Rolando Astarita [Blog]

Marxismo & Economía

Cuba: crisis, globalización y giro al mercado (13)

with 13 comments

La parte anterior de esta nota, aquí

Angola y la intervención cubana

La intervención de Cuba en Angola constituye el argumento privilegiado de los que hablan de la “epopeya internacionalista y revolucionaria” del castrismo. Recordemos que en 1975 Cuba respondió positivamente al pedido de ayuda lanzado por Agostinho Neto, líder del Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA) para hacer frente al ataque del Frente Nacional de Liberación de Angola (FNLA), de la Unidad Nacional por la Independencia Total de Angola (UNITA) y de las tropas de Sudáfrica y Zaire, respaldadas por Washington y la CIA. Neto  acababa de proclamarse presidente, luego de la salida de Portugal, y las tropas cubanas jugaron un rol clave para frenar la ofensiva de UNITA y los sudafricanos. Todo indicaría, además, que Castro tomó la decisión de ayudar al MPLA con independencia de Moscú (Piero Gleijeses, “Sobre ‘Back channel to Cuba”, http://www.lahaine.org/mundo.php/sobre-lback-channel-to-cuba, basado en las memorias de Henry Kissinger). En la década de 1970 la URSS apoyaba a Angola, pero no quería verse involucrada en un conflicto de proporciones en África. De todas formas, el apoyo soviético fue decisivo, una vez que la invasión fue frenada, para sostener la presencia cubana en Angola, como lo admite el mismo Fidel Castro: “No hubiera habido perspectiva posible para Angola sin el apoyo político y logístico de la URSS, después de aquel triunfo (de 1975)” (Reportaje de Ignacio Ramonet, p. 334).

Cuito Cuanavale, Namibia y el apartheid

A pesar de que las tropas sudafricanas y UNITA fueron rechazadas en 1975, el estado de guerra continuó y en 1987 Sudáfrica lanzó otra ofensiva, que fue frenada definitivamente, a comienzos de 1988, en la ciudad de Cuito Cuanavale. Las  tropas cubanas lucharon junto a fuerzas angoleñas y namibias, y de nuevo jugaron un papel clave. En los meses que siguieron a Cuito Cuanavale, Sudáfrica se retiró de Angola, se debilitó el apartheid, y se allanó el camino para que Namibia obtuviera su independencia y para que la Organización del Pueblo del Sudoeste Africano (SWAPO, por sus siglas en inglés), llegara al poder en este país. Por eso, los partidarios del castrismo hablan de Cuito Canevale como del “Stalingrado de África”, y sostienen que la intervención militar de Cuba fue el factor decisivo en la independencia de Namibia y la caída del apatheid. Por ejemplo, Isaac Saney escribe que “… la más dramática manifestación del internacionalismo de Cuba… es el rol crucial de la isla en asegurar la independencia de Namibia y el fin del régimen racista en Sudáfrica” (“African Stalingrad: The Cuban Revolution, Internationalism and the End of Apartheid”, Latin American Perspectives, vol. 33, 2006, pp. 81-117). También: “… el resultado directo de la batalla fue… el fin de la campaña (de Sudáfrica) de desestabilización regional… el fin de su ocupación de Namibia y el ascenso al poder del SWAPO y el comienzo de las negociaciones con el Congreso Nacional Africano, la liberación de Nelson Mandela y la descriminalización de las organizaciones antiapartheid, lo que llevó eventualmente al desmantelamiento del apartheid”. Fidel Castro presenta un balance similar, y sostiene que Cuito Cuanavale aceleró la caída del apartheid en unos 20 o 25 años (citado por Saney).

Pero la realidad es que la independencia de Namibia y la caída del apartheid son el resultado de la conjunción de una suma de factores que no deberían dejarse de lado, ni minusvalorarse. La tesis que afirma que Cuito Cuanavale fue el factor decisivo, o prácticamente único, cae en un análisis externalista y reductivo. Externalista porque minusvalora las luchas de la población negra de Sudáfrica y Namibia contra el régimen sudafricano, así como las contradicciones que enfrentaba el capitalismo sudafricano en la medida en que se prolongaba el apartheid. Y es reductiva porque pasa a segundo plano los crecientes costos que demandaba a Sudáfrica el dominio sobre Namibia; la campaña internacional anti-apartheid, que llevó a las sanciones contra Sudáfrica; los cambios a nivel mundial derivados del retroceso de la URSS en los 1980; y las garantías que dieron el MPLA, el SWAPO y el CNA para la continuidad del sistema capitalista en sus respectivos países, así como la disposición del capital internacional a renegociar los términos de su presencia en África del sur, en coexistencia con los gobiernos de esas organizaciones. Por eso, la batalla de Cuito Cuanavale hay que ponerla en contexto, como señalan Kathleen Schwartzman y Kristie Taylor (“What Caused the Collapse of Apartheid?”, Journal of Political and Military Sociology, vol. 27, pp. 109-139, 1999) y Brian Woods (“Preventing de Vacuum: Determinants of the Namibia Settlement”, Journal of Southern African Studies, vol. 17, 1991, pp. 742-768). Veamos con cierto detenimiento los factores que hemos señalado.

La lucha anti-apartheid en Sudáfrica

Tal vez el elemento más decisivo de la caída del apartheid fueron las contradicciones del régimen sudafricano, potenciadas por un extendido conflicto social. Ya a mediados de los años 1970 los triunfos anticolonialistas en Angola y Mozambique dieron impulso al movimiento anti-apartheid al interior de Sudáfrica. En 1976 se produce la manifestación estudiantil de Soweto, en protesta por la imposición del afrikáner en la enseñanza, que fue brutalmente reprimida por el régimen (algunos calculan hasta 700 jóvenes asesinados por la policía). En los días que siguieron hubo manifestaciones masivas de la población negra, huelgas obreras, movilizaciones y renovado activismo estudiantil, e incluso se organizaron algunas protestas de estudiantes blancos. Además, el Congreso Nacional Africano aumentó su influencia, creció la militancia anti-apartheid y se extendió la resistencia de la población negra. Puede decirse que desde ese momento, y hasta su caída, el régimen ya no pudo controlar la situación. De hecho, en los años 1980 las luchas se multiplicaron, en particular luego de la aprobación de la Constitución de 1983, que extremaba las medidas racistas. Hubo levantamientos y protestas en ciudades y empresas, y luego huelgas de pago de rentas a los terratenientes.

