Rolando Astarita [Blog]

Marxismo & Economía

Luchar sin ilusiones

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Rolando Astarita [Blog]  Marxismo & Economía El paro general del juevesEn esta nota quiero destacar un aspecto del discurso marxista que muchas veces se pasa por alto, o se desconoce. Se trata de la lucha por acabar con las ilusiones de las masas oprimidas, sea acerca de su situación, o de las soluciones a sus males padecimientos. Marx habla del asunto en sus obras juveniles, en relación a la religión. En el escrito “En torno a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel”, de inicios de 1844, planteaba: “Sobreponerse a la religión como la dicha ilusoria del pueblo es exigir para éste una dicha real. El pugnar por acabar con las ilusiones acerca de una situación, significa pedir que se acabe con la situación que necesita de ilusiones” (1987, p. 491, énfasis añadido). Y un poco más abajo: “Se trata de no dejar a los alemanes ni un instante de tregua para la ilusión y la resignación. Hay que hacer la opresión real aún más opresiva, añadiendo a ella la conciencia de la opresión, haciendo que la infamia se vuelve todavía más infamante, al pregonarla” (p. 494; énfasis añadido). Precisemos que una ilusión consiste en una imagen formada en la mente de una cosa inexistente, que es tomada como real; también se la define como la esperanza o creencia vana con que alguien se siente contento (diccionario María Moliner). Por eso, la idea conecta con la noción de ideología, con el “hacerse ilusiones”, en el sentido del autoengaño, en el que muchas veces incurrimos, en nuestra vida cotidiana, de manera no consciente (o no del todo consciente; Silva, 1992, hace esta discusión).

Pues bien, sostengo que esta crítica de las ilusiones subyace en el corazón de la obra del Marx maduro. Es que la crítica marxiana busca poner de manifiesto las conexiones reales, internas, del modo de producción y de la sociedad capitalista, y por este mismo hecho, no deja espacio para las ilusiones. De aquí resulta también un mensaje que puede considerarse “pesimista”, ya que viene a decir que en tanto subsistan las relaciones de propiedad capitalistas, los problemas de fondo de las masas trabajadoras van a persistir. Esto porque las conquistas de las luchas sindicales y reivindicativas encuentran un techo en las leyes de la acumulación capitalista -cuando crece la combatividad, los capitalistas reemplazan mano de obra por maquinaria, se niegan a invertir, etcétera- y en las estructuras del Estado, que defienden la propiedad privada del capital. Por eso, el mensaje de Marx a los trabajadores es que hay que luchar por mejoras, pero sin albergar ilusiones: en tanto subsistan la propiedad privada del capital, y el Estado capitalista, estarán condenados a reiniciar la pelea, una y otra vez. En el mismo sentido, Rosa Luxemburgo comparaba la lucha sindical con el trabajo de Sísifo, con un “tejer y destejer” permanente (1974, p. 72). Comentando este enfoque, Tony Smith explica que una política revolucionaria contra el capitalismo implica afirmar que las estructuras fundamentales a ser cambiadas son explotadoras y no pueden convertirse en no explotadoras con manejos de ningún tipo (1990, p. 38). Son relaciones sociales objetivas -subrayo, relaciones de explotación- que solo se pueden modificar por acción radicalmente revolucionaria.

Por supuesto, alguien puede objetar que hoy la revolución socialista está lejos, que las masas trabajadoras votan, mayoritariamente, a partidos enemigos del socialismo (entendido éste como el control y administración de los productores sobre los medios de producción). Esto es así (no comparto la visión optimista de algunos, de “la revolución ya es inminente”), pero no justifica alimentar falsas expectativas. No hay que tapar las cosas, ni consolarse con fraseología barata. Partimos de reconocer la relación de fuerzas real entre las clases, y no por eso hay que bajar la crítica, ni pasar a colaborar con los explotadores (como ha hecho mucha de la militancia de los 1960 y 1970; ver aquí). La “pugna contra las ilusiones” no es un llamado a colaborar con el sistema, sino a luchar sin tener ilusiones en el sistema.

De lo afirmado hasta aquí tampoco se deberían derivar políticas aventureras, ni tácticas propias de las vanguardias iluminadas, con sus consignas de laboratorio. Sólo se trata de poner al desnudo las relaciones sociales subyacentes en lo que aparece como “dado”, inmodificable y mistificador. En una carta de septiembre de 1843, Marx escribía: “No compareceremos, pues, ante el mundo en actitud doctrinaria, con un nuevo principio: ¡he aquí la verdad, postraos de hinojos ante ella! Desarrollaremos ante el mundo, a base de los principios del mundo, nuevos principios. No le diremos: desiste de tus luchas, que son cosa necia; nosotros nos encargaremos de gritarte la verdadera consigna de lucha. Nos limitaremos a mostrarle por qué lucha en verdad, y la conciencia es algo que tendrá necesariamente que asimilarse, se quiera o no. La reforma de la conciencia solo consiste en hacer que el mundo cobre conciencia de sí mismo, en despertarlo del sueño acerca de sí, de explicarle sus propias acciones” (1987, p. 459).

Personalmente, cuestionaría la afirmación de Marx acerca de que “necesariamente” la conciencia crítica deberá asimilarse, “se quiera o no”; por lo menos, hay que reconocer que el sistema capitalista ha demostrado su capacidad para perpetuarse, con el consentimiento y/o apoyo de los propios explotados. Pero rescato el enfoque general: la crítica se desarrolla en base a los principios del mundo existente, y desde las acciones y combates que los seres humanos encaran, para que tomen conciencia de su posición y del porqué luchan. Hay que “encontrar el mundo nuevo por medio de la crítica del viejo” (idem, p. 458), porque el hombre desengañado tiene que ser el actor y el hacedor de su historia.

En este respecto, aunque se refiere a la religión, la idea contenida en la “Crítica de la filosofía del derecho de Hegel” sería aplicable a todo el ámbito social: “La crítica de la religión desengaña al hombre para moverlo a pensar, a obrar y a organizar su sociedad como hombre desengañado que ha entrado en razón, para que sepa girar en torno a sí mismo, y a su yo real” (p. 492). Cuando el marxismo critica la idea de que el capitalista paga al obrero “por su trabajo”; cuando desnuda el mecanismo de explotación; cuando demuestra que el Estado “no es de todos”; cuando dice que por encima de las exaltaciones patrióticas y nacionalistas los trabajadores tienen un interés común, procura “desengañar” y correr el velo de las ilusiones (falsamente consoladoras), para que los explotados y oprimidos se desembaracen de toda cadena “y broten flores vivas”. Es el objetivo de la crítica: “la crítica que lucha contra estas realidades no es una pasión de la cabeza, sino la cabeza de la pasión. No es el bisturí del cirujano, sino el arma de lucha” (p. 493).

