Rolando Astarita [Blog]

Marxismo & Economía

Mercancía, valor y relación social

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Rolando Astarita [Blog]  Marxismo & Economía El paro general del juevesEn una entrada anterior presenté una explicación de por qué, en la teoría de Marx, el capital es una relación social, consistente en la escisión entre propietarios y no propietarios de los medios de producción (aquí). En esta nota analizo por qué la mercancía y el valor son relaciones sociales. Más precisamente, por qué son el resultado necesario de una sociedad específica, caracterizada por la propiedad privada de los medios de producción. Este análisis permite también entender la diferencia sustancial entre la teoría del valor de Marx, y la teoría de Ricardo. Antes de entrar en el tema, aclaro que no pretendo sustituir la lectura de los textos de Marx. Simplemente trato de ayudar a la comprensión de algunos apartados del capítulo 1 de El Capital, como los referidos a la forma del valor.

Una primera aproximación

Empecemos con una primera aproximación a la noción de Marx de “forma social”. En los pasajes iniciales de El Capital Marx dice que en la sociedad capitalista la mercancía es “la forma elemental de la riqueza”, y poco después habla de la “forma social” de la riqueza material. Con esto quiere significar que, en la sociedad capitalista, los productos del trabajo humano, además de ser bienes físicos, tienen una propiedad o forma social, que consiste en ser mercancías. El trigo, por ejemplo, es mercancía, no por alguna cualidad física que le sea inherente, sino porque, bajo determinadas relaciones entre los seres humanos, es llevado al mercado para su comercialización; esto es, se convierte en mercancía. Su contenido material -y por ende, su utilidad-, es una condición para que sea mercancía, pero no determina al cereal como mercancía. Así, el trigo que producía una antigua familia campesina para su subsistencia, no era mercancía, aunque constituía una riqueza material que satisfacía sus necesidades. El ser mercancía, entonces, constituye una propiedad social, que remite a una forma de relacionarse entre los seres humanos para producir e intercambiar.

De la misma manera, también el valor constituye una cualidad social. Si digo, por ejemplo, que el trigo tiene tales y cuales propiedades nutritivas, y además vale x dólares, me estoy refiriendo a dos propiedades distintas. La primera atañe una cualidad física, que el trigo manifiesta con su cuerpo de trigo (la cantidad de nutrientes que posee la puedo examinar en el mismo trigo). La segunda, el hecho de que “vale”, es de otro tipo, es social, y por eso sólo la expresa el trigo a través de una relación, con el dinero, o con otra mercancía. Se trata de una propiedad objetiva (es el trigo el que tiene el valor), pero social, y por esta razón no puede manifestarse a través de alguna características física (véase Marx, 1999, p. 63, t. 1). Por eso también, el tener valor es una propiedad históricamente determinada; existieron sociedades en las cuales los productos del trabajo no eran mercancías, ni poseían valor, aunque sí valor de uso.

El segundo paso

En la sociedad capitalista los productos del trabajo se presentan como mercancías, y por lo tanto, como valores. En consecuencia, se intercambian en determinadas proporciones cuantitativas (x mercancía A por z mercancía B, etcétera). Esas proporciones son los valores de cambio (o los precios, si suponemos que hay dinero). Pero para que bienes cualitativamente diversos puedan compararse, argumenta Marx, debe existir alguna propiedad que les sea común. Además, cuando estudiamos los intercambios sistemáticos y repetidos de mercancías que son reproducibles por medio del trabajo, nos damos cuenta de que las proporciones en que se intercambian no son aleatorias. Tienen regularidades, esto es, existen ciertas proporciones entre los valores de cambio que se mantienen. Hegel dice en la Lógica que en estos casos hablamos de una “razón” que rige esas proporciones, que remite a alguna ley interna que rige. Esto nos lleva a pasar de la “superficie” (los valores de cambio, o los precios), a un nivel más esencial, que nos da la propiedad común que permite la comparación entre bienes cualitativamente distintos en sus valores de uso y propiedades físicas, y la ley que gobierna esos intercambios.

El análisis entonces demuestra que la única propiedad social que es común a las mercancías es que todas son productos del trabajo humano, considerado en su carácter de gasto humano de energía. Una vez hecha abstracción de los valores de uso -en tanto valores de uso todas las mercancías son diferentes- y del tipo específico de sus trabajos, queda solo un “residuo”, a saber, “una misma objetividad espectral, una mera gelatina de trabajo humano indiferenciado, esto es, gasto de fuerza de trabajo humana, sin consideración a la forma en que se gastó la misma” (Marx, 1999, p. 47, t. 1).

Llegamos así al concepto de valor, que podemos definir como el tiempo de trabajo objetivado, socialmente necesario, para producir la mercancía. Socialmente necesario porque para generar valor, los productores deben trabajar con una tecnología social y con una intensidad promedio, y también deben satisfacer necesidades sociales, que están determinadas cuantitativa y cualitativamente. De nuevo, vemos que el valor es una propiedad social: su contenido es tiempo de trabajo social. Aunque ese trabajo social -ese contenido o sustancia del valor-, aparece como una propiedad objetiva de las mercancías. Esto es, aparece como “valor” de la mercancía.

La pregunta que no se hace la economía burguesa

A partir de lo anterior, viene el punto que tal vez sea el paso crucial del argumento de Marx. El mismo empieza -al tratar la forma del valor, en el capítulo 1 de El Capital– por preguntarse por las características de la “objetividad” del valor. “La objetividad de las mercancías en cuanto valores se diferencia de mistress Quickly en que no se sabe por dónde agarrarla” (p. 58). Es que por más que se dé vuelta a una mercancía, no hay forma de aprehender algo que sea físicamente “valor”. Si volvemos un momento al pasaje  en que Marx se refiere al “residuo” que queda una vez hecha la abstracción de los valores de uso, vemos que habla de una “objetividad espectral”. Se refiere a que es una propiedad objetiva, pero que no se manifiesta en alguna característica física, que pueda ser medible; no hay “coágulos” o “bolitas” de trabajo socialmente necesario dentro de la mercancía, mediante los cuales ella pueda expresar que tiene valor. Esto se debe a que estamos ante una objetividad social, y como tal, “sólo puede ponerse de manifiesto en la relación social con otras mercancías” (p. 58). Solo a través de su comparación con otra mercancía, una mercancía determinada puede expresar que contiene valor.

Pero aquí se plantea una pregunta clave, que se hace Marx, y que nunca se había hecho la economía burguesa: ¿por qué esta forma del valor? ¿Por qué el tiempo de trabajo social tiene que manifestarse a través de esa propiedad objetiva de las cosas? Esto es, ¿por qué “el trabajo se representa en el valor”? ¿A qué se debe “que la medida del trabajo conforme a su duración se represente en la magnitud del valor alcanzada por el producto del trabajo”? (1999, p. 98, t. 1). En toda sociedad los seres humanos compararon directamente los tiempos de trabajo empleados en la producción de los diversos bienes, pero en la sociedad capitalista no comparan directamente trabajos, sino a través de “cosas que valen” en el mercado. ¿Por qué?