Pero también se agudizó el conflicto entre el capital y el trabajo. Su base fue el crecimiento acelerado del empleo manufacturero, que se había duplicado entre 1960 y 1975. Ya desde los 1960 había habido oleadas de huelgas por salarios, contra la inflación y la falta de viviendas. En los 1980 se expandieron las huelgas, los boicots y las ocupaciones de empresas. En respuesta, el régimen intensificó la represión. Solo entre 1987-1991 unas 5000 personas de raza negra murieron víctimas de la acción de la policía y del ejército; y en 1990 el Congreso Nacional Africano denunciaba que había unos 5000 presos políticos. A pesar de la represión, las luchas se sostuvieron y debilitaron la capacidad de movilización militar del régimen de Pretoria. Es imposible separar el desempeño militar de Sudáfrica en Angola y Namibia de este cuadro de agudo conflicto social.

La movilización internacional y las sanciones

Otra de las consecuencias de la masacre de Soweto fue que impactó internacionalmente, dando lugar a un movimiento anti-apartheid de características globales. Las imágenes de la policía asesinando estudiantes, transmitidas en todo el mundo, conmocionaron a la opinión pública. La repercusión fue inmensa: el movimiento anti-apartheid abarcó unos 100 países, hubo manifestaciones en los campus universitarios de EEUU y Europa, y se multiplicaron las denuncias y los llamados a repudiar al régimen sudafricano. Como señala Hakan Thörn, en el transcurso de esta lucha se crearon redes transnacionales, y surgieron organizaciones y formas de acción colectiva que tuvieron impacto en las culturas políticas nacionales y transnacionales (“Liberation Struggles in Southern Africa and the Emergence of a Global Civil Society”, Workshop Report, Documenting Liberation Struggles in Southern Africa, 2009, Pretoria, Chris Saunders (ed)).

Respondiendo al menos parcialmente a este clamor, en 1977 el Consejo de las Naciones Unidas dispuso el embargo de armas a Sudáfrica. Y si bien la medida tuvo muchos agujeros, y Sudáfrica desarrolló una industria armamentística para compensar, todo indica que perdió capacidad militar (Schwartzman y Taylor). En el mismo sentido, Woods afirma que a causa del embargo, a fines de la década de 1980 Sudáfrica había perdido gran parte de su poderío aéreo: los viejos Mirage sudafricanos no podían penetrar los sistemas de radares y misiles instalados en Angola, y eran superados por los MIG piloteados por cubanos y angoleños.

Las movilizaciones internacionales también exigieron el retiro de las empresas estadounidenses o europeas de Sudáfrica, y los activistas lanzaron exitosas campañas de boicot de los productos sudafricanos. A consecuencia de esta presión, a mediados de la década de 1980 más de 20 países habían decidido vender las acciones de empresas que operaban en Sudáfrica y que estaban en poder de fondos de pensión; igual medida adoptaron muchas universidades estadounidenses con sus fondos de inversión. Luego, en 1985, los bancos extranjeros (de EEUU en primer lugar) se negaron a renovar los créditos externos a Pretoria, desatando una crisis de la deuda, y con ella una crisis económica que se prolongó hasta 1988, y también debilitó la capacidad de respuesta de Sudáfrica (Schwartzman y Taylor).

La lucha del pueblo de Namibia

También la lucha del pueblo de Namibia jugó un rol clave en la caída del apartheid. Ya a mediados de los años 1960 SWAPO lanzó sus primeros ataques –aunque más bien con fines propagandísticos- contra las fuerzas de ocupación sudafricanas. Luego, igual que sucedió en Sudáfrica, las victorias anticolonialistas de los 1970 dieron impulso a las movilizaciones; y hacia fines de esa década se formó el Consejo de Iglesias de Namibia (CCN por sus siglas en inglés), que pasó a la oposición. Por otra parte, y también como resultado de la presión internacional, el Consejo de Seguridad de la ONU dispuso, en septiembre de 1978, la Resolución 435, según la cual Sudáfrica estaba obligada a retirarse y debían realizarse elecciones libres en Namibia, después de un período de transición. Esta Resolución, votada por las potencias occidentales, actualizaba una Resolución anterior que disponía el retiro de Sudáfrica de Namibia.

Luego, en los años 1980 se registraron movilizaciones masivas, huelgas obreras, luchas estudiantiles y boicots civiles. Hacia fines de la década se sumó un vasto movimiento de desobediencia civil, y llegaron a producirse amotinamientos de soldados negros namibios, que no querían ser carne de cañón en la guerra contra Angola (Woods). También entre 1987 y 1988 se produjeron renovadas huelgas obreras y luchas de los estudiantes.

Por otra parte, a pesar de su superioridad numérica, las tropas sudafricanas nunca pudieron quebrar al Ejército de Liberación del Pueblo de Namibia (PLAN, según sus siglas en inglés), dependiente de SWAPO. Hacia 1987-1988 el SWAPO controlaba amplias zonas en el norte del país, y tenía el apoyo de la mayor parte de la población. Por entonces, había un fuerte consenso entre los consejeros diplomáticos y los jefes militares del gobierno de Botha de que no era posible mantener un compromiso militar sostenido en el sur de Angola y en Namibia sin recurrir a una masiva movilización militar. Pero esto hubiera sido extremadamente impopular en Sudáfrica, y solo podría haberse efectivizado con una escalada represiva que Pretoria ya no podía sostener. Además, la muerte de soldados sudafricanos blancos, incluso antes de Cuito Cuanavale, dio fuerzas al movimiento anti-conscripción, apoyado por la Iglesia Holandesa Reformada de Sudáfrica (véase Woods). Y desde el punto de vista económico, la guerra era insostenible, dada la crisis.

En resumen, hacia fines de la década de 1980 el gobierno de Botha había llegado a la conclusión de que la independencia de Namibia era inevitable, y que debía intentar asegurar las mejores condiciones para la defensa de los intereses de Sudáfrica en la región. También buscaba prevenir que se desatara una emigración masiva de población blanca desde Namibia, en caso de que se impusiera el SWAPO. Es en este marco que se produce la batalla de Cuito Cuanavale, en la que el PLAN tuvo una participación destacada; y en otros combates, como la ofensiva de mayo de 1988 en Cunene (Woods).