Admito que los tiempos actuales no son favorables al marxismo. Los efectos del fracaso de los “socialismos reales”, y de las estrategias socialistas-estatistas de diversos tipos, permanecerán como un lastre, seguramente, durante mucho tiempo. Pero no por ello hay que ceder en las posiciones ideológicas. En la medida en que se alimenten esperanzas vanas en “salvadores”, en el Estado capitalista o en sus gobiernos, o en aparatos burocráticos, se preparará el camino para  nuevas frustraciones y derrotas. Incluso, estas experiencias frustrantes terminan dando lugar a bruscos giros a la derecha de las sociedades, en medio del desconcierto y desorganización de los movimientos populares. Naturalmente, los ideólogos que en su momento alentaron la ilusión, jamás hacen balance de lo que dijeron o hicieron; cuando sobreviene el derrumbe del “proyecto”, disimulan, y se preparan para subirse al próximo tren del ilusionismo pequeño burgués o burocrático “progresista”. En este respecto, cabe preguntarse dónde está el balance de los ex “socialismos nacionales” y de los ex “capitalismos de Estado progresivos» por parte de la izquierda nacional reformista, de los partidos Comunistas, y afines. Brilla por su ausencia, porque es la manera de estar empezando siempre de nuevo (“ahora sí estamos en un proceso revolucionario”) con nuevas ilusiones. Es una forma de perpetuar, en lo esencial, lo existente.

Ante esto, pienso que debería estar más vigente que nunca el mensaje del marxismo, con su carácter demistificador, a saber, que la civilización burguesa se levanta sobre la explotación del trabajo asalariado, y que no hay manera de cambiar esto en tanto se mantenga en pie la propiedad del capital y el Estado que la defiende.

Textos citados:
Luxemburgo, R. (1974): Reforma o revolución, Buenos Aires, Papeles Políticos.
Marx, K. (1987): Escritos de juventud, México, FCE.
Silva, L. (1992): Teoría y práctica de la ideología, México, Nuestro Tiempo.
Smith, T. (1990): The Logic of Marx’s Capital. Replies to Hegelian Criticisms, Nueva York, State University of New York.

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«Luchar sin ilusiones»

Written by rolandoastarita

10/06/2013 a 11:07

34 respuestas

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  1. ¡Excelente!

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    Gerardo Daniel

    10/06/2013 at 11:46

  2. “Admito que los tiempos actuales no son favorables al marxismo. Los efectos del fracaso de los “socialismos reales”, y de las estrategias socialistas-estatistas de diversos tipos, permanecerán como un lastre, seguramente, durante mucho tiempo. Pero no por ello hay que ceder en las posiciones ideológicas.”
    Se admite el fracaso de TODOS los socialismos reales pero se mantiene intacto al marxismo. y encima se considera científico al marxismo. Una ciencia que no admite pruebas que la refutan.

    Adam Smith decía que los empresarios se podían comparar a un mayordomo de hacienda, es decir que su trabajo no produce valor, cosa que es refrendada por Marx. Un prejuicio de un partidario de los accionistas contra los directores de producción se convirtió en pieza clave del marxismo. Reconocer esta falla abre las puertas para formular un socialismo eficiente.

    David Ricardo decía que a los obreros se les pagaba de acuerdo a lo que necesitan para comer y vestir, pero esto es falso. Por Ejemplo Babbage (Machinery and Industrie ,1832) nos habla de una estructura compleja de pagos a los trabajadores. El marxismo se deslizo con este prejuicio de Ricardo debajo del brazo. En la URSS, a los obreros stajanovistas los trataban como traidores los demás obreros.

    En tercer lugar, la mayor fuente de plusvalía era el Estado con sus dominios coloniales de la India, Asia, esclavos de América del Norte y Brasil. El PIB de la Compañía East Indies era mayor que el PIB de Inglaterra. Las clase dominante nunca fué “la burguesía” sino la aristocracia inmobiliaria colonial financiera de Inglaterra y controlaba la plusvalía mayoritariamente. Para promover sus ganancias promovía guerras y burbujas financieras, desde la burbuja de los mares del sur hasta la del año 2008.

    Es imposible que el marxismo sirva de algo en la creación de un movimiento que supere a los males de la sociedad capitalista con estos tapaojos sobre la real estructura del sistema capitalista. Y al final como los camaradas chinos, permiten un sistema de libre competencia en China donde se extrae poca plusvalía local, mientras la masa de plusvalía es obtenida por el poder estatal financiero mundial a través de las exportaciones desde china que son distribuidas a través de sus canales de comercialización sustentados por el dominio colonial, semicolonial y bajo alianzas militares.

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    Roberto Viera

    10/06/2013 at 12:03

    • Su razonamiento no se sostiene. Para consolidarse, los regímenes stalinistas, o capitalismos de Estado, han combatido precisamente al marxismo. Los marxistas, los revolucionarios socialistas, fueron a parar por miles a los campos de concentración. Decir que el régimen stalinista demuestra el fracaso de la crítica de Marx al capitalismo es una tontería. Es como decir que la Inquisición refuta las enseñanzas de Jesús. ¿Se puede sostener semejante razonamiento?
      Sus otras observaciones recorren el mismo terreno de superficialidad. Lo que le atribuye a Ricardo sobre el salario es un error, que ya he discutido en este blog. Decir que la estrutura de la clase dominante británica en la actualidad es la misma que en el siglo XVIII, es otro disparate.

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      rolandoastarita

      10/06/2013 at 13:36

    • «Una ciencia que no admite pruebas que la refutan.»

      Esto deja claro que no tiene ni siquiera una aproximación minimamente interesante a lo que puede ser una ciencia.

      Saludos.