La respuesta es que se debe al tipo particular de trabajo que produce las mercancías. Es un tipo de trabajo específico, porque corresponde a una sociedad basada en propietarios privados de los medios de producción. Esto significa que cada uno trabaja de forma privada e independiente, pero a su vez forma parte de una división social del trabajo. De aquí que cada trabajo, que se realiza de manera independiente, tiene siempre que acreditarse como parte del trabajo social. En otros términos, son “productores privados de mercancías” (p. 131), que se enfrentan “como propietarios privados de cosas enajenables”, pero a la vez, integran el organismo productivo social. Son independientes, y por eso sus trabajos no son sociales de manera directa. Pero necesitan hacerlos valer en tanto trabajos sociales. Y esto último ocurre a través del mercado, donde los trabajos son comparados a través del valor de las mercancías. “Como personas independientes entre sí”, que están en una “relación de ajenidad recíproca” (p. 107), sus trabajos privados no son directamente sociales. En consecuencia, sólo se validan como sociales mediante la venta de sus productos.

Trabajo objetivado y forma de valor

Con lo anterior tenemos los elementos para comprender el que posiblemente sea el pasaje clave del análisis de la forma del valor, en que Marx demuestra por qué, para que haya valor, esto es, para que la mercancía tenga una propiedad que es a la vez social y objetiva, es necesario que encuentre la forma de expresarla, en su “lenguaje” de mercancía. Escribe: “Sin embargo, no basta con enunciar el carácter específico del trabajo del cual se compone el valor del lienzo” (p. 63). Esto es, no basta con decir que se ha empleado fuerza de trabajo humana, como gasto de energía. “La fuerza de trabajo humana, en estado líquido, o el trabajo humano, crea valor, pero no es valor”. Con esto Marx está diciendo que el trabajo constituye un principio explicativo del valor independiente, o sea, no remite a otro valor (véase Dobb sobre este aspecto, aquí). Sigue el pasaje: “Se convierte en valor al solidificarse, al pasar a la forma objetiva”. Podemos ver entonces que la mercancía tiene que adquirir esa “objetividad espectral” para que tenga la propiedad de “valer”, y para esto, es necesario que pueda expresarla como propiedad suya. Es lo que dice a continuación: “Para expresar el valor de la tela como gelatina de trabajo humano, es menester expresarlo en cuanto ‘objetividad’ que, como cosa, sea distinta del lienzo mismo, y a la vez común a él ya otra mercancía. El problema ya está resuelto” (ídem).

La forma del valor es entonces consustancial a la propiedad social, que deriva del trabajo realizado en condiciones de propiedad privada de los medios de producción. Para que el contenido del valor -tiempo de trabajo socialmente necesario- se plasme como propiedad objetiva de la mercancía, es imprescindible que ésta encuentre la manera de expresar esa propiedad. Y lo hace en el lenguaje de las mercancías, a través de los precios. Por eso, se trata de un mundo generado por los seres humanos, pero que éstos no dominan. Un mundo que, hasta cierto punto, se independiza de la sociedad: “el lienzo revela sus pensamientos en el único lenguaje que domina, el lenguaje de las mercancías” (p. 64). Esto es, la mercancía “dice” que su valor ha sido creado por trabajo humano abstracto, “diciendo” que otra mercancía, en cuanto es valor, está constituida por el mismo trabajo. De la misma manera “dice” que se trata de una objetividad que no es física, sino social, “diciendo” que el valor tiene el aspecto de otra mercancía (por ejemplo, el aspecto de oro, cuando éste se convierte en dinero). Por eso, para que haya valor, el trabajo privado debe ser validado como trabajo social en el intercambio: “es sólo en su intercambio donde los productos del trabajo adquieren una objetividad de valor, socialmente uniforme, separada de su objetividad de uso, sensorialmente diversa” (p. 89). Esa objetividad de valor es, por supuesto, el dinero. En esta concepción, la forma del valor es esencial para que exista el contenido, trabajo social objetivado; una cuestión que remite a la relación dialéctica entre forma y contenido, que presenta Hegel en la Lógica.

El apartado sobre el fetichismo

El apartado dedicado al fetichismo de la mercancía, que sigue al de la forma del valor, profundiza lo anterior (de hecho, la explicación del fetichismo ya está contenida en el análisis de la forma del valor).

Al inicio del mismo, Marx se pregunta de dónde devienen las complejidades que ha mostrado el análisis de la mercancía, y responde que no pueden derivar del valor de uso, ni del trabajo concreto (destinado a generar valores de uso). Pero tampoco “del contenido de las determinaciones del valor” (p. 87), esto es, de las características que conforman la sustancia del valor. Es que siempre los seres humanos emplearon energía en el trabajo; también tuvieron que interesarse por los tiempos de trabajo invertidos, y además, es un hecho que “tan pronto como los hombres trabajan unos para otros, su trabajo adquiere también una forma social” (p. 88).

Por eso, Marx vuelve a preguntarse de dónde sale ese carácter enigmático que distingue al producto del trabajo “no bien asume la forma de mercancía”. La respuesta es “de esa forma misma”. Es que la igualdad de los trabajos humanos, en la sociedad productora de mercancías, adquiere la igualdad de valores de los productos del trabajo; la medida del gasto de trabajo humano toma la forma de cantidad de valor; y “las relaciones entre los productores… revisten la forma de una relación social entre los productos de sus trabajos” (ídem). Esto significa que una relación social entre los seres humanos, adopta “la forma fantasmagórica de una relación entre cosas” (p. 89). Pero ello ocurre porque se trata de un trabajo social particular: son productores privados, propietarios privados de los medios de producción. En palabras de Marx: “Si los objetos para el uso se convierten en mercancías, ello se debe únicamente a que son productos de trabajos privados ejercidos independientemente los unos de los otros” (1999, p. 89, t. 1). También: “La división social del trabajo convierte en mercancía el producto del trabajo, y con ello torna en necesaria la transformación del mismo en dinero” (p. 132). No es un capricho, sino una necesidad que deriva de la misma estructura social. Dado que los trabajos son privados, dado “el comportamiento puramente atomístico de los hombres en su proceso social de producción” (p. 113), sólo en el acto de cambio esos trabajos adquieren su realidad como partes del trabajo social. Por eso también, la venta del producto es el “salto mortal” de la mercancía, el momento en que el trabajo privado se sanciona como social. Si por alguna circunstancia, el productor no puede vender su producto, metamorfosear la mercancía en dinero, significa que su trabajo privado no ha generado valor, no ha sido validado socialmente.

