Rolando Astarita [Blog]

Marxismo & Economía

Cuba: crisis, globalización y giro al mercado (10)

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  La parte 9 de la nota, aquí

La política exterior, expresión del régimen burocrático

En las partes anteriores de la nota hemos puesto el foco en la política interior de la dirección cubana. Ahora el análisis se centra en la política exterior, que está orgánicamente vinculada con la naturaleza del régimen burocrático que rige en la isla: la política exterior de la dirección cubana es la continuación de su política interior, pero a su vez refuerza el régimen burocrático. Por eso también esta vinculación constituye el elemento de unidad que subyace en posiciones de política exterior que, a primera vista, aparecen como opuestas, y hasta contradictorias. Para ejemplificar lo que queremos significar, veamos el siguiente pasaje en el que Guillermo Almeyra describe, críticamente, la política exterior de Cuba. Dice:

“¿Quién puede negar la necesidad de apoyarse en la entonces Unión Soviética para reducir el costo del bloqueo estadounidense? ¿Pero era necesario decir que Brezhnev era un gran marxista, apoyar la invasión a Checoeslovaquia en 1968 o considerar que los consejos obreros húngaros o la movilización de la clase obrera polaca en 1980 estaban instigados por la CIA? ¿Quién podría oponerse a la intervención revolucionaria en África? ¿Pero era necesario apoyar al sangriento dictador Teodoro Obiang, de Guinea Ecuatorial, declarar gran marxista al somalí Siad Barre, agente de Estados Unidos, sostener la dictadura etíope de Haile Mariam, que oprimía a los eritreos? ¿La necesidad de romper el aislamiento en el campo diplomático latinoamericano imponía necesariamente reconocer el fraude en México y reconocer antes que nadie a Salinas de Gortari en medio de la movilización popular que lo resistía o apoyar como “antiimperialista “al dictador argentino Videla? ¿La necesidad de recurrir al turismo debe por fuerza llevar a construir lujosos campos de golf o marinas exclusivas? ¿No habría que preguntarse sobre los efectos políticos y morales de esa línea en escala internacional y en la misma Cuba? (“Notas a la “Epopeya Cubana” de Claudio Katz” (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=193372).

Esta descripción es acertada, ya que todos estos elementos opuestos los encontramos en la política exterior del castrismo. Sin embargo, no se trata de opuestos sin conexión de identidad, porque entre “ayudar a los sandinistas en su lucha contra la dictadura de Somoza” y “amparar a la dictadura de Videla en los foros internacionales”, para tomar dos posiciones polares del castrismo, existió una  unidad de contenido que no debería soslayarse. La misma consistió en una política que fue contraria a promover el poder autónomo de las masas trabajadoras, y favorable a la estabilización de regímenes capitalistas o burocráticos que se acomodaran a las “razones de Estado” de la dirigencia cubana, alineada, a su vez, con los soviéticos. Por eso, la afirmación “Cuba ayudó a los sandinistas a derrotar a la dictadura de Somoza” es unilateral si no se agrega que, una vez derrotado Somoza, la dirección castrista contribuyó a bloquear y anular toda tendencia anticapitalista que apuntara a desbordar por izquierda al FSLN. Una orientación que coincidió con la de varios gobiernos burgueses de la región, como México y Costa Rica; que también fue funcional a la estrategia de la socialdemocracia internacional; y principalmente, coincidió con los intereses de la URSS, opuesta a cualquier intento de “desestabilización socialista” en América Latina. En este punto es necesario subrayar la relevancia que tuvo el giro, en los años 1960, de Cuba hacia la órbita soviética.

Alineamiento con el stalinismo soviético

Ya en los años 1930 Trotsky decía que la burocracia stalinista buscaba preservar la URSS manteniendo un statu quo internacional, que pasaba por neutralizar (y reprimir, si era necesario) a los movimientos revolucionarios al interior del capitalismo, a cambio de que los Estados capitalistas no atacaran a la URSS. Así, refiriéndose a la burocracia soviética, Trotsky escribía: “Ahogando la espontaneidad y la iniciativa de las masas populares en su propio país, no puede suscitar en el mundo el pensamiento crítico y la audacia revolucionaria. Por otra parte, ella aprecia mucho más la ayuda y la amistad de los radicales burgueses, de los burócratas sindicales de Occidente, que la de los obreros separados de ella por un abismo” (La revolución traicionada).