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      Gerardo Daniel

      10/06/2013 at 13:38

    • Además de lo que ya le ha aclarado el profesor sobre la diferencia diametral entre marxismo y «socialismos reales», que está en el núcleo de sus errores, algunos detalles:
      – Hay montones de pruebas que no refutan, sino que demuestran (que le vamos a hacer…) el marxismo : ni las burbujas y otras modalidades de «políticas de demanda», ni las austeridades y sacrificios y otras «políticas de oferta», permiten escapar de las crisis recurrentes; el crecimiento y el desarrollo no se «difunden» sino que se concentran y se polarizan; se confirman por todas partes las tendencias seculares a la proletarización de la población, a la depauperización (relativa!) de la clase trabajadora, a la concentración y centralización del capital, a la mundialización del capital, al descenso de la tasa de ganancia (hasta que la destrucción del valor del capital rompe la baraja y pone en marcha de nuevo la acumulación sobre nuevas bases)…
      Como menciona el profesor la única conclusión de Marx que se podría entender, lamentablemente, refutada por la realidad es su confianza en lo inevitable de que la clase obrera alcance plena conciencia de su propia existencia y de cómo funciona en realidad el capitalismo y en qué consiste su necesaria lucha.
      – El trabajo del empresario y del mayordomo de hacienda crea valor o deja de crear no es ninguna «pieza clave del marxismo». Lo que es pieza clave es que el capital del empresario no crea valor, porque solo el trabajo productivo crea valor.
      -¿un «socialismo eficiente»?¿qué es eso?
      -A saber qué marxismo está criticando vd, porque las categorías que maneja no tiene nada que ver con Marx: «en China (…) se extrae poca plusvalía local» y «la masa de plusvalía es obtenida por el poder estatal financiero mundial a través de las exportaciones». Estando de acuerdo en que si nike opera en china es porque nike (entiendo que es un representante de su «poder estatal financiero mundial») obtiene una buena «masa de plusvalía»… ¿de donde sale esa plusvalía si no es «plusvalía local» extraida en china? Según Marx se extrae de su fuente: el trabajo humano masivamente explotado en china, aunque quizá vd piense que se crea por el camino, por el paulatino aumento de utilidades marginales u otras sustancias místicas alojadas en las mercancías que viajan en los contenedores de los barcos mercantes, o en los sistemas nerviosos de los consumidores, o vaya vd a saber donde, porque la mística es inaprehensible. Aunque Samir Amin no es marxista, este artículo suyo cointiene bastantes claves para entender «el misterio de china» y su éxito en la extracción (¿y en la apropiación y el uso?) de plusvalía, precisamente porque desmonta criticamente los análisis burgueses: http://monthlyreview.org/2013/03/01/china-2013
      – Como le aclara el profesor Astarita, desde que se consolidó el capitalismo (precisamente para asegurar la producción de plusvalía y no solo su apropiación mercantil que se conoció desde siempre, y que en occidente se expandió desde la baja edad media) «la burguesía» ascendió como clase dominante y hace tiempo ya (y desde luego hoy en día) ocupa el estado, que está a su servicio. Cualquier cosa que en 2013 podamos denominar «aristocracia inmobiliaria colonial financiera» es desde luego burguesía.

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      escaiguolquer

      11/06/2013 at 05:18

  3. Una hermosa nota compañero. Espero que suscite comentarios constructivos. Decir que coincido en todos sus términos es casi una obviedad. De todos modos, abre campo para pensar el problema. Me da la impresión que el trabajador promedio percibe intuitivamente lo desfavorable de la situación y ese realismo pragmático lo condena al individualismo e inmediatismo. Lamentablemente, esta operación de cálculo, retroalimenta la derrota y la sumisión, en el mejor de los casos, una resistencia espontánea a las peores calamidades que periódicamente depara el sistema, cuando se produce la asfixia, para volver pronto al redil ni bien se afloja el torniquete. El quid de la cuestión es como romper ese círculo vicioso. Coincido a fondo en que la lucha ideológica desempeña un inmenso papel, con frecuencia sepultado tras de una maraña de tacticismo. Debería ser una tarea de primer orden. Quienes le otorgan primacía en una etapa de dispersión de fuerzas, son con frecuencia acusados de ‘teoricistas’ alejados de la lucha real de los trabajadores. Es algo que nos ha pasado a muchos, incluso cuando en absoluto desdeñamos de participar en las luchas y manifestaciones del proletariado combativo. Pero, como usted señala en otras palabras, con instruir en la teoría de la explotación y en un plano más general, en una interpretación racional de la sociedad, no basta para generar la motivación de cambio, destrozando las ilusiones autocomplacientes que las usinas del régimen fabrican a diario para ser consumidos como somniferos sociales, pero también como excitantes que empalmen con el deseo general, por más irracional que este fuere. Para que las ideas revolucionarias se hagan carne en las masas, debe existir una predisposición y esta no puede derivar de otra cosa que no sea un ataque frontal a la supervivencia de las ilusiones que surja compulsivamente de la realidad misma, pero también debe haber un estimulante. Pienso que un gran error de la izquierda en el pasado, que prosigue en el presente, fue producir determinadas ilusiones para dislocar otras, generando sucesivas oleadas de fanatismo que se agotan cuando se impone el criterio de realidad. El caso más notorio es el de ‘la revolución a la vuelta de la esquina’ con el que hemos lidiado hasta que se no quiebre la garganta. Resta el problema de como inyectar adrenalina en una perspectiva realista, pero sombría y distante en el horizonte.
    Saludos

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    AP

    11/06/2013 at 03:21

  4. A mi me parece claro que todo el marxismo es una ciencia del progreso y de la fe científica en el progreso y eso incluye un optimismo filosófico acerca de la capacidad del ser humano, de las fuerzas productivas y de los trabajadores en particular para mejorar su suerte y la de los demás. Para cambiar el mundo y para conseguir que la humanidad sea racional y solidaria. Este ha sido siempre el ideal de los socialistas y de los trabajadores conscientes.
    Si el progreso no existe, la historia es zoología.

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    Josemari Lorenzo Espinosa

    11/06/2013 at 05:46

  5. Gracias Rolo por tu nota. Uno sabe que su lucha cotidiana (como en DDHH) hay que librarla todos los días, y que los cambios pueden ser mínimos -como lograr que no se torture en las cárceles, que
    es una meta muy difícil de alcanzar, pero no imposible- y es una lucha necesaria, porque si lo logramos hay seres humanos que van a sufrir un poco menos. Y subjetivamente nos da fuerzas para seguir luchando. Las clases dominantes saben muy bien lo que hacen: cuando los que luchan son muchos y se ponen amenazantes, los mata. Su ausencia, como en Argentina, nos retrotrae a una nueva etapa de «ilusiones» en los gobiernos surgidos de las elecciones. Pero la resultante social no es nunca la misma: siempre hay un avance en la conciencia de las clases dominadas. Si no, estaríamos todavía en la etapa de la Inquisición. ¿Este es un cambio revolucionario? Seguro que no. Pero es un ejemplo de que las luchas persistentes, bien libradas, en todos los frentes, logran avances.
    Como el capitalismo se ha hecho cada vez más poderoso, la contradicción principal sigue siendo la misma que señalaba Marx, y depende en buena parte de nosotros, los marxistas, el construir una estrategia eficiente que ayude a nuestros congéneres de clase a no hacerse falsas ilusiones inmediatistas sobre la revolución. El socialismo sigue siendo la gran meta, pero la especie humana sólo ha hecho unos pocos ensayos, y cada derrota nos dejó una enseñanza. Vale la pena seguir intentandolo.