Asimismo, refiriéndose a la objetivación del trabajo en tanto valor de la mercancía, Marx escribe: “de hecho, los trabajos privados no alcanzan realidad como partes del trabajo social en conjunto, sino por medio de las relaciones que el intercambio establece entre los productos del trabajo y, a través de los mismos, entre los productores. A éstos, por ende, las relaciones sociales entre sus trabajos privados se les ponen de manifiesto como lo que son, vale decir, no como relaciones directamente sociales trabadas entre las personas mismas, en sus trabajos, sino por el contrario, como relaciones propias de cosas entre las personas y relaciones sociales entre las cosas” (p. 89). Los trabajos privados solo alcanzan realidad como partes del trabajo social conjunto a través del intercambio. Éste es el punto que Ricardo pasa por alto (también Sraffa e incluso algunos marxistas influenciados por el enfoque ricardiano). Parecen olvidar que en la sociedad mercantil los trabajos “no son directamente sociales”.

En otras sociedades

El carácter específicamente social del trabajo en la sociedad productora de mercancías es subrayado por Marx al compararlo con el trabajo en otras sociedades, donde los hombres no relacionan entre sí los productos de sus trabajos en tanto valores. Así, en la Edad Media europea, dado que las relaciones personales constituyen la base social, los trabajos y productos no asumen la forma de valores y mercancías, y los trabajos son directamente sociales (véase p. 94). Algo similar ocurre si el trabajo es colectivo, esto es, si está “directamente socializado”. En las familias patriarcales rurales, por ejemplo, “los diversos trabajos… en su forma natural son funciones sociales, ya que son funciones de la familia y ésta practica su propia división natural del trabajo, al igual que se hace en la producción de mercancías” (p. 95). Pero en este caso, y a diferencia de lo que ocurre en la producción mercantil, el gasto de fuerzas individuales de trabajo “se pone de manifiesto desde un primer momento como determinación social de los trabajos mismos” (ídem). También bajo “una asociación de hombres libres que trabajen con medios de producción colectivos y empleen, conscientemente, sus fuerzas de trabajo individuales, como una fuerza social” (p. 96), los trabajos serán directamente sociales. No necesitarán validarse como sociales a partir del intercambio de productos con valor.

Trabajo abstracto y concreto

Lo desarrollado hasta aquí permite comprender la importancia que tiene el examen crítico, realizado por Marx, de la distinción entre el trabajo concreto y abstracto. Recordemos que luego de haber reducido, mediante el análisis, el valor a trabajo socialmente necesario objetivado, Marx explica que así como la mercancía tiene valor de uso y valor, el trabajo tiene dos determinaciones: en tanto generador de valores de uso, todos los trabajos son concretos (reúnen múltiples particularidades, habilidades, etcétera), pero como generadores de valor, todos se igualan en cuanto gastos humanos de energía. En este último respecto, hablamos de trabajo abstracto. Pero, ¿cuál es la relevancia de esta distinción?

Reside en que pone de manifiesto el carácter específico del trabajo en la sociedad productora de mercancías. Es que en toda sociedad los seres humanos debieron gastar fuerza de trabajo (energía, músculos, nervios) para procurarse los bienes de uso. En este sentido, puede decirse que el trabajo, “considerado como universalidad abstracta”, es una categoría que expresa “la relación más simple y antigua en que entran los hombres cualquiera sea la forma de sociedad” (Marx, 1980, p. 305). Sin embargo, sólo en la sociedad capitalista el trabajo abstracto pasa a tener generalidad, y adquiere “realidad práctica”. Pasa a ser general porque solo en la sociedad capitalista se llega a una totalidad muy desarrollada de géneros de trabajos, ninguno de los cuales predomina sobre los demás. Para millones de seres humanos, hoy el trabajo cuenta como “simple gasto de energía”, es “trabajo simple” (y alienante), que sólo les produce un ingreso.

Pero en segundo lugar, y vinculado a lo que acabamos de explicar, el trabajo abstracto adquiere “realidad práctica” porque el gasto humano de energía ya no está presupuesto en la particularidad del trabajo, como sucedía en las sociedades no productoras de mercancías. En aquellas sociedades, el gasto humano de energía era un rasgo, una determinación, del mismo trabajo, que “se pone de manifiesto desde un primer momento como determinación social de los trabajos mismos, puesto que las fuerzas individuales de trabajo sólo actúan, desde su origen, como órganos de fuerza colectiva de la familia” (Marx, 1999, p. 95, t. 1). En esas sociedades no se trabajaba para producir valor, sino valor de uso. Lo que subyace a esta situación es una relación social: existe una fuerza colectiva -en el ejemplo citado, una familia- que distribuye el trabajo del conjunto, y cada una de las partes está asumida, ab initio, como parte de ese todo. El gasto humano de energía está presupuesto como gasto de la la colectividad productiva.

Distinta es la situación en la sociedad mercantil capitalista. Ahora, los trabajos privados, para validarse, deben ser productores de valores de uso y de valor, ya que el trabajo concreto (el trabajo en su forma natural) no es directamente social. Sólo se hace social a través de la generación de valores, que se sancionan en el mercado, mediante el lenguaje de los precios. Por eso, el trabajo debe aparecer bajo la forma indiferenciada de trabajo humano. Es una sociedad en la que se trabaja para producir valores, aunque para esto haya que crear valores de uso. Esta escisión, este doble carácter del trabajo, está en la base de la contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas -creación de riqueza material- y los problemas derivados de la valorización del capital (caída de la tasa de ganancia). Es que el capital debe producir valor y valor de uso, y esta contradicción estalla cuando la valorización del capital entra en conflicto con la producción material, se interrumpe la acumulación y se paralizan las fuerzas productivas (véase Marx, 1999, cap. 15, t. 3).

Mercado, propiedad privada y teoría socialista

Naturalmente, la teoría del valor de Marx encierra una crítica al mercado. Dado que los trabajos se comparan a través de los precios, la regulación de los tiempos de trabajo ocurre a posteriori, “como necesidad natural intrínseca, muda, que sólo es perceptible en el cambio barométrico de los precios del mercado y que se impone violentamente a la desordenada arbitrariedad de los productores de mercancías” (1999, p. 433, t. 1)̣. En este ámbito, “la casualidad y el arbitrio llevan a cabo su enmarañado juego en la distribución de los productores de mercancías y de sus medios de producción entre los diversos ramos sociales del trabajo” (ídem). Por eso, en tanto subsista la propiedad privada burguesa, existirán los movimientos anárquicos de los precios, las subas y bajas abruptas de la producción, con sus consecuencias de despilfarro de trabajo humano social. Esa “anarquía de la división social del trabajo” no se puede suprimir con medidas administrativas; ni con intervenciones del Estado burgués (al estilo de controles de precios, y similares). Su origen y razón de ser es social, lo que significa que es consustancial al modo de producción capitalista.