Las contradicciones del apartheid para el capital

A los factores antes mencionados Schwartzman y Taylor suman las dificultades que representaba el mantenimiento del apartheid para el capital instalado en Sudáfrica. Es que en los 1980 la industria sudafricana necesitaba libertad de contratación para ocupar puestos calificados, que no podían ser abastecidos solo por la clase trabajadora blanca. Además,  las cámaras empresarias pensaban que la incorporación de mano de obra negra ampliaría el mercado interno. A lo anterior hay que agregar que el sostenimiento del aparato represivo y de la maquinaria de guerra se hacía cada vez más gravoso.

Por otra parte, los capitales consideraban que el país estaba demasiado convulsionado y que las inversiones no eran seguras, lo que llevó a una fuerte desinversión de las empresas. Por eso, a mediados de la década de 1980 una parte del establishment económico (CEOs de grandes corporaciones) planteaba que Sudáfrica debía cambiar si no quería aislarse del mundo, y que la salida de la crisis requería cambios políticos. En este contexto se produjo la no renovación de los créditos de deuda, a la que ya hicimos referencia.

A su vez, la lucha contra el apartheid agravó las fisuras en el bloque blanco de poder. La crisis económica, las sanciones y las necesidades asociadas a la acumulación del capital, operaron en la misma dirección. Lo cual se expresó en el plano político: algunos sectores de la población blanca se radicalizaron hacia la ultraderecha, pero el partido Nacional vio bajar significativamente su electorado en las elecciones de 1984 y 1988. Era una expresión de que cada vez más sectores asumían que el apartheid y la ocupación de Namibia eran insostenibles, y que había que ir a una salida negociada. Puede verse entonces que Cuito Cuanavale aceleró un proceso que ya estaba en marcha y tenía desenlace, de todas maneras, en un plazo más o menos inmediato.

Giro de los nacionalismos y de la URSS

Otro factor decisivo en la caída del régimen racista y colonialista sudafricano fueron las garantías que dieron los movimientos de liberación de que no afectarían las relaciones de propiedad capitalista. Tengamos presente que la resolución 435 de la ONU preveía una Namibia capitalista. Pues bien, a partir de 1986 los líderes del SWAPO dieron repetidas seguridades de que, en caso de llegar al poder, no se verían afectados los intereses del gran capital minero ni de la agricultura en manos de granjeros blancos, y que no se tocarían las relaciones de propiedad capitalista. Incluso aseguraron la protección de  la elite que habían promovido los sudafricanos para estabilizar y manejar el país. En forma paralela, la dirección de SWAPO reprimió a sectores de su movimiento que pedían una participación más amplia y democrática de las bases en las decisiones; y a opositores por izquierda. Hubo detenciones, torturas y fusilamientos, en tanto Cuba mantenía la colaboración con la seguridad interna de SWAPO (ampliamos más abajo).

Por su parte, el Congreso Nacional Africano también dio garantías al capital. Su dirección precisó que sus objetivos eran la creación de “una sociedad no racial, no sexista y democrática”. Nada que no pudiera ser asimilado por el mundo de los negocios y la comunidad blanca. Y en Angola el MPLA, ya antes de Cuito Cuanavale, había girado al capitalismo (véase más abajo).

Este reaseguro de los movimientos nacionalistas y anti-racistas se combinó con la retirada de la URSS, que deseaba reducir su exposición militar en conflictos remotos. Por eso, en 1988 el gobierno de Gorbachov estaba en negociaciones con Washington y aseguraba a Pretoria que era posible un arreglo (Woods). Este giro soviético puso presión sobre Cuba, y fue visto como un alivio por Sudáfrica. En noviembre de 1988 se formó una Comisión Conjunta de Monitoreo de los acuerdos, integrada por Angola, Sudáfrica y Cuba, con la URSS y EEUU como “observadores”. Pero Moscú tuvo que ceder la primacía a Washington; lo cual dio aún más seguridades al capital de que nada fundamental afectaría a sus intereses.

De manera que en 1989 Sudáfrica se retiró de Namibia y se realizaron las primeras elecciones libres, que dieron el triunfo a SWAPO. En Sudáfrica, en 1990 se levantó la prohibición del partido del Congreso; en 1991 se abolieron las leyes del apartheid; en 1992 ganó, en un referéndum blanco y con el 69% de los votos, la postura favorable a la transición hacia una democracia con voto universal. Por último, en la elección de 1994 la ciudadanía plena se extendió a la población negra, determinando el triunfo, con el 63% de los votos, del partido del Congreso Nacional Africano. Mandela formó entonces un gobierno de unidad nacional; incorporó al gabinete a 10 ministros del Partido Nacional, otros 10 del Inkatha Freedom Party, de base zulú y acusado de ser un aliado del Partido Nacional; y 17 ministerios fueron para el CNA.

Ampliación: atrocidades de SWAPO y el castrismo

Uno de los episodios más silenciados de las luchas de liberación y anti-apartheid en el sur de África, y al que ya hicimos referencia, han sido las atrocidades cometidas por SWAPO contra sus propios militantes, en paralelo a las garantías que daba a la continuidad de los negocios capitalistas en Namibia. Cientos de militantes fueron encarcelados, torturados y asesinados por personal de seguridad de SWAPO, entrenado por militares cubanos, y en muchos casos directamente respaldados por estos últimos. Los relatos y denuncias de ex prisioneros fueron recogidas por el Political Consultative Council of Ex SWAPO Detainees (PCC) y el Parent’s Committee. Estas organizaciones también confeccionaron listas con los nombres de cientos de detenidos que fueron fusilados por el SWAPO.

Uno de los testimonios más vivos y desgarradores fue presentado por las hermanas Ndamona y Panduleni Kali, en Londres, en 1989. Las hermanas Kali habían sido militantes estudiantiles en Namibia y se habían sumado a PLAN en 1978. Tiempo después Ndamona fue enviada a estudiar a Moscú y Panduleni a Cuba; luego Ndamona también viajó a la isla, para estudiar economía en la Universidad de Camagüey, junto a su hermana. Ndamona era dirigente de la Juventud de SWAPO en la Universidad, y Panduleni líder de un consejo de mujeres. En 1984 ambas fueron arrestadas por personal de seguridad cubana, sin que se les informaran los cargos ni se les permitiera defensa alguna. Días después, junto a otros militantes de SWAPO también detenidos, fueron llevadas en avión a Luanda, donde fueron recibidas por personal de seguridad cubano, y entregadas a SWAPO. Los prisioneros fueron trasladados luego a un centro ubicado en Luanda, en el sur de Angola. Allí las hermanas fueron separadas (no se vieron por dos años) y sometidas a interrogatorios y torturas, mientras se les hacían absurdas acusaciones de traición. Durante cinco años vivieron en hoyos cavados en la tierra. Cientos de militantes también eran mantenidos en esos pozos; muchos fueron fusilados. Finalmente, las hermanas Kali fueron liberadas en 1989 a raíz de las transferencias de prisioneros dispuestas en los acuerdos de paz supervisados por la ONU.

