Rolando Astarita [Blog]

Marxismo & Economía

Cuba: crisis, globalización y giro al mercado (12)

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La parte 11 de la nota, aquí.

“Razones de Estado”

De acuerdo a lo explicado en las partes anteriores de esta nota, desde hace décadas las “razones de Estado” se impusieron en las decisiones de la política exterior cubana. El ahogo de cualquier pensamiento político que cuestionara la dirección burocrática (donde gobierno y PC conforman en la práctica una unidad indiferenciada), tuvo su correlato en una política exterior que llegó a extremos que pueden calificarse de aberrantes. En este respecto, una de las páginas más negras fue el silencio frente a los crímenes de la dictadura argentina instalada a partir de 1976. Sistemáticamente, Fidel Castro omitía denunciar al gobierno argentino de Videla cuando hablaba, entre 1976 y 1980, de las dictaduras latinoamericanas.

Sin embargo, no fue solo silencio, ya que Cuba (junto a la URSS) se opuso una y otra vez a las propuestas de condena a la dictadura de Videla por violaciones de los derechos humanos en el Comité de Derechos Humanos de la ONU, y utilizó su influencia en el Movimiento de No Alineados para que no prosperaran. Es ilustrativo que en nota de la Cancillería argentina, de 1982, se reconociera que “la República pudo lograr los apoyos necesarios para un tratamiento decoroso del caso argentino en la Comisión de Derechos Humanos (ONU), como consecuencia de la decidida actuación en su favor de los miembros no alineados de la Comisión”.

Pero además, hubo colaboración práctica en el plano diplomático: así, en 1977 el castrismo negoció el voto del gobierno de Videla a favor de la candidatura cubana a la Organización Mundial de la Salud, a cambio de apoyar a Argentina en el Consejo Económico y Social de la ONU (como surge de la desclasificación de documentos de la Cancillería argentina, realizada en 2014). Luego, en 1979, Castro invitó a Videla a la VI Cumbre del Movimiento de No Alineados, en La Habana. Argentina estuvo finalmente representada por el subsecretario de Relaciones Exteriores, Carlos Cavándoli. Todo esto ocurría al tiempo que la dictadura argentina ayudaba a desplegar acciones paramilitares en América Central contra movimientos de izquierda y colaboraba con la dictadura de Somoza enviándole armas y dinero; y después de la caída de Somoza, Argentina siguió colaborando con organizaciones contrarrevolucionarias para desestabilizar y tumbar al gobierno del FSLN, sin que la dirección castrista dijera palabra sobre el asunto.

El punto final de esta vergonzosa relación fue el abrazo entre Fidel Castro y el canciller de la dictadura, Nicanor Costa Méndez, en la Habana, en junio de 1982 (guerra de Malvinas), durante una reunión del Movimiento de No Alineados. Significativamente, pocos meses antes Costa Méndez había aclarado que Argentina no pertenecía al Tercer Mundo porque era un país “blanco, cristiano y democrático”.

Respaldo cubano al “socialismo etíope” de Mengistu

La política exterior cubana se caracterizó también por el apoyo a regímenes burocráticos y estatistas que se proclamaban socialistas, en particular en África, continente en el que se desarrolló buena parte de la gesta del “internacionalismo proletario” de Cuba.

Un caso ejemplar fue el respaldo cubano, junto a la URSS y otros países del bloque soviético, a Mengistu Haile Mariam, el hombre fuerte que terminó imponiéndose en la Comité de las Fuerzas Armadas (conocido como Derg) que tomó el poder en 1974, cuando fue derrocado el emperador Haile Selassie. El régimen de Mengistu instaló en Etiopía una suerte de “socialismo africano”. Consistía básicamente en la nacionalización de toda la tierra (acabando con la propiedad terrateniente), y una reorganización de la producción campesina, que eliminaba los arriendos y prohibía la contratación de mano de obra asalariada. También se nacionalizaron las viviendas urbanas, se organizó a la población urbana y rural, bajo fuerte control, y se estatizaron los bancos y las empresas más importantes.