Más en general, podemos decir que este modo de producción se distingue, en primer lugar, por el hecho de que la producción para el mercado pasa a ser la forma dominante y generalizada de la producción; y en segundo lugar, porque tiene como objetivo “directo y determinante de la producción”, la generación de plusvalía. De ahí que el eje de la crítica marxista es a la propiedad privada de los medios de producción. Ya en el El Manifiesto Comunista Marx y Engels plantearon que el rasgo distintivo de la teoría del comunismo (y de su programa) es la abolición de la propiedad burguesa: “la teoría de los comunistas puede ser resumida en una sola frase: abolición de la propiedad privada”. La noción de la mercancía, el valor y el capital como relaciones sociales, históricamente determinadas, está en la base de esta crítica a la relación social sobre la que se levanta la civilización burguesa.

Textos citados:
Marx, K. (1999): El Capital, México, Siglo XXI.
Marx, K. (1980): Contribución a la crítica de la economía política, México, Siglo XXI.

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«Mercancía, valor y relación social«.

Written by rolandoastarita

17/09/2013 a 10:44

35 respuestas

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  1. Toda la mercadería inventariada que se liquida a un costo menor al de producción se intercambia por otra que también tiene valor de uso, pero no siguiendo la relación que propone Marx de igualdad de horas de trabajo.

    En el mercado no se intercambian las mercancías con el criterio que propone Marx. Eso es una falacia y ya fue refutada por Böhn-Bawerck hace más de un siglo. El valor de toda mercancía es subjetivo y depende de lo que los consumidores estén dispuesto a pagar, y de lo que los vendedores estén dispuesto a cobrar.

    La economía «burguesa» (otro concepto que proviene del polilogismo) sigue teniendo razón.

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    Guido

    17/09/2013 at 12:36

    • Cualquier exceso de mercancías respecto de la necesidad social se vende por debajo de su valor. Veo que ha descubierto la mayonesa. Siga así, y pronto descubrirá la mostaza, el ketchup, la salsa golf, y vaya uno a saber cuántos aderezos más.

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      Vico

      17/09/2013 at 13:52

    • Hasta en la agresión personal no deja de meter la pata. ¿Por qué no sigue con las «bolitas y los tropos»? Ya le dije, es lo suyo.

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      rolandoastarita

      17/09/2013 at 14:25

    • Al decir –Guido o Bohn-Bawerk– «El valor de toda mercancía es subjetivo», ¿está queriendo decir que «la noción de valor» no se refiere a una «relación social»? Si es esto lo que quiere decir, entonces se contradice de inmediato al afirmar que «depende de lo que los consumidores estén dispuesto a pagar, y de lo que los vendedores estén dispuesto a cobrar». Y si no es eso lo que se quiere decir, entonces no se está discutiendo la tesis de este artículo, sino otra cosa. En general, lo subjetivo no se opone a lo social, salvo que se piense en seres que tienen subjetividad y no son sociales (por ejemplo, que tienen subjetividad pero no lenguaje articulado).

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      villanuevafj

      18/09/2013 at 00:07

    • Está bien Profesor Astarita. Me rindo, usted tiene razón en todo lo que dice.

      Espero su artículo diciendo cuántos kilos de papas hay que producir, cuánta mayonesa, cuánta salsa golf, etc, etc. También espero que escriba acerca de lo que se le va a pagar a cada ciudadano por hacer el trabajo que hace, y su brillante teoría de cómo determinar el trabajo complejo en horas de trabajo simple. Usted debe saber la forma de que no haya «trabajo social desperdiciado», y de que la economía sea perfecta.

      Adelante Profesor, escriba su artículo. Ustedes, los marxistas, son perfectos. Yo no lo insulto, lo elogio.

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      Guido

      15/02/2014 at 20:21

    • De todas maneras, ya le adelanto un costo: escribir imbecilidades es gratis; así que, sin problemas, dele nomás.

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      rolandoastarita

      15/02/2014 at 22:35

    • No son imbecilidades Profesor. Cada día que pasa, el sueldo alcanza cada vez para comprar menos cosas. Me gustaría leer su solución a todo esto.

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      Guido

      16/02/2014 at 08:45

  2. Rolando usted comenta en su nota «es común a las mercancías es que todas son productos del trabajo humano, considerado en su carácter de gasto humano de energía.» y «que este modo de producción se distingue, en primer lugar, por el hecho de que la producción para el mercado pasa a ser la forma dominante y generalizada de la producción» ¿Ello explicaría como el modo de producción capitalista trata de «mercantilizar» la tierra, el dinero o la fuerza de trabajo que por su propia naturaleza no pueden ser mercancía?

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    JHaydn

    19/09/2013 at 12:51

    • No entiendo bien qué quiere decir que «por su propia naturaleza» la tierra, el dinero o la fuerza de trabajo no pueden ser mercancías. La fuerza de trabajo se convierte en mercancía a partir del momento en que los productores son despojados de las condiciones objetivas de producción y subsistencia; su valor deriva del valor de los medios necesarios para su reproducción. El dinero es una mercancía especial, ya que se presta a interés debido a que puede funcionar como capital. La tierra es una mercancía que deriva su precio (no tiene valor) de la capitalización de la renta (que se explica por la ley del valor trabajo). Por otra parte, es cierto que el sistema capitalista tiende a mercantilizar todo. Por eso Marx dice que incluso la honestidad o la dignidad tienen precio.

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      rolandoastarita

      19/09/2013 at 13:22

    • Con la expresión “por su propia naturaleza” hacia referencía al hecho que hasta la irrupción del modo de producir capitalista resultaba impensable concebirlas como mercancías (como sucedía con la fuerza de trabajo como recogió el lema de la OIT «el trabajo no es una mercancía»).

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      JHaydn

      20/09/2013 at 14:26

  3. Una pregunta ¿porque la tierra es una mercancía? si para Marx para que sea mercancía tiene que tener valor, ser producible, etc(primeros capitulos del capital); características que no tiene la tierra.

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    Nacho

    19/09/2013 at 20:16

    • ¿De dónde sacó que para Marx toda mercancía tiene que tener valor, y ser reproducible? la tierra es una mercancía, desde el momento en que se compra y se vende, y por lo tanto, tiene precio. Pero no tiene valor: «Es la renta capitalizada… la que forma el precio de compra o valor del suelo, una categoría que, prima facie, y exactamente igual que el precio del trabajo, es irracional, ya que la tierra no es el producto del trabajo y en consecuencia, tampoco posee valor alguno» (p. 802, t. 3, El Capital). Aquí se demuestra que Marx era perfectamente consciente de que la tierra se convierte en mercancía, en el capitalismo, aunque no es producto del trabajo.