Otros testimonios cuentan horrores semejantes. En la mayoría de los casos, los agentes de seguridad del SWAPO intentaban que los detenidos confesaran ser espías de Sudáfrica. Las hermanas Kali y otros ex detenidos aseguran que los máximos líderes del SWAPO recibieron las denuncias de los presos sobre torturas y muertes, cuando inspeccionaban los campos de detención. Pero nada cambió. Irónicamente, el campo principal de  torturas llevaba por nombre “Karl Marx Reception Centre in Lubango”.

El PCC y el Parent’s Committee reclamaron durante años la formación de una comisión investigadora independiente para esclarecer los hechos y determinar responsabilidades. La respuesta fue el silencio. Los gobiernos de Namibia, Angola o Sudáfrica no tienen, naturalmente, ningún interés en que se investigue algo. Tampoco las potencias occidentales. Menos todavía pueden desear una investigación los gobiernos de Cuba o Rusia. La ONU y las Iglesias cristiana y luterana de Namibia también se mantuvieron en silencio, a pesar de las múltiples denuncias recibidas. Los partidos de izquierda, con la excepción de algunos grupos trotskistas (que difundieron estos testimonios), miraron para otro lado. Y hasta donde alcanza mi conocimiento, ninguno de los intelectuales “nacional popular izquierdistas” que hablan de la “epopeya internacionalista cubana” ha hecho mención a estos horrores.

El MPLA y Cuba, ¿qué balance?

En paralelo con la intervención militar en apoyo a Angola, desde 1975 a 1991 la dirección castrista volcó todo su peso para sostener políticamente a la conducción del MPLA. Primero a Neto, hasta su muerte ocurrida en 1979; y luego a José dos Santos, su sucesor. Incluso personal militar y de seguridad cubano colaboró en la represión de corrientes críticas al interior del MPLA. A Dos Santos le fue otorgada la Orden José Martí, y Fidel Castro dijo que el líder angoleño estaba “en el campo del movimiento revolucionario” y que los dirigentes del MPLA representaban “la fuerza y la revolución del pueblo” (19/03/80). Una toma de posición que alentaba ilusiones “por izquierda” acerca de la naturaleza del MPLA, sus objetivos y programa.

Aquí debería tenerse en cuenta que, como tantos movimientos de liberación nacional, por aquel entonces el MPLA no tenía inconveniente en proclamarse partidario del socialismo, si eso servía a sus intereses. Sin embargo, su proyecto político jamás apuntó siquiera a establecer un régimen de economía estatizada. Sí adoptó formas políticas tomadas de los cubanos  –fuertes servicios de seguridad e inteligencia, régimen de partido único, control de las masas trabajadoras- al servicio de un capitalismo dependiente y de un régimen político y militar corrupto por todos los poros. Por eso, si bien Dos Santos proclamó, en 1985, la adhesión del MPLA al marxismo, poco después iniciaba conversaciones con EEUU y Sudáfrica para normalizar las relaciones, encaraba reformas pro-mercado y negociaba con las grandes petroleras internacionales. La consecuencia fue que las tropas cubanas terminaron custodiando –con el respaldo de la URSS- campos petroleros concesionados por el gobierno “anti-imperialista” del MPLA a las potencias occidentales. A fines de los 1980, André Gunder Frank escribía:

“Rockefeller ya dijo hace algún tiempo, refiriéndose a Angola en particular, que muchos lugares que se llaman marxistas no lo son en realidad y si lo son no importa en cuanto sean responsables y pueda tratarse con ellos; esto es, que sea posible ganar dinero con ellos. Además, las principales exportaciones de Angola son el petróleo de Cabinda, que está custodiado por tropas cubanas. La mayoría del petróleo, del café y de los diamantes de Angola se exporta a Occidente. (…) En realidad irónicamente la Unión Soviética ha insistido repetidamente en que Angola no debería cortar sus vínculos con Occidente; los soviéticos no desean otra Cuba allí; aunque irónicamente Cuba defiende a los regímenes de Angola y Etiopía” (Frank, El desafío de la crisis, p. 27, 1988). En 2006 Castro reconocía: “Es cierto que hoy el imperialismo yanqui extrae de Angola petróleo por valor de miles de millones de dólares, despilfarra sus recursos naturales y agota sus reservas petroleras no renovables” (Reportaje de Ramonet a Fidel Castro, p. 343).

En definitiva, en los 1990 el MPLA abrazó las recetas neoliberales, y su cúpula se enriqueció gracias a los negociados que cerraba con las multinacionales del petróleo. Desde 1990 y hasta 2012 se privatizaron 198 empresas estatales. Dos Santos, que había amasado una inmensa fortuna, adquirió fuertes participaciones en varias de ellas; y su gobierno se alineó con el capitalismo y los intereses de Washington. En 1995 se llegó al colmo cuando Angola se abstuvo de votar una resolución de la ONU –apoyada por 117 países- contra el embargo de EEUU a Cuba. Pero en 2007, y de nuevo en 2014, Dos Santos fue recibido con honores en La Habana.

También debería señalarse que ya en 1992 se había reanudado la guerra entre UNITA -que desconoció el triunfo electoral que había obtenido Dos Santos- y el MPLA. En 1993 UNITA incluso tomó Cuito Cuanavale, esta vez sin ayuda de Sudáfrica. Con  intermitencias, la guerra se prolongó hasta 2002, cuando fue derrotado UNITA. El país quedó literalmente devastado.

