Rolando Astarita [Blog]

Marxismo & Economía

Lógica del capital y crítica marxista (3)

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Tercera parte de la nota; las anteriores, aquí y aquí.

 “No hay núcleo unificador”

Una de las cuestiones centrales en que nos oponemos los que sostenemos que existe una lógica del capital y los críticos de esta tesis, es acerca de si hay una relación social núcleo, unificadora de la formación social. En este respecto, el crítico de la lógica del capital sostiene que la realidad social contemporánea no tiene un núcleo que sea conocible, y que incluso no tiene importancia que sea conocible porque, de todas maneras, no existe núcleo alguno. En consecuencia, la realidad es fragmentada: cada instancia -la política, la economía, lo institucional, la cultura, las ideas morales, la ideología, etcétera- es autónoma con respecto a las otras, y tiene el mismo poder explicativo acerca de la evolución social. Por eso, ni discute siquiera cuál puede ser la relación central; no tiene objeto analizar si la contradicción central es “imperio – nación” o “capital – trabajo” ya que la misma formulación de algún eje ordenador carece de sentido. Más aún, ni siquiera es conocible. Por lo tanto, la suma de “realidad no conocible” y “fragmentación” de instancias a igual nivel da como resultado un enfoque afín al pensamiento posmoderno. En particular, porque se rechaza la idea de que la economía es el ámbito central de las contradicciones sociales, y que la clase obrera es el sujeto social fundamental enfrentado a la clase capitalista (puede verse esta posición en Omar Acha, citado en la segunda parte de esta nota).

Esta tesis, además, se presenta como una suerte de “marxismo crítico”. Lo cual es un sinsentido, ya que si se niega la centralidad de la relación capital – trabajo, que está en la esencia misma de la crítica marxista al capitalismo, ¿qué queda del marxismo? La respuesta es que nada. Ni siquiera se podría argumentar, con Lukacs, que sería rescatable el método, ya que ¿qué método científico sería este que habría llevado a conclusiones equivocadas en lo que atañe a la tesis central de la teoría, a saber, que la sociedad capitalista se basa en la explotación del trabajo? Puede verse entonces que la negación de la lógica del capital no es políticamente neutra: se asocia a la negación de la centralidad de la explotación del trabajo. La negación es por partida doble: por un lado, se sostiene que no es conocible alguna relación social esencial, y en segundo término se afirma que esa relación no tiene centralidad alguna. Esto es, se afirma que no es conocible una relación que al mismo tiempo se sostiene que no tiene prioridad explicativa (a esto le llaman hoy “pensamiento no dogmático”). Pero si no hay posibilidad de conocer siquiera la relación social sobre la que se levanta la civilización capitalista, y si la clase obrera no es el sujeto central de oposición al capital, no hay lugar para una estrategia unificada contra el sistema capitalista y su Estado. Los cuestionamientos serían siempre parciales, a fragmentos de una realidad siempre desarticulada.

El crítico de la lógica del capital disimula el carácter conservador de su planteo hablando de la importancia de las luchas de las mujeres, contra la opresión nacional o étnica, por la libertad sexual, y similares. Pero no es esta la cuestión real que está en debate. Después de todo, cualquiera sabe que la militancia socialista, radical y antiburocrática, -esto es, aquella que critica regímenes como el de Corea del Norte y otras variedades de burocracias- participa, en su amplia mayoría, de las luchas por los derechos de las minorías oprimidas. Por eso, lo que en realidad se critica es la afirmación de que la relación capital – trabajo constituye la contradicción insuperable en tanto subsista la propiedad privada del capital. Proposición de la que se deriva la afirmación de que el sistema no se podrá alterar en lo esencial por el hecho de que el grupo de explotados y el grupo de explotadores esté compuesto por miembros pertenecientes a tal o cual minoría sexual, religiosa, nacional o étnica; o por el hecho de que estos tipos de opresión tienden a atenuarse con la evolución del modo de producción capitalista (como ha efectivamente ocurrido, por lo menos en los últimos 100 años). Por eso, sostenemos que la oposición binaria de clases es más fundamental, en relación al modo de producción imperante, que las otras oposiciones. Esta es la oposición que niega el crítico del “reduccionismo economicista”. Su crítica es a la tesis marxista que dice que las clases están definidas por una determinada relación con los medios de producción y por su lugar en la estructura productiva. Por eso piensa que los nuevos movimientos sociales podrían ocupar un rol de clase; de aquí también el énfasis en lo cultural, en lo discursivo y retórico en la formación de los movimientos políticos y la acción política.

Imposibilidad de conocer y construcción discursiva

Una de las cosas que más daño hacen a un planteo crítico y liberador es sostener que la realidad última del capitalismo -su naturaleza explotadora- no es conocible. Es que si la realidad social, en su naturaleza más esencial, no se puede conocer, no hay posibilidad de crítica radical. Y la afirmación de que la realidad no es conocible es una de las tesis centrales del posmodernismo en el terreno de la epistemología. La idea aquí es que, debido a que todos somos miembros de comunidades discursivas, estas determinan cuáles serán nuestras opiniones, interpretaciones y actitudes, de manera que cualquier proposición acerca del mundo solo refleja los marcos interpretativos de las comunidades en que vivimos y actuamos. En consecuencia, no hay verdad científica “objetiva”, ni maneras de conocer que sean científicas y racionales. Se trata, en el fondo, del problema epistemológico que los posmodernos heredan de los postestructuralistas: si el conocimiento del mundo que nos rodea solo es posible a través de estructuras conceptuales, articuladas por el habla, todo objeto de conocimiento no es más que una construcción, una representación particular, sea de un individuo, o un grupo (véanse los análisis críticos del posmodernismo de Antonio, 2000; Atkinson, 2002; Mirchandani, 2005; Rush, 1998; Sokal, 2008, en quienes nos basamos en lo que sigue). De esta manera, la crítica, correcta, a la tesis del conocimiento como reflejo o espejo (que subyace al positivismo) desemboca en la afirmación de la imposibilidad de conocer.

