levantamiento de febrero. En las “Tesis de abril”, escribía: “Tras la cortina de humo de una fraseología revolucionaria, este gobierno entrega los puestos de dirección a los partidarios del antiguo régimen”. Debido a que las masas confiaban en los capitalistas, se trataba del escenario favorito para  el “apoyo crítico” al nuevo gobierno. Por eso era necesario “que a la dulzona limonada de las frases revolucionario-democráticas se mezcle una dosis de vinagre y bilis”. Había que encarar entonces “una labor de liberación del proletariado de la embriaguez pequeño burguesa general”. Agregaba que en apariencia esto no era más que “labor de mera propaganda”, pero era la tarea fundamental para impulsar una revolución que “se ahoga entre frases y se dedica a marcar el paso”.

Encontramos en este texto –lo mismo ocurre en otros de este período- una aguda conciencia de que la burguesía, o sus representantes, no solo dominan mediante la coerción, sino también con el engaño y la adulación: “La burguesía engaña al pueblo especulando con el noble orgullo de este por la revolución…”.  Así, por ejemplo, frente a la fraseología pacifista frente a la guerra, había que explicar a las masas que “el carácter político-social de la guerra no se determina por la buena voluntad de personas, de grupos o aun de pueblos enteros, sino por la situación de la clase que hace la guerra; por la política de esta clase, de la cual la guerra es la continuación; por los vínculos con el capital, como potencia económica dominante de  la sociedad moderna; por el carácter imperialista del capital internacional; por el vasallaje financiero, bancario y diplomático de Rusia con respecto a Francia e Inglaterra, etcétera”. Y el mismo enfoque debía tenerse frente a otras cuestiones candentes, como la tierra y la Asamblea Constituyente.

Se puede aprender de un criterio

Por supuesto, no estoy diciendo que haya que copiar mecánicamente estas formulaciones y táctica. Simplemente quiero poner en evidencia un abordaje táctico-político completamente opuesto al que ha pasado a ser de sentido común en sectores muy amplios de la izquierda, incluso en muchos que se reclaman marxistas. Cuando en la nota anterior decía, refiriéndome al resultado del referéndum griego, que no hay que subirse al carro de las victorias de papel, que era necesario explicar la cruda verdad, tenía presente esta tradición del marxismo. Y cuando leo que gente de izquierda llegó a caracterizar el referéndum como “nueva etapa histórica para toda Europa” (sic), no puedo menos que asombrarme de hasta qué punto se ha perdido la brújula del análisis materialista.

O, para variar el ejemplo, recordemos el palabrerío triunfalista de buena parte de la izquierda cuando Lula da Silva triunfó en las presidenciales de 2002: “Su triunfo es un triunfo de la lucha por transformar la sociedad y en contra de la barbarie capitalista que estamos viviendo” (Luis Zamora). “Es un triunfo histórico del movimiento obrero, de un partido que se formó a lo largo de 20 años y que llevará a la presidencia a un obrero. Termina con años de gobiernos directos del FMI y las multinacionales” (Vilma Ripoll). “La llegada al gobierno del PT en Brasil abre una nueva etapa histórica en América Latina” (Julio Godio).

Y así podríamos multiplicar los ejemplos. En todo esto ha desaparecido el análisis basado en las relaciones objetivas de clase, reemplazado por el idealismo. Se han olvidado que la clase dominante domina no solo mediante la represión, sino también con la generación de expectativas, mediante la frase sin contenido, el fomento de ilusiones a cualquier precio, y la posterior frustración. Estos ideólogos de izquierda (son infaltables los marxistas “nacionales”) tiran humo con su grandilocuencia y llevan agua al molino de la confusión y la desmoralización que inevitablemente le sigue. Por eso jamás hacen balance de lo que dijeron en su momento. Y por eso, ese triunfalismo vacío conviene a los burócratas y políticos “nacionales y populares”, y al amplio espectro del progresismo bienpensante izquierdista.

Frente a esto, y aunque haya que nadar contra la corriente, hay que echar vinagre y bilis en los falsos goznes de “las nuevas etapas históricas”. Hace falta refrenar el entusiasmo (“¿pero usted quería amargar la fiesta del domingo del referéndum?»); mantener una “fría y desapasionada concepción” de las condiciones existentes (“agarre la pala y déjese de teoría”, me rezongan desde el oportunismo); y manifestar “abiertamente la desconfianza” respecto de los nuevos Syrizas y Podemos que andan ofreciendo sus buenos oficios para remendar el capitalismo.

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«Una dosis de vinagre y bilis»

Written by rolandoastarita

18/07/2015 a 11:14

6 respuestas

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  1. Reblogueó esto en Gerardo Daniel Rossi.