Cabe preguntarse entonces si no es hora de hacer un balance del respaldo de Cuba al MPLA. Durante más de 15 años la intervención en Angola demandó un esfuerzo gigantesco. Según datos brindados por Saney, desde 1975 a 1991 más de 300.000 cubanos estuvieron en Angola, en diferentes períodos, peleando, o trabajando como médicos, educadores, o prestando otros servicios. Más de 2000 combatientes perdieron la vida. ¿Qué balance hay de este esfuerzo? ¿Qué decir de las caracterizaciones de Dos Santos, y de la dirección del MPLA, en base a las cuales Fidel Castro continuaba brindándoles apoyo político? Los defensores del castrismo, a lo sumo, hablan de la “ingratitud” del MPLA para con Cuba. Pero en estas cuestiones no cuentan las gratitudes, sino los intereses de clase. La reconstrucción de una perspectiva socialista, capaz de superar el “cansancio histórico” del que hablaba un personaje de Padura (lo hemos citado en una parte anterior de la nota), no puede pasar por alto estas cuestiones.

Descargar el documento:
[varios formatos siguiendo el link, opción Archivo/Descargar Como]:
«Cuba: crisis, globalización y giro al mercado (13)«

13 respuestas

Subscribe to comments with RSS.

  1. Donde dice SOWETO, seguramente debe decir SWAPO?

    Me gusta

    Boris

    17/04/2015 at 06:30

  2. Muy interesante, hace unos días veía un diálogo con Noam Chomsky donde oí por primera vez de la intervención cubana en Angola (y por ende en el sur de Africa).

    Por un lado me da bronca nunca haber escuchado sobre este tema en la escuela, y acá estamos… 15 años después sigo tapando baches de una educación deficiente que comparada a la de hoy sería considerada buena a muy buena.
    ¿Por qué no se estudia historia desde el presente hacia el pasado?, ¿qué conexión puede sentir un adolescente con hechos (que a veces de tan coloridos por la ideología de turno pasan a ser propaganda, y se nota, por eso los pibes tampoco comen vidrio) de hace 200 años?. En cambio si los pibes empiezan desde ahora para atrás, por lo menos ya tienen una noción de que pasa en el presente, y podrían engancharlo con cosas del pasado para tener una mejor perspectiva de por qué las cosas como son…
    Yo llegué hasta el 1er gobierno de Perón, de ahí en adelante nada. Habría que haber hecho exactamente al revés, primero que todo historia desde el presente hasta el final de la 2da guerra mundial. De ahí para atrás cuando haya tiempo.

    Me fuí por las ramas… en que estaba?, ah sí, muy interesante el artículo y me da pie para continuar leyendo luego de la chispa iniciada por el video. Interesante lo de Chomsky como plantea la analogía de Israel con Sudáfrica, todavía tendría que leer más para tener una opinión (literalmente hace una semana no tenía idea de la situación del sur de África), pero me gustaría saber la tuya. ¿Opinas lo mismo?.

    Gracias,

    Me gusta

    DanielV

    17/04/2015 at 11:13

    • No sé cómo se enseña Historia actualmente en los colegios secundarios. En mi época (hace ya muchas décadas) era un desastre, apenas se llegaba hasta la Primera Guerra, a lo sumo a la Revolución Rusa, muy por arriba. Coincido en que se pueden establecer analogías entre el régimen del apartheid sudafricano y el Estado de Israel.

      Me gusta

      rolandoastarita

      17/04/2015 at 17:41

  3. Rolando, planteas que es hora de hacer un balance sobre el respaldo de Cuba al MPLA. ¿Cómo se saldaría desde el punto de vista efectivamente revolucionario, es decir, marxista? Y además, ¿De qué forma cualitativamente distinta, es decir, de nuevo, efectivamente revolucionaria podría haberse actuado?
    Esto último, porque se evidencia la ausencia de una opción revolucionaria, la misma, que en su forma embrionaria, al parecer, fue aplastada por la élite del MPLA y SWAPO con ayuda de los cubanos,

    Me gusta

    Moctezuma Escobedo Hernández

    18/04/2015 at 11:45

    • La respuesta de cómo actuar no puede tomarse a la distancia, solo se puede resolver en discusión con la militancia al interior del país en cuestión. No es lo mismo un pequeño grupo marginal, que una organización con peso, o que una corriente opositora al seno de un movimiento de masas. En Namibia, por ejemplo, cualquier corriente crítica y revolucionaria enfrentaba enormes peligros, porque no solo podía sufrir la represión del régimen sudafricano, sino también del SWAPO y de los cubanos, o del MPLA, si militaba desde Angola. En 1990 estuve en Londres, invitado por un grupo trotskista, el Workers Revolutionary Party, que a su vez estaba en contacto con un grupo de trotskistas de Namibia, que también había adoptado el nombre WRP. Asistí a algunas reuniones con estos compañeros, y pude darme cuenta de que las condiciones de su militancia eran extremas. Prácticamente estaban reducidos a hacer propaganda en círculos pequeños. El régimen de SWAPO era muy represivo, y además tenía apoyo de masas, debido a su rol en la lucha contra el dominio blanco sudafricano (tiempo después, cuando empecé a criticar algunas de las posiciones básicas del trotskismo, como la tesis del estancamiento secular del capitalismo, se cortó todo vínculo con este grupo, y no sé qué fue de ellos).

      Me gusta

      rolandoastarita

      18/04/2015 at 14:59

    • Agregado: las charlas con esos militantes de Namibia me hicieron consciente de lo que habían sufrido tantos revolucionarios del SWAPO, que por ese entonces intentaban que el mundo escuchara sus denuncias. Lo que escribo en la nota lo tenía «atragantado» desde entonces. Sospecho que hay bastante gente que no desconoce estos hechos, y sigue «mirando para otro lado», con una hipocresía que es vomitiva.