Lo cual conecta, a su vez, con el planteo de que la realidad social es construcción discursiva. Este enlace es esencial para entender por qué el crítico de la lógica del capital –en su versión más dogmática– afirma la imposibilidad de conocer y al mismo tiempo niega la primacía explicativa de las relaciones sociales de producción y la lucha de clases en el análisis social, para poner en el mismo plano las construcciones discursivas, las formas ideológicas o las modalidades culturales. Este es el verdadero contenido de su crítica al “reduccionismo economicista” y a la tesis de la centralidad de la oposición entre el capital y el trabajo. Por eso no hay rechazo de la lógica del capital sin negación de esos puntos básicos de la crítica marxista (primacía de las relaciones de producción, lucha de clases). Y no hay posibilidad de negarlos sin asociar el planteo a la tesis que dice que el núcleo de la explotación es “no conocible”. No es casual por eso que el conocimiento termine siendo el estudio de cómo los juegos del lenguaje constituyen la sociedad y las relaciones sociales de formas heterogéneas; de manera que todo conocimiento de esos juegos es fracturado y diverso, y el rol del investigador consiste en insistir en esta fragmentación para desarticular el conocimiento ordinario (tesis de Lyotard). Las sociedades están formadas “por inmensas nubes de materia lingüística, siendo cada nube estructurada “por un ‘juego de lenguaje’, es decir, por pautas específicas de interrelación lingüístico-social”. El lazo social entonces es lingüístico; es natural que en esta visión no tenga cabida hablar de la primacía de las relaciones de clase. La negación del realismo epistemológico, la reducción de toda discusión sobre la verdad a juegos de lenguaje, tiene este necesario correlato.

En otra variante del mismo enfoque crítico de la tesis de la lógica del capital, se sostiene que la realidad del capitalismo moderno se explica por la generación infinita de signos, las nuevas fuentes de poder (por caso, el capital financiero sería meramente generador de “signos” sin referencia alguna a la plusvalía, esto es, a la existencia de trabajo explotado). Esto sucedería porque, (Baudrillard dixit), la línea entre lo real y la representación lentamente “colapsa”, y solo tenemos simulacros, copias sin original, reproducidas hasta que se hacen reales. En la semiurgy (neologismo francés que significa el arte de crear signos y sistemas de signos) radical que estaríamos viviendo, la producción de mercancías habría perdido su centralidad para dar lugar, a través de la proliferación de signos, al poder del signo y de las simulaciones. En la misma vena, Lipovetsky sostendrá que el imaginario social tiene prioridad explicativa sobre la lógica social, y que las relaciones de producción son desbancadas por “las relaciones de seducción”. Todo esto encaja en el cuadro conceptual del teórico (pos)marxista “abierto y antidogmático” que rechaza la primacía de las relaciones sociales de producción y de cambio, así como la centralidad del conflicto de clase entre explotadores y explotados. Por eso su marco conceptual es tributario del posmodernismo más ramplón. El énfasis está puesto en la fragmentación y en el “no estar seguros”, ya que todo punto de vista es igualmente válido: el punto de vista del explotado y del explotador; el del judío encerrado en el campo de concentración, y el del verdugo. Son simples “perspectivas” e “interpretaciones”. Si no hay núcleo conocible, todo está en el mismo nivel explicativo. Entre la explicación de la crisis actual argentina por las relaciones sociales y las contradicciones de las fuerzas productivas, y la que dice que se debe a las pulsiones autodestructivas de la presidenta Cristina Kirchner, no habría posibilidad alguna de decidir cuál se acerca más a un discurso científico.

De conjunto, esta perspectiva metodológica e ideológica explica entonces una llamativa característica del discurso del crítico de la lógica del capital: su falta de crítica específica, concreta. Rechaza in toto que exista una lógica del capital sin tomarse la molestia siquiera de intentar refutar “desde adentro” la tesis que rechaza. Dado que todos son juegos discursivos, y partiendo que ha decretado ab initio la imposibilidad misma de conocer, le basta negar de manera externa lo que rechaza. En un mundo donde todo es discurso e interpretación de discurso, basta oponer un discurso a otro, sin generar siquiera la posibilidad de intercambio argumentado de razones. Serían simples juegos de poder, jugados a través de la creación incesante de signos. Hablar de la lógica del capital, desde este enfoque, es solo discurso del “marxismo de derecha y dogmático”, una proposición que carece de original en el mundo real, o de la que ni siquiera se puede hacer afirmación alguna sobre su realidad.

La naturaleza del capitalismo es conocible

Frente a la tesis posmoderna (que adoptan alegremente los posmarxistas) sostenemos que el mundo que nos rodea es conocible, y en particular, que la naturaleza del sistema capitalista es conocible. También sostenemos que la mente humana puede penetrar por detrás de las apariencias: por ejemplo, para entender que detrás de la apariencia del salario como “valor del trabajo” está la fuerza de trabajo; o que detrás de la ganancia como “rendimiento de la máquina” está la creación de valor por el trabajo. Más en general, para entender que existe una relación básica, la relación capital – trabajo, que se ha extendido y profundizado a nivel planetario en las últimas décadas.

Todo esto es lo básico de lo que entendemos por la actividad científica: siguiendo a Sokal, por ciencia nos referimos a una visión que da primacía a la razón y a la observación, y a una metodología que se caracteriza, por sobre todo, por el espíritu crítico, esto es, que se compromete a verificar constantemente los resultados mediante observaciones o experimentos (estos en las ciencias naturales) y a revisar o desechar las teorías que no superen las pruebas. Por ejemplo, si decimos que la relación capital trabajo se está extendiendo en el mundo, esto debe poder ser comprobado mediante observaciones -cuanto más rigurosas mejor-; y debemos tratar de explicar racionalmente el fenómeno. Lo que sostengo es que esta realidad, a saber, la extensión de la relación capitalista, que hasta ahora todos los datos nos la muestran como un hecho fáctico, es conocible. Por supuesto, admitir que existe una realidad objetiva, y que esta es conocible, no es sinónimo de adherir a una perspectiva empirista que niegue el rol activo del sujeto que conoce. El conocimiento más elemental, incluso el que pertenece al plano de la certeza sensible, solo es posible a través de estructuras conceptuales, como ha demostrado Hegel.