      También sostiene (cap. 3 t. 1)que la forma precio admite la posibilidad de una incongruencia cualitativa entre valor y precio, de tal modo que «el precio deje en general de ser la expresión del valor. Cosas que en sí y para sí no son mercancías, como por ejemplo la conciencia, el honor, etc., pueden ser puestas en venta por sus poseedores, adoptando así, merced a su precio, la forma mercantil. Es posible, pues, que una cosa tenga formalmente precio sin tener valor».

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      rolandoastarita

      19/09/2013 at 22:02

  4. Hola.gracias por la respuesta.Usted me pregunta de donde saque que para Marx toda mercancía tiene que tener valor, etc; pues bien, es lo que dice el capitulo que trata que es la mercancía. Por eso le preguntaba. Y si la tierra se compra y vende no quiere decir que sea mercancía… puede ser un bien. ¿o mercancia es todo aquello que se compra y vende? ¿que caracteristicas posee para que se convierta en mercancía? ¿que cualidades tiene una mercancia para que ser mercancia?¿el precio?.

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    Nacho

    20/09/2013 at 10:35

  5. y el párrafo que usted cita( el segundo) dice muy claramente que esas cosas no son mercancías pero si son pasibles de entrar en relación mercantil. Que son dos cosas muy distinta. Por que si no, no tiene sentido todo lo que dijo en el primer capitulo definiendo a la mercancía, etc y su teoría del fetichismo.

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    Nacho

    20/09/2013 at 10:44

    • El segundo pasaje se refiere al honor o la conciencia, y dice que estas cosas «en sí y para sí no son mercancías». Esta es una expresión para señalar que por su carácter, origen, etc. no son mercancías (y hay mucha gente que no las convierte en mercancías). Pero «toman la forma mercantil», esto es, tienen un precio, y en cierto sentido, también van al mercado. En cuanto a la tierra, que era el motivo de su pregunta, es claro que se compra y vende, hay un mercado regular para este bien, con cotizaciones regulares de precios. Aunque no tiene valor, como ya se explicó.

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      rolandoastarita

      20/09/2013 at 11:39

  6. Yo creo que el intercambio entre Nacho y el profesor Astarita sobre la delimitación semántica del término «mercancía» es absolutamente central, porque a menudo se cuelan en el debate, no solo con subjetivistas sino entre los propios marxistas, malentendidos provocados por no referirse a los mismos objetos con los mismos nombres.
    Yo creo que Nacho tiene razón, y que en general Marx identifica «mercancía», no con todo lo que se compra y vende y tiene un precio, sino con aquél valor de uso que se produce en condiciones capitalistas, es decir, exclusivamente para ser vendido y valorizar el capital.
    No obstante, es cierto que el propio Marx a menudo flexibiliza los términos pero, aunque no soy experto citador de Marx, creo que no solía «confundirlos»: creo recordar que cuando habla de la fuerza de trabajo dice que se vende «como una mercancía». Y si es cierto en que su teoría del dinero lo hace surgir como mercancía, y exigiendo por tanto que tenga un valor, un tiempo de trabajo socialmente necesario para su reproducción, también es cierto que como «equivalente general» la primera consecuencia es que queda «excluido del mundo de las mercancías», precisamente porque, para funcionar como dinero, tener un valor intrínseco es un estorbo.

    En todo caso, creo que más importante que el uso concreto que hiciera Marx de los términos, y volviendo al principio, no creo que sea muy problemático elegir un nombre u otro para una u otra categoría. Yo por mi parte no elegiría «mercancía» para denominar todo aquello que tiene precio, incluyendo por tanto la fuerza de trabajo, la tierra o unos derechos de explotación del espacio radioeléctrico (o como dice Marx, la conciencia o el honor); creo que habría que reservar ese término para identificar a aquéllos valores de uso que «tienen en común haber sido producidos por el trabajo humano».
    Aún, creo que habría que hacer una limitación adicional para identificar la «mercancía» como una tercera categoría, interior a esas dos, que nos evitaría muchas confusiones, y que creo que en El Capital está latente pero no explicitada: la de aquellos frutos del trabajo social que, a su vez, son reproducibles mediante trabajo social adicional. Esto dejaría las bicicletas, los dictámenes técnicos o el maíz como auténticas «mercancías», categorías de aplicación plena de la determinación del valor como objetivación del trabajo abstracto necesario para su reproducción, separando otros «objetos» como las obras de arte irrepetibles, las patentes, u otras obras humanas que, aunque sean fruto del trabajo, basan su precio en que «su oferta» no puede ampliarse con aplicación adicional de trabajo social, dato que indica precisamente que no tienen un valor, «forma social de objetivación del trabajo abstracto como riqueza material».

    Por otra parte, el profesor Astarita tiene razón en que cuando oímos y hablamos de «mercantilizar» todo lo que está al alcance nos referimos a comprarlo y venderlo, a ponerle un precio.
    Lo que creo que está fuera de toda duda es que debemos ponernos de acuerdo en qué significan los términos que utilizamos.

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    escaiguolquer

    22/10/2013 at 06:37

    • No se si Marx usó el término de «mercancía» en este sentido más restringido, creo que podría ser útil un término especial, para no andar haciendo aclaraciones que ocupen todo un párrafo cuando se quiere distinguir un tipo de mercancías de otras.
      Pero lo que creo recordar es que para Marx la FdeT es una mercancía, y no solo se vende como tal. Si no me estoy olvidando de algo, su producción es regida por las mismas leyes que dominan la producción de otras mercancías reproducibles, según la segunda sección de El Capital.
      Por otra parte, no creo que para la mercancía dinero el tener un valor como el de cualquier otra mercancía sea un estorbo, sino al contrario, una condición necesaria y fundamental de su función como equivalente del valor de todas las demás mercancías. Si no tuviera valor propio, no podría ser equivalente en valor a otras mercancías, y por lo tanto esas mercancías no podrían reflejar su valor en la mercancía dinero. No recuerdo ahora en qué sentido exacto decía Marx que el dinero queda excluido del mundo de las mercancías, acaso porque se opone a todas ellas como equivalente universal y porque «ya es valor» sin necesidad de dar el «salto mortal» de la venta.
      Pero igual el oro tiene un valor que, abstrayéndonos de alguna situación anómala que pueda afectar su precio o su oferta, está determinado en términos iguales a los de otras mercancías, es decir que si un minero produce con una productividad inferior a la del rubro «oro», producirá menos valor que el promedio, y viceversa, y este valor promedio estará determinado por el TTSN.
      Saludos.