Sin embargo, el control del poder no pasó a manos del pueblo. Los estudiantes, grupos de trabajadores (en primer lugar docentes) y militantes de izquierda exigían la formación de un gobierno del pueblo en el cual estuvieran representadas todas las organizaciones. Mengistu respondió declarando el “Terror Rojo” en 1977, esto es, ejecuciones en masa. A partir de entonces miles de militantes del Partido Revolucionario del Pueblo Etíope (EPRP, por sus siglas en inglés) y de otros partidos y organizaciones, acusados de “imperialistas” y “contrarrevolucionarios”, fueron perseguidos y fusilados. Asimismo estudiantes, docentes o etíopes comunes, sospechados de opositores, eran encarcelados, torturados y asesinados sin juicio.

Por otra parte, recrudeció la represión contra el Frente de Liberación del Pueblo de Eritrea, que desde hacía años luchaba por independizarse de Etiopía; y contra el movimiento de liberación de la zona de Trigray. La URSS y Cuba ayudaron a Mengistu; por ejemplo, pilotos cubanos bombardeaban territorio controlado por el movimiento eritreo, en coordinación con las tropas etíopes. En 1977 también estalló la guerra con Somalia, cuando esta invadió la zona de Ogaden. Somalia había gozado hasta poco tiempo antes del apoyo de la URSS, pero los soviéticos cambiaron de posición y Mengistu de nuevo recibió ayuda militar directa de la URSS y Cuba. Somalia fue derrotada.

De esta forma, Mengistu afianzó su poder. El Partido de los Trabajadores de Etiopía se convirtió en el partido único, imitando el modelo del PCUS. Mengistu era su secretario general, así como el presidente del país y el comandante en jefe de las fuerzas armadas. Su régimen tuvo pleno apoyo del castrismo, tanto en el plano político como militar. Mengistu recibió la Orden José Martí, y Fidel Castro lo elogió describiéndolo (26/04/78) como  un “hombre honesto y revolucionario” y “un firme abanderado del marxismo leninismo”.

El experimento etíope de socialismo terminó, sin embargo, en un fracaso. En 1974 el gobierno revolucionario había asegurado que la colectivización de la tierra acabaría con los ciclos de sequías y hambrunas (la hambruna de 1974 había precipitado la caída del régimen de Haile Selassie). Sin embargo, en 1983 comenzó otra sequía, que llevó a una nueva hambruna entre 1984 y 1985. Se calcula que murieron un millón de personas. Los sufrimientos de muchas poblaciones se agravaron debido a que el gobierno no permitía la llegada de ayuda a las zonas dominadas por fuerzas rebeldes. Cientos de miles de etíopes emigraron tratando de escapar de la miseria y el hambre, o de las conscripciones obligatorias. También hubo cientos de miles de personas que fueron desplazadas, forzadas por el gobierno.

Luego, entre fines de los 1980 y principios de la década siguiente la economía retrocedió, y el producto por habitante disminuyó. Los problemas se agravaron cuando se cortó la ayuda soviética, en 1990. Finalmente, en 1991 Mengistu, jaqueado por una rebelión militar, dejó el país. En 2006 la Justicia de Etiopía lo condenó, en ausencia, por genocidio. Se estima que a lo largo de los 17 años de su régimen fueron asesinadas decenas de miles de personas (incluidos 80 de los 120 dirigentes originales de su propio partido) y que unos 700.000 campesinos fueron reubicados por la fuerza. La dirección castrista permaneció en silencio ante estas atrocidades; y hasta el día de hoy no hay balance, desde el castrismo, de lo actuado por Cuba en Etiopía.