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    Inés Izaguirre

    11/06/2013 at 12:41

  6. Rolando, que me recomendás leer para entender el sistema económico argentino y el orígen de la inflación actual?

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    Agustín

    11/06/2013 at 14:40

  7. Interesante nota. Porque es necesario despojarse de las ilusiones en el capitalismo, y sus eventuales reformas, pero a la vez hay que ilusionarse con que es posible su superación. No basta luchar contra algo, hay que luchar por otro algo. En esto la izquierda en general no hace mucho hincapié. Me refiero a proyectar, al menos en base a las tendencias de cada formación capitalista nacional, aquellas potencialidades que anidan en las fuerzas productivas si se la organiza bajo otras relaciones sociales. Aun cuando sea claro que no es posible el socialismo en un solo país, es evidente que el desarrollo durante la época de transición puede mejorar en forma cualitativa las condiciones materiales de vida de las masas. Ahí están los ejemplos de la URSS o de Cuba. Por otra parte, está bien alertar contra las falsas espectativas que suelen tener las tendencias espontaneístas (catastrofistas o no) y recordar que la militancia es mayormente una actividad cotidiana y gris. Pero a la vez es una aventura que templa el carácter. Soñar, a condición de trabajar para realizar escrupulosamente el sueño decía Lenin, militar con el pesimismo de la razón y el optimismo de la voluntad decía Gramsci. Es absolutamente justo, la mejor receta para evitar el desencanto. Ahí están 3000 páginas de los cuadernos de la cárcel para mostrar lo que puede hacer el optimismo de voluntad en las cárceles fascistas. Ahí está una obra monumental que es reflejo de la heroica lucha de Trotski contra Stalin.

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    LGJP

    11/06/2013 at 19:07

  8. Me parece difícil separar al stalinismo del marxismo. Es cierto que una cosa es la crítica del capital y otra el intento histórico de crear alternativas positivas… intentar traducir en términos institucionales una consigna de contenido conceptual casi nulo (o puramente negativo) como «el control de la clase obrera sobre los medios de producción». Se hizo de dos maneras, una reformista o socialdemócrata y otra revolucionaria o comunista o leninista, a la que no parece posible negarle el carácter de marxista. El meollo del asunto, a mi entender, es que no hay un pasaje lógico o evidente de la «crítica del capital» a una definición del socialismo, por lo que uno puede siempre recostarse en la pureza del ideal.

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    Fabián

    11/06/2013 at 21:58

    • Yo por mi parte creo que el pasaje lógico o evidente existe: la dominación se basa en la institución del capital, que está formada por las relaciones sociales de producción basadas en el trabajo asalariado. La superación de la dominación, el socialismo, consiste en la eliminación de la explotación económica del trabajo ajeno, y lo que ha de sustituir a la dominación de unos seres humanos por otros es la democracia de los trabajadores.
      Así que en mi opinión el meollo del asunto es que lo difícil es concretar eso en la práctica y, más aún, encontrar qué pasos concretos hay que dar aquí y ahora para avanzar hacia ese horizonte. Supongo que a esto se refería cuando dice lo de la falta de definición desde la crítica del capital a «una» definición del socialismo.
      Pero de ahí a que uno pueda «recostarse en la pureza del ideal» va un mundo. Naturalmente que podemos hacerlo, pero eso sí que es evidentemente inútil para la revolución, y por tanto funcional para los dominadores.
      Estoy de acuerdo en que ciertos voluntarismos revolucionarios pueden ser contraproducentes para la clase trabajadora, para la revolución, pero supongo que estaremos de acuerdo en que «algo habrá que hacer». Y ante la duda, al menos, como señalan arriba Inés Izaguirre o LGJP, resistir.

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      escaiguolquer

      12/06/2013 at 08:19

    • El punto es estimado Fabian, ¿en qué basa su parecer respecto del marxismo? ¿qué sentido tiene para usted: «una consigna de contenido conceptual casi nulo (o puramente negativo) como “el control de la clase obrera sobre los medios de producción»»? Ambas cosas parecen indicar un desconocimiento profundo de lo que esta hablando. ¿será como la «ciencia» de la que parece creer que sabe Roberto Viera?

      Saludos.

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      Gerardo Daniel

      12/06/2013 at 10:11

    • Es importante lo que dice Fabián acerca de recostarse en lo ideal. Porque señalar al estalinismo y decir que no es comunismo, que es una degeneración del marxismo puede ser impugnado por cualquiera diciendo que ese fue el socialismo real existente y que no es correcto oponer lo que «en nuestra mente debería ser el socialismo o el comunismo». Esta crítica podría llegar a ser justa si no fuera porque prescinde de la historia, del hecho de que, los dirigentes que participaron de la revolución bolchevique fueron en su mayoria asesinados, junto con miles de militantes de la Oposición de izquierda, por el estalinismo; por el hecho de que luego de la muerte de Lenin la internacional comunista se fue degenerando cada vez mas a medida que abandonaba el marxismi revolucionario; o porque, para hacerla corta, Stalin entrego todas y cada una de la revoluciones que pudo (Espania, Grecia, Italia). Hay que desconcer a todos los marxistas que combatieron al estalinismo para decir lo que manifiesta Fabian.

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      LGJP

      13/06/2013 at 00:43

  9. Milcíades Peña Introducción al pensamiento de Carlos Marx. 1958

    “…El marxismo no cree que la historia se detendrá un día, que vendrá un diluvio y luego la humanidad se precipitará en un infierno eternamente lleno de torturas o en un paraíso donde no habrá problemas de ninguna naturaleza.
    EL MARXISMO CREE QUE SIEMPRE HABRÁ PROBLEMAS, luchas y conflictos. PERO ES PROFUNDAMENTE OPTIMISTA, porque cree que el hombre es capaz de forjar un destino cada vez más humano; es decir, un destino en el que el hombre no explote a otro hombre, en el que el hombre pueda aplicar el grueso de su capacidad creadora no a luchar contra otros hombres para comer y vestirse, sino crear una vida más llena de confort y belleza, de solidaridad y libertad, es decir, una vida más propiamente humana. Es decir, que ese futuro venturoso que las religiones ponen en el cielo y para después de la muerte, el marxismo lo pone en el «más acá» y sobre la tierra, no como producto de la muerte sino como producto de la vida creadora del hombre.
    Es decir que EL MARXISMO ES PROFUNDAMENTE OPTIMISTA, y esta sola característica basta para hacerlo irreductiblemente enemigo de toda religión. Pero atención. El OPTIMISMO REVOLUCIONARIO DEL MARXISMO NO TIENE NADA QUE VER CON EL «PROGRESIVISMO». El «progresivismo» cree que las contradicciones se resuelven por sí mismas a lo largo del tiempo. Así, oculta al hombre su propio papel y anula el elemento humano activo, sin el cual no puede haber ningún progreso (Lukàcs). LA CONFIANZA EN EL ILIMITADO PROGRESO DEL «CAMPO DE LA URSS Y DEL SOCIALISMO», POR EJEMPLO, ES LA RÉPLICA PSEUDO-MARXISTA DE LA CONFIANZA QUE TENÍAN LOS LIBERALES spencerianos del siglo pasado en la paz perpetua y el mundo de fraternidad librecambista que se alcanzaría con el comercio universal. El marxismo tiene optimismo y confía en el porvenir. Pero su optimismo no es el optimismo ciego y complaciente del «progresivismo». El marxismo sabe que LA CATEGORÍA DE PELIGRO es esencial, es parte integrante y fundamental de todo proceso de avance y desarrollo, y también del proceso de desarrollo de la humanidad. Y por lo tanto sabe que el término de ese proceso puede ser la catástrofe, y que las más grandes posibilidades de crear un mejor destino humano van incesantemente acompañadas por las más tremendas posibilidades de volver hacia atrás y anular todo destino humano. Y el único que tiene la llave de cambios para indicar el camino que se tomará es el hombre. Sólo la voluntad activa y consciente del hombre decidirá.
    […]
    Las religiones creen que los sufrimientos del hombre, la explotación del ser humano por otro ser humano, existen porque el hombre es hombre, y sólo pueden dejar de existir cuando el hombre muere. Por eso hablan de la salvación del hombre post mortem, en el más allá. El marxismo, al contrario, afirma que el sufrimiento humano y la explotación del ser humano existen porque el hombre todavía no es plenamente humano, porque se ha alienado, y sólo dejarán de existir cuando el hombre sea plenamente hombre y se desaliene. Por eso no habla de salvaciones en el más allá sino del rescate del hombre, del reencuentro del hombre con sus nuevas cualidades.