Sin embargo, el énfasis en el rol activo del sujeto que conoce no debe llevarnos a la idea de “todo es interpretación, todo es perspectiva”; o que la actividad de la mente construye el objeto que se conoce, como dice la tesis interpretacionista; o que las realidades sociales (clases sociales, relaciones de producción, etcétera) son meras construcciones discursivas.

En oposición a este perspectivismo e interpretacionismo, que llegan al idealismo, y siguiendo a Westphal (inspirado, a su vez, en la epistemología de Hegel), se puede afirmar que el conocimiento empírico es interpretativo a fin de reconstruir, no crear, el objeto del conocimiento (en paralelo con la idea de Marx del concreto pensado que reconstruye el concreto representado). Por esta razón, una epistemología activista es consistente con el realismo de sentido común.

No se trata entonces de entender “la verdad” como mera correspondencia – existe en el mundo algo que se llama capital, que está en correspondencia con mi representación mental, entendida como reflejo- sino de la coherencia entre nuestras concepciones del conocimiento y del mundo, y también entre estas y lo que nuestro conocimiento y el mundo son para nosotros. Así, en nuestro ejemplo, lo que la relación capitalista es para nosotros depende tanto de la noción que tenemos de capitalismo, con la que abordamos el conocimiento del mundo social que nos rodea, como de la existencia de ese mundo (hay trabajadores asalariados, títulos de propiedad, ganancias, etcétera) por fuera de nuestra mente, así como de la experiencia de conocimiento que hacemos de ese mismo conocimiento, que nos lleva a rectificar o modificar nuestras concepciones previas, y a profundizar en el conocimiento del mundo (véase una explicación más amplia aquí). Es en esta interrelación múltiple que el mundo es conocible, aunque el conocimiento sea siempre parcial y tenga mucho de provisorio. Es a través de este proceso que podemos reconstruir mentalmente el “núcleo ordenador”, la relación capital trabajo, de la sociedad en la que vivimos.

Por eso, el realismo epistemológico es compatible con una concepción histórica y social del conocimiento humano. Contra lo que dicen los interpretacionistas, la relatividad de nuestros esquemas conceptuales o marcos lingüísticos no elimina el externalismo del contenido mental: este último solo puede ser especificado por sus relaciones a partes o características del entorno del sujeto (Westphal). En particular, decimos que la realidad del capitalismo es conocible por los seres humanos -aunque ese conocimiento, insistimos en ello, sea siempre aproximado, y sea pasible de constantes correcciones– y que las proposiciones acerca de esa realidad social pueden ser sometidas a examen por el colectivo social. Por lo tanto, la noción del capital, y la intelección de las formas de movimiento y desarrollo del capital, no son construcciones mentales arbitrarias; tienen raíces en el mundo que nos rodea, y en las concepciones que elaboramos para entenderlo. Y decimos por eso que es necesario explicar que se puede conocer la naturaleza íntima del sistema capitalista, y sostenemos que esto es altamente favorable para desarrollar una crítica social.

Textos citados:
Antonio, R. 2000, “After Posmodernism: Reactionary Tribalism”, American Journal of Sociology, vol. 106, Nº1.
Atkinson, E. (2002): “The responsible anarchist: postmodernism and social change”, British Journal of Sociology of Education, 23, pp. 73-87.
Mirchandani. R. (2005): “Postmodernism and Sociology: From the Epistemological to the Empirical”, Sociological Theory, vol. 23, pp. 86-115.
Rush, A. (1998): Latinoamérica y el síntoma posmoderno, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Tucumán.
Sokal, A. (2008): Más allá de las imposturas intelectuales. Ciencia, filosofía y cultura, Barcelona, Paidós.
Westphal, K. R. (2003): Hegel’s Epistemology. A Philosophical Introduction to the Phenomenology of Spirit, Indianapolis, Cambridge.

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«Crítica marxista y lógica del capital (3)»

Written by rolandoastarita

02/09/2014 a 11:24

24 respuestas

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  1. Realmente me sorprende que personas relativamente instruidas puedan dar crédito a las patrañas idealistas de estos ‘marxistas no dogmáticos’. Es un retroceso de milenios en el pensamiento. Esto ya no es ni socialismo utópico, sino infradotado. En primer lugar, si el conocimiento verdadero no es asequible, como puede afirmarse semejante sentencia absoluta. Podría ser perfectamente falsa, pero, por lo visto, la coherencia lógica los tiene sin cuidado. En segundo lugar, se les podría responder con las palabras que London puso en boca de Ernesto Everhard: ‘El propio Berkeley (epítome del idealismo que negaba la existencia del mundo material por fuera de la idea -nota mía-) demostraba con cada acto práctico de su propia vida que toda su filosofía estaba plantada en el aire, se alimentaba con pan, manteca y buen rostisado, se afeitaba con una navaja de buen filo y tenía la inveterada costumbre de pasar por las puertas y no a través de los muros.