Otros casos de “marxistas leninistas” y giros al capitalismo

Hubo otros casos también “llamativos” de respaldo cubano: Fidel Castro apoyó y calificó de “revolucionario y legítimo” (3/09/79) al gobierno de Idi Amin, de Uganda; respaldó al presidente de Zimbawe Robert Mugabe, (recibió la Orden José Martí); apoyó a Denis Sassou-Nguesso (también condecorado con la Orden José Martí), de la República Popular del Congo; y a Nguema Macías y Teodoro Obiang (recibido en 2008 con honores en Cuba), de Guinea Ecuatorial. ¿Qué tuvieron siquiera de “progresistas” estos regímenes? ¿Qué tuvo de progresivo, por ejemplo, el gobierno militar de Idi Amin, que desató sangrientas represiones políticas y étnicas, devastando a Uganda y provocando cientos de miles de muertos? (500.000, según Amnistía Internacional). Y así podríamos seguir con los otros personajes y regímenes mencionados. Y también con regímenes como el de Kadaffi, de Libia, Al Assad, de Siria o el régimen posrevolucionario argelino.

En todos los casos, fueron presentados como anti-imperialistas, o en “proceso de construcción del socialismo”, y sus dirigentes fueron caracterizados de “revolucionarios” e incluso “marxistas leninistas”. Pero en todos lados el estatismo burocrático “socialista” terminó en un callejón sin salida, y los “Estados socialistas” acabaron virando hacia el capitalismo y el libre mercado, incluso manteniendo regímenes ferozmente represivos. Para citar algunos otros casos notables:

Argelia ya giraba hacia políticas abiertamente enfrentadas a los trabajadores a fines de la década de 1970 (para la evolución de este proceso, aquí).

Por su parte, el libio Kadaffi,  a fines de los 1990, declaró que estaba dispuesto a colaborar con EEUU en “la guerra contra el terrorismo”, restableció relaciones con Washington, abrió el país a las inversiones de Chevron, Exson y otras petroleras occidentales y estableció fuertes lazos de colaboración con el gobierno de Berlusconi y el capital italiano. En tanto, Libia seguía sumida en la pobreza, el estancamiento y el desempleo. Pero Cuba apoyó a Kadaffi, y su régimen dictatorial, incluida la sangrienta represión a los opositores, hasta el final.

También el régimen sirio del partido Baath, en el poder desde 1963, giró al capitalismo de libre mercado después de décadas de aplicar políticas “estatistas socialistas”, con el apoyo del bloque soviético, Cuba y el PC sirio. A igual que en los restantes casos de “socialismos”, el régimen Baath desarrolló un fuerte sector estatal, pero reprimió cualquier forma de organización independiente de la clase obrera y a los críticos de izquierda. Como siempre, los opositores eran acusados de “imperialistas”, en tanto la burocracia estatal se enriquecía a mares a través de negociados. Luego, presionado por la crisis, entre fines de la década de 1990 y principios de los 2000 Siria giró hacia políticas de libre mercado y privatización de empresas estatales. De nuevo, el régimen fue apoyado por Cuba incluso cuando había dejado atrás cualquier referencia, siquiera discursiva, al socialismo, y aun cuando desató una masiva y sangrienta represión contra el movimiento opositor, de masas, que exigía libertades democráticas.

La responsabilidad política de Cuba

Estamos por lo tanto ante posiciones políticas de la dirección cubana que incidieron en la evolución del socialismo y en las posibilidades de presentar alternativas frente a la ofensiva del capital (bajo la forma política del llamado neoliberalismo). El discurso castrista (y de los stalinistas que se niegan a hacer balance de lo que defendieron durante décadas) pretende que el neoliberalismo surgió como por arte de magia, a partir de una “conspiración” orquestada por las grandes transnacionales, los organismos financieros y Washington. De esta manera pasan por alto que la ofensiva del capital sobre el trabajo y los pueblos encontró el camino facilitado porque el socialismo estatista y burocrático colapsó en un país tras otro. Esto es, los castristas y los stalinistas en general evitan explicar por qué y cómo fracasaron tantos regímenes supuestamente revolucionarios y marxistas. Para ponerlo de manera más clara: si todavía hasta fines de los 1970 se afirmaba que el socialismo crecía y se fortalecía a nivel mundial, ¿cómo fue posible que la ofensiva neoliberal se haya impuesto tan rápidamente, dejando a la izquierda casi sin alternativa? ¿Cómo se explica que desde el seno de las mismas dirigencias “socialistas” surgieron -y sigan haciéndolo- las fuerzas que viraron países enteros al libre mercado? ¿No era, además, que las masas estaban participando activa y conscientemente de esta construcción socialista? Es evidente, además, que no se puede entender lo que está ocurriendo hoy en Cuba al margen y por fuera de un balance claro y honesto de este proceso global.