      Me gusta

      rolandoastarita

      18/04/2015 at 15:03

  4. Reblogueó esto en Gerardo Daniel Rossi.

    Me gusta

    Gerardo Daniel

    21/04/2015 at 19:26

  5. Sería conveniente saber cuál es el balance que haces vos Rolando. ¿acaso los cubanos y cubanas que fueron a luchar contra el apartheid se deberían haber quedado en la isla? ¿fue el gobierno cubano el responsable del camino político del MPLA o de la SWAPO o de Mandela en Sudáfrica?
    Acá hay que ser claro, porque tirar acusaciones «atragantadas» al azar no representan análisis políticos y dar argumentos contrafácticos mucho menos. Y no vamos a decir ahora que una afirmación como «Cuito Cuanavale aceleró un proceso que ya estaba en marcha y tenía desenlace, de todas maneras, en un plazo más o menos inmediato» no es contrafáctico. Que no fue lo único que definió la caída del apartheid es obvio, ninguna guerra per se explica lo complejo de los procesos sociales. Ahora, la crisis económica, política y la catástrofe que provocó la guerra no explican por si solas la caída del zarismo y el triunfo bolchevique ¿o si? Y hay hechos históricos que son determinantes en el rumbo de la historia y lo que pasó en África es un ejemplo.
    Desde mi punto de vista es de una bajeza intelectual y militante no reconocer a los combatientes cubanos y, peor, acusarlos de las atrocidades de otras organizaciones. Porque incluso concediendo a tu argumento que asegura que de todas formas iba a caer el apartheid; habría que pensar cuantas más vidas hubiese costado esa supuesta otra caída, teniendo en consideración la brutalidad del régimen sudafricano. En eso, al menos, podrías reconocer el valor que tuvo, pero parece que no estás dispuesto.
    Y me pregunto cual es la coherencia de alguien que defiende y es condescendiente con movimientos como los que hubo en Libia (no importa si estaban financiados, armados y entrenados por la CIA o no; no importa las brutalidades y los fusilamientos sumarios) porque luchaban por reivindicaciones democráticas contra regímenes brutales; pero que en pos de destruir una experiencia revolucionaria con la que no está de acuerdo, no reconoce nada, ni siquiera haber mandado combatientes de forma desinteresada (¿o tuvo algún beneficio económico que desconozco Cuba?) para ser determinante en la caída del peor régimen racista de la segunda mitad del siglo XX.
    Y eso marce una contradicción a la hora de poner en la balanza las luchas contra regímenes atroces, acaso reconocer el papel de los combatientes cubanos (no sólo en Angola, pero en fin…) en la caída de regimenes racistas hace menos válidas las críticas anteriores a la burocracia o al rumbo actual que esta tomando el gobierno de la isla.
    Es más, reconocer ese papel no inhabilita para hacer conocidas y difundir las denuncias sobre las torturas y las persecuciones a las corrientes opositoras por parte del MPLA o la SWAPO. Sin hablar de la posición democrática y abierta a la crítica que tuvieron los compañeros del WRP que nombrás… Ya que estamos suponiendo cosas que podrían haber pasado ¿Qué hubiese pasado si los que detentaban el poder eran del WRP? Porque no suenan muy tolerantes a los opositores.
    Como sea, yo sí reivindico y hago un balance positivo de lo que hicieron los combatientes cubanos en pos de la caída del apartheid, con sus muertos y mutilados, con su abnegación y su desinterés internacionalista.
    Termino diciendo que un defecto muy común que tenemos en la izquierda, en Argentina por lo menos, es que al contrincante (no vamos a decir el enemigo aunque algunos así lo tomen) hay que destruirlo y no se le puede reconocer nada, porque eso sería flaquear y ser menos revolucionario. Si no podemos deshacernos de esa forma de realizar críticas y creemos que somos los únicos puros y castos defensores de «La verdad» nos va a costar torcerle el brazo al verdadero enemigo. Lo digo en plural porque me cabe la crítica al igual que al resto de compañeras y compañeros (aunque haya casos más paradigmáticos de esto que digo).
    Abrazo

    Me gusta

    guido arinci

    22/04/2015 at 20:13

    • Primero, la crítica es a las posiciones políticas de la dirección castrista en África, y en Angola en particular. Está planteado en esta nota y en la anterior. Cualquier inteligencia mediana entiende que esto no tiene nada que ver con criticar a los combatientes. Se puede apoyar militarmente una lucha y no coincidir con el programa político de la dirección que la conduce. En Argentina la mayoría de las organizaciones de izquierda apoyó la lucha de Argentina en Malvinas, y no por eso dejó de criticar a la Junta Militar. Solo alguien con muy mala leche puede decir que esa posición era sinónimo de criticar a los combatientes, o negarles valor. Otro ejemplo: criticar a la dirección política stalinista no significa negar el valor de los combatientes de Stalingrado, o del Ejército Rojo.

      Segundo, todo análisis que va en contra de una tesis reduccionista no tiene manera de evitar lo contrafáctico, porque precisamente el reduccionismo minusvalora la variedad de factores que concurren a la explicación de un fenómeno. Si alguien dice que por la victoria de Cuito Cuanavale la caída del apartheid se aceleró un cuarto de siglo, está de hecho dando un argumento contrafáctico. Si pongo en evidencia TODOS los factores que ANTES de Cuito Cuanavale apuntaban a una caída a corto plazo del apartheid, no puedo evitar que se me acuse de «argumento contrafáctico», porque Cuito Cuanavale de todas manera ocurrió. Pero entonces al argumento contrafáctico de «si no hubiera habido Cuito Cuanavale, la caída del apartheid hubiera durado 25 años más» (Fidel Castro), no habría manera de rebatirlo sin ser pasible de ser acusado de usar «argumento contrafáctico».

      Tercero, lo de Libia ya lo argumenté en las notas correspondientes, y no tengo necesidad de volver ahora a ello. De todas maneras, no me extraña que usted apoye a una dictadura como la de Kadafi; que para colmo, cuando lanzó la represión contra la movilización popular ya había girado a cerrar negocios con Occidente. Está a tono con su comentario. Como también está a tono con su comentario que no haga la menor mención del apoyo de Fidel Castro a Idi Amin, Mengistu o al régimen de Corea del Norte, que se mencionan a lo largo de la nota. No dejo de reconocerle coherencia.

      Cuarto, con respecto a la represión del SWAPO, reproduzco las denuncias hechas por ex militantes. Gente que, como dice la nota, fue detenida en Cuba, llevada a Angola por personal de seguridad cubana, recibida por cubanos y entregados al SWAPO para ser torturadas salvajemente. Militantes que fueron silenciados. Gente que pidió que se abriera una investigación internacional. Pues bien, yo me hago eco y lo reproduzco. Como también he presentado en este blog otras denuncias de la represión de los regímenes stalinistas. A usted esto le parece «bajeza intelectual y militante». A mi me parece que es lo que corresponde hacer. En esto estamos en veredas opuestas, sin remedio. No me callo ante la represión de regímenes burocráticos, capitalistas de Estado o burocrático capitalistas (como quiera que se los llame). Usted está molesto por mi actitud, y comprendo que esté molesto. Son hábitos reflejos que se adquieren y se reproducen de forma naturalizada. La actitud de ustedes me hace acordar a cómo escuchaban nuestros relatos de las torturas sufridas en las cárceles de Videla alguna gente, allá por 1977 o 1978 (¿tengo que agregar el silencio de Castro? ¿O también es «bajeza intelectual» de mi parte?).