    Hemos utilizado las palabras ALIENACIÓN Y DESALIENACIÓN. Estas dos palabras sintetizan los DOS CONCEPTOS FUNDAMENTALES DEL MARXISMO. El concepto de alienación y de la lucha por la desalienación, SON LA ESENCIA, EL CORAZÓN DEL PENSAMIENTO MARXISTA. ALIENACIÓN quiere decir que el hombre está dominado por cosas que él creó. ALIENACIÓN quiere decir que el hombre ha proyectado partes de sí mismo, las ha transformado en cosas, y que esas cosas dominan al hombre. Desalienación quiere decir que el hombre ponga bajo su control esas cosas que le oprimen y que son partes de sí mismo, productos de su trabajo. Desalienación quiere decir que, al dominar esas partes de sí mismo que se han convertido en cosas que hoy lo oprimen, el hombre se reencuentre consigo mismo, se rescate a sí mismo… «

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    Diego

    13/06/2013 at 04:33

  10. Entrevista con Carlos Marx, cabeza de la Internacional por R. Landor. New York World, 18 de julio de 1871.

    «…Landor: Algunas personas han creído ver signos de un elemento positivista en su organización .

    Marx: Nada de eso. Tenemos positivistas entre nosotros, y otros que no son de nuestra organización que trabajan también. Pero esto no es por virtud de su filosofía, que no tendrá nada que ver con el gobierno popular, tal como nosotros lo entendemos, y que solamente busca poner una nueva jerarquía en lugar de la vieja.

    Landor: Me parece a mí, entonces que los líderes del nuevo movimiento internacional han tenido que formar una filosofía así como una asociación para sí mismos.

    Marx: Precisamente. Es difícilmente posible, por ejemplo, que podamos esperar prosperar en nuestra guerra contra el capital si derivamos nuestras tácticas, digamos, de la economía política de Mill (15). El evidenció un tipo de relación entre el trabajo y el capital. Nosotros esperamos demostrar que es posible establecer otra distinta.

    Landor: ¿Y con respecto a la religión?

    Marx: en ese punto yo no puedo hablar en nombre de la Sociedad. Yo personalmente soy ateo. Es sorprendente, sin duda, escuchar semejante declaración en Inglaterra, pero hay cierto consuelo en el pensamiento de que no tiene que hacerse un susurro ni en Alemania ni en Francia…»

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    Diego

    13/06/2013 at 04:37

  11. José Carlos Mariátegui

    DEFENSA DEL MARXISMO POLÉMICA REVOLUCIONARIA – Cap. VII El determinismo marxista

    Otra actitud frecuente de los intelectuales que se entretienen en roer la bibliográfica marxista, es la de exagerar interesadamente el determinismo de Marx y su escuela con el objeto de declararlos, también desde este punto de vista, un producto de la mentalidad mecanicista del siglo XIX, incompatible con la concepción heroica, voluntarista de la vida, a que se inclina el mundo moderno, después de la guerra. Estos reproches no se avienen con la crítica de las supersticiones racionalistas y utopísticas y de fondo místico del movimiento socialista. Pero Henri de Man no podía dejar de echar mano de un argumento que tan fácil estrago hace en los intelectuales del Novecientos, seducidos por el esnobismo de la reacción contra el “estúpido siglo diecinueve”. El revisionista belga observa, a este respecto, cierta prudencia. “Hay que hacer constar —declara— que Marx no merece el reproche que con frecuencia se le dirige de ser un fatalista, en el sentido de que negara la influencia de la volición humana en el desarrollo histórico; lo que ocurre es que considera esta volición como predeterminada”. Y agrega que “tienen razón los discípulos de Marx cuando defienden a su maestro del reproche de haber predicado esa especie de fatalismo”. Nada de esto le impide, sin embargo, acusarlos de su “creencia en otro fatalismo”, el de los fines categoriales ineluctables”, pues “según la concepción marxista, hay una volición social sometida a leyes, la cual se cumple por medio de la lucha de clases y el resultado ineluctable de la evolución económica que crea oposiciones de intereses”.

    En sustancia, el neo-revisionismo adopta, aunque con discretas enmiendas, la crítica idealista que reivindica la acción de la voluntad y del espíritu. Pero esta crítica concierne sólo a la ortodoxia social-democrática que como ya está establecido, no es ni ha sido marxista sino lasalleana, hecho probado hasta por el vigor con que se difunde hoy en la social-democracia tudesca esta palabra de orden: “el retorno a Lassalle”. Para que esta crítica fuera válida habría que empezar por probar que el marxismo es la social-democracia, trabajo que Henri de Man se guarda de intentar. Reconoce por el contrario en la III Internacional la heredera de la Asociación Internacional de Trabajadores, en cuyas asambleas alentaba un misticismo muy próximo al de la cristiandad de las catacumbas. Y consigna en su libro este juicio explícito:

    Los marxistas vulgares del comunismo son los verdaderos usufructuarios de la herencia marxista. No lo son en el sentido de que comprenden a Marx mejor con referencia a su época, sino porque lo utilizan con más eficacia para las tareas de su época, para la realización de sus objetivos. La imagen que de Marx nos ofrece Kautsky se parece más al original que la que Lenin popularizó entre sus discípulos; pero Kautsky ha comentado una política en que Marx no ha influido nunca, mientras que las palabras que, como santo y seña, tomó Lenin de Marx son la misma política después de muerto éste y continúan creando realidades nuevas.