Con este marco, abordamos en la próxima parte la política castrista en Angola (y su relación con la caída del apartheid sudafricano), argumento “de máxima” de los que hablan de la “epopeya internacionalista cubana”.

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Written by rolandoastarita

08/04/2015 a 13:17

12 respuestas

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  1. Reblogueó esto en Gerardo Daniel Rossi.

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    Gerardo Daniel

    08/04/2015 at 15:08

  2. Señor Astarita, si todos los intentos para llegar al socialismo son un desastre y degeneran en un burocratismo ineficiente, etc, etc, etc, y todo por «méritos» propios, ya que parece que usted da bastante poco peso a factores externos ( y más allá de la mejora, concede usted generosamente, de algún «item» que otro) yo no sé si se habrá usted preguntado si no hay algún problema de base. Parecería lógico suponer que si todo es cuestión de traición o degeneración burocrática, según me parece entender, en algún sitio no existirían tantos traidores y se hubiera «dado con la tecla» en expresión popular española. A ver si va a ser una cuestión de confrontar mesianismos, idealismos y sesudos análisis y proyectos de sillón con la cruda realidad política, cultural y «biológica». Así casi mejor que nos retiremos a una socialdemocracia a la escandinava, porque con tales enmiendas destructivas (y seguro que merecidas a la totalidad) vender socialismo tiene las mismas probabilidades de éxito que vender crecepelo.

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    Antonio Phrarazon

    11/04/2015 at 19:35

  3. Dicho de otra manera, habiendo leído con interés sus críticas a la URSS y a Cuba, y reconociendo su valor, y reconociendo asimismo que la postura de justificar todo lo que sucedió a los países del socialismo real con toda suerte de malabarismos sedicentemente «dialécticos» es suicida, estas enmiendas destructivas a la totalidad (puedo estar equivocado, pero me lo parecen) suponen ponerles en bandeja a los partidarios del capitalismo el irónico y tal vez no demasiado desatinado comentario de que todos los que hicieron esas revoluciones y trataron de construir el socialismo eran malos lectores, y que habiendo existido tantos intentos, resulta un poco curioso que un puñado de intelectuales que no están en la izquierda burocratista-estatista hagan tanto y tan profundo balance que ahora sí que ellos van a leer bien a Marx, Engels y toda la parentela … y acertar.

    En fin todo esto me recuerda a lo que decía Domenico Losurdo sobre el mesianismo anarcoide y los problemas de tratar de construir el socialismo realidad y dar un contenido real y material a la «utopía».

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    Antonio Phrarazon

    11/04/2015 at 19:47

    • No sé qué entendió de mi posición. De todas maneras le aclaro que no hago análisis en términos de «traiciones». Tampoco adhiero a alguna explicación de los regímenes burocráticos por «mala lectura» de Marx (es como querer explicar la Inquisición por una «mala lectura» de la Biblia). Tampoco pretendo construir desde un escritorio un proyecto de sociedad futura (tampoco fue la idea de Marx). Por último, considero que no es una utopía plantear que algún día la humanidad puede construir una civilización que no esté basada en la explotación de una clase social.

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      rolandoastarita

      11/04/2015 at 23:24

  4. Pues puedo estar equivocado y no entenderle bien, pero a mi sí que me parece que se desprende de sus entradas que la burocracia tenía (y tiene) sus propios intereses que había que salvaguardar y que vino a «traicionar» a la revolución para ello, culminando con la restauración del capitalismo «tout court». Lo que no me resulta claro es qué alternativa hay a la «burocracia» para organizar la actividad económica cuando no hay un mercado capitalista.