      Quinto, es una tontería descalificar argumentos diciendo «usted se cree puro» o «usted cree tener la verdad». Con esto no se llega a nada. Hay que presentar argumentos. Yo soy crítico de los regímenes stalinistas del estilo cubano, y sus políticas. La mayoría de la izquierda argentina defiende o ha defendido algún tipo de régimen stalinista, o nacionalista burocrático. Por eso han aplaudido, o han mirado para otro lado, cuando esos regímenes ahogaron (o ahogan) en sangre a los opositores. Por eso también, es pura hipocresía pretender que no se trata a los contrincantes como enemigos. No solo los consideran enemigos, sino también aplauden su destrucción, con el método que sea (remito a la nota en donde hablo de los métodos de debate, aquí).

      Sexto, creo que no hay compromiso ideológico y político posible entre el nacionalismo estatista burgués (al estilo Chávismo, para que le quede claro) o burocrático (al estilo Cuba o Corea del Norte, para que también le quede claro), y las ideas que defiendo. Hay que admitir que hay un abismo. No es una cuestión de buena o mala voluntad. Son diferencias ideológicas y políticas, y hay que asumirlas como tales.

      Le gusta a 1 persona

      rolandoastarita

      22/04/2015 at 23:18

    • Agregado: en mi respuesta anterior se me pasó un argumento suyo que tampoco es aceptable. Usted escribe «Desde mi punto de vista es de una bajeza intelectual y militante no reconocer a los combatientes cubanos y, peor, acusarlos de las atrocidades de otras organizaciones».

      Lo cierto es que en ninguna parte de la nota se acusa a los combatientes cubanos de «las atrocidades de otras organizaciones». No invente. En la nota se afirma que, según los testimonios presentados en Londres, personal de seguridad cubano detuvo a militantes y los entregó al SWAPO. Es concreto entonces. No son los «combatientes cubanos en general». Es el personal del aparato represivo cubano, que está calcado de los aparatos represivos stalinistas. Ahora agrego que también en Londres escuché de boca de uno de los ex detenidos (que no era del WRP-Namibia) que pudo advertir la presencia de militares cubanos en Lubango.

      Se trata entonces de denuncias CONCRETAS, sobre las cuales las víctimas y sus familiares pidieron investigaciones, que nunca se hicieron. Denuncias que fueron SILENCIADAS por Cuba y por los defensores de la «epopeya castrista» (¿será por un peculiar criterio de «democracia proletaria» del «internacionalismo cubano»?). Fueron silenciadas de la misma manera que durante décadas se taparon tantas denuncias sobre los regímenes stalinistas. Además, la realidad es que nadie puede afirmar, con un mínimo de seriedad, que Cuba desconocía la suerte que corrían esos militantes que entregaba a SWAPO. Las denuncias sobre las atrocidades que cometía SWAPO para con sus oponentes circulaban en Namibia y Angola desde hacía años. Es como si quisiera convencernos de que Fidel Castro desconocía lo que sucedía en Corea del Norte cuando elogiaba al régimen de los Kim, o lo que ocurría en Checoslovaquia cuando las fuerzas del Pacto de Varsovia aplastaban la rebelión. Tal vez le resulte difícil, pero trate de no insultar la inteligencia de su «contrincante».

      Pero todo esto a usted lo tiene sin cuidado, por supuesto. Por eso, cuando presento el asunto de las relaciones Cuba – represión del SWAPO, soy acusado por usted de «bajeza intelectual y militante». Por supuesto también, estoy acostumbrado a este tipo de argumentos. No hay nada nuevo, en esencia. Lo suyo es «clásico».

      Me gusta

      rolandoastarita

      23/04/2015 at 08:44

    • En que momento defiendo la dictadura de Kadafi? Nada más alejado de la realidad. Voy a repetir el argumento de manera esquemática así se entiende fácilmente. Por un lado en este y en otros sitios aparecieron notas firmadas por tu persona justificando a los opositores de Kadafi porque estaban luchando por reivindicaciones democráticas elementales contra un régimen totalitario. La misma persona (vos) reprocha el combate al peor régimen totalitario y racista de la segunda mitad del siglo XX. A eso yo llamo contradicción, el resto son atajos que buscas para zafarte de responder esta cuestión elemental.
      Segundo, vos lo creeras de mala leche o de lo que quieras, pero no explicitar las cosas tiene una intencionalidad política y en la nota no se explicita cual es tu postura respecto al valor de quienes fueron a combatir el apartheid. Sólo se resume en acusar (a algunos, a todos… no lo dice) de ser poco menos que los entrenadores de los torturadores y de ser una suerte de secuestradores de opositores al servicio de aquellos.
      Tercero, jamás dije que no había que denunciar las torturas o las persecuciones de la SWAPO, el MPLA o quien sea, no es necesario inventar y poner en mi boca argumentos que nunca dije. Mucho menos acusaría de bajeza el hacerlo.
      Lo que si afirmé y sostengo es que la incursión de Cuba en África fue determinante en la caida del apartheid (esto no niega el resto de los factores sociales que confluyeron en mayor o menor medida) y esto a usted no le dice nada. Bueno, que cada quien vea la historia como le parezca que le vamos a hacer.
      Para terminar meter en la misma bolsa a la URSS, a Corea del Norte y a Cuba; es expresión de incapacidad de realizar una crítica madura, sólo sirve para vociferar que «son como el régimen de Kim», pero no explican realidades de lo que se vive en la isla.
      Por último, sería interesante poder diferenciar entre una declaración despreciable sea apoyar el regimen norcoreano o las persecusiones en la URSS; de enviar combatientes a una lucha. No es todo lo mismo y hay que poder poner en la balanza una y otra cosa. A lo que me refiero es que hay cierto sector de a izquierda muy afin a sacar comunicados de apoyo (con los que uno puede estar más o menos de acuerdo políticamente) pero no se pueden comparar con ponerle el cuerpo a una causa. Y ahí hay que ser bien claro, darle la orden de Martí a un criminal no se puede valorar de la misma manera que combatientes haciendo caer un régimen racista, al menos para mi. Y esos combatientes fueron, mal que le pese a cualquiera, como parte del proyecto político cubano y de su visión internacionalista, no nacieron de un repollo, y como tal también hay que valorar esa lucha.