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    AP

    02/09/2014 at 16:08

  2. Soy marxista y no tengo la menor duda de que la lógica de valorización del valor (o del capital) es la raíz fundamental de los grandes problemas de la humanidad.
    Conozco los aportes de la filosofía de la ciencia y del giro lingüístico. Pienso que lo más significativo que nos han legado es darnos cuenta de que el mundo no tiene un significado en sí; de que no hay una sola manera de observarlo. En ese sentido, no existe un fundamento o criterio que permita juzgar la validez de una teoría por sobre otra que no sea el de la comunidad misma que lleva a cabo el juicio.
    Dije que el marxismo daba cuenta de una contradicción fundamental. Sigo sosteniéndolo, pero ante todo sé que un «problema de la humanidad» no es un fenómeno que se explique por sí mismo; mucho menos unívoco. La cuestión de «los grandes problemas de la humanidad» trae a colación la lucha ideológica, o la disputa por una «razón histórica» que permita generar centros articuladores para la reflexión (cuya centralidad es resultado de un triunfo histórico de cierta postura, no de una razón abstracta en su despliegue). Así, que la perspectiva marxista pueda aparecer y disputarse la explicación sobre ciertos fenómenos presupone una lucha ideológica que lo haga pertinente.
    Que exista una lógica del capital y ésta adquiera una importancia explicativa primordial dentro del marxismo se explica por la estructura formal de las explicaciones de dicha corriente (estoy de acuerdo en que si se abandona, de marxista no queda nada), no por elementos externos a ella (y los datos de los que se sirve el marxismo son también elementos de la teoría, pues los datos brutos no existen).
    Una cuestión derivada que parece importar poco a los marxistas es que la realidad se construye y los componentes de ésta son sistemas semióticos. De aquí yo haría una crítica a la estrategia política de los marxistas, pues pienso que es problemático suponer que el sujeto histórico resultante de la sociedad capitalista es necesariamente el proletario. Si bien es cierto que desde el punto de vista económico lo es, cuando se trata de pensar en la transformación del modo de producción nos interesa también que lo sea desde el punto de vista cultural, y en la actualidad, me parece que ha dejado de serlo (un lugar común son los conceptos de ciudadano o pueblo; o, peor aún, el montón de constructos identitarios que ofrece el mercado de consumo). En última instancia, ¿qué nos asegura la victoria?, ¿nuestra razón?, no lo sé, pero no me satisface pensar así…

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    Le Moine

    03/09/2014 at 02:15

    • Aclaración: en la última línea debí preguntar «¿nuestra razón abstracta?» en vez de «¿nuestra razón?»

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      Le Moine

      03/09/2014 at 02:19

    • Acerca de su última pregunta, de todas maneras la nota no trata acerca de alguna hipótesis de «victoria asegurada». Coincido en que desde el punto de vista ideológico y cultural la noción de clase obrera ha sido diluida en nociones como pueblo, ciudadano, integrante de la nación, etcétera. El posmarxismo es, en última instancia, la aceptación apologética de este hecho.

      Por otra parte, no entiendo qué quiere decir con que la contradicción capital – trabajo «no es un fenómeno que se explique por sí mismo». ¿Hay algo en el mundo que no se explique desde una perspectiva relacional e histórica?
      Por otra parte, la afirmación de que «la realidad se construye» debería ser matizada. El ser humano opera sobre un mundo en el que existen leyes objetivas (por caso, físicas), que no pueden ser «construidas» a voluntad (hay una corriente de marxistas que trabajan temas de ecología que recientemente han revitalizado esta idea, que considero fundamental). Y tampoco son «sistemas semióticos». La noción de que la Tierra es aproximadamente redonda es una reconstrucción mental de un hecho externo a nuestras mentes (de ahí la reivindicación del externalismo epistemológico que hago en la nota).

      Por último, esta cuestión de las determinaciones objetivas es fundamental para evitar caer en mesianismos idealistas, que fueron coberturas de regímenes despóticos «socialistas» (los casos de «construcción del socialismo en un solo país» de Stalin o Mao, que terminaron en desastres, bajo la bandera de «combatir el economicismo» o «el determinismo tecnológico»).

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      rolandoastarita

      03/09/2014 at 09:10

  3. Le Moine. Me desconcierta el criterio de validez de una teoría, dado por el apoyo que le presta la comunidad que la sustenta. Entiendo que este debiera estar dado por su capacidad de explicar la realidad y transformarla. Caso contrario, estaríamos en presencia de una inversión idealista en que realidad y ‘teorías’ son una misma cosa, o más bien, el mundo de las teorías es la auténtica realidad y la adhesión a tal o cual es mera cuestión de gustos, total, el mundo es oscuro e ininteligible. No se si es eso lo que quiere afirmar. Si es así, estoy en contra. Sobre el ‘sujeto revolucionario’. Coincido en que el proletariado es un sujeto potencialmente revolucionario. Que lo sea de hecho, es la consecuencia de una construcción, de la conversión de la posibilidad concreta derivada del lugar que ocupa en las relaciones de producción y la lucha que de esta emana, en asunción racional de fines y medios. Este proceso no equivale al despliegue de una ‘razón histórica’. No es la consecuencia de leyes de bronce inscritas en el universo metafísico de las ideas. Forma parte de la pelea por dar, en que, la lucha ideológica adquiere un papel primordial. No veo que este papel pueda ser substituido por otras clases, castas o agrupamientos sociales.

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    AP

    03/09/2014 at 12:33

    • AP. El criterio de validez de una teoría es la adecuación con los hechos. Pero seguir suponiendo que los hechos son independientes de las teorías es ya insostenible, por eso no existen teorías últimas ni fundamentos últimos sobre el mundo, y esa es la razón de que la comunidad científica juegue un papel primordial en la aceptación de la validez de una teoría (si no son ellos, ¿quiénes?, ¿Dios?).

      Con la segunda parte de la respuesta no tengo desacuerdos. En efecto, la lucha ideológica es primordial, y debe ser acompañada por una fundamentación objetiva (como es el caso del marxismo y no de otras corrientes que igualmente han logrado poner en cuestión un orden imperante) que posibilite orientar la historia en un sentido previamente racionalizado, en una dirección deseable.

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      Le Moine

      03/09/2014 at 22:55

  4. Así como la división convencional entre economía (economics) y sociología deja «ante portas» afuera a la crítica de la economía política (Adorno, Introducción a la sociología) , la división de la actividad académica entre idealismo vulgar, encarnado en la corriente posmoderna, y el materialismo vulgar que domina las ciencias naturales deja afuera al materialismo crítico, dialéctico, que es imprescindible para la crítica social. Exponer el carácter reaccionario de la corriente posmoderna es tan importante como exponer las trampas del positivismo altamente especializado y sofisticado de las llamadas ciencias duras.

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    Matías

    03/09/2014 at 21:03

    • Pero la nota no trata del positivismo, porque no es un argumento de los críticos de la tesis de la lógica del capital. No veo qué tiene que hacer en este tema el positivismo (a no ser que se asimile el realismo epistemológico, en el sentido que está planteado, con el positivismo). No se puede discutir todo al mismo tiempo.