Por eso, el principio rector de la “construcción del socialismo en un solo país” decía que las “razones de Estado” de la URSS estaban por encima de cualquier otra consideración. Se convirtió entonces en práctica corriente presentar a gobiernos burgueses como “amigos de la paz”; y aconsejar a los PC que no los atacaran si esto contribuía al sostenimiento de un acuerdo comercial o diplomático con la URSS. Una práctica que, con sus variantes, se mantuvo a lo largo de décadas. Por ejemplo, en la inmediata posguerra, y en aras de sostener los acuerdos firmados en Yalta y Postdam con EEUU e Inglaterra, la dirección soviética presionó a los partidos Comunistas de Francia e Italia para que colaboraran con la reconstrucción burguesa de sus países. Y por este camino se llegó a que, en nombre del socialismo, la URSS y el PC argentino (y Cuba, véase más abajo) defendieran a la dictadura de Videla. No fue un rayo en día sereno, sino el fruto necesario de una política de larga data. Miles de comunistas fueron educados en esa lógica de la “razón de Estado”; lo que explica, por otra parte, la obediencia ovejuna con que se aceptaron semejantes posiciones en las organizaciones stalinistas.

En este respecto, es imposible entender la política exterior de Cuba si no se la ubica dentro de la estrategia del stalinismo soviético, por lo menos desde fines de la década de 1960. Por aquellos años Cuba abandona posiciones radicalizadas -que buscaban extender la revolución a nivel continental a través del accionar de vanguardias armadas- y adopta una postura coincidente, en lo esencial, con la orientación soviética. El proceso fue relativamente rápido. A comienzos de 1966 Castro rompe públicamente con la dirección maoísta (considerada ultraizquierdista). Ese mismo año denuncia, en el cierre de la Conferencia Tricontinental, por “trotskistas” y “agentes del imperialismo y de la CIA”, a líderes, militantes e intelectuales de izquierda; entre ellos, al dirigente de la guerrilla guatemalteca Yon Sosa. En 1967 se realiza la Conferencia de la OLAS, que si bien se pronuncia por extender la revolución a América Latina, Asia y África, no cambia el curso en que ya estaba embarcado el castrismo. En octubre de ese año el Che, que había quedado aislado en Bolivia, es asesinado. Por aquel entonces el movimiento comunista oficial consideraba a Guevara un «aventurero irresponsable», por decirlo suavemente (desde 1965, por lo menos, el Che había adoptado una postura muy crítica hacia los soviéticos). Por fin, en 1968 se produce la toma de posición que marca un hito: Castro apoya la invasión de los países del Pacto de Varsovia a Checoslovaquia. Los intelectuales castristas que hoy quieren pasar por “radicales” e incluso “semi-trotskistas”, evitan referirse al asunto, pero el impacto que tuvo este pronunciamiento en el movimiento comunista mundial fue muy grande.

Uno de los resultados del giro fue que los grupos guerrilleros que habían sido apoyados en los 1960, dejaron de recibir asistencia material de Cuba, o tuvieron menos asistencia (aunque se siguió ofreciendo refugio en Cuba y entrenamiento militar). En 1970 el líder guerrillero venezolano Douglas Bravo acusó a Castro de abandonar la revolución continental para favorecer el desarrollo económico de la isla. A su vez, la guerrilla guatemalteca dirigida por Yon Sosa dejó de recibir cualquier tipo de asistencia, ya que no quería resignar su independencia. Los cargos por “trotskistas” y “provocadores de izquierda” por parte de los cubanos (dirigentes del PC o delegados de su Comité Central en países extranjeros) a militantes de izquierda que se resistían a sus orientaciones, se hicieron frecuentes.