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    Gerardo Daniel

    18/07/2015 at 11:52

  2. Yo creo que son dos planos distintos de debate, por un lado está el debate sobre la democracia, hacerla más participativa con iniciativas populares o referéndums a mi me parece bien.

    Por otro está el debate sociedad capitalista – sociedad socialista que por desgracia no está sobre la mesa por lo menos en Europa.

    Y después sobre lo que pasó en Grecia pues bien, una parte de Syriza con su presidente a la cabeza votaron en contra de lo que votaron sus ciudadanos porque piensan que lo menos malo para su país es seguir como hasta ahora.
    Desde luego están traicionando a sus votantes y lo que ya no se es si tienen razón en que una Grecia fuera del Euro, y posiblemente fuera de la OTAN sería todavía una catástrofe mayor para sus ciudadanos.

    ¡Que les hicieron un corralito que va para casi un mes eh!

    La real politik como se está comprobando en Europa, o se comprobó en la URSS hace 100 años es más complicada que la teoría política

    De lo que si estoy seguro es de que el análisis marxista de que lo que está pasando en Grecia es otro triunfo del Capital sobre el trabajo es acertado.

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    Carlx

    18/07/2015 at 22:29

  3. »en tanto no se acabe con la propiedad privada del capital, todo triunfo será parcial y precario».
    Le felicito por su capacidad de sintesis y concreción. Capacidad que suele producirse sólo cuando el manisfestante posee un alto grado de conocimiento del tema en cuestión.
    Si no se entiende que su propia existencia es el elemento nuclear del capitalismo. Si no se entiende que la vias reformistas ( sus mejoras y paliativos) del capitalismo sólo producen ganar batallas para perder la guerra. Si no se entiende que esas ‘cuentas de capital’ separadas de las demás son precisamente la raiz de la secuencia: desarrollos economicos diversos//desigualdad de ingresos (entre empresario y trabajadador y entre los mismos empresarios-mercados con tendencia inalterable a la concentracion)//y, finalmente, explotación,,,,NO SE ENTIENDE NADA..
    Efectivamente, tal como menciona, sobre los nuevos partidos radicales europeos como Syriza, Podemos, etc..pude decirse que, 1º Son lo mejor de la izquierda europea en las tres últimas décadas del post-socialismo real. Creo que es un análisis objetivo afirmar que sus programas son un avance con respecto a la socialdemocracia en declive, colaboradora necesaria ( y bien remunerada) de las oligarquias europeas. Esperemos también que signifique que los ciudadanos estén empezando a reaccionar a la actual fase de acumulacion por desposesión (D.Harvey ) iniciada en los ochenta. 2º. Estos nuevos partidos no traerán el socialismo. Syriza lo acaba de demotrar.Es posible que sus dirigentes no pretendan regalias, corrupciones,etc.. y que sólo se conformen con sus poltronas parlamentarias, pero si ya no se planten en sus progamas electorales la más minina erosión del capital privado de los medios de producción, ¿que harán cuando ya alcancen el poder?..

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    antonio

    19/07/2015 at 03:25

    • Una aclaración: la frase de la nota «en tanto no se acabe con la propiedad privada del capital, todo triunfo será parcial y precario”, en realidad me la inspiró el siguiente pasaje de Engels de «Contribución al problema de la vivienda»:

      «La misma necesidad económica que los había hecho nacer en un lugar los reproduce más allá; y mientras exista el modo de producción capitalista, será absurdo querer resolver aisladamente la cuestión de la vivienda o cualquier otra cuestión social que afecte la suerte del obrero. La solución reside únicamente en la abolición del modo de producción capitalista, en la apropiación por la clase obrera misma de todos los medios de subsistencia y de trabajo».

      Lo tengo muy presente porque justamente en una pequeña nota que voy a publicar, para aclarar una afirmación que hice en el curso del debate en «Pateando el tablero», cito ese folleto de Engels.

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      rolandoastarita

      19/07/2015 at 10:55

  4. Este texto se torna más actual con los recientes suceso en Grecia. ¿Habrá autocrítica por parte de los entusiasmados? ¿O, por el contrario, no se aprenderá nada?

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    Danilo Castelli

    21/08/2015 at 14:52

    • ¿Autocrítica? Como dice el dicho, no hay que pedirle peras al olmo. Esta gente, a lo sumo, cambia algo para que no cambie nada. El reformismo burgués tiene incorporada una notable capacidad de supervivencia camaleónica. Tal vez el mejor ejemplo lo tenemos en la trayectoria del PC y de gran parte de la militancia ex PC.

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      rolandoastarita

      21/08/2015 at 15:02


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