    Y no sería la idea de Marx imitar a los utopistas y construir sociedades magníficas desde el sillón, y no sé lo que pasará «algún día», pero sí podemos saber lo que ha pasado en el pasado siglo y en el presente. Y por plantear se puede plantear cualquier cosa o deseo. Otra cosa es la prueba de la práctica.

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    Antonio Phrarazon

    12/04/2015 at 05:12

  5. Por otro lado, aclaro que no quería imputarle a usted que proclame que esel único que entiende a Marx, o que no sepa que Marx no hubiera dicho que él «no tenía recetas para la cocina de figón del porvenir» sino que ya me estaba imaginando los comentarios irónicos de los pro-capitalistas al respecto ante la dureza implacable y casi sin atenuante alguno de sus críticas a todos los intentos de llevar el socialismo a la práctica. A usted no le acusarán de malvado stalinista, simplemente de idealista y de posponer la revolución o la transformación social ad calendas graecas. Aunque por lo que le he podido leer no creo que esto le importe mucho.

    Un saludo.

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    Antonio Phrarazon

    12/04/2015 at 05:18

    • Con respecto a la «traición» como variable explicativa: en mi crítica al Programa de Transición, del trotskismo, planteé de la manera más explícita posible que el fracaso de la revolución socialista no podía explicarse por la «traición de las direcciones obreras». En la nota sobre la naturaleza de la URSS en ningún lado empleo la idea de traición. Incluso soy crítico del título del libro de Trotsky «La revolución traicionada»; aunque de hecho Trotsky tampoco explica la burocratización de la revolución rusa por la «traición» (y es uno de sus grandes méritos). Otro caso, que planteé muchas veces en intervenciones orales (y también puse por escrito): En 1975 el Vietcong echó a las tropas de EEUU definitivamente y unificó al país. En 1976 el gobierno revolucionario de Vietnam inició conversaciones con el FMI. Como he dicho muchas veces, esto no se puede explicar por «traición».

      Sobre la alternativa que planteo, voy a publicar más adelante. Tengo mis ritmos de trabajo. Pienso que es crucial que la izquierda reelabore sus propuestas programáticas. En estos momentos el argumento central de los defensores es que no hay alternativa al capitalismo; que este sistema será eterno, y que a los sumo la izquierda puede pelear por alguna mejor distribución del ingreso al interior del sistema. El argumento se basa en una conclusión que está a la vista: todos los regímenes que se llamaron socialistas colapsaron y terminaron girando al capitalismo (o quedaron estancados, como Corea del Norte). De aquí, además, concluyen que esto prueba que «algo fundamental debe de estar mal en la teoría de Marx». Lo cual reforzaría la idea de que el capitalismo es insuperable. Pues bien, la respuesta a estos argumentos exige la comprensión del porqué de los fracasos de los «socialismos reales» (soviéticos, maoístas, africanos, etcétera).

      Con respecto a que la revolución está «pospuesta» (para usar su terminología), creo que es un hecho que hay que reconocer. La inmensa mayoría de la gente en el mundo considera que el socialismo ha fracasado. A lo sumo se votan alternativas de izquierda que asumen los límites del sistema capitalista (y en muchos otros casos, aumentan sus votos partidos de extrema derecha, incluso entre electorados de la clase obrera, como sucede en Francia). Esto no se arregla entonces con dos o tres consignas ingeniosas, como piensan algunos. El problema es más profundo y duradero.

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      rolandoastarita

      12/04/2015 at 10:45

    • Entre ayer hoy, con motivo de la muerte de Fidel Castro, he vuelto a leer las notas y comentarios del blog del Sr. Astarita sobre Cuba. En verdad, Sr. Phrarazon, sus palabras dejan abierta una cuestión de gran calado.