Luego, en los años que siguieron, se consolidó la identificación política e ideológica del castrismo con la burocracia soviética. Por eso, en 1972, en ocasión de su viaje a la URSS, Castro podía declarar, sin despertar asombro, que “nuestro pueblo tiene absoluta confianza en la política de principios de la Unión Soviética” (27/06/72). Reafirmando esta orientación, Cuba otorgó la Orden José Martí, entre otros gobernantes stalinistas, a Nicolae Ceausescu de Rumania, a Erich Honecker de Alemania Oriental y a Leonid Brezhnev. Incluso Fidel Castro calificó de “gran líder” a Kim Il Sung, y declaró que “la Corea del socialismo” era un país de “trabajadores liberados, del pueblo soberano y digno, de los científicos creadores, de los niños felices…” (11/03/86; sobre Corea del Norte, aquí).

Gobiernos “amigos” y conciliacionismo patriótico

Coincidente con la orientación estratégica de mantener buenos términos y no molestar a los países “amigos”, y al calor del giro hacia la línea soviética, la dirección cubana embellecía a gobiernos burgueses, y disimulaba sus crímenes, cuando lo creía conveniente. En 1968, esto es, el mismo año del apoyo a la represión en Checoslovaquia, el PC cubano se mantuvo en silencio frente a la masacre de estudiantes en la plaza de Tlatelolco, por parte del gobierno mexicano. Y los gobiernos del PRI eran calificados por Cuba de “patrióticos” y “anti-imperialistas”. Por eso también, el castrismo pasó a apoyar el programa stalinista de revolución por etapas y de alianzas con las burguesías progresistas. Tal vez el ejemplo más destacado, a principios de la década de 1970, fue el consejo de Fidel Castro a los trabajadores chilenos de defender “la unidad nacional” detrás de Salvador Allende.

Efectivamente, en la extensa gira que realizó por Chile en 1971, Castro explicó que el objetivo fundamental de los trabajadores debía ser, en esa fase, conseguir la independencia de Chile del imperialismo, y que eso se lograba “con la unión del pueblo patriota” (discurso en el estadio Rancagua, 25/11/71). Con el mismo sentido, convocó a los mineros a mantener la disciplina para elevar la producción, ya que las minas pertenecían al Estado, por lo tanto había cesado “la contradicción fundamental entre los trabajadores y los propietarios” y había que “trabajar para la patria chilena” (discurso en la mina El Teniente, 24/11/71). Ante los universitarios de Concepción, sostuvo que en Chile se había iniciado un camino revolucionario, no reformista (18/11/71). Por último, aconsejó al pueblo chileno que confiara “en el hombre que hoy lo representa” y explicó que incluso se podía conversar provechosamente con los militares (2/12/71).

Este conciliacionismo cubano con las burguesías “progresistas y antiimperialistas” se reafirma en 1975, en ocasión de la Conferencia de partidos Comunistas de América Latina, realizada en La Habana. Un caso ilustrativo es el de Argentina. Recordemos que el partido Comunista argentino había llamado a votar, en 1973, al gobierno del general Perón, al que caracterizaba como “popular” y de “corte anti-imperialista y anti-oligárquico”. La realidad es que Perón alentó las bandas parapoliciales y de derecha (la llamada Triple A), que asesinaban impunemente a militantes de izquierda. A su muerte, el gobierno de Isabel Perón profundizó esa orientación semi-fascista. La Triple A se cobró miles de víctimas. Sin embargo, los delegados cubanos en Argentina se oponían a que el PRT de Santucho continuara su enfrentamiento con el gobierno de Isabel Perón (según comunicación personal de un ex militante del PRT que participó en esas discusiones, en 1975). Por supuesto, el argumento de los castristas no tenía que ver con alguna crítica al vanguardismo militarista del PRT, sino con la posición política de no atacar al gobierno argentino (que había cerrado muchos negocios con Cuba). Por eso acusaban a quienes se les oponían de tener “influencias trotskistas”. Esa tensión entre el PRT y la dirección cubana habría alcanzado un nivel muy alto a raíz del fracasado ataque al cuartel de Monte Chingolo, en Buenos Aires, en diciembre de 1975 (siempre según la misma fuente). De todas maneras, el hecho cierto y públicamente comprobable es que los crímenes de la Triple A no eran condenados por Cuba. Todo un antecedente para la posición que adoptarían la URSS y Cuba frente a la dictadura de 1976.