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      Ezequiel

      23/10/2013 at 09:16

    • Tiene mucho sentido lo que dice. De hecho es lo que suelo leer de la mayoría, si no todos, de los autores.
      En todo caso, yo no me separaría aquí del importante asunto de ir decantando términos concretos y que sean de uso aceptado por todos los marxistas para categorías restringidas muy importantes para el análisis.
      Aparte de ser un asunto muy importante, como dice «para no andar haciendo aclaraciones que ocupen todo un párrafo cuando se quiere distinguir un tipo de mercancías de otras» es que no se suele hacer en ningún sitio. En lugar de eso, solemos perder el tiempo (y a menudo el huimor y hasta la cordialidad entre nosotros) discutiendo sobre malentendidos y usando las mismas palabras con distintos significados. Así es imposible sacar adelante un análisis (dialogado) mínimamente científico.
      ¿Qué les parecería, en este sentido, reservar el término «mercancía» para aquellos objetos económicos (con precio) que son producidos, y reproducibles, mediante la aplicación de trabajo social?
      Podríamos, además, usar el término (de economía convencional) «bienes y servicios» tanto para las mercancías como para esos otros objetos económicos producto del trabajo humano pero no reproducibles, por las razones que sea, prácticas (obras de arte), jurídicas (propiedad intelectual)…
      Por último, y como categoría más general, la esfera que englobaría a las anteriores sería la de los «objetos económicos», incluyendo todo aquello que es susceptible de tener precio, por ser susceptible de ser comprado-vendido.
      Quizá los términos no les gusten pero en lo importante ¿estaríamos de acuerdo en los criterios de delimitación? De mas a menos amplitud:
      1. tener precio
      2. ser objeto del trabajo social (en nuestro ámbito de análisis, significa «trabajo asalariado»)
      3. tener una oferta libremente ampliable, por ser reproducible en condiciones análogas mediante aplicación adicional de cantidades análogas de trabajo social.

      Con ello podríamos ir superando el trabajo pionero (pero creo que mal resuelto) del profesor Guerrero en Manual de economía política (2 vols.), Síntesis, 2002, (), pág. 14-16, y en Dinero, capital ficticio, trabajo improductivo y sistema financiero, VII JORNADAS DE ECONOMIA CRITICA, ALBACETE, 3-5 FEBRERO 2000, para el plenario «La fragilidad financiera del capitalismo»

      salud

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      escaiguolquer

      24/10/2013 at 05:48

    • Supongo que como los términos ya tienen historia, sería difícil que la propuesta tenga éxito. Aunque sólo fuera por pereza, el tener que distinguir el significado de un término en la literatura anterior, de su significado futuro, ya sería todo un problema. Ya me imagino las discusiones interminables sobre qué concepto de «mercancía» se etá usando, si el viejo o el nuevo, etc.
      Calculo que lo más práctico podría ser entonces usar un término doble, como «mercancía-reproducible» hasta que podamos inventar algún aborto del lenguaje como el que ahora une en «choripán» al sanguche de chorizo.
      Saludos.

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      Ezequiel

      24/10/2013 at 18:49

    • Yo no veo la necesidad de inventar un nuevo término (además de coincidir en que estos inventos no resultan, si no expresan una necesidad). La idea está bastante clara: son mercancías todos los bienes que se llevan al mercado, sean producidos por el trabajo, o no. Cualquiera entiende que la tierra es una mercancía, aunque no haya habido trabajo humano para producirla. Tiene precio, y no tiene valor. Por otro lado, están las mercancías que pueden reproducirse mediante trabajo humano, y por lo tanto tienen valor, y precio.

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      rolandoastarita

      25/10/2013 at 08:53

    • Sí, entre marxistas no supongo que haya confusión sobre esto, aunque ante tantas interpretaciones «originales» sobre cualquier punto teórico, y porque conozco muy poco a otros marxistas, no me atrevo a afirmarlo con seguridad.
      Más bien la dificultad está con los que hacen fuerza para no entender. Nunca le vi la cara a un austríaco cuando se le explica que las mercancías son reproducibles y las consecuencias de ello, pero pagaría unos mangos para verlo. Claro que ninguna innovación terminológica les allanará el concepto, ni vale la pena hacer el esfuerzo pedagógico ante tamaña resistencia.

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      Ezequiel

      25/10/2013 at 14:13

    • Profesor Astarita, parece que la rae le da la razón: mercancía sería cualquier cosa mueble susceptible de compra y venta (aunque el requisito de ser mueble excluye la tierra, no veo ningún argumento económico para reducir el concepto a las cosas que el derecho considera muebles).
      Y en lo que se refiere al uso de términos, la tradición y la inercia son un argumento de grandísimo peso, así que como proponen Ezequiel y Rolando, tendremos que usar «mercancía» en el sentido amplio del diccionario (con independencia de cómo lo usara Marx), y podemos resumir como «mercancía reproducible» aquéllas cuyo valor se mide por el tiempo de trabajo abstracto socialmente necesario para su reproducción.

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      escaiguolquer

      25/10/2013 at 19:03

    • Hola, lei sus comentarios y pensé mucho en ello y aun así no puedo ponerme de acuerdo con ustedes. Creo que definir la mercancía de la forma que lo hacen es, simple y llanamente, teoría neoclasica como también subjetivista. Dejo un problema… ¿como se explica la teoría del fetichismo de la mercancía, para aquellos grupos de bienes que no tienen valor? ¿no habría fetichismo de la mercancía en ese caso?y aun así,creo, se puede elaborar una teoría del fetichismo de la mercancía para estos bienes que no son en sentido estricto «mercancías».

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      Nacho

      05/11/2013 at 16:10

    • Me olvidaba, no es un problema de definición semántica. Es una cuestión técnica. Mercancía es un termino técnico que tiene que dar cuenta de un campo empírico posible. ¿que es el mercado? el intercambio mismo de determinados objetos o servicios que, en su acción, se transforman en mercancías. Por eso a una «mercancia» no se la puede llevar al mercado. Aunque estos intercambios se hagan en un lugar, el lugar o no puede ser una mercancía.

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      Nacho

      05/11/2013 at 16:18

    • Sobre el concepto técnico no hay que olvidar el gran descubrimiento de Marx: Fuerza de trabajo. No se trata de inventar por inventar, eso esta claro. ¿ Se imaginan ustedes haciéndole estos argumentos que escriben a Marx en su tiempo? ¿que les respondería? Esta es también una de las enseñanzas que dejo.