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      rolandoastarita

      03/09/2014 at 21:52

  5. Respondo a Rolando. Primero la cuestión de que existan leyes externas a nosotros independientes de «sistemas semióticos». Existe el mundo, operamos en él sin la menor duda. No obstante lo que yo pondría en duda es el carácter ontológico de éste, como si la tierra fuera, de suyo, «aproximadamente redonda», y dicha distinción -vale decir, construcción- no fuera resultado del planteamiento de un problema y su resolución plausible. Las leyes de la gravedad son abstracciones hechas a partir de observaciones. Estas últimas se hacen -y sólo así son posibles- mediadas por un conocimiento previo que las orienta, no existen observaciones brutas o neutras. Luego, que se observe de una manera no excluye otras posibilidades, no obstante, en la ciencia no existe el «todo vale» (ahí la observación de Sokal viene muy bien), hay una serie de requisitos (formales, no de contenido) que se cumplen para hablar de una observación «objetiva» o científica (coherencia lógica, vinculación con referentes empíricos, etcétera).

    Volviendo al marxismo, diría que no debemos suponer que la lógica del capital es la realidad última de la socialidad (por más que no se conozca una propuesta más plausible), es que eso en última instancia (y sin duda, sin renunciar a la validez científica) requiere una lucha histórica, que se ubica fuera del terreno de la razón en su total pureza. Yo no digo que nos inventamos la realidad (eso es un sinsentido), sólo creo que no existe un fundamento último; eso no se decide sino en la confrontación y en la capacidad de resolución de problemas (y en volver acuciante resolverlos en ese sentido). La política y la lucha ideológica me parecen fundamentales desde este punto de vista.

    En cuanto al distanciamiento del sujeto estoy totalmente de acuerdo, cuando uno construye conocimiento no hay cabida para mistagogos. La propuesta no ha de depender de personas específicas, sino de sí misma.

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    Le Moine

    03/09/2014 at 22:43

    • «… lo que yo pondría en duda es el carácter ontológico de éste, como si la tierra fuera, de suyo, “aproximadamente redonda”, y dicha distinción -vale decir, construcción- no fuera resultado del planteamiento de un problema y su resolución plausible». Sinceramente, no entiendo ni jota. ¿Qué quiere decir «como si la tierra fuera, de suyo, aproximadamente redonda»? La tierra es aproximadamente redonda, sin «de suyo». ¿Qué significa «de suyo»?

      Luego escribe: «como si… dicha distinción -vale decir, construcción- no fuera resultado del planteamiento de un problema y su resolución plausible». ¿Usted está diciendo que la tierra es redonda a consecuencia de un planteamiento que ha hecho el ser humano? ¿Acaso que el ser humano sostiene que es redonda porque si planteara que es cuadrada no es una «resolución plausible» a no sé qué problema?

      Por otra parte, afirma que no existen observaciones «brutas o neutras». ¿Qué quiere decir «brutas»? ¿Qué quiere decir «neutras»? En la nota se sostiene una postura muy crítica con respecto al empirismo positivista. Pero no entiendo por qué usted parece oponerle esta idea de que no existen observaciones «neutras». Tampoco entiendo a qué se refiere con que «no existe un fundamento último». No entiendo a qué apunta esto.

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      rolandoastarita

      03/09/2014 at 23:57

    • «La tierra es aproximadamente redonda» es una proposición que afirma algo sobre un estado de cosas, lo que digo -y me disculpo por la oscuridad del planteamiento- sólo es que no debemos suponer que el estado de cosas es una cosa que existe (en términos cognoscitivos) de manera independiente al observador. Mi conclusión al respecto es que debemos admitir que no existe una teoría que lo resuelva todo ni que sea la más racional o verdadera, no obstante es posible que, si existe un acuerdo muy numeroso sobre un problema, la teoría que lo resuelve de manera más satisfactoria tome históricamente la centralidad de los debates (cuestión de tinte político-ideológico).

      Lo segundo. La aceptación y validez de una proposición, aunque se basa en los referentes fácticos, no puede provenir de estos últimos; tampoco se puede sostener que proviene del observador mismo, por eso dije que eso tenía que ver con una comunidad (tesis de Kuhn) que admite una proposición en función de una serie de criterios (por lo que decimos que es plausible) en función de la posibilidad de resolver problemas (para los cuales hay acuerdo) y generar nuevos horizontes de investigación.

      Decir que no existe un fundamento último significa que no hay un criterio trascendental (y «la realidad», después de Dios, ha sido el más socorrido por parte del pensamiento occidental) que permita fundar de manera decisiva la verdad de una teoría.

      Las observaciones neutras o brutas serían aquellas que se presumen meras descripciones sobre un fenómeno. Lo que dije tiene que ver con que no existe observación que no se encuentre mediada por una ordenación previa, que es un supuesto siempre discutible (nuestro lenguaje y aculturación impiden la posibilidad de observar sin ordenaciones previas, aunque es posible, en un segundo momento, observar de otra manera).

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      Le Moine

      05/09/2014 at 23:22

    • Usted afirma: “La tierra es aproximadamente redonda” es una proposición que afirma algo sobre un estado de cosas, lo que digo -y me disculpo por la oscuridad del planteamiento- sólo es que no debemos suponer que el estado de cosas es una cosa que existe (en términos cognoscitivos) de manera independiente al observador«.
      Realmente me cuesta entender que a esto se le pueda dar algún sentido que no sea idealismo puro. La tierra es redonda de manera independiente del observador. Esta es la esencia de lo que plantea el realismo epistemológico. Al margen de lo que pensaban los antiguos, hoy sabemos que la tierra era redonda.
      Que no existe una teoría que lo resuelva todo estamos de acuerdo (en la nota no se afirma nada al respecto).
      Sobre el fundamento último, nadie niega aquí que existe un «criterio trascendental». De todas maneras, el fundamento último de muchos conocimientos es la existencia de una realidad objetiva. El fundamento último de la verdad de la proposición «la tierra es redonda» es la existencia del planeta Tierra redondo; redondez que está dada por fuera de nuestra mentes (podemos intentar pensar que la Tierra es cuadrada, o plana, y no por ello va a cambiar su forma).
      Que las observaciones siempre se hacen a través de conceptos y estructuras mentales, es algo que está dicho en la nota, y el punto central del planteo de Hegel y Westphal.