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      JOSÉ

      27/11/2016 at 15:41

  6. No voy a entrar en una charla ajena, con temas de indudable interés e inteligente exposición, pero si dejaré un par de ideas.
    Socialismos reales colapsados. En mi opinión, no colapasan por un exceso de socialismo,sino por todo lo contrario: por haberse quedado cortos. Cortos, precisamente, en la cuestión primordial y nuclear relativa a la propiedad de los medios de producción. Es decir, los socialismos reales fracasan por no haber transferido la propiedad real, efectiva (e incluso jurídica) a la ciudadania. Esa propiedad de la riqueza productiva quedo capturada y en poder de las élites burocráticas y de partido.El colpaso sobreviene por generaciones posteriores de burocrátas, las cuales , alejados en el tiempo del pánico a la revolucion, y con el apoyo de paises y empresas no socialistas, deciden que lo mejor es la venta de las empesas socialistas. Lo mejor, claro, para su bolsillo: comisiones, riquezas inividuales, etc..La Perestroika no reforma el socialismo. Lo vende. Para mayor gloria de la tarjeta American Express de la Sra. Gorvachov, Sra. Yeltsin y oligarquias rusa y occidentales.
    Alternativa a la burocracia. El capitalismo ha resuelto ese problema y el socialismo tambíen lo tenía previsto:los socios/ciudadanos deben ser los propietarios reales, efectivos y jurídicos de los medios de producción. Con esa propiedad en manos de la ciudadanía socialista el problema del poder de los administradores/burócratas es irrelevante.
    Revolucion. »La inmensa mayoría de la gente en el mundo considera que el socialismo ha fracasado». Y también, en los últimos años, esta votando propuestas políticas más radicales (aunque no socialistas), tales como Syriza, Podemos, Die Linke, etc. Y es muy probable que en no demasiado tiempo más, esa misma mayoria social piense que si hay que volver a ‘actualizar’ el socialismo. A medida que el expolio, saqueo y extracción de rentas imparable promovido por las élites occidentales desde la caída del Muro de Berlín, siga avanzando y llegue hasta el último euro de su cartera. En otras palabras, el socialismo, la revolución, historicamente, no llega en una capacidad (inexistente ) de ‘libre elección’ racional, y calculada de la mayoria social. Llega,el día antes, como solucion a su exterminio. Saludos

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    antonio

    12/04/2015 at 14:03

    • He leído sus comentarios sobre la generalización de la propiedad efectiva, en vez de una colectivización que en efecto, le dejaba a la burocracia la posesión y usufructo de los medios de producción. Muy interesante, lástima que nadie le contestó. Además sería una buena vía para un socialismo antiestatista efectivo. Un saludo antonio.

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      Hernan

      16/04/2015 at 02:09

    • Estudiar la economia de la empresas privadas (capitalistas en definitiva) es una formula de éxito seguro para solucionar problemas… en el socialismo. ¿Sorprendente?. No, en absoluto. El socialismo no deja de ser una empresa privada que se hace grande. O, dicho de otro modo, muchas empresas privadas que se hacen una. El socialismo es, en realidad, una ‘ampliacion’ del capitalismo. Una ampliación del nº de propietarios de los medios de producción. Las empresas privadas han ido encontrado soluciones en el tiempo a multitud de cuestiones de indole económico. En este caso, el del problema de los administradores/burocratas/gobierno y su excesivo poder ha sido resuelto desde hace mucho tiempo en la empresa privada . La solucion es que los administradores/burocratas no pueden tomar decisiones importantes sobre la empresa (p. ej. ventas de bienes e instalaciones, y otras muchas.. )sin que los socios lo aprueben mayoritariamente en asamblea. Socios/ciudadanos que son los propietarios efectivos y juridicos de la empresa. Con titulos-participaciones que garantizan su propiedad ante la ley. Siendo de este modo, el problema de los burocratas es secundario. El ciudadano socialista, en mi opinión, deberia tener en su poder titulos jurídicos ( con el valor económico que le toque).que le nombren propietario del Estado socialista ante la ley. Te agradezco tu comentario, Hernan. Saludos

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      antonio

      17/04/2015 at 13:17

  7. He leído todas sus notas sobre Cuba. Quedo a la espera de lo que cree que se debería hacer en la isla.

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    Santiago García

    15/04/2015 at 02:46


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