      Me gusta

      guido arinci

      23/04/2015 at 10:00

    • La dictadura de Kadafi fue defendida por todos los que negaron el derecho de la oposición a pedir armas o ayuda militar para evitar ser masacrada. La dictadura de Kadafi fue defendida por todos los que aplaudieron o miraron para otro lado cuando Castro, Chávez y Ortega aplaudían los bombardeos a Bengazi. Sus argumentos me hacen acordar al cinismo que rodeaba la política de «no intervención» de Londres y París frente a la República Española, atacada por el fascismo (ejemplo que, por otra parte, puse una y otra vez).

      Segundo, ¿en qué parte de la nota critico la lucha contra el apartheid? Entiendo que usted esté acostumbrado a tergiversar y mentir para «ganar» discusiones. Es parte de lo que se estila en gente que busca destruir moralmente a sus oponentes. Pero la realidad es que en toda la nota reivindico la lucha de las poblaciones negras de Sudáfrica y Namibia contra el régimen blanco, así como las campañas internacionales, y ubico la intervención militar de Cuba en este contexto.

      Tercero, usted no responde el punto central de la nota: la crítica A LA LÍNEA POLÍTICA de Cuba en África, de apoyo POLÍTICO E IDEOLÓGICO al MPLA, al SWAPO, a Mengistu, a ide Amin, a Mugabe. Sobre esta cuestión, que es la central, mira para otro lado. Entiendo su impotencia para responder, pero ella no le autoriza a mentir. Jamás critiqué la lucha contra el apartheid. No se puede apelar a argumentos tan bajos.

      Cuarto, la nota no está destinada a discutir acerca de la valentía de tales o cuales combatientes. Muchos militantes stalinistas fueron extremadamente valientes, pero una crítica a las políticas stalinistas no atañe a estas cuestiones. Por eso tampoco hablo acerca de la valentía de los opositores de izquierda al SWAPO (o a Mengistu, o al régimen stalinista al interior de Cuba).
      Por supuesto, esta insistencia suya en el asunto no es casual. Está dentro de las tradiciones «de manual» de los PC. Siempre que se criticó a las políticas de los PC y de los soviéticos aparecía el mismo «argumento»: la militancia comunista es valiente, hizo los mayores sacrificios, etcétera (después de todo, Ramón Mercader también fue «valiente» y «se sacrificó por la causa»). Con esto eluden siempre las discusiones políticas y programáticas de fondo. Para ponerlo en un nivel que sea entendible para usted: haber bombardeado las posiciones (y poblaciones) eritreas en apoyo al régimen de Mengistu me parece altamente criticable. Pero, ¿qué decir entonces de alguien que venga a decirnos que no se puede criticar esa política cubana porque los pilotos cubanos arriesgaban sus vidas y eran muy valientes? Por supuesto, a un argumento estúpido podría responder con otro igualmente estúpido, exhibiendo la valentía de los eritreos. Sin embargo, el asunto no es sobre valientes y cobardes, sino sobre programas y orientaciones estratégicas.

      Quinto: «Lo que si afirmé y sostengo es que la incursión de Cuba en África fue determinante en la caida del apartheid». Lo que niega la nota es precisamente esa afirmación, que es la común de todos los castristas y por supuesto de Fidel Castro. Los argumentos están presentados.

      Sexto: «meter en la misma bolsa a la URSS, a Corea del Norte y a Cuba; es expresión de incapacidad de realizar una crítica madura, sólo sirve para vociferar que “son como el régimen de Kim”, pero no explican realidades de lo que se vive en la isla». La realidad es que la nota afirma que Fidel Castro apoyó el régimen soviético y al coreano. Es una crítica política. Además, la nota no dice que el régimen de Cuba sea igual al de Corea del Norte. Lo que sí dice es que su política exterior no es independiente de su política interior. Más precisamente, la nota sostiene que hay una correspondencia entre el régimen burocrático al interior de la isla y la política exterior de Cuba. Solo al precio de un corte arbitrario (no dialéctico) se puede negar esta conexión.

      Séptimo: El balance sobre la orientación política de un régimen no es una «suma y resta». «Por un lado los combatientes cubanos dan la vida en Cuito Cuanavale, por el otro Fidel Castro apoya políticamente al MPLA, a Mengistu o Idi Amin, por lo tanto el balance es neutro, o favorable, etc». Lo definitorio es la orientación estratégica global.
      Por ejemplo, la URSS enviaba armas a Vietnam del Norte cuando enfrentaba a EEUU, o a la República española,cuando enfrentaba a Franco. Pero esto no cambia el carácter general, pro-burgués, de la política exterior de la URSS, tanto en los 1960 y 1970, como en los 1930. De ahí que el balance no sea «neutro» desde el punto de vista político («por un lado +, por el otro -, no tengo conclusión, etcétera).
      Ese método de almacenero (con perdón de los almaceneros) en política no sirve. La influencia política e ideológica de la URSS en la izquierda y en el movimiento obrero mundial fueron nefastas, a pesar de los envíos de armas, o a pesar de Stalingrado. Por eso, y volviendo a la nota sobre Angola, planteo que hay que hacer un balance POLÍTICO (a ver si entiende, no un balance de grados de valentía) sobre la orientación POLÍTICA GLOBAL de Cuba en África.

      Octavo: Por lo argumentado antes, hay que concluir que en el balance global (esto es, no solo en África) lo que pesa son las posiciones políticas. El rol del stalinismo en el debilitamiento y fraccionamiento del socialismo a nivel mundial no se «compensa» con Stalingrado (que, por cierto, tuvo un significado muchas veces superior a Cuito Cuanavale).
      De la misma manera, el apoyo de Fidel Castro a la URSS, a regímenes totalitarios como el de Megistu, Mugabe o Amin, el silencio frente a la dictadura de Videla, el respaldo a Kim en Corea del Norte, el apoyo político a regímenes burgueses latinoamericanos o a procesos como Contadora Esquipulas (para mencionar solo algunos hechos salientes), no son «compensados» por Cuito Cuanavale. Los resultados de esta política para el socialismo están a la vista. Cuito Cuanavale no los revierte; ni siquiera en Angola o Namibia.

      Noveno: es claro que estas cuestiones nos dividen ideológica y políticamente. No veo manera de síntesis entre usted y yo.

      Me gusta

      rolandoastarita

      23/04/2015 at 11:47


Dejá tu comentario