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      Nacho

      05/11/2013 at 16:25

    • Nacho: lo que usted viene a decir es que hablamos de asuntos que no tienen conexión con la realidad; que son, en ese sentido, «metafísicos».
      El caso es que no es así, o no pretendemos que sea así. Trae usted mismo un ejemplo que me viene al pelo para explicárselo: la categoría esencial en Marx (su «gran descubrimiento» como usted dice) de la Fuerza de Trabajo. La Fuerza de Trabajo consiste en delimitar de la realidad un concepto, una categoría que hasta entonces no se había identificado, y que siempre se había confundido con el trabajo mismo, con el Proceso de Trabajo. Y, siendo fundamental como es, no es ningún invento metafísico (permítanme el chiste: Marx no «inventó» la Fuerza de Trabajo, sino que la «descubrió» en la realidad). El caso es que una «simple» delimitación novedosa de la categoría, una «simple» identificación del objeto real desde una perspectiva nueva, ofrece una explicación del mundo radicalmente diferente. Revolucionaria.
      Por supuesto, no estoy diciendo que la discusión que aquí nos ocupa tenga el mismo alcance que la categoría de la Fuerza de Trabajo. Lo que creo haberle demostrado es que las discusiones sobre los límites exactos de los términos que empleamos, de las categorías, son útiles, a menudo imprescindibles, para entender la realidad.

      salud

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      escaiguolquer

      06/11/2013 at 05:20

    • Por cierto, Nacho, que lo que dice acerca del fetichismo y del mercado no se entiende nada (lo cual me reafirma sobre la necesidad del rigor en el uso de términos científicos) así que prefiero no contestar basándome en intuiciones sobre lo que creo que quiere decir (se lo digo «de buen rollo», no se me enfade)

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      escaiguolquer

      06/11/2013 at 05:24

  7. Señor Astarita,

    Los marginalistas dicen que no sólo el trabajo humano está presente en todas las mercancías, sino también la utilidad subjetiva de la demanda.

    Si bien a mi no me convence la utilidad marginal como determinante del valor, si creo que es cierto que es también común a todas las mercancías y todavía no encontré el argumento definitivo en contra de ella.

    Incluso reconocen que en el largo plazo los precios de mercado y los de producción tienden a igualarse, pero su argumento es que son los costos de producción los que tienden a los precios de mercado y no al revés como se defiende desde el marxismo:

    «Las influencias que los costes de producción –y de las condiciones técnicas de producción–puedan desempeñar sobre los precios ya fueron perfectamente desentrañadas por el economista austriaco Eugen Böhm-Bawerk durante el auge revolución marginalista.
    En el capítulo de “la ley de costes” de La teoría positiva del capital, el austriaco expone que las valoraciones subjetivas de los consumidores sobre las disponibilidades de bienes de consumo finales determinan sus precios y esos precios son los que a su vez determinan las demandas empresariales de los factores productivos y, por tanto, el precio de los factores productivos.

    Como explicaba para el caso del hierro: “Procedamos a examinar la secuencia causal que da lugar a los precios de mercado.

    Claramente, nos conduce por una línea continua desde el valor y el precio de los bienes basados en hierro al componente que supone el coste del hierro, y no al revés. La valoración subjetiva, por parte de los consumidores, de los productos basados en el hierro constituye el primer eslabón de la cadena. El proceso comienza con las valoraciones monetarias que permiten a los consumidores participar en la demanda de los productos basados en el hierro. Entonces, esas valoraciones monetarias, a través de los mecanismos que ya hemos estudiado, determinan el precio de los productos basados en el hierro. El precio resultante de esas mercancías les indica a sus productores la intensidad de valor monetario que pueden conferir a la materia prima hierro, y por tanto el valor monetario con el que pueden entrar a competir por la compra del hierro. Y de ahí, finalmente, llegamos al precio de mercado del hierro”. En este sentido, parecía indudable que son los precios de los bienes de consumo los que determinan los costes de producción. Sin embargo, Böhm-Bawerk explica que existe un mecanismo de realimentación por el cual, aparentemente, son los costes los que determinan los precios.

    ……

    »

    http://juanramonrallo.com/2013/08/critica-a-la-teoria-neo-ricardiana-y-clasica-del-valor/

    Un saludo

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    Carlx

    28/10/2013 at 21:33

    • La madre del cordero es que, como dicen los anglos, la teoría subjetiva se eleva del suelo tirando de los cordones de sus propias botas. Y así, elevados, se encuentran muy agusto quienes están conformes con el mundo en que vivimos, pero resulta que sus visiones apologistas NO casan con la realidad. Aunque esto les trae sin cuidado desde sus posiciones elevadas: tanto su elevada posición teórica, inmune a la realidad porque pretende que la realidad no es cuantificable, como su elevada posición práctica, sobre el plustrabajo extraido de la parte productiva clase obrera.
      Me explico (lo intentaré):
      Toda la descripción de cómo los precios «podrían» derivarse de las utilidades (valores subjetivos) percibidas por los demandantes de los bienes constituyendo así un sistema completo y coherente es, para empezar, una falacia lógica (se basa en errores matemáticos, como demuestra este artículo).
      Pero en todo caso, hay algo más grave, y previo, a las inconguencias lógicas internas (que la economía convencional lleva más de un siglo intentando superar por los más imaginativos medios, pasando de utilidades cardinales a ordinales, a preferencias reveladas, a psicología aplicada y a dios sabe qué mas artilugios). Y es que al final lo que tenemos es una aseveración que parece inocua pero que es demoledora para lo que pretende ser una ciencia social: el valor sería una cualidad subjetiva.
      Es decir, que podemos olvidarnos de medir el valor. Y eso, en cualquier sentido operativo práctico equivale a eliminar la posibilidad de que la economía sea una ciencia. Si su objeto de estudio es subjetivo, y por tanto no se puede medir ni comparar ni adicionar ni delimitar, no puede haber ciencia. A lo sumo, podemos recurrir (como hace la «economía» convencional) a una escalada interminable entre artistas de la descripción, el «sentido común» y la narración evocadora. Pero no hay manera de hacer ciencia, porque no hay manera de medir si la realidad respalda o contradice lo que mantenemos.
      Efectivamente, el objeto de estudio de la economía es el valor, y no puede ser otro. Sus «sustitutivos», los precios (cantidades de dinero) o las mercancías (cantidades de valores de uso, en terminología de Marx), son malas aproximaciones, puesto que, a pesar de ser las necesarias formas del valor, los necesarios «portadores» de valor, debido a la inflación y a los cambios de productividad su valor es cambiante. Hecho que a su vez nadie niega, pero que solo mediante la aproximación de Marx puede explicarse científicamente, cuantificarse (y no retóricamente).
      Y todo ello simplemente por el sistema revolucionario de Marx: la cantidad de valor es tiempo de trabajo socialmente necesario, perfectamente identificable, cuantificable, adicionable y comparable.