    A Lenin se le atribuye una frase, que enaltece Unamuno en su Agonía del cristianismo; la que pronunciara una vez, contradiciendo a alguien que le observaba que su esfuerzo iba contra la realidad: “¡Tanto peor para la realidad!” Él marxismo, donde se lía mostrado revolucionario —vale decir donde ha sido marxismo— no ha obedecido nunca a un determinismo pasivo y rígido. Los reformistas resistieron a la Revolución, durante la agitación revolucionaria post-bélica, con razones del más rudimentario determinismo económico. Razones que, en el fondo, se identificaban con las de la burguesía conservadora, y que, denunciaban el carácter absolutamente burgués, y no socialista, de ese determinismo. A la mayoría de sus críticos, la Revolución rusa aparece, en cambio, como una tentativa racionalista romántica, anti-histórica, de utopistas fanáticos. Los reformistas de todo calibre, en primer término, reprueban en los revolucionarios su tendencia a forzar la historia, tachando de “blanquista” y “putschista” la táctica de los partidos de la III Internacional.

    Marx no podía concebir no proponer sino una política realista y, por esto, extremó la demostración de que el proceso mismo de la economía capitalista, cuanto más plena y vigorosamente se cumple, conduce al socialismo; pero entendió, siempre como condición previa de un nuevo orden, la capacitación espiritual e intelectual del proletariado para realizarlo, a través de la lucha de clases. Antes que Marx, el mundo moderno había arribado ya a un momento en que ninguna doctrina política y social podía aparecer en contradicción con la historia y la ciencia. La decadencia de las religiones tiene un origen demasiado visible en su creciente alejamiento de la experiencia histórica y científica. Y sería absurdo pedirle a una concepción política, eminentemente moderna en todos sus elementos, como el socialismo, indiferencia por este orden de consideraciones. Todos los movimientos políticos contemporáneos, a comenzar por los más reaccionarios, se caracterizan, como lo observa Benda en su Trahison des Cleros,(1) por su empeño en atribuirse una estricta correspondencia con el curso de la historia. Para los reaccionarios de L’Action Francaise,2 literalmente más positivistas que cualquier revolucionario, todo el período que inauguró la revolución liberal, es monstruosamente romántico y antihistórico. Los límites y función del determinismo marxista están fijados desde hace tiempo. Críticos ajenos a todo criterio de partido, como Adriano Tilgher, suscriben la siguiente interpretación.

    La táctica socialista, para conducir a buen éxito, debe tener en cuenta la situación histórica sobre la cual le toca operar y, donde ésta es todavía inmadura para la instauración del socialismo, guardarse bien de forzarle la mano; pero, de otro lado, no debe remitirse quietistamente a la acción de los sucesos, sino, insertándose en su curso, tender siempre más a orientarlos en el sentido socialista, de modo de hacerlos maduros para la transformación final. La táctica marxista es, así, dinámica y dialéctica como la doctrina misma de Marx: la voluntad socialista no se agita en el vacío, no prescinde de la situación preexistente, no se ilusiona de mudarla con llamamientos al buen corazón de los hombres, sino que se adhiere sólidamente a la realidad histórica, mas no resignándose pasivamente a ella; antes bien, reaccionando contra ella siempre más enérgicamente, en el sentido de reforzar económica y espiritualmente al proletariado, de acentuar en él la conciencia de su conflicto con la burguesía, hasta que habiendo llegado al máximo de la exasperación, y la burguesía al extremo de las fuerzas del régimen capitalista, convertido en un obstáculo para las fuerzas productivas, pueda ser útilmente derribado y sustituido con ventaja para todos, por el régimen socialista. (La cris’i Mondiale e Saggi critice di Marxismo e Socialismo.)

    El carácter voluntarista del socialismo no es, en verdad, menos evidente, aunque sí menos entendido por la crítica, que su fondo determinista. Para valorarlo, basta, sin embargo, seguir el desarrollo del movimiento proletario, desde la acción de Marx y Engels en Londres, en los orígenes de la I Internacional, hasta su actualidad, dominada por el primer experimento de Estado socialista: la U.R.S.S.. En ese proceso, cada palabra, cada acto del marxismo tiene un acento de fe, de voluntad, de convicción heroica y creadora, cuyo impulso sería absurdo buscar en un mediocre y pasivo sentimiento determinista.

    (1) La traición de los intelectuales.
    (2) Acción Francesa: Grupo fascista francés.

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    Diego

    13/06/2013 at 04:39

  12. Veo completamente lógico que el profesor Rolando, afirme:

    «Personalmente, cuestionaría la afirmación de Marx acerca de que “necesariamente” la conciencia crítica deberá asimilarse, “se quiera o no”; por lo menos, hay que reconocer que el sistema capitalista ha demostrado su capacidad para perpetuarse, con el consentimiento y/o apoyo de los propios explotados. Pero rescato el enfoque general: la crítica se desarrolla en base a los principios del mundo existente, y desde las acciones y combates que los seres humanos encaran, para que tomen conciencia de su posición y del porqué luchan. Hay que “encontrar el mundo nuevo por medio de la crítica del viejo” (idem, p. 458), porque el hombre desengañado tiene que ser el actor y el hacedor de su historia.»

    Porque parece confirmarme, lo que vengo hace tiempo leyendo en su blog, sobre que Marx no tiene ningún resquicio de hegeliano. Pero precisamente personalmente, opino lo contrario pues en esa cita se aprecia claramente ese concepto subyacente hegeliano en Marx: «para que tomen conciencia de su posición y del porqué luchan». Es la toma de conciencia, conciencia de sí, objetiva y verdaderamente real lo que hace de la conciencia marxista una especificación de la conciencia hegeliana.

    Esto entronca sin duda, con la interpretación de que Marx , por otro lado, se podría decir que es freudiano.
    Ese otro lado, es el que hace referencia a la descripción que se hace en este artículo. Cuando se refiere concretamente a: «procura desengañar y correr el velo de las ilusiones»…Esta idea debe enlazarse con otra descripción al inicio del texto cuando se refiere directamente al «incosnciente»:

    «Por eso, la idea conecta con la noción de ideología, con el “hacerse ilusiones”, en el sentido del autoengaño, en el que muchas veces incurrimos, en nuestra vida cotidiana, de manera no consciente (o no del todo consciente; Silva, 1992, hace esta discusión).»

    Es como si Marx, con su epistemología materialista, necesite a Hegel para hacer evidente, o para mostrar que es un materialismo-objetivo y metafísico (idealista en este sentido), pues hay una realidad a descubrir por la conciencia de sí.

    Y en un paso subsiguiente dentro de su proceso epistemológico materialista: se da un materialismo-del inconsciente pues la sociedad no es consciente de su condición existencial. Ese inconsciente es el que debe desvelarse, por el marxismo.

    De lo contrario, no podríamos decir que el marxismo es una Idelogía (y por tanto es metafísica) y además es un pensamiento materialista que yace en el inconsciente-social y que se desvela en la teoría del capital.