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      rolandoastarita

      06/09/2014 at 00:23

    • Mi posición es:

      La teoría marxista es un aparato teórico formidable para explicar cómo opera el capitalismo, no obstante no hay fundamento para suponer que dicha concepción se impondrá tendencialmente en función de que es la única que explica sus fenómenos de manera adecuada o certera (de hecho, es posible que otras también lo hagan y sean excluyentes respecto al marxismo).

      Yo he sacado la conclusión práctica de que la lucha cultural (no diría ideológica, aunque sin duda se requiere un sistema ideológico como instrumento) y política es central en el marxismo y de eso nada se ve en las agrupaciones políticas de corte marxista, o si se ve, se hace bajo el supuesto de la vanguardia iluminada, el cual es insostenible.

      Como dato, acá en México, las pocas que quedan se dedican a repetir de manera mecánica lugares comunes de la estrategia y táctica de siglos pasados, su nula capacidad de aglutinar masas es desesperante.

      Saludos!

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      Le Moine

      05/09/2014 at 23:37

    • Rolo vos decis : » La tierra es redonda de manera independiente del observador. Esta es la esencia de lo que plantea el realismo epistemológico.» Desde hace mas un siglo F.Nietzsche planteo que solo hay interpretaciones y no hechos, que el gnomeno es un invento, que es el fin de la metafisica. En el realismo epistemologico se cree aun en que existe «la cosa en si», y que eso al ser metafisica es transhistorico.
      Eso es lo que nos divide a los que creemos que solo hay interpretaciones, pero lo digo bien fuerte, no todas las interpretaciones valen lo mismo.

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      Cecilia

      06/09/2014 at 14:38

    • No entiendo qué validez probatoria tiene la afirmación de Nietzsche. ¿Tengo que creer que no existe algo por fuera de mi mente, aproximadamente redondo, a lo que le hemos llamado planeta Tierra, solo porque lo dijo Nietzsche?
      Además, si niego la existencia de un fenómeno objetivo, por fuera de mi mente, tal como Tierra, ¿por qué tengo que creer que hay algo objetivo llamado «planteo de Nietzsche»? ¿Acaso no puede tratarse de su interpretación de algo que no podemos saber si existe, pero que usted ha llamado «planteo de Nietzsche»? Más en general, ¿con qué derecho afirma que «hay interpretaciones», por fuera de las suyas? Si niego que hay cualquier fenómeno objetivo por fuera de las interpretaciones, ¿por qué no puedo negar también el fenómeno objetivo de las interpretaciones? Con lo cual caemos en el solipsismo. Pero desde el solipsismo no hay manera de continuar.

      Además, ¿cuál es el fundamento para decir que «no todas las interpretaciones valen lo mismo»? ¿Por qué no puede valer lo mismo la interpretación que dice que Treblinka fue un mero invento de la propaganda judía y comunista, que la que dice que fue un centro de exterminio? Si no hay «hechos» tales como cámaras de gas, cadáveres, prisioneros, guardias, barracas, frente a los cuales se puedan contrastar (verificar, falsear, o como quiera hacerse) las «interpretaciones», ¿por qué una vale más que la otra? Si una cámara de gas no es un «hecho» sino una mera «interpretación», ¿por qué deberían tener razón los que acusan a los nazis de genocidas? Si la picana con que se tortura a un detenido no es un «hecho», sino una «interpretación», ¿a partir de qué fundamento se puede criticar su uso?

      Y así el asunto podría seguir con cualquier cosa que tomemos. Si no hay un hecho que se llama «aumento de precios en Argentina por encima de dos dígitos en el año 2008», por caso, tiene tanta razón el Indec como sus críticos. Según este mundo (idealista), las pruebas fácticas no afectan en absoluto la validez de las proposiciones que se formulan.

      Reconozco que de todas maneras no tengo manera de avanzar en un debate de este tipo. Como se ha dicho ya hace mucho, no hay forma de refutar el escepticismo radical y el solipsismo. Si yo digo «en Argentina hay hambre», y mi oponente dice «no hay un hecho llamado hambre, sino solo interpretaciones, y yo interpreto que en Argentina no hay hambre», no tengo manera de continuar. No hay manera de decidir mediante razones qué «interpretación» es preferible entre estas dos (u otras que se agreguen). Me parece una posición reaccionaria (pero tómelo como solo una «interpretación»), y solo me queda la curiosidad de qué le puede interesar de este blog.

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      rolandoastarita

      06/09/2014 at 15:57

    • Nietzsche y otros no dicen que no hay nada fuera de mi mente, Nietzsche no es solipsista. Lo que plantea es que no hay hechos, no hay cosa en si, solo interpretaciones. No es solo porque lo dijo Nietzsche, uno opta entre diferentes filosofias, nietzsche mismo dice que toda interpretacion es una intepretacion tambien es una interpratacion, en cambio el realismo epistemologico y por ende la metafisica en el pensamiento filosofico occidental es transhistorico.
      Repito Nietzche no niega fenomenos objetivos fuera de mi, nietzche destruye la cosa en si, ni dentro ni fuera de mi.
      Cual interpretacion tiene valor y cual no, se da en la practica historica. Por ejemplo El hecho de los campos ( lager) puede ser interpretado desde el punto Nazi y desde el actual, cual vale? Vale el actual en este momento historico. por que? no porque hay una cosa en si, sino por las luchas de poder, la verdad la realidad, se da en las luchas de fuerzas de poder. El gran problema de toda la filosofia desde los platon hasta Nietzsche incluido Marx es el pensamiento Metafisico.