      Resumiendo, la teoría subjetiva del valor es una teoría del NO-valor, de NO existencia de una «sustancia» (o como le quiera llamar cada uno) social (evidentemente no es materia ni energía; ni siquiera «oscura») que se pueda llamar valor. Y, con ello, excluye la posibilidad misma de un enfoque científico, cuantitativo, del estudio de la economía.

      Respecto a sus dudas sobre la afirmación de Marx de que la única característica común a todas las mercancías es su origen en el trabajo humano, que delimita así el campo de aplicación del término «mercancía» y con ello de la aplicación de su teoría del valor, hasta la aparición de las rentas económicas, la usura o venta por encima del valor «intrínseco», desde luego en la sección I del libro I de El Capital. La crítica radical de von Böhm-Bawerk, que mencionas, efectivamente es la más repetida, por aparentemente acertada, de los economistas vulgares al enfoque de Marx.
      Si no todo lo que se vende por dinero exige tiempo de trabajo social para ser reproducido, todo el sistema de Marx, basado en que lo común a toda mercancía es precisamente eso, se derrumbaría. Esto no es así, puesto que Marx supera el escollo de David Ricardo compatibilizando la teoría cuantitativa social del valor con la realidad observable de la fijación de los precios por factores espureos en las más variadas circunstancias, con aparente independencia del «valor trabajo». Y lo hace uniendo la esencia profunda del valor con la observación concreta (de Bohm-Bawerk o de cualquiera) y aparentemente caótica (no medible, subjetiva), por medio de sucesivos eslabones, a lo largo de El Capital.
      No obstante, apreciar esto que yo aquí me limito a aseverar exige un estudio serio, profundo, de una obra seria, densa, profunda y separada del modo en el que nos han entrenado a pensar la realidad, y esto no es sencillo ni rápido.

      En todo caso, subyace una antigua inquietud que haces explícita, que yo he sufrido alguna vez, sobre la «demostración de la teoría del valor»: ¿cómo demostrar que la magnitud del valor es proporcional al tiempo de trabajo socialmente necesario? Incluso el profesor Diego Guerrero lo ha intentado, pero yo (y Sergio Cámara) creo que se equivoca. De hecho, creo que la posición de Marx, hecha explícita en la carta a Kugelman que el propio Guerrero cita, es que la teoría del valor es una hipótesis de trabajo no sujeta a demostración. De hecho, su demostración sería la adecuación de su teoría a la realidad.
      Siguiendo ese enfoque, podríamos, y debemos, darle la vuelta al argumento: ¿cómo podrían ser subjetivos los valores y explicar la indefectibilidad de los pinchazos de las burbujas? Es decir, partiendo de la base de que los bienes, servicios, y los activos, y cualquier cosa que se pueda vender porque alguien esté dispuesto a pagar por ella, tiene un valor cuya única cuantificación es el dinero que se está dispuesto a pagar por ella en función de las condiciones psicológicas del comprador, ¿porqué necesaria e indefectiblemente se pinchan las burbujas, si sólo tienen beneficiarios y nadie sale perjudicado?¿porqué es imposible extender su vigencia o, al menos, impedir su retroceso violento y destructivo?

      Al final, todo esto, partiendo de la propia obra de Marx, no son sutilezas teóricas vanas ni pasatiempos inútiles. Es que tiene consecuencias políticas, y muy graves.
      Según los distintos sabores del discurso convencional, como el valor es subjetivo o, dicho llanamente, no existe nada cuantificable detrás del devenir económico, podemos estar permanentemente en discursos literarios engatusando a la clase obrera en persecución de capitalismos buenos de edad de oro, en periodos eternos de acumulación capitalista sin crisis y con continuas ampliaciones simultaneas de la inversión y la productividad, y con ellas del empleo, los salarios reales y las condiciones de trabajo y de vida de «la población». O, cuando esto se revele falso y venga la crisis de rentabilidad, acudir con urgencia al discurso del sacrificio, la competitividad y la «vuelta a la realidad» para que todos (bueno, al menos muchos) podamos tener un empleo digno, porque no hay alternativa y lo demás son «utopías».

      El análisis riguroso, científico, cuantitativo, del valor permite a Marx explicar a la clase obrera (no es otro su público objetivo) porqué dentro del capitalismo no tiene nada bueno que esperar, y por qué es insostenible a la larga. Como decía el difunto Jose Luis Sampedro, no es que «otro mundo es posible», es que «otro mundo es seguro». Si ese futuro es «socialismo o barbarie» es lo que nos toca resolver entre todos.

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      escaiguolquer

      29/10/2013 at 06:41

  8. Señor Astarita

    Le cito:

    «En toda sociedad los seres humanos compararon directamente los tiempos de trabajo empleados en la producción de los diversos bienes»

    Muy interesante, durante el feudalismo y el esclavismo entiendo que se intercambiaban los bienes y servicios directamente por su valor trabajo.
    ¿Pero también utilizaban el dinero no?

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    Carlx

    28/10/2013 at 21:39

    • La idea de Marx es que los seres humanos siempre compararon tiempos de trabajo, pero no necesariamente a través del mercado y el dinero. Esto es elemental a la teoría de El Capital.

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      rolandoastarita

      28/10/2013 at 23:44

  9. Interesante articulo. Profesor, ha escrito algo sobre la realidad económica de Venezuela donde explique los problemas que enfrenta ese pais? gracias de antemano

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    Alfonso

    20/11/2013 at 11:58

    • Traté el tema en varias notas. Me interesa entre otras razones porque mucha gente piensa que se está construyendo el socialismo en Venezuela. Incluso muchos marxistas argentinos apoyaron al chavismo.
      Lo he tratado en Socialismo chavista (1) y Socialismo chavista (2); en Socialismo siglo XXI; luego a raíz de la devaluación de 2013, aquí. Y más en general, una serie de tres notas, que arranca aquí, sobre los «socialismos» en base a renta petrolera.

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      rolandoastarita

      20/11/2013 at 14:56

  10. Buenas profesor, gran artículo que me ha ayudado a aclarar ciertos conceptos, pero aun sigo teniendo dudas con respecto a la determinación del valor de cambio de las mercancías no reproducibles, ya que según tengo entendido, los asalariados no pueden generar plusvalor si el producto de su trabajo no tiene valor abstracto (tiempo socialmente necesario). Por ejemplo, un servicio como la psicología clínica, la cual no existe digamos un «trabajo socialmente necesario», el trabajo no pagado a los psicologos asalariados, ¿no sería por tanto plusvalor? ¿qúe determina el precio de las sesiones?

    No sé si leerá un comentario a una entrada de hace ya 8 años, pero gracias si lo hace ^^

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    René

    18/12/2021 at 18:05


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