En definitiva,  la estrategia del stalinismo soviético pasó a constituirse, entre fines de los 1960 y principios de los 1970, en la guía directora de la política exterior cubana. Por supuesto, pudo haber matices en interpretaciones, o tensiones por alguna acción de Cuba no aprobada por los soviéticos (lo veremos más abajo en el caso de Angola). Sin embargo, Cuba nunca cuestionó la orientación de fondo del movimiento comunista oficial. La ayuda a movimientos anticolonialistas, o antirracistas, tuvo como contrapartida el apoyo político (y muchas veces material) a regímenes y gobiernos democrático burgueses reformistas, a capitalismos de Estado “anti-imperialistas» e incluso a dictaduras militares de Estados capitalistas, si ello era funcional a las “razones de Estado” de Cuba, y por detrás, de la URSS. El prestigio y la autoridad política que ganaba la dirección cubana con sus intervenciones internacionales, fueron puestos, una y otra vez, al servicio de estabilizaciones burguesas o burocráticas que, en definitiva, debilitaron mortalmente el programa del socialismo a nivel mundial. Observemos que también en esto existe un paralelo con lo realizado por el stalinismo “clásico”. Por ejemplo, puede pensarse en el prestigio y la autoridad del PCUS dirigido por Stalin, luego de Stalingrado, que fueron utilizados para bloquear la revolución en Europa Occidental, y consolidar regímenes burocráticos en Europa Oriental.

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Written by rolandoastarita

15/03/2015 a 18:34

5 respuestas

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  1. Reblogueó esto en Gerardo Daniel Rossi.

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    Gerardo Daniel

    15/03/2015 at 18:54

  2. Para el caso mexicano he encontrado algún video contemporáneo a la matanza de Tlatelolco del 68, en el que un dirigente del Partido Popular Socialista -organización que siguió siempre disciplinadamente las directrices de Moscú- no tiene empacho en sostener de frente a la cámara que los estudiantes son títeres de agentes trotskistas y de la CIA interesados en desestabilizar al nacionalista y antiimperialista gobierno mexicano. Lo que resulta casi anecdótico es que esas mismas organizaciones se disolvieron en parte en partidos socialdemócratas o han terminado los últimos años por participar acríticamente en coaliciones electoreras con la socialdemocracia, eso sí, mientras que ésta sea antiimperialista, o eso es lo que se repiten a sí mismos. Lo que aún me cuesta entender es cómo existen tantas organizaciones y partidos que reivindicándose como revolucionarios, continúan justificando las burocracias de los países mal llamados «socialistas». Supongo que era algo comprensible cuando la apología de la burocracia era recompensada por el apoyo de la URSS, pero hoy en día… me cuesta trabajo entender.

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    Luis

    16/03/2015 at 21:04

    • Luis, recuerdo ese video, ese dirigente era Lombardo Toledano. Saludos.

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      Hernan

      17/03/2015 at 23:58

  3. por qué no menciona este señor que los «revolucionarios» como Lenin y Trotsky eran agentes del imperialismo, que buscaba por sobre todas las cosas penetrar económicamente en la vieja Rusia y robar sus recursos? Este señor acomoda la historia de forma tal que Stalin es el aliado de la burguesía cuando históricamente fue al revés. Todos los movimientos guerrilleros (que Astarita llama orgullosamente «de vanguardia») se sabe que fueron financiados por servicios de inteligencia militar extranjeros. Sin apoyo logístico y militar de una potencia no hay guerra de guerrillas ni revolucionaria. Toda revolución es por penetración de ideas foráneas y de elementos indeseables que buscan vulnerar las costumbres locales y populares de una nación. Stalin protegió a Rusia y su cultura de toda esa inmundicia externa que desafortunadamente se filtró durante la revolución. Si Stalin no hubiera gobernado, Rusia hubiera sido como Brasil, una republiqueta bananera ahogada en la desorganización, mugre y atraso.

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    Iosif

    20/03/2015 at 23:46

    • ¿Se pueden juntar tantas imbecilidades en tan poco espacio? Iosif demuestra, sin dejar lugar a dudas, que es posible. Toda una hazaña intelectual.

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      rolandoastarita

      21/03/2015 at 10:04


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