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      Cecilia

      06/09/2014 at 16:21

    • La llamada «cosa en sí» (lo entiendo en el sentido que lo planteó Kant) también fue destruida por Hegel, y no por eso negó el externalismo epistemológico. Decir que «la cosa en sí» no existe no es sinónimo de afirmar que no existen hechos, que son independientes de las interpretaciones. Si planteo que existen fenómenos objetivos, estoy planteando la posibilidad de una epistemología realista (que no tiene por qué coincidir con el positivismo). Esto significa sostener que ese mundo externo se puede conocer (siempre aproximadamente).

      Por otra parte, usted confunde (a igual que todos los posmodernos) las cuestiones relacionadas a la sociología del conocimiento, con la cuestión de la validez científica. Esto es, indudablemente muchas teorías que se presentan como científicas son el resultado, total o parcial, de factores sociales, políticos, ideológicos, relaciones de poder, etc. En el tema del que me ocupo con preferencia, la economía, esto parece bastante claro, y es posible y necesario hacer un debate en torno a ello (debate que se ha hecho, y sigue haciendo). Pero esto no cierra el asunto (como lamentablemente pensaron muchas veces los marxistas dogmáticos, por ejemplo). Además del aspecto social-político, está la discusión acerca de la validez científica de esas teorías. Y aquí se plantea una discusión que, en buena medida, es independiente de las relaciones de fuerza y poder.

      Para ponerlo con un ejemplo sencillo: la crítica sraffiana a la teoría neoclásica del capital puede examinarse por su fuerza argumentativa y su relevancia práctica, al margen del hecho de que ha sido relegada (al menos en la mayoría de las grandes facultades de Economía) por los factores de poder. Es una discusión que puede hacerse sobre la base de argumentación científica (problemas lógicos en la noción de capital, relevancia explicativa, etcétera) que está por fuera de la relación de poder (prueba de ello es que los que detentan el poder en «Economics» evitan hacer esa discusión). Es un reduccionismo absurdo, y empobrecedor, pretender reducir toda la cuestión al marco sociológico o de poder. Limitarse a decir «la teoría neoclásica del capital «vale» (su expresión) porque los neoclásicos hoy tienen el poder». Por fuera de esas presiones de poder (que por cierto existen, y son fuertes, ya que se plasman en beneficios, becas, carreras académicas, etcétera), existe gente que busca la teoría que más se acerca a una explicación verdadera.

      Por último, sospecho que mucho de lo que usted dice acerca del poder en cuanto validación de teorías, se aplica a la teoría que dice que «no hay hechos, sino solo interpretaciones», y que diluye la cuestión de la verdad científica en la noche de un relativismo en el que «todos los gatos son pardos». La encuentro extremadamente funcional a ciertos factores de poder. Por eso, no puedo dejar de citar aquí a un autor citado por Sokal: «… el desplazamiento de la idea de que los hechos y la evidencia cuentan por la idea de que todo se reduce a los intereses y las perspectivas subjetivas es, -por detrás solo de las campañas políticas norteamericanas- la manifestación más destacada y perniciosa del antiintelectualismo de nuestra época» (Larry Laudan, citado por Sokal). No puedo estar más de acuerdo. Y otro autor, David Whiteis, señala en el mismo sentido que «la hipersubjetividad que caracteriza al posmodernismo» es un ejemplo perfecto «de la irracionalidad que ha contado históricamente entre las armas más poderosas del razonamiento ideológico de los opresores». De nuevo, no puedo estar más de acuerdo.

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      rolandoastarita

      06/09/2014 at 17:02

    • Entiendo su punto de vista, solo digo que el mio ( que lo tomo de Nietzsche y otros) plantea que no hay hechos o fenomenos objetivos. Cosas como el mundo externo se puede conocer, hay fenomenos objetivos etc todos eso es parte de un punto de vista epistemologico para nietzsche que es una interpretacion, al decir esto significa que no hay metafisica, que no hay algo fuera de las interpretaciones, repito por supuesto usted y la gran mayoria de la humanidad puede pensar que no es asi, y aun mas fuerte pensar que usted tiene la verdad y la razon.
      Ahora respecto a si se puede decir que dentro de la fisica por dar un ejemplo del siglo XXI es verdad que la tierra es redonda por supuesto que coincido con usted, no vale todo lo mismo y dentro de cada ciencia no vale todo lo mismo para cada moemento historico y no se juega por fueras de poder cual es la verdad.

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      Cecilia

      06/09/2014 at 18:25

    • Sí, está claro que no tenemos coincidencia. Y dado su punto de partida, no hay manera de ponerse de acuerdo, ni siquiera de hacer una discusión. Todos son puntos de vista, paradigmas incomparables. Ahora dice que es verdad que la tierra es redonda; pero si alguien dijera que es cuadrada, usted solo se limitaría a decir que «es otro punto de vista», según la entiendo. He visto bastante de esto en la facultad de Ciencias Sociales. De hecho, no tengo manera de establecer ningún tipo de intercambio de tipo científico con esta gente (aunque podemos hablar del tiempo, porque ahí entra más la interpretación, del tipo «qué frío hace» frente «qué calor siento»; mirar el termómetro parece que sería un intolerable «positivismo»).

      De todas maneras, no entiendo por qué llama usted al punto de vista materialista, o externalista, «metafísica». ¿En qué sentido es metafísica sostener que hay una realidad objetiva, por fuera de nuestra mente, por ejemplo, el Sol o la Luna?

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      rolandoastarita

      06/09/2014 at 18:41

    • No intente usar el sarcasmo, asi no se discute. Si podemos discutir.La tierra es redonda, dentro de una ciencia y no cuadrada y no pasa por si alguien lo dice ahora o despues.

      Metafisica en el sentido que dice Nietzsche, cree que hay realiadades y objetivas. Cree que hay algo mas que interpretaciones. a eso toda la filosofia post metafisica del siglo XX ( a la cual marx no llego)llama metafisica. No use palabras que no correspondan, no se llama posmodernismo. Son diferentes escuelas dentro de la filosofia, Desde Nietzsche, Heidegger, Foucault, etc.
      ¿Enonces usted no discute dentro de las ciencias sociales con los que piensan que la metafisica ha muerto, no discute con Agamben, Esposito, Foucault?