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    ERS

    13/06/2013 at 08:05

  13. Sintéticamente:
    Mientras Hegel dialectiza en un espacio de y por la Conciencia, que es el horizonte del Estado Ideal.
    Este espacio-conciencial del Estado hegeliano y la dialéctica idealista, es visto por Marx como una «superestructura».
    Marx por (el contrario? o como continuación) dialectiza en un nuevo espacio: el espacio del Inconsciente. Su dialéctica tiene como campo de juego, lo Inconsciente (como estructura freudiana y estructuralista además) y se muestra en la Infra-Estructura (a modo de Inconsciente Social) que está debajo des la Superestructura (a modo de Consciencia Estatal, hegeliana).
    Por eso el marxismo, es metafísica del inconsciente…social.

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    ERS

    13/06/2013 at 14:58

    • La verdad, no entiendo qué está diciendo.

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      rolandoastarita

      13/06/2013 at 18:40

    • Lo siento.
      Tan solo quería decir que Marx establece una lógica dialéctica entre capitalistas y obreros, pero mediada o intercedida por el «fetiche-de-la mercancía». Hablar de «fetichismo» es hablar de lo inconsciente social. Freud también hablará luego de fetiche, pero en relación no al objeto económico sino al objeto sexual. Pero la lógica del inconsciente, es la misma. Aplicada a la sociedad en general por Marx o al individuo en particular por Freud.
      Cuando Marx habla de «infra-estructura» y de «fetiche» a desvelar, está hablando en términos de psicoanálisis de un inconsciente social. Como aquello que está por debajo de «la Estructura» (infraestructura de la Estructura: la sociedad y sus relaciones feitchistas) y..por debajo de «lo consciente». Y lo consciente representa la vieja lógica del idealismo hegeliano, para Marx. Por eso Marx es un preliminar freudiano, que invierte a Hegel.
      Y con que un dialéctica en el espacio de lo inconsciente, como puede ser la que relaciona toda relación dialéctica de explotación en la sociedad fetichizada, solo se puede dar como un pensamiento «estructuralista», entonces Marx es también el primer estructuralista.

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      ERS

      14/06/2013 at 07:19

    • Los que nos perdimos a Fidel Pintos tenemos la posibilidad de conocer a sus discipulos…

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      roberto

      14/06/2013 at 10:18

  14. Compañero Rolando. No se cohíba, por que me parece que el problema es generalizado. Es evidente que en aras de mostrar al marxismo como un ala sofisticada del idealismo hegeliano, el autor, perpetra un cambalache discepoliano entre Márx, Freud y por que no, Jung, pero, especialmente, dirigido contra el intento de síntesis de Fromm. Confunde la ausencia de conciencia política racional que padecen los explotados, con el inconsciente social o colectivo reprimido que pugna por aflorar. Tal vez no entendemos toda este galimatías por que nuestro inconsciente social nos impide ver que estamos imbuidos de una falacia marxista que nos hace marionetas del idealismo subyacente.

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    AP

    13/06/2013 at 21:35

  15. Disculpe AP, pero no veo demasiadas referencias de Fromm, sino más bien me podría fijar en aquel enunciado de Ricoeur sobre «los maestros de la sospecha».

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    ERS

    15/06/2013 at 04:59

  16. Es muy importante lo que plantea, Astarita. Veo que viene manteniendo la postura de levantar consignas que estén más cercanas a la realidad inmediata. Concuerdo con usted en esto. Hay que atacar en donde las reivindicaciones kirchneristas se hacen más fuertes y las reivindicaciones que repiten es el logro de las paritarias, entre otras. Las paritarias son el dibujo más grandes de los empresarios que explotan con cara de buenos, de magnánimos a quienes hacen lo que ellos no quieren hacer: trabajar. Te la dibujan con que hay que ser más productivos y eficientes y solamente ganás, haciendo el trabajo de un perro, la miseria coercitiva que no te deja progresar ni morirte de hambre.
    Esto es lo que hay que traer a la mesa: la humillación que los poseedores de la propiedad ejerce sobre los desposeídos. Pero hacerlo tangible para la gente que lo vive sin pensarlo y que lo vive simplemente. No embriagarse por una revolución todavía no dada, no por una revuelta accidental, sino levantar consignas concretas.
    Perdón por tomarme todo este espacio, pero estas relaciones sociales de subsunción típicamente capitalistas resaltan todos los días en los segundos planos del trabajo. Y el no-respetar a la clase trabajadora en su lugar de trabajo y mientras trabaja es un habitué de los empleadores. Piénsese en cambios de horarios, cambios en la extensión de las jornadas, cambios de puesto de actividad. Todo bajo el mismo módico precio del salario y el no-respeto antes mencionado. Siempre tenés que hacer algo, por más que ya estés haciendo algo. Todas las paritarias se basan en eso, en mayor productividad.
    Como dije, concuerdo con usted en que es tiempo de poner sobre la mesa de discusiones cosas más concretas para los trabajadores.

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    Juan

    18/06/2013 at 02:36

  17. Lo de ERS me llamó mucho la atención. No faltará, en base a lo que plantea, quien crea que se puede terminar con el capitalismo haciendo terapia.

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    LGJP

    18/06/2013 at 16:01

    • Mas bien los que necesitan terapia son los que piensan eso. No creo que nadie niegue la influencia sublimada de las pulsiones en la formación de la conciencia, pero de ahí a sacar una teoría del inconsciente colectivo como expresión del espíritu autorealizado y peor aún, endilgárselo a Márx, hay un largo trecho. Es lo contrario de lo que intentó demostrar el joven Fromm que intentó inscribir la teoría freudiana en una teoría materialista del desarrollo social.

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      AP

      19/06/2013 at 02:39

  18. después de leer esto me hago una pregunta… Aquellos que luchamos o pensamos por una sociedad distinta, socialista sin explotación y con un trato entre personas democráticos de verdad, que no sea de pacotilla, ¿no nos guiamos en nuestras vidas cotidianas por una ilusión tal como la define Marx? sobre todo pensando que esa sociedad( mundo mejor dicho) que aspiramos aun no se puedo delimitar, formar y por lo tanto no haya ejemplos históricos para corroborarla. Esta por formarse. Se sabe cuales son los indices a los que hay que aspirar( y sobre todo luego de las experiencias del siglo XX), pero creo que con eso no se puede disipar la ilusión. Hay ilusiones e ilusiones, creo que es mejor criticar ciertas ilusiones que en realidad son alucinaciones. La critica sin mas de las ilusiones para mi es una alucinación. Abría que empezar por ahí, por prudencia histórica sobre todo.

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    Ignacio

    19/06/2013 at 21:18

    • LGCP, su frase me provoca en el buen sentido: «No faltará quien crea….que se puede terminar con el capitalismo haciendo terapia».

      Es una frase ingeniosa, que me aguijonea la conciencia. Por eso, creo que si hacerse la pregunta ¿se puede terminar con el capitalismo haciendo terapia? es un buen comienzo, como irónicamente lanza usted.