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      Cecilia

      06/09/2014 at 19:02

    • No uso el sarcasmo, solo me atengo a lo que dijo usted (y lo que dicen los posmodernos). Usted dijo, citando a Nietsche, que no hay hechos, solo interpretaciones. Alguien puede interpretar entonces que la tierra es cuadrada, o que ni siquiera hay tierra. «Solo hay interpretaciones».

      Acerca de las cuestiones que discuto, están en mi blog y libros. Elijo los temas que me interesan. No he leído a Agamben, no he leído a Espósito, apenas a Foucault, tampoco a Heidegger. Lo que leí de Nietzsche me aburrió soberanamente y lo dejé bastante rápidamente. Como tengo poco tiempo, distribuyo mis lecturas de la manera que me parece más conveniente. No discuto todo (aunque sé que es algo mal visto en ciertos ambientes de las ciencias sociales), sino algunas cosas, más bien referidas a economía política y análisis políticos. Con eso tengo bastante. Además, no tengo manera de discutir con gente que dice que no hay verdades, que no hay realidad objetiva, y que todo es interpretación. A partir de aquí, no hay manera de avanzar, como lo está demostrando este mismo intercambio.

      Por otra parte, es la primera vez que leo semejante definición de metafísica. Ni siquiera en el positivismo lógico encontré algo parecido.

      Por último, utilizo el término posmoderno en el sentido en que lo he explicado en la nota que usted comenta. Y considero que su visión coincide con esa noción de posmoderno.

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      rolandoastarita

      06/09/2014 at 19:19

  6. Creo personalmente, que no existe aun cientifico social que haya podido andar un paso mas que lo que nos dejo Marx en el Capital, toda elucubracion dada con respecto a la nueva sociedad socialista, se basa en el conocimiento de la arquitectura teorica capitalista, el marxismo o la teoria socialista de una nueva sociedad, debe construirse en base de las bases teoricas que nos dejo Marx, y no en el cientifismo de la ciencia capitalista. Y la base primaria del marxismo es la explotacion objetiva, comprobable diariamente del capital frente al trabajo, el querer negar esta realidad, es propio de defensores del capitalismo.

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    alonso jarrin

    04/09/2014 at 18:26

  7. Le Moine. Me resisto a pensar que usted, reivindicándose marxista, pueda desconocer la existencia material de un mundo, independiente de la existencia de seres racionales en condiciones de concebirlo. El mundo existió antes de la aparición del hombre y seguirá existiendo luego de que este desaparezca. Pensar que la existencia es una consecuencia del acto consciente de concebirse a si misma, es, en efecto una inversión idealista y lo contrario solo puede derivar de creencias sin fundamento. El hombre y sus teorías son producto de la evolución de la materia. Como diría Darwin, tan solo las preocupaciones y la vanidad que motivaron a nuestros antepasados a afirmar que descendían de semidioses, nos incita a protestar de la afirmación contraria. En lo que respecta al conocimiento, siempre es una aproximación, pero, no por ello menos válida y excluyente de teorías que no aciertan en describir el fenómeno en su forma y funcionamiento. Si el marxismo establece que la explotación es central al funcionamiento y autoperpetuación del capital, no veo como se pueda, al mismo tiempo, sostener lo contrario, o admitir que es solo una posibilidad. Lo que, en mi opinión, es una posibilidad, es la emancipación del trabajo. En efecto, si el proletariado no adopta conscientemente objetivos y medios, el socialismo no es un curso ineluctable. A lo sumo, puede afirmarse que la agudización de las contradicciones planteará de modo cada vez más acuciante su necesidad. En el fondo es la divisoria de aguas que separó a las corrientes reformistas-que planteaban la atenuación de la lucha de clases hasta su desaparición- de las revolucionarias que veían tendencialmente la continuidad e intensificación de la misma. Desde hace muchas décadas vivimos un embotamiento de la lucha de clases. Vemos como esta se remite a lo meramente reivindicativo, a lo sumo se eleva a lo parlamentario o estalla periódicamente en levantamientos que no se elevan a las alturas de una revolución, ni, la mayoría de las veces tienen al proletariado como sujeto principal e ideológicamente consciente y orientado. Como decía Lenin, solo de la fusión del movimiento espontáneo de las masas con los principios del marxismo puede surgir el ejército de la clase obrera. Esta ‘fusión’ hasta el momento de ha revelado insuficiente y cuando se ha dado, resultó derrotada. Nada nos autoriza a afirmar que esté excluída del escenario futuro. Por supuesto y dada la experiencia histórica, no parece muy cercana. Hay un retroceso muy grande en la conciencia del proletariado y una crisis ideológica instalada en el campo marxista que redunda en marginalidad y dispersión, configurando un contexto sobredeterminante del alcance y profundidad de las luchas de resistencia en curso. Coincido contigo, Le Moine, en que la lucha ideológica y cultural, por supuesto que sí, tiene frente a sí una tarea titánica. No por ello menos necesaria. Esta lucha debe darse tanto en el campo de la reorganización sobre nuevas bases teóricoprogramáticas de la vanguardia ‘ideológica’ como trascender en forma directa a la clase obrera. Lamentablemente está muy instalado el prejuicio de la clase obrera entendida como una base de maniobra manual a ser ‘dirigida’ por vanguardias iluminadas. Se requiere de un amplio y profundo trabajo de educación de clase trabajadora. La formación de una cultura marxista revolucionaria. Una corriente marxista de masas en el seno del movimiento obrero.

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    AP

    06/09/2014 at 10:35

  8. Rolando. No se si estoy discutiendo contigo o con un fantasma. Lo mismo da. Tampoco si lo podría hacer con Cecilia, cual espíritu reencarnado de Pirrón de Elis. Lo importante es lograr la ataraxia, es decir, la parálisis del juicio que renuncia a la posibilidad del conocimiento verdadero. Dado que ‘quien aumenta el conocimiento aumenta el dolor’ es la mejor manera lograr la felicidad y renunciar a cualquier pretensión teórica que no sea por puro entretenimiento.

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    AP

    06/09/2014 at 17:40


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