      Pero mi enfoque es distinto. No hay que tomarlo al pie de la letra, sino del espíritu. No se trata de que Marx use la terapia psicoanalítica para terminar con el capitalismo, sino que Marx, desvela, pone al descubierto un enigma, un secreto: el fetiche de la mercancía. El secreto escondido en la relación fetichista de los productores dentro de la sociedad de la producción. La sociedad es un cuerpo, un organismo de producción, que produce mercancías y éstas condicionan las relaciones sociales entre los hombres.

      Esta idea, implica descubrir que el valor de las mercancías es una abstracción del valor-de-uso en un unificador y equivalente general de todas ellas, que es el valor-de-cambio por medio de una medida común que es el tiempo de producción socialmente necesario. Este planteamiento rompe con la idea de valor de los economistas clásicos, según Marx.

      De modo que si la fábrica o taller es un cuerpo-de-producción de mercancías, es una producción de inconsciente social que se manifiesta a través de la mercancía. Freud dirá, que el cuerpo es un organismo que produce deseos, en el inconsciente. La mercancía es al deseo, como el taller al cuerpo.

      Del mismo modo, podemos establecer un paralelismo entre el Espíritu de la conciencia hegeliana que se manifiesta a través del Estado absoluto del idealismo alemán, con la Conciencia del superego freudiano.
      Por otro lado, frente al Estado ideal del espíritu hegeliano se contrapone la sociedad de producción capitalista feitchizada por la mercancía. Como en Freud, podemos contraponer el inconsciente al superego. O desde el enfoque Althusseriano, podemos contraponer la Superestructura del idealismo alemán basada en la ley del Estado, frente a la Infraestructura del materialismo marxista fundamentada en la relaciones de producción.

      En sus crítica a Feuerbach, Marx maldice la contemplación y teorización de los filósofos idealistas, tanto como la theorein de Aristóteles, pues de lo que se trata es de no tanto interpretar lo dado como fijo, sino de modificar o transformar la realidad. Pero el propio Marx, no hace que teorizar un contemplación del mundo bajo la mirada de las relaciones de producción social. ¿Cómo entender su crítica a la teoría, cuando en El Capital nos descubre una macroteoría de la sociedad o de la realidad?

      Mi opinión es que Marx interpreta, y por tanto teoriza, como un metafísico más. Salvo que el interpreta algo escondido…el secreto, un secreto que hay que desvelarlo como se descubre un enigma enterrado. Enterrado en un ámbito no visible sino invisible: en el inconsciente. De modo que mientras que los metafísicos idealistas y los economistas clásicos teorizan sobre algo visible, Marx teoriza sobre «lo escondido»: el secreto de la mercancía como fetiche. Freud hara lo mismo sobre otro secreto del inconsciente. Por eso son dos autores de la sospecha, como dirá luego Ricoeur. Hay una sospecha de que hay que interpretar «lo invisible», lo no-consciente.

      En conclusión, no se trata de pensar que Marx induce a hacernos pensar que con la terapia social, se acabará el capitalismo. Sino que del mismo modo que Freud hizo del psicoanálisis su praxis para transformar la Conciencia a través de la intepretación del análisis del inconsciente. Marx hizo de su teoría del Capital, su praxis para transformar la Superestructura a través de la interpretación (no de la Superestructura dada y fija de lo ideal) sino a través de la interpretación de la infraestructura y de su secreto: el fetiche de la mercancía.

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      ERS

      20/06/2013 at 07:20

  19. Me permito interpretar aquella paradoja de los objetos enterrados de Freud. Cuanto más sea entierra un objeto, esto es cuanto más se esconde un recuerdo (reprimido) más sube a la superficie en sus diversas manifestaciones psicopatológicas: obsesión, repetición de conductas o manías, fobias, etc.
    Del mismo modo, en analogía estructural, podemo comprender como cuanto más se entierra el significado del «fetiche de la mercancía» que encierra a su vez la relación de explotación entre propietario de los medios de producción y obrero, más también sube a la superfície la desigualdad social entre clases como manifestación de una patología social del cuerpo-de-la-producción.

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    ERS

    20/06/2013 at 07:41

  20. muy interesante…

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    aprendiz

    17/02/2014 at 16:04

  21. Prof Astarita: antes que nada me disculpo porque mi comentario no tiene que ver con el tema que se estaba debatiendo en esta entrada. Recientemente tuve la posibilidad de acceder a un texto suyo del año 1995 titulado «crítica a Nahuel Moreno desde el trotskismo». Alli ud. reivindicaba la teoría de la revolución permanente frente a la revisión que hacía de ella Moreno. Sin embargo tengo entendido, por la lectura de su blog, que hoy ya no está de acuerdo con los planteos de dicha teoría. Me interesaría mucho conocer cual es la crítica que hoy ud hace de la teoría de la revolución permanente o en que texto suyo puedo encontrar dicha crítica. Saludos cordiales

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    Mariano

    29/07/2014 at 19:17

    • Espero algún día poder escribir sobre esto, porque siempre lo hice de manera fragmentada. El problema central con la tesis de Trotsky, en mi opinión, es que niega la posibilidad de que triunfen revoluciones democrático burguesas, dirigidas por la burguesía, en la época del imperialismo. Esta tesis es equivocada. Por revolución democrático burguesa se entiende el conjunto de transformaciones políticas y económico sociales que permiten el desarrollo capitalista. Por ejemplo, la independencia política de un país, la terminación de relaciones de sujeción feudal en el campo, la unidad nacional (aduana, gobierno centralizado), la conquista de derechos democráticos burgueses que acompañan al desarrollo de las relaciones mercantiles, y similares.
      Pues bien, hay que decir que prácticamente en la mayoría de los países se avanzó por este camino, con dirección de las clases dominantes locales (o fracciones de clase). Por supuesto, si planteo un modelo de revolución democrática burguesa completamente radical (por ejemplo, solo es una revolución democrática aquella que acaba con la propiedad privada de la tierra, establece milicias, etcétera, que era el programa de la socialdemocracia, ala Lenin, de 1905), sí puedo decir que la tesis de Trotsky es correcta. Pero es a un precio que termina vaciada de contenido. Por eso Lenin en algún texto pre-revolucionario decía que hay revoluciones democrático burguesas de muchos tipos. En Alemania, por caso, la transformación burguesa se hizo «desde arriba». En otros países fue una mezcla de presión desde abajo, y transformaciones desde arriba. Por eso también Lenin, ya en la época de la Tercera Internacional escribía que todos los países atrasados estaban avanzando hacia la democracia burguesa. Y era consciente de que las direcciones de estos procesos eran las clases dominantes locales, o fracciones de ellas. Es un planteo más realista, flexible, permite entender mejor los procesos históricos.

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      rolandoastarita

      30/07/2014 at 07:52

  22. qué les parecen las propuestas en este sentido del Seminari D´Economia Crítica Taifa? Aquí más información:
    http://blogs.publico.es/numeros-rojos/2014/07/30/guia-para-tumbar-el-capitalismo-12/

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    diego

    30/07/2014 at 10:32


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